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Mi pasado con Aomine por Fullbuster

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Kuroko Tetsuya POV

 

 

 

Llegué a casa tras el entrenamiento y me fui directamente a la ducha. Hoy estaba haciendo frío y es que creo que este invierno, iba a ser todos los días igual, no paraba de hacer mal tiempo, pero no se podía hacer nada para evitarlo. Cuando salí de la ducha toda la casa estaba apagada y supuse que mi madre ya se había marchado a dormir. Desde que había muerto mi padre, mi madre no levantaba cabeza, a veces parecía estar bien y otras, simplemente no había nada que yo pudiera hacer por ella para mitigar su dolor.

 

Trabajaba muy duro ahora para poder mantener a la familia, que mi padre ya no estuviese nos afectaba a todos los niveles, tanto emocionalmente como económicamente y se notaba mucho, quizá demasiado. No quería ver a mi madre trabajar tan duro pero no tenía otro remedio. Me asomé por la habitación de mi madre aún con el cabello mojado y la vi dormir tapada hasta arriba con las mantas excepto su brazo.

 

Me acerqué hacia la cama y cogí su brazo para meterlo bajo las mantas cuando vi como sostenía en su otro brazo la fotografía de mi padre. La cogí con cuidado de no despertarla y tras mirarla unos segundos, la dejé en la mesilla de noche terminando de tapar a mi madre y apartándole algún mechón suelto de su largo cabello. Salí de aquella habitación tras girarme una última vez para comprobar que seguía profundamente dormida y bajé al primer piso cogiendo una chaqueta y poniéndome las primeras zapatillas que vi. Busqué las llaves en el plato de siempre y salí de casa abrigándome y es que… tenía ganas de llorar y no quería hacerlo en casa, no con mi madre allí y que pudiera verme, porque sé que si me veía derrumbarme a mí se sentiría aún peor, ahora yo era su pilar de apoyo pero… ¿Quién era mi pilar? No tenía a nadie en quien sostener esta tristeza y no quería contárselo a Kagami, quería que siguiera viéndome como siempre.

 

Me acerqué a un lateral del muro y apoyando la espalda me dejé resbalar hasta el suelo hundiendo mi rostro en mis rodillas. Traté de no pensar pero no había forma, ver aquella fotografía había hecho que los recuerdos con mi padre aparecieran de nuevo y eso me entristecía, no era capaz de acordarme de los buenos momentos sin ponerme a llorar y no quería hacerlo, pero no pude evitarlo.

 

Un par de lágrimas cayeron sobre la piedra en la que estaba sentado y cerré los ojos con fuerza al momento, no quería ver las lágrimas caer, no quería verme así de vulnerable y era una estupidez cerrar los ojos sólo para no verlo. Me estaba quedando helado aquí fuera, hacía frío pero no quería entrar con mi madre allí dentro, uno de los dos tenía que demostrar ser fuerte para no derrumbarnos los dos.

 

Escuché pasos y voces que venían por la calle pero yo no me moví, permanecí allí quieto dentro de mi jardín pero levanté la cabeza enseguida en cuanto reconocí la voz de Aomine. ¿Qué hacía él por aquí? ¿Y a estas horas? El entrenamiento suyo tendría que haber finalizado hace ya mucho tiempo… si es que él iba a los entrenamientos, porque me había enterado de que no solía acudir.

 

Momoi me había contado algunas cosas de él de todo este tiempo que no habíamos hablado. Momoi era casi como la entrenadora nuestra cuando estábamos todos los de la generación de los milagros juntos y ahora se había ido a Gakuen con Aomine. Era una gran estratega, leía todos los movimientos de los jugadores y planificaba las mejores jugadas, pero jamás consiguió leerme a mí, quizá por eso siempre me seguía a todas partes tratando de averiguar cosas mías. Yo cuando me la encontraba, aprovechaba para saber de Aomine y por ella me enteré, de que había perdido toda motivación por el baloncesto, ya nada le importaba y jugaba por jugar, sabiendo que iba a ganar siempre. Ni siquiera quería ir a los entrenamientos.

