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Letters por Jesica Black

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Capitulo 4
Consecuencias

 

                Se había levantado el domingo con un terrible dolor y prácticamente no pudo realizar ninguna actividad, siquiera ir a visitar a sus hermanos al monasterio donde estaban internados, eso le había producido una decadencia anímica bastante importante, pero al menos pudo llamarlos para saber como estaban.  A mediados de la tarde se pudo incorporar y bajar las escaleras tomándose del barrote. Ahora llevaba una ropa normal, unos pantalones joggings livianos y una camiseta manga larga color blanco. Caminó hasta el comedor donde no había nadie y se adentró a la cocina donde Kardia estaba fumando.

–Buen día enanito ¿cómo amaneciste? –preguntó el muchacho, Camus le dio una mirada frunciendo el ceño pero luego se relajó.

–Bien, señor.

–No me digas señor, llámame Kardia –sonrió y dejó la laptop donde estaba escribiendo durante unos minutos para luego regalarle una hermosa sonrisa a su nuevo sirviente–. Ah, por cierto, toma –le entrega una pastilla que guardaba en su bolsillo–. Es la píldora del día después (*), para que no tengas que cuidar de un niño también….

–¿Un…niño? –miró la misma e inmediatamente se la tragó sin agua.

–Bueno, Milo me contó sobre ti ¿vienes de un hogar, verdad?

–S-Sí….–murmuró e intentó sentarse pero su rostro se frunce al sentir un dolor terrible en sus caderas.

–¿Estás bien? ¿Quieres algún analgésico? –cuestionó levantándose de sopetón.

–No, no…estoy bien –suspiró–. ¿Y usted? A qué se debe que hoy está escribiendo en un lugar iluminado.

–Hmm….ahora que lo dices no tengo la más puta idea –se rascó la barbilla–. Cuando me levanté hoy me sentí más liberado y con una increíble sensación de bien estar, supongo que debió ser el alcohol.

–Eso no es bueno –regañó.

–Jajajaja puede que no, pero me ha dado mucha inspiración –acerca la laptop nuevamente y comienza a teclear–. ¿Has visto a Milo?

–Hm, no –Camus se sonrojó, no quería hablar de ese rubio y si no fuera porque Kardia siquiera lo estaba mirando notaría un cierto nerviosismo.

–Ese muchacho, desde que se mudó aquí es “vive la vida loca”, está todo el día en la calle –Kardia suspira pesadamente, como aquel que se resigna–. Supongo que es mi culpa por mimarlo mucho.

–Hm, señor Kardia –habló Camus, el aludido levanta la vista y se quita los lentes, no muchas veces alguien le habla con tanto respeto–. Cuénteme sobre Milo.

–¿Sobre Milo?  –Se inclina levemente hacia atrás y cruza las piernas–. Ah, nadie me ha preguntado sobre él, ni siquiera mi madrastra.

–¿Hm? –pestañea rápidamente.

–Bien, a ver…..Milo nació de la relación de mi madrastra con mi papá…..supongo que eran felices a su modo pero yo me sentía patético, aun así me sumergí en la relación con mi pequeño hermanito. Muchas veces le contaba cuentos y él se reía y aplaudía –sonríe estúpidamente–. Como me gustaría que volviera a ser el criajo que era en ese tiempo.

–Ejem…–carraspea y le mira–. Sobre Milo.

–Ah, cierto, a ver….bueno él hizo primario y secundario, creo que a los dieciséis comenzó su cuasi obsesión a la música, yo intenté alentarlo pero mis padres no lo hacían, eso hizo que Milo se frustrara bastante y a los dieciocho pasó a vivir conmigo. Aquí podía hacer lo que quisiera dado que yo era bastante flexible con él. Le daba dinero que ganaba con mis libros para que pudiera desarrollar su carrera como artista, pero muchas veces lo usaba en alcohol y sexo.

–¿Al….alcohol y sexo? –cuestionó sorprendido ¿se había acostado con un borracho?

–Ahora está bastante más tranquilo, supongo que desde que Aioria entró a la universidad bajó un poco los niveles de azúcar en sangre, como se dice, y se volvió menos hiperactivo.

