Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

La luz en mi oscuridad. {Wigetta} por PinketDiana

[Reviews - 46]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Este ha sido uno de los capítulos más intensos, extraños, largos y complicados que he escrito en mi vida. Espero que haya merecido la pena y que os haya gustado :D

 

 

 

Espero haber podido reflejar bien las emociones de Guillermo, su tan profunda confusión, sus dudas y sus miedos. Me has costado mucho, porque como veis ha sido bastante bipolar. 

 

Parte XII: El 'Juego de las estrellas'. 

 

 

 

 

 

Guillermo

 

 

 

 

 

Tomé todo el aire que pude antes de animarme a abrir la puerta. Segundos después Samuel ya estaba allí, mirándome atentamente como quiero descifrar todos los secretos que ocultaba mi alma. 

 

 

 

-¿Qué haces aquí?.- Volví a preguntar, tímido y cohibido por su presencia en mi casa. Y es que aunque en mi cabeza gritaba constantemente que no pasaba nada porque mi padre estaba lejos de aquí, nunca se sabía. Yo tenía muy, muy mala suerte. 

 

 

 

-Estaba preocupado por ti.- Sus palabras profundizaron a través de mi, recorriéndome, dándome aliento de una forma impensable. Él debía de dejar de decir esas cosas... Debía parar con ello. O yo me acostumbraría a sus dulces palabras, incluso a veces me las creería... y entonces, se desataría el caos. 

 

 

 

-Estoy bien.- Respondí, más seco y borde de lo que verdaderamente me gustaría. 

 

 

 

Paso su vista por todo mi yo. Desde los píes hasta la cabeza, -Seguramente estaría despeinado y con unas pintas que daba pena.- examinándome, analizándome. Por un momento me sentí como un experimento. Negué ante eso. 

 

 

 

"Yo soy un monstruo, no un experimento."

 

 

 

Él seguía en la puerta, y yo al otro lado. La barrera seguía intacta, mi felicidad y mi desdicha separadas por unos centímetros. Mi mundo a punto de colisionar. Al borde de todo. Yo estaba al filo de esa delgada e invisible línea entre la vida y la muerte.

 

 

 

-¿Estás solo en casa?- Preguntó de la nada y yo no pude más que asentir. 

 

 

 

Me percaté de que su mirada estaba más allá de mi. Seguramente pensando que era extraño que un rarito como yo tuviese una casa normal. Yo quise reír a carcajadas ante mi propia declaración, pero me contuve. ¿Normal?. Lo normal está sobrevalorado. Nada es normal en este mundo. Y yo, claramente, estaba muy muy alejado de ese concepto.

 

 

 

"Para mi desgracia".

 

 

 

-¿No ves que sí?.- Una parte de mi gritaba que estaba siendo idiota y terco, que no debía tratarlo mal. No después de que se hubiese preocupado por mi, no después de que hubiese tenido la voluntad de venir a mi casa... Pero así era yo. No podía dejar entrar a nadie en mí, nadie podría traspasar esas barreras -aunque él estuviese allí, en la puerta y yo dudaba constantemente si con él, solo con él, podía alzar el portón y dejarle entrar- para que así, no tuviesen el poder de herirme, de dañarme, de destrozarme aún más. 

 

 

 

-Bueno...- El silencio seguía, invadiéndonos, sin saber como salir de allí. 

 

 

 

Sabía que él quería que le ofreciera pasar, sentarse en el sillón -o posiblemente en mi habitación- y hablásemos como amigos. Que le contase qué me había pasado, que le hablase y confesase el motivo de no haber asistido al instituto, que después jugásemos a algún videojuego. Pero yo no era así. Yo no era como la ente esperaba, yo desilusionaba y dañaba, no cumplía expectativas.

 

 

 

-Creo que...- No pude seguir hablando. No podía. Las palabras estaban en mi garganta, atragantándome, quitándome el aliento, pero no podia. La punzada en mi pecho ya era demasiado grande para seguir así con él. Simplemente... era demasiado.

 

 

 

-¿Puedo pasar, por favor?.- Y con aquella pregunta, pronunciada con el tono de voz más lastimero que posiblemente había escuchado en el último año, hizo que mi corazón diese tantas vueltas que lo sentía en mi garganta, que todo aquel hielo que había cubriendo mi roto y demacrado corazón se derritiese. 

