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Teach me. por MemeDrogasLocas

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Notas del fanfic:

D: Entre escuela, falta de internet y cansancio esto es lo mejor que pude hacer (lo acabo de escribir hoy, LOL) igual espero les guste y perdón por escribir algo tan corto. 

Notas del capitulo:

Espero les guste *^* Esto lo hago para el MuraAka day del grupo MuraAka fans >u< 

Nota especial: Se que Atsushi le dice siempre a Akashi "Aka-chin" pero como en este fanfic Atsushi es un profesor no se me hizo tan buena idea que le llamara así, lamento si es muy Ooc

Su querido estudiante era la criatura más fabulosa en la tierra, o eso pensaba Murasakibara Atsushi con empeño irremediable. A sus ojos, su pequeño estudiante era el ser más encantador y esplendido. Nadie era como él, nadie hablaba como él, nadie era tan hermoso o elocuente, inteligente o audaz como lo era su estudiante estrella. ¿Y quién era ese maravillosísimo estudiante? Un chico de dieciocho años llamado Akashi Seijuuro. Estatura media e ideal, cabello pelirrojo, ojos de brillante color carmesí, piel clara y bella. Su actitud usualmente era tranquila, además de ser inteligente y capaz, también era amable y agradable. Ese chico estaba bendecido de todas las formas imaginables. ¿No era eso maravillosísimo?


El problema en su “admiración casi devotica” hacia Akashi era que, en realidad, no era admiración, sino que se trataba de un profundo amor, un total flechazo, cupido había llamado a su puerta… ¡No! ¡Qué va! Más bien: ¡Cupido destrozó la puerta y lanzó una bomba entera!


Murasakibara Atsushi era un profesor de universidad que impartía varias materias (muchas veces ni siquiera eran materias relevantes para él, pero se las ingeniaba para dar clases excelentes). Por obre del destino, un día estuvo a cargo de dar clases a un grupo, no era nada muy complicado, era una materia sobre comunicación y sociedad, nada que un poco de previo estudio no facilitara. En un inicio Atsushi pensó que dar clases sería aburrido ya que esa materia no le interesaba dos gramos. Sin más, ese día, entró al salón, se presentó y mientras escribía su nombre, escuchaba como de costumbre los cuchicheos de los estudiantes acerca de su altura. Era normal, siempre se impresionaban de lo alto que era. No le sorprendió que esos jóvenes aun fueran inmaduros y animosos, eran carne fresca, chicos que apenas entraban al primer semestre de la universidad.


Pero entonces, cuando se volteó para dar la clase, se dio cuenta de un ser diferente. Un chico, que lucía especialmente pequeño, ya tenía el libro abierto en la página que Atsushi había escrito en el pizarrón y sin siquiera pedir ayuda ya estaba contestando las actividades correspondientes. Aquel chico lucía relajado, impasible, y no es que no le importase o le aburriese la clase, simplemente ya sabía qué hacer y se las había ingeniado sin problema, era listo, eso era obvio. Pero, además, tenía una apariencia elegante, casi aristocrática, ¿acaso era un pequeño príncipe salido de una novela británica? No, puede que no, pero su alto nivel de educación era visible.


Atsushi quedó encantado, desde ese momento su adorable estudiante se volvió una obsesión.


Desde entonces Atsushi procuró por todos los medios dar clases en las cuales Akashi estuviera. De alguna forma lo logró e incluso, ya que un día se dio una oportunidad en la biblioteca, empezó a entablar una dulce amistad con el pequeño pelirrojo.


—¿Quieres un dulce? Es de los que te gustan —le decía a veces, cuando lo veía almorzando solo.


El tiempo pasó y Akashi también desarrolló un pequeño apego hacía Murasakibara, incluso iba a comer con él en el salón y platicaban mientras el receso se volvía eterno.


Un día, Atsushi no aguantó y besó a Akashi. Este no dijo nada, se quedó pasmado, sus mejillas adoptaron un leve sonrojo.


