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This isn’t a song for you por Kristy

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Notas del fanfic:

Buenas… tras mucho tiempo, regreso. Regreso con un oneshot atípico, con dos protagonistas atípicos. La inspiración de este oneshot viene de la polémica que se desató ante  el lenguaje fuera de tono que empleó Kangin contra N en un programa.

https://www.youtube.com/watch?v=lwYPfJd944E&app=desktop

http://www.allkpop.com/article/2015/04/fans-express-anger-at-kangin-jokingly-referring-to-n-as-trash-and-omitting-him-from-an-instagram-picture

http://www.koreaboo.com/netizens/super-juniors-kangin-gets-slammed-calling-vixxs-n-trash-recent-interview/

Tras este episodio, tiempo después, me encontré el capítulo de A Song for you, donde Kangin es MC, donde VIXX fue a promocionar Error. Y descubrí que N realmente estaba “enamorado” de Kangin, por cómo se comportó en el programa. Poco a poco maduró la idea, y ha salido esta historia. Espero que la disfrutéis y la veáis con la mente abierta.

Gracias.

Hakyeon estaba en la cama, tumbado, ya agotado de llorar. Se sentía débil, pequeño y acomplejado. Solo quería enterrarse entre las sábanas y quedarse ahí para siempre. Oyó el clinc de los mensajes a su móvil, seguramente su mejor amigo Ryeowook. No tenía ni ánimo para verlos.

- Hyung… ¿no deberías intentar comer algo?

La voz de Hyuk se filtró por los oídos. Todos tenían cosas que hacer esa noche, así que solo estaba él para aguantarle. El pobre seguía ahí, tumbado cerca, observando. Sabía lo que había pasado porque lo había visto en directo, ya que le acompañó al estudio. Sabía a qué programa iba y se negó a dejarlo solo, pese a sus súplicas. En cierto modo, estaba profundamente agradecido a su pequeño.

- Dame la mano y durmamos. Y tápate, no quiero que cojas frío.

A duras penas logró decirlo, con una voz deformada por haberse pasado las últimas horas llorando. Sintió a Hyuk revolverse en medio de la oscuridad de su cuarto, reacomodándose y acercándose a él. Después notó su cálida manaza buscando la heladora suya, en la penumbra. Su apretón fue firme, pero amable. Su manera de decirle que estaba ahí con él.

Quiso gritar de nuevo y hundirse en otro episodio de llanto histérico, como los que había tenido a lo largo de esa tarde-noche. Pero se contuvo. Ya no tenía fuerzas.  Su cerebro estaba a punto de colapsar y su corazón se encontraba demasiado dañado, si quiera para sentir.

¿Cómo se le ocurrió pensar que Kangin “quería lo mismo” que él? ¿Por qué le había atacado con tanta alevosía en medio del programa? ¿No soportaba que le dejaran? Estaba claro que siempre tenía que tener la última palabra, para todo.

Se aferró a la mano de SangHyuk como a un salvavidas. No era la primera vez en los últimos meses que tenía una crisis depresiva y acababa así. En la anterior, fue Wonsik quién le tuvo que soportar. Pero Wonsik no estaba, porque estaba pasando tiempo de calidad con sus amigos Taemin y Jongin. Necesitaba su cordura en este momento, pero ya la tendría por la mañana.

Hakyeon no se consideraba a sí mismo como alguien débil. Siempre se había considerado alguien fuerte, ya que estaba acostumbrado a tener que oír comentarios despectivos debido a su “femineidad” y “no es muy de hombres bailar danza”. Entre prejuicios y comentarios malintencionados había transcurrido su infancia y adolescencia. Pero los había superado con el apoyo incondicional de su familia, quién le dio las herramientas necesarias para llegar hasta donde había llegado. Sin embargo, esta era la primera vez que se sentía débil. Y tenía miedo. Un miedo aterrador a tener que encontrárselo  en cada Comeback, a encontrárselo en cualquier show, a encontrárselo en cualquier maldita parte del mundo.

El líder de VIXX nunca había estado enamorado. Le habían gustado algunos chicos, sí. También había salido con otros, con discreción. Pero nunca podía afirmar que “estaba enamorado” o que lo había estado. Lo entendió aquella noche en que conoció a Kangin.

Por supuesto que sabía quién era. Todo el mundo conoce a Super Junior. Todo el mundo conoce a sus integrantes, precursores y quiénes habían allanado el camino al resto de grupos de Kpop en expandirse internacionalmente.  Así que, para él, era un ídolo. Alguien a quién imitar, alguien cuyo estatus  quería alcanzar para con su grupo. Así que cuando Ryeowook le llamó para tomar unas copas aceptó sin saber que su vida iba a cambiar para siempre.

Aquella noche, se sorprendió al ver a Ryeo con Kangin. No lo esperaba, normalmente, cuando quedaban, eran ellos dos solos, para hablar y conversar. Apreciaba mucho a Ryeowook porque le había dado sabios consejos de cuestiones claves a evitar ya fuese con la empresa, con sus propios compañeros o con la propia industria. Le tenía muchísimo aprecio y cariño por esta misma razón. Además, congeniaban, porque eran iguales. Tanto el uno como el otro se ponían al día de sus conquistas o cotilleaban sobre posibles. Taekwoon solía comentar que parecían dos marujas en la puerta de la iglesia. Le hacía gracia que hiciese esa comparación.

Y aquella noche, para su sorpresa, sentado en la silla que normalmente él ocupaba, se encontraba Kangin, con su porte masculina y seria, casi desafiante. Se acercó a ambos, saludó a Ryeo como siempre y se presentó respetuosamente a Kangin como si fuera la primera vez que se encontraran cara a cara (que no era así, pero Hakyeon apreciaba mucho la educación y la ponía en práctica siempre).  La charla le empezaba a incomodar. Ryeo estaba demasiado empeñado en hablar con Kangin y él solo quería hablar privadamente con su amigo. Cuando, de repente, Ryeowook se levantó escudándose en que tenía que marcharse temprano porque tenía una actividad por la mañana. La cuestión fue que, para cuando quiso darse cuenta, Kangin y él se quedaron solos en una “descarada cita concertada” por parte del loco de su amigo.

Aunque en un principio no parecía ser su tipo, Kangin se transformó aquella noche en un tipo cínico, divertido, audaz y encantador. Seguía teniendo esa sensación extraña de omnipotente, de saberse superior al resto, pero había algo en él que le sedujo. Pasaban las horas, copas y más copas, y cuando recobró el juicio estaba desnudo en una cama de hotel, con Kangin al lado. Recordaba haberse sentido desorientado, volviéndose en la cama, hasta que se topó con el dormido cuerpo del contrario. Lo observó, casi con pudor, intentando reordenar mentalmente qué había pasado y por qué estaban desnudos.

