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Somos Hermosos por jotaceh

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Notas del capitulo:

Hola a todos!!! espero que se encuentren muy bien y que todos sus sueños se estén cumpliendo.....

 

Bueno, sé que se esfuerzan al comentar la historia  y me siento muy agradecido por ello, hasta el momento había respondido lo más rápido posible, solo que ahora apenas tuve tiempo para escribir este capítulo... por ello no he podido responder... Espero que puedan perdonarme, intentaré en el transcurso de la semana hacerlo... aunque no estoy seguro si pueda con todos....

 

Espero que me comprendan....

 

y ahora a leer!!!!!!

CAPITULO XII: El dolor de la verdad.

Los pasillos del hospital son dolorosamente fríos, tan blancos y eternos, tal como un interminable laberinto que quisiera retenerte por siempre. Mi papito entró en extrema gravedad, su vida pendía de un hilo. Detrás de los paramédicos, corrí desesperado con tal de no dejar de ver sus facciones pálidas, envueltas en esa sangre que se esparció por la calle. A cada lugar que mis ojos veían podía encontrar a un enfermo, incluso en las salas de espera y en esos pasillos gélidos. Mientras la consulta del doctor Eguiguren era inmensa, limpia y jamás congestionada, esa institución de salud pública está siempre atestada en gente, unos gimen enfermos mientras que otros les lloran desesperanzados. Contemplé el último respiro de una anciana que agonizó esperando por atención, como también a un pequeño que no dejaba de llorar producto de una fractura de brazo, esa que ningún médico quería tender ya que no era gran cosa en comparación con otros pacientes. No me dejaron entrar a la Unidad de Tratamientos Intensivos, ninguna persona sin autorización puede ingresar y tuve que sentarme fuera de esas puertas de vidrio envejecido, afligido y desesperado, solo con la esperanza de escuchar una respuesta oportuna.

Las horas pasaron y nadie sabía nada de mi papito. –Lo siento, no puedo informarle sobre el paciente… Deberá esperar por el doctor…- Es lo que una y otra vez me decían las enfermeras, como un rezo que le obligaban a repetir tras cada pregunta insistente. Estuve solo durante todo un día, sin comer ni beber agua, nada podía transitar por mi garganta, era demasiada la angustia. Siempre creí que al saber que uno de mis padres estuviera enfermo, sucumbiría ante las lágrimas, lloraría descontrolado al saber que podría perderles. Solo que eso no ocurrió, por una extraña razón me sentía perdido, tal vez mi cuerpo se encontrara en el hospital, solo que mi alma estaba vagando en la nada, sin encontrar un rumbo que seguir. Es como si mis sentimientos se hubieran esfumado y solo quedaran mis huesos recubiertos de carnes. No podía pensar en la razón por la cual nadie me visitaba, en por qué mi mamita no se atrevía a esperar por la recuperación de su esposo, pero por sobre todo, no conjeturaba sobre la ausencia de Leandro, quien se suponía quererme con locura.

Tal vez fue mejor de esa manera, y es que sin nadie con quien conversar, el letargo de mi agonía se extendió hasta el momento en que me revelaron los resultados de los exámenes. –Lamentablemente las lesiones en la columna vertebral de su padre son irreparables… Ahora debemos ver cómo se recupera de ellas, pero debemos ser sinceros… es muy poco probable que don Carlos no quede con secuelas. En el mejor de los casos, quedará impedido de caminar… en el peor de ellos… en estado vegetativo.- El profesional me llamó a su despacho, hizo que me sentara frente a su escritorio y fue directamente al grano. Podría haberme dicho que mi papito acababa de fallecer y yo no hubiera reaccionado, escuché detenidamente y comprendí una que otra cosa que el hombre trataba de explicarme, solo que no le di el debido peso. Ahora que lo pienso, quizás fui yo mismo quien me protegí, quien se escondió en lo más profundo de su ser para escapar de la realidad, tal como lo hacía en mi infancia con Alberto. Prefería creer, inconscientemente, que todo era una película, una novela que veía por televisión, ajena a mi realidad y que acabaría más temprano que tarde. Sin embargo, no podía escapar de la verdad para siempre.

