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Letters por Jesica Black

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Capitulo 3
Alcohol y sexo.

 

                Si había alguien que Dégel odiara más que Kardia alcoholizado, ese alguien era el mejor amigo de este, otro borracho inmundo y sin guía aparente: Constantino “Manigoldo” Luchetti.  Ese tipo arrogante no paraba de beber en la barra y hablaba estupideces con su escritor. A decir verdad hacía media hora que estaba observándolo desde el otro lado de la fila, mirando atentamente como se vaciaban un tarro de cerveza mientras hablaba en voz alta con un ligero sonrojo. ¿Y él tenía que hacer de niñera de esos dos imbéciles?
Suspiró, si eso fuera lo peor estaría bien, pero aparte de ello Manigoldo, como era llamado entre la plebe, era nada más que uno de los mejores escritores de novelas policiales, muy probablemente porque pasó la mitad de su vida en una comisaría. Aparte de borracho, ratero. Pero eso no le importaba a la editorial Zodiaco mientras vendiera y definitivamente Manigoldo era el mejor de su rama y eso le enfurecía. Estuvo a punto de romper el lápiz que había tomado de la barra de no ser que el barman se lo quitó a tiempo y tuvo que disculparse.

 

–Disculpa –Dégel se dio la vuelta para ver quien le había hablado, este era un muchacho muy joven, de cabello celeste y ojos claros, con una hermosa apariencia, éste llevaba ropa de colegio religioso–. ¿Usted vino con los dos escritores, no? –preguntó el muchacho.

–Ehm, sí, ¿tú eres?

–Yo me llamo Albafica Zakurei, soy sólo un estudiante y fiel admirador de Manigoldo Luchetti –murmuró y fijó su intensa mirada hacia donde estaban los dos–. Mírelo ahí, sentado, se ve tan endemoniadamente sexy –se mordió el labio.

–Este…. ¿estamos viendo al mismo hombre? –muy diferente a lo que el niño parecía mirar, Dégel levantó la vista para ver dos bebedores que estaban casi bailando mientras cantaba.

–Es demasiado sensual….–se coloca una mano encima de su pecho–. No puedo estar mucho tiempo aquí, así que me gustaría pedir un autógrafo.

–Creo que cuando esté en sus cinco sentidos deberías pedírselo –suspiró–. ¡KARDIA, NO HAGAS ESO! Aguárdame un segundo –se arremangó la camisa–. Tengo que sacar a patadas a un borracho de este bar.

–Ehm, si….–habló el jovencito y ve como Dégel va directamente hacia Kardia y lo duerme de un derechazo haciéndolo caer encima del pool–. ¡Dios!

–¡Estate tranquilo Kardia….!–gritó, Albafica aprovechó para caminar directamente hacia Manigoldo quien no podía mantener los ojos abiertos mientras de fondo se oía a un frustrado Dégel dando un sermón que no sería escuchado dado que Kardia estaba completamente inconsciente.

–Ehm…. ¿Manigoldo? –el tipo no llega a responder dado que termina haciendo una maratón hacia el baño para vomitar el contenido que antes había ingerido, Albafica sonrió y tomó el tarro de cerveza donde el hombre bebía–. Con esto, podré clonarlo….

–¡Oye, oye….! –Dégel le toma del brazo–. El tarro se queda aquí, y tú, eres demasiado joven para entrar a este bar, así que largo.

–Pero….Manigoldo…

–Pero Manigoldo nada, tendré que llevar a estos dos borrachos a su casa –dice Dégel, Albafica refunfuña pero decide retirarse dado que el peliverde se veía un tanto amenazante, aun así se llevó el tarro de cerveza sin que nadie lo notara.

 

                Pero irse para aquel lunático fan no era retirarse por completo, esperó hasta que Dégel saliera con ambos chicos y los siguió de cerca con su bicicleta. En un momento casi los pierde porque el joven aceleraba, pero durante los semáforos lograba alcanzarlos. Una vez que dejó a Manigoldo en su casa: y con esto nos referimos a abrirle la puerta, arrojarlo dentro y cerrar la puerta;  Albafica anotó la dirección y mordiéndose el labio miró con pasión aquel lugar, estaba seguro que algún día ese escritor mediocre estaría con él, serían felices y se casarían.

