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Esa maldita culpa. por jenharuto

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Notas del fanfic:

Todos los personajes le pertenecen a ChinoMiko.
Pido disculpas por las posibles faltas ortográficas mi teclado sigue podrido.

—Gatito…cariño tienes que creerme—decía la castaña a punto de derramar lágrimas, agarrando con fuerza la chaqueta del pelinegro—. Yo jamás te engañaría…te amo.

 

—No creo en tus palabras Debrah—atestiguo Castiel tratando que su voz no se quebrara—, si de verdad me amaras, no abrías hecho algo como esto.

 

Cogió las manos de la chica y las aparto, se dirigió a la puerta y salió por esta sin antes dedicarle una última mirada a la castaña…una mirada de tristeza.

 

 

 

Al día siguiente Castiel no llegó al instituto, pero a nadie pareció sorprenderle ya que el chico rebelde faltaba varias veces.

 

Pasaron dos semanas y aún no aparecía, la situación ya era preocupante, se empezaban a divulgar rumores que se había colgado en su departamento, pues él amaba demasiado a Debrah y todos lo sabían. Los rumores llegaron a los oídos del delegado principal el cual no pudo evitar sentir una gran oleada de culpa caerle encima puesto que él tenía algo que ver.

 

— ¡No lo soporto más! —Exclamó Nathaniel llamando la atención de su compañera—. ¡Tengo que saber si por lo menos sigue respirando! —manifestaba golpeando la mesa y mandando a volar los documentos como acto de cólera.

 

—N-Nathaniel…cálmate por favor—trataba Iris tranquilizar al chico sin disminuir la distancia que los separaba—. Veras que va aparecer…solo está un poco afectado…se le pasará—intentaba confortar al rubio.

 

—Lo sé…pero ya son dos semanas—tapó sus ojos con sus manos y apretó los dientes con furia—…quiero verle…—murmuró sin importarle el ser escuchado.

 

—Vaya Nathaniel cualquiera que te escucha supone que Castiel te…—dudó antes de continuar—…te…gusta…—terminó de decir arrepintiéndose inmediatamente de sus palabras.

 

No se oyó respuesta alguna por parte del rubio, solo un silencio incomodo inundó la sala e Iris  empezó a inquietarse, una pequeña gota de sudor cayó por su mejilla y retrocedió con cautela…definitivamente la había cagado.

 

—Él…él me creyó a mí y no a su novia—fue la respuesta dada por el delegado, la pelinaranja se relajo al verlo que no estaba enojado por su comentario.

 

—Entonces…por qué no vas a buscarlo—más que una pregunta sonó como una sugerencia para el rubio.

 

—Tienes razón…—contestó el chico no muy convencido con esa idea—. El fin de semana iré a su departamento.

 

Iris no dijo nada, solo sonrió para sí misma y salió de la sala.

 

 

 

Ese fin de semana Nathaniel pidió permiso a su padre, diciéndole que tenía una tarea en grupo y por lo consiguiente llegaría tarde.

 

Al delegado le tomó treinta minutos el llegar al departamento de su amigo. Cuando estuvo en la puerta respiró profundamente, cerrando los ojos, volviendo a reflexionar por enésima vez que le diría al pelinegro. Tocó el timbre y espero a que abriesen la puerta. Pero no se abría. El chico comenzó a desesperarse y tocó el timbre repetidas veces, golpeó la puerta con fuerza, pensó que los rumores podían ser ciertos y sintió como su corazón se comprimía a sí mismo, las lágrimas surgieron sin control de sus dorados ojos, no podía creer lo que estaba pasando, no podía creer que Castiel pudiera llegar a hacer semejante barbaridad, él no era así. No pudo seguir conteniendo su voz y dejó escapar en gritos el nombre del muchacho.

 

— ¡Castiel!, ¡Castiel! —voceaba exasperado cayendo al suelo rasgando con sus uñas la puerta—. ¡Por favor…!

 

— ¿Delegado?

 

El chico abrió sus parpados de golpe y giró su cabeza encontrándose con Castiel, el cual lo miro igual de sorprendido.

 

— ¿Q-Qué…estás haciendo aquí? —preguntó el recién llegado—. Y, ¿P-Por qué estas llorando?

 

No recibió palabra por respuesta, solo los brazos del delegado rodear su cuello, apretándolo con potencia. Se impacto aún más.

 

—O-Oye…

 

—No sabes lo angustiado que estaba—le cortó la frase—. Creí que te había pasado algo malo—declaró el rubio con la voz entrecortada.

 

Castiel sentía como las lágrimas de Nathaniel caían en su camisa.

 

Antes que el más alto pudiera corresponderle el abrazo, Nathaniel se separó de él y le mostró una gran sonrisa, aunque instantáneamente cambió su expresión.

 

— ¿¡Dónde te habías metido!? —exigió una explicación mirándolo con enojo.

 

—Pues…por ahí—contestó con pura normalidad—. Pero más importante… ¿Qué haces aquí? —esta vez le interrogó él, colocando sus manos en los hombros del delegado.

 

—Yo…quería ver…ver si seguías con vida—expuso omitiendo voluntariamente su verdadera razón—He llamado varias veces a la puerta y como no respondías me asusté un poco.

 

— ¡heh!, ¿Sólo un poco?, pues si parece que se te ha muerto un gato—se burló Castiel sin ningún remordimiento.

