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LOCURA. por MemeDrogasLocas

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Notas del fanfic:

Quiero aclarar algo y aclararlo muy bien: Este fic no está hecho para molestar a nadie, ni a las fans del AkaFuri/FuriAka ni a las del MuraAka, esto lo hice porque tengo una imaginación de lo más rara y quise hacer algo diferente a lo que pintan todos, quise hacer algo distinto, algo raro.

Con este fic no trato de hacer quedar mal a las fans de MuraAka pues yo soy una y tampoco para ofrender a las de FuriAka, simplemente quise hacer el fic y ya, espero lo entiendan y comprendan. Si me conocen entenderan que yo escribo así desde siempre.

Sin más, espero puedan disfrutar algo diferente.

Notas del capitulo:

Aqui está, espero lo disfruten y no, ni siquiera yo se porque lo escribí, solo surgió y ya.

 


Sus pasos fulminantes, su mirada asesina, los puños apretados, así iba Atsushi por la calle, apretando los dientes, fúrico y con los peores pensamientos concebidos por el hombre. En aquellos momentos, era de noche, ya tarde, un poco antes de medianoche. Murasakibara no se detenía para nada. Si alguien que le conociera le hubiera visto, quizá no le hubiera reconocido de primera instancia, pues su expresión asesina casi le desfiguraba, casi parecía poseído… aunque quizá lo estaba, el odio le poseía por completo. Mientras caminaba por las heladas calles, su mano aflojó para introducirse en el bolsillo de su gabardina negra, ahí encontró cierto objeto adquirido hace poco, un arma.


Sin detenerse continuó hasta llegar al lugar indicado.


No era su casa, era la de alguien más, la de un infortunado chico llamado Furihata, que, sin escrúpulo alguno se había atrevido a robarle deliberadamente el objeto más importante de su mundo, aquello que le hacía feliz, le había robado a su Aka-chin, a su precioso emperador, Akashi Seijuuro. Aunque por supuesto, no era así, la mente de Atsushi estaba cegada, ya nada importaba, la línea entre realidad y locura se borró, ahora no había barrera moral o empática que le detuviese de cometer una real atrocidad. Su corazón roto fue el arma que tiró su conciencia contra la nada.


Sin preguntar o tocar la puerta forzó su entrada.


—¿Akashi? ¿Eres tú? —preguntó el chico, a lo lejos, probablemente estaba en la cocina.


Atsushi, sin decir palabra caminó fríamente hasta el lugar. Cuando Furihata vio que no era su pareja de quien se trataba, se asustó por supuesto, sin sospechar lo que estaba por suceder. Murasakibara sonrió, si es que a eso podía llamársele sonrisa, era una mueca extraña, muestra de su falta de escrúpulos, la locura estaba viva en sus ojos, no dijo nada, solo le observó, silencioso, algo estaba mal en él y Furihata de alguna forma lo sintió y un terrible miedo se apoderó de él.


—¿A-Atsushi?... ¿P-Pasó algo?... —los labios de Kouki ya titubeaban, todo su cuerpo, estaba aterrado y estaba en lo correcto por estarlo. La mano de Atsushi, fría y lenta se acercó a él, y se posicionó en la cabeza de Furihata, aferrándose a él cual gancho. Kouki soltó un grito de dolor, tenía miedo, y sin embargo no pudo correr o gritar para pedir ayuda, el terror se había apoderado de él. ¿Qué estaba pasando? ¿Por qué?


—¿Tienes miedo? —preguntó Murasakibara, cortando el silencio, sus labios se curvaron suavemente, sus ojos desquiciados se posicionaron en los de su presa.


No hubo respuesta, Furihata estaba muy asustado, ni siquiera sabía que contestar.


—Vas a pagarlo todo… vas a pagar cada cosa que has hecho —murmuró Atsushi, colérico, casi entre dientes mientras sus dedos ejercían presión.


Después de esas gélidas palabras, o mejor dicho, después de esa amenaza, Furihata sintió un extraño dolor y todo se oscureció.


