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Llueve por girlutena

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El suave viento soplaba trayendo consigo las pequeñas hojas ya secas de los altos árboles, dejando que el frío calara en lo más profundo de los desolados corazones de las personas. Desde lo lejos se podía observar como los niños corrían detrás de un pequeño balón de tela, dejando que sus ensanchadas sonrisas adornaran sus infantiles rostros.


Los oficinistas salían y entraban de los altos y resplandecientes edificios, trayendo consigo gruesos fajos de hojas que sus jefes deberían firmar; el edificio que más resaltaba en aquella transitada avenida, era un alto edificio de cristal reforzado con acero.


Una arquitectura pulcra y minimalista, se podía observar como los trabajadores se volvían en silencio, por el sonido de unos tacos chocando contra el duro mármol de los largos y pulcros pasillos, los trabajadores en silencio, observaron y esperando que aquella mujer alta y refinada pasara de largo, mientras contorneaba sus anchas caderas y movía, de una forma exagerada, sus largos cabellos azabaches.


Las puertas de vidrio del ascensor se abrieron dejando pasar su cuerpo hacía el largo pasillo de gerencia, dejando ver una pequeña salita con las paredes pintadas de blanco y los muebles de cuero negro, dando una decoración sencilla y minimalista.


La secretaria de cabellos rojizos alzó su mirada para observar como aquella mujer se acercaba sin siquiera decir ni una palabra.


-Namikase-san, se encuentra ocupado.


-Querida, creo que te has olvidado quien soy yo. –La pelirroja frunció ligeramente su ceño y entrecerró su mirada rojiza, observando la pútrida sonrisa de aquella mujer y como esos hermosos ojos color perla, tan solo destilaban hambre de poder.


Y sin decir nada más la morena ingresó al despacho del hombre que la amaba con locura.


-Karin, creo que te he dicho que no quiero que nadie entre.  –La mujer sonrió con autosuficiencia al encontrar al hombre quien la mantenía y cumplía cualquiera de sus caprichos y se acercó, chocando con fuerza sus tacones contra el reluciente mármol.


-Mi vida, pero yo no soy nadie.


Naruto alzó su afilada mirada para observar como la falda negra subía hasta más de la mitad del muslo y como aquella fina y casi transparente blusa que traía aquella mujer, traspasaba hasta notar su brasier, no pudo evitar sentir como un calor empezaba a desprenderse desde su estómago hasta su vientre al ver como se acercaba hacía él, para sentarse sobre sus piernas.


-¿Ya tuviste tu primera noche? –La voz de la pelinegra traspasó suavemente por todo su canal auditivo, mientras que pasaba sus largos dedos por los rubios cabellos del varón, la mujer sonrió coquetamente mientras acercaba sus labios, recorriendo con su lengua todo el largo de su cuello. –Seguro que no ha sido mejor que yo.


-Hinata, no. –Naruto cerró fuertemente sus ojos, al sentir el anillo en su dedo. La mujer alzó su rostro al sentir la mano del rubio sobre la de ella, deteniéndola cuando iba a abrir la bragueta de su pantalón. –Aquí no, estoy trabajando.


-¡Vamos Naru! –Hinata abrió sus piernas para colocarlas entre las piernas del varón, dejándose expuesta. –Nunca te ha importado hacerlo en tu oficina.


-Pero antes no he estado casado.


-¡Me prometiste que nada iba a cambiar!


-Y no va a cambiar. –El rubio soltó un suave suspiro, mientras besaba el largo cuello de la morena, sintiendo el aroma a lavanda, frunció levemente su ceño al recordar los dulces aromas que había utilizado el doncel aquella noche en la que se desmayó.


-Entonces quiero hacerlo aquí y ahora. –Hinata no perdió tiempo y abrió rápidamente la bragueta del rubio, acariciando su flácido miembro para luego arrodillarse y lamerlo de arriba abajo.


El rubio cerró sus ojos, intentando perderse en aquella excitante acción, había perdido la cuenta de cuantas veces lo habían hecho en su oficina, apretó sus dedos entre los largos y azabaches cabellos de la mujer y abrió lentamente sus ojos topándose con unos cabellos azabaches con un brillo azulado, observó aquella piel lechosa, imaginándose las hermosas y brillantes cuencas brunas del rostro del hermoso doncel.


Sintió como su corazón saltó contra su caja torácica, empezando a sentir como su respiración empezaba a descontrolarse y asustado se alejó de la mujer llevando sus manos hacía su pecho intentando controlar su agitado corazón, mientras que la mujer se ponía de pie sobre sus tacos agujas y le miraba con esos ojos perlas, destilando amargura.


-¿¡Qué mierda te pasa, Naruto!?


Su cuerpo se sobresaltó al escuchar el sonido del teléfono llenar la oficina que poco a poco empezaba a asfixiarle.


-Dime Karin. –Cerró fuertemente sus ojos, desordenando sus rubios cabellos, mientras soltaba un suave suspiro.