–¿Quién es Aioria? ¡Ah! El chico castaño que estaba aquí cuando hice la entrevista –recordó, Kardia sonríe y asiente.

–Exacto, ellos son amigos desde que eran párvulos, los dos son como uña y carne –nuevamente volvió a la computadora–. Por cierto ¿has visto a Dégel?

–Recién me levanto.

–Es extraño que no me haya llamado en todo el día, normalmente lo hace diez o quince veces cada seis horas pero hoy el teléfono estuvo mudo –toma el celular y se fija en llamada entrantes o mensajes–. No, no pasa nada aquí.

–Milo lo vio ayer a la noche, creo que te había traído del bar.

–Jajajaja si, lo supuse, desperté en el sofá –toma el cigarro que fumaba, ya estaba pequeño de tanto que lo había dejado en el cenicero, pero aspiró un poco y exhaló–. Aaaah, ¿vas a poder preparar la comida?

–Creo que sí, me hubiera gustado ver a mis hermanos, pero no puedo moverme.

–Bueno, es el precio que se paga –escucha la puerta de entrada–. Bueno, iré a mi cuarto a terminar esto….–ve a Milo entrar con algunas cosas del supermercado–. Ah, volviste.

–Ya te dije que sino compras durante el día no tendrás nada de comer –habló como si fuera el gran misterio del universo, luego le echa una mirada a Camus y le sonríe.

–Bueno, voy arriba a terminar esto, si llama Dégel dile que estoy trabajando en el bosquejo ¡Tengo mucha inspiración hoy! –sonó bastante alegre mientras ascendía por las escaleras.

–Las mamadas de Dégel deben ser milagrosas –dijo Milo, Camus alza una ceja sin entender y el muchacho niega, Camus se levanta–. Nada, nada….dime ¿cómo te sientes?

–Adolorido.

–Lo suponía –deja la bolsa de víveres–. Traje algo para ti.

–Espero que sea un analgésico

–No, no es un analgésico –saca de entre sus ropas un especie de bolsita con un CD–. Porno.

–¿Qué? –Camus se sorprendió ante esta nueva propuesta.

–Es porno mixto, tiene posiciones sexuales de gays y también de heteros, será divertido intentarlas todas….–pasa su mano por la cintura del muchacho y lo estrecha–. Estoy muy deseoso de ello.

–Espera, aguarda, aguarda….–le coloca ambas manos encima del pecho–. Aun no me he recuperado de anoche ¿y quieres hacerlo de nuevo esta noche?

–Hay que hacerlo todas las noches –lo aprieta más contra su cuerpo–. No puedo dejar de pensar en tu cuerpo, Camus, no sabes cuánto me calientas.

–Es-espera ese no era el trato.

–El trato era que harías lo que yo quisiera que hagas –con su otra mano dejó el cd en la mesada y la depositó en la barbilla para levantar el rostro–. Apenas eres un adolescente, yo también dentro de todo lo soy, y necesitamos más contacto ¿acaso no te gustó lo de anoche?

–¡Claro que me gustó! –se sonroja–. Pero, no creo poder aguantar hoy.

–No sentirás dolor cuando esté dentro tuyo y te llene de mi abundante esencia, cariño –intenta besarlo pero Camus lo aparta levemente.

–Dijiste que usarías preservativo y ya la primera noche no lo has hecho ¿cómo planeas tenerme así sin protección? Si no fuera porque tu hermano que me dio la píldora del día después quien sabe lo que hubiera pasado.

–Ah, mira, traje varias de esas –se aparta un poco para sacar de otro bolsillo una bolsa repleta de píldoras–. Para ti.

–¿No tendrá efectos colaterales usarla siempre?

–Creo que se toma una vez por semana, tendría que leer el prospecto….pero úsalas mientras tanto –Camus toma la bolsa y la mira con cierto desagrado–. ¿Y ahora qué?

–Nada, es que…..estos métodos anticonceptivos, siempre tienen algún efecto secundario.

