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Somos Hermosos por jotaceh

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Notas del capitulo:

Hola a todos :)

Espero que se encuentren muy bien y que todos sus sueños se estén cumpliendo!!! aquí les triago un nuevo capítulo. Esta vez será Andrés quien narre lo que le ha sucedido. ¿De quién se ha enamorado realmente? ¿De Ángela o de Patricia? Pueden descubrirlo a continuación.... además de un secreto que él ha guardado desde hace tiempo...

 

A leer!!!!1

CAPITULO ESPECIAL I: Andrés

Bueno, es complicado hablar de mi vida, porque buena parte de ella ni siquiera me pertenecía, no era yo quien guiaba mis pasos, era otra entidad quien cubría mi ser, quien me escondía de todas las amenazas del mundo exterior. Nací con el nombre de María, el mismo que mi difunda abuela, esa que siempre deseó que yo fuera una señorita de bien, que encontrara al hombre de mi vida y que tuviera muchos hijos. El anhelo de mis padres no era muy distinto y me recalcaban siempre, buscando que me lo aprendiera a la fuerza, para ver si así les hacía caso. –No te sientes así, pareces un hombre… Debes caminar más delicadamente… La gente siempre se burla de nosotros, dicen que eres marimacho…- Son las cosas que mi madre decía a diario, mientras me iba a dejar al colegio, cuando salíamos a comprar al supermercado, en cada ocasión, a cada momento, como un alma en pena atosigándome y dejándome en claro que nunca me dejaría en paz. –Te amo y lo hago por tu bien. Estás perdida y debes volver a tu camino…- Se excusaba cada vez que se excedía. Las veces en que me abofeteaba, cuando me gritaba en público, humillándome sin recordar que era su hijo.

La peor etapa fue la adolescencia, esa que acabo de enterrar en la madurez de mi cuerpo. Comencé a transformarme, a tomar una forma que siempre detesté. Mis pechos crecieron, se hacían notar debajo de mis poleras y por más que me fajase, ya no podía ocultarlos. Las caderas se expandieron, aparecía en el reflejo del espejo una imagen extraña, de una desconocida que no quería ver. Yo no era ella, por más que escondiera los cambios, ellos siempre se la ingeniaban para sobresalir, para hacerle decir a la gente “ya eres toda una señorita”, “que guapa chica… deben haber muchos chicos interesados en ti…” Y un sinfín de frases eternas, venéreas e insolentes que me carcomían, destruían la poca confianza que lograba al disfrazarme.

Imaginaba que la pesadilla se detendría, que en algún momento podría descansar de esa tortura, solo que empeoró día tras día, hasta aquella infernal mañana en la que desperté asustado. Me sentí sucio, apestaba como si jamás me hubiera bañado y todo mi cuerpo se sentía pesado, lo que tenía entre mis piernas no era más que una mancha rojiza, un charco de sangre que selló mi desgracia. –Debes estar orgullosa, ya eres toda una mujer.- Recuerdo que mi madre me felicitó, estaba dichosa porque su única hija por fin daba señales de normalidad. Estoy seguro que imaginó que sus plegarías se habían cumplido, que con la menarquia me convertiría en una muchacha delicada, recatada como siempre deseó. Su felicidad me destruía por dentro y es que para mí era una pesadilla, el golpe más fuerte que la naturaleza me había dado, la demostración que por más que batallara, siempre perdería.

Ha habido dos voces en mi cabeza, dos fuerzas opuestas que intentan volverme loco. Una de ellas me aconseja, insiste en que soy igual al resto, que soy una mujer y que puedo comportarme como tal, conocer chicos y enamorarme de ellos. -¿Cómo sabes que no te gustan si no has estado con ninguno?- Es lo que siempre me preguntaba, enquistándome al punto de enloquecerme. Esa misma voz es la que me guiaba a unirme con chicas, a jugar a las muñecas cuando siempre creí que todo ello era soso.  En la adolescencia insistiría tanto, que caería en sus mentiras y cometería los peores errores, esos que todavía hoy en día me atormentan.