–Pronto mi amor, muy pronto –murmuró antes de retirarse.

 

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–Mírate al espejo –susurró muy cerca del oído mientras lo ponía delante de un espejo de piso, estaba aun con ese horrible traje de maid puesto–. Mírate, esas piernas, esas caderas, ese cuerpo….–habló muy lentamente mientras colocaba ambas manos en los hombros intentando bajar un poco la ropa–. Quiero que te desnudes frente a él.

–Eres un perverso.

–Son tres mil más cada semana, haz lo que te digo…

–Esto es acoso laborar ¿Lo sabías? –giró para verlo.

–Prefieres hacerlo delante de mí, quiero que me hagas un streep tease ¿crees que podrás? –el más joven niega–. Entonces hazlo delante del espejo, sedúcete a ti mismo….haz que se me pare sin usar tus manos.

                No estaba muy de acuerdo con ello pero tiró su cabello hacia un costado quedando delante de sus hombros y colocó sus manos en los botones de atrás para desprender la parte de arriba mientras se miraba. Sin lugar a dudas era un chico atractivo, pero nunca había usado eso para ganar algo, era la primera vez que un sujeto le ofrecía sexo por dinero y no es que se sintiera cómodo, pero en esos momentos se encontraba entre la espada y la pared. Tenía dos hermanos que una vez cumplido los dieciocho quedarían desamparados, además se sentía responsable por algunos sucesos del pasado de los pequeños.
Milo entonces comenzó a ayudarlo, acariciándole suavemente el rostro hasta llegar al cuello, de allí a los hombros y descender lentamente  por todo el cuerpo hasta que el vestido quedó en el suelo.

–Dame la mano –susurró muy cerca, el pelirrojo se la dio y lo hizo salir del vestido pasando una pierna por encima de este y luego la otra–. Quítate los zapatos, déjate las medias y el portaligas.

 

                Con su pie, tiró hacia abajo los zapatos hasta desprenderlos y luego ir directo a la cama donde estaba Milo acostado. Le indicó que se sentara en sus caderas y este flexionó las rodillas a los costados del cuerpo y se sentó. Luego le ordenó que se comenzara a mover para estimular el miembro, lo hizo a la perfección mientras el rubio tomó las manos y comenzó a ayudarle a pasar las mismas por encima de su pecho.

–Aaaah, se nota que no has hecho esto antes –susurró en un gemido, Camus comenzó a ruborizarse.

–Cállate, idiota.

–Eso no fue muy amable de tu parte –habló, como el pelirrojo no era ningún pasivo se levantó suavemente para sentarse de lleno provocando un golpe certero en los bajos.

–¡Aaaaay, la PUTA que te parió! –gruñó, Camus comenzó a reírse.

–Jajajaja, debiste ver tu expresión aaah….–gimió el más joven cuando sintió algo duro crecer entre tantos movimientos. El mayor sonrió de oreja a oreja y comenzó a dar pequeñas embestidas contra el trasero de Camus.

–¿Lo quieres dentro? –preguntó, al principio no recibió respuesta y pudo notar como la sangre se agolpaba en las mejillas del muchacho, pero luego apretó éste los labios y afirmó–. Levántate cariño, ahora lo vas a conocer –murmuró como si hablara de otra persona, Camus hizo caso y se colocó a un costado para ver como Milo desprendía sus bóxer y dejaba expuesto un miembro viril, estaba un poco más oscuro que la tonalidad de piel del muchacho y se veía palpitante y caliente–. Acarícialo.

–¿Qu-qué? –no comprendió bien, pero el mayor le hizo un gesto para que con su mano comenzara a tocar la longitud del mismo, era gomoso y estaba mojado.

–Abre la boca, vamos a practicar, esto no es nada erótico pero debo enseñarte a como chupar un pene –Camus abre la boca y Milo le mete un dedo dentro–. Lámelo, chúpalo como si fuera un dulce.

                Camus lo hizo muy lentamente pasando su lengua por toda la longitud del dedo sin mucho esfuerzo, luego Milo metió un segundo dedo en la boca, esta vez costó un poco más y al menos dos veces el rubio alertó sobre el no-uso de los dientes para chupar, por último medió el tercer dedo en la boca del muchacho, esta vez se atragantó.