–Si no quieres utilizarla no lo hagas….pero a mi me gusta hacértelo sin condón, me siento más libre….–le toma nuevamente por la cintura–. Además me encanta ver tu culo lleno de mi semen.

–Vete a la mierda –le empuja.

–Vaya, ya actúas como embarazada –empieza a reír, a Camus no le hace tanta gracia eso.

–Usaré estas mierdas solo para no tener que criar a otro niño.

–¿Otro? –preguntó sorprendido.

–Sí, uno –señala su vientre–. Dos –señala a Milo.

–Jajajaja oye, yo ya me crié solito.

–¿A si? Y muy mal por cierto –murmura, Milo le toma del rostro y le planta un suave beso en los labios.

 

                Camus no hace nada, sólo recibe el beso suavemente en su boca, las manos del rubio se deslizan  por el cuerpo del otro hasta apretar las nalgas, eso hace que el pelirrojo se avive un poco y le de una cachetada certera en la mejilla.

–¡Aaaagh! Eso dolió….

–Lo siento, la costumbre.

–¿La costumbre? ¿Cuántos tipos más te han tocado el trasero? –preguntó enojado, Camus comienza a reír–. ¡No es gracioso!

–En realidad nunca me han tocado el trasero, pero solían molestarme y siempre terminaba dándole un bofetada, lo siento –se acerca y le besa en la comisura de la boca–. ¿Mejor?

–Me…mejor –murmuró separándose, toma un mechón largo de cabello y comenzó a deslizar sus dedos sobre él–. Camus, ten en cuenta que nosotros somos algo así como conocidos de sexo ¿eh?

–Aja.

–Digo, no tenemos una relación.

–No estaba pensando en ello –dijo fríamente, o al menos Milo lo sintió así.

–Es para que quede todo bien entre nosotros….

–¿Qué cosas deberían quedar bien? Soy el chico de la limpieza y tú eres uno de mis jefes, esta bien por mi –habló el muchacho, Milo suspira y nuevamente le toma en brazos, esta vez no lo besó, solamente lo abrazó:

–Bueno, debo ir al departamento de Aioria, sino lo libro del rubiete que le tocó de compañero de cuarto me matará –desliza sus manos por sobre el cuerpo de Camus–. ¿Estará la cena preparada cuando llegue?

–Sí.

–Bien, entonces nos vemos –habló mientras se alejaba de allí, cuando Milo ya cerró la puerta de la cocina, Camus lanza un repasador por el aire.

–Estúpido….me hace perder la dignidad en la cama y luego me dice que es sólo un juego, sino fuera que hago esto por el dinero lo odiaría aun más –gruñó para sí mismo, miró la cocina y suspiró–. Aun debo preparar la comida para estos dos….. ¿Qué debo hacer? –giró su vista hasta la bolsa de víveres para buscar algo allí.

 

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–¡Ya deja de lloriquear! –habló un muchacho de cabello castaño y corto, con ambas piernas encima de la mesa, unas botas que le llegaba hasta las rodillas, un short de jean y una camisa, sus cabellos ondulados casi le tapaban la mitad del rostro por lo que tenía que quitárselo de allí constantemente y lo llevaba  un poco más largo de lo que le tenía, llegando hasta los hombros (aunque esa parte del cabello desde la nuca al hombro solía ser más lacio)

–¡No puedo evitarlo, hermano! Yo…le hice una….felación a mi escritor –se coloca ambas manos en sus mejillas mientras mira horrorizado al mayor.

–Ah no es para tanto, yo lo solía hacerlo con……mi…novio –murmuró mirándole de reojo.

–¡Ese es mi problema! No es mi novio.

–Sí, entendí esa parte –gruñó.

–Tú sabes que yo no soy como tú al que no le importa nada más que ganar dinero o sacar una publicidad exitosa, Krest –el muchacho giró su cabeza para ver al más joven que era notoriamente más alto que él.

–Ya te dije, no importa si usas tu boca, lo importante es no entregar la parte de atrás ¿no te ha enseñado nada Minos? Él es la más puta de por aquí –bajó las piernas–. Ha entregado el culo una vez hace veinte años, pero eso no cuenta, ahora volvió a ser virgen y solamente se lo da a los que lo merecen. Aunque no para de chuparlas.

