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Cercanía. por jenharuto

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Notas del fanfic:

Los personajes son propiedad de ChinoMiko.

Este fanfic ha sido escrito sin ningún fin lucrativo. Sólo por mera diversión y entretenimiento.

Me disculpo de antemano por los posibles errores ortográficos y de narración.

Las palabras escritas en cursivas son: pensamientos, palabras en otro idioma y/o sonidos.

Notas del capitulo:

 

¡Hola! Dejando las cosas raras a un lado…Aquí les traigo un corto Fanfic de esta encantadora pareja. Espero que lo disfruten tanto como yo escribiéndolo. Me ayudó a sobrellevar el insomnio…no volveré a tomar café tan tarde…como sea. La narración está hecha en primera persona: punto de Nathaniel.

Bueno, sin más preámbulos…¡¡A leer!!

 


 


Lo odio…en verdad lo odio…me causa problemas incluso sin querer queriendo como diría Chespirito… Al muy estúpido se le ocurrió pelearse con cuatro tipos…si. ¡Cuatro tipos! Ni aunque estuviera en las mejores condiciones físicas tenia las de ganar, pues por lo que la directora me había comentado anteriormente eran unos pandilleros bastantes peligrosos. Al parecer ésos querían robarle la motocicleta mientras la estacionaba fuera de un comedor de comida rápida, le rodearon y amenazaron con una navaja, causa que dejó a Castiel con múltiples cortes, pero nada de qué preocuparse, sólo unas cuantas cocidas y ya. Según el testimonio que dio el pelirrojo; se resistió y actuó con arrogancia lanzándoles palabras sarcásticas a los agresores, cosa que sólo logró que todos se le tiraran encima notoriamente enojados por esa molesta actitud. ¡Bien hecho Castiel! ¡Por lo menos has demostrado que tienes huevos! Tch…sólo eres un busca pleitos. Hubo personas que testificaron diciendo que el estúpido cabeza de antorcha les dio pelea a esos tipejos, pero al ser mayores en número y tener un arma blanca, el pelirrojo terminó en el suelo siendo pateado por los pandilleros que al final del cabo se llevaron su motocicleta felices de la vida. Los policías les están siguiendo la pista, pues una agresión como esa hecha en público ya era delito. Luego se lo llevaron de emergencia al hospital de la cuidad. Le preguntaron acerca de sus padres, que debían contactar con ellos y avisarles sobre el estado de su hijo, pero él les respondía con un ‘soy emancipado’ y ‘mis padres están de viaje’, cosa que obligó a los doctores a llamar a la directora del Sweet Amoris al no encontrar otro representante legal. Ella obviamente se enojó y descargó toda su frustración sobre nosotros…bueno, en especial sobre mí.


 


[FlashBack]


—‘‘Se solicita la presencia del delegado principal. Por favor, venga a mi despacho…¡¡Ahora mismo!!’’


El tono que utilizó para resaltar las dos últimas palabras me dejó perplejo. ¿Ahora qué quiere? Seguramente se le había vuelto a extraviar su ‘adora’ mascota y causa de ello perdió los estribos gritando de tal manera que dejó asustado a más de un estudiante. Me incorporé de mi asiento y caminé hasta la salida del aula. Mis compañeros y hasta el profesor Farres me dedicaron unas miradas lastimeras y al salir de la habitación alcancé a escuchar un ‘¡Todo va estar bien!’ por parte de un chico que se quería hacer el graciosito.


Me encaminé al despacho de la directora con rapidez -por si se enojaba aún más al hacerla esperar- y entré a la habitación pidiendo permiso con mi gran educación. Ella me indicó sentarme en la silla frente al escritorio que nos separaba. Lo hice y me mantuve estático observando como ella parecía pensativa con los codos apoyados en el escritorio, las manos juntas y el mentón descansando sobre el dorso de sus manos.


Suspiró con pesadez—. El señor Castiel está en el hospital.


¿Había escuchado bien? ¿Castiel en el hospital? Bueno…eso no tiene nada que ver conmigo.


—Oh… ¿y qué pinto yo ahí? —No pude evitar que las palabras me salieran frías y cortantes. Él no me agradaba…entonces, ¿para qué fingir preocupación?


