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PECADOS (KaiSoo oneshot) por Lesly

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Notas del fanfic:

Espero les guste :D 

 

A través de sus años como pareja, JongIn había cometido un sinfin de pecados. Puede que hayan sido decenas, tal vez incluso centenares de ellos, pero realmente la cantidad no importaba. KyungSoo ni siquiera tenía una idea clara sobre qué clase de actos pérfidos había sido capaz de efectuar en su nombre. Nunca le dijo lo que hizo aquella noche en la cual sus manos tenían lóbregas salpicaduras de sangre seca al llegar a casa, tampoco mencionaba palabras acerca de cómo conseguía el dinero que necesitaban. Todo lo que sabía era que, cualquier cosa que JongIn hiciera, sin importar que fuese benéfica o maligna, lo hacía por él, para él, y según las palabras de su propia boca, era lo único que debía saber.

Él era una persona creyente. Creía en la vida más allá de la muerte, creía tanto en el cielo como en el infierno y sabía a dónde iban a parar las malas personas. Y por eso era común que sus perpetuas conversaciones nocturnas bajo el cobijo de luz plata filtrándose por la ventana sobre pieles desnudas, se basaran principalmente en temas referentes a eso. KyungSoo solía adosar la espalda contra el fornido y moreno pecho de su amante, luego entrelazaba las manos derechas sobre su propio vientre, donde la carne blanca se sumía en sendas huesudas. Y entonces formulaba interesantes cuestiones que pendían de la densidad botada por sus respiraciones, preguntas tales como: «Cuando muramos, ¿vas a estar conmigo?» o «¿Me prometes que estaremos siempre justos? Así, como ahora». A veces era capaz de escuchar a JongIn bufar, expulsando aire tibio que hormigueaba en su nuca, pero aun así respondía: «Te prometí que nunca te abandonaría y no lo haré, jamás, ¿me oyes?».

Tenía sentimientos de culpabilidad cimentados sobre su obsesión de amarrar a JongIn a su lado. Creía que lo que JongIn merecía era mucho más de lo que actualmente tenía. Él necesitaba ser feliz, encontrar la libertad, y esa libertad paradójicamente la encontraría en garras de otra persona, alguien que no estuviera dañado física al igual que mentalmente y a quien no se le atribuyera la culpa de las cosas malas que hacía. Sin embargo, JongIn estaba ahí para él y para despejar su mente de ideas dañinas, siempre demostrando la grandeza de su cariño.

Era egoísta saber que JongIn iría al infierno debido a todos esos actos indebidos, que cada pecado mortal que perpetraba a causa suya lo terminaría hundiendo en lo más recóndito de un abismo ardiente, y aun así no evitarlo. Pero poco era lo que él podía hacer. En más de una ocasión lo intentó frenar, pero JongIn jamás desistía, argumentando que sin importar cuál era su necesidad, él se las arreglaría para abastecerla.

Esa noche la lluvia caía a cántaros fuera de casa cuando la puerta se abrió con desmesuro, dándose pase libre a la figura exhausta de JongIn. Respiraba dificultosamente mientras se tocaba el pecho a la altura del corazón, a cada paso que daba, un chorro pequeño quedaba tras él. Se volvió hacia la puerta solamente para echar el seguro. KyungSoo corrió en su dirección al primer segundo en que que le oyó llegar.

Una vez más, JongIn había pecado.

Preso del acongojo, permitió que reposara el peso de su cuerpo cansado sobre él. Pequeñas líneas de agua destilaban de su ropa empapada, pero no le importó mojarse. De manera casi instantánea, sus brazos ascendieron con un desliz suave partiendo de sus caderas para situarse en sus omóplatos. Lo estrujó con minuciosa fuerza, suponiendo que si no tenía alguna herida, al menos estaría adolorido o débil. No mucho después su abrazo fue correspondido. Los temblores que surcaban el cuerpo de su novio gradualmente disminuyeron hasta que los dejó de sentir casi por completo. Y luego, exponiendo una sonrisa enorme, JongIn se zafó.

—Lo reuní —dijo—. ¡Logré reunir el dinero, KyungSoo! ¡Ya te pueden operar! —exclamó, sacando un par de pacas de billetes de sus bolsos delanteros. Cada una de ellas era conformada por una gran cantidad, parecía demasiado, pero cada vez que era intervenido quirúrgicamente, era llevado a hospitales privados, JongIn decía que él merecía las mejores atenciones—. Quiero que estés preparado mañana temprano, no podemos esperar más.

