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Aniversario por MemeDrogasLocas

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Notas del fanfic:

Los personajes no me pertenecen son de Kuroko basket y propiedad de su creador Fujimaki-sensei.

Notas del capitulo:

Usualmente vemos historias de ellos adolcentes y a lo mucho como adultos jovenes, ahora nuestros babus son unos cuarentones <3

Si gustan ambientarlo leean con esta canción -basicamente la que me inspiró a escribir esto y ponerme tan cursi- : https://www.youtube.com/watch?v=iz_C1XB16mA

Han pasado veinte años desde que nos hicimos pareja...Veinte años, ¡es toda una vida! En veinte años pasan tantas cosas, en veinte años el mundo puede cambiar, en veinte años gente puede morir, nacer, cambiar, crecer. Y nosotros logramos estar juntos durante veinte largos y maravillosos años.


Nuestra relación se volvió seria cuando cumplimos veinte años, en aquel entonces nuestras vidas apenas empezaban y nuestro futuro era incierto, pero lo logramos, logramos aceptarnos y darnos una oportunidad. ¿Dónde estaría ahora sin él? Imposible saberlo, imposible imaginarlo… ya no recuerdo como era mi vida antes de él y ya no puedo imaginarla sin él.


Actualmente somos dueños de un gran restaurante. Todo empezó con la pequeña pastelería de Atsushi, sin embargo yo sentí que podíamos ir aún más allá y de la nada convertimos el lugar en un pequeño café, este creció y con el tiempo abrimos un restaurante. Yo manejo las finanzas y Atsushi cocina.


Poco a poco nuestros sueños tomaron forma, aunque el futuro sigue siendo incierto ya no importa, el trayecto a su lado es lo único que quiero cuidar, es lo único que quiero apreciar y disfrutar para no tener ni un solo remordimiento a su lado. Aunque he dicho cosas que me avergonzaran de por vida, he hecho cosas de las que me arrepiento, otras de las que me lamento, pero también he dicho y hecho cosas de las que jamás me retractaré, una de esas es amarle, por eso a su lado quiero darlo todo de mí.


La vida no es fácil, nada lo es, pero cuando estoy exhausto y me desplomo en la cama, para luego sentir su gentil mano acariciando mi cabello y dándome las buenas noches, puedo asegurar que me siento satisfecho, completo, y entonces vuelvo a tener todas las fuerzas del mundo para enfrentarme a la cama.


Dicen que te aburres de lo mismo, tal vez soy aburrido, pero de Atsushi no me he cansado en muchos años.


Yo he cambiado mucho y él también. Poco a poco fui cambiando, por amor uno hace lo que sea y yo lentamente cambié. Dejé de ser tan frío, empecé a ser más cariñoso, porque no quería lastimarlo con mi frialdad, o mi pasado, quería darme la oportunidad de amarlo sin ningún tipo de barrera, quería cruzar toda frontera y hacerle entender cuán importante era él para mí. Me volví más calmado, más confiado y más amable por él, porque yo así lo quise, quería ser alguien que él pudiera amar sin necesidad de etiquetas o reglas y yo quería regresarle todo ese cariño.


Me veo en el espejo y sé que estoy creciendo. Cuando cierro los ojos y los vuelvo a abrir me doy cuenta de que los años pasan, es curioso como las semanas son cortas, los meses se sienten medianos y los años parecen largos. El tiempo corre, vuela y deja mucho atrás. Envejezco, pero no lo hago solo, no tengo que enfrentarme a todo yo solo. Él está ahí, a mi lado, sosteniendo mi mano y asegurándome con su sonrisa amable, aun sin saberlo, que todo está y estará bien. No tenemos esa certeza, no sabemos si realmente todo estará bien, aun así sabemos que podremos apañárnoslas, poco a poco, lentamente, cruzamos obstáculos, rompemos barreras y creamos nuestro propio sendero.


