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Somos Hermosos por jotaceh

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Notas del capitulo:

Hola a todos, espero que se encuentren bien :D aquí les traigo un nuevo capítulo, espero que les guste :)

 

Para los que han leido mis antiguas historias, les comunico que ahora tengo un wattpad.... pueden leer mis fanfics aquí. 

UNA PREGUNTA

¿Qué les ha parecido la historia? ¿qué creen que sucederá? ¿qué expectativas tienen de ella? Leeré sus opiniones :3

CAPITULO II: ¿En qué te puedo ayudar?

El sol se ha escondido bastante, creo que debe tener depresión, porque el estar siempre detrás de las nubes no es buena señal. El otro día me sentí muy mal, porque me dijeron que Puchi era horrendo. ¿Quién puede juzgar a mi pequeño perrito por su apariencia? Para mí es el más hermoso de los cachorros. Un día, luego de bajarme del microbús, iba caminando hacia mi casa, cuando de pronto veo la escena más espantosa que me ha tocado ver. Un hermoso cachorro de pelaje castaño, quería cruzar inocentemente la calle, como era tan pequeño un camión no lo vio y bueno, entenderán que sus ruedas lo dañaron en demasía. Tan solo el recordar los aullidos de dolor de mi bebé, hace que mi piel se eriza. Quiero creer que aquel caballero no pudo divisarlo, el imaginar que sabiendo el dolor que provocaría y aun así no se detuvo, es peor que recordar los ojitos de dolor que mi Puchi tenía mientras corría con él entre mis brazos.

-Si no lo cuida debidamente, lo más probable es que muera esta noche…- Es lo que me dijo la veterinaria tras revisarlo. ¿Cómo un ser tan pequeñito podía marcharse de este mundo tan luego? ¡No! No lo iba a permitir. Por lo que saqué dinero de mis ahorros, le compré esos remedios tan caros y una chuleta de cerdo. Llegué a mi casa, evadí los retos de mis padres y me empeñé en hacer que el pobre comiera, a la vez que ingiriera los medicamentos. –Le da carne a ese montón de vendas, cuando debería dárnosla a nosotros...- Es lo que comentó mi papito al enterarse de mis cuidados hacia el can. –Ustedes me han tenido y tendrán siempre, este pequeño no puede decir lo mismo, nadie allá afuera siente algo por él… se debe sentir tan solito…- Le respondí intentando controlar las lágrimas. ¿Cómo no pueden darse cuenta del sufrimiento por el cual debió pasar Puchi?

Seré estúpido, sin embargo, si algo de lo cual puedo jactarme, es que soy perseverante. La noche siguiente a la del atropello y muchas otras después, las dediqué a rehabilitar a mi pequeño cachorro, quien poco a poco volvió a caminar y a mover la colita como solo él puede. Tuve que atarle una varilla de metal en el muñón de atrás, porque perdió una pata. Lamentablemente tampoco tiene una de sus orejas y su hocico, pues… lo tiene achatado, como cuando chocan a los automóviles en la carretera. ¿Lo divertido? Es que como no puede respirar normalmente, ronca en las noches y le hace competencia a mi padre por quien lo hace más fuerte. Le faltan unos cuantos pelos y un ojito se le ladea hacia la izquierda. ¿Pero qué importa que esté tan desaliñado? Está vivo y puede moverme la colita cuando me oye llegar. ¿No es eso lo importante? ¿Acaso si tuvieras un hijo discapacitado lo botarías a la calle?

Cuando saqué a pasear a todos mis perritos, una niña se acercó a  Puchi solo para observarlo con asco. -¿Qué es eso? Es horrendo, debería sacrificarlo señor, me da dolor de estómago al verlo…- Me aconsejó como si fuese una eminencia al respecto. ¿Cómo rayos están criando a sus hijos ahora? ¿Acaso no les enseñan a ser compasivos y empáticos? Mi perrito es tan bello como cualquier otro, de hecho, es más fiel, tanto que aunque me vaya por años, sé que me estará esperando. Si la gente deja de ponerse en el lugar de otro, si se encierra en sus propios anhelos, nunca podremos vivir tranquilos, porque nada bueno puede venir del egoísmo. ¿Acaso no se han dado cuenta que haciendo feliz al resto es la única forma de serlo uno mismo? Todos esos economistas y eruditos, siendo tan inteligentes, ¿no se pueden dar cuenta de algo que hasta yo entiendo? -¿Te has visto al espejo? ¿Crees que es normal tener la nariz tan grande? Si eres recién una chiquilla… ¿Y ese bigote? ¿Acaso quieres parecerte a Hitler? Pues ¿te digo algo? Deberías decirle a tus padres que te sacrifiquen, porque eres muy horrenda para este mundo…- Le respondí ofuscado, nadie se mete con mi adorado Puchi. La pequeña simplemente comenzó a llorar. ¿Fui demasiado fuerte? Pues ella se lo buscó… no, en realidad no, es solo una niña. La culpa me invadió inmediatamente después.

