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Unmei ni ai. por MemeDrogasLocas

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Notas del fanfic:

Este fanfic nació hace tiempo, no mucho, lleva pocos capitulos, pero bueno, quice compartirlo aqui también, espero lo apoyen y lo disfruten 

Esta es una historia de hace mucho tiempo, hace tanto que es difícil comprender cuando pasó en realidad. Esta historia cuenta la desdicha de un amor y la envidia que trajo consigo, también habla sobre castigos y eternidad. Pero, por en sima de todo, habla de amor…


En el reino de los espíritus, los dioses convivían en armonía, la mayoría amaba a la tierra, y a los humanos que la habitaban pese a todas las guerras y problemas, pues su pobre y desdichada creación era tan hermosa como penosa, que resultaba difícil no amarla. En la tierra de ese entonces, la tecnología no existía como tal, no había autos o bombas, no había armas de fuego, y tampoco contaminación, era una curiosa época, aunque trágica, los humanos peleaban por tierras, derramaban sangre y desenvainaban la espada los unos con los otros. A los dioses de la guerra no les molestaba observar, de hecho muchas veces apoyaban los conflictos dándoles fuerza al lado que les rezara con mayor devoción, de cierta forma era ‘entretenimiento para dioses’.


Por otra parte, los dioses que procuraban la vida y la paz no eran felices con estos actos y usualmente reñían con sus violentos iguales. No estaba bien alimentar al humano a matar, no estaba bien acortar la vida de aquello que es precioso, el pecado de matarse los unos a los otros hacía llorar a los cielos, era tan cruel como cortar una flor, era irrumpir el curso de la natural. Crecer y vivir, aquello era lo correcto, era lo que el universo había destinado a las criaturas mortales, era algo por lo que se debía pasar para aprender. Los dioses sabían la verdad de la vida, entendían que se vivía como mortal para aprender, para crecer espiritualmente, ¿Qué eran cuarenta años? ¿Qué eran cien años? ¿Qué era ese tiempo limitado comparado con la eternidad del precioso existir? El paraíso existía, era algo más grande que todo lo imaginable, complicado de explicar. Volver al todo del que uno vino, ese era el ciclo de la vida. Por ello los dioses lloraban flores al ver tanta crueldad.


Nuestra historia comienza, cuando el dios del mar, Noiz, fue atrapado por aquello a lo que se llama “amor”.


Noiz era un dios particularmente frio, pero era muy protector con la frágil creación mortal. No tenía interés en los ridículos asuntos que los humanos trataban, no le importaba si lloraban o si se enamoraban, no le interesaba si se enojaban o celaban, aquellos sentimientos tan vánales y sin importancia no afectaban a las galaxias ni destruían el cosmos, no secaban los mares y tampoco quemaban los bosques, esos sentimientos eran algo inútil y sobrante, o por lo menos eso pensaba el peculiar dios del mar. Aunque, Noiz solía sentir cólera y provocaba grande colisiones en el mar, hacía que los océanos gritaran y movía todo el curso del mundo. A veces el mundo necesitaba renacer, ser purificado, y él lo hacía por medio de tormentas. ¿No se siente una singular pureza cuando se va a las blancas playas luego de una tormenta? Ese aire fresco es vida nueva. El mar es vida en movimiento.


Noiz tenía un amigo, su nombre era Koujaku, y a pesar de que reñía con él constantemente, la verdad era que se agradaban, se entendían y coexistían como lo hacen los cielos y el mar. Koujaku era un dios de la guerra, su elemento era el viento, aunque parezca poca cosa, los huracanes que creaban no eran cada pequeño. En fin, Noiz solía hablar con Koujaku, ambos hablaban sobre cosas triviales, sobre conocimientos y el futuro, leían los planos de las estrellas y veían el futuro en ellos, se sentaban durante largas horas a ver las explosiones de galaxias, veían nacer nuevas estrellas y soles morir, era agradable pasar la eternidad juntos. A veces Koujaku bailaba con él, y cuando ellos danzaban, era tal su dicha, que los vientos se combinaban con las brisas marinas y creaban una danza pura y delicada como el equilibrio del mundo mismo, aquello era también vida, vida nueva que surgía de la dicha de esos dioses. Cuando ambos danzaban sus cuerpos se fundían en uno, creaban huracanes, maremotos, tsunamis, ventiscas y tormentas. Noiz se sentía atraído a Koujaku y Koujaku sentía que no podría vivir sin Noiz.


