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50 sombras de Namikaze por shacloud

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Notas del fanfic:

espero que les guste :c 

Notas del capitulo:

Aqui les traigo un nuevo fanfic, daria que es de mi es esfuerzo pero eso seria engañarlos -n-

Basada en el libro "50 sombras de Grey"

 

espero que les guste

 

Es una entrevista, es una entrevista, me repetía frente al espejo mientras me acomodaba el flequillo que caía sobre mi frente, no hay manera, mi cabello es un caso perdido. Te odio Sasori. Tendría que estar estudiando para los exámenes finales pero en vez de eso voy a una estúpida entrevista. Me desespero y pongo los ojos en blanco, después observo al chico pálido, de pelo azabache y ojos negros exageradamente grandes que me mira, y me rindo.

Sasori es mi compañero de piso, y ha tenido resfriarse precisamente hoy. Por eso no puede ir a la entrevista que había concertado para la revista de la facultad con un mega empresario del que yo nunca había oído hablar. Así que va a tocarme a mí. Tengo que estudiar para los exámenes finales, tengo que terminar un trabajo y se suponía que a eso iba a dedicarme esta tarde, pero no. Lo que voy a hacer esta tarde es conducir más de doscientos kilómetros hasta el centro de Seattle para reunirme con el enigmático presidente de Namikaze Enterprises Holdings, Inc.

Sao está acurrucado en el sofá del salón. —Sasuke, lo siento. Tardé nueve meses en conseguir esta entrevista. Si pido que me cambien el día, tendré que esperar otros seis meses, y para entonces los dos estaremos graduados. Soy el responsable de la revista, así que no puedo echarlo todo a perder. Por favor… —me suplica Sao con voz ronca por el resfriado.

—Claro que iré, Sasori. Vuelve a la cama. ¿Quieres una aspirina o un paracetamol?

—Un paracetamol, por favor. Aquí tienes las preguntas y la grabadora. Solo tienes que apretar aquí. Y toma notas. Luego ya lo transcribiré todo.

—No sé nada de él —murmuro intentando en vano reprimir el pánico, que es cada vez mayor.

 —Te harás una idea por las preguntas. Sal ya. El viaje es largo. No quiero que llegues tarde.

—Vale, me voy. Vuelve a la cama. Te he preparado una sopa para que te la calientes después. Lo miro con cariño. Solo haría algo así por ti, Sao.

 —Sí, lo haré. Suerte. Y gracias, Sasuke. Me has salvado la vida, para variar.

Cojo el maletín, le lanzo una sonrisa y me dirijo al coche. No puedo creerme que me haya dejado convencer, pero Sao es capaz de convencer a cualquiera de lo que sea. Será un excelente periodista. Sabe expresarse y discutir, es fuerte, convincente y simpático. Y es mi mejor amigo.

Me dirijo a la sede principal de la multinacional del señor Namikaze, un enorme edificio de veinte plantas, una fantasía arquitectónica, todo él de vidrio y acero, y con las palabras NAMIKAZE HOUSE en un discreto tono metálico en las puertas acristaladas de la entrada. Son las dos menos cuarto cuando llego. Entro en el inmenso —y francamente intimidante— vestíbulo de vidrio, acero y piedra blanca, muy aliviada por no haber llegado tarde. Desde el otro lado de un sólido mostrador de piedra me sonríe amablemente un joven rubio, atractivo y muy arreglado. Lleva un traje de color blanco, camisa negra y corbata roja. Está impecable.

 —Vengo a ver al señor Namikaze. Sasuke Uchija, de parte de Sasori Puppet.

—Discúlpeme un momento, joven Uchija—me dice alzando las cejas. Espero tímidamente frente a él. Empiezo a pensar que debería haberme puesto una americana de vestir de Sasori en lugar de mi chaqueta azul marino. He hecho un esfuerzo y me he puesto él único pantalón de vestir negro que tengo, mis cómodas botas marrones y un jersey azul. Para mí ya es ir elegante. Me paso por detrás de la oreja un mechón de pelo que se me ha caído en la frente fingiendo no sentirme intimidado.

—Sí, tiene cita con el señor Namikaze. Firme aquí, por favor, joven Uchiha. El último ascensor de la derecha, planta 20.

Me sonríe amablemente, sin duda divertido, mientras firmo.