Tal como hace conmigo al verme llorar escondido detrás del limosnero, mi cachorrito se acercó hasta la niña para lamerle la carita, como si quisiera quitarle la pena bebiendo sus lágrimas. –No ves que es más lindo de lo que puedes ver…- Le mencioné un poco más tranquilo, realmente me asustó al verla tan triste y es que nunca he soportado saber que alguien está sufriendo. Al rato la chica ya estaba sonriendo y jugando con todas mis mascotas, especialmente con aquella que la tranquilizó. –Si alguien siempre ha debido disfrazarse para complacer al resto, ¿cómo podría ayudarle para que se sienta mejor?- Le comenté de pronto a la pequeña de vellos en el labio. Ay por favor, si todos en la pubertad nos llenamos de pelos, no se asqueen ahora. Me acordé de María justo mientras caminábamos por una avenida concurrida, así es que le pedí consejo a mi nueva amiguita. Ella se llevó un dedito a la boca, señal inequívoca que estaba pensando. –Quizás debería tratar de quitarle el disfraz, ¿no lo cree así?- Me respondió brillantemente. No pude más que acariciarle su cabello, porque tenía razón y me había dado la respuesta con la cual salvar a mi escondido angelito.

De aquello ya ha pasado una semana, tuve que esperar a que me pagaran el sueldo del mes para comprar lo que necesitaba. Mi plan será materializado hoy, ya verán. -¿Por qué estás tan feliz? Si ganas tan poco… eres el más inútil de todos los barrenderos aquí, ¿no debería darte vergüenza?- Es lo que me dijo la señora Petronila al darme mi sobre con dinero. Supongo que nuevamente se miró al espejo y se creyó las estupideces que dicen por ahí, que a su edad ya no puede encontrar el amor. ¿Acaso al tener sesenta el corazón se detiene por completo? ¡Pamplinas! –Con esto, aunque sea poquito, puedo hacer feliz a mucha gente… Gracias, nos vemos mañana…- Y le di un besito en la mejilla, puede que de esa forma se sienta mejor. La vi petrificarse, tal como si nadie la hubiese tocado en mucho tiempo. Abandono la oficina saltando, no puedo esperar más, quiero ver el rostro de alegría de mi niño María.

Salgo del centro comercial y me dirijo hasta la parada de autobús. Ahí saludo a todos quienes esperan al igual que yo, aunque no muchos me responden. Pasan cinco, diez, quince y veinte minutos, pero ninguna locomoción llega. ¿Habrá sucedido algo? Comienzo a preocuparme, si sigo así, no podré sorprender a nadie, porque también quería llevar carne para cenar. Estoy tan contento, que saco mi sobre con mi sueldo para contarlo. No soy muy rápido en eso, así es que me tomo mi tiempo. Con todo esto, compraré una faja, unas tijeras nuevas y una máquina de afeitar.

Estaba terminando con mi tarea, cuando de pronto un sujeto agarra mi sobre y sale corriendo como el viento. ¡Me han robado! ¡Mi platita! Veo desesperado como todo el esfuerzo de un mes desaparece de pronto. Intento correr para atrapar al ladrón, solo que no lo logro. ¿Por qué? ¿Ahora qué voy a hacer? No me doy ni cuenta, solo siento las lágrimas cayendo por mis mejillas, parece que estoy llorando. Mi estómago se aprieta fuertemente, ahora sí estoy perdido.

