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I Need You [VKook] {OneShot} por Makiso

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Notas del fanfic:

Basado (un poco) en el video musical "I Need U - BTS"

He escrito esto como un One-Shot originalmente, y en cierto modo lo es, pero al ser más largo de lo esperado he decidido dividirlo en 3 capítulos. Este es del tipo One-Shot con historia, no es solo el lemon, pero si eso es lo único que quieres, puedes leer solo el capítulo 2 (por favor, espero que no seas de esos lectores).

Los personajes no me pertenecen, esto es solo una situación que inventó mi enfermiza mente para ellos (?

Cualquier copia o adaptación de esta historia será denunciada si no es previamente conversada conmigo y yo no la permito.

También, si es que lo prefieren, pueden leer esto en plataforma Wattpad: https://www.wattpad.com/myworks/52331229-i-need-you-vkook-oneshot

Sintió el sabor a hierro dentro de su boca; casi le dieron arcadas. Odiaba la sangre, y más la suya propia, pero no mostró señales externas de debilidad. Ya no le importaba nada, lo había perdido todo. ¿Qué molestaban algunos golpes? Con su sufrimiento interior, casi hasta le alegraba sentir dolor físico, real.

 Dos manos lo presionaron de los hombros contra la pared. Otras dos lo golpearon continuamente en el estómago. Ni se esforzó por contraer los músculos para disminuir un poco el impacto, sólo se dejó hacer y así cayó flácido al suelo cuando lo soltaron. No podía respirar, pero no importaba. Así todo sería más rápido.

 Llegaron las patadas. Sus costillas crujían, seguramente a punto de romperse y astillarse. Cuando eso pasara, una astilla sin dudar iría a parar a una vena vital y todo se terminaría, tendría una hemorragia interna y moriría allí, en la fría calle, en un callejón alejado del mundo al que alguna vez le había importado. Sintió un fuerte golpe en la cara que hizo que su nariz explotara, ahogándose así en sus propios fluidos. Esta vez se permitió vomitarlo todo. La bilis combinada con la esencia metálica de la sangre en su garganta le hizo expulsar todo lo que no tenía en el estómago.

 Su nariz rota no paraba de sangrar, pero al menos, después de vomitar, ya no se estaba ahogando. Se llevó las manos a la cabeza para evitar otra patada en esa zona; si no, quedaría inconsciente y no podría seguir canalizando el sufrimiento con dolor.

 Uno de los dos hombres que lo estaban golpeando lo arrastró por las piernas unos metros hasta la calle y ahí lo soltó. Ambos rieron. Observaron al chico echado en la vía, tiritando y apretando ambos lados de su cabeza. No resistieron más y hundieron sus puños en el estómago del muchacho.

 Cuatro manos jugando con su cuerpo. Esa podría haber sido la perfecta fantasía erótica si esas manos lo hicieran suspirar de placer y no de dolor. Pero mentiría si dijera que no le era placentero aquel dolor. Era un placer distinto, pero al fin y al cabo era placer.

 Extrañamente, recordó el placer más intenso y real que había sentido en toda su vida, aquel que tuvo lugar en su primera vez. Sonrió pensando en aquella noche, con su mejor amigo, cuando ambos habían convertido un mal día en la mejor noche de sus vidas, pero a la misma vez, esa noche había dado paso al inicio de una oscura relación entre ambos. Fue muy tarde cuando se dieron cuenta de haber arruinado por completo su amistad.

 Un puñetazo en la mandíbula le borró la nostálgica sonrisa que había formado sobre su rostro; una buena metáfora para lo sucedido, pensó. Un poco de felicidad arrebatada en tan sólo un momento. ¿Es que acaso estaba destinado a perderlo todo? Supuso que sí porque estaba a punto de perder lo último que le quedaba y que ya no quería más. "No vale la pena seguir viviendo cuando no te queda nada por lo que vivir", había escuchado a alguien decir una vez.

Poco a poco sus extremidades comenzaron a cosquillear, y supo que pronto no sentiría ni la mitad del cuerpo. Aquella idea lo hizo un poco menos miserable. Ya había saciado su sed de dolor; ahora sólo quería terminar con todo de una vez. 