 Me tiende un pase de seguridad que tiene impresa la palabra VISITANTE. No puedo evitar sonreír. Es obvio que solo estoy de visita. Desentono completamente. No pasa nada, suspiro para mis adentros. Le doy las gracias y me dirijo hacia los ascensores, más allá de los dos vigilantes, ambos mucho más elegantes que yo con su traje negro de corte perfecto. El ascensor me traslada a la planta 20 a una velocidad de vértigo. Las puertas se abren y salgo a otro gran vestíbulo. Me acerco a otro mostrador de piedra y me saluda otro chico rubio vestido impecablemente de blanco y negro.

—Joven Uchiha, ¿puede esperar aquí, por favor? —me pregunta señalándome una zona de asientos de piel de color blanco.

Me siento, saco las preguntas del maletín y les echo un vistazo maldiciendo por dentro a Sasori por no haberme pasado una breve biografía. No sé nada del hombre al que voy a entrevistar. La inseguridad me mortifica y, como estoy nervioso, no paro de moverme. Suspiro. Contrólate, Uchiha. A juzgar por el edificio, demasiado aséptico y moderno, supongo que Namikaze tendrá unos cuarenta años. Un tipo delgado pero en forma, pálido pero no tanto y con un corte ingles—o eso es lo que quiero pensar—tal vez sea moreno y de baja estatura.

De una gran puerta a la derecha sale otro rubio elegante, impecablemente vestido. ¿De dónde sale tantos rubios inmaculados? Parece que los fabrican en serie. Respiro hondo y me levanto.

—    ¿Joven Uchiha? —me pregunta el último rubio.

—Sí —le contesto con voz ronca y carraspeo—. Sí —repito, esta vez en un tono algo más seguro.

—El señor Namikaze lo recibirá enseguida. ¿Quiere dejarme la chaqueta?

—Sí, gracias —le contesto intentando con torpeza quitarme la chaqueta.

—    ¿Le han ofrecido algo de beber?

—Pues… no. Vaya, ¿estaré metiendo en problemas al rubio número uno? El  rubio número dos frunce el ceño y lanza una mirada al chico del mostrador.

—    ¿Quiere un té, café, agua? —me pregunta volviéndose de nuevo hacia mí.

 —Un vaso de agua, gracias —le contesto en un murmullo.

—Luth, tráele al joven Uchiha un vaso de agua, por favor —dice en tono serio.

Luth sale corriendo de inmediato y desaparece detrás de una puerta al otro lado del vestíbulo.

—Le ruego que me disculpe, joven Uchiha. Luth es nuestro nuevo empleado en prácticas. Por favor, siéntese. El señor Namikaze lo atenderá en cinco minutos.

Luth vuelve con un vaso de agua muy fría.

—Aquí tiene, joven Uchiha.

—Gracias.

El rubio número dos se dirige al enorme mostrador. Se sienta y ambos siguen trabajando. Quizá el señor Namikaze insista en que todos sus empleados sean rubios. Estoy distraído, preguntándome si eso es legal, cuando la puerta del despacho se abre y sale un hombre bronceado, alto y atractivo, con el pelo desordenado y vestido con elegancia. Está claro que no podría haber elegido peor mi ropa.

Se vuelve hacia la puerta.

—Namikaze, ¿jugamos al golf esta semana? No oigo la respuesta. El hombre bronceado me ve y sonríe. Se le arrugan las comisuras de los ojos. Luth se ha levantado de un salto para ir a llamar al ascensor. Parece que está más nervioso que yo.

—Buenas tardes, jóvenes —dice el hombre broceado metiéndose en el ascensor.

—El señor Namikaze lo recibirá ahora, joven Uchiha. Puede pasar —me dice el rubio número dos.

Me levanto tambaleándome un poco e intentando contener los nervios. Cojo mi maletín, dejo el vaso de agua y me dirijo a la puerta entornada.

—No es necesario que llame. Entre directamente —me dice sonriéndome. Empujo la puerta, tropiezo con mi propio pie y caigo de bruces en el despacho. Mierda, mierda. Qué vergüenza… Estoy de rodillas y con las manos apoyadas en el suelo en la entrada del despacho del señor Namikaze, y unas manos amables me rodean para ayudarme a levantarme. Estoy muerto de vergüenza, ¡qué torpe! Tengo que armarme de valor para alzar la vista. Madre mía, qué joven es.

—Joven Puppet—me dice tendiéndome una mano de largos dedos en cuanto me he incorporado—. Soy Naruto Namikaze. ¿Está bien? ¿Quiere sentarse?