 

 

 

-Yo...- ¿Estaba dispuesto a dejar que mi mundo colisionara por él?. ¿Estaba dispuesto a darle el poder de poder romperme por completo?. ¿Le daba la oportunidad de poder entrar en mi, de conocer mi lado oscuro, de verme como yo lo hacía?. Y la respuesta vino a mi, completamente sola. Rompiéndome y alegrándome a partes iguales. Él ya había tenido ese poder desde el principio, desde el primer día que se sentó a mi lado y me dirigió aquella hermosa sonrisa perlada, desde el primer día que me preguntó 'qué tal estaba', desde el primer roce, desde la primera caricia, desde la primera charla, desde el primer... abrazo.- Si...- Contesté, en un pequeño e inaudible susurro. Estaba dispuesto... o una gran parte de mi lo estaba.

 

 

 

Abrí la puerta, luchando contra mis impulsos de correr. En aquella casa se guardaba todo mi sufrimiento, lamentos, suplicios, condenas... Aquella casa, porque ni de broma se podía llamar a eso hogar, era la desdicha; pero por un segundo, por un momento, donde Samuel me acarició la mano al entrar, dejó de existir todos mis tormentos, las voces llegaron casi a desaparecer, dejando mi mente en calma, y todo a mi alrededor parecía brillar. 

 

 

 

-¿Quieres... em... algo de beber o comer?.- Ofrecí, sin saber qué decir ante tales situaciones. Si bien antes había estado en condiciones similares, con Alex o Fran, ahora eso parecía tan lejano y borroso que no sabía como comportarme. 

 

 

 

Él me ignoró deliberadamente. 

 

 

 

-¿Estás bien?.- Acarició mi brazo de nuevo, y sentí que allá donde el me acariciaba mi piel hormigueaba en una sensación tan placentera como extraña y asustadiza. Me preocupé, al notar como antes negaba su total contacto, y ahora, casi suplicaba por él.- Estás temblando y te mueves con dificultad. 

 

 

 

Era verdad, no lo podía negar. Estaba demasiado adolorido. Los moretones, cortes y golpes estaban tan recientes que cada vez que me movía tenía que poner toda la voluntad posible para no gritar o echarme a llorar. 

 

 

 

-Si... solo es del resfriado.- Contesté, asegurándome de enfatizar lo suficiente en las últimas palabras para que así no tuviese que preguntar después qué me había ocurrido para no haber asistido a clases. 

 

 

 

-¿Resfriado?.- Yo asentí, metiendo la coca-cola de nuevo en el frigorífico, para segundos después, ofrecerle la taza que tenía una tortuga dibujada.- Me gusta esta taza, estos animales me parecen increíbles.- Sonreí, totalmente de acuerdo con él. A mi también.- Son... extraordinariamente extraños. Y eso los hace aún más encantadores. Llevan su casa a cuestas, cargan con tanto peso y aún así no se hunden... Son...- Me vi reflejado a mi mismo en él, con muchos años menos, hablando y hablando de lo fantásticas que eran las tortugas, intentando engatusar a mis padres para que me compraran una... Ahora todo eso parece tan irreal...- Aunque sin duda, el animal cotidiano que más me gusta es el caballo.- Me sorprendió. No tenía cara de que le gustasen los caballos... No sé porqué, pero me pareció eso. 

 

 

 

-¿Los caballos?.- Cuestioné, mostrando interés. Deseaba saber más de él. 

 

 

 

-Sip.- Se sentó en la silla del salón, y yo jadee al percatarme de que la correa de mi padre seguía allí. Ese simple objeto trajo tanto a mí, que prácticamente sentí como una ola me arrasaba.- De pequeño, en casa de mis abuelos, tenía un caballo blanco que se llamaba Vicente, y cada vez que iba allí de vacaciones, me pasaba los días enteros con él.- Intenté mostrarme atento, porque realmente me interesaba, pero no era capaz. Me sentía abrumado. 

 

 

 

-¿Quieres que vayamos al jardín de atrás?.- Pedí, al ver que eran las seis de la tarde y que pronto anochecería, por lo que podíamos estar tranquilos. Él se sorprendió, seguramente no esperaba el cambio tan repentino. 

 

 

 

-Claro, vamos...- Y me sentí tan en calma cuando lo saqué de mi casa que no podría ser explicado con palabras. 

