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Des-orden por Destroy_Rei

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Notas del fanfic:

Hola.

Notas del capitulo:

Hace caleta que no escribia, o sea, siempre escribo, pero ultimamente nada me convence. Puede que hayan ocurriedo ciertas cosas y me hayan ayudado a escribir, puede ~

Magnó es una revista de renombre internacional, trabaja en reportajes visuales y escritos sobre tendencia, moda, diseño e incluso política. Es un universo de selección muy pulcra de la imagen y de exploración profunda acerca de los temas que a la gente le preocupan, analizados desde una mirada más objetiva y a veces incluso –por extraño que suene- abstracta. Tiene una publicación mensual, y lleva ya quince años funcionando sin tomar en cuenta el primer año que bautizaron como año cero. Grandes personajes han sido entrevistados e investigados, importantes movimientos fueron descritos entre sus páginas. Kibum entró a trabajar en el área de diseño ya hace cinco años, como practicante en su penúltimo año de producción gráfica, y actualmente tiene un cargo directivo en la misma área. Él es hoy en día una de las mentes más importantes tras el éxito de Magnó, un director serio que además ha tenido la capacidad de entregar un poco de desorden a las páginas de papel couché tan perfectamente alineadas e impresas.

 

Lo pulcro de su trabajo a ratos contrasta con el desorden de su vida. Es un chico soltero que ha declarado abiertamente su homosexualidad, no es un amigo de los medios coreanos por el mismo motivo, no sale a dar entrevistas, y es como un super héroe silencioso para las minorías sexuales. La gente le respeta. A él y a sus alocadas fiestas llenas de alcohol que ofrece los fines de semana en la enorme suite de su mejor amigo, Lee Jinki.

 

Pero Kibum ha dejado ese desorden, en búsqueda de una mejor calidad de vida y una estabilidad que se había distorsionado un poco entre tanto pop exageradamente colorinche, los trajes de diseñadores y los perfumes con aromas extravagantes.

 

Des-orden

 

Un muchacho alto, de cabello tan negro como la noche y tez clara sin imperfecciones, irrumpe en la estancia silenciosa. Primero, abre la puerta de la oficina con un ruidoso juego de llaves con un pequeño detalle en cuero, recuerdo de cuando viajó a Rumania. Segundo, enciende las luces casi mecánicamente, luego de dejar su ordenador sobre una mesa caoba brillante. Tercero, abre las persianas dejando que los escuetos rayos de sol entren a la estancia, le dan tranquilidad y le hacen sentir seguro. Cuarto, enciende su macbook, y la manzana artificial brilla luego del conocido sonido de inicio. Último, enciende la cafetera de una pequeña encimera y prepara un americano bien caliente para terminar de despertar y empezar a trabajar.

 

Kibum tiene ojos agudos como los de un gato que en la mañana se ven más pequeños y somnolientos que de costumbre. Reproduce el Discovery de Daft Punk y se estira, leyendo distraídamente un par de  artículos en Trendhunter. Él es el primero en llegar a Magnó, antes también solía ser el último en irse, pero buscar un equilibrio en su vida también incluye dormir más. Se toma un café en la casa y uno en la oficina, es como un doble despertar, y siempre llega a las 06:30, impecable, las manillas del Swatch brillan en su muñeca con los dígitos de siempre señalados cuando esta entrando al edificio.

 

El resto del equipo llega a las nueve, ruidosos, divertidos, llenos de quejas e ideas impresionante. A Kibum le gustan porque todos tienen algo nuevo para su vida, siente que puede aprender cosas nuevas de cada uno de ellos. Son un equipo variado de hombres y mujeres, jóvenes y más adultos. No es mucho lo que puede compartir realmente con ellos, pero trabaja codo a codo con el director de fotografía y los encargados de la editorial.

 

Todos llegan a la hora, él ya ha revisado un par de discos, esta bebiendo limonada con menta, cuando cada persona se asoma a su oficina a saludarle por las mañanas.

 

Han pasado las nueve, son las nueve y diez, cuando el último en llegar cruza fuera de la oficina, Kibum sonríe cuando ve al nuevo fotógrafo entrar corriendo a su oficina cada mañana. Llega siempre con el cabello alborotado, restos de galletas que sacude de sus jeans oscuros, expresión cansada y uno que otro juguete. Es un hombre joven y es el novato del estudio de la planta tres, pero también es un ajetreado papá soltero que cada mañana tiene que llevar a su pequeño hijo al jardín infantil antes de ir al trabajo.