—Sólo mantente callado y escucha—dijo la directora molesta—. Se peleó con unos pandilleros muy peligrosos y ha quedado bastante lastimado—explicó, pero no sentí preocupación en sus palabras—. Les ha estado causando problemas a las enfermeras—se lamentó con el ceño fruncido por la irritación—. Así que necesito…no, te ordeno que vayas al hospital y te encargues de él.


Otra vez… ¿Había escuchado bien? ¿Me está jodiendo? No…no lo puedo creer.


—No—atiné a responder con el tono más tajante que pude llegar a utilizar.


La directora me regañó con la mirada y volvió a dejar escapar un suspiro de sus labios.


—No te lo estoy pidiendo.


Se incorporó de su asiento, caminó hasta la ventana y me dio la espalda.


—He informado a tus padres—dijo la directora—, y están de acuerdo.


¿En serio? Mis padres… ¿de acuerdo? ¿Qué clase de pacto diabólico había hecho para que aceptasen?


Me llevé una mano a mi nuca y la empecé a sobar. Si hasta el mandón de mi padre estaba de acuerdo no había nada que yo pudiera hacer. Ahora se convertiría en una obligación más que debía cumplir.


Resoplé—. Entiendo—afirmé y me dispuse a salir rápidamente de la habitación.


—Espera.


Me detuve en seco y giré mi cabeza por sobre mi hombro.


—No comentes esto con nadie.


Asentí y salí de la habitación.


[Fin del FlashBack]


 


Y ahora me encuentro aquí…fuera de la habitación donde está ese maldito pelirrojo problemático, las enfermeras le están cambiando los vendajes. Puedo escuchar con claridad como él se queja y gruñe por lo bajo. Anteriormente cuando llegué al hospital pregunté por él y les pedí a los doctores que me contaran con detalles todo lo que había sucedido, ya que como yo le iba a cuidar por lo menos debería estar informado de la situación, ¿no? Al parecer el incidente ocurrió por la tarde de ayer. Los cortes que sufrió no eran la gran cosa, pero tenía algunas contusiones y hematomas. Me preguntaron si sabía algo de sus padres y si podía contactar con ellos, pero obviamente respondí con un ‘no sé nada’. Bueno como era un hospital público no había porque preocuparse por la cuenta pero si había que firmar unos cuantos papeles, el pelirrojo sigue siendo menor de edad así que si necesitaban hacer alguna intervención quirúrgica necesitaban de la aprobación de sus representantes y también para que pueda salir del hospital necesitaban de la bendita firma para botarlo. La directora se está haciendo cargo de contactar con sus padres, cosa que no es nada fácil ya que por lo que sé, el padre de Castiel es piloto y su madre azafata y es realmente complicado establecer comunicación con personas que están dentro de un avión. Bueno…en serio deseo que ellos vengan lo más pronto posible y se hagan cargo de su rebelde hijo. Yo lo cuidaré mientras tanto.


—Joven—me llama una voz femenina—. Hemos terminado. Puede pasar.


No digo nada, sólo me limito a entrar a la habitación y esperar unas cuantas instrucciones.


—Está descansando—dice una de las enfermeras—. Este chico es realmente problemático—se lamenta sobándose la frente—, y hemos tenido que sedarle, ya que se quiere levantar e irse, pero aún esta grave—informa entregándome una hoja—. Estamos muy agradecidos que nos ayudes—me sonríe—. Mira, esa es la lista de medicamentos que debe tomar, por favor has que las tome cuando despierte.


Yo asiento con la cabeza y las mujeres salen dejando la puerta cerrada.


Cojo una silla y la acerco a la camilla. Me siento en ella y observo al pelirrojo.


