Login
Amor Yaoi
Fanfics yaoi en español

Somos Hermosos por jotaceh

[Reviews - 151]   LISTA DE CAPITULOS
- Tamaño del texto +

Notas del capitulo:

Hola a todos!! espero que se encuentren muy bien y que todos sus sueños se estén cumpliendo!!!

Bueno, aquí les traigo un nuevo capítulo, espero que les guste porque ahora comienza lo bueno ;)

 

pd: para los que también han leen Baby Pornograph, pues... creo que subiré el capítulo el próximo fin de semana.... tengo casi listo el final... solo que :/ me da penita terminarlo u.u así es que dejaré una semana más :P

Eso... A leer!!!

CAPITULO III: Mi amor.

Tuve que dejar la escuela a los doce, ya no tenía sentido ir al colegio, leía horriblemente, confundía los sonidos y quedaba en ridículo ante todos mis compañeros, ni hablar de las matemáticas, jamás entendí aquello que era distinto a las cuatro operaciones básicas. Recuerdo que el último día que asistí a clases, fue cuando el grupo de chicos de siempre me botó por las escaleras. Mi cabeza se partió y botaba sangre por montones, terminé en el consultorio médico del barrio, con un parche en la mollera y un dolor de cabeza debido a los constantes reproches de mi papito, quien no podía entender cómo era tan tarado para dejarme molestar por el resto. Ahí me di cuenta que no valía más la pena, que no aprendería más porque simplemente soy un retrasado, además solo servía para ser el centro de las burlas.

Así, comencé a trabajar en todos aquellos empleos que los estudiantes suelen hacer. Repartía folletos de cuánta tienda decidiera contratarme, ayudaba a los conductores de autobús a cortar los boletos, ya que en aquella época, hace más de quince años, todavía se solía pagar con dinero. Sin embargo, el trabajo que siempre recordaré es aquel que desempeñé en un supermercado, empacando las mercaderías de los compradores. No me alegro al acordarme debido al buen trato, en realidad es por la presencia de alguien, de un chico, quien sin siquiera saberlo se convirtió en mi primer amor, el primero y el único hasta el momento.

Era alto, de una espalda amplia como nadador profesional, su cabello negro resplandecía ante los rayos del sol y su piel clara iluminaba mis pupilas cada vez que le tenía cerca. Parecía un verdadero palo, tan grande y a la vez delgado, sus facciones eran delicadas, como si hubiera salido recién de la niñez, cuando ya tenía diecisiete. Al principio me conformaba con verle bromear junto a sus compañeros de trabajo, los mismos míos, porque nunca me atrevería a platicarle, la voz simplemente no me funcionaría. En mi mente cree mil historias románticas, sacadas de las más populares novelas rosas.

Su nombre era Alberto, aquel delicioso sonido que repetía en mi mente infinitamente antes de dormirme. Ni siquiera debía caer en los encantos de Morfeo para poder soñarle. Junto al mar, aquella preciosa cantidad de agua que ni siquiera ahora conozco, corríamos alegremente, jugando y escapando de nuestros corazones embelesados. Al salir del trabajo, yo me iría solo a mi casa como es costumbre, tan solo que a mitad de camino me daría cuenta que alguien me persigue. Me sorprendería al saber que era él y que tan nerviosamente me confesaría su amor. Jamás soñé que me besaría, eso ya era demasiado para mi imaginación, tan solo me derretía con la idea. Todo un mundo de vivencias y encantos que él nunca experimentó, porque todo era una ilusión, un juego dentro de mi mentalidad enferma.

-¿Por qué siempre andas solo? ¿Acaso te da miedo la gente?- Fueron las primeras palabras que me dirigió. Como era obvio, solo tartamudeé intentando responderle. ¿Cómo podía imaginar que un ser tan perfecto se fijaría en mí? ¿Qué sabría él de cuánto temor me daba el rechazo? Se río ante mi nerviosismo y sin decir más, sin siquiera preguntarme, me llevó con su grupo de amigos para integrarme. Nunca nadie había hecho algo así por mí, todos me evadían. En ese momento, cuando sus manos rozaron mi espalda al guiarme hasta sus camaradas, supe que ese amor jamás se borraría de mi corazón. Él había obrado más que cualquier otro ser en este mundo y premio a ello, tendría mi eterna devoción. Esa que hasta el día de hoy permanece.

