Aquel día me volví a despertar un poco cansado, y es que no había podido dormir nada bien. No sabía si eran imaginaciones mías o no, pero cada vez más Natsu se estaba olvidando de mí. Creía que cualquier día iba a venir e iba a cortar conmigo, porque la verdad, era la impresión que me daba.
Y eso... Hacía que me doliera mucho algo en mi interior. No podía dormir, no podía comer bien e incluso la gente de mi alrededor me estaba preguntando qué que me ocurría, pero no Natsu. Natsu había pasado de ser un bastardo posesivo a simplemente pasar de mí.
De pronto escuché la puerta y me asusté, hasta que vi aparecer a Natsu con una gran sonrisa, energética y dinámica. Yo medio sonreí lo mejor que pude, pero ahora mismo, no me sentía realmente cómodo para sonreír a Natsu como si nada.
— ¿Qué te pasa? — Me preguntó alegremente. Yo me encogí de hombros. — Las chicas dicen que estás deprimido.— Me comentó y yo no pude evitar ponerme tenso, una vez más. Hace unos meses, si algo me hubiera sucedido, a los cinco minutos ya hubiera tenido a Natsu encima de mí, preguntando y de más. Y sin embargo ahora...
— Yo... Bueno... He pensado que... Nosotros...— Comencé a explicar, nerviosamente y de pronto con una sonrisa se acercó a la cama y me empujó hacia abajo, comenzando a besarme. Al pillarme tan de golpe, me sorprendí, pero al momento, sin poder evitarlo, comencé a seguir la lengua de Natsu, que estaba en mi boca disfrutando todo lo que quiso y más. Después de un rato nos separamos y sólo un hilo de saliva quedaba entre nosotros. — Na-Natsu... —Susurré tímidamente, al ver a mi chico tan lanzado.
— Vamos, Gray. ¿No me vas a enseñar qué tal tu cuerpo después de una semana?— Me preguntó, aún sonriendo, mientras comenzaba a quitar mi camiseta y mis pantalones mientras mordía mi cuello, haciéndome gemir. Yo torpemente comencé también a desnudarle y a los pocos minutos estábamos los dos completamente desnudos, algo que no era novedad en mí. —Hostia...— Susurró, sorprendiéndome.— Pues si que es verdad que has adelgazado un montón en una semana. — Me dijo y parecía un poco sorprendido, la verdad, era cierto que había adelgazado, pero yo tampoco me lo notaba tanto. — Si tienes algún problema, dímelo. Es peor callárselo. — Me soltó de golpe y le miré fijamente. Entonces cogí aire, dispuesto a decirle algo.
— Natsu... Nosotros ya no...— Intenté comenzar a hablar, cuando de pronto volvió a besarme. La verdad, no conseguía entenderle. Las dos veces que había intentado hablar con él, me había besado, como si no quisiera escucharme. Y luego me dice que si tengo algún problema que se lo dijera. ¡Pero parecía que no quería escucharme! — ¿Natsu...? — Volví a preguntarle cuando se separó de mí.
— Después me dices lo que sea. Yo también tengo que decirte algo. — En ese momento, abrí mis ojos sorprendidos. No me gustaba su tono de voz y de alguna manera, me imaginaba que iba a dejarme. — Pero antes de decirlo, voy a follarte.— Me comentó rudamente y de pronto sentí como uno de sus dedos comenzaba a preparar mi entrada, entrando y saliendo sin parar, y no pude evitar suspirar levemente.
— Natsu...— Le dije en un susurró sonrojado. Natsu sólo se estaba dedicando a entretenerme besando mi cuello, mordiendo mis pezones y demás. De pronto sentí un segundo dedo y dejé escapar un leve gruñido que no le pasó por desapercibido, así que me besó de nuevo.
— ¿Quieres que te folle? — Me preguntó cuando se separó de mi y yo asentí. Él sonrió más, acercándose a mi oído. — Eres una perra, Gray. Pero eres MI perra. — Me susurró y de pronto sentí como metía el tercer dedo. — Voy a dejarle a todo el mundo claro que eres mío. — Volvió a decir y la verdad es que era la primera vez que Natsu decía esas cosas tan agresivas en la cama, y no sabía si era algo bueno o malo, pero no pude evitar gemir sonrojado y él sonrió más, mientras dejaba que me pusiera en una mejor posición y de pronto comencé a sentir como su miembro entraba en mí, y aunque al principio sentí algo de dolor, rápidamente comencé a sentir el placer.
— ¡Natsu! ¡Más! — Le instigué, con un gran sonrojo. Sé que Natsu sonrió un poco más mientras aceleraba el ritmo y yo ya lo único que podía hacer era gemir sin control. No tardé en notar como se corrió en mí, notando su liquido en el interior y yo tampoco tardé en correrme. Caí sobre la cama rendido y él me abrazó sin soltarme. Me giré hacía su lado y escondí mi cara en su pecho. No quería que me viera, porque estaba temblando. No sabía si de la excitación del momento o de los pensamientos que llevaban toda la mañana conmigo. Noté como su mano acariciaba mi cabello y comencé a tranquilizarme más y más.
— No te preocupes más, Gray. — Escuché un poco adormecido y entonces noté como me abrazaba más fuerte. — Te quiero, y eso no va a cambiar nunca, da igual lo qué suceda.— Me dijo, en un susurro y yo me sorprendí.
— Natsu...Yo...Nosotros... No...— Comencé a decir, no sabiendo como decirlo realmente.
— He hecho un trato con Sting. Un intercambio de parejas. — Me dijo de pronto, sorprendiéndome y entonces levanté mi mirada para mirarle. — Durante una semana, tú estarás en Sabertooth y Rogue estará aquí con nosotros en Fairy Tail.— Y en ese momento, no pude evitar enfadarme. ¿Quién se creía Natsu para decidir por mí?
— ¿Por qué has decidido eso sin preguntarme? — Le pregunté algo enfadado, pero a la vez con mi voz rota. Natsu me sonrió gentilmente.
— Creo que te irá bien, últimamente ni siquiera comes. Creo que te irá bien estar un tiempo alejado del gremio... Y de mí.— Me dijo, aún sonriendo, pero muy seriamente. Sentí mis brazos temblar: ¿Es que me iba a dejar de la peor manera posible?
— ¿Y? ¿Mi opinión no tiene nada que ver con esto? No quiero ir allí una semana.— Intenté debatir, pero de pronto noté como Natsu estiraba de mi cabeza hacia su cuello, dejándola allí.
— No te preocupes, sólo es un juego, aunque bueno, con lo de hoy me he encargado de marcar claramente que eres mío. — Me dijo, y yo no sabía qué decir.— Vamos, Gray. ¿Harás eso por mí? — Me preguntó y yo solo pude asentir lentamente, mientras sentí mis ojos acuosos.
Él lo sabía, sabía que no me negaría a él, aún a pesar del ambiente hostil que había entre los dos. Con un suspiro, intentando calmarme, comencé a hablarle en un susurro, aunque realmente esperaba que no lo escuchara.
— Yo siempre seré tuyo, aunque tú no seas mío. —