-Janito, ¿qué pasa? ¿Por qué estás llorando?- Aparece de pronto Jacinto como por arte de magia. Mi amigo que vive en la calle, tan solo al verme triste, decide abrazarme con toda la fuerza que aquel cuerpo viejo puede brindar. Huele un poquito mal, porque no se ha bañado en meses, sin embargo, nada de eso impide que me sienta reconfortado con su gesto, con la prueba de que aquel ancianito es un sol. –No llores mi niño, dinero imprimen todos los días… Piensa que aquel tarado podría haberte hecho daño. Agradezcamos que estas a salvo…- Trata de consolarme, aunque no puede, porque nuevamente tendrá que pasar un mes en el cual María deba seguir fingiendo. El pobre ya no puede más, quería ayudarle y por ser tan torpe, ahora ni siquiera podré alimentar a mis papitos. –Tú padre trabaja ¿no? ¿Por qué te desesperas tanto?- Me responde mi amigo. Eso es verdad, solo que él no sabe las deudas tan grandes que tenemos, esas que se llevan la remuneración completa de mi avejentado progenitor.

Jacinto me da un par de las monedas que le dieron como limosna y con ello, puedo tomar el autobús hasta mi casa. Pienso todo el camino cómo decirle a mi familia que no sabré cómo alimentarlos. ¿Qué vamos a hacer? –Mira mamá, ese señor está haciendo pucheritos…- Dice un pequeño mientras me ve triste, viajando en el bus. ¿Qué más quieren? Si me siento fatal luego de lo sucedido, tengo la garganta seca y el corazón me late cada vez más fuerte.

Abro la puerta de mi casa, temblando debido al pavor. Rememoro todas esas veces en que mis compañeros de clase me pegaban por ser tarado y al llegar a casa, mi papá me golpeaba de nuevo por dejarme, por no defenderme. –Deberías aprender de tu hermano, él si llegará a ser alguien importante en esta vida… No como tú, pobre fracasado…- Es lo que siempre me ha repetido. Él ha vivido más que yo, por lo que tiene experiencia y conocimiento. No se equivocó, ni siquiera terminé el colegio y ahora solamente barro los pisos de un centro comercial. En cambio Orlando, él llegó a la universidad y ahora trabaja para una prestigiosa empresa, vive en una de esas casas con piso firme y de ladrillos, las que no se mojan enteras al llover. Mi papito se sacrificó toda su vida para darle un buen futuro y ahora, por pedir tantos préstamos al banco para pagar la universidad, es que todo su sueldo se va en pagar las cuotas.

Me siento en la mesa, donde mis papitos y María están tomando té, lo único que quedaba en la despensa y es que ni siquiera hay pan duro de ayer. –Me robaron…- Es todo lo que digo antes de comenzar a llorar nuevamente. Ok, saquen las chanclas, péguenme todo lo que quieran, esto me pasa por retardado, a alguien normal nunca se le hubiera ocurrido contar dinero en público. –Muy bien, ¿y ahora con qué comeremos? ¿Por qué siempre me estás desilusionando? ¿Qué hice yo para tener un hijo tan estúpido? No podremos comer en todo el mes, nos moriremos de hambre y todo es por tu culpa… Si Orlando estuviera aquí…- Grita enrabiado el hombre de cabellera cana, profundas arrugas en el rostro y el típico mostacho, ese que era tan común en su juventud. –Pero no está… ¿No puedes darte cuenta que nos olvidó? ¿Qué se avergüenza de nosotros igual como lo hace Pilar? Le pagaste los estudios, te rompiste la espalda para darle siempre lo que quería y ahora que estamos viejos, ni siquiera se ha dignado a presentarnos su esposa, mucho menos sus hijos… Le damos vergüenza porque somos pobres, porque no sabemos leer… ¿Tanto te cuesta olvidarte de tu hijo preferido?- Responde como siempre mi mamita, quien como no hay dinero, está sobria. Don Carlos solo se queda callado, nuevamente le han repetido aquella mentira. Claro que mi hermano no siente vergüenza, solo que como es tan inteligente, hace muchas cosas en esa empresa y no tiene tiempo para visitarlos. Estoy seguro que en sus vacaciones vendrá a vernos.

Sé que mi papito quiere llorar, el estar tan lejos de su retoño, del brillo de sus ojos, le hace muy mal. Sé que es feo, que se supone que todos los padres deben amar por igual a sus hijos, sin embargo, siempre he sabido que él quiere más a Orlando, ¿y quién no si siempre nos trajo tanto orgullo? Tenía las mejores calificaciones, siempre organizaba los actos cívicos que se realizaban en la escuela, participaba de los equipos deportivos y se quedaba con las chicas más guapas. En cambio yo… yo siempre era golpeado por mi maestra, también por mis compañeros, soy homosexual y apenas aprendí a leer. No hay donde comparar ¿verdad? Aun así, sé que en el fondo mi papito me quiere, soy su hijo, sangre de su sangre… ¿cómo no me va a amar? Solo espero que antes de morir, él pueda sentir aunque sea un poquito de orgullo hacia mí, aunque sea del tamaño de una piedrita.