“Oh no, me volví loco, ¿en que estaba pensando? ¡Yo tengo 35 años, y él 18…! Mejor dicho, ¡Él es mi estudiante! Aunque valió la pena… soy todo un campeón, ¡ay soy un idiota!” pensó Atsushi, alterado, esperando que su estudiante no lo odiara o huyera horrorizado. El timbre sonó.


—Nos vemos mañana —dijo Akashi, casi en un murmuro, y se fue con elegancia.


Atsushi hizo toda una lista de las consecuencias malas que podrían acontecer luego de su imprudencia. En el peor de los escenarios, Akashi le odiaría y pediría que Atsushi fuese sustituido por un profesor que si poseyera escrúpulos. A decir verdad, a Murasakibara poco le importaba si le quitaban todas las clases, pero… que Akashi le odiara era otro tema, ¡Era toda una calamidad digna de ser usada como material para una tragedia teatral!


El profesor intentó calmarse, pero no lo logró, de hecho, no durmió en toda la noche.


—¿Profesor Atsushi? —una suave voz le llamó. Murasakibara estaba en la sala de maestros, su cabeza estaba escondida entre libros. No los estaba leyendo realmente, pero la frase “trágame tierra” se ajustaba a su versión “escóndanme libros”. El mayor alzó la vista y ahí estaba, su ángel pelirrojo.


—¿Sí? ¿Qué pasa?


Atsushi tembló, estaba acabado.


—Sobre lo de ayer —el menor se tocó los labios, deslizó su pulgar lentamente sobre su labio inferior y una sonrisilla maligna se pintó en esos aristocráticos labios—. Me pareció la lección más interesante que he recibido en años.


—¿Disculpa?


Una de dos, o Atsushi se había vuelto loco y había escuchado lo que quería, o realmente estaba pasando. Akashi cerró la puerta y puso el cerrojo. Se acercó lentamente a Atsushi y deslizó su mano sobre la mejilla de este.


—¿Es necesario seguirnos mintiendo? Profesor, sé muy bien con que ojos me escudriña, ¿es tan fascinante hocicar mi alma? —Akashi tomó el rostro de Atsushi con ambas manos y lo besó, fue un roce leve, casi tortuoso.


—Akashi… pero…


—No hay pero que valga, querido profesor, ¿le parecería que tuviéramos ‘horas extras’? Ayer me pareció tan… insuficiente —Akashi agregó un tono muy sensual para recalar la palabra insuficiente. Atsushi tragó en seco, tenía que contenerse o… una locura ocurriría en la silenciosa y bastante estrecha sala de maestros.


—Akashi, ¿entiendes a lo que te estas comprometiendo? —Atsushi sentía como su razonamiento y auto-control era removido de su cuerpo como quien se quita un abrigo pesado e inservible. Su voz se volvió amenazante, muy masculina y segura. Se puso de pie para lograr que su altura diera un poco de efecto al momento. Observó con ojos llenos de deseo el pequeño cuerpo frente suyo. Era hermoso.


—Si no lo hiciera, ¿piensas que estaría aquí? —respondió él, con tono severo pero dulce.


—Siempre has sido un estudiante inteligente y aplicado —comentó Atsushi, siguiendo ese curioso juego de actuación, intentando pretender que aún quedaba en él un poco de cordura profesional—. Sin duda alguien como tú merece todas las horas extras que pida, ¿podrás con esa carga?


—Soy un fanático de las actividades extracurriculares.


—Entonces, ¿Cuándo deseas empezar?


—Ahora mismo —espetó Akashi, firme, aquello era una orden—. Será mejor que aprovechemos esta sesión o llegaremos tarde a clases.


Akashi se quitó la hermosa corbata carmesí que iba a juego con su elegante ropa. Akashi se desabotonó los primeros tres botones dejando un poco de su blanquecino pecho expuesto. Ya sin ganas de hablar, empujó a su profesor a la silla. Empezó a besarlo, lo besó lento, gozando del sonido que sus labios hacían al deslizarse sobre los de Atsushi. Sus manos hermosas y pequeñas acariciaron el cuello de Atsushi y se deslizaron por su pecho y espalda, esto hizo que el mayor se estremeciera emocionado por el tacto que tanto había anhelado. Oh, era maravilloso, era sencillamente maravilloso.