-Naruto-san, su padre está llegando a su oficina.


Naruto soltó un bufido intentando arreglar rápidamente sus cabellos y su pantalón, mientras veía como la mujer se arreglaba su transparente blusa y la corta falda para salir con pasos airosos hacía el vestíbulo.


No había pasado ni un minuto, cuando Minato ingresó sin siquiera tocar la puerta del despacho y achicó sus añiles ojos para observar a su hijo, quien tan solo estaba sentado intentando leer las palabras del informe.


Se acercó con pasos calmados hasta el pequeño bar, para servir dos pequeñas copas de wiski, volvió hasta la silla de cuero, colocando calmadamente las copas, dejando que el sonido del hielo llenara el silencioso despacho.


Cruzó lentamente sus manos sobre sus muslos, observando cada detalle de su vástago, su mirada añil cayó sobre los hombros completamente tensionados y como aquella corbata azul marino yacía mal puesta.


-¿Qué pasa, padre? –El menor casi se golpea al escuchar como su voz sonaba tan rasposa y nerviosa, alzó su azulina mirada, para observar como su padre pasaba un pequeño trago de aquel delicioso néctar.


-Dímelo tú, Naruto. –Minato apoyó su el peso de su cuerpo sobre el respaldar de la silla. –He visto salir a Hyuga y al parecer no iba muy feliz que digamos.


-Yo- no. –Naruto negó lentamente, intentando ordenar las ideas en su confusa cabeza. Soltó un leve suspiro al imaginar los ojos de Sasuke.


-¿Me vas a decir que de un día a otro vas a hacerle fiel a tu esposo?


-No sé qué quieres que te diga, padre. ¡Me obligaste a casarme con un doncel enfermo! Dudo mucho que llegue a estar vivo para darme un hijo.


Minato se puso de pie lentamente, observando como el cuerpo de su hijo se estremecía tan solo al obsérvalo, frunció con fuerza su entrecejo acercándose a Naruto, apoyó su mano sobre el hombro del menor, obligándolo a ponerse de pie.


A pesar de que Naruto contaba con casi veintisiete años, seguía midiendo 1.80 centímetros, cinco centímetros menos que su padre, cerró con fuerte sus ojos, al sentir como los dedos de su padre apretaban con fuerza, contrayendo sus músculos.


-Sasuke puede estar enfermo, Naruto. Pero si me entero de que le engañas o algo peor, no solo será la familia Uchiha quien acabe contigo.


Cuando Minato le soltó, no le importó ver como su hijo empezaba a quejarse por el dolor que empezaba a crecer desde su cuello hasta su espalda, soltó un leve y cansado suspiro para acercarse hasta la gran mampara y observar a lo lejos como los pequeños niños corrían hacía sus padres.


Negó lentamente al ver en el reflejo como Naruto desarreglaba su corbata para sobarse la piel que él había lastimado, frunció fuertemente su ceño al observar como la pelinegra salía airosa del edificio, empujando al guardia de seguridad.


-Por cierto, si me entero nuevamente que te encuentras a solas con la hija de Hiashi, podrás irte olvidando de tu puesto en la empresa.


-Supongo que no has venido a decirme solo eso.


-No, en realidad venía a decirte que necesito que viajes a Suiza. -Naruto frunció ligeramente su ceño, intentando recordar los negocios que su padre había hecho con Mitsuka, otra empresa de comercio de minas. –No están cumpliendo con la parte del contrato y necesito que verifiques que es lo que está ocurriendo.


-Entiendo ¿Y cuándo necesitas que vaya?


-Necesito que te vayas mañana, pero puedo esperar hasta que termine la semana. -El menor asintió lentamente y alzó su rostro al ver como su padre empezaba a acercársele. –Intenta informarle de la mejor manera posible a Sasuke.


-Sé que fue un matrimonio arreglado, pero no pueden llevarse tan mal toda la vida.


El menor soltó un suspiro agotado, mientras se acercaba al gran ventanal, los pasos de su padre ya se escuchaban lejos de su despacho y su azulina mirada no pudo evitar caer sobre el parque infantil y ver como los pequeños niños corrían hacía sus padres.


Y no pudo evitar imaginarse como sería tener un pequeño niño, idéntico a su esposo, corriendo por los grandes jardines de su casa.


 


La noche se había anunciado tan rápido y silenciosa, trayendo consigo a una tormenta, las fuertes gotas de la lluvia chocaban contra las ventanas templadas, mientras que el fuerte viento se encargaba golpear contra las altas paredes de los edificios, las luces de los autos pasaban a toda velocidad, dejando salpicar el agua estancada del asfalto.


Las luces de color ámbar brillaban tintineando entre las gotas de la lluvia, alumbrando el pequeño y deshabitado parque, alumbrando los pequeños juegos infantiles.