¡No! Mi familia no se quedará sin comer. Me levanto raudo de la mesa y salgo a la calle. Camino un par de calles hasta llegar al almacén de doña Bernardita. Hago la fila hasta llegar al mostrador, detrás del cual se encuentra la regordeta dueña del local, esa que tan amablemente atiende a todo aquel que lo necesita. –Hola Alejandrito, ¿cómo están tus padres? ¿Todo bien?- Me saluda con aquella amplia sonrisa que siempre ha logrado reavivarme. Si es tan sencillo consolar a alguien. A veces, cuando me siento triste, simplemente vengo al almacén para ver la sonrisa de esta señora y todos mis problemas se desvanecen por completo. –Bueno… sucede que… me asaltaron y no tengo dinero… ¿usted cree que podría fiarme?- Le pregunto avergonzado y es que ya le debo bastante dinero. La señora me mira detenidamente, justo antes de sacar una gran bolsa y comenzar a echar en ella todo lo que encuentra en su camino. Al terminar me entrega la pesada encomienda y me entrega nuevamente su hermosa sonrisa. –Tú no te preocupes… Hoy por mí, mañana por ti… Ya me lo pagarás algún día…- Simplemente me pongo a llorar, ahí, enfrente de mi amiga. ¡Estoy tan sensible hoy! Doña Bernardita es un ángel, cuando me gane la lotería le pagaré con creces todas mis deudas.

Antes de marcharme, una idea loca pasa por mi mente. –Disculpe que la moleste nuevamente… pero por esas casualidades… ¿No tendrá una faja que no utilice? ¿Y una tijeras que me preste?- Le pido educadamente y es que no dejaré que mi amigo siga sintiéndose mal por un error de la naturaleza, por estar atrapado en un cuerpo que no es suyo. Para mi suerte, la mujer tiene una faja de aquel tiempo en que quería disimular que estaba excedida en peso. Ahora ya se ha relajado y le muestra a todo el mundo su prominente abdomen. Es lo mismo que yo, ya me resigné a que soy un gordito armónico, que tiene pancita de bebé y brazos flácidos como murciélago.

Y con lo que me dio, estoy seguro que podremos vivir por estos treinta meses que quedan. No comemos mucho, y en dos semanas más le pagarán a María, así es que podremos sobrevivir medianamente bien. Como decía mi abuelita, a veces es mejor tener amigos que dinero. Mi madre se alegra al verme llegar con tanta mercadería, mientras que mi papito simplemente se queda callado, tal vez sigue reflexionando en la distancia de Orlando.

Cenamos fideos con salsa de tomate. El rubio y yo lavamos los platos mientras mis papitos se van a acostar temprano. Al finalizar nuestra labor, quedamos solos en el comedor. ¡Este es el momento ideal! –Y bueno, ahora te mostraré mi sorpresa para ti… ¡Cha…chán!- Y le enseño la faja y las tijeras. María observa todo un poco extrañado, sin entender todavía qué pretendía. –Una amiga el otro día me aconsejó que debía ayudarte a quitar el disfraz que por tantos años has utilizado… Así es que siéntate allí, y ve lo que puedo hacer contigo…- Le dije mientras lo obligo a tomar asiento. Aclaro mi garganta antes de comenzar a trabajar.

Cabello tras cabello comienzan a repletar el suelo, decorando la madera desgastada con el brillante dorado de sus pelos. Toda esa larga cabellera desaparece en menos de media hora. Aunque no lo crean, tengo mucha habilidad con las tijeras, de hecho, soy yo quien le corta el cabello a mi mamita. Así es que no es de extrañar, que a María le dejara un perfecto corte de varón. –Y esto… pues deberías colocártelo tú mismo, no quiero verte sin polera…- Menciono antes de entregarle la faja, la cual no es para esconder su barriga, que ni siquiera tiene, sino que para apretar aquellos senos que tanto le incomodan. –Averigüé en el cibercafé, que hay un doctor en el centro de la ciudad, que opera gratuitamente a todo aquel que se sienta atrapado en un cuerpo errado… o sea, transforma vaginas en penes y penes en vaginas y todo eso… Lamentablemente es el único, por lo que hay que competir con muchas otras personas… De eso no te preocupes, que soy muy bueno pidiendo… Ya verás cómo quedarás en la lista de esperas…- Hablo sin parar y es que lo memoricé de memoria, toda esa información que salía en la página web.