 

–Creo que por ahora lo veo imposible…..debes concentrarte en lamerlo y evita chuparlo o metértelo todo en la boca.

–¿Por qué lo haría? –preguntó el pelirrojo ruborizado, Milo sonrió.

–Te tentarás, lo sé…..solo lámelo como si fuera un helado….–el menor tragó duro y sacó su lengua para lamerlo suavemente, era un sabor raro, como si lamiera la piel, pero a la vez la dureza y humedad le daba un toque salado–. Aaaaghm, muy bien cariño….muy bien….–murmuró y le tiró del cabello.

–¡Aaaay! Eso dolió –gruñó, el mayor no se disculpó.

–Ahora es tu turno, ponte boca abajo en la cama –le indicó a Camus, este lo hizo. Milo le apartó los cabellos de la cabeza y comenzó a lamer el cuello y bajar lentamente–. Hmmm, tu piel es lechosa, me dan deseos de morderla fuertemente…..–no pudo evitarlo y lo hizo.

–¡Aaaay, LA PUTA MADRE, MILO! –gritó el pelirrojo, el mayor rio suavemente mientras continuó su recorrido hasta terminar en los glúteos.

–Dios no te perdonará por esto –susurró dándole suaves nalgadas.

–Me importa una mierda dios ahora –eso era lo que quería escuchar, bajó los calzones que llevaba puesto  y comenzó a lamer las nalgas mientras los bajaba hasta quitárselos, a la vez la medias, esto hizo que se desprendieran las ligas que aun seguía allí, aunque no tenía a los calzones enganchados.

–Eso me gusta –metió la lengua dentro de las nalgas y Camus apretó fuertemente las sabanas.

–¡Aaaagh! –gimoteó, eso se sentía muy bien y no pudo dejar de sentir ese placer prohibido.

–Bien, ahora viene la mejor parte –Milo bajó de la cama para ir directamente hacia su cajón donde sacó una botellita de lubricante, se subió nuevamente y la abrió para embadurnar sus dedos de esa esencia–. Te dolerá al principio pero trataré de abrirla lo más que pueda –Camus afirma.

 

                Para ser su primera vez el pelirrojo no era nada quejoso, apenas hablaba más que sólo gemir o soltar algunos quejidos, pero dejó que Milo le penetrara con sus dedos  hasta donde pudiera. Uno, dos, tres, hasta cuatro dedos había metido dentro y debido a la sustancia, la entrada estaba completamente dilatada. El rubio le tomó fuertemente de las caderas y la levantó, dejando la cabeza contra la almohada, se posicionó y masturbó aun más su miembro para que quede completamente rígido.

–¡E-Espera! –gritó, el muchacho frunció el ceño pensando que probablemente el chico se había arrepentido, pero no fue así–. El….el preservativo.

–No te preocupes, cuando esté terminando lo sacaré y acabaré afuera –sonrió para sus adentros–. Si es eso lo que te molesta.

–Hmmm…..–bufó–. El sacerdote del internado decía que recibir el semen de otro hombre era recibir el pecado.

–Pues somos pecadores….

–Hablo en serio.

–Yo también –gruñó–. No es un buen momento para charlar, se me está cayendo la libido –y sin mediar más se adentró a él mientras masajeaba sus glúteos.

 