 

Le miré por encima del muro y él miró hacia mi casa parándose de golpe al verme sentado contra el muro medio encogido. Le dijo al compañero con el que iba hablando que mañana se verían en el entrenamiento. Observé como el compañero se marchaba calle abajo mientras Aomine se acercaba hacia la puerta de entrada al jardín y me miraba. Desde aquel momento, en cuanto le vi mirarme… empecé a llorar de nuevo, sentía las lágrimas correr por mis mejillas y le faltó tiempo para saltar la puerta principal y correr hacia mí cogiéndome con sus manos mi rostro.

 

Sus manos estaban tan calentitas o al menos a mí me lo parecía, porque llevaba un buen rato aquí fuera con este clima tan frío y ya ni me sentía la cara. Cerré los ojos centrándome en su tacto, aún le quería y no podía evitarlo, habíamos acabado muy mal tras aquel partido, recordaba cómo me dejó tirado cuando quise hablar con él sobre mis sentimientos y eso mezclado con que fui a celebrar su canasta y él rechazó chocar su puño con el mío… había conseguido distanciarnos.

 

- Estás helado – me dijo de golpe – deberías entrar en casa. Estás completamente loco, entra en casa.

 

- ¿Qué hacías a estas horas por aquí? – le pregunté.

 

- Los del equipo suelen ir a un bar de aquí cerca cuando acaban los entrenamientos, decidí pasarme un rato. ¿Qué haces tú fuera de casa a estas horas? Y encima así con esta chaqueta que no te abriga nada ¿Cuánto rato llevas aquí fuera?

 

- Un poco – le mentí.

 

- Vamos, ve dentro y entra en calor.

 

- ¿Por qué no estuviste? – le pregunté y él no me entendió – El día del entierro, sé que mi madre habla con la tuya, no me digas que no sabías nada.

 

- Estuve allí Tetsu – me dijo y me sorprendí – pero no te diste ni cuenta, estabas en otro lado y lo entiendo, no es fácil pasar por un momento así, pero yo no te he abandonado jamás, siempre he estado y estaré para ayudarte. No tienes por qué fingir conmigo que todo está bien cuando no lo está, puedes llamarme cuando necesites hablar y lo sabes.

 

- Ahora tengo a mi equipo.

 

- No es cierto – me dijo – no se lo dijiste a nadie, no querías decirlo pero te conozco demasiado como para saber que no estás bien, esta carga no puedes llevarla tú solo.

 

- Kagami me ayudará – le dije – ahora es mi compañero, es mi amigo.

 

- Lo sé – me aclaró con mala cara.

 

- No te cae bien ¿Verdad?

 

- Ya me conoces Tetsu… a mí sólo me caéis bien los de la generación de los milagros y Momoi, aunque no pare de decir que le gustas – me dijo sonriendo – También podías habérselo contado a ella lo que te pasaba.

 

- No siento lo mismo por ella – le dije sonrojándome – es una gran chica pero… no siento lo que ella desea que sienta, no estoy enamorado de ella.

 

- Lo sé. Tetsu… esto va enserio, lamento haberme distanciado, haberme comportado como un idiota pero… aunque estemos en equipos diferentes o en institutos distintos, siempre puedes llamarme, vendré para lo que necesites y lo sabes. Si necesitas hablar de lo de tu padre, estaré aquí para escucharte Tetsu.

 

- Aomine… - le llamé con mi voz casi en un susurro.

 

Miré a sus labios cuando hablaba y me sonrojé, quería contarle lo que sentía por él, quería confesarle todo pero algo me impedía hacerlo y sabía que era pánico, tenía pánico a decirle mis sentimientos porque sabía que yo no estaba a su altura, no era fuerte como él y encima… ya me había dejado claro que podía hacer las cosas él solo, me había despreciado ya una vez y tenía miedo de lo que me dijera. Tenía que decírselo… porque ésta era la primera vez tras todo el distanciamiento que habíamos sufrido que por fin estábamos hablando como lo hacíamos antes, como los amigos que éramos… cerré los ojos y comencé mi frase.

 

- Yo… – me atraganté un segundo – yo no puedo verte como mi amigo Aomine – le dije al final dispuesto a decirle que le quería – yo… yo te…

 

- ¿Kuroko? – abrí los ojos de golpe al escuchar a mi madre dentro de la casa llamándome preocupada por no verme.

