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Mi pasado con Aomine por Fullbuster

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Kuroko Tetsuya POV

 

 

 

Aquella conversación con Aomine me dejó un poco preocupado o más bien… estaba deprimido. Lo había tenido frente a mí después de casi un año sin haberle visto ni hablado con él, había vuelto a tener aquellos labios tan cerca de mí y yo lo único que pude hacer fue mirarlos mientras los movía al hablarme y sonrojarme como un maldito colegial. Era absurda esta situación, sólo tenía que ir y decirle todo lo que sentía pero ese era precisamente mi problema, no podía decírselo, jamás le había dicho a nadie nada sobre mi vida o sobre mis sentimientos y no podía decírselo a Aomine.

 

Entré en mi habitación y busqué mi pijama dispuesto a dormir pero antes de entrar en la cama, me acerqué hasta el espejo de mi habitación a mirarme, aún tenía las mejillas enrojecidas del frío, la piel pálida y mis ojos vidriosos de haber llorado cuando salí. Sólo esperaba que mi madre no creyese que era por mi padre y lo atribuyese a mi conversación con Aomine, porque no quería preocuparla más con el asunto de mi padre, ya estaba ella bastante mal como para que tuviera que preocuparse también de mí.

 

Volví hacia la cama y me tumbé de golpe en ella tapándome hasta arriba con el edredón y aún así… tenía frío, no me había sentado bien salir fuera a despejarme, me había destemplado el cuerpo y más aún ver a Aomine. Me costó dormirme porque mi cabeza no podía dejar de pensar en Aomine, no entendía como podía seguir queriéndole tanto como lo hacía, porque llevaba un maldito año sin haberle visto apenas y aún sentía todo esto por él.

 

Me dormí casi sin darme cuenta de nada aunque cuando me desperté, la almohada aún estaba un poco mojada y notaba mi rostro tirante, podía sentir aún el recorrido que las lágrimas habían seguido mientras había estado durmiendo, seguí llorando por la noche incluso cuando ya estaba dormido y todo por mi padre y por Aomine. ¿Por qué Aomine no podía darse cuenta del comportamiento que estaba cogiendo? Estaba demasiado confiado en que nadie le vencería y ya nadie podía hacerle volver a lo que una vez fue, aquel chico sonriente que se divertía como el que más jugando a este deporte, él me había enseñado a jugar, yo empecé a jugar por él, quería llevarle a lo más alto, quería que fuera el mejor, pero no creí que siendo el mejor llegase a este punto de prepotencia, fue mi culpa, perdí a mi amigo y me sentía culpable.

 

Me levanté de la cama para ir al baño a asearme un poco. Abrí el grifo llenando la pila con agua y me quedé allí mirando como se llenaba, viéndome reflejado en el agua y cuando apagué el grifo, metí las manos rompiendo mi reflejo y limpiándome la cara. Volví a mi habitación tras secarme la cara y me cambié bajando a desayunar con mi madre.

 

No hablamos de mucho en la mesa, lo único que conseguí saber es que se iba a trabajar y de verdad que me dolía ver que trabajaba tanto, al final acabaría poniéndose enferma, pero como siempre, ella me decía que todo estaba bien y que no me preocupase de nada excepto de estudiar, sacar buenas notas y de disfrutar con el baloncesto, pero sin Aomine ya no sabía si podía disfrutar de este juego. Kagami era muy bueno y sé que llegaría lejos, me caía muy bien y éramos buenos amigos, pero era con Aomine con quien siempre quise jugar y esa forma de pensar no podía cambiarla por mucho que quisiera.

 

A mitad de camino, me encontré con Kagami que venía con una sonrisa y empezó a hablarme muy animadamente sobre el baloncesto. Desde que Kagami había conocido a Aomine, esos dos habían tenido una fuerte rivalidad y a mí de todo esto, lo único que me interesaba era que Aomine consiguiera salir de su aburrimiento y viera a Kagami como un rival potencial para que volviera a jugar como él sabía, tal y como lo había hecho siempre, confiaba en Kagami para que le devolviera esa sonrisa a Aomine y las ganas de volver a divertirse con este deporte, pero para ello… había que vencer.

 

- Ey Kuroko, ¿Qué te ocurre? Te veo muy serio hoy.

 

- No pasa  nada – le dije – no he dormido muy bien, eso es todo.

 

- Tetsu… ¿Crees que podemos vencer a Aomine?

 

- Sí – le dije – yo confío en ti, pero…

 

- ¿Pero? – preguntó dudando y yo agaché la cabeza recordando como jugaba Aomine.

 

- Yo jamás he visto dónde está su limite – le expliqué – he jugado con él pero siempre mejora jugando, no he visto hasta donde es capaz de llegar y estoy convencido que en el tiempo en que no le he visto, ha mejorado mucho más, será mejor que cuando jugaba conmigo, su potencial es enorme.