 Sin darme cuenta, logré hablar con propiedad ante Alberto. Se me volvió costumbre escuchar todo aquello que ocurría en su vida, la mía era monótona y vacía, por lo que me conformaba al escuchar sus quejas, sus sueños y sus emociones. Todo en él me atraía, me pasaba horas escuchándole con atención, alimentando mi amor con sus palabras. –No puedo creer que te hayas convertido en mi mejor amigo… Nunca nadie se había tomado la molestia de escuchar mis estupideces. Eres la persona en quién más confío. ¿Sabes amigo? Te quiero como si fueras mi hermano pequeño.- Sentí mis piernas tambalear. Él me quería, alguien aparte de mis papitos sentía algo por mí y aunque no fuera igual a mi ferviente pasión, me sentía eternamente agradecido con su generosidad. Sonreí un mes entero tras aquella revelación.

Cumplió la mayoría de edad, logró terminar sus estudios como un buen estudiante y es que no solo era atractivo, sino que también inteligente. Creo que es la persona más parecida a mi hermano, ¿será por ello que me atrajo? Y es que siempre me he sentido orgulloso de Orlando, tal como lo hace nuestro padre. Lamentablemente Alberto no tuvo la misma suerte y por no tener los recursos, no pudo entrar a la universidad. Lloró en mi hombro desesperado, nuevamente la marginalidad en la que vivíamos nos golpeaba dolorosamente, y es que cuando naces pobre, sueles morir de la misma manera. Yo ya me había resignado a ello, pero él… -No me rendiré… Un hermano de mi madre se fue hace unos años a Australia. Allí todo es posible y aunque me duela separarme de mis seres queridos, me iré a vivir allá. Sé que tendré que esforzarme mucho, sin embargo lo haré, es la única oportunidad que tengo de surgir…- Fue la sentencia del fin. Por un lado me sentía dichoso, sabría que mi amado lograría cumplir sus sueños, pero eso significaba que tendría que dejarle, que no le vería en mucho tiempo, incluso había la posibilidad que nunca más nos encontraríamos.

Se fue en invierno, luego de arduos meses ahorrando para pagar el vuelo de avión. –Has sido uno de mis mejores amigos. Sin ti todo este proceso no hubiera sido posible… Aunque tú no lo creas, aunque todo el resto no lo pueda ver, eres una gran persona… eso jamás lo olvides… En este preciso momento, te prometo que regresaré… que seré exitoso y que vendré a ayudarte… Solo tienes que esperar…- Fueron sus últimas palabras. Catorce años han pasado y sigo esperándole con la misma pasión que en un inicio. Nunca me prometió amor, quizás no se le pasó por la mente si quiera fijarse en este idiota, solo que los mejores dos años de mi vida fueron a su lado, siendo su amigo y escuchándole con esmero. No me importa si llega de Australia con una esposa e hijos, me conformo con tenerle cerca, con oler el aroma de su piel varonil, escuchar su voz melodiosa y deleitarme con su sonrisa. Por él, mi boca se ha sellado, no hay nadie más que pueda besarme. Mi corazón tampoco aceptaría a otro morador. Este es mi amor, el que he cuidado celosamente la mitad de mi vida.

~*~

Leandro, el esposo de mi vecina Margarita, ha llevado su mano detrás de mi cabeza, apoyándola para que pueda libremente unir sus labios a los míos. Aquel monumento erigido a Alberto, ahora está siendo profanado por este ser descarado, por un padre de familia que sin mayores miramientos engaña a su mujer conmigo. ¿Qué está haciendo ahora? ¿Por qué introduce su lengua mojada en mi boca? ¿Así es cómo se dan besos? ¿Por eso en las telenovelas abren tanto las bocas? ¡¡Qué asco!!

