Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Somos Hermosos por jotaceh

[Reviews - 151]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola a todos!!!

Espero que lo hayan pasado muy bien en navidad y que hayan recibido todo lo que pidieron, aunque especialmente, espero que lo hayan pasado con las personas que quieren :3

 

Bueno aquí les traigo el nuevo capítulo, espero que les guste, lo hice con mucho cariño para ustedes :)

CAPITULO XVIII: Entre dos caminos.

Abro lentamente los ojos, mi cabeza se siente pesada, tal como si un elefante me hubiera pisado. Está todo oscuro, aunque logro reconocer que estoy en mi cuarto. Intento hacer memoria, solo que no puedo, todo recuerdo termina en el centro de entretenciones, cuando le mencioné a mis gatitos que debíamos irnos a casa. ¿Qué sucedió después? Simplemente no sé cómo he llegado a mi cama, ¿acaso me he desmayado?

-Pensé que nunca despertarías…- Desde la oscuridad aparece una voz grave, una que desconozco. ¿De quién se trata? ¿Acaso estoy siendo interceptado por fantasmas? ¿O es un ladrón? Asustado porque un desconocido se ha metido sin permiso a mi casa, me levanto ágilmente de la cama, o lo más rápido que se puede tomando en cuenta mi panza. Sin pensarlo dos veces, tomo la lámpara de mi mesita de noche y la uso para ahuyentar al malhechor. –Tengo esto entre mis manos y no dudaré en usarlo… Contaré hasta tres y…- Armándome de valor enfrento a aquel sujeto, decidido a proteger a mi familia, solo que sin percatarme, él me tapa la boca con su mano enorme. Este ladrón es realmente un descarado, ¿qué quiere hacer conmigo? ¿Acaso me matará? ¡Ah no, eso sí que no lo permitiré! ¿Quién cuidará de mi papito? ¿Quién le hará la comida a Andrés? ¿Quién se encargará de alegrar la vida de esos tres gatitos asustados? No hombre, de este mundo todavía no tengo pensado irme. Moviendo mí boca como cuando hay asado de vacuno, me las ingenio para morderle los dedos a aquel bandido, para luego gritar como gallina antes de ser desplumada. –¡¡Auxilio!! ¡¡Auxilio, un ladrón!!- Se escucha mi eco por toda la casa y espero que también por el barrio entero.

Como un ejército listo para la guerra, veo ingresar a mi cuarto a toda mi familia. Andrés lleva un garrote entre sus manos, el petizo enseña los puños, mi papito en su silla de ruedas solo atina a mirar mal aquella escena, Álvaro ha sacado dos cuchillos de la mesa, mientras que Mariela un par de tenedores, Lea simplemente observa cómo todos llegan en mi auxilio. -¿Qué te ha intentado hacer este pervertido? Sabía que no venía con buenas intenciones…- Interpela don Carlos, con una mirada certera a quien ha ingresado a mi cuarto. ¿Cómo? ¿Eso significa que ellos lo dejaron entrar?

Las luces son prendidas finalmente y logro ver el rostro de quien he atacado. No, no puede ser él, se suponía que Alberto era una creación de mi mente desolada, ¿cómo es que ahora está frente a mí? E incluso ha envejecido como si fuera un ser real. –Debe ser alguien enviado por Margarita para vengarse de Alejandro… ¿Cómo creen que este guapetón se podría enamorar de mi primo? Sin ofender…- Aparece de la nada Noah, el único que faltaba en mi cuarto. ¿Qué? ¿Acaso me acaba de llamar feo? No es algo que desconozca, pero que lo haya dicho tan enfadado me da un poco de rabia.

