Sus labios eran tan cálidos...
Todo estaba lleno de luz, muy iluminado. La estructura parecía ser de madera y por la ventana podía divisar un bosque a la luz de la mañana. El piso estaba cubierto, no se sentía frio ni áspero. Unas alfombras de aspecto antiguo decoraban los lados de la cama. La cama. Tenía unos pilares de madera en las esquinas de los que colgaban unas telas translúcidas.
Su piel era tan blanca...
Unos pequeños focos en el techo ayudaban a la iluminación natural. ¿Por qué estaban allí? Ah, sí. …l tendría que irse pronto, no sabía cuando, pero pronto. ¿Qué estaban haciendo? Lo usual... Conversaciones de siempre, sobre la vida, el mundo, las personas. Que si tal es bueno, que si lo hace a propósito o en serio no se da cuenta.
¿Cómo es que veo tanta piel?
Claro, la ropa. No llevaban mucha, solo ropa holgada, de esa que parece de dormir. Todo en tonos pálidos, casi blanco, lo que combinaba muy bien con todo el cuadro. Se sentó a su lado en la cama y, entre risas y comentarios, se apoyo en su hombro. Tenía una vista privilegiada de sus labios, esos rosados y voluminosos labios, y de pronto se le antojaron.
¿Qué estoy haciendo?
Eran amigos muy queridos. Sentía que era de las pocas personas que había conocido que entendía su forma de ser, su sinceridad, su mal entendida rudeza. Había dicho que le gustaba esa transparencia, y que podía confiar en su opinión sincera. Ese era el problema, la sinceridad.¿ También se considera mentir cuando ni siquiera uno mismo sabe la verdad?
¿Sabes? Me gustas...
¿De verdad había dicho eso? Por supuesto que sí, eso era lo que sentía después de todo, o no? ¿Cómo podía eso estar bien? Se había hecho esa pregunta antes, que si aquel actor era guapo, que si aquel cantante llamaba su atención, si aquel chico en la foto tenía algo especial... pero él había tenido novias, novias que le gustaban, una a la que amó. Las mujeres le gustaban, de eso estaba seguro. Tampoco es que tuviera algo contra aquellos a quienes les gustaban personas de su mismo sexo...
Esto es agradable, tan suave...
Exacto. Nada en contra de los demás, siempre había querido que todos pudieran expresarse como quisieran, sobre todo si se trataba de amor. ¿Realmente se trataba de eso? No, no sabía si podía llegar tan lejos, pero había algo. Algo. La atmósfera se sentía muy suave, muy liviana, todo fluía. Había cerrado los ojos sin pensarlo, dejándose llevar por la suavidad del roce de esos labios que por tanto había deseado. Seguía luchando con esa voz interna que le decía que estaba mal, que él no era así, que eran amigos y que no quería perder eso. ¿Cómo podía ser malo algo tan… delicioso?
¿Esto va a durar?
Ya no estaba seguro de nada, ni de cuanto tiempo llevaban así ni de cuanto tiempo seguirían. Sabía que estaba en una situación muy comprometedora, pero no lograba identificar qué era lo que estaba haciendo, era casi espiritual… Un calor que le recorría el cuerpo, una suavidad que sentía sin tocar, palabras, quizás caricias. ¿Cómo iba a seguir su vida sin eso? ¿Sin él? No, no podía, se rehusaba. Tenía que enfrentar la realidad y tomar una decisión: aceptaría que enamorarse de una persona más allá de su género era posible incluso para él o continuaría negándoselo y perdería la oportunidad de tener esos labios por más tiempo. El problema era saber si él también sentía lo mismo. Lo veía entregado, y estaba seguro de tener todo su perfume impregnado, ¿qué otra cosa podía significar? No es que se considerara especialemente guapo, de hecho, siempre había tenido problemas con su imagen y personalidad, es por eso que apreciaba tanto el trato de ese alto personaje, su comprensión y las charlas que tenían. …l era todo lo que nunca llegaría a ser, incluso siendo unos años más joven. Lo admiraba, y mucho. Todo esto se sentía demasiado bien, demasiado fácil. Podía sentir la excitación en su cuerpo, aunque más en su mente, podía imaginar toda una vida a su lado en solo segundos. El ambiente, la luz, la ropa, todo había sido perfecto. Su actitud… Todo estaba llegando a un punto álgido cuando…
¿Eh? Qué diablos… Oh, claro, ya entiendo, así que era por eso…
El mismo techo, las mismas cortinas, las mismas sábanas y la misma vacía cama de siempre. Un sueño. Había sido un sueño. Sabía que era demasiado bueno para ser verdad, pero el golpe había sido demasiado repentino como para no sentir que te había pasado un camión por encima. Demonios, ahora todas sus conclusiones se iban a la basura, y lo que es peor, tendría que verlo a la cara ese mismo día y fingir que no había tenido el sueño más feliz, enternecedor y excitante sueño de su vida. Se vistió para salir, ya era algo tarde. Ni siquiera notó el camino al trabajo, estaba demasiado ocupado pensando en la decisión que debía tomar, porque debía tomarla, era ahora o nunca: no estaba dispuesto a seguir viviendo con la inquietud ahora que su cerebro se había hecho cargo de hacerle llegar el mensaje fuerte y claro. Lo haría, estaba decidido, confesaría todo lo que sentía, hasta su confusión, a aquella persona que siempre había comprendido tan fácilmente todo lo que él era.
Allí estaba la puerta. Sabía que el guitarrista principal siempre llegaba un poco antes que él, así que trataría de estar preparado.
Tranquilo, respira, cálmate, sigue respirando…
No era tan difícil, nada más unas palabras. ¿Cómo comenzaría?
Solo unos metros, solo falta cruzar la puerta.
En efecto, cruzó la puerta y allí lo encontró, divino como siempre, con esa sonrisa encantadora. Lo admiró por unos segundos, recordando cada palabra de aliento, cada frase de apoyo, cada vez que tuvo problemas y él le había prestado su hombro para llorar. Estaba seguro, era lo que quería para su vida, para la de ambos, solo hacía falta dar el primer paso…
Ehhh… Hola, Uru. ¿Tienes unos minutos para hablar?
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