Mientras esa fuerza me aquejaba, había otra más poderosa, que iba y venía como un relámpago, amenazando la supuesta tranquilidad que lograba a ratos. Ella me decía que no había nada malo en ser diferente, que no podía luchar contra lo que ocurría en mi interior, porque eso era precisamente lo que era. -¿Has probado caca? ¿Cómo sabes que no te gusta?- Aparecía para salvarme, para defenderme de la otra voz que siempre me atacaba. Cuando era más pequeño, le temía a esta insurrección, llegué a pensar que eran las palabras del diablo, quien quería llevarme al pecado y con ello al infierno. Cada vez que la sentía, intentaba de alejarla, de olvidar sus consejos creyendo que eran la peor decisión.

-Esa chica es guapa, pero qué digo… es hermosa, ¿no te gustaría verla desnuda? Debe ser un bombón.- Gritaba ante aquella amenaza, al pensar de esa manera cada vez que veía a mis compañeras de escuela. No, claro que no me podían gustar las mujeres, eso no es natural y no podía estar correcto. Durante el día podía defenderme de esos pensamientos impuros, solo que eran las noches donde estaba a la deriva, soñando con la hermosura de sus pieles fragantes, con sus pechos redondos, con sus largas y tiernas piernas, esas que me llevarían al cáliz sagrado entre ellas. Todo lo que detestaba en mí, lo adoraba en ellas, soñaba con su delicadeza y despertaba asustado al saber que eso estaba mal.

Me desnudaba ante el espejo solo para imaginar que aquel cuerpo no era el mío, sino que el de alguna de mis amigas. Tocaba mis pechos pensando que estaba acariciando la bella piel de Ana, o masajeaba mis nalgas anhelando que fueran las de Teresa. Ardía en pasión al acariciarme. Esa zona que siempre renegué, la que escondía con pavor, se volvió fuente de placer, aun cuando seguía temiéndole. Fueron largas horas soñando con la compañía de alguna mujer, ideando el candor de una muchacha en el que solo era mi ser. Mis padres sabían lo que hacía encerrado en mi cuarto, y me observaban espantados al salir, tras los gritos enfurecidos de mi padre, quien me consideraba una viciosa.

Era tanta la presión, tanto el deseo de enorgullecer a mis papás que decidí sucumbir a sus peticiones. –Siempre me has gustado, aunque pensaba que eras lesbiana.- Es lo que me dijo mi mejor amigo cuando me confesé, la vez en que le mentí y le dije que le quería. Con él era feliz, hablábamos de fútbol y jugábamos a los videojuegos juntos, pasábamos horas en los foros molestando a otros chicos. Podía ser libre a su lado y por eso lo elegí, el único con el cual podía averiguar si realmente era capaz de amar a un hombre.

Sus besos, sus caricias y las palabras de amor que me dirigía, eran más violentas que los insultos de mi madre, me dañaban tanto que solo quería huir, llorar eternamente por estar jugando con la única persona que se había atrevido a ser mi camarada. No puedo, no me interesa el cuerpo de un hombre, me es irresistible la piel cálida de una mujer y eso lo aprendí a la fuerza, de manera tormentosa. –Me estás usando, ¿crees que no me doy cuenta?- Me encaró Fabián un día luego de una fiesta, borracho y decidido a revelar la verdad. –Entonces demuéstralo… demuéstrame que me quieres…- Terminó por perder los estribos y ofrecerme lo que siempre temí. ¿Qué más podía hacer? Mis padres estaban felices al verme con un chico, no podía permitir que todos quienes se alegraban con mi cambio se sintieran nuevamente decepcionados. Me entregué, si no era con él, sería con un imbécil en quien no confiaría.

Su cuerpo sudado, la agitación de su respiración moría en mi cuello, mientras su piel velluda me asechaba como un tigre hambriento, impredecible e implacable. Sus ojos perdidos parecían extasiados, había logrado lo que siempre deseó y yo no podía más que espantarme. Eso no me gustaba, su figura me asqueaba, su olor era repugnante y solo quería que abandonara mis entrañas, que dejara de invadirme de forma tan salvaje, tan horrendamente. Cerré los ojos, y sin darme cuenta, imaginé que era yo quien estaba en su lugar, que era mi tarea la de penetrar y que tocaba los deliciosos tesoros de una mujer. En el peor momento de mi vida, pude entender que jamás fui María, que aquel cuerpo secuestrado por la pasión de un varón, no era realmente yo, que eternamente me vi desde lejos, ajeno a esas pieles. Siempre lo supe, jamás lo reconocí.