Una loca idea le cruzó por la mente: ¿Qué harían con sus pertenencias?, con su humilde departamento, sus muebles, su ropa, la de su madre, el perro... Pero el tiempo para preocuparse de eso había pasado, era el final y todo quedaría atrás cuando desapareciera. Se sintió cruel al dejar a Dobby solo, pero sinceramente esperaba que encontrara un dueño que lo cuidara tan bien como él alguna vez lo había hecho.

 Un crujido le devolvió el sentido a sus piernas. Gritó más fuerte que nunca. Pudo ver su hueso haciendo presión bajo su piel, a punto de salir. Uno de los malditos le había roto la rodilla, si es que eso era posible. Lágrimas llenaron sus ojos y sin miedo resbalaron por su rostro ensangrentado.

 Los hombres rieron y asestaron golpes con más fuerza.

 Su cuerpo no lo soportaba más. Se sentía muerto pero consiente. Como aquellas personas a las que la anestesia no les hace efecto y sienten cada corte y ardor sobre su cuerpo en una cirugía.

 Entonces, los golpes cesaron repentinamente. Pero sólo en su cuerpo. Escuchó puñetazos cerca que no iban dirigidos a él. Con mucha fuerza de voluntad, giró sobre su cuerpo y, a su derecha, en mitad de la calle, se encontraban cuatro personas peleando a muerte. Su visión, borrosa por el llanto, no lo dejó distinguir a los nuevos personajes que se habían unido a la dolorosa situación, sólo supo que ambos peleaban en contra de los dos hombres que lo habían masacrado. Escuchó algunas maldiciones por sobre los pitidos que habían aparecido en sus oídos, pero no logró distinguir voces.

 Cansancio. El bendito indicador de que al fin se acabaría el infierno sobre su mente y cuerpo.

 Lentamente se le nubló la vista en color negro. Los pitidos se detuvieron y el dolor también desapareció. Un vació lo inundó completamente antes de escuchar la voz culpable del inicio de su desgracia gritar: "¡JungKook!".

 Los recuerdos llegaron como una ola gigante justo antes de ahogarlo en la inconsciencia.

 

***

 

Después de aquella mañana, lo que menos hubiera querido era terminar en una pelea. Pero había sido inevitable impedirlo. Los asnos que tenía por compañeros en la escuela siempre querían hacerlo enfadar hasta ese punto y, lamentablemente, él siempre terminaba dándoles el gusto.

 Al menos, siempre tenía a alguien para sacarlo de problemas cada vez que venían sus arrebatos. Ese alguien era TaeHyung, su mejor y único amigo, dos años mayor que él. TaeTae, como le decían algunos, era muy popular en la escuela. Ahora iba en último año y había sido el primero en hablarle cuando lo transfirieron luego de expulsarlo del último instituto. Para JungKook esto había sido muy extraño, ya que, cada que ponía un pié en un lugar público, parecía repeler a todo adolescente cercano a su edad. Pero TaeHyung resultó ser inmune y se pegó al nuevo estudiante sin dudarlo.

 Al principio trató de alejarlo, ya que su presencia siempre alegre lo perturbaba. Pero, después de un tiempo, se dio cuenta que luchaba en vano y hasta empezó a acostumbrarse a esa aura centelleante que lo invadía diez horas, cinco días a la semana.

 Así comenzó su amistad. Del rechazo a una profunda aceptación por el otro. Dos años forjando una unión que creían inquebrantable.

 Aquel día había sido un martirio para JungKook. Era el último día de su mejor amigo en la escuela y, en vez de haberlo pasado con él, que tendría que lidiar dos años más solo en ese lugar, había estado en sus propias actividades sin siquiera acercarse a saludarlo. Quizá por esta razón había sido tan fácil ser incitado a pelear otra vez al salir de clases, pero él sabía que no era la única. También era una forma de desquitarse físicamente contra el remolino de sentimientos que tenía en su interior. Sabía que era toda su culpa por confundir admiración con lo que ahora sentía por TaeHyung, pero también sabía que no podía evitarlo sin importar cuanto lo intentara.

 Incluso en esa pelea fue rescatado por su amigo. Una sensación de incredulidad le invadió al verlo llegar ordenando a los asnos que se fueran antes de que llamara al director. Después de ignorarlo todo el día, se había dignado a aparecer solo cuando estaba en 'peligro'.

 —Vaya, vaya. ¿Es enserio? —JungKook se palmeó el uniforme en un intento por ordenarlo mientras TaeHyung hablaba en tono burlesco—. Último día y aun así tengo que salvar tu trasero de esos mocosos. No sé como sobrevivirás sin mí el próximo par de años.