Mi mente está en un limbo, el mundo a mi alrededor parece falso, se desfigura y quiebra en mil pedazos, solo quedamos en el vacío Alberto y yo. Cual santo grial, le contemplo con vehemencia, acercando mis dedos a su rostro temiendo que todo sea un espejismo. El primer tacto entre nuestras pieles crea tal conmoción en mi alma, que las lágrimas se desbordan inmediatamente.  –No… él es real, esos ojos podría reconocerlos aun cuando hayan pasado décadas…- Señalo simplemente, convenciéndome que me he equivocado y que el chico que conocí en el supermercado, era verdadero. Sus ojos se conectan con los míos, haciéndome recordar aquellas tardes empacando las compras de los clientes, escuchando su risa, contemplando su perfil como si fuera el del mismo Dios. Eras real, toda una vida amándote no ha sido en vano, porque te acordabas de mí y aunque regreses para encontrarte con tu viejo amigo, solo me importa que estés nuevamente frente a mí.

-Cuando llegué a Australia me sentía perdido, era todo un mundo nuevo por conocer… Me fui a vivir a la casa de un tío, en Perth. Ahí comencé a trabajar en todo lo que pudiera hacer un extranjero, como mesero, repartidor, cartero, taxista, jardinero, recolector y un sinfín de oficios que aprendí a la fuerza. Laboraba todo el día, siempre con optimismo y es que debía ahorrar el dinero suficiente para poder costearme mis estudios… Luego de cuatro años, logré cumplir mi meta y me mudé a Melbourne para poder estudiar arquitectura. Debo reconocer que me fue complicado en un principio, la exigencia era alta, solo que no iba a claudicar en aquel momento, estando tan cerca de mi meta… Me titulé, encontré trabajo en una prestigiosa firma de urbanismo, logré nacionalizarme y con mucho esfuerzo, hace tres años, abrí mi propio despacho de arquitectura… Y ahora he regresado al país para cumplir todas las promesas que hice…- Es parte de lo que Alberto cuenta durante la cena, mientras todos le escuchamos con atención. Me transporto a sus memorias, imaginándome todo lo que ha debido vivir, perdiéndome en su melodiosa voz y muriendo cada vez que me regala aquella sonrisa galante.

Pasadas las doce de la noche, mi amigo se da cuenta que es muy tarde y que debe regresar a su hotel. –No sé cómo hemos podido platicar tanto tiempo…- Sonríe un tanto avergonzado, sintiendo como si estuviera importunando. ¡Si es tan lindo! Me derrite simplemente al llevarse la mano a la cabeza para rascarse, tal como lo hacía de adolescente al estar nervioso. –Si el único que ha hablado aquí has sido tú.- Escucho un murmullo a lo lejos, como una brisa inoportuna que busca arruinar el momento. Al voltear me encuentro con un rostro descompuesto, alguien sumamente enfadado, como cuando un niño hace berrinche y quiere demostrárselo a sus padres. Leandro está sentado a la mesa, con los brazos cruzados y las piernas distendidas, tal paciente en espera. Al percatarse de mi enfado por su desconsideración con nuestro invitado, decide levantarse e ir a acostarse. –Algo le tuvo que haber caído mal, eso debe ser…- Se disculpa Noah, antes de perseguir a su pareja, un tanto preocupado por sus reacciones. En realidad poco y nada me importan sus discusiones, al rato me encuentro nuevamente perdido en la sonrisa perfecta de aquel arquitecto exitoso.

Tan solo al abrir la reja que separa la casa de la calle, me percato del lujoso automóvil estacionado en frente. ¿Cómo no lo vi cuando entré con los tres gatitos felices? Parece que estaba más preocupado del dinero que gasté en el centro de entretenciones que en lo que me rodeaba. –Bueno, ya me debo ir….- Dice un tanto triste mi amigo, sin embargo, tras suspirar un poco, una sonrisa vuelve a robarse su agraciado rostro. -¿Qué tienes que hacer mañana? Podríamos ir a un parque, o a tomar un helado…. Ya sé, hacer un picnic… ¿te interesa?- Pronuncia todo tan rápido que no alcanzo a comprender qué ha dicho. –Claro que puede, yo cuidaré a don Carlos y haré el almuerzo, así es que tiene todo el día libre para salir contigo…- Se escucha de pronto la voz de Andrés, quien asomándose desde la ventana del comedor, le responde a Alberto. –Muchas gracias…. – Responde rápidamente el arquitecto antes de irse. –Te vengo a buscar a las diez…- Y simplemente se sube a su carro y se marcha, sonriendo como si le hubieran dicho un chiste sumamente divertido.