Todo iba perfecto.


Akashi se quitó la camisa y Atsushi lo hizo igual. Sin pedir permiso el mayor deslizó su lengua por el cuello del menor, bajando hacia su clavícula, desviándose hacía su pecho, descansando un poco en el rozado y precioso pezón erecto de su pequeño alumno para luego reanudar su viaje hacia su abdomen. Tenía ganas de hacerle una felación y observar su cara compungida en placer.


Y justo cuando estaba por ver la virilidad de Akashi… despertó.


¡Mierda! Aquello había sido un sueño.


Atsushi se despertó jadeando, envuelto en una pequeña capa de sudor, algo asustado ya que el sonido del timbre que marcaba el fin del día había hecho su entrada estelar para sacarle del hermoso paraíso que, aun si era inventado, estaba gozando en el mundo de sus sueños. Murasakibara pensó un poco y se dio cuenta de que, hasta donde había besado a Akashi el día anterior, era donde la realidad empezaba, lo demás había sido una fantasía creada por sí mismo para escapar de la realidad.


“Wow, ha sido de los mejores sueños que he tenido en mucho tiempo, hasta estoy duro” pensó observando el pequeño bulto en su entrepierna.


—¿Profesor? —Atsushi abrió la puerta de la sala de maestros, no lucía como en el sueño de Atsushi, este Akashi era más impasible y frío, aunque igual de hermoso—. Me han enviado a buscarlo, no se presentó a la última hora.


—No, no lo hice.


—¿Por qué? —Akashi parecía un poco molesto—. No pensé que fuera el tipo de persona que duerme en vez de trabajar.


—¿No lo crees? Dime, Akashi, ¿piensas que soy el tipo de persona que sabe controlar sus deseos? ¿No tienes una idea después de lo que ocurrió ayer? —la voz de Atsushi se estaba tornando un poco ruda y tosca, hasta cierto punto, cruel.


—No lo sé —admitió Akashi—. ¿Es algo que yo debería saber?


—Tal vez, solo tal vez —Atsushi sonrió con amargura y se puso de pie—. Toma asiento, anda.


Akashi hizo lo que su profesor pidió, sus ojos carmesí miraban fijamente a su profesor totalmente incrédulo, pues no podía entenderle en lo absoluto.


—Sabes, Akashi, subestimar a las personas es un error, ¿por qué no dijiste nada sobre lo que hice? ¿No crees que debiste ir a reportarlo y hacer que me expulsaran? Eso, mi querido alumno, hubiese sido sensato.


—…. —silencio sepulcral, Akashi parecía pensarlo—. No, no vale la pena armar tanto escándalo por eso.


—¿No? ¿Y si se repite? ¿Y si no me controlo? —Atsushi sonrió con mucha crueldad y frío sarcasmo, se acercó a la puerta y la cerró—. ¿O es tu orgullo tal que prefieres el silencio a decirle a alguien que un hombre te besó? ¿O te gustó?


Akashi no contestó.


—¿Nada que decir? ¿No hay dudas?


—No —espetó Akashi, seco y serio.


—En ese caso, Akashi, tendré que mostrarte el error que cometiste. Oh, mi pobre muchacho, tendrás una muy mala nota, has cometido un gran error.


—¿Cuál ha sido? —renegó escéptico.


—No huir de mí —Atsushi se dio la vuelta y se aflojó la corbata—. Es hora de que te de unas rigurosas clases extra.


Akashi terminó encima de la mesa y Murasakibara encima de él, cual bestia cazando a su presa.


—La lección va a comenzar, toma nota, Akashi.


 

Notas finales:

:'D Lo mejor que pude hacer en tan poco tiempo sdjkfhsdjfsd espero les haya gustado 


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