 —Te das mucha importancia, querido Tae. Lo haré perfectamente en el futuro —mintió testarudo—. Incluso haré nuevos amigos, o hasta un mejor amigo. Quizá hasta consiga una novia. Y, por cierto, esos 'mocosos' tienen mi edad -gruñó, entrecerrando los ojos.

 —Lo sé —respondió el mayor, sin inmutarse por la molestia de JungKook—. Pero, oye bien, tú ya tienes un mejor amigo. ¿Está claro?

 —Tú ya no estarás aquí, así que no estará nada mal formar un nuevo gran vínculo.

TaeHyung pareció sorprenderse ante aquel comentario. Un dejo de dolor se vio asomado en su rostro pero inmediatamente volvió a tener una sonrisa en los labios.

­—Me sorprendes, Kookie. ¿Desde cuándo eres tan cruel con tu TaeTae? —Llevó una mano a su pecho, ofendido.

 A JungKook no le gustaba mucho que su amigo se refiriera a sí mismo como 'su TaeTae', porque lo hacía sentirse extraño y más confundido de lo que ya estaba.

 —Ya vámonos. —JungKook recogió su bolso de la acera y comenzó a caminar rápidamente hacia su casa. Sólo eran minutos de camino, pero cada vez que iba con TaeHyung, los minutos parecían horas.

 Pensó en el futuro, en lo solo que iba estar cuando comenzara el siguiente año escolar. No tendría con quién sobrellevar el día, con quién desahogarse, con quién reír para incluir un poco de buen humor en su vida de instituto. Lo extrañaría más de lo que se creía capaz de soportar. Con suerte tendrían algunas horas para verse en las tardes, pero era mejor que nada en absoluto.

 Cada paso que daban parecía no disminuir en nada la distancia que les quedaba. De hecho, era como si fueran en sentido contrario y cada vez se alejaran más de su destino. Se miraban de reojo cada tres segundos y la tensión se sentía presionándolos a ambos. Ninguno se atrevió a romper el silencio que abordaba la situación porque ninguno sabía qué estaba pasando en realidad.

 TaeHyung estaba muy incómodo en el trayecto a casa. Sabía que tendría que hablar pronto con Kook o las cosas empeorarían si dejaba tanto tiempo pasar para dar el golpe. Había planeado decírselo ese mismo día en la escuela, pero prefirió esperar a que ambos estuvieran fuera y nadie pudiera ver la reacción de JungKook, que seguramente no sería nada buena. Esto era algo difícil para él, y se imaginaba lo difícil que también sería para su pequeño amigo.

 Llegaron a la casa de JungKook. Desde ahí, el mayor tendría que seguir su camino en solitario, pero antes tenía que soltar la verdad.

 —¡Eh, Kookie! —le llamó desde el pequeño porche mientras el otro insertaba la llave en la chapa de la puerta principal. No obtuvo respuesta, así que volvió a llamar—: ¡Jeon JungKook! ¿Quieres dejar de ignorarme?

 —Pero si tú me has ignorado todo el día. Acaso, ¿tú puedes y yo no? —La puerta estaba abierta a su espalda. Su madre lo escuchaba todo desde adentro—. No vengas con estupideces.

 —Mira, justo ahora lo que menos quiero es pelear. —Se removió de un pié a otro en su lugar, pensando cómo empezar—. Necesito decirte algo importante.

JungKook notó el nerviosismo en los movimientos y expresiones de TaeHyung. Algo extraño estaba pasando y, sin razón, su corazón comenzó a latir más rápido de lo normal, el aire le faltó en los pulmones.

 —¿Algo importante? Tuviste todo el día para hablarme, ¿y ahora necesitas decirme algo importante?

 —Kookie, por favor. Es algo que quería hablar contigo en privado. Tenía miedo, ¿sí? No sé cómo vas a reaccionar, y no quería arriesgarme a que toda la escuela te viera... como sea que te vayas a ver cuando te lo diga. —La voz de Tae sonó en un susurro.

 Esto explotó los nervios de JungKook. Su empatía lo hizo confundirse demasiado y pensó en lo que él tendría para decir si se sintiera como TaeHyung. Se había imaginado mil veces las diversas posibles reacciones de su amigo si alguna vez le confesaba todos los sentimientos que lo acechaban hacia meses. Ninguna era buena, quizá porque él no era optimista respecto a eso.