 

Seguí caminando hacia clase y me senté en mi sitio en cuanto entré. Kagami se sentó a mi lado como siempre y me miraba, pero yo aparté la mirada hacia la ventana. Hoy también iba a hacer frío, se veía en el tiempo y en esas nubes negras que estaban cubriendo el cielo. Escuchaba al profesor preguntando la lección y realmente… aunque le oía… no le prestaba atención y es que sabía que a mí no me preguntaría, yo siempre era el chico invisible, nadie se enteraba de que estaba aquí. Al que preguntó fue a Kagami y se sorprendió muchísimo, pero así es como dejó por fin de mirar hacia mí para centrarse en la clase. Yo seguí mirando aquel cielo que no parecía auguraba nada bueno.

 

Entrené con el equipo y me extrañó no ver a Kagami por aquí, él nunca se perdía ningún entrenamiento y no podía decirme que estaba enfermo porque le había visto en clase. Algo estaba pasando y no me gustaba nada. Todos los del equipo me preguntaron por Kagami, era algo lógico y normal, siempre íbamos juntos, pero esta vez… no tenía ni idea de dónde se había metido, debería estar aquí.

 

Al finalizar el entrenamiento, me despedí de todos para darme cuenta al llegar a la calle, de que llovía intensamente. Ya había anochecido, en esta temporada anochecía temprano y me quedé unos segundos mirando como la lluvia caía mientras mis compañeros se marchaban corriendo o venían sus padres a por ellos. Aun recordaba alguna vez que mi padre vino a por mí, pero ya no volvería a hacerlo, ahora estaba solo.

 

Salí corriendo con la bolsa de deporte al hombro y decidí cruzar el parque. No me gustaba cruzarlo de noche y por eso siempre daba un rodeo, pero con esta intensa lluvia, prefería cruzarlo para atajar. Ya estaba a mitad del parque cuando escuché la voz de Kagami y de Aomine en una cancha de baloncesto no muy lejos de aquí y me acerqué corriendo hacia allí preocupado. ¿Qué hacían esos dos locos? Al parecer… enfrentarse y sabía perfectamente quien ganaría ese duelo… Aomine. Kagami no estaba listo para ese enfrentamiento, lo machacaría y al llegar, me di cuenta de que había acertado, Kagami estaba reventado casi en el suelo y Aomine seguía de pie encestando una tras otra en sus tiros imposibles.

 

Abrí los ojos al verlos y les grité que parasen. Tenía rabia dentro, Kagami no había venido a entrenar sólo para venir a este parque, a esta cancha a enfrentarse al que no debería estar enfrentando antes del partido, hacer eso era una locura, primera porque no estaba preparado y segunda… porque toda la ventaja psicológica frente a Aomine la habíamos perdido, antes no sabía cuán fuerte éramos, ahora ya lo sabía, sabía que podía vencernos, había tirado nuestra mejor baza a la basura y no podíamos permitirnos perder bazas frente a ese chico, porque Aomine nos destrozaría sin compasión, ese era su baloncesto.

 

Los dos me miraron sorprendidos ante mi grito y entonces salí corriendo hacia casa, no quería estar allí, si querían destrozarse el uno al otro en un partido que lo hicieran ¿Qué tenía que hacer yo? no podría vencer a Aomine y era lo único que me importaba en este momento para poder confesarle todo lo que sentía por él.

 

Corrí sin mirar atrás sintiendo las gotas de lluvia golpearme en la cara como si fueran agujas, pero cerré los ojos y continué corriendo hacia la salida del parque en dirección a mi casa, sólo quería llegar a casa y meterme en la ducha con agua caliente, quería dejar de ver a Aomine, quería dejar de amarle como lo hacía, quería que esos dos dejasen de hacer tonterías porque no quería que se hicieran daño el uno al otro. Escuché unos pasos corriendo tras de mí y supe que me alcanzaría pronto, yo no tenía velocidad ni resistencia para mantener la distancia con ellos y ciertamente… Kagami fue quien me alcanzó deteniéndome del brazo y haciéndome girarme hacia él.

 

- Ey Kuroko – me llamó - ¿Qué te ocurre?

 

- Suéltame Kagami – le dije.

 

- No hasta que me des una explicación de por qué estás así desde que viste a Aomine ¿Tanto te afecta tener que jugar contra él? – me preguntó – sé que era tu amigo, que estuvisteis muchos años jugando juntos y que sea difícil luchar ahora en su contra, pero no quiero que te rindas.