Algunos flashes le vinieron de golpe a la cabeza, de imágenes de brazos, ropa volando, besos pasionales, una caída con Kangin encima… Se ruborizó. Por alguna razón incomprensible, estaba ruborizado por darse cuenta que se había acostado con Kangin. Se atrevió a acariciarle el pelo que le caía por la frente, para poder verle mejor. No era excesivamente guapo, no era alguien que los demás considerarían “su tipo”, pero tenía un no sé qué morboso que le revolvía por dentro. Estuvo tentado a besarlo, mas se contuvo. En ese momento, los ojos oscuros del miembro de Super Junior se abrieron de golpe, inquisidores. Hakyeon recordaba casi haberse replegado, temiendo su reacción. Sin embargo, se miraron entre sí y Kangin sonrió.

Un momento estúpido si lo pensaba. Enamorarse de alguien tras una noche de alcohol y sexo, solo por una estúpida sonrisa. Pero así fue. Kangin sonrió y le atrajo contra sí, besándolo de nuevo, casi sin dejarle respirar, para susurrarle al oído un “Me gustas”.

No supo qué responder por aquel entonces. Sólo que se dejó enredar, bajo las sábanas y acabar rendido bajo su cuerpo en una placentera segunda ronda. Que no fue la última, por cierto, porque cuando decidieron que debían prepararse e irse, no pudieron resistir la tentación de volver a devorarse bajo la ducha. Tres orgasmos en horas, geniales, picantes y sofocantes. Había algo raro, lo sabía, que no podía catalogarlo como “polvos”. Había algo que a Hakyeon le impulsaba a querer más. En ese momento no supo identificar bien esa sensación que luego se tornó en sentimiento. Pero parecía que Kangin respondía a su sensación.

Salieron por la puerta fingiendo ser unos desconocidos, pero Hakyeon salió  de aquella habitación, turbado, confuso y con un número nuevo en su lista de números telefónicos de contacto en su móvil. No albergaba esperanzas de que le llamase. Normalmente cuando esto sucedía, era un polvo y no se volvía a coincidir. Así que se sorprendió mucho cuando, unos días después, Kangin le mandó un mensaje… para quedar.

Le llamó la atención que su amigo Ryeowook, quién les había presentado, no hubiera dicho nada al respecto. Él tampoco dijo nada, por precaución. No tenía ni idea de por qué les había dejado solos, si había sido intencionado o no, y esperó a que le dijese algo. Sinceramente, por primera vez se sintió bastante desconcertado.

Los días pasaban, mientras su corazón lidiaba con un nuevo sentimiento descorazonador. Un sentimiento que le aceleraba el corazón, de puro nervio, cada vez que el móvil sonaba, ya fuese un tono de mensaje o llamada.  Un sentimiento de júbilo y éxtasis, cuando veía que era Kangin quién le había mandado un mensaje o escuchaba su seductora voz  a través del auricular de su teléfono.  Sentía ruborizarse, sentía calor, una emoción y una excitación crecientes. Por las noches soñaba una y otra vez con la danza que habían bailado aquella noche, con un concierto de gemidos y un cénit glorioso en forma de éxtasis de placer. Se levantaba avergonzado, encontrándose con los calzoncillos sucios y, en ocasiones, con una buena erección que debía aliviar deprisa y corriendo, antes que alguien entrara a su cuarto y le pillase de esa guisa. En la ducha se veía obligado a usar el agua fría, porque su mente divagaba y se iba a la  última sesión de sexo bajo la ducha cálida de aquel hotel.

“Quedemos de nuevo, Hakyeon. No puedo esperar para sentirte de nuevo”.  Palabras insinuantes, palabras que le martilleaban y que no sabía qué hacer con ellas, volviéndose literalmente loco. Acabó poniéndose histérico en los ensayos, agobiando a sus compañeros con sus suspiros, con su excesivo entusiasmo y optimismo.

 

Volvieron a quedar, esta vez dos días. Le costó llegar en el coche, tras las ambiguas indicaciones de Kangin por Kakao, para llegar a una casa a las afueras. Dos días solo con él. Dos días en los que apenas estuvo vestido. Horas en las que folló, durmió, comió lo que quiso y bebió todo el champán del mundo. No importaba el lugar, solo el placer. Pudo gemir, gritar, morder, arañar, golpear sin miedo. Sin miedo al qué dirán de las habitaciones de al lado, sin miedo a tener que salir del lugar siendo reconocido. Simplemente disfrutando del sexo y la compañía de Kangin.

Tampoco supo ver qué era Kangin en esa ocasión. Solo vio a un hombre atento, preocupado porque ambos disfrutaran, pendiente de los detalles, y siendo adicto a él. Podía pasarse un largo tiempo recorriendo su cuerpo desnudo, sudado, apestando a sexo, temblando, con la punta de sus dedos. Después, era capaz de lamerle lugares que nadie antes se había atrevido si quiera a intentarlo.  Parecía haber tomado como reto personal calentarle durante 48 horas, provocándole, e intentado mantenerlo excitado y rogando todo ese tiempo.

Nunca antes había recibido tanta atención y diversión. Porque, a diferencia de lo que la gente pudiera pensar, era un gran conversador. Un conversador muy agudo, que no todo el mundo podía ser capaz de seguirle. Lo encontraba fascinante, ver ese lado “desconocido” de un tipo tan serio como él.  Fueron dos días de ensueño, viviendo en una burbuja donde solo eran dos.

 

Al regresar a Seúl, a su dormitorio, fue Wonsik quién tomó la iniciativa. Cuando llegó de madrugada, se lo encontró sentado en su cama, pacientemente esperando. Le sonrió y le invitó a sentarse a su lado. Recordaba haberse sentido nervioso, pese a todo.  Había estado fuera dos días, incomunicado. Tenía miedo de que su compañero le hiciese preguntas indiscretas que no fuese capaz de responder. Tenía miedo de poner en voz alta sus propios temores. Porque, en realidad, aunque todo estaba yendo genial entre ellos, le asustaba el sentimiento que estaba creciendo imparable en su interior. Uno que no era capaz de controlar, ni de someter.

- No voy a preguntarte quién es. Solo quiero saber cómo estás tú.

Se detuvo a observar a su compañero y amigo, sorprendido… y agradecido. Probablemente había sabido antes que nadie  (incluso él mismo) qué le pasaba. Y sabía que aún no estaba listo siquiera para explicar qué estaba pasándole. Sin embargo, trató de explicarse, avergonzado, ahorrándole detalles bochornosos. Su cabeza era un caos y no se fiaba ni de sí mismo. Wonsik le sonrió, comprensivo, sin reírse de él, tomándole en serio.

- Parece que a él le gustas y a ti te gusta… ¿Por qué no lo intentas? Tal vez así aclares definitivamente qué es lo que sientes en realidad.

La buena fe de su amigo hizo clic en su cerebro y lo consultó con la almohada. Tenía claro que los sentimientos que tenía y fluían en él no tenían nada que ver con cualquier otro que hubiera sentido antes.  Ni siquiera los tuvo cuando se acostó la primera vez con un hombre en Japón, cuando fue a estudiar danza. Él tenía curiosidad y el otro chico también, probaron y se acostaron. Les resultó cómodo seguir juntos, ya que el sexo era placentero y no tenían que buscar alternativas. Se llamaban cuando estaban disponibles, pasaban un rato agradable, follaban y cada uno a su “casa”.  Lo que habían sentido era “atracción”.  Curiosidad, deseo… Pero nada más.