 

-       Hola, buenos días – saluda agitado, con la sonrisa también desordenada y verlo es como una inyección de adrenalina en su cuerpo

-       Buenos días Minho – sonríe amplio, observando cómo el alto se acomoda el cardigan azul oscuro que lleva sobre una camisa blanca impecable (exceptuando por los pequeños pelos de gato que lleva al la altura del pecho adherido a la ropa).

 

Minho ocupa un escritorio que esta ubicado afuera de la oficina de dirección, junto al resto del equipo de fotografía. Es alto y amable, a todos les gusta muchísimo Minho, por eso nadie ha reparado, más allá de entre bromas, en los diez minutos que siempre tarda, luego del horario establecido, en llegar a trabajar. Pero nadie puede culparlo, más aún cuando todos saben que tiene un hijo pequeño al que cuida solo.

 

-       Hola, me enviaron por las maquetas – habla el alto a medio día, parándose junto al escritorio de Kibum

 

El diseñador asiente concentrado en los últimos reportes que le han llegado a su buzón electrónico, y le entrega las hojas llenas de colores y formas. Mueve los ojos solo unos segundos y una mancha de chocolate en las adidas deportivas del otro llaman su atención.

 

-       Tienes chocolate en las zapatillas – dice con risa, haciendo que el moreno mire hacia sus pies casi alarmado

-       ¡oh! Dios, esto será difícil de quitar… - se agacha a inspeccionar la mancha haciendo reír ahora libremente al director

-       ¿Cómo fue que te ensuciaste? – Los ojos grandes del fotógrafo le miran con confusión – anda, dímelo, siempre es divertido escuchar tus historias domésticas

-       Yoogeun llego con un diez y una felicitación en su programa de inglés – dijo sonriendo un poco, esa hermosa sonrisa estaba llena de orgullo y a los ojos felinos les fascino contemplarla – hicimos galletas con chips para celebrar

-       ¿Eres bueno cocinando? – preguntó con admiración, acariciándole el cabello ondulado sin siquiera reparar en ello

-       No, solo lo suficiente para que un veinteañero y un niño sobrevivan – parece no importarle el toque, incluso parece gustarle un poco…

 

Kibum tiene leyes practicas y simples, que no deben ser tergiversadas, así aseguran que todo sus romances tengan algún futuro, lamentablemente ‘hombres con hijos’ figura entre las líneas más importantes. No es tampoco que Minho vaya a ser uno de sus target, de ninguna forma, especialmente porque es padre –aún cuando sea soltero- y eso certifica al instante que ha tenido antes una pareja, una pareja femenina, nublando las pequeñas posibilidades que el director puede visualizar.

 

Y son compañeros de trabajo, lo que arruina el escenario otro poco.

 

Pero Minho es agradable y divertido, pueden ser amigos.

 

Kibum se convence de esas cosas, especialmente cuando comparten tiempo, cuando apoya su cabeza en el hombro fuerte del hombre alto para ver sus avances, cuando Minho le compra café y pequeños pasteles en los trasnoches de oficina, cuando se envían mensajes interminables por kakao, de esos que empiezan en pedidos editoriales y terminan en emoticones estúpidos que le hacen reír en la soledad de su departamento.

 

Hay veces en que Kibum se siente muy solo.

 

Tiene veinticinco años, y siente que todos sus amigos se están alejando, han empezado a crear su propio núcleo familiar con preciosos embarazos y emocionantes bodas llenas de blanco; algunos no han formalizado nada legalmente pero lo han hecho silenciosamente al mudarse con sus parejas; otros se han ido lejos, a buscar las aventuras de la adultos en otras tierras fuera de la aburrida Corea. Kibum tiene a Magnó desde que entró como practicante, y siente que ya ha firmado sus votos con la revista, pero a veces mira a su entorno y se da cuenta que es el único que no encaja realmente.

 

Pasa durante los domingo y los sábados en que está libre y se da cuenta que realmente no tiene nada qué hacer.

 

Pasa cuando pasea a sus perros por el parque y ve tantas familias, tantas parejas.

 

Incluso pasa a veces, cuando Minho habla por teléfono con su hijo y ríe fuerte, con ternura, con una cosa inexplicable que él quiere entender y explicar. Pero no puede.