 

 

 

Ahora si me sentía cómodo y libre para estar con él, para hablar con él, para agradecerle que se hubiese tomado tantas molestias por mi culpa, confesarle que gracias a él últimamente me estaba sintiendo mucho mejor, hablarle del miedo que tenía, preguntarle y alejar la duda de qué era yo para él, si una simple curiosidad o de verdad le importaba. No dije nada, sin embargo, solo me senté a su lado, y lo escuché hablar. Lo miré atentamente, y un calor emanó de mi, llenándome, haciéndome sonreír como siempre que estaba a su lado. Hablaba de como se había caído al río cuando su abuelo lo llevó a pescar y que gracias a eso había conseguido pescar un pez con las manos, entre risas me confesó que su color favorito era el morado gracias a su madre, de como su abuela hacía las mejores tartas de queso del mundo, de sus antiguos amigos, de que su juego favorito y al que le había puesto más horas era al Pokemon... hablemos sobre infinitas cosas, y yo no pude estar más contento. Pero algo llamó mi atención. 

 

 

 

-¿Era?.- Pregunté, al notar cómo se refirió a su padre. 

 

 

 

-Si...- Desvió la mirada.- Él murió en un accidente de coche...

 

 

 

Y todo se quedó en silencio, no sabía qué decir. Me tumbé y solo cuando miré al cielo y lo vi oscuro, tan solo alumbrado por la luz de la luna y millones de estrellas, me di cuenta de que habíamos estado tan perdidos en nuestro propio mundo de una charla eterna que no habíamos notado que había anochecido. Él me acompañó al segundo. 

 

 

 

-Lo siento...- Seguía sin saber qué decir. En contra de todo lo que suponí, él seguía con su sonrisa, pero ahora parecía un poco más lejana y fría.

 

 

 

-No importa... él solo... ¿bebía mucho, sabes?.- Un escalofrío recorrió todo mi ser, asintiéndome interiormente. Gracias a la bebida empezaron los maltratos de mi padre. Por culpa de aquella maldita y mortal sustancia, mi vida se había hecho mierda.- Era de noche, y yo estaba en salón, viendo una película con mi madre. Siempre me quedaba con ella hasta que mi padre llegaba de trabajar para no dejarla sola, pero esa noche era más tarde de lo normal, aunque no le dimos importancia...- Estaba perdido, como si estuviese hablando consigo mismo.- Pero... llamaron al teléfono y... ¿Sabes qué es lo peor?. Aún recuerdo tal y como me sentí. Mis pulmones colapsaron, negándose a respirar, sentí como mi corazón caía hasta colisionar contra el suelo y desquebrajarse en miles de pedazos imposibles de unir, se me aceleró la respiración y todo se volvió negro. Pero eso no fue malo. No. Lo que era verdaderamente horrible es que yo... no podía aceptarlo. Mi cabeza gritaba que todo aquello era mentira, que él volvería dentro de unas horas...- Tomo aire. Ahora, fui yo quién reunió todo el valor que había en mi y agarre su mano, apretándola fuertemente, dándole fuerzas. Sabía esa sensación. La había vivido tantas veces... Ese nudo en la garganta que te impide respirar, que no deja sacar todo lo que tienes dentro, que te hace tener ganas de llorar pero que tampoco deja ir a las lágrimas... ese nudo que te ahoga y oprime hasta devastar todo tu ser. Se volteó, un poco sorprendido, parecía que se había olvidado de mi presencia, pues estaba perdido en sus propias palabras.- Pero... todo se acabó. Colisionó contra un camión, y se fue al instante. Estaba borracho. Muy borracho.

 

 

 

Mostré una mueca, y solté su mano para acariciar su brazo suavemente, queriendo decir a través de eso que lo sentía, lo sentía de verdad. Dibujé figuras inexistentes en él. Cuando vi que quería seguir continuando hablando, volví a agarrar su mano, deseándolo sostenerlo por si caía. Y me di cuenta, justo en ese instante, lo que significaba desear proteger a alguien.