 

—Y tú pareces que te ha caído salsa de tomate en la cabeza—ahora se burló Nathaniel al ver el nuevo ‘’estilo’’ de su amigo—. Como sea… ¿Dónde estabas? Todos en el instituto están muy preocupados por ti.

 

—En mi nuevo departamento, he venido aquí a entregar las llaves del viejo—contestó al fin a la molesta pregunta.

 

—Pero… ¿Por qué te has mudado? —continuó el rubio con el interrogamiento.

 

—Todo en este lugar me recuerda a ‘’ella’’.

 

— ¿Tu cabello también te recordaba a ‘’ella’’? —curioseó con ironía el delegado.

 

—Solía tocármelo mucho cuando estábamos solos, pensé en raparlo, pero fue una mejor idea, teñirlo—respondió con la misma esencia de ironía en sus palabras.

 

Nathaniel no pudo evitar una carcajada al imaginarse a Castiel sin cabello.

 

—Ya vale que era una broma—reclamó el ‘’renovado y teñido’’ Castiel.

 

— ¿Y dónde vives ahora?

 

—Voy a ahorrártela, sígueme.

 

 

 

El pelirrojo llevo al rubio a su nueva residencia. Cuando ya estuvieron dentro, Castiel le ofreció un vaso vacio a Nathaniel.

 

—Esto…esto ésta vacio—comentó el delegado como si fuera lo más raro del mundo.

 

—Calla y espera—regañó el otro dirigiéndose a la cocina.

 

Después de un rato Nathaniel se sorprendió al ver que Castiel traía consigo dos botellas de wishky.

 

—Quiero que me acompañes, compadre—dijo el pelirrojo abriendo la botella y vertiendo el líquido en el vaso que sostenía su acompañante.

 

—Lo siento Castiel, pero yo no tomo—se negó devolviéndole el vaso.

 

—Vaaaaamosss…solo serán un par de tragos…no te matará.

 

—Ya dije que no, Castiel—dijo dándole la espalda.

 

Un sollozar se escuchó detrás del rubio, el cual giró rápidamente su cuerpo.

 

—En serio…quiero olvidarla—decía el pelirrojo limpiando sus lágrimas.

 

Nathaniel volvió a sentir la culpa clavarse en el pecho.

 

— ¡Esta bien! —anunció el rubio molesto arrebatándole la botella al pelirrojo y llevándosela a la boca. Sintió como el líquido ácido le quemaba la garganta.

 

La primera botella.

 

— ¿Sabes…? El olor de este wishky me recuerda a ella—decía el corazón roto tomando otro trago.

 

—jajajaja ¿Ella apestaba así? ¡Puff! Qué bueno que la terminaste—le respondía un medio sobrio Nathaniel.

 

—Sí jajajaja que bueno, ¿verdad?

 

La segunda botella.

 

—Sus ojos eran igual a dos agujeros negros que me atraían y no dejaban escapar—volvía a decir más deprimido que antes.

 

— ¡Castiel! ¡Te he dicho un millón de veces que no exageres! —Y nuevamente le respondía un menos sobrio  Nathaniel—. Oye…ya se acabó…trae más…

 

La tercera botella.

 

—Si tan solo pudiera abrazarte…—continuaba el pelirrojo.

 

— jajajaja ¿Qué le dijo un jaguar a otro jaguar? —preguntaba el rubio.

 

—No lo sé… ¿Qué le dijo?

 

—jaguar you ¡jajajaja!

 

— ¡jajajajaja! Esa estuvo buena…por lo menos más buena que Debrah… ¡jajajaja!

 

Cuarta y última botella.

 

—Ella no sabe lo que se pierde…—opinaba para sí mismo.

 

—Si…de la que se salvo…la pobre.

 

—Oye delegado… ¿puedo besarte?

 

—No. Qué asco—respondió el otro volteando su rostro, se estaba sonrojando.

 

Unas manos temblorosas agarraron su mentón, las cuales lo obligaron a girarse. Castiel miraba fijamente los ojos del rubio y se relamió los labios. Nathaniel inclinó su cabeza levemente y cerró los parpados.

 

Unos suaves y húmedos labios rozaron apenas con los suyos, para luego unirse en su totalidad. El movimiento era lento pero las emociones que causaba esa simple caricia en sus labios provocaron que su corazón latiera con rapidez logrando que la sangre se le acumulara en sus mejillas y la temperatura se le subiera.

 

El rubio abrió su boca invitando al pelirrojo a tener contacto con su lengua, él no lo pensó dos veces y pasó su lengua por encima del labio inferior insertándola dentro de la boca del rubio. El movimiento de ambas lenguas fue aún más lento hasta por fin entrelazarse y profundarse mucho más en ese mar de exquisitez bucal.

 

Ambos se separaron y volvieron a mirarse.

 

—Eso ha sido intenso—opinó el pelirrojo con una sonrisa de satisfacción—. Déjame besarte otra vez…

 

—No… apestas a alcohol…—dijo el delegado con fingida molestia.

 

— ¡heh….! Tú también…apestas…

 

Y volvieron a juntar sus bocas en un nuevo y bien necesitado beso lleno, por ahora, de desamor y culpa.

 

 

Notas finales:

Gracias por leer :)


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