 —Bueno, bueno. Ya, suéltalo de una vez —dijo apretando con sus manos el jersey negro que llevaba aquel día. Su rostro se acaloró como nunca en su vida y sus ojos ardieron brillantes de emoción.

 —Por favor, no te enojes.

 "Lo hará. Lo va a hacer. TaeHyung lo va a hacer", fueron las palabras que comenzaron a invadir su mente al ver como el otro reflexionaba antes de decir lo que JungKook esperaba con tantas ansias. "No puedo creerlo, lo hará. Se me va declarar". Pensamientos fundados al intentar interpretar el nerviosismo de Tae.

 La esperanza le duró poco, o nada en absoluto. Si su corazón estaba loco hace un momento, ahora se había detenido por completo. Y, por si fuera poco, sintió todo su mundo desmoronarse con el suelo sacudiéndose bajo sus pies. Las palabras de TaeHyung lo dejaron en blanco.

 —Hace unos meses, envié una solicitud para entrar a cierta universidad. Me han aceptado y yo... me iré a América en dos meses. No pensé que pasaría tan rápido, pero el semestre comenzará antes de lo previsto y ya me han pagado los pasajes y residencia.

 JungKook guardó un silencio doloroso y sus ojos se llenaron de lágrimas. Se sintió más estúpido y desgraciado que en toda su vida. La vergüenza por sí mismo no cabía en su pecho y solo quería desquitarse por ser tan ingenuo.

 —¡Tú! ¡Maldito idiota! —El menor avanzó furioso hasta pararse en frente de TaeHyung—. ¿Cuándo pensabas decírmelo? Maldición, qué imbécil eres. ¿Y te haces llamar mi amigo? Me escondes algo tan importante, ¿y me lo dices cuando solo nos quedan dos meses juntos?

—Cálmate. Sé que debí decírtelo antes —comenzó a excusarse—, pero creí que era mejor esperar a que fuera algo concreto. No quería hacerme ilusiones.

 —Si hubieras compartido al menos eso conmigo, ahora no estaríamos en esta situación. —Kook seguía diciendo cosas que no tenían nada que ver con la verdadera razón por la que estaba tan decepcionado y enojado en ese momento—. Era... Soy tu amigo.

 —Lo sé, y lo siento —dijo acercándose a Kookie hasta abrazarlo. Apoyó su mandíbula en el hombro del menor y lo obligó a esconder su rostro en su pecho.

 JungKook quedó pasmado. Luego, se permitió llorar. Lloró de vergüenza, de coraje, de decepción, de amor, de ilusión, de un profundo sentimiento de abandono. Lloró por ser tan tonto, lloró por lo desgraciada que sería su vida, lloró porque extrañaría mucho a su hyung, lloró por tener sentimientos incorrectos por su hyung, lloró porque su hyung lo dejaría solo durante quién sabe cuánto tiempo, lloró porque quizá lo perdería.

 Su corazón latía muy rápido debido al calor que emanaba el cuerpo de TaeHyung, y una comprensión por lo que le sucedía lo obligó a apartarse del abrazo. Desde ahora, evitaría cualquier contacto físico con él. No quería volver a crear falsas ilusiones; no quería aumentar sus sentimientos, sino todo lo contrario.

 —Vete, TaeHyung.

 —Pero yo...

 —No quiero... No puedo verte ahora. —Se giró y camino hacia la puerta. Tomó el pomo para abrirla y entrar, pero antes quiso dar un pequeño golpe—. Te veré en dos meses, Kim TaeHyung.

 Y sabía que iba a ser imposible; el otro ya no estaría en el país.

 Entró en su casa y cerró la puerta a su espalda. Su madre lo esperaba sentada en el sofá de la sala de estar.

 —Mamá, no digas nada ahora —dijo. Luego, fue directo a sentarse junto a ella y la abrazó. Escondió su rostro en las piernas de la mujer mientras se largaba a llorar otra vez. No podía parar, no quería parar—. Solo... Quédate conmigo un segundo.

 —¿Un segundo? Cariño, estaré contigo toda la vida.

