Tres años después...
—Que no, Kibun, he dicho que no.
—Pero, Jonghyun... Volviéndose hacia el en medio de la escalera de la casa, murmuró:
—¿Cómo tengo que decirte que no quiero que no quiero otro perro en la casa?
¿No te vale sólo con uno?
—Pero es que así tendría a la parejitas. Además los entrenare para que hagan caso.
—¡Por todos los santos, Key!, ¿no te das cuenta de que me preocupo por tu seguridad? Adelantándolo en la escalera, el comenzó a subir.
—Si te preocuparas por mi seguridad, me dejarías tener otro perro.
«¿Tener otro canino?
—He dicho que no, y no se hable más.
—¡Oh, Jonghyun, cada vez eres más gruñón!
—Y tú cada vez eres más caprichoso —replicó él—. Te consiento demasiadas cosas.
Eso lo hizo reír, aunque a él no. Verdaderamente Jonghyun tenía razón. Desde su regreso y su matrimonio, no había parado de hacerlo feliz todos y cada uno de los días, aunque sus discusiones eran habituales.
Divertido por cómo él se tocaba el pelo, murmuró para hacerle rabiar:
—Prefiero ser caprichoso a gruñon. Justo cuando iba a contestarle, apareció Boram con la pequeña So Eun en brazos.
La llevaba a dormir, pero la niña, al verlos chilló emocionada, reclamando su atención.
—¡Oh, aquí está mi pequeña! —susurró Key, cogiéndola.
So Eun, encantada de haber conseguido su propósito, sonrió. La niña era una mezcla de Jonghyun y Key, con un fuerte carácter para ser un bebé.
Era de cabello castaño como Key que había cambiado su color de cabello, pero con los labios sensuales y los ojos marrones y almendrados de su orgulloso padre.
—Dile hola a papá.
¡Hola, papiiiiiiiiiiiiii! —saludó Key, moviendo la manita de la niña, que al ver a su padre se deshizo en gritos y gorgoteos.
Si algo le volvía loca a So Eun era su papá.
—Ven aquí, princesa mía —dijo Jonghyun, cogiéndola con amor, y tras darle cuatro achuchones y ésta carcajearse hasta llenarles el corazón de felicidad, indicó a Boram que se la llevara a dormir.
Una vez que se quedaron solos en el descansillo de la escalera, Key pestañeó, y Jonghyun, al recordar su discusión, comenzó a andar acalorado.
—No..., he dicho que no.
Hablaré con Jaehyo, y le diré que se lo prohíba también a Mijoo. Cualquier día nos llenaran la casa de animales.
Cuando llegó a su habitación, Jonghyun abrió la puerta y entró, y al volverse para decirle algo a su esposo, se quedó boquiabierto al ver que él había desaparecido. Con rapidez salió al corredor y blasfemó al ver que no estaba.
—¡Maldita sea, Key!, ¿dónde estás? —bramó.
Su sonrisa cristalina le hizo saber inmediatamente dónde estaba, y Key, subiendo los escalones de dos en dos, llegó hasta las terrazas y allí lo encontró.
—Ven, Jonghyun. Con una perversa sonrisa en los labios, Jonghyun dijo mientras miraba con descaro a su esposo:
—No vas a convencerme aunque utilices todas tus armas
Key, sinuoso, se apoyó en una pared, y tras tirar de él para que lo aplastara, le susurró al oído:
—No quiero convencerte, cariño; sólo quiero disfrutar de ti.
Tras besarlo con pasión alzo la camisa, con un descaro inmenso, le susurró:
—¡Ay, Jonghyun!, necesito que me rasques aquí. Siguiéndole el juego, él le metió la mano dentro.
«Me vuelves loco », pensó excitado mientras sentía cómo él le tocaba los pezones como a él le gustaban.
—¡Oh, Dios, me encanta que me toques! —musitó, mordiéndose el labio.
—Ni te cuento lo que me gusta a mí, cariño.
Apretujándose contra él, se estremeció y le pasó la lengua por el cuello.
—No pares, por favor. Eso le hizo sonreír.
Lo conocía muy bien, y sabía cómo podía llegar a ser de pasional su precioso esposo, pero también sabía que Key no pararía hasta conseguir su propósito
—De acuerdo, gatito, disfrutemos. Como era de esperar, Key, con rapidez, tomó la boca de su esposo y devorándole los labios se entregó a él con pasión, esa pasión desmedida que volvía loco a Jonghyun y que conseguía hacerle olvidar el resto del mundo.
Una vez que hubo acabado su momento pasional, Key, con una pícara sonrisa divertida, que a Jonghyun le derritió el corazón, le miró, y él, feliz mientras lo cogía entre sus fuertes brazos para llevarlo a su habitación, murmuró:
—De acuerdo..., Key
. Pero sólo si me prometes que tanto tú como Mijoo se aseguraran de que esos perros no tengan ninguna enfermedad encima.
—Pero, Jonghyun... No dispuesto a dar su brazo a torcer, lo besó y , seguro de lo que decía, aclaró:
—Lo siento, cariño, pero no voy a transigir. Key en brazos de su esposo pestañeó y, dichoso, añadió:
—De acuerdo, Jonghyun, hablemos