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Dissociation por _Envy_

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Notas del fanfic:

Será una historia más corta, de unos 3 capítulos, cada uno cortito también. 

Ojalá les guste. 

I

 

—¿Qué crees que estás haciendo? —Inquirió mientras intentaba liberar sus brazos del sorpresivo ataque —Lacey... Suéltame.

Mientras forcejeaba y retorcía sus brazos, la muchacha la empujaba paso a paso en contra de la muralla dejándole a la doctora pegado el rostro a la pared.

Haberla atacado de improviso había sido una buena táctica, la siquiatra le ganaba en altura y probablemente fuerza. Su complexión resultaba mejor trabajada en comparación a la de una joven interna, delgada y porque no decirlo, escuálida. Sin embargo la posición en la doctora que se encontraban era favorable para la muchacha.

—¿Acaso no puede ser Andy? ¿Uh? —pregunto la joven de cabello castaño despeinado y cortado en un perfecto flequillo recto, a medida paseaba su diestra por el muslo interior de la siquiatra.

 

Al entrar a su oficina, la escuálida interna esperaba detrás de la puerta a la doctora, y le asalto sosteniéndole ambas muñecas por la espalda, doblándole uno de sus brazos para poder someterla a su favor.

¿Cuántas veces no había actuado de manera similar en el pasado? Tirarse a su médico de cabecera para que la dejara en paz se había convertido en un hábito, aunque aquella doctora era la primera en llamar realmente su atención, no podía pasarla por alto, tenía que asegurarse de alguna manera. Y un chantaje a los "profesionales" siempre la sacaba de apuros y podía seguir respirando incluso en un cuerpo que no era suyo.

¿Cuantas veces no le habían dicho que Andrea ya no la necesitaba? pero ahí estaba, de nuevo haciendo lo mismo, si no la necesitaba entonces su existencia no tendría sentido.

—Andy no haría algo como esto...—sacudió con fuerza sus brazos intentando liberarse, pero Lacey le sostenía firme sometiéndola en base al dolor de la incómoda posición para la doctora.

—La santurrona no tiene idea de nada... Se quiere deshacer de mi ¿No es verdad? Al igual que tú y todos en este lugar... —aquella mano intrusa de la personalidad rebelde, paso con un roce por la intimidad femenina por sobre los pantalones de la siquiatra, quien juntó sus piernas al instante.

¿Una niñata iba a abusar de ella? ¿Pretendía forzarla? ¿Con qué fin?

A diferencia de cualquier otro médico que la hubiese tratado en el pasado, ella no quería hacer "desaparecer" a Lacey, más bien quería lograr la comunión de ambas personalidades y fusionarlas en tan solo una. Con la esperanza de no perder a la muchacha que ahora la arrinconaba al sentirse amenazada por su inminente "muerte". Pero esa misma muchacha, aquella personalidad que había nacido gracias a una situación post traumática le mantenía la mente ocupada y se filtraba en cada uno de sus pensamientos... Si tan solo pudiera mantener viva esa parte de ella, de hacerla presente en la pacífica Andrea.

—Estás equivocada —murmuro Elizabeth, intentando cruzar sus piernas de la mano que desabrochaba en ese momento sus pantalones colándose por entre la ropa. Sin embargo el primer roce de sus dedos por sobre su ropa interior en su clítoris provocó un estremecimiento involuntario que se extendía por todo su cuerpo.

Muchos estudios decían que el placer ocasionado en una mujer iniciaba principalmente en su cerebro, más que en su sexo ¿acaso esa niña estaba tan dentro de su cabeza hasta ese punto? Ya era una mujer madura, con un título de una gran universidad, se supone que debía saber qué hacer y cómo reaccionar frente una situación así, sin embargo, su cuerpo y sus pensamientos le traicionaban ¿Cómo podría volver a mirar a Andrea a los ojos?

—D-detente —su voz dentro de su mente sonó con fuerza y autoridad, no obstante se deshacía entre los dedos que parecían expertos trabajando entre sus piernas.

Sus labios ahora se abrían con la fuerza imponente que su título le otorgaba pero solo un hilo de voz mezclado con suspiros arrancaban desde su garganta.

—Elizabeth... —la voz de la muchacha que susurraba a su oído, era suave y serena, que revolvía el corazón, y la embriagaba hasta perder la consciencia y la noción del tiempo.

—Ya… Para —murmuró la doctora sintiendo el propio calor de su aliento rebotar contra la pared. Sus piernas y su cuerpo completo temblaban, derritiéndose a favor del eretismo que la pelvis de la chica generaba al empujarla lentamente—. L-lacey…

Se sentía patética y a la vez impotente frente a las reacciones de su cuerpo, y el lamentable sonido de su voz no servía de ayuda, que optó por no decir otra palabra. Empuñó sus manos, y cerró sus ojos con fuerza como si con eso se prohibiera disfrutar de las vehementes atenciones que estaba recibiendo, y que su cuerpo extendía por cada una de sus extremidades como una corriente eléctrica debilitándola a tal punto de hacerla fallecer perdiendo la fuerza de sus piernas quedando de rodillas, rendida, con la frente apoyada en la fría pared. Estaba a su merced.