 

 

 

-¿Nunca te ha pasado que cuando todo se derrumba de un momento a otro, tu mente no lo asume, y tardas un tiempo en aceptarlo?. ¿Qué lo único que se te ocurre es desaparecer y correr lejos?. Justo eso me pasó a mi. Hasta que no estuve frente a su ataúd, viendo su cuerpo inmóvil, no quise ver la realidad. Ya no lo vería más. Él ya no volvería jamás. Y entonces miré a mi alrededor, a pesar de que había más gente de la que podía contar, tuve la sensación de no tener a nadie conmigo, de estar completamente solo.- Terminó, para después volver a acostarse a mi lado. Yo hice una mueca, al notar un pinchazo bastante doloroso en mi hombro derecho.

 

 

 

El silencio volvió, pero era ese tipo de silencios de cuando ya lo has dicho todo y no hacen falta palabras. Era sobrecogedor y agradable. Nuestras manos estaban unidas, nuestros dedos entrelazados. 

 

 

 

-Yo...- Quise confesar, en un ataque de sinceridad. Pero el miedo podía conmigo. Samuel pareció darse cuenta de ello, pues dejo de mirarme y alzó la mano que no estaba unida a la mía. 

 

 

 

-¿Quieres que juguemos al 'Juego de las Estrellas'?.- Yo lo miré, totalmente extrañado. 

 

 

 

-¿Qué es eso, chaval?.- Solté una risa, por el absurdo nombre. 

 

 

 

-Es unir estrellas para formar la figura que te diga el otro.- Lo miré atentamente, fijándome mayormente en su sonrisa, que volvía a ser cálida.- Por ejemplo, un triángulo.- Separó nuestras manos, y yo me volví a sentir incompleto. Cogió dulcemente mi muñeca y lentamente apuntó al cielo, uniendo tres estrellas hasta formar un triángulo, como si el cielo fuera su lienzo y mi sencilla mano un pincel. No se si estaba más perdido en la sensación de su piel contra la mía, su hombro junto el mío, su pierna rozándo la mía, nuestras manos unidas, alzadas al cielo, o las millones de sensaciones que estaban brillando dentro de mi. 

 

 

 

-Venga, di una figura.- Pidió, aún sin soltar mi mano. El ambiente había cambiado totalmente. Me miraba atentamente, como si fuese la única persona en el mundo, sus ojos brillaban aún en la oscuridad, la poca luz que había hacía que su cabello pareciera mucho más oscuro de lo que en verdad era. Abrí los labios, deseando decir algo, pero nada salió de mi. Volví a intentarlo.- Un corazón.- No pude retenerme, solo... lo dejé ir. 

 

 

 

"Quizá, dejarse llevar por este hechizo no esta mal... Quizá, al fin y al cabo, puedo estar bien si me quedo a su lado... Quizá..."

 

 

 

Me hizo cambiar de posición, siendo yo ahora el que sostuviese su mano en alto, y él buscó por unos segundos para después moverla lentamente, uniendo puntos al azar, formando finalmente un corazón. Reí ante ello. Estaba feliz, encantado, riendo a cada instante... estaba... totalmente asustado. 

 

 

 

Y de la nada, preguntó algo que nunca pude imaginarme. Algo que movió mi mundo

 

 

 

-'¿Quién te ha dañado tanto, para pensar que yo también te lo haré?.- La pregunta me desconcertó por completo. No contesté, no pude hacerlo. 

 

 

 

Pero me di cuenta de a qué se refería. Había visto el moratón que tan claro se mostraba en mi cintura, cuando la sudadera se me subió un poco. Reprimí un grito. No dijo nada más, contra todo lo esperado, simplemente se quedó en silencio. 

 

 

 

-Me toca.- Asentí y esperé a que hiciera su petición. De pasar a no pensar nada, miles de cosas acudieron a mi cabeza, ahogándome en un mar de dudas y preguntas, pero seguía nadando sin dejarme hundir, no cuando tenía a Samuel sosteniendo mi mano. ¿Significaba que a pesar de lo que había visto, seguía a mi lado?. ¿Si no había hablado de ello, quería decir que ya había visto mis marcas antes?. ¿También los cortes?. Intenté alejarme de todo ello, pero no podía. Tenía que seguir a flote, concentrándome en la sensación de nuestras manos unidas como si fueran una sola.- Una... estrella.- Lo miré un poco extrañado.- Una estrella que alumbre la oscuridad.- Me tensé tan solo unos segundos, pero cuando sus ojos hicieron contacto con los míos, me perdí en ellos. 

