“Yo sé que tu recuerdo es mi desgracia…”
- Hola pequeño, ¿Te gustaría algo de diversión? – preguntaba un horrendo hombre que parecía de unos 50 años vestido casualmente y mostrándole billetes de gran denominación
- ¡No! Aléjese de mí – Yugi empujó al hombre y corrió por el callejón.
Él sabía muy bien que andar por esos callejones era muy peligroso pero no encontraba a los chicos o la salida, parecía un laberinto. Siempre que pensaba que estaba encontrando la salida aparecía en el mismo lugar de antes, estuvo mucho tiempo corriendo en círculos y cuando intentaba pedirle a alguien indicaciones, pues pasaban cosas como la de ese hombre horrendo que le ofreció dinero.
Estaba muy cansado y la noche había caído más pronto de lo que pensó, necesitaba encontrar un refugio donde descansar e intentar llamar a sus amigos, pero quizás quedarse por los alrededores en algún lugar iba a ser más difícil que salir del intrincado laberinto de callejones
- ¿Estás perdido? – escuchó una voz detrás de él
Yugi volteó y le sorprendió ver a dos tipos jóvenes, uno de ellos usaba un gorro rojo y el otro usaba unos lentes redondos y amarillos
- Sí, ¿podrían ayudarme? Estoy buscando a mis amigos– contestó Yugi agradecido de que pudiera hablar con alguien sin que le estuvieran proponiendo cosas indecentes a cambio de dinero
- Es muy peligroso andar por ahí, ¿no prefieres un lugar donde pasar la noche? – contestó el del gorro
- Si, nosotros tenemos una –el chico de los lentes le lanzó una mirada al otro – posada en la que podrías alojarte y no te cobraremos nada, después de todo estás perdido ¿no? Y tus amigos podrían encontrarte ahí –dijo el de los lentes sonriente
- ¡Eso sería genial! – dijo Yugi.
- Síguenos – dijeron los dos tipos
Yugi los siguió hasta lo que parecía una bodega abandonada
- Las pintas de bodega abandonada son por idea del dueño, no te preocupes – dijo el de lentes al ver a Yugi dudar – Vamos, entremos – dijeron prácticamente empujando a Yugi al interior.
Los tres chicos entraron y la puerta se cerró, tan pronto como entraron alguien puso una bolsa sobre la cabeza de Yugi y ataron sus manos. Lo siguiente que supo fue que se encontraba en una habitación llena de cámaras, amarrado a la única cama y los chicos que lo habían llevado a ese lugar estaban grabándolo.
Un tipo apareció desnudo de cintura para arriba y con un antifaz. Lo siguiente que supo fue que el tipo le pegó una ligera bofetada que no pretendía lastimarlo del todo, lo recostó en la cama y comenzó a desvestirlo rudamente….
Escuchaba las risas de los tipos alrededor, dolía, él lloraba…
Al tipo se le cayó el antifaz y…
Yugi despertó agitado y sudando. Otra vez esa pesadilla, intentó calmar su respiración. Suspiró profundamente, secó las lágrimas que se acumularon en sus ojos y se recostó mirando el techo de su habitación para recuperar la calma. Pasados unos minutos recordó
“¿De verdad no puedes darme una oportunidad de demostrarte que soy buena persona, que seré un buen esposo?”…
…“¿Cómo llego a tu corazón?
- ¿Crees que con una disculpa se soluciona todo? Sólo muérete – contestó Yugi y siguió en dirección a la salida dejando a Yami con la expresión dolida
De pronto Yami pasó por su lado en dirección a la Avenida en la que los autos iban y venían
- ¿Qué estás haciendo? – preguntó Yugi al percatarse de que Yami estaba a punto de cruzar la avenida
- Haciendo lo que me dijiste, morir – Contestó Yami calmadamente
Yugi tomó su brazo. Yami lo miró
- ¡Detente! – dijo Yugi enfadado – ¿De verdad vas a matarte solo porque alguien te lo diga? ¿Qué rayos pasa contigo? – respiró hondo – sólo aléjate de mí por favor.
- Si me dices eso entonces seguiré intentando acercarme a ti – contestó Yami
- ¿Qué quieres para dejarme en paz? – Yugi se sintió muy molesto – No te basta haber tomado mi… -se sonrojó
- Escucha, toma – Yami interrumpió y le extendió un papel – Cuando estés listo para darme una oportunidad llámame ¿está bien?"
Habían pasado 3 días desde que Yami le dio su número telefónico, es decir, qué quería ¿pretendía que Yugi fingiera que nada pasó? Que ya no tenía pesadillas tan vividas de aquella habitación, que no necesitó un año completo para superar medianamente el terror que le producía hasta ver a sus compañeros.
Yugi tomó el papel lo observó unos minutos, era una caligrafía estilizada, bastante elegante.
“Nunca llamaré” dijo para sí arrojando el papel que cayó justo al lado del bote de basura.
Y se recostó de nuevo para seguir durmiendo.