Tras saber la verdad, el médico me recomendó que fuera a casa, que descansara un poco y regresara al otro día para saber si mi papito había despertado por fin. Le hice caso, tomé el autobús, me fui junto a muchas otras personas. Vi directamente  por la ventana, contemplé los hogares pequeños, las paredes de madera, los jardines sin césped, las plazas sin árboles, los mendigos durmiendo a la intemperie, la pobreza en cada rincón del barrio donde vivo, y entre todo ello, un padre subió a sus hombros a su hijo. No, no vino a mi mente el recuerdo de mi papito haciendo eso conmigo, jamás ha sido tan cercano, solo que el hecho de ver allí afuera, a un ser humano tan parecido a por quien sufro, logró lo que hace tiempo no podía. De pronto estaba en el piso del autobús, con el pecho contraído, las extremidades debilitadas y el rostro completamente mojado. Lloré sin importarme que el resto me viera, sin percatarme que todos escuchaban mis sollozos. –Pase lo que pase, todo tiene su fin… No te aflijas, porque en un algún momento tendrás que ver el sol. Aunque te cueste encontrarla, la felicidad se compra con tristeza…- Escuché frente a mí, a la vez que una anciana me ofrecía un abrazo.

No ocurrió lo que yo imaginaba, eso que siempre experimenté en mi infancia. –Eres una niñita llorona… Los hombres no lloran, compórtate como uno… Mariquita…- Era lo que todo el mundo me decía tras cada sollozo, tras cada intento por llamar la atención de mi familia. Aprendí que nadie debía verme tan débil, que debía esconderme cada vez que sintiera tristeza, todo con tal de demostrar mi flaqueza. Solo que en ese momento no pude contenerme y para mi alivio, no recibí ninguna señal de rechazo, al contrario, todos me apoyaron. Eran personas que jamás había visto, con quienes nunca conversé antes y aun así, me observaron con ternura, con un calor que solo das a quienes amas. La única que me habló y llegó a tocarme fue la anciana del abrazo, sin embargo, los otros me entregaron tanto cariño como ella. Todos creen que ya nadie se interesa por el otro, ahora solo miren lo que me ha sucedido. La bondad de la gente se demuestra en pequeñas acciones, en la sonrisa de quien te abre la puerta, en la pregunta tímida de si aquel asiento se encuentra desocupada, en las gracias de la cajera, en la mirada de quien tienes al lado. Nos somos monstruos, si tú no quieres hacerle daño al resto, ¿qué te hace creer que el resto si quiere hacerte daño?

Aunque mi papito seguía sin despertar, llegué a mi casa mucho más aliviado, tanto que no me sorprendió la decisión de mi mamita. –Ya no puedo controlarme… pensé que en el alcohol podría esconderme, olvidar los errores que he cometido y las consecuencias de ello… solo que lo único que he logrado, es dañar aún más a quienes amo. Por eso quiero internarme en Alcohólicos Anónimos… tal vez y pueda sanarme de esta adicción.- La encontré sentada en su cama, contemplando el jardín a través de la ventana de la habitación, tan sobria como hace mucho no la veía. Nunca podría sentir resentimiento hacia ella, es tanto el amor que le tengo que cualquiera error que haya cometido, siempre será perdonado. Estuve a su lado un largo tiempo, solo escuchando su respiración a unos centímetros de distancia. De la nada comenzó a hablar, a exteriorizar lo que ya había decidido. Ante sus palabras, solo atiné a abrazarla, a sentir aquel calor que parecía estar a punto de perder. Por una parte me alegré de saber que quería salir de aquel vicio horrendo, aunque por otra parte me sentí vacío, triste al saber que no la tendría para apoyarme en estos momentos tan difíciles.