No todo ha sido fácil, a veces nos hemos gritado, nos hemos peleado, y justo cuando parece que todo terminará para siempre… somos capaces de perdonar, de amar, de seguir adelante y enfrentar nuestras inquietudes, nuestro amor ha podido más que nuestra necedad y nuestro orgullo.


Y hoy…


Hoy es el aniversario del restaurante que cumple diez años de existir.


Pero también es mi aniversario, mi gran aniversario.


Atsushi estaba acomodándose el traje sin quejas, se veía guapísimo pese a sus cuarenta años, era ahora un hombre mucho más maduro, aunque en su personalidad aún quedaban ligeros atisbos de su conducta caprichosa, eso no cambiaba. Atsushi estaba feliz, sus labios estaban ligeramente curvados de gusto. Se vio en el espejo, se veía impecable y atractivo.


Akashi salió del baño con el pelo un poco húmedo, solo traía los pantalones puesto, el resto de su traje estaba afuera esperándole. Cuando Atsushi vio a su pareja no tardó en dejar lo que estaba haciendo y fue por una toalla seca que estaba guardada en un pequeño armario. Se acercó y empezó a secar el cabello húmedo de su pareja. Atsushi le echó un vistazo a Akashi, a sus cuarenta años parecía diez años más joven, su rostro tenía el mismo aire maduro y sofisticado de siempre, aunque tenía facciones hermosas y aun jóvenes, su físico parecía no haber envejecido en lo más mínimo, quizá los más grandes cambios se encontraban en su personalidad, con los años se había vuelto más taciturno y amable. Atsushi se enorgullecía al pensar que era gracias a él que Akashi ahora era más dulce.


—No debes hacer esto Aka-chin, tu cabello aún está mojado.


Akashi sonrió con nostalgia.


—Tenemos cuarenta años y me siguen llamando “Aka-chin”, nunca cambias —comentó con un suspiro amoroso—. Y sobre la toalla, la olvidé, hoy me he sentido en las nubes.


—Te entiendo, me siento como en una película… cuando empezamos y miramos atrás aún no había nada y ahora hay un gran camino, con peleas, risas, besos y sonrisas.


Akashi terminó de acercarse el cabello, y después atrajo con suavidad a su amado para besarlo. Atsushi abrazó a su aun pequeño Aka-chin y le llenó de besos.


—No quiero que caches un resfrío, vístete Aka-chin.


—Oye, ¿Cuándo invertimos papeles? Yo soy el que dice las cosas maduras.


—Por ti, Aka-chin, me he vuelto una persona madura, es mejor así… los dos décimos cosas infantiles, los dos décimos cosas maduras, los dos nos amamos, compartimos la carga y la felicidad.


—Hoy estas muy romántico.


—Imposible no estarlo… ya son veinte años, Aka-chin, veinte grandiosos años…


—Lo sé —Akashi vio el reloj y sonrió—, será mejor que nos demos prisa.


Akashi y Atsushi se dirigieron a su restaurante, allí celebrarían su aniversario número veinte. Al llegar sus amigos estaban ahí, gritaban “felicidades”, y aplaudían con entusiasmo. Estaban todos, todos y cada uno de sus amigos, algunos con hijos, otros solteros, otros con pareja, pero eso no importaba, esa noche solo importaba la feliz pareja que contra viento y marea había logrado mantener su promesa, había logrado superar la prueba del tiempo y vencer toda adversidad. Aún estaban juntos, aun se amaban, aun veían la vida con optimismo. Sin importar la opinión pública, o la sociedad o la religión… ellos seguían ahí, más maduros, más grandes, y más enamorados que ayer.


—Akashi, te vez tan guapo como siempre —dijo Momoi abrazando a su mejor amigo de toda la vida—. Atsushi, también te vez fabuloso. No tengo palabras para expresar lo feliz que estoy de verlos hoy, solo puedo decir felicidades.


—Momoi, siempre un placer verte. También a ti Tetsuya, ¿Cómo va todo? ¿Y los niños? Tenía ganas de verlos.


—Se quedaron en casa, no quería que se desvelaran hoy. Akashi, Atsushi, felicidades, de verdad los felicito.