 Sintió las manos de su madre acariciando su cabello. La abrazó lo más fuerte que pudo, sin pensar en que la pobre se quedaba sin respiración. No sabía qué haría sin ella en su vida. Ella era su consuelo, su fuerza, su mejor confidente y amiga. También era la voz de la razón, a quien siempre seguía.

—Bebé, me estás matando... —susurró sin aliento la joven mujer. Porque sí, era joven y hermosa a pesar de los duros años que le había tocado vivir.

 —Lo siento, mamá. —Deshizo rápidamente el abrazo y con los puños del jersey se secó el rostro hinchado por el llanto. Cerró los ojos y unas manos pequeñas y suaves ahuecaron su rostro.

 —Hijo, sé que es difícil aceptarlo, pero no debiste reaccionar así. TaeHyung debe sentirse horrible en este momento y debes comprenderlo. Él se equivocó, pero tú también.

 —Yo... Me dolió, no supe qué hacer.

 —Solo debiste escucharlo.

 —Ese fue mi error... Lo hice, y no dijo lo que yo esperaba escuchar. —Las lágrimas cayeron otra vez—. Soy tan estúpido. Tú sabes lo que siento por él. Mi mente solo se hizo fantasías y la decepción pudo más que mi control.

 —Oh, JungKook... Lo lamento tanto. —Su madre lo abrazó y le acarició la espalda—. Pero tienen que solucionar las cosas. No has sido justo.

 —De todas formas, se irá.

 —¿Quieres desperdiciar estos pocos meses que les quedan en estar enojado con él?

 —¡No estoy enojado con él! —gritó. La miró con ojos centelleantes de furia. Sus manos empuñadas golpearon fuertemente el sillón cuando se puso de pié. Vio la desaprobación en su madre. Respiró profundamente y volvió a hablar—: Con quien lo estoy es conmigo. No puedo estar cerca de él sin seguir malinterpretando las cosas. Solo lo empeoraría todo; mejor mantener la distancia.

 —Incluso sabiendo cuánto te afecta... ¿Estas realmente seguro de querer hacer eso? Perder a un amigo no es cosa fácil. No creas que él lo pasará mejor que tú. —Su hijo la miró avergonzado.

 Ella tenía razón, igual que siempre, pero era duro aceptar su error cuando hacer lo correcto lo destrozaría por dentro. Se estaba permitiendo el egoísmo por primera vez en su vida a costa de dañar a una persona muy importante para él. Pero, ¿no haríamos todos lo mismo en una situación así? El amor nos convierte en gente inconsciente, sin sentido común. Entonces, su actitud estaría excusada, ¿no?

 —No lo entiendes...

 —Te entiendo mejor que nadie —replicó duramente su madre. Tenía razón, ella había pasado por cosas mucho peores que una simple pena de amor—. No quiero que luego te arrepientas. TaeHyung es un buen chico; tú también. Ninguno se merece lo que les harás si decides cortar lazos tan de repente.

 —Estoy asustado.

 —Ve a hablar con él. No te estoy obligando a que le confieses tus sentimientos, solo discúlpate. Las cosas no se solucionan callando y escondiéndose. Está bien ser cobarde, pero no un desgraciado hijo de puta.

 Su madre nunca usaba ese tipo de lenguaje, por lo que esta vez JungKook supo que hablaba muy, muy, muy enserio.

 —Mamá...

 Ella sacudió una mano en el aire e hizo callar a su hijo. Recordó cuando la habían dejado sola con el pequeño en el vientre. Ese hombre nunca volvió a aparecer, simplemente se desvaneció y ella quedó hundida en un mar de preguntas sin responder. No dejaría que su hijo se volviera como él. Incluso aunque la situación era un tanto diferente, ambos eran jóvenes y por eso las consecuencias podían ser desastrosas.

 —Lávate la cara, enciérrate en tu cuarto, piensa un rato y luego te quiero ver salir por esa puerta en treinta minutos —dijo la mujer, señalando la puerta principal con la barbilla—. ¿Está claro?

 Hizo exactamente todo lo que su madre le había ordenado.

 Treinta minutos después, iba caminando a paso muy lento por la mitad de la calle. Intentaría demorarse lo más posible o, incluso, no le molestaría que un conductor descuidado terminara con él en ese mismo instante. En una caminata normal se demoraría diez minutos en llegar a la casa de TaeHyung, pero esa tarde estaba empecinado en estar ahí (si es que lo lograba antes de que un auto lo matara) en al menos el doble de tiempo.