-Sí… no hay duda alguna… soy completamente gay…- Es lo primero que el bajito dice luego de soltarme. Ninguno de mis músculos se puede mover, y es que el acto de aquel sujeto me ha dejado completamente perplejo. –Gracias por ayudarme a descubrirlo, siempre tuve la duda y no podía vivir con aquel peso… ahora lo más complicado será decirle a mi esposa. ¿Tú crees que se enoje?- ¿Qué? ¿Qué dijo? ¿Acaso ese era el favor que me pidió y no escuché? ¿Cómo puede andar por ahí solicitando aquel tipo de ayuda? Le miro fijamente, tratando de dilucidar si es un sueño o algo por el estilo. Lamentablemente no es ello, y es ni siquiera luego de piñizcare logro despertar. Esto sí ha sucedido.

Usualmente no me enfado, tengo un temperamento bastante afable. Muchas personas me han dañado y aun así no les he guardado resentimiento. Solo que este bastardo, este estúpido acaba de profanar mi promesa de no besar a nadie más que no sea a Alberto. ¿Quién se cree? Eso no se lo perdonaré jamás. ¿Se acuerdan de la ardilla de La Era del Hielo? Pues así mismo reacciono en este momento, desesperado por haber perdido la bellota preciada. -¿Qué si tú mujer se va a enojar? Pues lo dudo, porque hoy te encuentran muerto… apretaré tan fuerte tu cuello, que no podrás respirar… ¡Ven aquí!- Le grito mientras le golpeo con mis manos en su cuerpo de mastodonte enano, de gorila con problemas hormonales. ¡Yo no soy así! Solo que él me guía a ser un asesino. Corro para atraparle y hacer realidad mi amenaza. ¿Quién dijo que los bajitos no se mueven rápido? En un parpadear le pierdo entre las calles de mi barrio y me quedo con la rabia en mi interior, con la sangre hirviendo ante tal intromisión.

Llego tarde a mi trabajo y lo primero que recibo es el reto de mi jefa. -¿Atrasado? ¿Acaso crees que puedes dejarnos así? Ten en cuenta que a la próxima te echaré como a un perro… Ahora vete a cambiar de ropa…- Me grita doña Petronila enfurecida, tanto que su rostro se vuelve completamente rojo. Mientras me coloco mi overol, no logro sentirme bien. Le he fallado a Alberto y a ahora a mi jefa, todo por culpa de aquel sujeto sin moral. Si a mis treinta años nunca había besado a nadie, ¿cómo puede venir él a quitarme mi tesoro?

Tomo mi trapeador y comienzo a limpiar los pisos del centro comercial. Es bastante temprano y la gente que por él circulan no son muchos, prácticamente son quienes trabajan como vendedores en las tiendas. A lo lejos puedo divisar a Andrés, aquel chico que conocí como María y que por fin puede utilizar un nombre de varón. Claro, nada es legal y solo lo hace tras la confianza que le da su nueva apariencia. En la mañana me contó aquello y es que ya ha decidido aceptar mi oferta, lucharemos juntos por convertirle en quien realmente es. Y es impresionante lo radiante que se ve con su cabello corto, hasta puedo jurar que su forma de caminar denota mayor confianza.

Antes de entrar a la tienda donde trabaja, se encuentra con una muchacha muy guapa. Usa un vestido celeste, sumamente delicado, el que se ve encantador con su cabello largo. Su rostro es redondo y parece una muñequita con aquel flequillo largo. Se mueve con encanto, como una señorita bien educada. ¡Madre santa! Hasta me haría heterosexual por ella. No miento, tampoco es tan bella.

Andrés trata de levantar la mano para saludarla, solo que se paraliza al tenerla cerca y se queda con las intenciones. A lo lejos le siento frustrado tras ver pasar a la chica por su lado, quien ni siquiera se ha percatado de su presencia. ¿Es lo que estoy pensando? ¿Acaso nuestro bebé se ha enamorado? ¡Claro que es eso! Si a leguas se nota que se derrite por la muchacha de vestido celeste. ¿Debería ayudarle? ¿Papá Alejandro tendría que apoyarle a encontrar el amor?

Las horas transcurren rápidamente y sin darme cuenta el mediodía llega con todo su esplendor. Comienzo a sacar las bolsas de los basureros, cuando me encuentro con un maletín oscuro detrás de unos de los cubículos. ¿Qué hace allí? Como soy curioso lo abro y me quedo helado al ver su contenido. ¡Por toda la grasa de mi cuerpo! Nunca antes había visto tantos billetes juntos, está repleto de tanto dinero, que ni siquiera podría contarlo. Mi corazón palpita sin control, esto puede ser muy bueno o a la vez muy malo. 