                A medida que entraba, el pelirrojo se retorcía de dolor. Milo nuevamente tuvo que correr el cabello largo a un lado porque le imposibilitaba ver mejor la espalda con algunos moretones producto de las mordidas. Empezó a moverse muy lentamente mientras ingresaba más, de a poco  mientras que su mano tanteaba el miembro del muchacho para estimularlo más y agrandarlo. Lentamente los golpes a la cadera se iban volviendo más fuertes hasta mover la cama, Milo tuvo que tomar con ambas manos la cadera dejando de estimular el pene ajeno porque las ansias le ganaban y los movimientos eran más profundos. Los gemidos se hicieron notar fuertemente a medida que pasaba el tiempo, Milo observaba el reloj para evitar que su hermano volviera justo en aquel momento.
Volvió a utilizar su mano para estimularlo mientras se movía golpeando todo hacia dentro, inclusive sentía como también sus testículos querían entrar en ese agujero y al sentir la tensión del cuerpo supo que estaba golpeando en un punto muy sensible.
Siguió así, hizo movimiento circular mientras masturbaba aun más el miembro ajeno, jamás pensó que tener sexo con otro hombre fuera tan divertido y Camus tampoco lo había pensado así, de repente tuvo aquella loca idea de tener las semillas del otro recorriendo su cuerpo pero esos deseos fueron cegados por cada profundización.
Probablemente fue adrede o no, pero el muchacho mayor comenzó a sentir como el pre-semen comenzaba a salir, aun así no sacó su miembro dentro, peor aún, lo metió más en el trasero del chico mientras este gemía con desesperación pidiendo más. Poco a poco el líquido seminal de Camus comenzó a escurrir por las manos y el de Milo terminó todo dentro, hasta la última gota de semen. Sacó el pene flácido del interior y con él también salió un poco del semen que tenía dentro el muchacho.

–Ups….–susurró mientras caía en la cama–. Lo….lo sie-siento….me….me vine….–gimoteó recuperando el aliento. Camus continuaba en la misma posición hasta que sus piernas no le dieron más y se acostó boca abajo en la cama, escurriéndole por las nalgas el semen.

–Aaaah…..aaah…..se….se siente….bi-bien….–habló como pudo intentando recuperar el aliento.

–¿Verdad? –respiró una vez que pudo, Milo le comenzó a tocar las nalgas mojadas con su semen y sonrió–. Es una bonita vista….–murmuró mientras se incorporaba–. Quiero sacar una foto.

–Ni….ni te-atrevas…..–susurró, estaba terriblemente agotado.

–Cu-cuando hay bu-buenas vistas….hay-hay que re-retratarlas….–tomó el celular y sin consentimiento del otro le sacó una foto al trasero del muchacho cubierto con su semen.

–Eres un hijo de pu….

–Uuuuh, ¿con esa boquita dices mamá? –rió para sí mismo–. Tranquilo….es una foto mía personal, para cuando estés en tus días y no puedas entregarme el culo…..

 

 

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                Dégel tomó al muchacho del costado y le pasó una mano encima de su hombro mientras usaba su pie para cerrar la puerta del auto y con la otra mano que no lo sostenía poner la alarma. Suspiró, eran ya las doce de la noche y todo se encontraba a oscuras, sino fuera porque vivían en una zona céntrica la luz sería mínima. Kardia podía mantenerse un poco parado pero necesitaba ayuda aun, sus ojos los tenía abiertos y su mirada viajaba a cualquier lado. Lo ayudó a desplazarse hasta la puerta y se detuvieron allí.

–¿Dónde está la llave? –preguntó Dégel.

–Bolsillo –sería necesario decir que Kardia tenía un jean con cuatro bolsillos.

                Dégel comenzó a tantear los bolsillos traseros ante las risas de Kardia por las cosquillas que le producía, para el joven Verseau no era nada divertido aquello. Cuando llegó al delantero, tuvo cuidado de no tocar ninguna parte noble del muchacho, aunque tuvo que morderse el labio para evitar pensar en cosas innecesarias. Kardia tenía razón, su malhumor se debía mucho a sus fracasos amorosos en mayoría. Había tenido parejas, hasta había intercambiado un abrazo y un beso, pero nunca había pasado nada más porque su carácter se interponía entre ellos, además de su fobia social que se fue agravando con el tiempo. Lo encontró justamente allí y comenzó a introducir su mano en el bolsillo lentamente hasta tomar la llave y abrir la puerta. Dado a que Dégel se tuvo que poner de frente, le ayudó a caminar mientras iba hacia atrás, lo que ocasionó que al cerrar la puerta y dado que había un pequeño escalón para entrar al pasillo, Dégel se vino de bruces al suelo con Kardia que terminó encima de él.
Con las piernas de cada lado del muchacho, Dégel pudo sentir como la pelvis de Kardia golpeaba contra él, se notó una rigidez que nunca había conocido. Le tiró del cabello para ver el rostro del muchacho pero este se encontraba notoriamente dormido.