Cuando logró entrar en Jellyfish entertainment, como trainee, fue cuando conoció a Wonsik y Taekwoon. El resto fue incorporándose más tarde.  Sin embargo, en cuanto vio el ambiente de competividad, se dio cuenta que debía ocultar su condición de gay con rapidez.  Sospechaba que Wonsik lo había calado a la primera, pero nunca hizo alarde, ni preguntó. Pero se había dado cuenta que siempre lo había sabido a lo largo de esta conversación porque jamás pronunció un ella, si no un él. N también había catalogado a Wonsik como alguien de su “camada”, pero lo veía feliz pegado a Taekwoon y nunca se atrevió a sugerirle nada.  Luego se dio cuenta que tendría que debutar con esta gente, por lo que decidió, prudente, no insinuarse a ninguno y buscar parejas sexuales fuera. Así había sido hasta ese momento, hasta ese día.

 

“¿Cuándo tienes libre?”

Primer mensaje de la mañana, nada más levantarse, dispuesto a asumir una larga jornada de ensayos previos a un comeback. El móvil vibró en medio de la cocina, con los chicos pegándose por alcanzar un trozo de comida antes de ser servido en la mesa. Vio la mirada de refilón de Wonsik, sonriéndole.

- ¡Oh! ¡Nuestro hyung está colorado!  -Ese fue un grito de Sanghyuk, elemento infernal de su hogar, espía profesional, alguien a quién temer como se le metiera en la cabeza que tenía que saber qué pasaba.

- ¿Cómo? – Hongbin dejó de chinchar a Ken, en su pelea por el desayuno, intrigado.

- ¡Dejadlo en paz! –Ese bramido fue de parte de Leo, dispuesto y muy decidido a tener la primera comida del día tranquilo.

Tras ese grito, los tres curiosos se callaron y se sentaron. No querían sufrir su ira desde tan pronta hora de la mañana. Wonsik entendió que debía protegerle y así lo hizo.

 

Los días pasaron, entre ensayos, mensajes por Kakao con Kangin y citas furtivas. Y empezaba a ilusionarse, en aquellas escapadas nocturnas, donde quedaban para beber o cenar y luego “se amaban”.  No se atrevía a preguntarle cómo se sentía con él, porque creía que, si le llamaba tanto, si quedaba con él, era porque le ocurría lo mismo: que lo necesitaba como el aire para respirar. Que no podía vivir sin él.

De repente, una llamada, la llamada de alguien a quién apreciaba: Ryeowook. Quedaron donde siempre, pero esta vez sin Kangin. La misma mesa, el mismo local, la misma hora. Ryeo le esperaba sonriente, habiendo pedido incluso las copas y el aperitivo, dispuesto a cotillear, ya que habían pasado casi dos meses sin verse. Los mismos que llevaba con Kangin.

- Bueno, cuéntame… ¿Follasteis?

Claro y directo, Ryeo nunca tenía pelos en la lengua. Pero algo le molestó en la pregunta. ¿Indiscreción? No, no era eso.  ¿Exceso de curiosidad? Tampoco. No, era la terminología. Era la sensación de que daba por hecho de que solo había sido un polvo y que habían parado ahí.

- ¿No te ha contado nada? – Le preguntó, sorprendido.

- Ese cara estreñido nunca me cuenta nada. Si accedí fue porque insistió en conocerte y, además, me habías comentado que hacía tiempo que no tenías sexo. No me pareció un mal plan. ¡Venga! ¡Cuéntame! Quiero saber qué cojones hace en la cama para llevárselos de calle…

Le vio llevarse la aceituna del cóctel a la boca, recreándose en los dientes, sonriendo, mientras balanceaba su pierna sobre su otra pierna, con extrema curiosidad. Por primera vez en mucho tiempo, el tiempo que llevaba siendo su amigo, se sintió mal. No supo cómo definirlo. Le miró, intentando decidirse si contarlo o no. Sentía que podía traicionarle si lo contaba, pero también se estaría traicionando a sí mismo. Si realmente estaban juntos, si eran una pareja… no debería ir contando qué demonios hacían…

- No-me-digas-que-seguís-que-dan-do… - Ryeowook articuló cada palabra, con la mandíbula casi en el suelo, totalmente pasmado.

Hakyeon contuvo la respiración, incapaz de rebatirle. Le conocía demasiado bien y eso que no había abierto la boca.

- No. No… No, Hakyeon… No. ¡Tienes que parar! ¡Ahora!

Casi lo vio levantarse, dejándolo aún más confuso. Su cara se había transformado de la curiosidad, del cotilleo, a la turbación y a la preocupación.

- ¡Escúchame bien! Una cosa es echar un polvo con él. Otra… No importa. No sigas quedando con él. ¡Tú no! ¡Por favor! Promételo…

No fue capaz de entender su nerviosismo y su instinto exagerado de protección. No lo entendió entonces, porque estaba ya ciego, había quedado nublado y su razón había ido de paseo. El que mandaba ya era su corazón.

- No entiendo lo que dices, Ryeowook.  –Por fin fue capaz de decir algo -. Pero no estamos quedando, estamos juntos. No entiendo a qué viene ese “ataque”.

Lo vio taparse los ojos con la mano, casi rendido. Sus ojos, cuando aquella mano desapareció para unirse a la otra a la altura de su boca, era una mezcla entre miedo, culpabilidad y desazón.

- Te has enamorado de él, ¿verdad? -Aunque era una pregunta retórica, más bien un hecho, Hakyeon asintió, sintiéndose mal por toda la situación y conversación aunque no sabía muy bien por qué estaba todo tan mal -. Entonces debo advertirte, ya que no puedo obligarte a parar. Kangin no es una persona estable. No le gustan las parejas, de hecho no las tiene. Tiene amantes. Tú puedes creer que eres especial y el único, pero cuando tú no tienes tiempo para él, acude a su otro amante.

Se quedó clavado en el asiento, casi como si le hubieran apuñalado. Y entonces, en lugar de escuchar la sabia advertencia, se sintió decepcionado con su amigo. Decepcionado por juzgarle, por juzgarlos. Por intentar romper un vínculo que apenas acababa de construir con una persona que había descubierto que había puesto patas arriba su existencia.

- No te creo, Ryeowook. –Escupió aquellas palabras, dolido desde lo más hondo de su ser.

- Siento ser cruel, pero por eso me quieres, porque te digo las cosas a la cara, no como otros – Suspiró, amargamente el contrario -. Precisamente porque eres mi amigo, te estoy intentando advertir y evitarte un disgusto. Aún estás a tiempo de parar.  Será duro, pero como sigas, créeme, la caída será mortal.

- Has juzgado la situación y ni siquiera he dicho una palabra. El Kangin que estás mencionando no tiene nada que ver con el que yo conozco. Lo siento, no quiero seguir hablando de esto.

- Pero…

- No. Si vas a seguir sacando el tema, me voy.

Ryeowook fue el que se levantó enfadado y le dejó ahí, con las dos copas a medio tomar. ¿Por qué no escuchó su advertencia en aquel momento? Por una única razón: estaba ya enamorado. Y cuando se está enamorado, nunca se ven los defectos del contrario, nunca se ven las señales,  y nunca se escuchan los consejos. Nunca.

