Give me love
Dejé la bocina del teléfono de nuevo en su lugar. Colgué antes de que diera el primer tono de llamada, pero no suelto el aparato aún. Mis dedos se tambalean en el tablero numérico. Sé lo tarde que es, y sin embargo, sigo aquí. En medio de una calle oscura, iluminado por la luz de la farola cercana. Aquí, de pie en una cabina de teléfono público.
Levanto la bocina por tercera vez, y sé que no será la última. Sé que te marcaré, pero al primer tono, incluso antes, colgaré. Soy así de cobarde.
Es mi teléfono el que suena ahora. Sé quién es antes siquiera de ver la pantalla. Contesto, y tras asegurarle que volveré pronto, me alejo de la cabina telefónica. Del otro lado de la calle un bar me abre sus puertas. Me siento junto a la ventana y con el primer trago contemplo la cabina que dejé hace unos minutos.
Últimamente me he despertado sintiéndome solo, a pesar de sentir la tibieza de una respiración en mi cuello. Y ahora, la solitaria cabina me recuerda a mí. Tengo ganas de llorar, de manchar con lágrimas mi camisa. Pero en su lugar apuro la copa que sostienen mis manos, tal vez así, con alcohol como sangre pueda seguir peleando esta inútil batalla.
Quizás logre llamarte esta noche. Y decirte: Dame amor. Dame amor como ella lo hace. Ámame así, completa y totalmente. Tal vez, me conforme con un poco. Mientras sea tuyo me basta. En realidad, sólo quiero abrazarte, así tú no lo hagas de vuelta.
Sé que existe ese ruido a mí alrededor. Las personas aquí hablan muy fuerte. Quisiera decir lo que pienso en voz alta. Últimamente he estado ansiando más. Más de ti. Pasó mucho tiempo para volverte a ver. Creí que no volvería a hacerlo. Creí que ya no sentiría esto. Quiero otra copa, pero de algo más fuerte. Si convierto mi sangre en alcohol te llamaré esta noche.
Volveré a ese teléfono y te diré: Dame amor. Hazlo como nunca antes. Sé que debería dejarte ir, porque yo no soy libre y tú sí. Estoy jugando a las escondidas contigo. He fingido que no te siento, que no te quiero. Pero la verdad es diferente. Dame un poco de tiempo, te pediría, para arreglarlo todo, para deshacerme de todos los miedos. Pero, me es más fácil pedirte que lo incendies, que lo ahogues, que termines con esto. Así de cobarde soy.
El licor quema mi lengua. Tengo la sensación de que quito aquello que me impide recordar el sabor de tus labios. Tal vez, me bastarían tus labios para eliminar cualquier otro sabor.
Siento la mirada de la cabina. Es como un juego de resistencia. No voy a ganar. Necesito llamarte esta noche. Necesito pedirte, rogarte: Dame amor. Tu amor. Ningún otro funcionará.
De nuevo mis dedos tiemblan sobre los números, estoy mareado y tengo nauseas. No quiero volver a casa aun. El primer tono de llamada…el segundo… por favor, contesta…el tercero…el cuarto…por favor, no contestes…el quinto…
-Diga- es tu voz, y estoy clavado en el suelo con la garganta seca- Sí, diga- insistes.
Al despegar los labios, todo lo que quería decirte se me olvida. Y es que todo lo engloba tu nombre. Y es lo único que atino a decir.
-Zero.