Al entrar a la casa encaro al rubio por responder sin consultarme. -¿Qué? ¿Le ibas a rechazar porque te da miedo estar a su lado? No voy a permitir que te sigas haciendo daño… te mereces lo mejor de este mundo y aunque llores, haré que salgas con ese hombre… ¿entendido?- De pronto se ha convertido en mi padre y me reprende como si hubiera hecho una mala acción. Quiero cuidar a don Carlos, no puedo dejarle solo, siendo que me necesita más que nunca. –No soy un bebé, me puedo valer por mí mismo… tú solo sal y diviértete…- Como si me estuviera leyendo la mente, mi papito me responde antes de irse a su cuarto. Sin otra excusa, debo resignarme a que mañana me juntaré con Alberto. ¿Cómo me tendré que vestir? ¿Tendré que lavarme el cabello? ¿Rociarme colonia? ¡Pamplinas! Como si fuese una cita, solo somos amigos, posiblemente él ha conocido a una australiana espectacular y están a punto de casarse, mañana estaremos comiendo en algún parque y me mostrará una foto de ella, intentaré fingir que no me afecta y estaré feliz por ellos, porque se lo merecen ¿no es así? Eso sucederá, es sumamente claro.

~*~

El agua está fría, se ha acabado el gas, pero eso no importa, me aseo con esmero. Refriego hasta las partes más desconocidas de mi cuerpo, esas que ni siquiera yo conocía. Mi estómago de ballenato queda reluciente, mis brazos de murciélago parecen brillar y mis piernas de hipopótamo huelen a rosas. Masajeo mi cabello con el champú de Quillay que tanto le gusta a Noah y que tomo prestado por una buena causa. Luego de una hora, me veo al espejo y no puedo reconocerme, hasta parece que ya no soy tan moreno. Visto una camisa a cuadros que me regaló Andrés y unos pantalones que no están tan viejos, los zapatos son los mismos que siempre utilizo y es que no tengo otros, solo que los lustro con una suculenta capa de pasta. –Que hermoso ángel ha salido de aquel baño…- Grita emocionada Patricia, quien ha venido a ayudar a su novio a cuidar a mi papito. –Creo que si hago esto… y esto… y saco esto de aquí… ¡Estupendo! Ahora te vez aún más encantador.- Dice la muchacha tras sacarme con unas pinzas, unos cuantos vellos de mis cejas. Intento soportar el dolor, aunque es insoportable. Ella y mi niño me observan radiantes, como unos padres orgullo antes de enviar su hijo a la escuela.

-No sé para qué te arreglas tanto si solo son amigos. Lo más probable es que esté casado y tenga hijos… un hombre tan guapo como él nunca está soltero… Por eso dudo mucho que se haya…- Aparece Noah desde la cocina, platicándome sin siquiera saludarme y medio masticando una manzana. Me observa de pies a cabeza como si necesitara de su aprobación. Intenta seguir con sus críticas, solo que el taco del zapato de Patricia se interpone en sus planes. Le pisotea un pie tan fuertemente, que mi primo debe aguantarse el grito de dolor. Dándose cuenta que no lo quieren aquí, se mete en su cuarto, murmurando pestes en contra de la novia de Andrés.

De pronto, veo entrar desde el patio a los tres gatitos asustados. -¿Qué hacen aquí? ¿Por qué no están en clases?- Pregunto asustado, y es que no quiero que abandonen la escuela, es lo más importante en sus vidas ahora. Los niños me observando sorprendidos. –Es que… bueno… es sábado…- Responde finalmente Lea. Me quedo callado y es que se me había olvidado que es fin de semana. En ese preciso momento, suena la bocina de un auto afuera de nuestro hogar. A las diez en punto llega Alberto, para poder ir a nuestra… junta de amigos.

