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Una nueva vida, una nueva oportunidad por Arawn87

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Notas del fanfic:

Este es mi primer trabajo de este estilo, se centra en mi personaje favorito de la serie, Afrodita de Piscis, según yo uno de los más interesantes y complejos al estar siempre en el limbo entre el bien y el mal, no es completamente villano ni completamente héroe. Pero evidentemente el creador no piensa así, ya que nunca ha profundizado demasiado en él, por eso heché a volar mi imaginación intentando dar explicación a algunas situaciones interesantes.

Los personajes no me pertenecen, son propiedad de Masami Kurumada y sus respectivos estudios de animación.

Además de la historia clásica, este fanfic hace referencia a la Saga de Hades y también a la reciente Soul of Gold. Por eso aviso posible spoiler en caso de que aún no la hayan visto.

 

Notas del capitulo:

Esta historia comienza con un pequeño prólogo, para luego entrar de lleno en la historia de los protagonistas. Espero la disfruten.

Prólogo.

La Diosa se había postrado ante los pies de su padre en el Olimpo para rogarle que le permitiera regresar a la vida a sus santos caídos. Si contaba con la bendición de Zeus, ni Artemisa, ni Apolo, ni ninguno de sus hermanos podría volver a atacarlos como lo habían hecho hasta ahora. El jefe del Olimpo observó a su hija desde su trono y luego de meditarlo uno segundos le concedió el capricho (porque para él sólo era un capricho el que Atenea se preocupara tanto de unos simples mortales, lo atribuía al hecho de haber sido criada fuera del santuario como una humana relativamente normal), además, no podía negarle algo tan simple a su favorita, después de todo siempre había sido leal a él y si el revivir a sus guerreros la hacía feliz ¿por qué habría de impedirlo? (y tampoco estaba demás que la Diosa estuviese en deuda con él, le serviría especialmente si a alguno de sus otros hijo se le ocurría ponerse “rebelde”).

De este modo, y con plena bendición de Zeus, Atenea utilizo su poder divino para revivir a cada uno de sus santos. Los Santos de Oro fueron los últimos, regresaron poco a poco de sus prisiones para despertar en sus respectivos templos y en el salón principal (en el caso de Shion). La Diosa los observaba complacida, con al esperanza de que esta vez pudiesen vivir en plenitud, algo que siempre les fue negado.

Así comenzaba a escribirse una nueva historia para los miembros de la Orden Dorada.

Capítulo 1.

Habían transcurrido tres meses desde su resurrección definitiva, en ese tiempo los santos habían terminado de convencerse que las guerras habían acabado. Hades, Loki, todo era parte del pasado, una nueva era de paz se respiraba en el aire, o al menos eso era lo que esperaban Antena y sus santos.

En el Santuario, los Santos de Oro retomaban poco a poco sus vidas, su rutina y sus amistadas, otras nuevas se formaban o afianzaban, todos estaban dispuestos a aprovechar esta segunda –y seguramente última- oportunidad de vivir, sin las rencillas ni rencores que los había dividido en el pasado, haciéndolos luchar uno contra otro en más de una oportunidad, ya no más, todos estaban dispuestos a dar vuelta la página y empezar desde cero. Todos a excepción de dos miembros de la orden de la elite dorada, aquellos que custodiaban la cuarta y doceava casa. No es que no quisieran, simplemente no sabían cómo y tenían miedo de intentarlo, después de todo ellos eran los “villanos” y “traidores” por excelencia, aunque los demás ya no los vieran así ellos se sentían así y eso les impedía interactuar con sus compañeros.

Desde pequeños, Cáncer y Piscis se habían mantenido aislados del resto, no interactuaban ni mostraban interés en interactuar con ninguno de los otros aprendices. Ambos llegaron al Santuario casi al mismo tiempo para iniciar su entrenamiento, y por alguna extraña razón habían entablado buenas relaciones desde un principio, sólo ellos dos, a pesar de ser tan diferentes en todo sentido de la palabra, tal vez porque ambos compartían el mismo sentimiento de no querer estar ahí, de haber sido obligados a dejar sus hogares y vivir una vida de sangrientas guerras para proteger a una Diosa que no conocían y en la que ni siquiera creían. Mantenían oculto ese resentimiento hacia el que para ellos era el culpable de su situación, el Patriarca Shion, cada día que pasaban en ese lugar ese resentimiento se iba incrementando, llegando a convertirse en odio puro, a tal punto que terminó nublando completamente el juicio de sus jóvenes mentes.  

Flas Back.

Dos aprendices de la orden dorada se encontraban sentados en una zona rocosa del El Santuario, a la sombra de una gran ruina contemplando el ocaso, alejados del bullicio de los entrenamientos y de los demás niños. Ambos habían llegado hacia casi un año a entrenar para obtener sus respectivas armaduras y estaban próximos a ser enviados a Italia y Groenlandia para completar su proceso como aprendices. Sólo si tenían éxito volverían al Santuario cargando sus preseas doradas como los Santos de Cáncer y Piscis, si fallaban, posiblemente no vivirían para contarlo. Aquella tarde de otoño, los dos niños sostenían una conversación muy poco común para su edad.