Ruidos extraños, con ellos Kouki despertó. No podía moverse, ¿seguía dormido? No, de hecho sintió como algo ejercía presión en su cuerpo. Experimentó punzadas de dolor y cuando intentó moverse escuchó algo metálico, ¿estaba encadenado? Sí, y eso le alarmó de sobre manera; algo muy malo estaba por pasar, su miedo se lo dijo claramente.


—¿Qué…? —musitó suave. Estaban en el sótano de la casa.


—¿Despertaste? Muy bien —la voz de Atsushi le hiso estremecer de pavor.


—¿Por qué…?


—¿Hm? ¿Quieres saberlo? ¿No lo sabes ya?


Furihata abrió los ojos y alzó la mirada, pudo observar como Atsushi le miraba, estaba viéndole cual insecto, Kouki sintió que Murasakibara le estaba mirando con asco, odio, como si de una cucaracha se tratase—. Es muy sencilla la respuesta —Atsushi sonrió—. Porque te lo mereces.


—¡¿Por qué?! —gritó Furihata, aterrado. No lograba decir nada más, por ser presa del horror.


—Porque, tú me robaste a mi Aka-chin. ¿No te parece suficiente? ¡Es un gran pecado el tuyo! Sin embargo, no debes preocuparte, una vez que pagues todo irá mejor.


No era broma, ni remotamente, de hecho era aterrador, ¿estaba hablando en serio? ¡Por supuesto no que le había robado nada! Las cosas sucedieron y ya, ¿por qué? ¿Por qué pasaba esto ahora?... Justo ahora que Furihata y Akashi estaban por formar una familia. ¿No era esto, una terrible pesadilla?


—Atsushi, no sé qué te ocurre, p-pero… detente… ¡yo no te robé nada!


—Claro que lo hiciste, ¿Quién más si no? —la voz de Atsushi sonaba tan amenazadora y desquiciada, el peligro era inminente. Parecía contenerse a sí mismo para gritar más de lo necesario—. Aka-chin me amaba, y tú te aprovechaste de nuestra separación, no eres más que basura, Aka-chin no necesita a un imbécil como tú, inútiles sobran, alguien como él necesita de alguien digno.


A Furihata se le llenaron los ojos de lágrimas, las palabras de Murasakibara le hirieron, ¡eso era mentira!, ¡no podía ser verdad!, él se enamoró de Akashi, todo fue normal, todo fue natural, la conducta de Murasakibara no guardaba sentido alguno, él estaba loco, algo le había desquiciado. Y fuera lo que fuese nada bueno saldría de ello.


—¡Eso es mentira! ¡Todo lo que dices! ¡Atsushi, suéltame, por favor! —gritó nuevamente.


—No miento, es la verdad, gusano miserable —respondió vehemente.


Atsushi estaba desquiciado, eso era obvio, sus palabras eran verdad pura para él, sus acciones perfectamente justificables y sus principios intachables ¿Qué había de malo en sus acciones? ¡Nada! Por su adorado emperador todo era justo, todo era justificable, ¡el fin justifica los medios! ¿No es verdad?


Murasakibara, presa de la rabia, comenzó a golpear a Furihata, primero en el rostro, le golpeó con tanta fuerza que pronto llenó su rostro de heridas, no importaba dejarle marcas, nadie se molestaría por ello. Lo pateó, la silla donde Furihata estaba atado cayó al suelo junto con él, ahí siguió pateándole y golpeándole, Atsushi no escatimaba en fuerzas, desde hace tiempo tenía el deseo de romperle la cara a golpes. Sin embargo, no le mataría a golpes, eso era poco práctico.


Furihata, cuando podía, gritaba de dolor, las lágrimas y jadeos desesperados no faltaron, estaba sufriendo como nunca en su vida, y lo peor de todo es que no había motivo real para ello, estaba siendo una víctima del dolor, del odio de otra persona y todo por amar a Akashi Seijuuro. ¿Acaso había cometido un error? ¿Hubiera sido mejor idea jamás haber entablado lasos con él? Furihata se sintió impotente y siguió llorando, el dolor de su cuerpo no era tal como el dolor en su interior, ese sentimiento le provocaba el deseo vomitar. No podía defenderse, solo podía gritar, llorar, y esperar a que le dejara en paz.