-No sé dónde está… su ropa no se encuentra en los armarios y a todo aquel a quien le he preguntado, no sabe sobre su paradero…- Es lo que Andrés me dijo tras consultarle sobre Leandro. Ni siquiera una carta escribió para despedirse, solamente se marchó. Debo comprender que se siente igual de culpable que mi mamita, que cree que lo único que ha hecho es hacerme daño. Una vez escuché que la felicidad está en la ignorancia y así lo comencé a creer tras perder a la primera persona a quien había amado verdaderamente. No quiero pensar en que no le volveré a ver nunca más, en que tal vez pueda olvidarme con el paso del tiempo, solo deseo imaginar que sigue vivo en algún rincón del mundo, que me recordará y amará como estoy seguro que yo lo haré. ¿Por qué eres tan imbécil? ¿No ves acaso que jamás te podría echar la culpa de un accidente?

Lloré esa noche, recordando sus besos y caricias, las bromas sucias que me gastaba y su sonrisa, esa que le iluminaba todo el rostro. Finalmente estaba tan cansado, que dormí como hace mucho no hacía, solo fue posible despertar gracias a la potencia del sol de mediodía. Abrí los ojos ante su candor y me encontré completamente solo. Nadie estaba en casa, todo era silencio. Desesperado corrí habitación por habitación. David debería estar en el colegio, mientras que Andrés en el trabajo. ¿Noah? ¿Acaso su cabello azul no lo había visto la noche anterior? Pues recordando, nadie habló de él. Abrí los cajones donde estaba su ropa y no encontré nada. Ahí recordé que cuando llegan los problemas, todos huyen del nido. Supongo que mi primo no fue la excepción y ahora está buscando nuevas oportunidades en otro lugar. No me importa su traición, más que mal, aparte de la sangre, nada nos une.

¿Y mi mamita? Ella debía estar en casa, de lo contrario significaba que se estaría ebria en alguna esquina solitaria. No quise pensar en esa posibilidad y salí al jardín para encontrar la única compañía que seguía en pie. Allí me encontré con los ladridos de Puchi, con su hocico chueco y pelaje irregular. Me lengüeteó las manos alegremente, como si me hubiese extrañado mucho. Lo puse entre mis brazos y acaricié como un padre lo haría con su hijo. Fui feliz al saber que no estaba solo, que alguien estaba a mi lado, ese ser que por más daño que le pudiera realizar, jamás me abandonaría. ¿No deberíamos imitar a los perros?

>Querido hijo:

Nunca pensé que te enterarías de la verdad y mucho menos que yo sería tan débil como para revelártela en una carta. Eso que grité a tu padre es cierto, tan doloroso que me ha mortificado desde el día en que cometí tan horrendo error. Todo parecía perfecto, tu padre y yo teníamos dos hijos, él trabajaba para mantenernos y aunque no teníamos lujos, nos alcanzaba para vivir. Pensamos que todo mejoraría y de pronto, quedé embarazada de ti. Mi madre decía que un niño siempre es una bendición, solo que al tenerte, no logré comprender bien su sabiduría. Parecía como si tú nos hubieras arruinado, de pronto Carlos perdió el empleo, no teníamos qué comer y los doctores decían que el parto sería complicado. Aunque sé que siempre me has observado con amor, esta vieja estúpida llegó a creer que lo mejor sería que murieras en el parto. Vendimos los pocos muebles que habíamos comprado con tal de comer y es que nadie nos daba trabajo. ¿Cómo un inocente tendría la culpa de ello? Claro que no la tenías, solo que la desesperación y el hambre nos llevó a encontrar un culpable, aun cuando ni siquiera habías nacido ya eras el ser que nos había arruinado.

