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Mi pasado con Aomine por Fullbuster

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Kagami Taiga POV

 

 

 

Kuroko últimamente estaba rarísimo, él siempre había sido un chico inexpresivo al que no parecía afectarle nada, pero ahora mismo… llevaba días sacando cierto grado de sentimientos que jamás esperé ver en él. Lloraba con facilidad y supongo que era por la muerte de su padre. Trató de ocultar la información y le salió bien durante unos meses, nadie nos enteramos de lo que le ocurría pero… ¿Cómo íbamos a enterarnos siendo Kuroko? No mostró señales de que hubiera perdido a alguien importante, no nos lo contó y seguía tratando de actuar con normalidad, pero ahora había visto al Kuroko que le afectaban las cosas y es que tenía su límite, no podía guardarse todo para sí mismo, llegaba un momento en que tenía que explotar todos esos sentimientos por algún lado y supongo… que ver a Aomine le hizo reventar su burbuja.

 

Estaba tumbado en mi cama recordando ese maldito partido, recordando las palabras de Kuroko y es que me había partido el corazón verle como estaba, todo empapado, corriendo hacia su casa, con el cabello mojado que hacía resaltar sus ojos azules aún más, muchas veces le veía un gran parecido a su perro, tenían los mismos ojos, eran iguales. Parecía como un chiquillo frágil y débil que necesitase ser protegido, como un cachorro en busca de que alguien le quisiera y yo quería ser esa persona que le diera el afecto que necesitaba.

 

Aquel partido había sido el mayor error que había cometido y lo sabía tras haber hablado con Kuroko, tenía razón, me había precipitado aceptando la propuesta de Aomine, acepté su reto y le enseñé todo lo que sabía hacer, creí que podía ganarle pero ya una vez me avisó Tetsu, no tenía que haberle enfrentado, él era un hombre espeluznante, no entendía cómo podía jugar tan bien al baloncesto, era capaz de cualquier cosa, me superaba individualmente y mi única oportunidad era jugar mano a mano con Kuroko para poder vencerle.

 

Esta mañana Kuroko había estado muy extraño. Supongo que estaba en un mal momento y es que los malos momentos nunca vienen solos, había perdido a su padre, estaba preocupado por su madre, estaba preocupado por el partido contra su mejor amigo… tenía demasiadas preocupaciones y lo mantenía nervioso, no había nada que pudiera hacer por él excepto estar a su lado y tratar de entenderle, tratar de estar ahí con él siempre que me necesitase.

 

Ese partido contra Aomine me había hecho entender aquellas palabras que una vez Kuroko me dijo, ni él sabía dónde estaba el límite de su amigo, jamás lo había visto llegar a ese límite y sabía que había seguido mejorando, eso era seguro, pero yo confiaba en que Kuroko también había mejorado, ya no era ese chico fantasma que sólo pasaba el balón, daba confianza al equipo que estuviese allí con nosotros.

 

Estuve toda la noche pensando en Kuroko, le amaba, no podía dejar de pensar en él, habría hecho cualquier cosa por verle bien, por verle feliz y ayer no lo estaba. Yo había llegado empapado y humillado cuando Aomine me machacó en la cancha, vine frustrado cuando Kuroko me echó la bronca pero es que tenía razón, había metido la pata. Si antes Aomine podía tenernos algo de miedo, ahora ya no lo tenía, sabía que podía conmigo y yo era el mejor del equipo según Kuroko.

 

Me desperté y me metí en la ducha. Hoy vería a Kuroko, quería contarle todo lo que sentía por él, me había decidido a hacerlo, no podía permitirme que Aomine me ganase la batalla aunque realmente… esa relación entre ambos no llevaba a ningún lado. Pensé en mil formas de decírselo, ni siquiera sé como lo tomaría Kuroko, tampoco sabía si le gustaban los chicos, pero tenía que intentarlo, no quería que alguien se me adelantase, tenía que hacerle llegar mis sentimientos.

 

Cogí un par de bollos del armario de la cocina y salí de casa para ir al instituto. Decidí cruzar el parque por un único motivo… quería ver el lugar donde fui derrotado por Aomine para darme fuerzas a mí mismo de que le vencería en el siguiente partido. Llegué a la cancha y me extrañó ver a Kuroko allí con una pelota de baloncesto en sus manos y lanzando a canasta, pero no era eso lo que me preocupaba, era ver a Aomine que le estaba enseñando a lanzar ¿Por qué? Kuroko no sabía lanzar a canasta, era experto en pasar a sus compañeros pero lanzar se le daba fatal, no encestaría jamás pero ahí estaba, pidiéndole y casi suplicándole a Aomine que le enseñase.