Fabián se convenció, jamás tendría mi amor ni mi pasión, así es que decidió dar un paso al costado. No volvimos a ser amigos, siempre extrañaré su risa y lo libre que me sentía a su lado. Fue mi culpa y es que le utilicé, podríamos haber vuelto a ser camaradas, solo que cada vez que le veía recordaba lo que había hecho, aquella acción deleznable que me atormentará por la eternidad. Porque soy un pecador, porque cometí el peor error que un ser humano puede realizar, porque acabé con la vida de alguien. Soy un asesino.

-No puedo creer que unos padres echen a la calle a un hijo solo por ser diferente…- Es lo que Leandro dijo una noche mientras conversábamos. Con él compartimos  cuarto y poco a pocos nos hemos hecho amigos. Recuerdo ese momento, porque estuve a punto de confesarle toda la verdad, esa que me aqueja durante las noches y que ni siquiera he podido contarle a Alejandro, tengo miedo de perder su cariño debido a mi pecado.

Ellos se enteraron y me abandonaron, pudieron soportar toda una vida de vergüenzas, pero jamás aceptarme nuevamente como hijo, no luego de descubrir mi secreto. Mi padre tomó todas mis pertenencias y las lanzó por la puerta, ya no era él, sino que un demonio enfurecido. Mi madre simplemente lloró, calló como no había hecho en toda su vida y dejó que su esposo tomara las riendas de mi destino. –Te he dado todo lo que querías, ¿y así me lo pagas?... Eres una vergüenza para esta familia, una perdida y descarada. Espero no volver a verte nunca más, ¿escuchaste?-Gritó el hombre mientras me tomaba del brazo, lanzándome a la calle, una fría noche. Los miré resignado, herido aunque aceptando su decisión y es que me merecía aquel castigo, tal vez morir olvidado en algún rincón de la calle, sería la mejor solución.

En ese momento, cuando estaba vacío por completo, unos brazos fuertes me repletaron por completo. –Ya… esto pasará y luego todo será mejor….- Me dijo una voz desconocida, aunque tan cálida que me hizo sentir en paz por primera vez en mucho tiempo. ¿Por qué me salvó aquella noche? ¿Qué tiene que ver Alejandro en mi vida? No entendía su bondad, creí que era un ser oscuro disfrazado de un regordete y estúpido hombre. No hay gente buena, eso lo aprendí a la fuerza en mi niñez. Llegué a su casa, donde me ofrecía alojo, a mí, a quien ni siquiera conocía su nombre. Si quería morir, ¿qué importaba si era en manos de un desquiciado? Así es que me quedé en aquella casucha de madera enmohecida, en medio de una pobreza que jamás viví.

Sus ojitos pequeños, su caminar desgarbado, sus palabras cortas, aquellas manos nerviosas que siempre se lleva a la cabeza, pero por sobre todo, esa sonrisa, esa que siempre llega cuando más tristeza tiene, eso es Alejandro, la belleza más grande en el lugar donde todos ven miseria. Solo un poco más de agua bastó para que cocinara un plato más, quitó un pedazo de comida de su familia para alimentarme. Ese caldo ha sido lo más sabroso que he probado en mi vida y es que gracias a él, sigo viviendo.

A veces la muerte llega y te arrebata a un ser querido, es impredecible y voraz, no te das cuenta cuando todo cambia a tu alrededor. Algo así ha sido el regordete para mí. Apareció cuando no debía, en el momento en que deseaba quedarme solo por la eternidad. Un solo abrazo, con aquel gesto logró entrar en mi corazón para siempre. Mis padres le dieron vida a María y fue Alejandro quien me convirtió en Andrés. –Tú no te preocupes… el otro día vi que hay operaciones para ello… Ahorraremos, sacaremos dinero de todos lados… pero tú te operas, no seguirás sintiéndote mal… Mi niño será feliz, será un hombre de bien y yo le ayudaré a rasurarse… Tú no te aflijas, deja que yo me encargue…- Me dijo tras contarle la verdad, al decirle que no era una mujer, sino que un varón. Su reacción me devolvió la vida y desde aquel momento, ya no he conocido de tristezas, porque él simplemente se encargó de disiparlas por mí. Incluso comenzó a trabajar el doble con tal de conseguirme la operación.