Su cuerpo no está completamente cobijado bajo las sabanas, sólo lo están sus piernas. Puedo ver muchos vendajes en su desnudo torso y sus manos. Su cara tiene unos cuantos parches y una cocedura en el labio inferior. En verdad esos pandilleros le habían dado una buena paliza. ¡Ves Castiel! ¡Por estar haciéndote el rudo! ¡Tch…! ¡Qué molesto eres! Lo veo revolviéndose y lo escucho dejar escapar unos gruñidos. Al parecer el sedante ha perdido su efecto y ahora se encuentra durmiendo. Se ve tan vulnerable…pienso. Para ser honesto no me gusta verlo así. Está pálido y el sudor resbala por sus facciones. A pesar de que nunca estamos de acuerdo en nada, de que siempre peleamos por los justificantes, de que siempre encontraba una escusa para molestarlo; no merece estar en esa situación. Es un ser humano después de todo, y todos los seres humanos cometemos errores. Pero yo nunca le podría perdonar el error que tuvo; mira que desconfiar de mí, de no pedirme perdón después que Sucrette le haya abierto los ojos sobre Debrah, de comportarse siempre como un idiota conmigo. ¡No! De todas formas no merecía mi perdón.


Me levanto de golpe y comienzo a caminar por la habitación. Voy de un lado a otro y trato de tranquilizarme. Ahora si me he enojado. Con sólo verle la cara me hostiga, quiero golpearle, quiero insultarle, quiero descargar toda mi frustración sobre él. ¡Mierda! ¡Incluso dormido tiene que joderme! ¡¿Tanto control tiene sobre mí?!


— ¡Ah…! ¡Maldición!


Golpeo mi frente con mis manos. Necesito salir de ahí. Necesito relajarme, tomar aire fresco, ¡Necesito alejarme de él!


Abro la ventana de la habitación y recargo mis manos en el borde inferior de éstas. Saco la cabeza y la dejo caer. Respiro. Respiro todo el aire que pueden retener mis pulmones. Creí que podía lidiar con esto. Creí que podía soportarlo. Pero no. Estar cerca de él me llena de un insoportable sentimiento melancólico. Me duele. Dolía saber que nuestra amistad se había destruido, que había desconfiado de mí, que me había remplazado por Lysandro, ¡Qué me había destrozado! Pero yo tengo parte de la culpa. No debí rendirme con él. Debí hacerlo entrar en razón. Era mi amigo y le fallé. Por mi orgullo, por ser egoísta…no estuve con él.


— ¡Tú…! Eres un idiota…


Pequeñas lágrimas bajan por mis mejillas.


Estoy enfadado. La impotencia que siento me carcome el alma. Tal vez soy yo quien debía haber pedido disculpas, disculparme por abandonarlo. Lo apreciaba tanto que no podía soportar que esa mujer lo lastimara, pero al final yo terminé lastimándolo.


Quiero gritarlo…quiero dejar de sentir este lánguido sentimiento dentro de mí.


Limpio mis lágrimas con la manga de mi camisa blanca. Froto una y otra vez como si de esa manera toda la tristeza que siento va a desaparecer. 


— ¡Arg…!


Al fin. Al fin las lágrimas cesan y lo único que dejo escapar son ahogados sollozos, intentos de no volver a llorar.


— ¿Mmaah?


Oigo un sonido ininteligible detrás de mí. Él… ¿lo he despertado? Volteo mi rostro con rapidez y ahí lo veo. Apartándose sus rojizos flequillos del rostro, chasqueando la lengua por enésima vez e intentando incorporarse sobre su trasero.


—No deberías levantarte—anuncio recobrando la cordura que momentos atrás había perdido. No puedo dejar que mi voz flaquee. No frente a él.


— ¿Eh? —Se voltea a verme para luego enseñarme un rostro de incredulidad.


Un silencio incomodo se apodera del ambiente. Aguanto la cargada al ver la cara de espanto del pelirrojo. Sus ojos grises me observan y yo también lo observo. El chico bufa por lo bajo y voltea su rostro en la dirección contraria a mí.


— ¿Qué haces tú aquí? —Sus palabras son como baldes de agua helada. De todas las personas en el mundo yo soy la última que de seguro quiere ver.


—Cuido de ti—respondo sosegado manteniendo sobre él una mirada imperturbable.


Él me vuelve a mirar con los parpados abiertos de par en par. De seguro eso no se lo esperaba.


—No te necesito. Lárgate.


Siento una fuerte punzada en mi pecho pero continuo mirándolo impertérrito. No debo mostrarle que me estoy quebrando por sus palabras.