Con toda aquella riqueza podría darles de comer a mi familia por mucho tiempo, arreglar nuestra casa y pagarle todas las deudas a doña Bernardita. Todo sería mucho más fácil, mis seres queridos podrían vivir más placenteramente. Solo que algo invade mi cabeza y no me deja ser completamente egoísta. ¿Qué sucede con el dueño del maletín? ¿Acaso él no tiene amados a quien ayudar?

Camino con el maletín escondido dentro de mi carrito para trapear. No soy consciente de mis pasos, solo me dirijo a la deriva. ¿En serio soy capaz de robar? ¿Acaso me sentiría bien luego? Ayer me robaron el sueldo, esto puede ser obra del karma ¿verdad? No, no soy así, no podría saber que otra persona sufre a causa de mi avaricia. Seré pobre, pero honrado, eso siempre me lo ha repetido mi mamita. Me decido y voy hasta seguridad, allí los guardias sabrán qué hacer.

En el lugar encuentro un escándalo de proporciones. Uno de los hombres encargados del orden en el centro comercial, discute con un sujeto en traje formal, quien grita como barraco. -¿Cómo que no puede mostrarme las grabaciones de las cámaras? Necesito recuperar aquel maletín, debo pagar las cuentas de mi empresa justo hoy, antes de las dos de la tarde… de lo contrario estaré perdido…- Suplica el bien vestido, entre la ira y la desesperación, tan solo que los guardias no le hacen caso, haciendo oídos sordos a sus argumentos. -¿Señor?- Llamo al desesperado ejecutivo, quien me regala una mirada despectiva. –Ahora no tengo monedas, no le puedo dar limosna…- Me responde confundiéndome con un mendigo. Me río recordando lo bello que es mi amigo Jacinto. –No es eso… solo que…- Trato nuevamente de aclararle mis intenciones, que he encontrado lo que perdido. Sería muy feliz al verle relajado, agradecido al saber que le he ayudado. Esa sería una perfecta recompensa. –Ya te dije pobre mugroso, que no tengo dinero… mejor deberías trabajar en vez de pedir a la gente decente como yo… Estos sucios deberían saber qué significa ganarse la vida…- Escucho sus alegatos perdiendo toda alegría.

Las palabras del ejecutivo son mentiras, juicios sin sentido que la gente ignorante cree. Mi amigo Jacinto no es un mugroso, tal vez todos le rechacen por tener las ropas sucias y desgastadas, por oler a calle, tan solo que sabe perfectamente qué es la vida, ha sufrido demasiado como para no comprenderla. No, él no pide dinero por no querer trabajar, lo hace porque no le queda de otra, porque todos los “señores decentes” le han cerrado las puertas, se han burlado de su fragilidad y le han dejado a su suerte, muriéndose de hambre, de frío y de soledad en las calles. La muerte le ha visitado en un sinnúmero de ocasiones y aun así, logra darme una bella sonrisa todos los días cuando le saludo. Él no sobra, porque es importante para mí, es a quien quiero ver cuando estoy triste, el que me aconseja y me entrega toda su experiencia. ¿Por qué simplemente han preferido olvidarlo en vez de ayudarle?

-Tome, lo encontré detrás de un basurero y quería devolvérselo porque está sufriendo por eso…- Le digo mientras extiendo mi mano con el maletín en ella. Sus facciones descompuestas debido a la furia se congelan de pronto, impresionado ante mi sorpresiva ayuda. –Lo siento…- Le digo antes de marcharme. Todos en la sala quedan callados, incluso los guardias que siempre se burlan de mi voz chillona. ¿No se los había dicho? Pues sí, creo que la pubertad no afectó mis cuerdas vocales y me quedé con la voz de un niño. –Hola, ¿hablo con la dueña de casa?- Suelo escuchar cuando contesto el teléfono. O creen que soy un infante o que soy mujer, lo que me da un poco de vergüenza.