Al nacer Orlando y después Pilar, recuerdo haber llorado de la felicidad al contemplar sus caritas pequeñas, al tocar sus deditos de papel. Pude sentir esa felicidad que toda madre experimenta, esa tan inmensa que jamás se acaba, incluso cuando sus retoños ya son adultos. Nada de eso me pasó contigo. Escuché tus llantos a lo lejos, deseando nunca tener que cargarte. No quise alimentarte, el solo hecho de tocarte me causaba rechazo. Carlos intentó en un principio cuidarte, parecía que se había encariñado por fin contigo, solo que nuevamente tuve que arruinar todo. Una noche desperté afligida, cansada de tenerte bajo mi mismo techo, deseando que todo volviera a como era antes. Desesperada te cargué y como una perra te ahogué en lo más profundo de un balde con agua fría. Hasta el día de hoy no puedo quitarme de la mente la desesperación en tus ojitos, cómo pataleabas siendo tan endeble, como te aferrabas a la vida, cuando era tu propia madre la que quería quitártela. No, no pude seguir y lloré al darme cuenta en lo que me había convertido. En el hospital dijimos que había sido un accidente, tu padre y yo teníamos miedo de ir a la cárcel. Los médicos señalaron que si tan solo hubieras estado unos segundos más bajo el agua, ahora estarías muerto, aunque claro, eras solo un bebé y las secuelas eran inevitables.

Todas esas veces en que te han dicho estúpido, en que se han reído de tus incapacidades, cada una de las lágrimas que has derramado por no poder ser igual al resto, toda esa tristeza es gracias a tu madre, soy yo quien te produjo ese retraso, y aun así, en vez de buscar ayudarte, de compensar mi pecado, decidí abandonarte. Te vi crecer mientras no podía olvidar tus ojitos al intentar ahogarte, algo en mi interior me decía que te protegiera, solo que mi miedo a encariñarme con quien tanto daño produje, me detuvieron. Solo que… ¿Cómo no amar al único que mis hijos que siempre estuvo a mi lado? Tú eres se niño que comenzó a trabajar de pequeño para ayudar a sus padres, ese que siempre se ha esforzado por conseguir nuestro amor, ese que se quedó con nosotros cuando sus hermanos decidieron olvidarnos. Quizás es muy tarde para decírtelo, pero te amo con mi corazón y nunca, podría estar avergonzada de ti. Tal vez ahora que sabes la verdad, dejes de quererme, aun así, me gustaría que supieras cuan orgullosa estoy de ti y es que cada vez que ayudas a alguien (eso que haces sin darte cuenta) me lleno de satisfacción al saber que la vida me entregó un regalo tan hermoso, que fui bendecida cuando solo debería recibir castigos.

No he podido despedirme, preferí marcharme sin verte a los ojos y es que no quiero que te quedes con ese recuerdo de mí. Por muchos años he sido débil, pero ahora deseo cambiar y convertirme en esa madre que siempre te mereciste. Te prometo que me esforzaré por salir de esta adicción, por no dañar nunca más a quienes amo. Puedo ser egoísta una vez más, yéndome dejándote a cargo de tu padre, justo en el momento en que más me necesitan, solo que en el estado en el cual me encuentro, me convertiría en nada más que una carga.

Espero algún día verte a los ojos y saber que he hecho algo bueno por ti…

Atentamente….

Carmen<

Es lo que dice la carta que encontré en el collar de Puchi. ¿Cómo sabía ella que lo primero que haría sería buscarlo? Pues así lo intuyó y me encontré con su confesión, con aquel papel que mis lágrimas humedecieron inconteniblemente. Siempre supe que mis papitos de una u otra manera me rechazaban, crecí con ello y aun así, hay algo en mi interior que siempre me ha guiado a amarlos. No importa lo mucho que puedan haberme dañado, ni siquiera las consecuencias de ello, solo sé que mi misión en este mundo es estar a su lado. Pueden creer que estoy loco, que imagino cosas o incluso que gusto de sufrir, solo que es la verdad. Amaré por siempre a mi madre y la esperaré el tiempo que sea necesario. No puedo perdonarla, porque nunca me he enfadado.