–Ya lo sé –gruñó y se sentó en la silla–. Primo Minos es terrible Pero, hablando de eso: ¿qué le pasó a Minos hace veinte años?

–Ah, nadie quiere hablar de ello –suspiró–. Y mucho menos él…..creo que gracias a un amor del pasado, el pobre se volvió lo más zorra que pudo para olvidarlo….

–Tú también lo eres, ¿Quién te paga todas esas joyas y autos?

–Alguien.

–¿Alguien? –alzó una ceja, su hermano últimamente estaba muy misterioso–. Debe ser una persona muy importante para que sólo lo trates de “alguien”.

–Sí ya sabes para qué me preguntas –se puso de pie–. Es una persona muy poderosa.

–¿Has estado con él varias veces? –preguntó, Krest giró su rostro y sonrió, dándole a entender que si–. ¿Ya le haz…..dado tu….?

–Hemos sido amantes desde antes que él fuera famoso, cuando yo sólo era un niño –se acomodó su cabello–. En esa época yo ni siquiera era popular en el mundo del modelaje y lo hicimos un par de veces.

–¿Era mayor?

–Estaba casado con una puta, ya sabes, de esas con grandes pechos….–bufó algo molesto y se apoyó en la pared–. Luego dejamos de vernos, sus hijos tendrán casi mi edad.

–Espera, ¿estuviste con un tipo varios años mayor que tú? –preguntó sorprendido, Krest sonrió.

–Me conoces, yo busco ahora peces gordos, normalmente los hago caer en mi trampa pero si debo recurrir al sexo oral lo hago….

–Aun así jamás dejaste que te la pusieran por detrás….–Dégel dice esto con ironía, un tanto de burla, pero Krest no lo tomó así.

–Jamás, yo no quiero terminar con el crio de algún idiota –miró por la ventana–. Para eso quiero estar con él todo el tiempo que pueda…..–se coloca una mano en su vientre plano–. Ya se me está pasando el tiempo como modelo y no tengo mucho futuro como diseñador, por lo que se me acaba el tiempo.

–¿Hm? ¿Estás diciendo que vas a embarazarte?

–Ya lo estoy, tengo tres meses –Dégel abre sus ojos sorprendido–. ¿Qué? ¿No pensabas que últimamente a sabienda que se me estaba yendo el tren iba a cuidarme religiosamente, no?

–¿Es de ese tipo? –Krest sonríe, y asiente con la cabeza–. ¿Y ya le has dicho?

–No….

–¿Por qué no?

–Ah, si se lo digo ahora es para armar disturbio, está a punto de ser un candidato para el gobierno de turno y no quiero arruinar aquello con el título: “Amante de pre-candidato a gobernador engaña a su esposa con un chico de treinta años dejándolo embarazado”

–Eso me sorprende, sobre todo porque buscas cada pequeño detalle para aparecer en primera plana –masculló el menor.

–Sí, pero no con él.

–¿Por qué no?

–Porque lo amo –suspiró–. No hubiera estado tantos años siendo el estúpido amante de alguien a quien no ame.

–Dime como se llama, te juro que no le diré a nadie…..–mira al joven el cual sonríe, Krest no quería, pero espontáneamente le salió.

–Te diré su nombre solamente, se llama: Aeneas.

–¿Aeneas? –Dégel intentaba recordar el apellido del pre-candidato Aeneas, pero no lo recordaba, aunque si le sonaba haber visto campañas sobre él–. ¿Es rico?

–Millonario.

–Y lo cazaste –Dégel no podía creer el sadismo de su hermano mayor, pero al notar la expresión de éste al hablar sobre ello, la tristeza apareció.

–No….fue él quien me cazo.