Aquella noche, llorando, le mandó un mensaje: “Ven a buscarme”. Para su sorpresa, Kangin apareció. Lo encontró disgustado, medio borracho, porque entre la partida de su amigo y la llegada de Kangin, empezó a pedir copas y copas. Kangin que lo sacó de ahí, bien agarrado, y lo metió en su coche y lo llevó a algún sitio. No recordaba el lugar, solo la habitación, pulcra, con iluminación tirando a oscura, y a él pidiéndole a Kangin que lo besara. Kangin besándole, bebiéndole apasionadamente,  mientras le masturbaba. No recordaba cómo habían acabado desnudos o cómo se habían desnudado. Solo quería sus besos, su tacto sobre su piel, a su miembro en su interior, embistiendo, haciéndole gritar y dejándole en blanco.

- Kangin… -Susurró en medio de la penumbra, acurrucado a él, con las piernas enredadas.

- Dime.

Intentó articular las palabras “¿Qué somos?”, pero el miedo y la advertencia de Ryeowook le taladraron y no consiguió decir nada. Simplemente, se pegó más a él, y lo besó. Un beso dulce, cargado de cariño, de amor, tranquilo. A cambio, Kangin le acarició el pelo, posando su brazo sobre su cuerpo, casi abrazándolo.

- Eres mío.

Escuchó aquella declaración de fiera posesión con júbilo. Solo atinó a reír, nervioso, ilusionado. Estúpidamente ilusionado. Nunca entendió que ese mío era que por fin era suyo, tras “haber jugado” con él a: “a ver si lo apreso”. Ese era el juego de Kangin en el que era condenadamente bueno. Te seducía, te hacía creer que eras único para él, te enamoraba y cuando realmente sentía que ibas a empezar a pedir “sal conmigo” era cuando te dejaba. Solo que todavía no lo sabía.

Aquella noche se dejó seducir, oír los cantos de sirena del amor, mientras amanecía junto a la persona que ahora sabía que amaba. Pero duró más. Duró más por la simple razón de que Hakyeon no dijo en voz alta lo que la mayoría de sus amantes solían decir de buenas a primeras: ¿Qué somos? ¿Somos novios? ¿Estamos juntos? Seamos pareja, Kangin.

 

Dejó de hablarse con Ryeowook. Él no le escribió más y Hakyeon tampoco. El tiempo pasó. Kangin  y él seguían “juntos”, y Ravi fue el siguiente en preocuparse.  Primero intentando averiguar quién era. Después, intentando saber qué eran.  Sin ser tan agresivo como Ryeowook, le sugirió que era tiempo que lo presentara a los chicos. Nunca dijo que tenía pareja, ni siquiera les indicó su inclinación sexual. Así que se sorprendió cuando el rapero dijo aquello, dando a entender que todos sabían lo que pasaba, aunque era incapaz de pensar cómo demonios habían llegado a esa conclusión. Confiaba en Ravi, sabía que él no había abierto la boca.

- Sanghyuk – Le respondió el rapero, con simpleza, cuando preguntó.

Debía haberlo visto venir. El maknae era un ser inteligente, curioso y cotilla hasta la extenuación.

- ¿Cómo?

- Me temo que te siguió. Y está decepcionado contigo. Está molesto porque no has confiado en nosotros, en él.

Aquella noche, en la que sus compañeros de grupo, ensayos, y dormitorio estaban demasiado silenciosos y el ambiente muy opresivo,  se dio cuenta que no le habían juzgado nunca. Solo esperaban, malhumorados, la hora en que tuviera valor de decirles lo que ellos ya sabían. El problema era que no sabía realmente qué estaba haciendo. Solo que le amaba, que quería estar con él.

- Estoy saliendo con Kangin –Soltó de golpe, consiguiendo que cinco cabezas se voltearan a él -. Solo estoy con él, sin más. Quiero decir, no somos novios, ni nada parecido.

- Es decir, solo follas con él, ¿no? – Sanghyuk casi le dio un puñetazo invisible con esas palabras.  Los demás quedaron mudos de la impresión ante el contraataque de su compañero.

- No… - Se quedó con las palabras en suspenso, incapaz de seguir adelante.

- No me cae bien, Hyung – Sanghyuk siguió con la conversación, dando su honesta opinión, sin acusarle de nada -. ¿Cuánto llevas con él? ¿Cuatro meses?  -Preguntó, casi enfadado -. ¿Te ha sugerido siquiera la posibilidad de pasarse un día por aquí? Alguien que sale con otra persona y ni siquiera se plantea conocer a los amigos de su pareja no me cae bien.

Wonsik no salió en su defensa, tampoco añadió o se metió en el diálogo entre el maknae y él. En el fondo sabía por qué, porque todos en aquella habitación pensaban igual que él, solo que no se atrevían a decirlo en voz alta. Tuvo ganas de ponerse a llorar. Porque los demás, igual que Sanghyuk, habían asumido que llevaba una relación a espaldas de ellos y que Kangin era su pareja. Y se dio cuenta de otro detalle que quería ignorar. Llevaban cuatro meses y él no tenía claro qué eran en realidad. Por eso les había dicho eso, que no eran novios, ni nada de eso.  Pero había algo entre ellos, especial. Eso lo tenía claro.

- Hyung… Dos personas no quedan solo para follar durante cuatro meses – La voz tímida de Hongbin le obligó a mirarle. Parecía tímido, asustado.

- Dejadlo. Es adulto. Y es asunto de los dos – Interrumpió Ravi, dolido.

- A mí no me parece bien dejarlo – Se entrometió Hyuk -. Hay que estar ciego para no darse cuenta que Hakyeon está totalmente enamorado. No me parece bien – Se quejó, cruzando de brazos.

Leo y Ken simplemente escuchaban. Los vio intentar hablar un par de veces, pero Leo parecía ausente y Ken deprimido.  Quería decir mil cosas, pero solo conseguía deprimirse. Así que no pudo más. Se levantó, los dejó ahí hablando entre sí y se fue a su cuarto. Se tiró encima de su cama y se escondió bajo las sábanas.

Nadie fue a buscarle.

 

Los días pasaron y la relación con Kangin “cambió”. No le dio importancia. Estaba en medio del Comeback de Error y su agenda era una locura. Apenas podía quedar con él. No le dio importancia porque se mensajeaban constantemente a través de Kakao, pero… el tono cambió. Su cerebro se negó a procesarlo.

“Te veo en A Song For You”.

Ese fue el mensaje que le envió, el día que marcaría un antes y un después.  Ahora quería borrar ese programa y su existencia. No quería ni verlo. Su cara estúpidamente enamorada, su afán de acaparamiento hacia Kangin, dejando fuera de combate a la pobre Amber y las caras de sus propios compañeros, entre apenados y avergonzados. ¿Quién fue el idiota que pidió por favor que algún miembro de VIXX hiciera de presentador eventual y por qué decidieron que fuera él?