 El cielo estaba a punto de oscurecer por completo y sumir a toda la ciudad en una noche tranquila. Para él no sería así. Su noche avecinaba turbulencias como nunca antes, pero trataría de enfrentarlas como su mamá le había dicho. Cumpliría con lo que se esperaba de él a pesar del nerviosismo que sentía.

 Pasó frente a un parque pequeño que se encontraba en el camino. Ahí solía juntarse con Tae todos los viernes por la tarde, ya que, extrañamente, ese día nunca iba otra gente. Siempre estaban ellos solos. Pero, al mirar, sentados en las bancas había un grupo de jóvenes bebiendo, fumando y riendo. Se sintió invadido. Ese era su lugar privado, ese debería ser 'su viernes', no de ellos.

 Se obligó a seguir moviendo los pies. No planeó ningún discurso mientras lo hacía, porque lo único que quería era disculparse y volver a su casa inmediatamente. Volver a la seguridad que le proporcionaban las paredes de su habitación era en lo único que podía pensar.

 Al medio de la calle era como estar dentro de una cápsula, apartando al resto del mundo. Era como estar lejos de todo, pero muy cerca de algo. Ese algo estuvo a punto de presentarse cuando un auto hizo sonar la bocina a su espalda. Tuvo apenas unos segundos para apartarse de la vía del conductor y salvarse de la muerte. Instantáneamente, después de hacerlo, se arrepintió de haber reaccionado.

 La ciudad se había silenciado de un momento a otro cuando siguió caminando. Esta vez prefirió acelerar los pasos en vez de alentarlos. Cuando se va rápido, los reflejos disminuyen considerablemente. Al menos así era para él. A demás, así sus instintos no lo apartarían de otro auto que quisiera arrollarlo.

 Sonrió al darse cuenta de lo suicida que se había vuelto en tan solo unos minutos.

 Llegó a la puerta de TaeHyung y, sin dudarlo mucho, tocó el timbre tres veces seguidas, con intención de molestar un poco al mayor.

 Aquella casa se alejaba mucho de lo que se podría denominar un 'humilde hogar' como el suyo, y JungKook sabía que había varias cámaras de vigilancia alrededor que podían verlo. Pero, una vez, Tae le había enseñado el único punto ciego, y ahí fue donde se escondió.

 La puerta gruesa de roble se abrió y un enojado señor abrió la puerta.

 JungKook no esperaba que los padres de TaeHyung estuvieran en casa, ya que lo único que hacían era viajar y vivir la vida loca. Había contado con que estuvieran en Europa o Sudamérica, pero ver al Señor Kim... Le hizo estremecer. Luego, quedó paralizado en su lugar hasta unos minutos después de que la puerta se hubiera cerrado.

 Cuando salió del escondite, tocó el timbre una sola vez y la Señora Kim le abrió.

 —¡JungKook! ¿Qué haces aquí tan tarde? —exclamó exageradamente la mujer.

 El menor sonrió falsamente. Le molestaba que preguntara cosas que cualquier madre sabría si pasara tiempo con su hijo. Él siempre, o casi siempre, iba a la hora que le apetecía a aquella casa. Y, claro que eso ella debería saberlo.

 —¿Está TaeHyung-hyung? —preguntó, evadiendo la estúpida pregunta de la señora—. Necesito hablar con él. Es urgente.

 —¡Claro, claro! Pasa, por favor. —El joven entró, incómodo—. ¡Este chico llegó y se encerró en su pieza hace horas! No lo entiendo para nada.

 "Me pregunto por qué será", pensó JungKook.

 —Puedes ir arriba. Si está durmiendo, solo despiértalo —continuó la mujer desinteresadamente.

 —Muchas gracias —correspondió. Luego, subió las escaleras hacia la habitación de Tae. Se sintió mal por el mayor, teniendo una madre que con suerte se preocupara por él, y que no respetara su privacidad. Aunque, igualmente agradeció esto. Si la Señora Kim no fuera así, él no hubiera podido siquiera poner un pie dentro de la casa.

 Era gracioso cómo su plan de ignorar y alejarse del mayor había durado con suerte una hora.

 Al llegar, tocó la puerta con golpes suaves. Extrañamente, la puerta se abrió de inmediato.

 —¿Qué haces aquí? —dijo TaeHyung, escrutándolo con la mirada. Tenía los ojos rojos y ojerosos.