Muy joven. Y atractivo, muy atractivo. Alto, con un elegantísimo traje gris, camisa blanca y corbata negra, con un pelo rebelde rubio y brillantes ojos azules como el mar que me observan atentamente. Necesito un momento para poder articular palabra.

—Bueno, la verdad…

Le doy la mano, aturdido, y nos saludamos. Cuando nuestros dedos se tocan, siento un extraño y excitante escalofrío por todo el cuerpo. Debe de ser electricidad estática. Parpadeo rápidamente, al ritmo de los latidos de mi corazón.

—El joven Puppet está indispuesto, así que me ha mandado a mí. Espero que no le importe, señor Namikaze.

—    ¿Y usted es…? Su voz es cálida y parece divertido, pero su expresión impasible no me permite asegurarlo. Parece ligeramente interesado, pero sobre todo muy educado.

—Sasuke Uchiha. Estudio literatura  con Sao… digo… Sasori… bueno… el joven Puppet, en la Estatal de Washington.

—Ya veo —se limita a responderme.

Creo ver el esbozo de una sonrisa en su expresión, pero no estoy seguro.

— ¿Quiere sentarse? —me pregunta señalándome un sofá blanco de piel en forma de L.

Preparo la grabadora con tanta torpeza que se me cae dos veces en la mesita. El señor Namikaze no abre la boca. Aguarda pacientemente —eso espero—, y yo me siento cada vez más avergonzado y me pongo más rojo. Cuando reúno el valor para mirarlo, está observándome, con una mano encima de la pierna y la otra alrededor de la barbilla.

—Pe… Perdón —balbuceo—. No suelo utilizarla.

 —Tómese todo el tiempo que necesite, joven Uchiha—me contesta.

— ¿Le importa que grabe sus respuestas?

— ¿Me lo pregunta ahora, después de lo que le ha costado preparar la grabadora?

Me ruborizo. ¿Está bromeando? Eso espero. Parpadeo, no sé qué decir, y creo que se apiada de mí, porque acepta.

—No, no me importa.

—    ¿Le explicó Sao… digo… el joven Sasori para dónde era la entrevista?

—Sí. Para el último número de este curso de la revista de la facultad, porque yo entregaré los títulos en la ceremonia de graduación de este año.

—Bien —digo tragando saliva—. Tengo algunas preguntas, señor Namikaze.

Me coloco un mechón de pelo detrás de la oreja.

—Sí, creo que debería preguntarme algo —me contesta inexpresivo. Está burlándose de mí. Al darme cuenta de ello, me arden las mejillas.

Me incorporo un poco y estiro la espalda para parecer más alto e intimidante. Pulso el botón de la grabadora intentando parecer profesional.

 —Es usted muy joven para haber amasado este imperio. ¿A qué se debe su éxito? Le miro y él esboza una sonrisa burlona, pero parece ligeramente decepcionado.

—Los negocios tienen que ver con las personas, joven Uchiha, y yo soy muy bueno analizándolas. Sé cómo funcionan, lo que les hace ser mejores, lo que no, lo que las inspira y cómo incentivarlas. Cuento con un equipo excepcional, y les pago bien. —Se calla un instante y me clava su mirada azul—. Creo que para tener éxito en cualquier ámbito hay que dominarlo, conocerlo por dentro y por fuera, conocer cada uno de sus detalles. Trabajo duro, muy duro, para conseguirlo. Tomo decisiones basándome en la lógica y en los hechos. Tengo un instinto innato para reconocer y desarrollar una buena idea, y seleccionar a las personas adecuadas. La base es siempre contar con las personas adecuadas.

 —Quizá solo ha tenido suerte. Este comentario no está en la lista de Sao, pero es que es tan arrogante… Por un momento la sorpresa asoma a sus ojos.

—No creo en la suerte ni en la casualidad, joven Uchiha. Cuanto más trabajo, más suerte tengo. Realmente se trata de tener en tu equipo a las personas adecuadas y saber dirigir sus esfuerzos. Creo que fue Harvey Firestone quien dijo que la labor más importante de los directivos es que las personas crezcan y se desarrollen.

—Parece usted un maniático del control. Las palabras han salido de mi boca antes de que pudiera detenerlas.

—Bueno, lo controlo todo, joven Uchiha —me contesta sin el menor rastro de sentido del humor en su sonrisa. Lo miro y me sostiene la mirada, impasible. Se me dispara el corazón y vuelvo a ruborizarme.

 —Además, decirte a ti mismo, en tu fuero más íntimo, que has nacido para ejercer el control te concede un inmenso poder —sigue diciéndome en voz baja.