 

- No me estoy rindiendo, eres tú el que le da las cartas para ganarnos – le grité enfadado – ahora ya sabe tu forma de jugar y todo porque has entrado en su pique, te ha estado machacando todo este tiempo para conseguir que jugases contra él, quería saber si eras tan bueno como para vencerle pero ahora ya sabe que no puedes hacerlo, te ha demostrado que es mejor, has perdido su guerra psicológica – le grité – ya no le das miedo, ni te tiene respeto, sabe que puede ganarte en ese partido como lo acaba de hacer ahora. ¿No piensas las cosas antes de actuar? – le pregunté enfadado y él me miró sorprendido de que me afectase tanto todo esto y me di cuenta de que no debí haber pagado con él mi frustración – lo siento – me disculpé mirando al suelo – lo siento – le repetí saliendo corriendo de nuevo, pero esta vez Kagami no vino tras de mí.

 

Cuando llegué frente a la puerta de mi casa, allí estaba Aomine ¡Desde luego era rápido! Estaba empapado igual que yo y aunque mi corazón latía con tanta fuerza que creía se saldría de mi pecho, me recompuse como pude y pasé por su lado sin mirarle.

 

- Vamos Kuroko – me dijo – lo lamento, no debí haberle retado y tenía que haber esperado al partido, pero tú mismo decías que no tenía emoción por jugar, bueno pues ahora tenía ilusión por jugar contra Kagami.

 

- No, no te confundas – le dije enfadado también con él – querías ganarle y hundirle la moral antes del partido, eres un maldito egoísta que no piensas en nadie excepto en ti mismo y estoy harto – le grité acercándome a la puerta y cuando busqué en mis bolsillos las llaves de casa, no aparecieron – mierda – grité pegándole una patada a la puerta ante el asombro de Aomine.

 

Todo me salía mal hoy, me olvidaba las llaves de mi casa, mi madre estaba trabajando de turno de noche, Aomine era un maldito egoísta al que no podría vencer y al que no podría decirle cuánto le amaba y Kagami estaba enseñando nuestras mejores armas contra ellos en un estúpido partido en una cancha del parque. Me senté en el suelo y lloré, no podía más, esta racha de mala suerte desde el fallecimiento de mi padre no paraba.

 

Sentí los brazos a Aomine agarrarse a mí con fuerza abrazándome y nos estábamos mojando pero le dio igual, se quedó allí conmigo abrazándome con fuerza y tratando de consolarme por mi mala suerte, por esta explosión de sentimientos que había lanzado y es que yo nunca mostraba mis sentimientos ¿Qué me ocurría últimamente?

 

- Vamos… ponte de pie Kuroko – me dijo – te vienes esta noche a mi casa, no voy a dejarte aquí en la calle.

 

Le acompañé hasta su casa, hacía mucho tiempo que no estaba por aquí pero seguía tal y como la recordaba. Cuando buscó una toalla y la colocó sobre mi cabello empezando a moverla para secarme, me hizo recordar la última vez que me quedé allí en su casa, hizo exactamente lo mismo, Aomine siempre me cuidaba y me protegía o a mí me hacía sentir de esa forma.

 

- Gracias – le dije aún con voz triste y sin moverme.

 

- De nada Kuroko, venga pasa.

 

Entré en la casa y fue él quien preparó una sopa para que entrásemos en calor y lo agradecí, necesitaba algo caliente. Aomine fue el primero en ducharse mientras yo terminaba de comer y es que siempre fui más lento que él. Cuando salió, me comentó que había preparado una cama para mí y me dio unas toallas para que entrase a ducharme. Cuando salí, entré en la habitación de Aomine para ver mi cama cerca de la suya, tal y como siempre solía ponerla cuando éramos amigos y me sonrojé al verle ya durmiendo. Debía estar cansado.

 

Me tumbé en la cama tapándome con las mantas y sonreí al verle dormir tan plácidamente. Al ver su brazo fuera de la colcha me di cuenta de que estaba durmiendo sin la camiseta y eso me hizo sonrojarme. Comprobé que estaba profundamente dormido y acerqué mis dedos hasta sus labios acariciándolos con suavidad sonrojándome el doble. Quería probarlos, aquella vez ya me había quedado con las ganas y ahora quería probarlos aunque sólo fuera una vez en mi vida y empecé a acercarme a él con lentitud hasta que mis labios rozaron los suyos.

 

Ni siquiera me di cuenta cuando sus labios atraparon los míos besándome y me sorprendí, pero al abrir los ojos le vi aún dormido, seguramente ni siquiera se estaba dando cuenta de lo que estaba haciendo o estaba soñando, no lo sabía, pero aproveché el momento dejándome besar, regalándole a ese chico dormido mi primer beso. Su contacto al principio tan extraño luego se hizo tierno y cálido, me gustaba la sensación y más saber que estaba besando a Aomine Daiki.

 

Tras aquel beso, me separé y no volví a acercarme en toda la noche a él, me di la vuelta dándole la espalda y traté de dormirme aún tocándome los labios con mis dedos sin poder creerme lo que había hecho.

 

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