 —Hyu... Hyung —tartamudeó nervioso. Casi nunca le decía de esa manera, solo en sus pensamientos y en situaciones serias—. Yo...

 —Ven, entra —le cortó el otro, y uno de sus brazos lo introdujo en la habitación.

 Adentro estaba oscuro. La única luz provenía de un pequeño espanta cucos en el velador que estaba al lado izquierdo de la cama. Era el que le había regalado JungKook para su primer día de la amistad juntos.

 TaeHyung se sentó en su cama y se quedó quieto mirando a Kook directamente a los ojos.

 —Tae... Siento lo de antes. —Bajó la vista al suelo para evitar el profundo contacto visual—. No tenía el derecho de enojarme así. Tampoco debí echarte.

 —Qué bueno que te diste cuenta... —respondió irónico el mayor—. Me hiciste sentir como la mayor mierda del universo.

 —Perdón...

 —Sí, sí, sí. Perdón, perdón. —Se recostó de espalda en el colchón, con las manos bajo la nuca—. Quiero una explicación, no tus disculpas, Jeon JungKook.

 Y aquí fue donde quedó entre la espada y la pared, entre hablar o callar, confesar o esconder, quedarse o correr.

 Su madre le había dicho que no tenía que decirle sobre sus sentimientos, pero ¿qué podía inventar para excusar su actitud? Nada se le venía a la cabeza. En ese momento su cerebro no trabajaba como debía. Su piel comenzaría a sudar y su cuerpo a tiritar en unos segundos, delatando que algo importante estaba ocultando. Por suerte, la vista de Tae estaba en el techo y no en él.

 —No te escucho —anunció con voz cantarina quien estaba acostado.

 La angustia lo estaba consumiendo, ya no tenía tiempo.

 —¿Explicación de qué? ¿Por qué te tengo que dar una explicación? —Lo único que pudo hacer fue 'defenderse', por decirlo de alguna forma. Iba a inventar algo, pero lo que salió de su boca en parte era verdad. Cierto era que no fue la razón principal de su enojo, pero sí algo que contribuyó enormemente—. No hay tal cosa. Fue simplemente una reacción. Pasé todo el día solo, nuestro último día juntos en la escuela, y recibir esa noticia fue un gran golpe, ¿sabes? Enterarse de que tu único amigo te va a dejar en tan poco tiempo no es algo que te tomarías tan bien. Ponte en mi lugar.

 —Yo no te dejaré... Sólo no estaré 'aquí' —aclaró TaeHyung, volviendo a sentarse—. Y perdón por no estar contigo durante las clases.

 —Que no estés aquí es igual. No tendré a nadie, estaré solo todo el día. Sólo al llegar a casa estaré tranquilo. Tú sabes que el instituto es un infierno para mí.

 —Tengo que irme. Sí o sí. No puedo cancelar todo ahora. No lo haré por ti, ni por nadie. —Removió sus manos entre las piernas, incómodo y avergonzado.

 ¿Qué era esa sensación tan desgarradora? Un golpe en el rostro se sentiría mejor que esto; mil veces mejor.

 —Eso dolió, pero lo sé. No te pediré que lo hagas de todas formas —susurró JungKook. Le costaba creer que Tae siquiera pensara que sería capaz de hacerle algo así con un asunto tan importante.

 —Bueno. Creo que es suficiente. Ya no importa. Supongo que ya estamos bien. —TaeHyung se puso de pie en un segundo, como si hubiera recuperado todas las energías de la nada. Se acercó a Kook y lo abrazó durante un corto momento. Al apartarlo, le sonrió tiernamente y volvió a echarse en la cama; esta vez, invitando al otro.

 Obviamente, JungKook le hizo caso a su hyung. No quería hacer nada para disgustarlo. Se alegraba de que no estuvieran peleando y, aunque le parecía demasiado extraño este cambio repentino, prefería mantener el ambiente así.

 Se acurrucó hacia el lado derecho del colchón, apoyando su espalda en la pared. Sus zapatillas habían quedado en el suelo, junto con el jersey. En el cuarto comenzaba a hacer calor...

Notas finales:

Cualquier duda, acotación, opinión o queja, solo déjenlas en comentarios. Las responderé con gusto cuando pueda (si es necesario).

 

Sigan leyendo.

 

Makiso.


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