Las ramas desnudas se agitaban entre si, causando un chirrido sofocante, junto con los relámpagos que explotaban a lo lejos; Obito mordió su labio inferior, dejando que las gotas se llevaran las finas lágrimas que surcaban su joven rostro, sus cabellos azabaches se removían contra el viento, pero él siguió estático, sobre un pequeño y viejo columpio.


Observando perdidamente algún punto de sus sucios zapatos, cruzó sus delgados brazos alrededor de su plano vientre, soltando un suave sollozo, dejando que la fuerte tormenta se lo llevará con el viento.


-¿Obito? -Su menudo cuerpo se estremeció con fuerza al escuchar aquella fuerte y varonil voz, cerró y abrió sus ojos con total calma, tirando a lo lejos aquellos pensamientos que tan solo servían para torturar su mente, pero rápidamente sus mejillas se tiñeron de un suave rosa, al sentir aquella penetrante de aquel hermoso hombre, la mirada de su primer amor y antiguo sensei.


-¿¡Qué haces ahí!? -Su corazón se sintió aliviado al sentir como alguien se preocupaba por él y no puedo evitar derramar pequeñas y nuevas lágrimas. -Ven conmigo. -Las fuertes manos de aquel hombre le apresaron con fuerza desde los hombros y se dejó cubrir por aquel agradable calor, sintiendo aquel aroma a tabaco.


Sonrió entristecido al recordar los hermosos y brillantes cabellos plateados de aquel hombre, como siempre mostraba una pequeña sonrisa y como esos ojos negros le miraban con ternura, aquellos brazos que eran capaz de derribar todas sus penas, pero sintió como todo desaparecía al recordar que aquella sonrisa tan pequeña y delicada no era dirigida a él, sino a aquella hermosa joven de cabellos castaños llamada Rin.


Su cuerpo se estremeció suavemente al sentir un reconfortante y extraño calor, mientras que sus pulmones inhalaron aquel fuerte y embriagante aroma a sándalo y tabaco, tan característico de su sensei.


Abrió sus ojos, sentándose en aquella cama tan cómoda, pero rápidamente se arrepintió de hacerlo al sentir nuevamente aquellos mareos y un suave dolor en la parte baja de su cabeza, sus manos acariciaron suavemente la tela de seda de aquellas sábanas y sus ojos cayeron sobre las paredes pintadas de blanco, el pequeño mueble que yacía al frente de un televisor plasma y un hermoso balcón con vista a la mejor calle de Tokio.


-¿En dónde estoy? -Su voz sonó rasposa y sus mejillas se volvieron de un fuerte carmín al darse cuenta que no traía puesta su ropa, sino una playera demasiado grande, dejó que sus largas y casi desnudas piernas colgaran de aquella cama, tamaño King y sus pies sintieron la suave alfombra blanca que yacía en el suelo de madera.


-Estás en mi hotel. –El menor alzó su mirada al escuchar aquella varonil voz y sintió como su corazón saltaba agitado, mordió ligeramente su mejilla interior, mientras que empezaba a sentirse nervioso.


Como hace ocho años, donde le conoció por accidente.


-Sensei


Las suelas de los zapatos chocaron contra el frío tatami y Obito pudo jurar como una descargar corría atreves de sus pies hasta su columna vertebral, aquel hombre no había cambiado casi nada, seguía con sus largos cabellos grisáceos, y con esa bruna mirada tan afilada pero suave.


Kakashi se acercó lentamente hacia una pequeña mesita donde colocó una pequeña bandeja con una taza de jazmín, el cuerpo del menor se tensionó al percibir aquel aroma, pero rápidamente negó al saber que aquel hombre yacía casado con su mejor amiga y él, él estaba casado con uno de los hombres más importantes y fríos de Tokio.


-Bebe esto.


El menor tomó la pequeña tacita y se sintió relajado cuando aquel líquido un poco dulzón pasó por el largo de su garganta.


-Yo tengo que irme. -La mirada de aquel hombre observó como los delgados hombros del doncel empezaban a tensionarse, temblando suavemente.


-Obito. -Kakashi alzó levemente su mano intentando acariciar la tersa mejilla del doncel, sintió como su corazón se aprisionaba en su pacho al sentir como el menor se alejaba de él. -Lo siento, creo que no me preocupe por ti en el pasado.


El menor negó lentamente y mostró una dolorosa mueca en su rostro, intentando sonreír, sin observar como el peli plateado apretaba con frustración sus manos.


-Tú estás enamorado de Rin y eso nadie puede cambiarlo. -Apoyó suavemente su mano sobre el fuerte pecho de aquel hombre sintiendo como su corazón se volvía a romper.


-Yo voy a estar aquí por un buen tiempo, si necesitas de alguien para conversar no dudes en llamarme. -Kakashi apresó las manos del menor entre las de él, sintiendo como aquel leve temblor traspasaba hasta su cuerpo.


-Claro. –A pesar que recordó el rostro de su esposo, no pudo evitar sentir un agradable calor crecer en su adolorido pecho.


 

Notas finales:

*-*!!!!!!!!!

 


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