Atsushi, aburrido de su ensañe, tomó al castaño por el cabello, haló de él con fuerza y volvió a colocar la silla en su puesto original. Kouki apenas podía respirar, le faltaba aire y se ahogaba con su propia sangre, probablemente tenía una hemorragia interna. Murasakibara comenzó  a reír, se sofocaba con sus propias carcajadas; Furihata, sin poderlo creer, solo le miraba con terror absoluto.


—Aguante mucho tiempo este circo repugnante, el tierno chico que se enamoró del gran emperador ¡qué asco! ¡Cliché abominable! Sin embargo, aguanté, mi amor por Aka-chin es tan grande que le dejé ser. Pero… cuando me enteré de que tú, rata, habías embarazado a mi Aka-chin… —Atsushi no pudo continuar hablando, comenzó a reír de nuevo, cubrió sus ojos con las manos, mientras respiraba agitadamente—. ¡Simplemente no pude soportarlo! ¡Fue demasiado ridículo! ¡No podía dejar las cosas así!


Hubo un momento de silencio, Murasakibara se acomodó su largo cabello, sus ojos viciados por el odio aparecieron de nuevo, estaba demasiado claro, no iba a dejar que Furihata saliera vivo de ahí, ni de broma. Kouki comenzó a luchar, desesperado, entendía que si no hacía algo, que si no lo hacía entrar en razón moriría… y no podría ver jamás a su hijo hacer.


—Atsushi… ¡tienes que parar! ¿No lo ves? ¡Estas desquiciado!... Por favor.. —Kouki titubeo sollozando, desesperado—. Amo a Sei, y quiero ver nacer a nuestro hijo… por favor, para… ¡te lo ruego! ¡Por lo que más quieras!


—¿Lo que más quiero? Eso ya lo has tomado, ¿no lo entiendes? Ya no hay vuelta atrás, jamás la habrá —Atsushi sacó el arma que hasta el momento había permanecido en el bolsillo de su gabardina. La preparó y posicionó el gatillo—. Mereces la muerte.


—¡Atsushi! ¡No lo hagas!


Murasakibara sonrió y presionó el gatillo, se escuchó un disparo, acto seguido un grito de dolor, el disparo había llegado al hombro de Furihata. Luego, lo mismo, esta vez llegó a su pierna. Kouki gritaba por el dolor, Murasakibara solo se quedó quieto, calmado, con la sangre fría, admirando hermosamente, como esa asquerosidad, como esa peste sufría y se ahogaba en dolor.


¿Cuánto tiempo duró la tortura? Es difícil decirlo, Atsushi hiso todo lo posible por mantener consiente a Kouki para que sufriera. Todo el tiempo le insultó, le escupió y golpeó, abría sus heridas con las uñas de sus manos, sacaba las balas en su piel, todo con tal meticulosidad que Furihata no se desmaya ni perdía demasiada sangre. Kouki estaba exhausto, ya casi no le quedaba voz, sus fuerzas se desvanecían, sus lágrimas se habían acabado, no obstante aun quería llorar. Se sentía tan idiota, inútil y miserable, no pudo hacer nada, no pudo evitarlo, y lo peor de todo… no podía proteger a Akashi.


Un sonido líquido y luego una sensación fría seguida de un olor extraño, Murasakibara estaba rociando todo el lugar y el cuerpo de Furihata con un líquido inflamable demasiado fácil y popular, efectivo y eficaz: gasolina. Sería sencillo matarlo de un balazo, pero sería mejor quemarle vivo, así no quedaría rastro de lo sucedido en esa casa.