La muchacha que se inclinó junto a ella, liberó por fin sus brazos y sacó su mano intrusa de su entrepierna. Elizabeth abrió sus ojos, tratando de controlar su respiración, sus pensamientos y las reacciones que aún dominaban sus extremidades en pequeños espasmos que anhelaban por continuar en aquel excitante roce. Sin embargo en un segundo todo se salía de control, y tenía a Lacey bajo su cuerpo, sujeta por las muñecas, con una rodilla entre sus piernas. Pudo sentir el calor de su aliento en contraste con sus labios, sintió el deseo e impulso de besarla, pero ya había sido suficiente. Tenía que controlarse, y ser consciente de lo que acababa de suceder. A pesar de que era Lacey y todo cambiaba cuando se trataba de ella y no de Andrea, debía gobernarse y ser capaz de hacerle honor a su grado universitario. Se quitó de encima, se arregló el pantalón y la bata; salió de su despacho dejando a la chica sola en el suelo. No sabía cómo, ni cuando, pero tendría que hablar con ella más tarde, y no con Andrea, sino con esa personalidad rebelde y problemática.

Bajó por las escaleras y caminó hasta la cafetería, donde fue directamente a la cocina para servirse una taza de café, aunque lo que realmente le hacía falta era un buen trago de whiskey.

 

 

“Andrea Williams, fue violada en reiteradas ocasiones por su hermano cinco años mayor. Quien aseguraba era un acuerdo mutuo entre ambos, sexo consensuado, sin embargo no veía o no quería ver que con la que se acostaba no era Andrea, sino una personalidad creada gracias al trauma que él mismo le había generado desconociendo la verdadera voluntad de su hermana. Años más tarde, la tortura para la joven continuó pues se volvía una adolescente deseable por muchachos que la veían como un objeto sexual y Lacey se había encargado de ello, pues cada vez que podía le abría las piernas a cualquier guapo que se cruzara en su camino metiéndose en problemas y yendo a fiestas de la escuela. Hasta que su madre ya no pudo más con la conducta insolente de su hija y la envió con su hermana. Quien fue la primera en darse cuenta de que algo no andaba bien con su sobrina. Siempre había sido su preferida e incluso se trataba de su ahijada; siendo una muchacha apacible, su comportamiento en ocasiones era el de otra persona, rebelde, insolente, arrogante y confrontacional. Así tras intentar quitarse la vida y desahuciada por los siquiatras que la trataban, terminó internada en el hospital, con el mismo diagnóstico por todos los médicos que la habían atendido “Trastorno de identidad disociativo”.”

Se sabía su ficha médica de memoria, las terapias a las que había asistido y los tratamientos a los que la habían sometido. Nada daba resultado y básicamente porque la muchacha no era capaz de enfrentar su realidad. Cada vez que tocaban el tema, o mencionaban a su hermano, no había forma de que su otra personalidad llamada “Lacey” tomara el control de su cuerpo. Andrea, no se daba por enterada de nada, no existían recuerdos de su mal comportamiento ni mucho menos de las veces que se había acostado con su hermano, sólo era capaz de recordar las primeras veces que lo habían hecho en contra de su voluntad y luego de un largo silencio siempre terminaba conversando con Lacey y debía olvidarse de Andrea, incluso si la conversación no tenía que ver con su hermano, Matthew.

Ahora era ella quien debía llevar el caso, y se había prometido ayudarla, la muchacha era dulce y encantadora, pero lo que realmente le hacía perder la cabeza era aquella joven dentro de su mente que actuaba de manera pedante. Era ella quien ocupaba el cuerpo de Andrea, quien a veces hablaba por ella y trataba de protegerla, bien sabía porque existía, pero se aferraba a la vida. Las terapias con ella eran complicadas, Andrea por una parte no era capaz de aceptar su enfermedad y Lacey lo hacía todo más complicado. Aún más luego de lo que sucedido en su oficina.

Debía renunciar, pero eso significaba darle en el gusto a la niñita acostumbrada a tener siempre lo que quiere. A demás ¿Qué iba a decir? ¿Qué había abusado de ella? O sea, estaba claro que no era heterosexual, pero de ahí a abusar de un paciente debía ser demasiado…

 

“Se quiere deshacer de mi ¿No es verdad? Al igual que tú y todos en este lugar...”

 

¿Cuántas veces lo había hecho antes?

 

Corrió hasta su despacho dejando enfriar la taza de café en la solitaria cocina, esperando que la joven hubiera vuelto a su cuarto. Era pasada la media noche y no estaba despierto un solo paciente a excepción de dos o tres que se encontraban en la sala común y sufrían de insomnio.

Entró a su oficina, agradecida de no tener que volver a ver Lacey por un buen rato. En el estante buscó entre los archivos la ficha médica que correspondía a “Andrea Williams”.