Ningún dios reprendió aquella relación, era natural que ambos se atrajesen.


Un día, Noiz bajó a la tierra tomando una forma humana. Deseaba subirse en aquello que los humanos llamaban barco, los había visto durante mucho tiempo pero nunca había estado en uno. Y aunque Noiz podía sentir el poder de todos los mares y océanos… quería sentir por sí mismo lo que era ser envuelto por su propia corriente, por su propio ciclo de la vida, quería saborear su maravillosa obra. Aunque, se buscó problemas, pues al subir al barco intentaron bajarlo, obviamente no dejarían que subiera un polisón que tan osadamente había irrumpido, Noiz no iba a castigarlos, sabía que no lo hacían de mala fe, no entendían ante quien estaban.


—¡Esperen! —se oyó al otro lado—. ¿Qué forma de tratar a las personas es esa?


Se escucharon dulces pisados, ligeros pero firmes, y entonces, ante Noiz apareció una criatura diferente a las demás.


—Lo siento —prosiguió él—, ¿Te han hecho daño?


Noiz negó, no sabía con exactitud qué decir, por primera vez sintió que existía en el mundo algo mucho más fuerte que toda la fuerza del mar, y provenía de él, provenía de ese joven, de ese chico tan normal, tan mortal, pero cuya sonrisa sin duda dejaría opacado al sol, si este le viese con cuidado seguro se apagaría por los celos. Era hermoso.


—Bien, me alegre, no temas ¿quieres acompañarnos? Será un viaje corto hasta el siguiente puerto, no ha de durar más de un día —prosiguió, sin quitar esa amable sonrisa, extendiendo su mano hacia Noiz, invitándole a subir.


Noiz asintió aun sin decir nada, extendió su mano en un movimiento delicado como la brisa marina en un suave día de verano. Y cuando él tocó su mano, sintió que en él un maremoto gritaba y se sacudía. ¿Qué era esta felicidad? ¿Había explicación para la euforia palpitante en su temporal piel humana? ¿Por qué se sentía así? Ese sentimiento, esa emoción, ese… ese… ¿Qué era? No lo sabía con certeza, y eso era algo desconcertante ¿Cómo es que un dios no sabía la respuesta? Era irónico, pero algo podía asegurar: aquello era más intenso que la tormenta más salvaje.


El dios del mar miró al humano, sus helados ojos miraban con curiosidad al mortal, miraba su corazón, era precioso, era más hermoso que la perla más blanca y antigua del mar, y era mucho más vital que el océano, era más colorido que la flor más exótica, era precioso, era increíble ¿Cómo es que un humano poseía semejante tesoro? Y además ¿Dónde estaba la ira, miedo o rencor? ¿Dónde estaba la duda, cizaña y desconfianza? ¿No era todos los humanos así, con aquello que desconocían? ¿Qué no eran criaturas de conflicto? ¿Por qué  era tan amable con un desconocido? Noiz quedó azorado, sintió un latir palpitante, algo dentro de él estaba creciendo más bello que una estrella y más poderoso que toda galaxia a punto de eclosionar.


Abordó el barco y caminó calmado, siguió silencioso al hombre que le había invitado a subir. El chico guardó silencio al igual que Noiz. Mientras tanto el dios del mar admiró más la belleza externa de él. Era alto, de cabello blanco puro, pero era joven, quizá no más de veinte años humanos, era un espíritu libre y joven, eso cantaban sus delicadas facciones; su piel blanca parecía tallada en marfil y sus ojos eran de un cierto color rosa-lila muy hermoso, similar al color de los atardeceres de invierno cuyos matices claros y suaves reflejan paz.


La brisa del mar acarició suavemente su rostro humano, era agradable, ahora entendía porque a los humanos les gustaba algo tan débil y simple, entendía que era refrescante y te permitía sentir a flor de piel un poco de la frescura del mar, tan dulce y renovante, como si limpiara todos los pesares, era agradable.


—No pareces de mucha habla —comentó el chico, luego de un rato—, pero pareces ser alguien que ama mucho el océano, eso es bueno, muy bueno… ¿sabes? Siempre he creído que una de las mejores obras de la vida es el mar, ¿No es precioso?