Los chicos le habían perdonado, por supuesto. Pero aquel día, cuando llegaron a casa tras el programa, lo que recibió fue quejas, cabreos e indiferencia. Especialmente de Ravi, Ken y Hyuk. Hongbin tuvo el detalle de permanecer neutral, comprensivo si cabe.  Leo vivía en su mundo particular, simplemente le miró, una mirada indescifrable, pero no le dijo nada.

¿Por qué? Bueno, Kangin no se dignó a hablarles después del programa, le cogió del brazo, y les soltó: “Ahora os lo traigo, tengo que comentar un par de cosas con él”. Ni un triste “hola, soy Kangin”. O… “Hola, ¿Qué tal lo habéis pasado?” En una acción más propia de su personalidad dominante, lo apartó de su grupo sin disculparse, y se lo llevó a uno de los muchos camerinos del edificio, echó la llave y empezaron a discutir.

“No me pongas en evidencia, joder”. 

“No lo hago, Kangin”.

“Parecías una vulgar puta, queriendo tu fajo de billetes”.

“No, solo…”

No le dejó hablar. En algún momento de la discusión lo acalló con un beso salvaje, lo acorraló contra la mesa de maquillaje, le bajó los pantalones y decidió que ese instante era un “buen” momento para echar un polvo.  Y por alguna razón, él también se excitó y lo permitió. No le importó que fuera un lugar público, que alguien pudiera entrar o escuchar, al contrario. Se dejó llevar por la situación, gimiendo, besando, peleando contra Kangin por ver quién demonios lograba hacer que se corriera antes que el otro. También permitió el mordisco que le dio a su cuello, dejándole una buena marca que a duras penas logró esconder tras el maquillaje, mientras él se reía como un loco, orgulloso de “su hazaña”.

Aún aturdido por el orgasmo vio cómo volvía a recomponerse, ajustándose la ropa, para robarle otro beso mientras le soltaba un “Así me gusta, que sigas jadeando”.  Después le susurró en su oído un “Ya te llamaré”. Y lo dejó ahí.  Solo, tras cerrar la puerta. Por primera vez tuvo que procesar qué había pasado y analizar en qué posición había quedado.

Cuando logró volver en sí, se reacomodó la ropa, sintiéndose incómodo pero sin poder tener la oportunidad de darse una ducha y “limpiarse bien”.  De alguna forma logró volver en sí y salir de aquella maldita habitación, con el corazón a mil, pero con un caos de sentimientos en su interior.

- Lo siento, chicos… Yo…

Nadie le escuchó en el coche. Un silencio opresivo y brutal. Ni siquiera Ken, que normalmente solía romper el hielo, se atrevió a decir nada. Solo notaba las patadas nerviosas contra su asiento que daba Hyuk, realmente cabreado.

- Déjalo, Hakyeon. – Ravi fue el único que le cortó -. Estamos cansados, decepcionados y sinceramente si te callas y no abres la boca, será lo mejor para todos.

Eso fue lo único que le dijo en aquella noche. Ravi no le dirigió la palabra en dos días y los demás, como si hubieran hecho un pacto con él, hicieron lo mismo. Por primera vez se sintió tremendamente solo y aislado.  Aquello fue terrorífico para él. Lloraba encogido bajo las sábanas, temblando, intentando pensar cómo recuperar a sus amigos, pero al mismo tiempo deseando que Kangin le llamara y le rescatara de ahí.

 

“Tenemos que hablar”.

Casi una semana después, y a punto de terminar la locura de stages de la promoción de Error, recibió ese mensaje. Tuvo un mal presentimiento, pero su cerebro, maltrecho entre el vacío que le hacían sus propios compañeros de grupo fuera de las cámaras y necesitado de él, lo ignoró. Se encerró en el baño, se duchó, se preparó, y estaba terminando de peinarse cuando entró Ravi de pronto. Se quedó mirándolo, sorprendido, porque no era alguien que entrase sin avisar, pero tenía la cara muy seria, así que debía ser urgente.

- Hakyeon… eres mi amigo. Me jode lo que está pasando. ¿Realmente quieres a ese tipo? Porque…

- Sí, le quiero. – Le interrumpió, casi al borde de las lágrimas.

El rapero abrió la boca, pero cambió de opinión y le abrazó. Sin querer, empezó a llorar. A llorar de desesperación, porque había necesitado a su querido amigo durante todos estos días. Y se había sentido totalmente bipolar, solo, abandonado y asustado de haber perdido totalmente su confianza.

- Hakyeon… Espero que mi instinto me falle. Pero, por si acaso, quiero que sepas que, pase lo que pase entre tú y él, si me necesitas, llámame. Da igual dónde estés y qué hora sea. ¿Entendido?

Asintió, mientras recibía otra ración de abrazo aplastante de su compañero. Después le soltó, le dio un beso en la mejilla y lo dejó solo en el baño.

 

Dudó en tocar. Se tuvo que obligar a sí mismo a respirar y tranquilizarse, al ver su mano temblando sin parar, totalmente helada. Consiguió reunir valor, y llamó. Al poco apareció Kangin, con una expresión extraña. Fue durante un par de segundos, pero la pudo ver. Y luego le sonrió mágicamente, como siempre lo hacía. Le ayudó a quitarse la cazadora, sin dejar  hacer preguntas banales: “¿Qué tal tu día? Espero que no haya sido muy pesado…”. Lo que estaba era cansado. Pero no del día, sino de todo esto.  No le respondió.

“Realmente pareces cansado, ven”.

Se descalzó y le siguió hasta el baño. Había salido de un baño para meterse en otro. Sintió su abrazo por atrás, abrazándolo y empujándolo hasta ahí. No había más que una bañera llena y botes de lubricante.  Cerró los ojos y lo vio claro, a pesar de todo.

“Eres mío”.

Nunca, en esos seis meses habían hablado de ellos mismos. Nunca. Sí, del trabajo, de la industria, del sexo, de ropa, de sus aficiones mutuas. Pero Kangin nunca había dicho “te amo o te quiero”. Nunca.

“No le gustan las parejas. De hecho no las tiene. Tiene amantes. Tú puedes creer que eres especial y el único, pero cuando tú no tienes tiempo para él, acude a su otro amante”.

Las palabras de Ryeowook acudieron en ese instante a su cabeza. En todas las citas follaban. No había habido ninguna en la que simplemente salieran para conocerse. Y nunca le había sugerido la opción de que fueran algo. Su sonrisa fue triste y torcida, pero Kangin no lo vio. Entonces tomó su decisión.

Tomó el mando de la situación. Soltó las manos que aún le abrazaban, sorprendiendo a su compañero, para besarlo apasionadamente. Le amaba, no se lo diría con palabras. Se lo diría con actos, aunque algo le decía que él no lo entendería. Porque acababa de entender que era su puta, no su amante, ni su novio ni nada por el estilo.  Y no quería una relación así. Si iba a salir con alguien a quién amase, quería que fuese solo suyo. Que estuviese para él, igual que él iba a estar a su lado siempre. Quería alguien que le apoyase en sus decisiones, buenas y malas, y le susurrase que todo iría bien. No quería a alguien divertido, cínico, con facilidad de palabra si luego, en cuanto no estuviese disponible para follar, se iba con otros. Lo que necesitaba era alguien en quién apoyarse, mutuamente, que le amase como él lo amaba y envejecer juntos, igual que lo estaban haciendo sus padres. Quería…

“Estás jodidamente caliente hoy, Hakyeon. ¿Te has tomado algo? Oh, dios… sigue montándome”.