 

—James Miller…Thomas Anderson… Frederick Taylor… Alyson Cooper… —murmuró tan sólo los nombres de médicos que conocía o había oído hablar, pero en total contaba más de diez siquiatras que la habían tratado. Muchos de ellos habían renunciado, sino todos. ¿Y si lo sucedido había pasado con ella y con el resto de sus médicos…? No podría determinar si lo había hecho con enfermeros o enfermeras. Después de todo la muchacha no parecía tener ningún escrúpulo en cuanto a sus preferencias sexuales o edad. Y eso de alguna manera le hacía hervir la sangre.

 

Salió de su despacho y fue hasta la habitación de Andrea, si se encontraba con ella o con Lacey sería lo mismo, le haría lo mismo a ambas. Abrió la puerta y encontró a la muchacha tendida en su cama sobre la ropa, con su acostumbrada bata y  pantalón gris; el uniforme básico que los pacientes debían llevar.

—¿Viene por más? —sonrió altanera la muchacha incorporándose sobre la cama.

—Ni lo sueñes —murmuró la doctora, mientras agarraba por el brazo a su paciente y la hacía bajarse de la cama.

—¿Qué hace? —la joven rebelde no opuso resistencia, y se dejó tironear fuera de la habitación por su siquiatra, sin embargo quería respuestas—. ¿A dónde me lleva?

—A aislamiento —contestó Elizabeth, sin tener la voluntad de mirarla directamente a los ojos y explicarle en qué consistiría “su castigo” por haber actuado de esa forma, no tan sólo con ella, sino con todos sus otros colegas.

—¿Q-qué? ¡No! —gritó alterada la muchacha ahora reteniendo sus pies y retorciendo su brazo para que la dejara en paz y volver a su habitación de donde no volvería a salir. Odiaba que la encerraran ahí, tanto ella como Andrea así que se trataba de un ir y venir entre ambas para poder mantener la paz que perdía dentro del siquiátrico—. ¡DEJAME! —chilló. — O-o le diré a todos…

—¿Le dirás a todos qué? —la empujó sin cuidado contra la pared, fijando su mirada directamente en sus ojos.

Lacey guardó silencio unos segundos, desviando su mirada.

—Lo que me imaginé —le espetó la doctora y se dispuso a seguir su camino en contra de la voluntad de su paciente quien nuevamente  arrastró sus pies contra el suelo al ser jalada.

—Le diré a todos que me forzaste a hacerlo… Que me encerraste en tu despacho y que…

—Inténtalo… —le interrumpió tirando su brazo para que avanzara junto a ella—. Es tu palabra contra la mía ¿Quién te va a creer?

Aquellas palabras parecían un detonante para la inestable muchacha, pues abrió sus ojos y se retorció aún más al intentar liberarse del agarre de la doctora.

—Suéltame… —su fuerza no se comparaba a la de su siquiatra—. ¿D-doctora?

El tono de su voz de pronto cambio, ahora era dulce y tranquilo, quejumbroso, por supuesto si Elizabeth tenía su brazo agarrado con fuerza, sin embargo ya no oponía resistencia y quien más que Andrea le llamaba por su título. Pensó que era una buena jugada de Lacey, la muchacha no tenía idea de lo que había hecho su otra personalidad y a pesar de que la mayoría del tiempo le trataba con respeto siempre la llamaba por su nombre de pila. ¿Qué le diría? “Tu otra personalidad metió la mano a mi pantalón y pretendía encerrarlas ahí para ponerlas bajo presión y que finalmente cedieran”

—¿Andrea? —se detuvo y soltó ligeramente su mano esperando que pudiera cooperar sin tener que darle mayor información del porque iban a aislamiento a las dos de la mañana. Vaya turno nocturno le había tocado.

—¿Q-qué ocurre? —preguntó la joven Andrea quien era tan retraída que solía tartamudear a menudo.

—Necesito que vayas a aislamiento. Sé que no te gusta ir ahí —explicó al ver como la expresión en la muchacha se desfiguraba al pánico—. Pero necesito que cooperes y te quedes ahí durante unos días…

—Pero yo no he hecho nada…

—Lo sé, por eso necesito que contribuyas…

—¿Y por qué? —la mirada de Andrea se mantuvo baja, escondida tras el frondoso flequillo el cual siempre le servía de ayuda para ocultar su rostro.

—Por favor… Luego te explico, pero ahora necesito que confíes en mí —señaló la doctora buscando su mirada entre su cabello.

—¿Cuánto tiempo?

Definitivamente era más fácil tratar con ella que con Lacey.

—Aún no lo sé… Por lo menos tres días ¿Podrías?

La muchacha asintió, sin embargo, como acto reflejo sus pies se arrastraban en el suelo oponiendo resistencia nuevamente contra la doctora, quien le sostenía con fuerza por el brazo. Intuía que Lacey se trataría de escabullir usando a Andrea, y que una vez la decisión no cambiara entonces la personalidad rebelde volvería a tratar de resistirse.

—¡¡SUELTAME!! ¡¡AYUDA!! —la chica chillaba desesperada, llenando sus ojos de lágrimas; de manipuladoras lágrimas. 


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