 

Quería vencer a su amigo como fuera, hasta tal punto de querer aprender a marcar puntos, hasta el punto de humillarse frente a él para que le enseñase y eso me ponía de mal humor. Sé que yo no era uno de los miembros de la generación de los milagros y que mis tiros los hacía casi siempre de muy cerca de la canasta, pero podía enseñarle, podía hacerlo, no tenía porque arrastrase frente a Aomine, bastante creído estaba ya como para encima que le subiera más el ego, pero ahí estaba, lanzando a canasta mientras Aomine le daba indicaciones.

 

Decidí marcharme de aquí y seguí caminando hacia el instituto a paso lento. Cuando ya estaba a punto de llegar a las puertas del instituto, escuché la voz de Kuroko y me asusté, él siempre era tan invisible, tan sorpresivo, no había forma de localizarle, siempre era tan silencioso.

 

- Hola Kagami – me dijo y le miré sonriendo.

 

- ¿Qué tal estás Kuroko? – le pregunté.

 

- Bien – me dijo escuetamente mientras caminaba hacia el interior y le acompañé.

 

Me senté a su lado en clase y como siempre, él miró hacia la ventana con esos ojos entristecidos, últimamente siempre tenía esa mirada melancólica y no sabía qué hacer para quitársela. El profesor hablaba de mil cosas, pero yo no prestaba atención, miraba a Kuroko y no podía apartar mis ojos de él. Le amaba y ahora mismo tenía celos de lo que había visto esa misma mañana en la cancha de baloncesto, tenía celos de lo juntos que seguían Kuroko y Aomine.

 

Al salir de la clase fuimos juntos hacia la cancha de baloncesto para el entrenamiento. Kuroko iba serio como siempre y yo no quise hablar con él para no molestarle, bastante tuvimos ya ayer, pero cuando frenó de golpe y miró al suelo, me detuve a esperarle girándome a mirarle.

 

- ¿Qué te ocurre Kuroko? – le pregunté.

 

- Lo siento – se disculpó de golpe – lamento lo de ayer, no debí pagarlo contigo.

 

- Llevas un tiempo con mucha presión, era algo normal, no te preocupes. Sé que tenías razón, he arruinado la baza sorpresa que teníamos en su contra.

 

- Aún podemos ganarle Kagami – me dijo – le ganaremos, lo único que me cabreó de ayer es que pudieras sentirte humillado al perder contra él, mucha gente pierde la alegría de enfrentar a Aomine.

 

- Yo no soy como los demás – le dije – por muchas veces que pierda contra Aomine, volveré a levantarme hasta que le gane y lo sabes, no perderé mi voluntad por luchar.

 

- Me alegra oír eso – me dijo tratando de sonreír.

 

- Entonces deja de preocuparte Tetsu… ganaremos – le animé.

 

Fuimos al vestuario esta vez sonriendo y es que echaba de menos esas sonrisas de Kuroko, echaba de menos a mi amigo desde que Aomine había vuelto a aparecer en su vida preocupándole. Nos cambiamos y salimos a entrenar. Como siempre, él entendía mi juego a la perfección, entendía el juego de todo el equipo y nos apoyaba siempre, pero cuando lanzó a canasta y encestó, me quedé sorprendido, Aomine le había enseñado bien pero a mí me preocupaba de que ahora Aomine supiera la nueva técnica de Kuroko para el partido. Cuando volvimos al vestuario y los demás se marcharon, no quise decirle nada, me vestí y le esperé para ir juntos a casa.

 

Salimos a la calle y al menos hoy no llovía, pero volvía a hacer un viento frío que me hizo subir aún más la cremallera de mi chaqueta mientras veía a Kuroko ponerse la bufanda. Le miré y cuando se giró a mirarme, supo que me pasaba algo.

 

- ¿Qué ocurre? – me preguntó.

 

- Te he visto esta mañana con Aomine en la cancha, te estaba enseñando a lanzar a canasta.