Sí, me he tomado la droga de la realidad Kangin... Eso quería haberle respondido. A cambio se volvió más frenético, subiendo y bajando por su miembro erecto, enterrándose él mismo, provocando un maremoto con el agua de la maldita bañera.  Sus jadeos, mezclados con los suyos, casi muriéndose. Kangin rugió, mientras se dejó caer encima de él, escondiendo su cara en su cuello. Estaba cansado, quería llorar, pero logró contener las lágrimas y el nudo en su garganta.

“Espera, no la saques. Quiero ponerme duro dentro de ti, bonito”.

Sintió sus manos clavarse en su cadera, impidiéndole la huida. En cuanto consiguió neutralizarse a sí mismo, le miró. Su cara de perversión total le dejó noqueado. ¿Cómo podía seguir enamorado pese a eso? No era guapo, ni tenía nada especial. Pero era audaz, mordaz, y follaba de maravilla. Sabía qué era lo que quería siempre y lo conseguía. ¿Qué clase de reto había visto en él? Ni siquiera lo sabía.

Le regaló una última sonrisa. Si quería esa clase de polvo se lo concedería. A fin de cuentas, no habría más polvos. No con Kangin. Era el momento de parar. Sería cruel, duro, terrible, pero entre mantener una relación que no llevaba a ninguna parte e ir perdiendo a sus propios compañeros… prefería deshacerse de la primera.

Kangin fue empalmándose dentro de él, mientras se besaban en aquella bañera y aquel cuarto de baño húmedo y asfixiante. Las manos de Kangin se deslizaban, gracias al agua, entre su culo y su propio pene, masturbándole despacio. Era la primera vez que lo hacían tan despacio.  En cierto modo, era lo más cerca que habían estado de hacer el amor.  Sin embargo, mientras que Hakyeon dejó su alma en el acto,  Kangin simplemente estaba disfrutando de un buen sexo.

Cerró los ojos cuando se aferró a sus anchos hombros y se despegó para poder moverse despacio, sentir todo lo que podía y más por última vez. Subir y bajar, golpe en la próstata, gemido más corte de respiración, manos agarrándose a su cuerpo, otra a su pene,  y él intentando no perder el equilibrio. Por fin la recompensa: un estallido de placer y algo caliente inundando su interior… por segunda vez.

 

Despertó en una cama, con frío. Abrió los ojos y solo vio penumbra. Se frotó los ojos y se incorporó con desgana.  Al intentar ponerse de pie, desnudo, le temblaron las rodillas, y tuvo que volver a sentarse. Las lágrimas le cayeron por las mejillas, sin haberlas invocado. Se miró las manos, intentando reconocerlas. Escuchó de lejos el sonido de una ducha.  Por puro instinto palpó la cama y la encontró fría y solitaria. Kangin se estaría duchando. Tal vez era el momento. Con el mayor sigilo que pudo se levantó, intentando controlar sus nervios, localizando sus propias prendas encima de una cómoda. Kangin lo habría puesto ahí, antes de acabar en la cama. No sabía qué hora era y tampoco le importaba. Se sentó en la cómoda y se puso sus slip, para ponerse sus ajustados pantalones. Estaba ajustándose su camiseta cuando salió Kangin del baño con una toalla cubriendo sus partes y secándose el pelo con otra.

- ¿Ya te vas?

Hakyeon asintió, mientras se volvía a sentar para colocarse sus calcetines.

- ¿Ocurre algo?

Lo vio acercarse, desafiante, con el ceño fruncido. Lo ignoró. Se volvió a levantar y se aseguró que no se dejaba nada: Móvil en el bolsillo, cazadora en la mano, y nada de valor por la habitación.

- Estás mosqueado, ¿verdad? Ya decía yo que estabas raro.

Al verlo ahí, sintió una punzada espantosa en su corazón. Le dolía el brazo izquierdo, casi como si le fuera a dar un infarto, pero sabía que solo era el estrés. Tenía que verse ridículo ante sus ojos. Y supo que era el momento. Iba a ser terrorífico, pero sabía que solo lo sería para él.

- Kangin… te estoy agradecido. He tenido un sexo fantástico contigo durante todo este tiempo.  Pero tengo que parar aquí.

- ¿Qué?

- Me lo he pasado genial. Pero tenemos que parar aquí.

Lo vio perplejo, sorprendido, casi acorralado, pensando rápidamente qué estaba pasando. Tal vez era la primera vez que se veía en esa situación, sin tenerla bajo control.

- Me he dado cuenta que busco otra cosa y tú no puedes ofrecérmela. Y, la verdad, eres un tipo estupendo. Si paramos aquí, podemos ser amigos.

Se sintió estúpido, pero por instinto levantó la mano, para decir adiós. Kangin pasó de la incertidumbre a  la comprensión y de ahí  a la ira en cuestión de segundos.

- ¡Lárgate de aquí, zorra!

Lo siguiente que vio fue un muro encerrándose en el baño, dando un demencial portazo que hizo temblar medio edificio.  Tragó saliva y huyó de aquel lugar.

 

“Ryeowook… No espero que me perdones. Solo quiero que sepas que lo siento mucho”.

Eran las tres de la madrugada. Estaba en el mismo local donde meses atrás acostumbraba a quedar con su amigo. Estaba más bebido que sobrio.  Había intentado avisar a Ravi, pero no estaba de humor para llorarle y mucho menos para explicarle qué había pasado. Se suponía que era el líder, pero en esos meses había sido cualquier cosa menos líder y sentía que todo se iba a venir abajo.

- ¿Te ha dejado?

Sintió un brazo bordear su cuerpo, afectado por el alcohol, y empujarle contra su cuerpo. Abrió los ojos, más llorosos que limpios y a duras penas pudo ver a su amigo Ryeowook.

- No. Lo he dejado yo. Aunque bueno, no es como si fuéramos novios o algo así.

Y rompió a llorar mientras, aquellas manos le acunaban y le acariciaban su pelo, como si fuera un niño perdido. En cierto modo lo era. Era la primera vez en su vida que se enamoraba y le rompían el corazón.

 

- ¿Por qué está así? - La voz de algún miembro de su grupo flotó en sus oídos. Otros brazos lo cogían y se lo llevaban. Varios pasos. Voces intercambiadas. Solo sentía flotar su cuerpo. Su mente conectaba y se desconectaba. Francamente estaba en un estado de irrealidad. Solo quería vomitar.

- Os aviso que va a ser muy jodido a partir de ahora. Kangin no soporta que le dejen.  -¿Esa voz no era la de Ryeowook?

- ¿Le ha dejado él? –Otra voz… ¿Ravi?

- Joder, teníamos que haberle obligado a parar antes. ¡No me  jodas! –Ese tronido pertenecía a Hyuk.

Más voces,  el mundo dando vueltas, más frío. Luego… nada.