—Prom… a-ahg… p-promete… q-que… no los vas… a lastimar… mi hijo…


—Solo hay una cosa que te puedo prometer —Atsushi sonrió nuevamente, con delicia, como si tuviera un gramo de compasión por un bicho aplastado. Haló de los cabellos de Furihata, le obligó a levantar su rostro y le susurró al odio—. Ese niño no verá la luz, nunca.


Aquello terminó por destrozar a Furihata. Intentó gritar, peleó con toda la fuerza posible, rogó, suplicó con todo terror y desesperación. ¡Que a él mismo le pasara lo que sea! Pero… a su hijo, a su pequeña criatura… A él no… ¡A su hijo no!


—Por favor… A-Atsushi… ¡ATSUHI! ¡TE LO RUEGO!... Está bien, mátame… pero… a nuestro hijo… no le hagas daño… —rogó con sus últimas fuerzas, llorando desconsolado, impotente… era indescriptible lo que sentía. Sin embargo, los asesinos ojos de Atsushi le miraron una vez más, sonrió, encendió un cerillo y lo lanzó observando como el fuego iniciaba… para su cordura ya no había marcha atrás.


—Sei… lo siento —murmuró Furihata entre lágrimas antes de morir.


La casa ardió en llamas, un problema se había ido. Ya solo quedaba una cosa de la cual debía encargarse, tenía que eliminar la semilla de ese ‘amor’, si se deshacía del bebe, entonces ya no habría nada en el mundo que pudiera atar a Seijuuro con alguien que no fuera Atsushi.



¿Dónde estaba? No lo sabía, no podía moverse, lo último que recordaba es que estaba tomando un té con Atsushi, estaban platicando y entonces le entró sueño, un sueño tan terrible que le noqueó al instante.


Akashi abrió los ojos, el miedo le invadió, estaba en una especie de quirófano, pero se veía horrible, muros oscuros, una luz muy débil que le sacaba de la penumbra y objetos oxidados. Su cuerpo inmóvil y sus extremidades encadenadas y sujetas férreamente a los cuatro extremos de la camilla donde estaba semi-acostado. ¿Qué estaba sucediendo? Obviamente, pese a su fuerte carácter, Akashi sintió nervios por primera vez en su vida, jamás había sentido un miedo tan abominable.


—¿Despertaste mi dulce Aka-chin? —dijo Atsushi, sonriendo suavemente, con dulzura, sin embargo lo que Akashi vio reflejado en los ojos del mayor… fue lo más horrible que había presenciado en su vida. ¿Qué había pasado con Murasakibara?


—A-Atsushi… ¿Qué está pasando? —exigió Seijuuro, sin embargo, su voz flaqueó con inseguridad.


—¿Hm? No hay de qué preocuparse, será rápido, no te dolerá nada…


—¿De que estas hablando? —preguntó Akashi, sabía, que… nada bueno pasaría.


—De un aborto por supuesto.


—¿¡QUÉ?! ¿TE HAS VUELTO LOCO? —gritó Akashi, enfurecido, casi parecía que podía aniquilar a Murasakibara con la mirada. Atsushi jamás había visto a Seijuuro de esa manera, nunca había visto tanta furia y odio en su voz. Sin embargo, pese a todo, se notaba el miedo en él. Era esa clase de miedo, que las personas experimentan cuando no entienden lo que está por pasar, como si creyeran estar habitando una pesadilla, un sueño maquiavélico.


—Pero Aka-chin, tengo que hacerlo, de nada te sirve tener un feto muerto dentro tuyo —Atsushi esas palabras con tanta calma, naturalidad y serenidad que Akashi comprendió no era una broma, sin embargo eso no le hiso entender lo que sucedía. ¿Feto muerto? Eso era imposible, hace poco que había visitado al doctor y todo estaba en orden, pese a ser un hombre había tenido muchos cuidados extras por ser un doncel primerizo. Atsushi se acercó a Akashi y recostó su cabeza sobre el vientre de este—. Aquí no hay vida alguna, ya está muerto, tengo que sacarlo, así podrás tener mis bebes, serás una gran mami, Aka-chin.