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                Su hermano no lo había ido a visitar en toda la tarde y eso comenzaba a hacerlo sentir no querido, Jean era bastante sensible al respecto de ello y no paraba de preguntarse si había hecho algo malo. Esa tarde Aspros lo recibió en su despacho y estuvieron hablando un rato, pero luego salió de allí y fue directo a la sala de música a tocar un poco del piano.
Sintió detrás todo el tiempo como Sebastián le acosaba, le tiraba del pelo y lo empujaba cuando caminaba hacia un lugar, eso se había repetido desde que tenía cuatro años pero se agravó muchísimo más cuando Sebastián entró a la adolescencia. Los golpes eran más fuertes al igual que el tironeo de su cabello, muchas veces lo acosaba sexualmente en el baño, pero nunca había llegado a cruzar la línea. Aun peor, desde hacía mucho tiempo a Jean le gustaba Sebastián, le encantaba esa posición rebelde que tenía y sabía que si en algún momento el muchacho le proponía besarse o tomarse de las manos, él aceptaría.

–¿Qué pasa? –Preguntó Mu mientras lo emboscaba en el pasillo–. Has estado raro toda la tarde, hasta los gemelos se dieron cuenta de ello.

–¿Eh? ¿Yo? –Jean estaba ido, Mu lo sabía.

–Siempre fuiste un niño bastante temeroso, supusimos que se debían a lo que has vivido los primeros años de tu vida, cuando el padrastro de ustedes tres los vino a buscar –Mu conocía bastante bien la historia de los tres Diamond.

 

                La mamá tenía un amante, se suponía que era padre de alguno de los tres: o de Camus o de los gemelos, pero nunca se supo realmente y Viktor Diamond decidió ponerle su apellido, como los tres niños eran parecidos a su madre no podían saber si realmente eran hijos de ese señor. Cuando sus padres fallecieron, fueron al monasterio donde la abuela pagaba por mes un monto, pero al fallecer su abuela quedaron a la intemperie. Es ahí cuando el padrastro o amante de su mamá (R. Wyvern) apareció para llevarse a los niños, especialmente a uno de ellos: Jean Diamond, el cual a parecer del señor era el más manipulable, les tomó a los tres y se los llevó dos meses cuando Camus tenía ocho y los gemelos seis.
Camus parecía tener una buena relación con él al igual que Alexander, pero pasado el primer mes Jean manifestaba un comportamiento irregular, particularmente se hacía pis en la cama y lloraba mucho durante las noches, aunque Alex y Camus le estaban encima, el niño no paraba de tener terrores nocturnos y parecía bastante alterado cuando veía aparecer personas de repente. Cuando el menor quiso volver al internado, nadie dijo nada, inclusive ese hombre los había llevado a los tres nuevamente. Aspros entonces comenzó a investigar a Jean, dado que el pequeño se mostraba con conductas anormales y dio con la tecla, ese niño estaba siendo abusado por su padrastro física y psicológicamente, pero sobre toda, psicológica (**)

 

–Aaah, tal vez se deba a que estoy enamorado –murmuró tomándose la cabeza–. Lo peor es que sé que a quien amo, no está enamorado de mí.

–¡Tonto! Eres de los niños más lindos de aquí, seguro está terriblemente enamorado de ti, dalo por hecho.

–No, creo que esta vez no es así –suspiró–. Estoy enamorado de Sebastián.

–¿Qué? ¿De Sebastián? Pero ¡Pero Jean! Ese tipo te acosa desde los cuatro años.

–Ya lo sé, ¿crees que no lo sé? –lo ve pasar y el pelinegro le lanza una mirada llena de desprecio–. Odio cuando hace eso.

–No sé cómo puede gustarte ese tipo, tiene mal carácter….

–Ya lo sé.

–No sé qué decirte, Jean, eres lindo, inteligentes, buena persona…no mereces sufrir y menos luego de las cosas que te pasaron en la vida –le coloca una mano en el hombro–. La muerte de tus papis, que tu abuela los haya traído aquí, el acoso de Sebastián y luego….lo de ese tipo.

–Tal vez…..me gusta alguien así porque sé que no puedo tenerlo, y mi inconsciente quiere que esté solo para siempre.