Precisamente esas eran la clases de acciones que le orillaban a creer que no estaba dando lo suficiente de sí. JongIn daría incluso su vida si a cambio obtenía un bien para KyungSoo, pero él no sabía responder con la misma moneda. Todo lo que tenía para ofrecerle a JongIn eran preocupaciones y dolores, ya ni siquiera podían hacer el amor porque él siempre se hallaba en un estado cansino o débil después de sus operaciones.

La sonrisa se esfumó en la boca de JongIn. Lo miró confuso y con el entrecejo arrugado, que a medida que pasaban los segundos y él no pronunciaba palabra, se fue trocando en una expresión de preocupación.

—¿Qué te sucede? ¿Te duele algo? —Tanteó todo su cuerpo delicadamente con sus manos. KyungSoo negó y fingió una sonrisa, pero para JongIn era demasiado fácil entender cuando algo andaba mal, era casi como si su cabeza fuese un contenedor transparente, y él pudiera ver cada uno de los pensamientos que desfilaban en su mente.

—Sólo estoy preocupado por ti —respondió. Aunque no era por completo una mentira, le estaba ocultando lo que verdaderamente pasaba por su cabeza.

—Ya te dije que no te mortifiques pensando en estas cosas —reprochó, dándole una mirada severa y al mismo tiempo amorosa, enternecida.

—De acuerdo, pero ve a quitarte esa ropa mojada y luego bajas, te prepararé café —dijo KyungSoo, sobando se arriba abajo los brazos fuertes de su pareja. JongIn asintió algo entusiasmado, le robó un apasionado beso antes de obedecer.

Cuando estuvo de vuelta, KyungSoo lo esperaba dentro de la cocina con una taza de humeante café sobre la barra. Le dio otro beso antes de sentarse y comenzar a beber.

—¿Tu no tomarás? —preguntó JongIn sin mirarlo.

—No, estoy bien —contestó—. Te haré un masaje, pareces algo tengo.

Rápidamente sus manos encontraron lugar en los hombros rígidos sobre la tela gruesa del suéter que JongIn se había puesto. Presionaba ligeramente en intervalos cortos, escuchando los sonidos de placer que salían de los labios de JongIn detrás de su taza. Y entonces, retirando una mano pero dejando la otra, buscó el cuchillo que había escondido en el bolso de su pantalón. El brazo que ofrendaba masaje a JongIn serpenteó un camino hasta su pecho. Se apegó a él, terminó de beber y con una sonrisa recargó su cabeza hacia atrás.

—Te amo, JongIn —dijo KyungSoo.

—También te amo, cariño —respondió, sintiéndose halagado por su actitud tan obsequiosa.

—Siempre estaremos juntos, ¿verdad? No importa a dónde vayamos, no me dejarás y yo tampoco te abandonaré.

—Claro que no, te lo he dicho tantas veces que ya ni recuerdo cuántas han sido. Deja de tener dudas, sé que crees que me enamoraré de alguien más y te abandonaré a tu suerte, pero eso jamás pasará, estoy contigo porque es lo que quiero y lo que he decidido.

KyungSoo no necesitó más para sujetar fuertemente el mango del cuchillo y apuñalar con un solo movimiento la espalda frente a él. Y con efecto anestésico, JongIn se mantuvo inmóvil. Lentamente se giró, sus ojos estaban excesivamente abiertos, quizá de sorpresa o quizá de dolor. Pero no lo miraba con reproche, sólo con desconcierto.

La sangre se escurrió por la pequeña parte del filo que sobresalía, se deslizó hacia al mango y finalmente goteó sobre sus pies, manchando sus zapatos junto al piso de un húmedo carmesí. Alejó su temblorosa mano justo en el momento en el que JongIn comenzó a botar un poco de sangre por medio de una tos trabajosa.

—He pecado, amor, he pecado —expresó al borde del llanto—. Y ahora que pequé, sí vamos a estar juntos, incluso si es en el infierno no importa, porque estaremos los dos, acompañándonos.

JongIn se esforzó tomar cada atisbo de fuerza que le quedaba para formular una sonrisa sincera.

—Sí, cariño, estaremos juntos —respondió antes de expulsar un último chorro de sangre por la boca y caer de la silla con un golpe sordo. A KyungSoo le dolía verlo ahí, inerte bajo la luz tenue del candelabro que enfocaba sus rasgos desfallecidos. Pero estaba bien, porque dolería más no estar nunca más con JongIn, pero ahora que había pecado y sabía que pronto moriría él también, tenía la certeza de que se volverían a encontrar.

 

Notas finales:

Espero que les haya gustado, y me encantaría leer sus reviews 


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