Mi corazón palpita ferozmente, como si estuviera a punto de escuchar la sentencia de un juez. Me coloco nervioso al saber que estaré a solas con quien por muchos años fue mi único amor. ¿Qué tendré que hablarle? Su vida es tan impresionante y la mía tan absurda, ¿qué debo comentarle? ¿Que he trabajado limpiando los pisos en un centro comercial? ¿Qué sigo leyendo horriblemente? ¿Qué continúo viviendo en el mismo lugar de siempre? Bueno, eso ya lo sabe. Todo me coloca de los nervios y me paralizo, ni siquiera atino a ir a abrirle la puerta. Como un golpe de corriente, viene a mi cabeza una idea fantástica. –Niños, vayan a colocarse la ropa más linda que tengan… iremos de picnic… ¡Rápido, rápido!- Aliento a los pequeños, quienes abren enormemente los ojos, emocionados al saber que saldremos de paseo.

Hago pasar a Alberto teniendo un poco de miedo, pensando que quizás no quiera salir conmigo porque he invitado a los chicos. Tal vez de media vuelta y se marche, ¿acaso es eso lo que quiero? Mi corazón es un lío ahora y no sabría responder a esa pregunta. -¿En serio quieres que vayamos con ellos?- Pregunta un tanto sorprendido el arquitecto, viendo a mis tres gatitos bien vestidos. Se queda callado por un momento, meditando claramente su respuesta. –Me lo hubieras dicho antes, hubiera comprado más comida… ya sé, de pequeño siempre quise ir al parque de diversiones que está en el centro… ¿quieren ir allá? Después hacemos el picnic al lado del río. Será muy entretenido… ¡Vamos! Subamos al carro…- No sé si quienes están más emocionados con la idea son los hijos de Leandro o el mismo australiano, porque hacen carreras para subirse al automóvil. -¡Ale! Ven que ya nos vamos a juegar…- Grita Mariela, sumamente feliz, saltando sobre uno de los asiento de cuero de aquella máquina.

¿Sabían que le tengo miedo a las alturas? Pues lo dije todo el camino hasta el parque de diversiones, solo que mi amigo no me escuchó y de todas formas me forzó a subir a la montaña rusa más grande. –No te arrepentirás, lo pasaremos muy bien…. Hazlo por mí ¿sí?- Y con su carita de gatito apenado no hay cosa que no pueda conseguir. ¿Por qué soy tan débil? Es que él es tan guapo y tierno y perfecto y hermoso y tiene un trasero tan gordito… Bueno, omitan lo último. Mientras hacemos la fila para subirnos a aquel monstruo de metal, tirito del pavor, ¿por qué hay gente que le gusta sufrir en esas cosas? No, la adrenalina no está hecha para mí. De pronto siento un calor extraño. Al voltear me encuentro con que un brazo de Alberto se ha posado sobre mi hombro, como si fuese de lo más normal. Levanto la mirada y me encuentro con sus facciones delicadas, con esa piel pálida y esas pupilas marrones mirando a lo lejos. Sin previo avisa baja la mirada y se encuentra con mi sorpresa. –Despreocúpate, será divertido.- Me zamarrea con su abrazo, como hace cualquier chico con su amigo, de una forma muy varonil, claro que aquí no hay ninguna tensión amorosa, todo es simplemente amistad, aun cuando esté sonrojado a morir.

Aquellos cinco minutos fueron los más largos, agitados y dolorosos de toda mi vida, juro que nunca más subiré a una montaña rusa. ¿De qué me sirvió estar una hora en el baño? Si en solo segundos me llené de sudor, lágrimas y el cabello me quedó desordenado como demente sin control. -¡Wow! Eso fue genial… ¿Nos subimos de nuevo?- Grita extasiado Alberto, omitiendo mi malestar. Este sujeto está loco, el calor de Australia le ha quemado el cerebro y ya no distingue lo grato de lo peligroso.