Sigo con mi tarea de sacar las bolsas con basura de los contenedores, cuando siento la presencia de alguien a mi espalda. –Disculpe por el malentendido de antes, fui muy descortés con usted… sin embargo, estaba desesperado, ¿podría disculparme?- Me dice el ejecutivo con su maletín repleto de dinero en sus manos. Mucho más sereno parece alguien de bien, amable y que no podría dañarte, solo que sus palabras demostraron lo mucho que detesta la pobreza. No le culpo, es común en estos días. –Claro, soy solo un barrendero, cualquiera en mi lugar se hubiera quedado con ese dinero, nunca se le hubiera ocurrido pensar que se lo devolvería…- Le respondo, sonriendo para que no se sienta tan culpable, sus ojitos de perrito regañado me hacen desfallecer. -¿Hay algo que pueda hacer para recompensarle?- Me dice más sereno, tratando de demostrarme su gratitud.

~*~

Salgo por fin del trabajo, me he cambiado de ropa y me dirijo hasta el reloj control para marcar la hora de mi retirada. –Eres impresionantemente imbécil, ¿cómo no se te ocurrió quedarte con el dinero?... Si quien nace tarado, muere tarado…- Dice doña Petronila tras enterarse de lo que hice con el maletín con dinero. -¿Por qué siempre me trata mal? ¿Acaso le hice algo?- Le pregunto un tanto apenado. Siempre he intentado aparentar que no me afectan sus palabras venenosas, aunque me pregunto a menudo por qué es tan desagradable solo conmigo. No recibo respuesta, solo una mirada punzante, dolorosa como si me hubiese golpeado.

Me dirijo hasta el paradero de autobús cuando me encuentro frente a una hermosa escena. –Cuando hace frío, lo mejor es colocarse papel de diario en los zapatos, retienen muy bien el calor…- Comenta alegremente Jacinto, sonriendo como hace mucho no hacía. Está bebiendo un poco de té en un vaso de plástico y antes de proseguir, le ofrece a su acompañante. Veo a mi amigo sentado en una banca pública, platicando amenamente con el mismo ejecutivo que acababa de perder su maletín.

Una de las situaciones que más afecta a mi amigo, es que no suele tener a nadie con quien platicar, incluso los otros mendigos, esos que realmente son alcohólicos, le hacen el vacío. Nadie quiere acercarse a un sucio y maloliente anciano. Por ello, cuando escuché que el sujeto bien vestido me ofrecía una forma de recompensa, recordé inmediatamente a Jacinto. –Prométame que vendrá todas las semanas a conversar con mi amigo… con el anciano que vive allá afuera, a la entrada al centro comercial… Él solo necesita alguien con quien hablar… ¿Podría hacerlo?- Fue mi petición y ahora, al verle sonriendo ante las ocurrencias de mi viejito, me doy cuenta que la ha cumplido. Ni siquiera puedo definir la dicha que colmó mi corazón al ver una sonrisa de niño en los labios arrugados de Jacinto, su felicidad era tan inmensa, que pude ver por un instante, a un verdadero ángel.

Llego a casa con mucha hambre, espero que mi mamita haya cocinado algo rico. Abro la puerta y lo primero que veo es a Leandro riendo placenteramente con mi madre, la que come pollo con las manos, mientras su rostro está repleto de grasa. –Esto es más rico que el sexo… Amo la carne. Por esas casualidades de la vida, ¿no has traído un poco de vinito por ahí? Es que me ha dado un poco de sed… Con un litro me conformo…- Es lo que la mujer le dice a aquel patán. ¿Qué rayos sucede aquí? ¿Por qué esos dos parecen tan cercanos? –Janito, ya llegaste… que bribón eres, ni siquiera me habías dicho que tenías pareja. Debe ser porque eran amantes, pero… te tengo una buena noticia. Esa perra de Margarita lo ha echado de casa… ahora podrán comer patitas de cerdo aquí en casa, porque le he invitado a vivir con nosotros…- Es lo que logro descifrar de aquello que suena en la boca de mi mamita, y es que como no deja de comer pollo, los sonidos se entremezclan con la carne.

