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Al borde de una muerte helada (One-Shot) por UnaLocaPasajera

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Notas del fanfic:

Se que debería estar subiendo eltercer capitulo de la serie que se los debo desde hace bastante, pero mi imaginación no da para más, esto fue un simple momento de inspiración...

Quise gritar, pero las palabras se ahogaban en mi garganta, pedir por auxilio, pero no podía emitir ningún sonido.

Unas manos fuertes y toscas aprisionaban mi cuello, y observé la siniestra sonrisa de ese hombre mientras mi vista se nublaba. Oía su risa, desesperante.

Pronto dejé de sentir, las imágenes desaparecieron, los sonidos se esfumaron, las sensaciones se disiparon, tanto las manos que amenazaban con quitarme la vida como el frio tacto de lo que fuere que se encontraba debajo de mí.

¿Había muerto? No...

Pude escuchar algo más, un golpe, un gran peso caer secamente al suelo, y luego, unas manos suaves y delicadas se posaron en mis mejillas y en mi cuello, comprobando si respiraba, si seguía con vida. Con la delicadeza de una mariposa que teme romper la flor en la que se posa. Esas manos eran las del "príncipe de brillante armadura" con la que medio pueblo soñaba, hombres y mujeres, aquel hombre misterioso del que nadie sabía mucho, nadie había visto nada más lejos que su falsa sonrisa, que nadie sabía, ni sabe distinguir.

Pero a mí me permitió ver más allá de su armadura, de los engaños y las falsas risas que hacían pareces que todo estaba bien. Pude ver las lágrimas que caían, desconsoladas, por aquellos ojos oscuros cual noche sin luna, el líquido carmesí que escurría dolorosamente de aquellas profundas heridas.

Y él me permitió oír su voz, aquella que tanto conocía, la del hombre que estuvo a mi lado y me protegió desde que tengo uso de razón, sus dulces palabras me hicieron saber que estaba vivo, pero dudé, pensando que podría ser un sueño, mis sentidos se apagaron por completo, cuando creía que estaba cayendo al infierno, pude ver un rayo de luz y esperanza proveniente del paraíso, del mismísimo cielo, cuando susurró con delicadeza en mi oído, su aliento me hizo estremecer, provocando que notara que me encontraba en la nieve, completamente desnudo, desprotegido. ¿Cómo había llegado a encontrarme, a la fuerza, a merced de ese ser despreciable? Ignoro la respuesta.

Lo único que puedo asegurar es que nunca olvidaré sus palabras de aquella noche invernal, incluso ahora, años después, que me encuentro junto a él frente a la chimenea, abrazados y proporcionándonos calor, mientras un dulce niño duerme tiernamente en su cuna... Nuestro niño, nuestra pequeña estrella, nuestro pequeño angelito.

Cada noche, antes de caer en las garras de Morfeo, recuerdo vívidamente sus palabras, como si me las repitiera cada noche, incluso cuando no está, cuando se encuentra a cientos de kilómetros de mí, en aquellas duras misiones que, en ocasiones, duraban días o semanas enteras.

Aquello que me dijo nunca lo olvidaré, porque fue lo que me dio esperanza, lo que salvó mi alma de caer en un lugar lejano del que no podría volver, las que salvaron mi mente de la locura que amenazaba con carcomer mi sentido de la razón.

"Te amo, y nadie más que yo te puede tocar, no te alejes de mi..."


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