Le reproché por entrometerse en mi vida, y es que tras tantos años de mentiras al lado de mis padres, imaginé que él también querría hacer de mí lo que a él le plazca. Nunca había tenido a alguien que se preocupara tanto por mí, tanto que me asustó y le encaré estúpidamente, gritándole a quien jamás se lo ha merecido. Poco a poco me hago a la idea que le tengo a mi lado, que como un padre amoroso vela por mi felicidad y que nunca… podría hacerme daño.

Al entrar a trabajar en el centro comercial, conocí a la mujer más hermosa que ha pisado la tierra. La vi por primera vez cuando todavía era María. Ángela caminaba por fuera de mi tienda, se movía de forma tan delicada, como si fuese una princesa merodeando en su castillo. Solo necesité un segundo para enamorarme, algo en mi interior me dijo que debía pasar el resto de mis días en su compañía, solo que era mujer y ella jamás me querría así. ¿Quién interfirió entonces? Nuevamente Alejandro, que al enterarse que me gustaba ideó todo un plan para que nos conociéramos, cuando ya me veía como un hombre, como siempre quise.

Fue él quien me ayudó a vestirme como siempre quise, a esconder eso que me avergonzaba y a presentarme por el nombre que siempre quise poseer. Aunque es momentáneo, solo una maquinación para esconder mi pasado, he logrado transformarme en eso que desde niño anhelé. Siento más confianza, una que no conocía y que logra que camine con la frente en alto, no dejando que nadie me haga sentir inferior, porque nunca lo he sido.

Todo era perfecto al lado de la castaña, sentía que día tras día la amaba más. Estaba viviendo el sueño de mi vida, me veía como quería y estaba al lado de la mujer a quien amaba, tenía una familia que me aceptaba y amaba, trabajaba para poder ayudar a Alejandro. ¿Qué podría salir mal? Claro, que mi gran secreto saliera a la luz y espantara a Ángela, quien pensaba que yo era un hombre por completo. La ex esposa de Leandro fue la causante de toda mi pesadilla y como había sido tónica en mi vida, todo se destruyó.

-Tú eres más que tu cuerpo… nadie puede juzgarte sin haberte conocido antes. Para mí… eres una de las personas más especiales que he conocido.- Es lo que una compañera de trabajo me dijo al verme triste, luego de la ruptura con Ángela. Con Patricia había conversado antes, es una chica muy simpática y desde siempre supo que estaba atrapado en el cuerpo equivocado, ya que vio mi transformación durante los primeros días de trabajo. Recordé lo que sentía al lado de Fabián, podía reír libremente con ella, comentábamos sobre los resultados de los deportes y poco a poco creamos una confidencialidad mutua. Por fin tenía una nueva amiga, una que me apoyó mucho mientras sufría a mares debido al desamor.

Su cercanía era extraña, me miraba de una forma diferente a como lo hacía con el resto y siempre estaba preocupada por mí. –Lo que pasa es que… bueno… yo… tú me gustas mucho…- Terminó por confesarme una tarde luego de salir de laborar. A mi mente llegó el recuerdo de la castaña, seguía amándola, solo que ya a esas alturas se había convertido en un imposible, mientras que Patricia estaba frente a mí, aceptándome como realmente era. Decidí acallar mis sentimientos y besar a la muchacha, deseando fervientemente poder corresponderla como se merecía. -¿Puedes ver el sol? Pues yo soy capaz de quemarme los ojos si tu decidieras ser el astro rey… ¿Sabes lo que más me gusta de ti? Es que eres lo mejor de un hombre y una mujer en una sola persona, porque el que hayas nacido en el cuerpo equivocado no fue una tortura, sino que una bendición. Lo que has vivido te ha transformado en este fenomenal hombre que tengo ahora ante mis ojos…- Era lo que la muchacha me decía a menudo, haciendo que olvidara por completo el recuerdo de Ángela y me centrara en sus ojos marrones, esos que me veían como si yo fuese su tesoro más preciado.

Quería corresponderle, amarla como se lo merecía, solo que el recuerdo de la castaña aparecía constantemente en mi cabeza, como un fantasma que jamás me dejaría de perseguir.