–No digas eso ¡tu mereces algo mejor! Créeme, todos te quieren aquí –sonrió y le acarició la espalda–. Arriba ese ánimo, ¿por qué no te despejas yendo a hablar con Albafica? Creo que le pasa algo porque hace media hora está mirando un tarro.

–Hm….es verdad

 

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                Manigoldo sintió que su cabeza daba vueltas, en algún momento pensó seriamente en dejar la bebida luego de algunos altercados, sobre todo el embarazo de su mujer. Se levantó y tomó su cabeza masajeándose, esta vapuleada que le había dado Dégel al traerlo hasta su hogar fue demasiado arisca, pensó por un momento que el muchacho no tenía modales. Miró el reloj, eran pasada de las siete de la tarde ¿cuánto había dormido? Seguramente le iban a criticar, sobre todo su editor que era tan voraz como el mismísimo Verseau.
Se levantó, fue directamente a las regaderas, se baño, cambio y lavó sus dientes dispuesto a empezar el día cuando acababa. Bajó hasta la cocina donde su mujer le esperaba con los brazos cruzados y una mirada amarga.

 

–Al fin te levantas –murmuró la señora, era todo una dama, llevaba un vestido grande hasta las rodillas, dado a su insipiente embarazo, su cabello rubio hasta los hombros atado de preferencia y ojos celestes que la adornaban–. No sé qué hacer contigo Constantino, siempre me haces lo mismo.

–Angie…

–Angie nada –gritó golpeando la mesa, eran las hormonas–. Tu editor llamó hace una hora y preguntó si estabas bien de la parranda de anoche, ya debe estar harto de tus arrebatos, Dégel le comentó que tuvo que arrastrarte hasta aquí.

–Sí, sí, sí –bufó molesto rascándose la cabeza mientras se sentaba–. ¿Me preparas un sándwich?

–Constantino…

–Dime Mani.

–De acuerdo –suspiró–. Mani, hay veces que me pregunto si realmente me amas, es decir…si realmente me amaras a mí y a tu hijo, dejarías la bebida y te concentrarías en….

–No me hagas ese drama de nuevo, cariño –bufó molesto, resoplando–. Ya te dije, mi padre era alcohólico, mi abuelo era alcohólico, mi madre era alcohólica…..todo mi maldito ecosistema era de esa forma, ¡No tengo otra manera de actuar!

–No quiero que tu hijo también sea alcohólico….–fue lo último que dijo la mujer antes de levantarse–. Piénsalo.

–¡Yo tampoco quiero que eso pase pero…! –No continuó, bajó la mirada–. Me gustaría ser una mejor persona, creo, hasta tengo borroso la imagen de un chico que se acercó a mí para pedirme un autógrafo y lo dejé pagando.

–Hmm….eres un modelo a seguir para mucha gente, Mani…..debes tener en cuenta eso –se coloca detrás de él masajeándole los hombros–. No eres solo tú y tu bebida, es todo un conjunto de cosas cariño, ahora serás padre y pareciera que la noticia te afectó más, estas tomando sin control.

–Lo sé.

–Eres popular y amado, deberías hacer algo con esto, ir a rehabilitación –sugirió, Manigoldo solo asentía.

–Señor, tiene unas cartas de fans –habló una señora con traje de mucama dejando unas diez cartas de diferentes colores en el sobre pero todas con la misma caligrafía.

–¿Fans? ¿Cómo supieron que vivo aquí? –preguntó, su mujer se acercó a ellas y comenzó a mirarlas.

–Todas tienen el mismo nombre: “Tú admirador secreto” y no tiene remitente, por lo que no fue enviada vía postal.

–Hm, que raro –toma las cartas que su esposa le extiende–. Iré a leerlas y seguiré mi novela.

–Así se habla cariño –le da un beso en la comisura del labio–. Sé el mejor.

–Sí….sí….

 

                Manigoldo sube a su estudio y deja las cartas a un lado para empezar a escribir, pero cada dos renglones relojeaba aquella correspondencia misteriosa. La curiosidad lo mató y tomó una de las cartas para leerla. Se sorprendió al ver que todas tenían la fecha de hoy, pero en diferentes horarios. La primera que tomó fue de las seis de la mañana, luego otra de las diez, una tercera de las once, y así hasta llegar a las seis horas de la tarde.