 

La gente le admira, llegan cartas a la oficina de personas que le dan las gracias por la motivación que ha entregado a sus vidas, pero Kibum siente que no ha ganado nada cuando llega a su departamento y esta solo, está frío, especialmente cuando sus cachorros duermen silenciosamente sobre su cama. Ellos son hogar, es verdad. Pero él también necesita otro hogar. Kibum no tiene excusas para no ir a Magnó ni para llegar tarde. Se bebé el café silencioso algunas mañanas, sin música, a veces incluso no ábre las cortinas, y los pequeños repasos que hace por su vida lo hacen sentir extraña y nostálgicamente desafortunado. Pero también esas mañanas, entra Minho a las nueve con diez, despistado, con la ropa toda desordenada, con restos de galleta y le hace reír con su torpeza entre buenosdías agitados y sonrisas amables, se olvida de todo, ya no siente más envidia ni soledad, solo extraños sentimientos que ignora a conciencia por su propio bienestar.

 

Recuerda la primera vez que vio a Minho, como el alto aspirante de cabello color chocolate y lindos ojos grandes.

 

No tenia experiencia en revistas ni editoriales, pero presentó un portafolio virtual con fotografías propias, donde su principal modelo eran un niñito de más o menos cuatro años. Lo que el moreno tenía era lo que ellos necesitaban, un aire nuevo, colores vistos desde un lente diferente, un poco de lo personal y harto de trabajo profesional.

 

-       Hola, soy Kibum, director de diseño – se presentó en la mañana, cuando el alto había llegado a las siete, más temprano que nunca, solo por su entrevista

-       Hola, Choi Minho, tengo una entrevista con el departamento de fotografía – le sonrió nervioso

 

El director dio un trago a su segundo café ese día, con un poco de leche. Había pernoctado en la revista para unos encargos y arreglos de última hora, la espalda le estaba matando y sabía que el pesar en sus ojos se manifestaba en oscuras ojeras de cansancio. Cuando vio al moreno se vio a si mismo cuando entró como practicante, con un portafolio que sentía insuficiente, con ojeras también, pero de noches de no dormir por el nerviosismo.

 

-       ¿Has trabajado antes en revistas? – le preguntó mirándolo fijamente.

-       No – su sonrisa se hizo un poquito menos firme. Tenia el cabello ondulado y se veía un poco desordenado, pero le gustaba mucho a Kibum – esta sería mi primera vez en una revista

-       ¿Qué hacias antes….? – la preguntase fue desvaneciendo en sus labios, cuando vió un power ranger rojo de juguete en las manos del muchacho - ¿qué es eso? – inquirió curioso

-       ¿Esto? ¡Ah! Me lo dio mi hijo, para la suerte, o para que me proteja, no recuerdo bien – rió, era la risa más hermosa que el de cabello negro hubiera escuchado

-       ¡Tienes un hijo! – exclamo fascinado - ¿cuántos años tiene?

-       Va a cumplir cuatro

-       ¿Cuantos años tienes?

-       Veinticinco

-       Yo también

 

Tenían la misma edad, pero era extraño. Kim sintió que tenían años luz de diferencia, porque él no había vivido la paternidad… pensó que el moreno era muy joven para tener hijos y luego se contradijo y pensó que él en verdad era quién se estaba quedando estancado en etapas y no avanzaba como el resto.

 

-       ¿Por qué quieres entrar a Magnó?

-       Me gusta la revista – pasó sus largos y masculinos dedos por la cabeza del muñeco de plástico, como si recordara algo – en la universidad robaba las revistas de la biblioteca

-       ¿estudiaste fotografía? – estaba realmente interesado en ese joven padre

-       No, la fotografía la aprendí cuando compre mi primera cámara, pero de eso ya hacen muchos años.

 

Las fotos de Minho tenían algo de personal que era difícil de encontrar, era una técnica esculpida con sus propias manos sin referencias ni maestros. Era una joya, y obviamente en Magnó lo quisieron en seguida, no eran idiotas, necesitaban ese toque en sus páginas.

 

El alto moreno se mudó al escritorio de enfrente a la oficina de Kibum, y empezó a llenarle la vida de risas y tonteras.

 

Pero al director empezó a molestarle la forma en que le hacía tan feliz Minho, cuando necesitaba algo siempre recurría a él, cuando se le acaba el café, o se quedaba sin papel, cuando necesitaba un abrazo incluso. Pero él no podía necesitarlo tanto, no estaba bien ni era correcto ni nada, absolutamente nada.

 

Kibum tenia un problema y era que no sabía cómo frenar los latidos desesperados de su corazón ni la sensación cálida, casi terrible, que dejaban las sonrisas del fotógrafo en su cuerpo. Y ahora, que está en esta etapa donde busca tranquilidad en su vida, pareciera haber encontrado solamente un desorden diferente.

Notas finales:

Saludos :) !


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