-Tú no te vas a quedar aquí… Tú estás casado, tienes tres hijos. Una familia hermosa a la cual amar… No eres gay, eso sácalo de tu cabeza, deben ser las hormonas del pollo… Ahora compraras un ramo de flores y tratarás de arreglar tu matrimonio con tu mujer, ¿estamos de acuerdo?- Me llevo al petizo hasta el patio, donde mis mascotas se reúnen a nuestro entorno, escuchando mis súplicas. Esto sigue pareciendo un mal sueño, solo que no lo es y debo solucionarlo. ¿Cómo puede decir que es homosexual después de toda una vida con mujeres? Está realmente loco, destruyó su vida por un tonto beso en el paradero. –No entiendes, siempre estuve ahogado, no quería asumirlo, pero tras tu beso me di cuenta que puedo estar con otros hombres… mis dudas eran fundamentadas. Margarita no es lo que parece, esa mujer ha consumido mi alma entera y pronto lo hará con mis hijos… No quiero seguir en el closet, quiero ser libre por primera vez en mi vida, lejos de la bruja de mi esposa… ¿No puedes apiadarte de mí y ayudarme a ser un homosexual por completo?- Le escucho pasmado, no sabiendo si estar triste por su sufrida convivencia conyugal o aterrado al enterarme que ya ha ablandado mi corazón, logrando probablemente dejarle vivir en casa.

Mira la luna sentado en un banquito detrás del limosnero, ese mismo que utilizo para llorar al sentirme perdido. Ahora lo podría hacer, solo que tengo a un papagayo a mi lado, quien me pregunta sin cesar. –Ahora que soy completamente marica, ¿cómo debo comportarme? ¿Tengo que sentarme con las piernas cerradas?... Todos ustedes usan ropa ajustada ¿verdad? ¿Tiene que ser rosada?... ¿Es necesario usar sungas?... ¿Y portaligas?... ¿Es verdad que se reconocen en la calle solo con mirarse?... ¿Y todos tienen sexo con todos?...- Le escucho pacientemente, aunque me dan unas ganas enormes de cortarle la lengua por lo estúpido que es. Yo soy retardado, pero este me gana por unos cuantos pueblos.

Por fin se queda callado, escucho la quietud de la noche antes de volver a oír su espantosa voz. –Ahora que lo pienso… ¿cómo tienen sexo los gais?... ¿Cómo entra un pene dentro de otro?...- Me cuestiona con un dejo de preocupación en su rostro. ¿Esto es en serio? ¿O es una de esas cámaras escondidas? Veo a mi alrededor y no veo ninguna luz de alguna cámara sospechosa. Entonces repito, este sí que es bruto.

Aunque ahora que lo recuerdo, yo tampoco lo sabía. Me vine a enterar recién a los veinticinco, cuando Orlando se fue de la casa y mi mamita comenzó a embriagarse. –Va a ser mejor que comiences a introducirte un pepino en el trasero, así la primera vez que te metan una verga por ahí, no te dolerá tanto…- Gritó entre sus delirios de borracha. Pues sí niños, deben hablar seriamente de sexualidad con sus padres, no esperen a que estén a punto de vomitar alcohol para hacerlo. En fin, tras eso pude comprender el mecanismo del sexo homosexual. Antes solo había soñado románticamente con Alberto, lo asuntos carnales no me importaban. Ahora gracias a mi madre sueño con mi amado ofreciéndome su pepino. ¿Por qué será que no puedo imaginar su pene?

No aguanto más a Leandro, por lo que me levanto y camino hasta la casa. En medio de ello, siento las manos del hombre jalándome hacía atrás, pronto quedo frente a su escasez de estatura. –Ahora vamos a tu cuarto a tener sexo salvaje ¿verdad? ¿Me vas a enseñar con la práctica?- Dice sin un ápice de vergüenza, haciéndome sonrojar porque nunca me habían ofrecido intimidad en mi vida. ¿Quién se cree? ¿Cómo puede decir eso? –O prefieres que lo hagamos a la luz de la luna- Y sin esperar una respuesta, le veo quitarse la ropa lentamente. Me observa detenidamente a los ojos, esos que no se pueden cerrar debido a la conmoción. ¿Qué pretende? Se relame los labios mientras termina de desnudarse. ¡Por favor no! No quiero verle desnudo… ¡No quiero verle el pepino! Se suponía que el primero que contemplaría aparte del mío, sería el de Alberto, no el de este petizo. ¡No! ¡Detente! ¡No te saques el calzoncillo! 

Notas finales:

Nos leemos :D Byebye!!!


Si quieres dejar un comentario al autor debes login (registrase).