—¿Cómo… puedes tu… saber eso? —las lágrimas se avecinaban en los ojos de Akashi, ahora tenía mucho más miedo.


—Porque tú mismo lo abortaste, hoy, ¿recuerdas el té que tomaste? Deberías tener más cuidado con lo que tomas, hay cosas muy nocivas para los bebes…No te preocupes, ese no era el bueno —Atsushi besó el vientre de Akashi, sonrió cual padrea amoroso—, en cuanto lo saque de ti podrás embarazarte de mí.


Akashi recordó en ese momento aquella platica tan agradable, los dos tomando una buena taza de té que, tan amablemente, se había ofrecido Murasakibara para preparar. Incluso esa tarde, Murasakibara le había dicho “nadie puede ser mejor madre que tú, Aka-chin”.


¡Oh dios santo! ¿Cómo pudo ser tan ciego? ¿Cómo no pudo ver aquello que Atsushi ocultó tan perfecta e impecablemente? Le había engañado, había traicionado su confianza por completo… no había nada más atroz con lo cual Seijuuro pudiera comparar el golpe emocional.


—No… no… e-es mentira… ¡ES MENTIRA! —Akashi comenzó a llorar descontroladamente, el shock fue demasiado fuerte, ¿Lo que le dio de beber Atsushi, su ‘mejor amigo’, había matado a su bebe que con tanto amor estaba esperando? Él bebe apenas llevaba un mes y medio… sin embargo ya era su bebe, era suyo… y ahora, estaba muerto dentro suyo, eso era demasiado fuerte para él, fue un golpe que le destrozó, antes de darse cuenta lloraba y gritaba desesperado.


—No tienes de que preocuparte, de todas formas él jamás lo vería nacer.


—…¿¡Qué le hiciste a Kouki?!... —sollozó entre gritos. ¿Cuánto más duraría esa pesadilla? ¿Por qué no podía despertar y volver a la normalidad? El dolor de la perdida simplemente crecía en su pecho.


—Nada que no se mereciera. Ese estorbo no volverá a interferir entre nosotros, ahora podremos amarnos como antes —afirmó Atsushi, seguro, tranquilo, como si toda la situación fuera de lo más normal.


Atsushi besó la frente de Akashi, este le miraba con terror y odio, pero por sobre todo, miedo, un miedo indescriptible, indecible, Akashi jamás pensó que esa clase de miedo existiera, era abominable, no lo soportaba.


—¡Estás loco! ¡Estas completamente desquiciado ! ¡No te me acerques! ¡Asesino, eres un maldito asesino! ¡Te odio! —Akashi comenzó a vociferar, gritar y llorar, peleaba con todas sus fuerzas, pero solo conseguía lastimarse, no había nada que pudiera hacer. Y no sabía que le dolía más, quizá todo le dolía demasiado, todo golpeaba su corazón y luego azotaba su mente cruelmente, le costaba creer y recordar que eso era real, ¿no era solo una pesadilla insufrible? ¿No era solo un mal sueño? ¡Ojala pudiera despertar! ¡Ojala todo fuese un vil y cruel mentira!


—¿Hm? Justo ahora, Aka-chin, estás diciendo cosas desagradables, pero está bien, te perdono, te desacostumbraste a mí, eso es todo, solo necesitas recordar que te amo —Atsushi le miró con dulzura, con cariño, estaba desquiciado, ya no existía lo bueno o lo malo, lo correcto o incorrecto, solo estaba su dulce y podrido amor, ese veneno al cual se aferraba desesperadamente para así justificar sus acciones.


Murasakibara fulminó al joven que tan desesperadamente peleaba, observó el terror en sus ojos, entendió cuan aterrado estaba, y no le importó en lo absoluto, en su mente, Akashi simplemente aun no recordaba lo que era ‘su perfecto amor’, pero seguramente lo haría con el tiempo. Atsushi se colocó unos guantes blancos, y sintió frio, un extraño frio que le caló hasta los huesos, aquello era su demencia latente.