Nos dimos una oportunidad y busqué entregarle todo el amor que mi corazón deshecho podía darle. Me esforcé hasta que a mi vida regresó la mujer a quien tanto amé. Otra vez era resultado de las acciones de Alejandro, quien pudo abrirle los ojos a Ángela y enseñarle que no importa cómo sea mi cuerpo, sino que lo mucho que podía entregarle. El volver a sentir el grato aroma de mi amada, fue un potente elixir, la felicidad penetró profundamente en mis venas y me sentí capaz de lograr todo, de tomar la luna entre mis manos y regalársela a mi novia.

¿Y Patricia? Tuve que ser sincero con ella, revelarle que todo el amor que le había entregado era fabricado, que tuve que esforzarme para corresponderle, pero que el amor no puede ser forzado, debe simplemente nacer. Ella lo entendió, o eso es lo que me dio a comprender, y es que nunca podría darme un problema. Así es la chica.  

Para agradecerle a Alejandro todo lo que ha hecho, decidí planificar un viaje de parejas a la playa. Sé perfectamente que Leandro le ama y me gustaría que estuvieran juntos, que por fin mi salvador conociera lo que es el amor, de la misma forma en que yo lo he vivido al lado de Ángela. Hice la expedición, el resto lo dejé en sus manos, esperando que puedan por fin reconocer que deben estar juntos.

Mientras les dejé descubrir sus corazones, yo me dediqué a mi amada, a encontrar en su piel añorada el mayor de los placeres. Quité su ropa tiernamente, cual niño abriendo un regalo y es que eso es para mí Ángela. Descubrí sus pechos, esos que voluptuosos se irguieron libres ante mí. Seguí bajando hasta conquistar sus piernas, las largas extensiones de carne que se abrieron gentiles ante el tacto cálido de mi lengua. Su sabor me enloqueció, y es que quise conocerlo durante mucho tiempo. Sus gemidos morían deliciosamente en mi oído, deleitándome cual perfecta sinfonía. Su cuerpo se estremecía ante mi tacto, todo era perfecto, era dichoso hasta que aquel recuerdo regresó a mi cabeza. Vi sangre por todos lados, un fuerte dolor en mi pecho me hizo gritar. La asusté debido a lo impensado de mis actos. Logré tranquilizarme y volver a aquella encantadora rutina, mis dedos y los suyos jugueteaban en nuestro placer, hasta que la puerta se abrió de improviso. –Ups… no vi nada…- Era Alejandro, quien quería conversar con nosotros. Me sentí avergonzado, por permitir que nos viera de esa manera, aunque finalmente fue cómico, como cuando unos padres son descubiertos por su inocente hijo.

-Deberíamos seguir ¿verdad, Patricia?- Dije de pronto, intentando no reírme debido a lo ocurrido. El rostro desconfigurado de mi amada me dio a entender que me había equivocado, que la había llamado erróneamente. ¿Qué me había sucedido? ¿Por qué la confundí con la chica con quien trabajo?

Esa noche fue confusa, porque nada de lo que ocurrió fue casualidad, y es que como siempre, Alejandro actuó para mostrarme un nuevo camino, sin siquiera saberlo. No, no tenía el rostro de Ángela en mi mente mientras intimábamos, estaba recordando lo libre que era al lado de Patricia, porque a su lado nunca fingí, porque cada vez que me sentía vacío, podía encontrar vitalidad en la muchacha de cabellera desarreglada.

El amor no se finge y lo que viví al lado de ella no fue una mentira, porque eso que creí una farsa, fue en realidad lo que sentía. Amé a Ángela por su belleza, mas me enamoré de Patricia gracias a su alma, a eso invisible que me entregó y que ciegamente jamás reconocí. Quiero estar a su lado, hacerla feliz, porque su mera compañía es todo lo que necesito.

-Lo siento… no puedo seguir engañándome. Eres la mujer más hermosa que he conocido, pero no te amo… por lo menos no lo suficiente como para hacerte feliz. Espero que puedas disculparme por jugar con tus sentimientos.- Le dije a la castaña al amanecer, luego de aquella equivocación durante la noche. La vi compungida, perdida debido a lo inesperado que resultaba todo eso y es que era yo quien luchó para tenerla, para luego dejarla marchar. –Antes que te vayas, quisiera sacar de mi mente una duda… una que me ha atormentado desde que supe que eras mujer.- Dijo antes que me marchara de la habitación, aun deshecha en lágrimas tras la ruptura. -Eras tú la chica de aquella noche ¿verdad? Porque la primera vez que te vi no fue en el centro comercial… sino que en el hospital….- Pronunció segura, sabiendo la respuesta. No podía dar crédito a ello, no puede ser que todo este tiempo ella haya sabido mi más tenebroso secreto, ese del cual siempre me avergonzaré.