–Hm, A.Z….tu admirador –susurró cuando leía quien firmaba las mismas–. Bien, a ver, ¿quién será esta persona? ¿Mujer? ¿Hombre? Su caligrafía es correcta.

 

                “Querido Manigoldo Luchetti, soy uno de tus más grandes admiradores. Realmente amo cada centímetro de tu persona, espero verte muy pronto
Querido Manigoldo Luchetti, gracias al cielo pude seguirte hasta tu casa y ahora sé tu dirección, tranquilo, no te molestaré, pero me encantará mandarte estas cartas cada vez que tenga algo para decirte, te admiro tanto
Querido Manigoldo Luchetti, ¿puedo llamarte Mani? Realmente me estoy enamorando de ti todos los días, a cada hora, no puedo evitar pasar horas frente a tu casa mirándote, aunque sea salir, por favor, sal de tu casa, me encantaría verte
Querido Manigoldo Luchetti, estoy hace horas aquí sentado, y no me canso, si puedo ver un mísero cabello moriría…..como me gustaría que me hicieras tuyo en una de esas noches de alcohol, estaré esperando ese día

 

                Manigoldo sintió un frío, se levantó de la silla, dejó las cartas a un costado y se asomó levemente por la ventana. No había nadie allí, o al menos nadie sentado observado el lugar. Suspiró, tal vez ese tipo que les enviaba las cartas sólo quería asustarlo o probablemente era un amigo de él, pero la caligrafía era desconocida y parecían hojas de colegial en la cual estaba escrita. Nuevamente se asomó, esta vez más para notar si alguien estaba parado cerca de allí: ¿podría volverse paranoico? Cuando sus ojos se fijaron en unos árboles de por ahí el ruido del timbre lo alertó, saltó hacia atrás con una mano en el pecho y los ojos bien abiertos, miró la puerta y escuchó a su mujer.

 

–¡MANI, TE BUSCAN! –gritó la señora, el hombre mordió sus labios y bajó lentamente, suspiró al ver a un simple cartero.

–¿Correspondencia? –preguntó sonriente, el joven le entrega un paquete.

–Es para usted, tiene que firmar aquí –el muchacho lo hace con el bolígrafo del hombre del servicio postal y toma la caja un poco pesada.

–Gracias.

–¿No ha llegado los impuestos aun? –preguntó su mujer al cartero, mientras él subía por las escaleras ellos se habían quedado charlando.

 

                Al llegar a su cuarto el hombre abrió la caja, encontró dentro otra caja más pequeña pero con una carta encima. La leyó, tenía la misma caligrafía que las cartas anteriores, lo que le asustó: “Para que veas que te amo A.Z” decía en ese papel. Manigoldo tragó de su saliva y abrió la caja para ver un centenar de fotos de él en diferentes momentos del día en un bar, en la calle, entrando a la editorial, hasta había una reciente de él durmiendo en su cama esa misma noche, todas tenían fecha y hora en la parte de atrás. Manigoldo cerró la caja.

 

–Por dios….creo que…..estoy siento acosado por un psicópata.

 

 

Continuará.

Notas finales:

Yo creo que Mani debería escribir una historia del psicópata de Albafica jajajaja espero que les haya gustado este capítulo ¡Besos!

(*) La píldora del día después: La escucharán mucho en este fic, es la píldora abortiva cuando no te cuidas en el sexo XD usualmente se toma el día después de tener relaciones para evitar chiquillos indeseables. En el monasterio no les enseñan a cuidarse porque, bueno, es un monasterio, pero Camus sabía algo de profilácticos, aunque no de esta píldora.

(**) Bueno quería aclararlo, abusos físicos en este caso es golpes y psicológicos es manipulación mental. Hubo toqueteo pero eso lo dejo para otro capítulo (los golpes son consecuencia de que Jean no se dejaba tocar), aun así tengan en cuenta que Jean estaba alterado emocionalmente.


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