De eso ya han pasados tres días, tres largas jornadas en las cuales no he trabajado y solo me he dedicado a asistir al hospital. Mi papito todavía no ha despertado, aunque ya puede respirar por cuenta propia y no tiene riesgo de muerte. Durante este tiempo he tenido el apoyo tanto de Andrés como de David, quienes me han entregado las fuerzas que necesito para continuar de pie. –Tú me salvaste la noche en que había decidido morir, ahora seré yo quien te salve a ti…- Dijo mi pequeño la otra noche, cuando me fui a acostar. Gracias a ellos no he estado tan débil como en un principio.

Hoy despierto con un poco más de ánimos, me levanto temprano para ir al hospital, espero que hoy sea el gran día, ese en el cual pueda volver a ver a mi padre despierto. Lo último que quiero pensar es en el estado en el cual se encuentre, que esté vivo es todo lo que me importa. Tomo desayuno y luego me marcho a tomar el autobús. Me es inevitable recordar a Leandro mientras estuve en el paradero, y es que en ese lugar él me dio mi primer beso. ¿Qué estará haciendo? ¿Pensará también en mí? Medito sobre esto hasta que un momento, mi mente se confunde a tal punto que regresan los recuerdos de mis amores pasados con Alberto. ¿Será que todo terminará igual? Y es que si ya no le vuelvo a ver, solo me quedaré con sus recuerdos y con los anhelos de seguir viviendo nuestro romance, todo quedará en mi mente y simplemente, se convertirá en platónico. Leandro ya no será muy distinto de aquel con quien soñé por tantos años, ese que finalmente nunca conocí trabajando en los empaque del supermercado. ¿Qué sucedería si el petizo también fue una invención de mi mentalidad inferior? No, eso no puede ser y es que su estadía en nuestra casa ha tenido repercusiones. ¿Acaso no fue por confesarle todo a mi papito que éste terminó siendo atropellado? No es su culpa, pero debido a esa riña es que todo ocurrió. No, esta vez simplemente mi amado se marchó, prefirió ocultarse debido a la vergüenza, a la idea equivocada que me ha lastimado.

Llego al hospital y tan solo al colocar un pie en el tercer piso, me encuentro con una de las tantas enfermeras que atienden allí. –Corra, corra… que le tienen muy buenas noticias.- Dice la muchacha alegre, mirándome con un brillo ameno en sus pupilas. Como ella me lo recomendó, me apresuro  para llegar a la habitación común en la que se encuentra mi papito. Al abrir la puerta le veo sentado, mirando fijamente a la nada, respirando normalmente y como si nada hubiese sucedido. Corro hasta sus brazos, para abrazarla fuertemente y es que todo esto es simplemente mágico, mucho más de lo que esperaba. –No me aprietes tanto, que me duele todavía por la operación…. Además, ¿de qué te alegras? ¿Acaso no te das cuenta en el estado en que quedé? No siento mis piernas, ahora seré un maldito lastre, un inútil que dependerá del resto…- Pronuncia mientras intenta con sus debilitadas manos alejarme de su pecho. Le escucho con tristeza, tal perece que las conjeturas de los médicos eran ciertas y sí ha quedado con secuelas. –Eso no importa, nos tienes a nosotros, somos tu familia… No dejaremos que nada te suceda, te prometo que todo volverá a ser como antes…- Le ánimo con tal de darle esperanzas, y es que con entusiasmo, nada es imposible. Me esforzaré para que pueda sentirse mejor, eso lo prometo. –No seas imbécil, la vida no es tan fácil como tú crees… Ahora déjame en paz que quiero estar solo…- Hace caso omiso de mis intentos, por lo que marcho un tanto desolado. Aunque no importa, supongo que es normal su estado, más que mal acaba de despertar y se ha encontrado con una realidad amenazadora.