-          Te juro que algún día voy a matarlo Dita – decía un Death Mask de 9 años mientras lanzaba una roca hacia el horizonte, sin demasiada fuerza – va a lamentar habernos condenado a este infierno.

-          No deberías decir eso en voz alta Death, nunca se sabe quién puede estar escuchando...pero estoy de acuerdo contigo, no tenían derecho a traernos aquí solo por ser huérfanos, yo estaba bien viviendo con mi abuela y no quería venir – respondió finalmente un Afrodita de 8 años mientras jugaba con una pequeña rosa en sus manos, la primera que había sido capaz de convocar desde que inició su entrenamiento, no era muy grande ni muy venenosa, pero era un comienzo.

-          Mañana nos enviarán a nuestros lugares de entrenamiento, pero volveremos y debemos hacerlo con nuestras armaduras, eso nos dará la fuerza para vengarnos de todos – sentenció finalmente el aprendiz de Cáncer mirando a su compañero – Dita, prométeme que cuando volvamos mantendremos nuestra promesa y nos vengaremos.

-          El aprendiz de Piscis suspiró ante esto y devolvió la mirada a su amigo -De todos modos ya no podemos escapar de esta vida, pues la deserción se paga con la muerte, así que si he de morir, espero al menos llevarme a unos cuántos conmigo – Terminó esa última frase con un dejo de rabia mientras estrujaba la flor que tenía en la mano, pinchándose con las espinas en el proceso y haciéndolo sangrar, aunque no se inmutó por esto. Mientras Death Mask lo miraba complacido, sin duda ese niño bonito de aspecto fino y delicado era un demonio con cara de ángel, quién lo hubiese imaginado.

-          Ya es hora de volver – dijo Death Mask poniéndose de pie, secundado por su compañero – La próxima vez que nos veamos seremos los santos dorados de Cáncer y Piscis. – dijo finalmente extendiéndole la mano.

-          Por supuesto que sí, es una promesa – respondió Afrodita estrechándole la mano con una leve sonrisa y ambos se despidieron con un solo pensamiento en la mente: Venganza.

Lo que ninguno notó en ese momento, era que había una tercera persona que había llegado por casualidad a ese lugar y se había quedado mirándolos, no alcanzó a escuchar lo que hablaban, pero no pudo evitar espiarlos, ya que ambos niños le causaban curiosidad, siempre se mantenían aislados del resto, él había intentado varias veces acercarse a ellos recibiendo solo respuestas de rechazo, o a veces simplemente lo ignoraban, dándole a entender que no les interesaba siquiera hablar con él. Una vez llegó a preguntar a su maestro porque eran así, a lo que respondió “solo dales tiempo, a algunos les cuesta más acostumbrarse”, y él le hizo caso, pues además de su maestro era el Patriarca del Santuario, así que debía tener razón y seguramente con el tiempo mejoraría su disposición con los demás. Esperaba que eso ocurriera cuando se convirtieran en santos, él de verdad quería ser su amigo, pues percibía algo en ellos, un dejo de tristeza y soledad que no podía ignorar.

Ambos aprendices cumplieron su promesa, volvieron después de un año al Santuario cargando sus armaduras doradas en la espalda, cuando se vieron sonrieron disimuladamente, se alegraban de verse pero no querían demostrarlo frente a sus demás compañeros. En ese momento no sabían que sus planes de venganza se darían por si solos. Al poco tiempo de regresar se desató el infierno, el Santo Dorado de Sagitario había intentado matar a la bebé Atenea y fue ajusticiado por su compañero de Capricornio. Entonces surgió un nuevo Patriarca llamado Arles que transformó completamente la vida de la orden, especialmente de los que habitaban El Santuario.

Afrodita siempre sospechó de aquello, tanto de la traición de Aioros como de el hombre que ahora ocupaba el puesto de Patriarca, parte de la intuición de Piscis seguramente. Sus sospechas se vieron confirmadas dos años después de aquellos hechos, cuando un día al regresar de una misión y con intención de informar de su éxito, vio por casualidad al Patriarca sin su máscara y se dio cuenta que era el supuestamente desaparecido Santo de Géminis, pero había algo distinto en él, su mirada era diferente, no había rastros de esa imagen de honor y rectitud que siempre le irritaron, ahora sus ojos mostraban algo diferente: Maldad. Y entonces fue feliz, porque tras la explicación de Arles supo que ya no tendría que servir a esa Diosa desconocida y que crearía un nuevo mundo donde al fin podrían ser libres; se lo dijo a Cáncer y él se mostro tanto o más complacido que él. Para Arles no fue difícil manipular la mente de ambos santos con promesas de libertad y un futuro próspero, después de todo seguían siendo niños (tenían 11 y 12 años). Entonces ambos, Afrodita y Death Mask, decidieron jurarle lealtad a este nuevo Patriarca, la persona a quienes ellos consideraban su salvador. Lo que sucedió después ya es historia.

 

Notas finales:

Fin del primer capítulo. Espero puedan dejarme sus impresiones, estaré encantada de recibir todas las críticas constructivas para mejorar, ya que es mi primer fanfic.


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