Atsushi tomó unas pinzas grandes, se veían horrible y su rechinido asustó a Akashi, pataleó y siguió peleando, gritó desesperado, antes de darse cuenta el mayor introducía ese horrible objeto en su interior, el dolor físico superó al de su mente y corazón, por más que trataba de huir el frio metal penetró en su ser, hundiéndose en su carne, Murasakibara se abrió paso hasta encontrar eso que deseaba extraer, quizá lo quemaría también, quizá lo echaría a la basura. No había vuelta atrás, no tenía perdón, no había nada que reparase lo hecho, no podía retractarse, lo entendía y por ello seguiría con ello hasta el final. Akashi gritó desesperado, aquello era doloroso, sentía como el metal rasgaba su piel, pero lo peor de todo, era que podía sentir vívidamente como algo le era arrancado de sus entrañas, como era apartado del fruto de su amor de su esposo. Ahí, sin pausa o piedad había sido separado de lo que más amaba en el mundo.


Era demasiado, no lo aguantaba y por más que gritara hasta rompérsele la garganta y quemar sus cuerdas vocales, no era suficiente para desahogar su dolor. Quería morir… quería morir ahí mismo, el sentimiento y el deseo de muerte se apoderaron de él. ¿Para qué vivir ahora?


Aterrador y con las fuerzas acabadas, Akashi cerró los ojos, no soportaría ver que Atsushi sacara a su hijo, no podría verlo, era demasiado. Con el dolor en su ser, simplemente se desmayó, deseando que el dolor y la tortura acabaran, después de todo, le habían arrancado la vida.



—Aka-chin~ ¿Cómo está la madre más bella del mundo?


Atsushi entró en la habitación de su amado, completamente cerrada y con la mínima ventilación. Ahí en la cama, cual marioneta, yacía el amor de su vida, que justo ahora esperaba un bebe, era su bebe de ellos dos, producto de su total y férreo amor. Sin embargo, los ojos de Akashi ya no mostraban vida, estaban apagados, casi como si estuviera muerto por dentro, y era algo parecido, estaba roto, por completo.


Atsushi besó a Akashi, acarició su cabello y besó su vientre.


—Este será el bueno.


¿Cuántas veces le había violado ya? ¿Cuántas veces lo había embarazado? Pero, por más que Akashi se embarazó todos los bebes murieron a los pocos meses, el cuerpo de Akashi los rechazaba, por más que Atsushi intentó jamás pudo concebir con su amado, no sirvió para nada, sin embargo Atsushi, cegado, seguía intentando, sin importar nada, en su mente no había cordura que le hiciera detenerse, su necedad le había rebasado.


De los ojos de Akashi se derramó una lágrima, ya no hablaba, gritaba, o sentía, no había nada, estaba muerto, su lama estaba destruida, y aun así esa pequeña gota cristalina se deslizó de su mejilla. Seijuuro sentía dolor, mucho dolor, sentía dolor por su hijo, por su esposo… e inclusive sentía dolor por Atsushi, le tenía pena, de cierta forma le dolía ver… cuan podrido estaba, estaba loco y no había cura o remedio, ambos estaban muertos por dentro, por ello jamás pudieron tener un bebe.


Atsushi sonreía no obstante también derramó lágrimas…


Entendía muy bien… que el ciclo en el cual se había arrastrado junto con Akashi no tendría fin, sería la muerte en vida hasta que algún día ambos murieran definitivamente. Un choque en su mente y corazón resultó de una punzada dolorosa.


No había marcha atrás, por más que lo deseara…


Se había condenado a él y a su amor de la vida, y todo… por la locura.


… su amor, era su propia perdición.


Y su locura… era un


BAD ENDING.

Notas finales:

Dejen sus comentarios, me gustaría saber que les pareció y como se sintieron al leerlo, hace tiempo que no escribo nada de este estilo. Y por favor, no comenten con nada ofensivo, no me interesa leer lloriqueos.

Meme-sama los ama <3 ;D nos leemos luego


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