—Murasakibara-chii, Akashi-chii… felicidades.


—Ah, Ryota, ¿aun llamándonos con el “chii? —dijo Akashi, su sonrisa era hermosa.


—Eso no cambiará, al igual que ustedes, se ven como hace diez años, los felicito.


—Espero que disfruten de la noche, Aka-chin y yo estamos muy felices de que todos hayan venido. Este restaurante y ustedes son parte de toda nuestra historia.


—Vaya, Atsushi suenas demasiado romántico —convino Midorima.


Después de casi media hora de felicitaciones, charlas, sonrisas y abrazos todos tomaron asiento en una gran mesa redonda que coronaba el restaurante, usualmente había muchas mesas pequeñas pero obviamente esa noche era demasiado especial como para que cada quien tomara una mesa por separado. Akashi tuvo la idea de comprar esa enorme mesa, quería compartir ese maravilloso momento con todos, puesto que todos habían tenido un papel único y especial en su vida.


—Vaya, veinte años, todos estamos aquí luego de veinte años —comentó Aomine—. Hace veinte años nuestro futuro era incierto, éramos mocosos…


—La vida nos deparó a todos destinos diferentes, pero siempre tuve a Oha Sa para guiarme —dijo Midorima sonriendo, el aire bromista de Takao se le había pegado con los años, eran los mejores amigos aun después de tanto tiempo.


—Estoy orgulloso de los dos —dijo Nijimura con una sonrisa al estilo de “papá está orgulloso”. Haizaki tenía cara de “ya me quiero ir”, pero la verdad estaba feliz por ellos, aunque un poco celoso.


—Son una pareja divertida —dijo Kagami—. Pero se han esforzado mucho, felicidades.


—Sei-chan, te envidio, sigues tan guapo, pareces de treinta —agregó Reo—. Kotaro y yo estamos felices de ver que nuestro querido capitán está tan bien y feliz. Hoy es una noche especial y nos honra que hayan compartido un poco de esto con nosotros.


Todos aplaudieron las amables palabras de Reo, era algo que todos sentían y no podían expresarlo correctamente. El ambiente era tan dulce como las flores que adornaban el centro de mesa, lilas y rosas rojas.


—Somos como una gran familia de raros —dijo Takao. Himuro, su pareja, tomó su mano y sonrió estando de acuerdo.


—Sí, ustedes son nuestra familia y este restaurante nuestro segundo hogar —dijo Atsushi.


El resto de la velada fue puras risas, recuerdos sobre el pasado. Hablaron de lo que pensaban que serían dentro de veinte años, hablaron de sus momentos ridículos, ¿habrá sido magia? Nadie lo sabe, pero de pronto todos se sintieron niños de preparatoria una vez más, sintieron que eran esos mocosos una vez más.


Cuando veo la sonrisa de Aka-chin pienso “ah, de verdad él es el único para mí”. Ha pasado tanto tiempo y ese sentimiento no se ha debilitado ni un poco. Hemos pasado por tanto. Recuerdo el miedo que sentimos cuando tuve que enfrentarme a su padre para contarle de lo nuestro, recuerdo el miedo que tuvimos cuando estuvimos a punto de echarnos para atrás cuando las cosas parecían ir mal con nuestro restaurante.


Y aun así lo logramos, porque lo dimos todo, porque nos arriesgamos y nos atrevimos a soñar más allá de las expectativas y los estigmas impuestos por otros.


Me hubiera gusto tener hijos con Aka-chin, aunque a fin de cuentas lo importante era hacer sentir a Aka-chin amado.


Nuestros amigos son nuestra gran familia, lo he dicho siempre. Y el restaurante es nuestro segundo hogar, lo empezamos desde cero, nosotros mismos colocamos tabiques, agregamos la plomería, casi tiramos el techo.


Y ahora que veo de nuevo a mi gran amor de la vida junto a todos nuestros amigos riendo y siendo feliz pienso que todo el esfuerzo, dolor, angustia y nervios valieron la pena. A decir verdad los sentimientos desagradables nos fortalecieron pero quedaron atrás, en cambio toda la felicidad sigue vigente en nuestra piel, nos hace felices, nos hace más jóvenes y más saludables, vivimos el día a día.