–Mierda ¿qué haré contigo y ese pequeño problema? –susurró, no fue mucho lo que pensó cuando intentó de moverse y sintió la virilidad golpeando contra él y produciendo una onda de placer increíblemente inconcebible.

                Bien, algo no andaba del todo bien, comenzaron a lloverles imágenes impuras, lo cual no era para nada agradable. Intentó darse vuelta pero esto lo hizo peor, dado que ahora las caderas de Kardia apuntaban directamente a aquella zona entre sus glúteos, lo que provocó otra oleada de placer innecesario. Bajó un poco su cuerpo y pasó ambos brazos hacia sus hombros para intentar levantarse llevando a Kardia como mochila, misteriosamente funcionó. Cada movimiento que hacía golpeaba más sus caderas con sus nalgas y le hacían sentir muy bien. Tiró al borracho en el sillón y prendió unas luces para verlo mejor.

–Diablos Kardia, me traes muchos dolores de cabeza, ¿ahora qué haré contigo? –se preguntó para sí mismo. Mordió su labio y se acercó–. Estás dormido ¿no? –Tronó sus dedos delante del rostro del muchacho pero este solo se desperezó más–. Estás completamente duro, no puedo dejarte así.

 

                Sabía que no era su deber de editor, definitivamente era una excusa pero desabrochó el jean del muchacho y bajó el cierre, podía ver la erección humeante allí. Estaba indeciso, miró para ambos lados  y sacó el miembro rápidamente. Era gigante y estaba duro. Se agachó y comenzó a lamerlo como si de una paleta se tratara, sintió como Kardia sonreía y gemía suavemente pero seguía en estado inconsciente, por lo cual no producía más que sonidos aunque sus ojos jamás se abrieron. Colocó la punta del miembro dentro de su boca y comenzó a succionar fuertemente, utilizó toda su boca y lengua para ello, arriba hacia abajo, de los lados, apartándose o colocándola toda entera dentro. La succión y el vaivén, sumando que las manos estimulaban el glande le hizo lentamente venirse, por lo que antes de tragar todo lo que había largado, se separó lo suficiente para que el semen restante cayera en su cara y cabello. Kardia se relajó completamente y su miembro se volvió flácido. Suspiró y se apartó, guardando el aparato reproductor en los calzones y cerrándole los jeans.

–Tendré que lavarme –murmuró más para sí mismo y se apartó de él para ir a la cocina, cuando prendió la luz se encontró con Milo allí, en calzones y mirándole.

–Hola Dégel –susurró, el peliverde no sabía dónde meterse dado que tenía semen hasta la ropa y lo único que pudo hacer fue sonrojarse y mirar hacia otro lado–. No le diré nada a Kardia.

–Hmmm…..yo….no sé….

–No te preocupes –susurró y tomó un vaso del fregadero para llenarlo de agua–. ¿Quieres pasar a la regadera?

–N-No….yo debo irme…–intentó amagar para retirarse pero Milo se lo impidió.

–Yo que tú, me lavaría primero la cara, tienes semen allí –le señaló parte del rostro–. Escucha Dégel, no le diré a Kardia que abusaste de él mientras estaba ebrio jajajaja.

–¡No….no abusé de él! –al principio le había salido un grito, pero después silenció al recordar que a unos metros Kardia dormía en el sillón.

–No, claro que no….solo vi como se la mamabas a mi hermano mientras éste estaba completamente borracho ¿es también tu trabajo como editor hacer esos favores sexuales? –cuestionó.

–¡N-No, además! ¿Qué haces en calzones por……tu…..casa? –Dégel no sabía que argumentar.

–Bueno, como bien dices estoy en casa –habló con ironía–. Bueno iré a dormir, mañana tengo mucho que hacer, nos vemos –se retira con el vaso de agua.

 

                Dégel, apenas ve a Milo desaparecer, comienza a lavarse la cara y el cabello, se quita con un trapo húmedo el semen de la ropa y se retira lo más rápido que puede a su casa, rojo como un tomate. Realmente en esos momentos se siente observado y que todos saben lo que hizo, tendría que enjuagarse la boca al llegar a casa.