~*~

Estaba confundido, acababa de darme cuenta que mis miedos eran ciertos, que era un hombre atrapado en el cuerpo de una mujer y lo descubrí al intimar con otro varón. Pensé que aquel acto no tendría repercusiones, que dejaría en el pasado a Fabián para siempre. Solo que el destino me tenía preparada una nueva sorpresa.

Mi cuerpo comenzó a sentirse pesado, a cambiar como lo había hecho en la pubertad. Odié todo ese proceso, ¿qué estaba mal conmigo? Comencé a asustarme, por lo que secretamente acudí al doctor. Fue aquel hombre quien me dio la peor de las noticias. –No es nada grave, no se preocupe… Lo que ocurre, es que usted está… embarazada. Felicidades, será madre.- Y todo el mundo se me vino encima. ¿Cómo? ¿Cómo un hombre podría dar a luz? Por fin me había encontrado conmigo mismo, había descubierto quién era realmente y debido a ello mismo, estaba experimentando la peor de las pesadillas.

No soy una mujer, no puedo dar vida como lo hacen las demás. Detesto todo mi cuerpo y el hecho de saber que otra vida estaba creciendo en mi interior, me aterraba aún más que todo lo vivido en mi infancia. Porque el parir era la señal inequívoca que era una hembra, que mi mente estaba equivocada y que debería vivir el resto de mi existencia aceptando algo que no me era natural. Debería criar a un pequeño, a un inocente que nacería sin querer, producto de un error, de un horrendo error.

¿Qué debería hacer? Me destruí pensando en ello, en encontrar una solución, una distinta a la que había fabricado desde un comienzo. Me crie en una familia católica, donde la vida es importante desde que se concibe y lo que había ideado me pareció aberrante, imposible de hacer. Ese ser no debía seguir creciendo, no debía demostrarme aquello que no era, solo que no me atrevía a acabar con su existencia. Así pasaron las semanas, pronto se notaría mi estado y debería resignarme a una vida que jamás quise.

Un día no aguanté más y decidí hacerle caso a mis instintos, a esos que mi moral buscaba acallar. Averigüé en internet un lugar donde practicar un aborto, uno ilegal y es que está penalizado por ley. Así llegué a una clínica a las afueras de la ciudad, un lugar frío y deprimente, una casa abandonada que más parecía un matadero de cerdos. Nada de ello me importó, solo quería acabar con ese problema y me entregué a las manos de quien se suponía un doctor. El raspaje de útero fue el proceso que viví dolorosamente, debido a una anestesia mal aplicada. Aquel que crecía en mi interior, desapareció y un poco más aliviado me fui a casa.

Tomé pastillas para el dolor, ese tan incesante que me retorcía por dentro. Pasaron las horas y comencé a sangrar estrepitosamente, el procedimiento no había salido bien y lo sabía. Mi vida estaba en peligro, decidí morir encerrado en mi cuarto, solo que la curiosidad de mi madre logró descubrirme y rápidamente me llevaron al hospital. Había perdido mucha sangre y estaba a punto de desfallecer. En aquel momento, Ángela tuvo que haberme visto y así se enteró que me practiqué un aborto.

Los médicos le contaron a mis padres lo que había hecho y tan solo tras darme de alta, decidieron que un monstruo como yo no podía seguir siendo su hijo. –No soy una mujer, nunca lo he sido… ¿no se han dado cuenta? No puedo ser madre, es imposible…- Reconocí por fin, aunque ya era demasiado tarde. Esa fue la gota que rebasó el vaso. Todo ello unido fue la razón por cual me desterraron, me olvidaron para siempre.

Ángela lo supo y quedó aterrada, hemos terminado nuestra relación y nunca olvidaré su rostro compungido ante tal verdad. ¿Qué sucederá cuando Patricia y Alejandro se enteren? ¿También me darán la espalda debido a mis errores? Tengo miedo y es que siento que no puedo seguir ocultando esta verdad, los amo demasiado como para mantener por más tiempo la mentira. 

Notas finales:

Nos leemos!!!!! :D


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