 

Abrió los ojos,  y se quedó perplejo. El sonido de Ravi roncando era inconfundible. Pero quién estaba frente a él era Ken y además tenía un brazo cubriéndole, cuya mano reconoció como la de Hongbin. Escuchó el sonido de unos pasos acercándose, aún adormilado y procesando, hasta que unas rodillas aparecieron y desaparecieron tras Ken. Después la figura se agachó y se topó con la sonrisa y la cara cansada de Hyuk. “¿Quieres algo, Hyung? ¿Necesitas algo?” Susurró bajito, pero audible para N. Negó, sin apenas levantarse, con la cabeza taladrándole y sus ojos hinchados sin poder abrirse bien. Lo vio levantarse, hacer malabarismos para no pisar a la gente, para llegar a él y cubrirle bien con la manta.  Su mano de gigante se posó unos segundos en su cabeza, acariciando sus cabellos, para regresar al pasillo.

 

- ¡Apaga ese puto móvil!

Abrió de nuevo los ojos. Una voz colérica le había despertado, procedía del pasillo.

- Ya está.

- ¡No, idiota! ¡Lo has puesto en vibración!

Escuchó algo como un sonido de pelea y cesó.

- Buenos días, hyung.

La cara sonriente de Ken inundó su campo visual. Estaba con su entusiasmo habitual. Lo miró, totalmente desubicado y sin fuerzas.

- Siento mucho tener que despertarte, pero tenemos que ir a ensayar. El mundo sigue girando. Pero si te levantas, vas a ser el afortunado ganador de una tarta de nata y chocolate que lleva esperándote ahí desde anoche. ¿Qué me dices?

- ¿Una tarta? ¿Es mi cumpleaños? –Preguntó, desorientado. Entonces se dio cuenta que su voz estaba entrecortada, opaca.

- Sí, venga, vamos.

Ken tiró de él. Aún estaba en  ello cuando apareció Hyuk, compañero de travesuras del mencionado, y entre los dos lo levantaron. Consiguió sujetarse, sin que las rodillas le doblaran, pese a que su cuerpo protestó entero. Estaba débil, estaba dolido, estaba perdido. Ken salió al pasillo brincando, mientras Hyuk le ayudaba a no caerse,  agarrándolo y sujetándolo con el brazo. Casi rompe a llorar de nuevo, pero miró a Hyuk y se dio cuenta no estaba enfadado, ni triste, solo preocupado.

- Lo siento mucho, Sanghyuk. Pero no te preocupes, todo irá bien.

- Lo sé, Hyung.

Le regaló esa sonrisa peculiar suya, que poca gente entendía, pero que era adorable a su manera. Cuando llegó a la cocina, se encontró con todos lanzando matasuegras y brillantina por el aire. Leo tenía la tarta en la mano, aunque claramente había metido un dedo “para probarla”.

- ¡Felicidades Hyung, por ser capaz de abandonar la cama!

Aunque rompió a llorar, también rompió a reír. Y los abrazó a todos, incapaz de decir nada, demasiado agradecido, sintiéndose demasiado culpable y miserable por tener a unos amigos como ellos.

 

Si alguien creyó que todo había acabado ahí… estaba muy equivocado. Tal como les advirtió Ryeowook a todos, Kangin no soportaba ser dejado. Kangin no soportaba ser humillado. Y Kangin se vengaría de él, de una forma u otra.

Hakyeon recibía mensajes hirientes, insultantes, todos los días en su móvil. Llamadas aleatorias que cogía pensando que era otra persona, de un número desconocido, pero era él. Mensajes que tenía que borrar, entre lágrimas, a escondidas, para que nadie supiera  que seguía intentando contactar con él. Hasta que Leo le pilló, se chivó a los demás y Ravi tomó la decisión de ir al mánager y pedirle un cambio de número urgente.  Pero eso no le detuvo, por supuesto. De alguna forma consiguió su nuevo número y el acoso siguió.

 

Nuevo comeback, más estrés, y N apenas podía comer, por culpa del miedo. Hongbin, Ravi y Hyuk le obligaban a comer. Hasta el mismo Leo aparecía como un fantasma con yogures bebibles, diciéndole que se lo bebiera. Bajó kilos, muchos kilos. Y empezó a volverse loco, por lo que suplicó que le dieran más trabajo, en contra de los deseos de sus compañeros. Aunque lo entendieron y le apoyaron, sabiendo que necesitaba distraerse.

Y llegó el día que más temía. Kangin y él coincidiendo en un programa.  Kangin y él en una sesión de fotos, obligatoria, por el programa. No había forma de rechazar la oferta, el mánager había jurado que iría. Lo querían a él y punto. No se discutía, era trabajo.

No se lo dijo a nadie.  Ravi y Leo en la compañía, “trabajando”. Ken y Hongbin en sus actividades individuales, pero Sanghyuk estaba en esa casa cuando escuchó sus arcadas y lo vio descomponerse de nuevo en el cuarto de baño. Hyuk que le obligó a contarle, casi a golpes, lo que pasaba. Solo quería que alguien tuviera el valor que él no tenía para ir al mánager y decirle que se cambiaba por él.

- Ese hijo de puta no va a ponerte una mano encima. Voy contigo y no te separes de mí, salvo que estés en la grabación. Vamos, grabamos y nos vamos para casa.

Mentiría que no habría sobrevivido a ese día, ni a los posteriores, de no ser por Hyuk. Fue un espanto. Kangin le ignoró deliberadamente, hizo como si fuera un cero a la izquierda y no perdió ocasión para humillarlo públicamente. Especialmente en la entrevista para la revista. Aunque todos los invitados se dieron cuenta que algo pasaba, chicas incluidas, se hicieron los locos. El propio Eunhyuk le miró atónito, no dando crédito, observando, pero no intervino.  Detrás de las cámaras, de pie y de brazos cruzados, se encontraba SangHyuk con una mirada y una posición clara, desafiante, de ser capaz de intervenir si la cosa se ponía fea. Sanghyuk era esa clase de persona que le importaba una mierda si quedaba mal ante la gente si tenía que “rescatar” alguien. La situación más violenta que jamás había vivido en su vida. Cuando llegó, Eunhyuk se acercó a saludarle, sorprendiéndolo. Lo miró de arriba abajo y le preguntó si estaba enfermo. También recibió esa pregunta de Seho. A los dos les excusó  con que había tenido problemas estomacales recientemente debido a una comida en mal estado. No quería problemas. Cuando llegó la ronda insufrible, al margen del show, vio que sus compañeros se sentaban en una esquina de cada sofá y salió corriendo, casi atropellando a Eunhyuk, para sentarse con ellos. Escuchó una risa triunfal por parte de Kangin.

Así que se sentó lo más lejos posible de Kangin, no se quitó el sombrero de encima y se puso kilos de ropa. Debía hacer un calor infernal, todos estaban sudando menos él. Pero tenía frío, un frío espantoso, le dolían hasta los huesos.  Eunhyuk le miraba de reojo, dándose cuenta que pasaba algo, para mirar a su compañero de grupo. Kangin hizo lo de siempre, pensar que el escenario es suyo, con ese gesto de mala educación, espatarrándose en el sofá. 