Me quedo en los pasillos haciendo tiempo, hasta la hora de almuerzo en la que me está permitido acompañar a mi papito. Llevo su comida hasta la cama y le ayudo a comer, porque sus dedos no responden bien, apenas y pudo sostener unos segundos el tenedor. –No quiero que lo vuelvas a ver… No puedes pretender que es normal que estés con otro hombre, así es que espero que saques a ese enfermo antes de mi regreso.- Me encara al finalizar, dejo que transcurra un momento prudente para replicar. –Él ya no vive en casa, así que no tienes nada de qué preocuparte… Eso sí, Andrés no se marchará, eso no puedes pedírmelo…- Veo los ojos enfermos de don Carlos abrirse profundamente, sorprendiéndose por aquello que ha entendido como una confrontación. –Está bien, pero prométeme entonces que no lo buscarás nunca más, que olvidarás esa locura e intentarás llevar una vida de bien…- Eso significaría  enterrar para siempre a Leandro en lo más profundo de mi mente, de convertirlo en una imagen eterna, en una fantasía incompleta. Solo asiento con mi cabeza, si eso le ayudará con su recuperación, creo que soy capaz de cumplir sus deseos.

Salgo en la tarde un tanto cabizbajo. Por una parte, he recobrado a mi papito, está con vida y no importa qué enfermedad se nos ponga por enfrente, saldremos adelante como siempre lo hemos hecho. Solo que a la vez, este es el adiós definitivo para aquel amor que tan vivo me hizo sentir, ese que me recordó que este tonto y feo sujeto, también puede amar. Desde pequeño he tenido una teoría: siempre que posees algo, deberás perderlo con tal de conseguir algo más. Quería volver a tener a mi padre a mi lado, y para ello, el destino se encargó de cobrarme con Leandro.

Llego a mi pasaje e intento alegrarme en el camino, no quiero que al entrar a casa David y Andrés me vean triste. Esbozo una sonrisa, quizás y de esta manera también logro sentirme mejor. –Tal vez podamos ser amigos desde ahora… Total tenemos algo en común, ¿no?- Escucho de pronto a mi espalda, como un eco lejano que ha decidido morir a mis pies. Impresionado volteo para sorprenderme con la silueta venenosa de Margarita, quien camina a mi encuentro. Se detiene frente a mí, mirándome con una felicidad extraña, esa que suele tener la gente desdichada, esa que nace de la desgracia ajena. Como si fuese una amiga querida, lleva su mano a mi rostro, el que acaricia detenidamente. Me paralizo ante su cercanía, la energía que expide su cuerpo es tan fuerte que nubla mi entendimiento. –Primero Leandro me deja para irse a revolcar contigo, y ahora es a ti a quien engaña con otro, porque aunque todos quieran hacerte creer que se fue por haber sido el culpable del accidente de tu padre, la verdad es que te engañaba, ya había conocido a otro hombre, uno más guapo… ¿no te imaginas quién pudo haber sido?- Me observa detenidamente, hipnotizándome cual serpiente a su presa. Esta mujer es mala, tanto que es capaz de inventar tamaña mentira justo en el momento en el cual más estoy sufriendo. Claro que mi amado no me engañaba, yo sé que su amor era verdadero. -¿Quién desapareció también de tu casa? ¿Si verdad? No puedes decirme que no lo habías pensado, porque es muy extraño que tanto mi ex esposo como tu primito se hayan esfumado como por arte magia… Deberías aprender de tus errores, nunca alojes a tu enemigo bajo tu mismo techo, mira que le será más fácil atacarte…- Suelta su veneno mortal, antes de irse por donde vino. A mi mente vienen todas esas insinuaciones que Noah le hacía a Leandro, las palabras de interés que le dirigía, las miradas furtivas. No, no pudieron burlarse de mí todo este tiempo, eso es imposible… No, él si me amaba, de eso estoy seguro… seguro… 

Notas finales:

Recuerden que aquí tienen a alguien que los ama :) nunca lo olviden <3

 

Cuidense y nos leemos!!!


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