Mis gatitos se divierten en los juegos para sus edades, Lea me ayuda a vigilarlos mientras me subo a los juegos que Alberto desea que compartamos. –Muchas gracias señor que habla rarito… Nunca lo había pasado tan bien… Si fuera posible, cuando yo crezca… ¿podríamos casarnos?- Dice Mariela de pronto, dirigiéndose al arquitecto y es que al estar catorce años en el extranjero, su acento ha variado. Me divierto con la ingenuidad de la pequeña, quien impresiona a mi amigo. –Claro que podríamos casarnos, pero yo estoy enamorado de otra persona… ¿me perdonas por no corresponderte?- Le responde el arquitecto a la de melena rizada. Sin darle mayor importancia, la chica sigue con su persecución a la actriz disfrazada como princesa. Por un momento siento que la mirada de mi amigo se queda pegada en mi rostro y me avergüenzo tanto, que prefiero seguir caminando sin darle mayor importancia. Se debe referir a su esposa, debe estar casado en Australia, Noah tiene razón y solo me estoy haciendo ilusiones tontas.

Finalmente nos vamos del parque de diversiones y caminamos hasta llegar frente al río que atraviesa la ciudad. Bajo unos frondosos álamos, preparamos el picnic, el que devoramos al estar completamente hambrientos. De la nada escuchamos un sonido extraño, resulta ser Álvaro quién no se ha podido contener y ha eructado. –Lo siento…- Señala apenado el rubiecito. Solo que inmediatamente después, otro eructo nos impresiona a todos y es que este es sumamente fuerte. Volteo impactado y es que todo parece indicar que se ha tratado de Alberto. –Te gané, el mío fue más grande…- Señala victorioso el arquitecto, como si fuese de lo más normal alardear sobre las flatulencias. ¿Qué ha pasado aquí? No lo recuerdo siendo tan asqueroso. Lea, su hermano y mi amigo comienzan a reír estrepitosamente, mientras intentan seguir con aquella guerra tan desagradable.

-Es un cerdo…- Escucho la voz aguda de Mariela, abriendo sus ojitos mientras observa lo mismo que debo soportar yo. –No, ya no me gusta… mejor de lo dejo a ti, cásate tú con él…- Señala la pequeña, como si se trata de una mujer adulta. Sonrío ante su comentario y sigo con la comida, porque tal parece que los reyes de los gases ya se han cansado de dar vergüenza.

El sol ya nos ha abandonado y las luces artificiales de la ciudad se encienden como bengalas en el cielo. Los gatitos felices duermen en los asientos de atrás del vehículo, mientras nosotros vamos delante. No sé qué decirle al arquitecto, por lo que viajamos en silencio. -¿Has encontrado el amor?- Escucho de pronto la voz varonil de Alberto. Sin despegar la mirada de la carretera, me habla simplemente. Pienso un momento antes de responder, y es que ni siquiera yo sé si realmente eso ha sucedido. ¿En realidad llegué a amar a Leandro? ¿Debería contarle algo que finalmente fue una farsa? –Pensé que lo había descubierto, pero como todo en mi vida, no fue más que una ilusión…- Respondo secamente, apoyando mi cabeza en la ventana de la puerta, dándole a entender que no deseo platicar sobre el tema. El resto del camino hasta nuestro hogar, lo pasamos en silencio, siendo interrumpidos solo por el sonar incesante de los otros vehículos al transitar a nuestro lado.

Nos bajamos del carro y nos preparamos para tomar a los chicos entre nuestros brazos, quienes siguen durmiendo, solo que alguien nos interrumpe. -¿Quién les dio permiso para salir con mi hijos?- Aparece de pronto el petizo, furibundo al no saber el paradero de sus retoños. El australiano debe cerrar la puerta trasera de su automóvil para que los chicos no escuchen los gritos de su padre. –Solo queríamos que pasaran una linda tarde, después de todo lo que han sufrido, es lo mínimo que se merecen…- Intercedo sin tener ninguna intención de ofender, solo explicando las razones por las cuales paseamos con los tres gatitos dormilones. -¿Querían ser la familia feliz? ¿El padre exitoso, la madre fea y los hijos? Con mis niños no van a jugar ¿entendieron? Si quieren andar restregando su romance, pues háganlo, pero sin ellos…- Furibundo Leandro intenta ingresar al vehículo y llevarse a los muchachos. Alberto no se lo permite y se planta frente a él, mirándole detenidamente hacia abajo y es que la diferencia de estaturas es evidente. –Si tú eres mal padre no es culpa de Alejandro… No vuelvas a insultarle nunca más, porque de lo contrario tendrás que vértelas conmigo… él no está solo, me tiene a mí para protegerle. Que no se te olvide…- Y la mano poderosa del arquitecto se planta en el pecho del petizo para advertirle. Ese simple toque, tan ínfimo, repercute en un puñetazo certero. El padre de mis gatitos se abalanza contra el australiano para golpearle y éste, se defiende de la misma manera.

