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El genio del salero por RinneRaccoon

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Notas del fanfic:

Annyeong! Traigo un pequeño drabble ChenMin que escribí para la cuarta gala de Los Doce Dioses Olímpicos con la palabra genio.

Siempre lo veía sonreír, sin embargo, un día dejó de hacerlo. Me pregunté qué podía hacer para que esa luz cálida volviera a su rostro. Y, un día, viendo la película de Aladín con mi hermana pequeña me vino una alocada idea: «Seré su genio de la lámpara y cumpliré sus deseos».
El cielo estaba oscuro, incluso más que la propia oscuridad en sí, era un día que incitaba a no sonreír. Sin embargo, mis mejillas no dejaban de estirarse en una amplia sonrisa y al menos en ese momento no odiaba que se abultaran hacia arriba haciéndome parecer un hámster. 
Tarareaba una canción a medida que caminaba por los pasillos del hospital hasta la séptima planta donde estaba mi amo de la lámpara. Una vez llegué a mi destino comprobé que no había nadie en la habitación, asomé solamente la cabeza, con una sonrisa escandalosa y juvenil. Me adentré dentro de ella con sigilo, intentando contener mi risa, y dejé un salero que había cogido prestado de la cocina, con un papelito dentro que rezaba:

«¡Hola! Soy Xiumin, el genio del salero. 
A partir de ahora te concederé tres deseos, pero ten cuidado: 
no podré concederte más, ¡así que piénsalos bien!»

Repentinamente escuché un ruido en el pasillo y una voz melodiosa, pero apagada. ¡Era él! Con el corazón latiendo frenéticamente contra mi pecho, por el puro miedo de ser pillado y vergüenza, corrí hacia el armario de la habitación y me escondí allí dentro, dejando una pequeña apertura para ver qué ocurría.
JongDae, el chico al que siempre estaba observando, entró en la habitación con una sonrisa falsa: un simple alzamiento de comisuras que transmitía solamente disgusto. Me mordí el labio inferior con nerviosismo, revolviéndome incómodo en aquel pequeño habitáculo atestado de sábanas de hospital. 
—El doctor vendrá más tarde, JongDae. No salgas de la habitación, ¿sí? —dijo la enfermera con una amable sonrisa mientras otro enfermero cogía en brazos a JongDae para colocarlo en la camilla con cuidado, tapándolo luego con una manta fina. 
—No creo que vaya muy lejos arrastrándome por ahí, la verdad. —JongDae bufó y cerró los ojos para no ver ni escuchar a los enfermeros, seguramente quería aislarse de todo. Entendía perfectamente esa sensación.
Me quedé unos segundos observándolo hasta que un quejido salió de sus labios y llevó una mano a su espalda, cogiendo un pequeño frasco. Lo observó con el ceño fruncido y sin ninguna expresión, analizándolo con la mirada hasta que leyó su contenido. Contuve la respiración todo lo que pude, intentando no hacer ningún ruido o que mi corazón no se paralizase. 
«Venga, sonríe, por favor…», supliqué varias veces en mi interior como si fuera un cántico para invocar la lluvia en medio del seco verano. Y entonces fui testigo de cómo sus comisuras se iban alzando para formar una sonrisa divertida y sincera. Ahí estaba, la sonrisa que tanto había echado de menos.
—Ya veo…¿Xiumin? —preguntó mirando el papel con curiosidad y recostó del todo su tronco y cabeza contra la acolchada almohada que hacía de respaldo—. Mi primer deseo es…conocerte.Y, como en los cuentos de hadas, ahí estaba mi oportunidad de conocerlo, de decirle hola y conocernos, de compartir historias y risas. Hinché mi pecho, llenándolo no solo de aire sino también de valentía y decisión. Y me lancé a la aventura, saliendo de aquel pequeño, oscuro e incómodo escondite hacia un lugar mucho más brillante y agradable: hacia JongDae y su sonrisa.

Notas finales:

Espero que les haya gustado *^* ¡Sería muy feliz si dejan algún rw diciendo qué piensan! :<


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