 

- Se lo he pedido, me siento inútil sólo ayudándoos con los pases, quería hacer algo más. Todos han mejorado, pero yo no siento que haya mejorado – me dijo un poco deprimido – supongo que aún sigo dependiendo mucho de Aomine. Él no quería enseñarme, me ha dicho que yo debería de hacer lo que mejor se me da, lanzar no es para mí, pero le he insistido tanto, que aceptó al final.

 

- Me preocupa que ahora sepa lo que puedes hacer – le dije.

 

- No lo sabe – me dijo mirando al suelo – se lo he ocultado. Las veces que he lanzado estando él, fallé a propósito para que siguiera creyendo que no puedo hacerlo, cuando llegue el partido no se lo esperará, te lo prometo. Él sigue pensando que no he mejorado nada desde que jugaba con él, no espera que mejore en poco tiempo créeme, no se lo esperará, no me bloquearán a mí para los tiros, todos creen que no puedo hacerlos.

 

- Me ha dolido que no me lo pidieses a mí – le dije - ¿Por qué a Aomine?

 

- Porque es el mejor lanzando – me dijo – quiero aprender del mejor y le derrotaré. De verdad que te lo habría pedido a ti, pero… quiero que sea él, quiero saber cómo lo hace para vencerle.

 

- Kuroko – le detuve cuando ya se iba caminando y él se giró hacia mí – tengo celos – le dije de golpe y él se extrañó.

 

- ¿Por qué? – me preguntó – sólo me está enseñando a tirar.

 

- No es por eso, es por esto – le dije acercándome a él bajándole la bufanda un poco dejando sus labios al descubierto y besándole.

 

Se sorprendió al principio, tanto… que ni siquiera me correspondió pero yo coloqué mi mano tras su nuca impidiéndole que se moviera y metiendo mi lengua dentro de su boca para poder jugar con ella. Cuando me separé de él se había quedado inmóvil con ese semblante suyo de inexpresión total como era él.

 

- ¿Por qué me besas? – me preguntó tocándose los labios con los dedos.

 

-  Estoy enamorado de ti Kuroko, no puedo evitarlo, te amo – le dije y él se sorprendió.

 

- Yo… no sé que decirte Kagami. Nunca me lo habría imaginado pero…

 

- ¿Pero?

 

- Me siento halagado de que te hayas fijado en mí pero… yo estoy enamorado de otra persona – me dijo entristecido – no quiero hacerte daño pero… es que no puedo amarte.

 

- ¿Es Aomine? – le pregunté - ¿Le quieres?

 

- Sí – me dijo sonrojándose – sé que es un capullo, que se ha vuelto egoísta y egocéntrico, pero era un buen chico, un gran amigo y le amaba… le amo. Por favor no se lo digas, él no sabe nada.

 

- ¿Por qué no se lo has dicho Kuroko? – le pregunté

 

- No he tenido el valor, quise decírselo en nuestro último partido pero… - agachó la cabeza mirando al suelo – me rechazó, no sentimentalmente, me rechazó como su compañero, como su amigo. Siempre habíamos estado juntos y me hizo a un lado diciéndome que él podía hacerlo todo, que no me necesitaba. Intenté decírselo al día siguiente, pero él no apareció, jamás tuvimos esa conversación.

 

- ¿Quieres decírselo tras ganarle? – le pregunté sorprendido

 

- Sí – me dijo triste – necesito ganarle.

 

- No puedo impedirte que lo hagas Kuroko, pero por favor… tenme en cuenta, no me apartes sin más, dime al menos que te lo pensarás, puedo esperar, por ti haría cualquier cosa.

 

- Vale – me dijo – lo pensaré, te lo prometo que lo pensaré y te daré una respuesta más adelante, pero déjame aclarar primero esta situación.

 

- De acuerdo.

 

Kuroko empezó a caminar y yo me giré para ver al fondo a Aomine que venía con una bolsa de plástico y al parecer… se había quedado paralizado al ver como había besado a Kuroko. Agradecí que no hubiera escuchado la conversación desde aquella distancia pero pasé de él siguiendo a Kuroko. Hoy sería yo quien le acompañase a su casa y es que amaba a Kuroko, no iba a dejar de luchar por él aunque mi propio contrincante fuera el mismísimo Aomine. A Kuroko no quise decirle nada sobre lo que había visto Aomine, no quise preocuparle y más cuando seguramente Aomine pasaría del tema, no le veía como un chico al que pudieran gustarle los chicos.

 

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