 

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                Alexander y Jean estaban jugando al ajedrez en la sala del monasterio, ambos estaban casi solos en ese gran salón, habían pocos alumnos que se quedaban a dormir allí entre ellos estaban los dos chicos castaño-rojizo. Eran ya casi el mediodía y todos se disponían a almorzar. Alexander miró nuevamente las piezas y tomó una con cierta duda para luego dejarla en un casillero y tocar el botón encima del reloj. Jean hizo lo mismo pero con una sonrisa perturbadora en su rostro, en esos momentos el mayor sabía que el menor le ganaría, aunque no entendía cómo pero lo sabía.

–¿Qué piensas que Camus trabaje para esa familia? –preguntó Alexander cruzando sus brazos.

–Me parece que le estamos dejando todo el trabajo pesado a él –aprieta el botón del reloj–. Tu turno.

–Hmmm, a ver….–mira las piezas–. Yo creo que deberíamos ayudarlo, pronto cumpliremos dieciséis años –toma otra de las piezas y la coloca en otro casillero tocando el botón.

–Tienes toda la razón, pero…. ¿qué podrían hacer dos adolescentes huérfanos en la calle? –mira las piezas.

–¿Dar lastima?

–Bobo –sonríe y toma una pieza para moverla–. Jaque mate.

–¿Qué? ¿Cómo lo hiciste? –miró el tablero estupefacto.

–Págame –extiende sus manos.

–Ahora sé cual será tu forma de ganar dinero –busca entre sus bolsillos una moneda.

–Chicos –un muchacho con una túnica azul se acerca a ellos–. Es hora de comer.

–¡Aspros! –gritaron ambos y salieron a abrazarlo.

–Ya chicos, no son niños, ahora son adultos. Deuteros los está esperando con un gran tazón de sopa caliente –le acaricia los cabellos a Jean.

–Aspros, ¿cuándo va a venir el nuevo pastor? –preguntó Alexander separándose de él mientras caminan hacia la cocina donde ya los esperan otros chicos, entre ellos niños pequeños.

–Supongo que el lunes, tenemos todo una ceremonia preparada –abraza a Alexander como a un hijo–. ¿Ustedes hicieron lo que les pedí?

–Por supuesto, Aspros, ya se me tocar toda la canción en piano –Jean levanta la mano victorioso y Aspros le acaricia nuevamente la cabeza.

–Bien hecho, ahora vamos a tomar la sopa –los adolescentes salieron corriendo hacia donde estaba Deuteros.

 

                Los gemelos Aspros y Deuteros eran, al igual que Jean, Alex y Camus, huérfanos que fueron recibidos al monasterio, ellos no eran mojes ni nada por el estilo, sólo estaban allí para servir a la señora que se encargaba de los pequeños. Los gemelos estaban terriblemente agradecidos con el lugar y aunque no solían vivir allí, a veces se quedaban a cuidar de los más pequeños, la mayoría de los niños habían sufrido abusos y maltratos, por lo que tanto Aspros como Deuteros  eran hombres de confianza.
Habían afianzado una linda relación con los pequeños pelirrojos, como llamaban a los tres hermanos, cada uno de ellos era diferente al otro: Camus era responsable, maduro y con gran sentido de labor; Alexander era agresivo, un tanto osco pero muy protector y Jean era curioso, inocente y amable, los tres hacían un grupo realmente intenso o eso creían los demás.

–Últimamente no estás comiendo mucho Jean –habló Deuteros mientras servía una doble ración al chico pero éste la miraba con asco–. ¿Qué sucede?

–No tengo mucha hambre ahora.

–Si es para dejarle comida a los más pequeños, no debes hacerlo Jean, ya tenemos suministros gracias a nuestro nuevo compañero el pastor, tú como todo lo que quieras –Deuteros intentaba ser amable, pero jean negaba nuevamente–. De acuerdo ¿alguien quiere sopa?

–¡Yo! –gritaron un tumulto de niños.

–Vaya, hoy están muy glotones –susurró el gemelo menor mientras se dirigía hacia ellos.

–Jean, ¿quieres venir a charlar? –preguntó Aspros.

–Estoy bien.

–Pero has comido solo una pequeña ración cada noche, eso no es bueno para tu salud –le toma del brazo–. Mira, puedo pasar toda mi mano alrededor de tu brazo, estas muy delgado.