 

 

 

-Una estrella...- Susurré, sin ser consciente de qué estaba haciendo, tan solo perdido en mis deseos. 

 

 

 

-Una estrella...- Se acercó lentamente, hasta quedar frente a mi. No sabía que hacer, quería correr de allí, lejos, tan lejos como mi fuerza de voluntad me permitiese, pero la otra quería quedarse con él, poder ser libre, no tener miedo... Quererlo sin más.- Willy.- Susurró, y mostré una débil sonrisa. Allí estaba de nuevo, aquel apodo que él me había dado, lo sentía tan especial... me llamaba de una forma especial. Yo era especial... 

 

 

 

...

 

 

 

...

 

 

 

No, yo no era especial. Yo no era nada. Yo... no era... ¿nada?.

 

 

 

-Déjame ser tu luz, Guillermo...- Y sin más, unió nuestros labios. Fue el tipo de beso del que no puedes hablar a nadie, porque se siente mágico. Claro que no es perfecto, porque yo solo he besado a un chico una vez, pero este corrió de mi, gritando cosas horribles. Pero ahí es donde está toda su magia, en que no es perfecto, pero yo si lo sentía como tal. Fue el tipo de beso que me hizo saber que nunca me había sentido tan completo en mi vida. Me hizo tocar ligeramente el cielo y brillar con luz propia. Me hizo... me hizo sentirme real por unos minutos. Alejó todos mis pensamientos, aunque estaba completamente seguro de que estos me atormentarían, culpándome y desgarrándome, cuando él se fuera. Pero pr ahora... solo quería sentir. 

 

 

 

Estaba sintiendo mariposas en el estómago. Sentía mariposas en la cabeza, y no puedo pensar nada. No, no son mariposas. Son miles de millones de pequeñas sensaciones gratificantes, como si estuviesen estallando fuegos artificiales dentro de mi.

 

 

 

Y en esa noche, donde el cielo estaba lleno de estrellas, me di cuenta de que Samuel había parado mi mundo con ese beso, y que mientras él estuviese conmigo, no volvería a girar. 

 

 

 

Mis miedos seguían allí, en lo más profundo de mi corazón. 

 

 

 

Mis cortes, moretones, heridas, marcaban mi cuerpo. 

 

 

 

Mi odio se reflejaba cada vez que me veía, cada vez que escuchaba mis propias palabras, cada vez que pensaba. 

 

 

 

Las ganas de llorar, de correr lejos, de quitarme la vida, no se habían marchado, porque mi presencia era una molestia. 

 

 

 

Todo seguía igual que esta tarde. 

 

 

 

Pero... 

 

 

 

-Yo quiero estar para ti, Guillermo. No sé quién eres, no sé que tienes, pero quiero estar a tu lado.- Aparté la vista. Puede que por vergüenza, por inseguridad, por... no lo sé, simplemente, no podía mantener su mirada fija en la mía.- Quiero tu confianza. Quiero ser quien limpie tus lágrimas. Quiero protegerte. Quiero estar allí, a tu lado, abrazándote. Quiero ser el primero que presencie tus méritos. Quiero levantarte cuando caigas. Quiero devolverte al camino cuando te pierdas. Quiero poder besarte, porque probar tus labios ha sido mejor de lo que jamás he podido imaginar. Quiero... Te quiero a ti.- No puedo controlar mis pensamientos. Me sentía colisionando. Había tenido tantos alti bajos en esta tarde que no podía pensar en nada más, me sentía en una montaña rusa. Pasando del estupor de la felicidad hasta cayendo en un profundo pozo.

 

 

 

"No puedo. Esto... no puede ser real. Porque... yo no soy nada."- Quise decirme a mi mismo que Samuel solo estaba jugando conmigo, pero no podía. Sabía que eso era mentira, que él estaba siendo sincero... pero simplemente yo no podía dejarme querer. No me lo podía permitir porque destruiría su vida.- "Porque en algún momento, él verá como en realidad soy, entonces se irá y me olvidará, quedaré como algo tonto y fugaz... mientras yo seguiré allí, recordándolo por siempre".

 

 

 

-¡No puedes!.- Fue lo único que pude gritar. Porque, ¿cómo podía dejarme amar, cuando ni yo mismo podía hacerlo?.- ¡Nadie puede quererme!. 

Notas finales:

¿Qué les parece? 😱d84;


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).