—    ¿Le parece a usted que su poder es inmenso?

Maniático del control, añado para mis adentros.

—Tengo más de cuarenta mil empleados, joven Uchiha. Eso me otorga cierto sentido de la responsabilidad… poder, si lo prefiere. Si decidiera que ya no me interesa el negocio de las telecomunicaciones y lo vendiera todo, veinte mil personas pasarían apuros para pagar la hipoteca en poco más de un mes. Su falta de humildad me deja estupefacto.

—    ¿No tiene que responder ante una junta directiva? —le pregunto asqueado.

—Soy el dueño de mi empresa. No tengo que responder ante ninguna junta.

Me mira alzando una ceja y me ruborizo. Claro, lo habría sabido si me hubiera informado un poco. Pero, maldita sea, qué arrogante… Cambio de táctica.

—    ¿Dirían sus amigos que es fácil conocerlo?

Y nada más preguntárselo lamento haberlo hecho. No está en la lista de Sao.

—Soy una persona muy reservada, joven Uchiha. Hago todo lo posible por proteger mi vida privada. No suelo ofrecer entrevistas.

—    ¿Por qué aceptó esta?

—Porque soy mecenas de la universidad, y porque, por más que lo intentara, no podía sacarme de encima al joven Sasori. No dejaba de dar la lata a mis relaciones públicas, y admiro esa tenacidad.

Sé lo tenaz que puede llegar a ser Sao. Por eso estoy sentado aquí, incómodo y muerto de vergüenza ante la mirada penetrante de este hombre, cuando debería estar estudiando para mis exámenes.

 —También invierte en tecnología agrícola. ¿Por qué le interesa este ámbito?

—El dinero no se come, joven Uchiha, y hay demasiada gente en el mundo que no tiene qué comer.

—Suena muy filantrópico. ¿Le apasiona la idea de alimentar a los pobres del mundo? Se encoge de hombros, como dándome largas.

—Es un buen negocio —murmura.

Solo quiero acabar de una vez la entrevista. Seguro que Sao tiene ya bastante material. Echo un vistazo a la siguiente pregunta.

—Fue un niño adoptado. ¿Hasta qué punto cree que ha influido en su manera de ser?

 Vaya, una pregunta personal. Lo miro con la esperanza de que no se ofenda. Frunce el ceño.

—No puedo saberlo.

Me pica la curiosidad.

—    ¿Qué edad tenía cuando lo adoptaron?

—Todo el mundo lo sabe, joven Uchiha—me contesta muy serio.

 Mierda. Sí, claro. Si hubiera sabido que iba a hacer esta entrevista, me habría informado un poco. Cambio de tema rápidamente.

—Ha tenido que sacrificar su vida familiar por el trabajo.

—Eso no es una pregunta —me replica en tono seco.

—Perdón.

No puedo quedarme quieto. Ha conseguido que me sienta como un niño pequeño. Vuelvo a intentarlo

—    ¿Ha tenido que sacrificar su vida familiar por el trabajo?

—Tengo familia. Un hermano, una hermana y unos padres que me quieren. Pero no me interesa seguir hablando de mi familia.

—    ¿Es usted gay, señor Namikaze?

Respira hondo. Estoy avergonzado. Mierda. ¿Por qué no he echado un vistazo a la pregunta antes de leerla? ¿Cómo voy a decirle que estoy limitándome a leer las preguntas? Te odio Sao y a tu puta curiosidad.

—No, Sasuke, no soy gay. Alza las cejas y me mira con ojos fríos. No parece contento.

Me siento un poco ¿decepcionado?

—Le pido disculpas. Está… bueno… está aquí escrito. Ha sido la primera vez que me ha llamado por mi nombre. Nervioso, me coloco el mechón de pelo detrás de la oreja.

—    ¿Las preguntas no son suyas?

Quiero que se me trague la tierra.

—Bueno… no. Sao… el joven Puppet… me ha pasado una lista.

—    ¿Son compañeros de la revista de la facultad?

—No. Es mi compañero de piso. Se frota la barbilla con parsimonia y sus ojos grises me observan atentamente.

—    ¿Se ha ofrecido usted para hacer esta entrevista? —me pregunta en tono inquietantemente tranquilo.

A ver, ¿quién se supone que entrevista a quién? Su mirada me quema por dentro y no puedo evitar decirle la verdad.

—Me lo ha pedido el. No se encuentra bien —le contesto en voz baja, como disculpándome.