Espero un rato afuera del baño, cuando de pronto le veo salir convertido en el perfecto hombre sin barba. –Pero que caballero más guapo ha salido… A ver, date la vuelta…- Le sonrío para poder sacarle del asombro y es que ni siquiera puede parpadear. -¿En realidad crees que parezco hombre?- Me pregunta asustado, aunque logro divisar un tanto de alegría en el brillo de sus ojos, realmente le ha gustado lo que vio en el espejo. –Eres un hombre, siempre lo has sido… ahora solo te ayudé a verte un poco más varonil…- Respondo convencido de cada una de las palabras que pronuncio y es que es verdad, eso es lo que es y da lo mismo lo que el resto piense. No podemos ocultarlo, existe y es como es, nadie tiene el derecho de relegarnos por ser diferentes. Finalmente, me abraza como un niño agradecido de su padre por haberle regalo un nuevo juguete. –Ya te lo prometí, te ayudaré a ser como quieres ser… y no me detendré hasta lograrlo…- Le susurro al oído a mi pequeño, a aquel que en menos de dos meses ya logro sentir como hijo. Aunque tenga diez años menos y bueno… uno a los diez no puede ser padre ¿o sí?

Al otro día debo madrugar porque tengo turno de mañana. Así es que salgo antes que el sol aparezca en la ciudad y me dirijo hasta el paradero del autobús. Son las seis de la mañana y debo esperar un montón antes que pueda ver llegar una locomoción. ¡Permiso! ¡No empuje! Aunque lo intento, no puedo entrar a la máquina atestada de gente y me quedo esperando nuevamente en el paradero. ¡Qué rabia! Me enoja mucho que haya tan mala conectividad con la ciudad, solo porque los pobres vivimos a las afueras, no significa que nos pueden relegar de esta manera, tratándonos indignamente hasta para tomar el autobús.

-Tú eres Alejandro ¿verdad? Pues yo soy Leandro, tu vecino, ¿me recuerdas?- Escucho de pronto a mi lado y al voltear me encuentro con un rostro conocido. Claro que sé de quién se trata, él es el esposo de Margarita, mi vecina que vende chocolates. Si mal no recuerdo, tienen tres hijos y son una perfecta familia, de esas que te alegras de ver tan unidas. Para ser franco nunca antes habíamos platicado, somos de esos que nos conocemos de vista, sin intercambiar palabra alguna. Conversamos mientras esperamos la locomoción. Me cuenta que trabaja como maestro de la construcción, que gana lo justo para mantener a su clan y que se esfuerza mucho. Le escucho atentamente como suelo hacer. A quien engaño, me divierto más viendo cómo a lo lejos se pierden las luces de los vehículos que transitan por la avenida.

–Y ese es mi problema, quisiera saber si podrías ayudarme…como tú sabes más del asunto…- Escucho de pronto, cuando decido volver a tomarle atención. ¿Qué dijo? ¿En qué quiere que le coopere? No me gusta que se den cuenta que no puedo poner atención, por lo que decido seguirle la corriente, total no creo que sea un favor tan grande. –Claro, puedes contar conmigo para lo que quieras…- Le sonrío ampliamente y es que me hace muy feliz servir a quienes me rodean. Le veo nervioso ante mi respuesta, todo su cuerpo se paraliza, de pronto estoy frente a una estatua de piedra. Es bajito, y es que me llega a la nariz, aunque tiene un cuerpo fornido que le hace resaltar. Supongo que al trabajar en la construcción de edificios logra hacer mucha fuerza. Le veo hacia abajo, esperando a que diga algo, y es que no puedo dilucidar en qué debo apoyarle.

De la nada aparece un gatito, el cual corre apresuradamente por el paradero. Detrás de él viene un perro, el que ladra endurecidamente. ¡No, no quiero que se lo coma! –Disculpa, debo detener a ese…- Trato de disculparme con Leandro, decirle que salvaré al minino, solo que sin saber la razón, de pronto… me está besando. Uniendo sus labios a los míos sin mencionar nada con anterioridad, simplemente atacando por sorpresa. ¿Qué sucede aquí? Si él… él… está casado… con una mujer.

Notas finales:

Nos leemos pronto!!! Gracias por leer queridos!!!! :3


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