–Es verdad –habló Alex con la boca llena.

–¡No hables con la boca llena Alex! –Suspiró el adulto–. Pero tiene razón en algo tu hermano, no está bien tanto adelgazamiento, ¿te han dicho algo los otros niños?

–No, no….

–Sebastián te tiró nuevamente del cabello ¿No? Le diré a la…

–No, en serio, no es Sebastián –murmuró, Aspros suspiró.

 

                Sebastián tenía veinte años y aun seguía en el internado, hacía algunas acciones de caridad para que le guarden cama hasta encontrar un trabajo remunerado que le permita alojarse en otro lugar, mientras tanto se quedaba allí. Desde que los tres pequeños pelirrojos habían entrado a la institución la tenía con Jean, le tiraba de cabello o le decía que parecía una niña, le arrojaba agua a la cama y decía que el pequeño se había hecho pis encima. Es más, ahora mismo le miraba con los ojos entrecerrados mientras comía su sopa en la mesa a paralela a la de ellos.

–Tranquilo, si es Sebastián lo mejor que puedes hacer es comer más sopa delante de él –le acaricia la espalda y se aleja.

–¿Es por Sebastián? –pregunta Alex.

–No es Sebastián, en serio –miró al chico de reojo y este frunce el ceño–. ¡Agh! ¿Qué le pasa conmigo?

–Te tiene ganas –dijo fácil, Jean abre sus ojos.

–¿Ganas de qué?

–No seas tan inocentón, Jean –gruñó frustrado–. Tiene ganas de metértela por detrás, es obvio, se le nota –lo mira–. Pasa que es demasiado orgulloso para aceptarlo.

–¿Y Qué debo hacer para que me deje en paz? Me ha molestado desde que tengo edad para valerme por mi mismo, es hasta indignante –suspiró pesadamente el menor y mira donde anteriormente estaba su tazón con sopa–. Igual, no es por él.

–¿No? –preguntó sorprendido–. ¿Entonces hay un motivo? –preguntó sonriente.

–No, bueno sí…..estoy algo nervioso por Camus, es todo….–suspiró–. Hoy es el segundo día que no lo vemos y es domingo, ¿crees que venga?

–Claro que vendrá.

–Espero que sí, ya es mediodía y no se aparece –murmura mirando la puerta, Alexander le pone una mano en el hombro.

–Tranquilo, vendrá….–habló.

 

                En ese momento donde los dos hermanos sonríen, un tazón de sopa cae en la cabeza de Jean haciéndolo quemarse ligeramente, dado que la sopa estaba algo tibia. Al levantar la cabeza ven a ese muchacho de cabello oscuro y mirada tenebrosa,  Alexander se levantó casi de un salto pero dos mastodontes que siempre acompañaban a Sebas se acercaron. Jean se quitó el tazón de la cabeza y le miró.

–Uuuy, lo siento –murmuró irónico mientras le quitaba un fideo de la cara–. ¿Arruiné tu lindo cabello y perfecto rostro? ¿Manché tu ropita que ahora te queda al cuerpo? –estaba haciéndole perder la paciencia. Jean se levantó como si tuviera un resorte y estuvo a punto de decirle algo cuando un muchacho rubio intervino.

–¿Qué pasa aquí? –preguntó Asmita, un hombre ciego que vivía también, como Deuteros y Aspros, desde mucho tiempo allí y ayudaba a la gente.

–¡Asmita!

–Asmita, Sebastián empezó, le arrojó sopa a mi hermano –respondió Alexander gritando, el rubio frunció el ceño.

–Vamos Jean, vamos a cambiarte….y usted señor Sebastián, espero que no se vuelva a repetir o sino sabrá por qué a Jesús le pusieron clavos en sus manos –tomó a Jean del brazo y se lo llevó.

 

Continuará.

Notas finales:

Sebastián: 20 años (No tiene apellido porque fue abandonado al nacer)
Asmita: 25 años.

 

Sé que esto es un instituto católico en un lugar donde la mitología griega fue auge, pero bueno jajaja me gustó la idea de ver a monjas amenazando con tener las manos como Cristo. Espero que les haya gustado el lemon sabrosongo y la mamada de Dégel.


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