—Esto explica muchas cosas. Llaman a la puerta y entra el rubio número dos

—Señor Grey, perdone que lo interrumpa, pero su próxima reunión es dentro de dos minutos.

—No hemos terminado, Hans. Cancele mi próxima reunión, por favor.

Hans se queda boquiabierto, sin saber qué contestar. Parece perdido.  El señor Namikaze vuelve el rostro hacia el lentamente y alza las cejas. El rubio se pone colorado.

—Muy bien, señor Namikaze —murmura, y sale del despacho.

Él frunce el ceño y vuelve a centrar su atención en mí.

—    ¿Por dónde íbamos, joven Uchiha? Vaya, ya estamos otra vez con lo de «joven Uchiha». —No quisiera interrumpir sus obligaciones.

—Quiero saber de usted. Creo que es lo justo. Sus ojos azules brillan de curiosidad.

Mierda, mierda. ¿Qué pretende? Apoya los codos en los brazos de la butaca y une las yemas de los dedos de ambas manos frente a la boca. Su boca me… me desconcentra.

—No hay mucho que saber —le digo volviéndome a ruborizar.

—    ¿Qué planes tiene después de graduarse? Me encojo de hombros.

—No he hecho planes, señor Namikaze.

—Aquí tenemos un excelente programa de prácticas —me dice en tono tranquilo.

Alzo las cejas sorprendido. ¿Está ofreciéndome trabajo?

 —Lo tendré en cuenta —murmuro confundido—. Aunque no creo que encajara aquí.

Oh, no. Ya estoy otra vez pensando en voz alta.

—    ¿Por qué lo dice? Ladea un poco la cabeza, intrigado, y una ligera sonrisa se insinúa en sus labios.

—Es obvio, ¿no? Soy torpe, desaliñado y no soy rubio.

—Para mí no. Su mirada es intensa y su atisbo de sonrisa ha desaparecido. Aparto los ojos de su mirada escrutadora y me contemplo los nudillos, aunque no los veo. Me inclino hacia delante para coger la grabadora.

—    ¿Le gustaría que le enseñara el edificio? —me pregunta.

—    Seguro que está muy ocupado, señor Namikaze, y yo tengo un largo camino.

—    ¿Vuelve en coche a Vancouver?

Parece sorprendido, incluso nervioso. Mira por la ventana. Ha empezado a llover.

 —Bueno, conduzca con cuidado —me dice en tono serio, autoritario. ¿Por qué iba a importarle?

—    ¿Me ha preguntado todo lo que necesita? —añade.

 —Sí —le contesto metiéndome la grabadora en el maletín. Cierra ligeramente los ojos, como si estuviera pensando.

—Gracias por la entrevista, señor Namikaze.

—Ha sido un placer —me contesta, tan educado como siempre.

Me levanto, se levanta también él y me tiende la mano.

—Hasta la próxima, joven Uchiha.

Y suena como un desafío, o como una amenaza. No estoy seguro de cuál de las dos cosas.

—Señor Namikaze.

Me despido de él con un movimiento de cabeza. Él se dirige a la puerta con gracia y agilidad, y la abre de par en par.

—Asegúrese de cruzar la puerta con buen pie, joven Uchiha. Me sonríe. Está claro que se refiere a mi poco elegante entrada en su despacho.

—Muy amable, señor Namikaze —le digo bruscamente. Su sonrisa se acentúa.  Namikaze me sigue dispuesto a acompañarme hasta el ascensor

Hans y Luth levantan la mirada, tan sorprendidos como yo.

—    ¿Ha traído abrigo? —me pregunta Namikaze.

—Chaqueta.

Luth se levanta de un salto a buscar mi chaqueta, que Namikaze le quita de las manos antes de que haya podido dármela. La sostiene para que me la ponga, y lo hago sintiéndome totalmente ridículo. Por un momento Namikaze me apoya las manos en los hombros, y doy un respingo al sentir su contacto. Su largo dedo índice pulsa el botón del ascensor y esperamos, yo con torpeza, y él sereno y frío. Se abren las puertas y entro a toda prisa, desesperado por escapar. Tengo que salir de aquí. Cuando me vuelvo, está inclinado frente a la puerta del ascensor, con una mano apoyada en la pared.

—Sasuke —me dice a modo de despedida.

—Naruto —le contesto. Y afortunadamente las puertas se cierran.

 

Notas finales:

espero que les haya gustado en todo caso me pueden criticar e insultar a traves de sus reviews TTuTT gracias por leerme, estare actualizando pronto


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