¿Cómo pude enamorarme de alguien como él? 

La venda se le cayó definitivamente.

- Quiero matarlo. Estoy pensando en cómo destrozarlo a palos –Dijo Kangin.

Sonrió, esperando que no se notara su incomodidad y su propio miedo. Miró al fondo y vio que Sanghyuk se estaba poniendo rojo de cólera. Lo ignoró, intentando concentrarse. Eunhyuk habló y no tuvo más remedio que contestar.

- No lo sé, de verdad. Personalmente, no tengo una preferencia específica al respecto.

- Apuesto que la tienes, ya que siempre dices “No tengo una preferencia específica al respecto”, jodida basura, ¿tu compañía no te ha dicho nada?

Casi se encoge en el asiento, incapaz de reaccionar. Para el resto, Kangin estaba siguiendo el guión, pero él estaba entendiendo perfectamente a lo que se estaba refiriendo: “Apuesto que sabes que he intentando hundirte, pero te me has escurrido. ¿No te ha dicho tu compañía lo que he estado haciendo, puta?” Esa era la traducción correcta.

El entrevistador volvió al ataque, intuyendo que algo grave pasaba ahí. Casi se le para el corazón al ver la pregunta que le lanzó a Kangin:

- ¿Cuáles son tus pensamientos sobre N?

- Cómo debería decirlo… ¿Una pequeña fritura? ¿Un pececito? – Soltó con sorna, despreciándolo.

- Mira, aún en los shows, a las chicas les gusto más y Kangin hyung las pudo haber escuchado hablar a su alrededor. Entiendo que siempre estés pendiente de mí.

Kangin se rió, disfrutando con la humillación pública a la que le estaba sometiendo, sin que los demás se dieran demasiado cuenta de las razones, aunque intentaban seguir el hilo, para no destaparlos ni humillar más aún a su compañero.

- Dije eso, que nos hace gracia, y estoy sinceramente orgulloso de ti por ser popular como chico romántico. Ojalá consigas un montón de amor por parte de las fans y te largues rápidamente de este show.

Seho, compañero del show, se vio obligado a intervenir, viendo el cariz que estaba tomando el diálogo.

- Para, para. En la vida real somos todos cercanos. Y Kangin, yo mismo, y Hakyeon nos cuidamos los unos a los otros.

En ese momento, vio a Sanghyuk comerse literalmente el puño, intentando controlarse y no parar la grabación.  Posiblemente su compañero había intervenido tras mirarle la cara. Y aquella entrevista no acababa nunca…

- He oído que incluso su autoadmiración, la de N, es bastante extrema, ¿es esto verdad?

- Es verdad. Solo hablo honestamente. Y es solo lo que estoy diciendo. Soy bueno en lo que soy bueno.

- Es un crío que está loco. Pensaba que un personaje como él, que ha perdido la cabeza, no volvería a rondarme.

El presentador pareció satisfecho y dio por terminada la entrevista. Seho se levantó y les lanzó una mirada furtiva a los dos. Eunhyuk se levantó, intentando llevarse a Kangin, intuyendo lo que había pasado, pero Kangin se quedó en el asiento. Vio que Kangin se levantó para intentar ir a por él, pero Sanghyuk apareció, lo agarró del brazo y lo arrastró por el otro lado y le obligó a salir de ahí.

- Espera… Tenemos que…

Le soltó en medio de los cámaras que observaban la situación con prudencia y dudando si dejar o ponerse a grabar de nuevo. Tragó saliva al ver cómo su compañero se acercaba al par, mientras Seho se acercaba a él, intentando averiguar qué demonios pasaba.  Le vio cómo enganchaba a Kangin por la camisa y como decía algo, algo terrible, hasta el punto que Eunhyuk se puso pálido. Kangin se desencajó y Hyuk soltó la camisa, dándose la vuelta sin mirar a atrás.

- Hola, Seho hyung – El maknae de VIXX hizo la reverencia- . Siento la impertinencia pero tengo que llevarme a N a una sesión de fotos. Espero que tenga buen día.

- Mejórate, Hakyeon – Le dio una palmada de despedida en la espalda, que hizo que casi rebotara.

- Gracias y lo siento. – Se agachó para hacer la reverencia.

 

No hubo sesión de fotos. Hubo sesión de helado, un montón de mantas encima, y a Hyuk soportándole en la intimidad de su cuarto, mientras intentaba recomponerse de lo que había sucedido.  Sanghyuk cogiéndole de la mano para que pudiera dormir seguro y confiado.  Hyuk, su “gigante” pequeñajo, el mismo que era una bestia cuando se trataba de proteger a sus hyungs. Y pensar que nadie lo quería en el grupo cuando debutaron… Abrió los ojos, viendo que amanecía. 

- Esta canción no es para mí – Dijo en voz alta.

- No, Hakyeon. Pero en la vida hay más singles en promoción. Estoy seguro que en algún momento aparecerá tu canción.

Parpadeó, confuso. Asombrado de la agilidad mental del maknae y de su capacidad para leer entre líneas lo que quería decir… acertadamente.   

- ¿Qué le dijiste?  A Kangin digo. – En ese punto le remordía la conciencia.

- Lo que alguien debía haberle dicho hace tiempo. Pero no te preocupes, no te molestará. Y si lo hace, pagará las consecuencias. Advertido está.

 

Asintió, acurrucándose a él. Era hora de pasar página. Era hora de comer, quedar con Ryeowook, recuperar su ánimo perdido y sobre todo de “molestar” a su tropa, la misma que decía que no quería saber nada de él, pero ahí estaban vigilándole, cuidándole, como si fuera su hermano. Estaba tan agradecido, profundamente agradecido, que sabía que tendría que tener cien vidas para poder compensárselo a todos. Uno por uno.

Esa había sido su historia de amor, breve, triste y penosa. La vida era así a veces.

Kangin no había sido su canción, la que te enamora para siempre y se convierte en la banda sonora de tu vida.

¿Algún día la encontraría?

Sanghyuk había dicho que sí, que la encontraría.  Eso esperaba. Mientras tanto… Intentaría superar sus miedos, su miedo a encontrárselo en cualquier parte, y a aprender a enfrentar su odio. El odio de la persona que una vez había amado, cuyo resquicios aún quemaban y cuyas cenizas se posaban en su interior, congelándole  y paralizándole.

Pero tenía motivos para no sucumbir.

Porque la vida es preciosa, y sigue girando. Y en algún punto se volvería a detener y obtendría lo que soñaba: amor, estabilidad, y una persona con la que caminar a su lado en el camino de la vida, envejeciendo juntos.

Mientras tanto… seguiría soñando con alcanzar todos sus sueños en VIXX y apoyando a sus amigos, sus hermanos. Porque era su familia, su querida y amada familia.

Amar duele. Pero el mundo gira en torno al amor.

Y jamás hay rendirse.

 

FIN.

Notas finales:

Espero que os haya gustado leerlo, tanto como a mí escribirlo.

Me encantaría saber vuestra opinión en la zona de reviews.

¡Muchas gracias!

 

 


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