 

- Creo que tu madre está buscándote – escuché que decía Aomine – Creo que es mejor que entres, no querrás preocuparla ¿Verdad?

 

- No – le dije serio

 

Aomine se levantó y me ayudó a ponerme en pie apartando finalmente sus manos de mi rostro. Me quedé allí unos segundos mirándole como se marchaba hacia la puerta del jardín para irse a la calle y abrí la puerta de mi casa entrando.

 

- Kuroko – me llamó Aomine por mi apellido y me sorprendió que volviera a llamarme por el apellido – lamento que no me veas como tu amigo, supongo que me lo merezco – me dijo de golpe entristecido.

 

- No quise decir eso… - le dije apresurándome – yo…quería decir algo más.

 

- Dímelo entonces – me dijo Aomine y me sonrojé de nuevo.

 

- Yo…

 

Tenía que armarme de valor para decírselo pero no podía, las palabras se habían quedado atragantadas en mi garganta y se negaban a salir. Miré de nuevo a Aomine allí esperando de pie en la puerta de mi casa y no podía… sabía que no lo haría, me había jurado que no le diría nada hasta que fuera suficiente para él y eso sólo lo demostraría cuando pudiera ganarle en ese partido, es cuando podría reunir todo mi valor para poder decirle las cosas.

 

- Por favor… no te metas con Kagami – le pedí al final olvidándome de la verdadera razón por la que le había detenido allí.

 

- No me cae bien Kagami, ya lo sabes – me dijo sonriendo – pero trataré de no machacarle mucho en el partido, aunque no puedo prometerte nada.

 

- Vamos a vencerte – le dije con seriedad y él me miró extrañado

 

- Buena broma Kuroko, nadie puede vencerme excepto yo mismo – me recordó – tú estilo de baloncesto no puede vencer sin tus compañeros y ellos no están a mi altura – me dijo volviendo a mostrarme su egocentrismo. Odiaba cuando se ponía así.

 

- Te ganaremos, mi baloncesto te ganará – le amenacé y él sonrió.

 

- Entonces nos veremos en la cancha en unas semanas, Kuroko – me dijo marchándose.

 

Entré por casa para ver a mi madre que bajaba las escaleras y vino hacia mí corriendo preocupada por cómo mis mejillas tenían ese rojizo del frío. Me quité la chaqueta dejándola en el perchero y traté de calentarme un poco las manos lanzándome el aliento. Mi madre tocó mis mejillas con sus manos y en aquel momento, abrí desmesuradamente los ojos, porque me recordó a Aomine cuando lo hizo tratando de pasarme el calor de sus manos a mi cara.

 

- Estás helado cielo, ¿Qué hacías por ahí fuera? Enfermarás si sigues haciendo estas cosas.

 

- Lo siento mamá – me disculpé – no volverá a pasar, sólo quería tomar un poco el aire.

 

- ¿Con quién hablabas? – me preguntó.

 

- Con Aomine – le contesté.

 

- Creía que no os hablabais desde hacía meses – me dijo sorprendida.

 

- Y no lo hago – le dije – él venía de haber quedado con sus nuevos amigos, sólo pasó por aquí y hablamos cuatro cosas, nada más, no tiene importancia.

 

- Kuroko… ¿Por qué no lo arregláis? Habéis sido amigos desde… ¿El jardín de infancia? Vamos Kuroko, sé que él te extraña tanto como tu le extrañas a él.

 

- No mamá… el no necesita a nadie en su vida, lo hace todo perfecto él solito.

 

- Juega bien al baloncesto – me dijo mi madre de golpe – te recuerdo que iba a ver vuestros partidos, pero de ahí a que él solo pueda hacerlo todo, lo dudo – me dijo sonriendo – ese chico está muy perdido y te echa de menos, vuestro sueño era jugar juntos, siempre ibas detrás de él.

 

- Yo siempre fui su sombra mamá – le dije haciendo una mueca de sonrisa – y él siempre fue la luz. Ya no me necesita, es capaz de brillar por si solo, ahora tengo a Kagami y le llevaré a lo más alto, ganaremos a la generación de los milagros, venceré a Aomine y le demostraré que su baloncesto está equivocado, no es un deporte aburrido, le venceré con mi baloncesto – le aclaré.

 

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