—No puedo—dijo secamente—. Tengo obligado el cuidarte.


Veo como frunce el ceño y murmura algo que no alcanzo a escuchar.


Se vuelve a acostar y se queda en silencio. Eso es lo mejor. Callar. Mientras menos hable con él, menos me vería afectado por su frialdad.


Camino a él y agarro de la mesita -que se encuentra al costado de la camilla- las pastillas que debe tomar al despertarse. Sirvo un vaso con un medio de agua y me paro a su lado, ofreciéndoselas.


—Tómalas—indico con autoridad.


—No quiero nada de ti.


Gruñe por el dolor y me da la espalda.


Y ahí estaba otra vez. Esa maldita actitud de descarriado.


—Esto es incomodo también para mí—suelto—. Nos conviene a ambos que te recuperes lo más rápido posible.


Escucho como chasquea su lengua y se gira para encararme.


—No me des órdenes, delegado—reclama mientras me observa con una mirada que no logro descifrar.


Suspiro frustrado.


—Bien. Haz lo que te dé la gana.


Le lanzo las pastillas a la cara y dejo el vaso reposar en la mesita. Le doy la espalda.


La tristeza desaparece por completo de mi y…otra vez. Estoy molesto. Odio esa actitud, en verdad la odio…


— ¡¿Qué te pasa, bastardo?!


—Te dejo solo—digo cortante.


Me acerco a la puerta y cuando estoy a punto de tocar el pomo de ésta, escucho un estruendoso chasquido. Me giro rápidamente encontrándome con el pelirrojo a medio caer de la camilla y el vaso totalmente roto en el piso.


— ¡Tsk! ¡Mierda!


Me acerco a él para ayudarlo. Lo agarro del brazo pero él inmediatamente me aparta de golpe.


— ¡No me toques, delegado pendejo! —Grita irritado sosteniéndose del borde de la camilla y estabilizándose sobre ésta.


Frunzo los labios absteniéndome de lanzarle alguna ofensiva.


Un crujido se escucha haciéndome girar la cabeza. Oh…mierda. La directora entra por la puerta.


— ¡¿Por qué hacen tanto escándalo?! —Ruge la señora con la expresión repleta de ira.


—Mis disculpas, señora directora—digo con tranquilidad—. Castiel no quiere tomar sus medicinas.


— ¡Qué te den! —Vocea el pelirrojo apuñalándome con la mirada.


— ¡Señor Castiel! ¡Obedezca lo que le diga el señor delegado! —Regaña enfadada la mujer acercándose a nosotros. Su semblante hace que se me erice la piel.


— ¡Tsk…!


Miro de reojo al pelirrojo y le dedico una sonrisa exultante. Él gruñe y se acuesta nuevamente cruzándose de brazos y cerrando los ojos.


—Así me gusta—comenta la directora sin alteración alguna—. Pediré que limpien todo ese desastre—señala los pequeños fragmentos de lo que anteriormente era un vaso y el agua escurrida por todos lados—. Ustedes traten de no matarse—sonríe de lado y sale de la habitación con un portazo.


Voy en busca de un nuevo vaso y vuelvo a servir la misma cantidad de agua. Lo dejo en la mesita junto a la bendita pastilla.


—Castiel—lo llamo sereno pero no hay contestación—. Cast-


—Ya te oí—me corta la frase sentándose—. Dame esas jodidas pastillas—dice suspirando y rascando su cabeza.


Vuelvo a sonreír—. Ya nos entendemos—comento alcanzando los medicamentos y el vaso y luego entregándoselos.


Pone la pastilla en su boca y luego da un sorbo al vaso. Eructa.


—Voy a dormir. Ya no me molestes—anuncia retrepándose en la camilla y poniéndose a dormir.


Me alejo de él y regreso a la ventana recargando mis codos sobre el borde inferior de éstas.


Un escandaloso ronquido se escucha.


Ah…van a ser unos días largos…


 


Continuará…

Notas finales:

Bueno…hasta aquí el primer capítulo. Trataré de subir el segundo pronto.

PD: Uno que otro Review no hace daño XD.


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