Me miró a los ojos y todo se detuvo, el mundo entero paro y el silencio consumió el sonido.
-Esta es mi magia- susurró en mi oído, sosteniéndome entre sus delicados brazos –pero sin ti ya no la quiero- pequeñas lágrimas como perlas liquidas rodaron por sus mejillas y yo… solo podía mirarla, no me salían las palabras, ningún músculo de mi cuerpo reaccionaba, era como una tortura, como si el puente que conecta mi mente con mi cuerpo se hubiera derrumbado. Quería gritarle cuanto la amaba, que no se alejara de mi lado, que no me abandonara nunca, que ella lo era todo en mi vida. Sentía una angustia que me consumía el corazón, la impotencia de no poder hacer ni decir nada era demasiado dolorosa para mí.
-No puedo obligarte a esto, yo no puedo- con cada palabra un temblor le recorría el cuerpo, podía sentir en su agarre como le temblaban las manos.-Soy un hada, ¡si te quedas conmigo perderás a tu familia, a tus amigos, todo! La eternidad no es como tú crees, nosotras jamás moriremos, ellos sí. Si haces el juramento nunca más correaran los años para ti. Nunca más los verás…-La voz se le quebró y comenzó a sollozar.
¿POR QUÉ? ¿Por qué no podía abrasarla y decirle todo lo que sentía? ¿Por qué mi cuerpo me hacia esto? Los ojos me ardían pero las lágrimas se negaban a salir. El nudo en mi garganta no me permitía pronunciar palabra alguna.
Sus manos se alejaron de mí y una oleada de temor me arrebato el alma. NO. –Esto es lo mejor- dijo con la cabeza gacha, podía ver como las lágrimas llegaban a su mentón y luego, sin más, caían al frío suelo. Dio media vuelta dispuesta a marcharse y entonces... entonces el hechizo se desvaneció. Le arroje los brazos alrededor de su cuerpo sosteniéndola con fuerza por miedo a no poder detenerla – ¡No te atrevas!- le grite con mi rostro escondido en el hueco entre su cuello y su hombro- ¡Tú no puedes hacer esto! No puedes simplemente dejar así, sin más. Yo... ¡TE AMO! Y no dejare que te vayas ¡¿Cómo puedes ser tan cruel?! No te importa que yo me quede aquí sola, no te importa lo que siento por ti.- Los espasmos me azotaron el cuerpo junto a las lagrimas. Nunca me había sentido tan débil, es ella, solo ella puede hacerme tanto daño, solo ella puede lastimarme así. –Tengo miedo, tengo tanto miedo a perderte… por favor… no me dejes- rogué con un hilo de voz, exponiéndome por completo frente a ella, mostrándolo todo por primera vez, dejando que mi corazón hablar por sí mismo.
Su cuerpo giro un poco hasta que ambas quedamos cara a cara, sus ojos aguados por las lágrimas con un ligero brillo por la luz reflejándose en ellos eran indescifrables. Acerco sus labios a los míos y antes de besarme dijo “También temo perderte, Elizabeth, pero esto no será fácil’’. Jamás espere que lo fuera.