Veo a ambos revolcarse en el suelo, pegándose como si fuera una guerra a muerte. –Yo llegué primero… a mí me dio su primer beso…- Revela enfurecido el más pequeño, como si fuera su trofeo de batalla. –Desde que te vi, me di cuenta que estabas enamorado de Alejandro… pero si regresé no fue para verle con otro… Resígnate, ya perdiste…- Alberto no se queda callado y continúa alentando la gresca. ¿Qué debo hacer? Solo les quedo viendo fijamente y es que esto me supera.

Desde la casa aparece Andrés y Noah, quienes separan a aquellos dos que estaban a punto de matarse. Desde la distancia ambos se observan fijamente, con un odio que no había visto en los ojos de ninguno de los dos. –No voy a dejar que me lo quites, aunque me costó reconocerlo, me he enamorado de él…- Grita finalmente Leandro, sin importarle que su actual pareja le está sosteniendo. -¿Y esto? ¿Es mi regalo de cumple mes? Puedes irte a la vil mierda…- Señala enojado mi primo. Aun bajo el poder de la oscuridad, logro distinguir la pena en sus ojos mientras ingresa a nuestro hogar. Todo parece detenerse frente a su tristeza, el silencio se apodera de la calle y los ánimos se calman. Mi niño despierta a los gatitos dormilones y los lleva hasta sus camas, el petizo simplemente se va a dar una caminata, perdiéndose en el horizonte con su caminar firme, aunque melancólico. Bajo la luz del farol, solo quedamos el arquitecto y yo, sin mirarnos ni hablarnos, meditando sobre lo que acaba de suceder.

Los minutos transcurre y el frío de la noche recae sobre el ambiente. –Buenas noches…- Me despido débilmente, intentando dejar atrás aquel incidente. Cuando estoy a punto de llegar a la reja, soy aprisionado por los brazos de Alberto, quien me abraza por la espalda. El aroma de su piel me deleita y el galopante sonar de su corazón me hipnotiza. –No sabía por qué pensaba todas las noches en ti, cuando llegué a Australia… Extrañaba contarte mis problemas y ver tus ojitos brillar cada vez que me veías, correr en mi auxilio siempre que lo necesitaba… callar cada vez que quería estar solo, pero decidías estar allí para reconfortarme… Siempre me di cuenta que te habías enamorado de mí, intenté omitirlo para no perder tu amistad, solo que tras alejarme y saber que aunque gritara, no podrías venir a socorrerme, me percaté que yo también me había enamorado de ti… Nunca ha habido otra persona en mi corazón, siempre has estado tú… Te amo y esa es una verdad que nunca cambiará… Si tú me correspondieras, me harías la persona más feliz de este mundo…- Susurra a mi oído delicadamente, como si recitara el más perfecto de los poemas solo para mí, para este mortal que se derrite ante tanta hermosura. Quisiera responder, gritarle lo mucho que le he amado todos estos años, solo que… ¿sigo amándole o Leandro realmente logró borrarlo de mi corazón? ¿Qué es lo que sucede en mi interior? ¿Por qué no puedo encontrar una respuesta? Me siento en medio de la felicidad máxima, perdido y confundido. 

Notas finales:

Nos leemos pronto!!!

No ven, siempre después de la tormenta, aparece el sol :)

Los amo!!!!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).