Noiz continuó con su silencio, las palabras sobraban, no era necesario producir sonido. El gran dios del mar guardaba silencio ante un simple humano que con tanta dulzura se expresaba, podría verlo en esos hermosos ojos, él amaba el mar, era obvio.


—Mi nombre es Clear —dijo él, luego de un rato—. Quizá no desees decirme pero ¿Cuál es tu nombre?


—Wilhelm —se limitó a decir, ese sería su nombre humano.


Clear sonrió como si ese nombre le hubiese agradado. Noiz jamás hubiese podido imaginar lo que ese encuentro crearía, ni las mismas estrellas hubiesen podido predecir el destino de esos dos seres que ahora chocaban en el universo.


Aquel día Noiz pasó todo el tiempo mirando el horizonte, le gustaba, era bueno ver las cosas desde la perspectiva humana, le ayudó a entender muchas cosas y se prometió a sí mismo, que mientras los humanos aun tuvieran amor hacia el mar, él les protegería de toda tormenta.


—¿Te veré mañana? —preguntó Clear.


Noiz asintió y se fue. En los bosques desapareció y volvió a ser un dios. Allá donde los demás dioses habitaban, no había ocurrido nada en especial aunque de nuevo se encontró con los dioses peleando. Esta pelea era entre Mink, dios de los bosques y Koujaku su amigo dios de la guerra y el viento. Por lo visto nuevamente había surgido un conflicto.


—¿Cómo has podido hacerlo? ¿Cómo te has atrevido a rasgar la tela de la paz?


—Ellos me han rezado para ayudarles ¿de qué me culpas tú? —respondió Koujaku con escepticismo a lo que el dios del bosque profesaba con tanta ira.


—¡Te culpo por extender el fuego! No me importa si les ayudas a matarse entre ellos, pero tú mismo has propagado el fuego, lo has alimentado hasta consumir toda una aldea entera ¿Cómo has osado? ¿No ves todo lo que has hecho?


Mink adoraba mucho su creación, adoraba los bosques y a las personas que vivían en ellos, pues pese a que humanos codiciosos talaran, los humanos que vivían en los grandes bosques eran buenas personas, tenían respeto a la naturaleza y cuidaban de ella, coexistían en paz pues se consideraban igual de importantes que las mismas criaturas del bosque, no se sentían superiores y procuraban respetarlas. Si talaban un árbol para crear una vivienda, plantaban otros cinco para que crecieran pronto, Mink siempre les regalaba nuevos frutos para que no pasaran hambre al abstenerse de la casa.


Un bosque que amaba en particular fue quemado, y con ello también todos esos hombres nobles murieron, y todo por la diversión de Koujaku, aquel había sido un castigo que los humanos no merecían, era una total agresión ante el ciclo de la vida y no había buen motivo tras ella, por eso Mink estaba tan molesto.


—¡Noiz! —Dijo Koujaku al notar su presencia—. ¿Dónde te habías metido?


—No importa, ¿Qué sucede aquí? Están perturbando el sueño de los astros.


Mink explicó la situación y Noiz se quedó pensando.


—¿Verdad que no es gran cosa? —preguntó mientras miraba a Noiz, usualmente el frio dios del mar le apoyaba y le restaba importancia a los humanos. Pero esta vez sería diferente pues Noiz había aprendido algo nuevo, había aprendido sobre la bondad del humano.


—Debes enmendar el error, no debes faltar el respeto a la vida misma, no solo por los humanos, el bosque es parte del todo y hemos de respetar la obra en conjunto, que no se vuelva a repetir —dijo Noiz.


Mink se sorprendió por esto.


—Y ahora —prosiguió Noiz—, ayudaremos a restaurar lo perdido. Mink tú has crecer el bosque de nuevo, yo te ayudaré a purificar la tierra con la lluvia. Más te vale Koujaku que remuevas las cenizas, tiene que estar listo para mañana.


Koujaku se quedó mudo ¿Quién era ese? ¿Quién era ese dios? Esa no era la deidad que conocía, algo estaba mal, algo era diferente y había cambiado en el dios del mar. ¿Acaso aquello que percibía en él, era ternura? ¡Imposible! Noiz no sentía ternura, él era ira y ferocidad, las tormentas que habían creado juntos eran la prueba de ello. ¿Qué estaba pasando?

Notas finales:

No olviden dejar sus comentarios, y gracias a quienes le dieron una oportunidad <3


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