Nunca sabemos que pasará, quizá un meteorito nos mate mañana, por eso cada día me alegro de pensar “hoy tengo otra oportunidad de amar a Aka-chin, de hacerlo feliz, de besarlo”.


¡No hay nadie como mi Aka-chin! Y sin importar cuantas veces nos gritamos, o cuantas veces discernimos y peleamos, seguimos juntos. ¿Ganar una discusión o tener a mi amada cerecita? ¡Es obvia la respuesta!


Hubo veces en las que pensé que todo se acabaría, y grande fue mi sorpresa al ver que siempre los dos preferimos disculparnos y darnos mil oportunidades más. El amor dulce y es cierto, duele muchísimo, es angustiante, te preocupa, es casi un dolor permanente pero trae demasiadas recompensas.


Pensar que alguien como Aka-chin me ha soportado y me ha amado durante tanto tiempo de la manera más incondicional y tierna…


Las personas no cambian a otras personas, pero uno puede cambiar por amor y yo lo hice. Cambié, cambié mucho por Aka-chin. Yo solía ser más inmaduro, muy tonto y egoísta, desinteresado y flojo, nada valía la pena realmente y tampoco mi esfuerzo, pero… al pensar que Aka-chin estaba teniendo problemas, al pensar que él tendría que lidiar con todo lo serio él solo me hizo abrir los ojos. Yo no quería que él me cuidara siempre, yo también quería cuidar de él, quería él estuviera orgulloso y más que anda quería ser alguien digno capaz de pararse a su lado con la frente en alto, ser su igual, ser su auténtico compañero y no solo una carga. No fue fácil, y aun así lo logré.


Envejecemos, es obvio. Algunas canas de notan en nuestro cabello, nos volvemos maduros, nos comportamos diferente.


Lo que importa no es que algún día vamos a morir o que algún día todo se acabará… lo importante es que hemos gozado de este trayecto. Dicen por ahí que es mejor ser que no ser, y yo soy feliz porque he vivido junto a Aka-chin, de cualquier forma todos moriremos pero el camino… eso es lo importante, como recorremos el camino y creo que nada hubiera sido igual si lo hubiese recorrido solo.


Yo amo a Aka-chin, más que a nada, más que a nadie,  y daría con gusto mi vida por él.


La fiesta terminó a las doce de la noche, todo fue maravilloso; la comida, la música, la compañía… todo había sido maravilloso y perfecto.


—Atsushi —dijo Akashi una vez que se habían subido al auto—. El próximo año quiero saltar de un avión.


—¿Qué? ¿Por qué? —preguntó Atsushi consternado.


—Porque… quiero vivir la vida al límite contigo, y lanzarme de un avión a tu lado es de esas cosas que se me antoja hacer.


—Haré todo lo que tú quieras Aka-chin —Atsushi soltó una ligera risa, adoraba las propuestas caprichosas de su amante—. Pero, también tomemos un crucero, nunca he estado en uno.


—Cuando nos retiremos viajemos mucho, ¿sí?


—Claro que sí Aka-chin y cuando nos cansemos vivamos el resto juntos en nuestro nido de amor.


—Hasta ser ancianos.


—Hasta ser ancianos —convino Atsushi con alegría.


Al llegar a la casa, Atsushi abrazó a su amado y le susurró: —Tengo una sorpresita más para ti Aka-chin.


—Oh Atsushi, ya has hecho suficiente, me has hecho tan feliz…


—Sí, pero igual quiero hacerlo.


—No puedo decirte que no —dijo Akashi y luego de recibir otro beso suave, vio a Atsushi alejarse hacia la sala.


Akashi siguió a Atsushi hasta la sala y ahí se topó con que todos los muebles habían sido movidos de lugar, donde se supone estaba una mesa en el centro adornando todo, solo había un gran hueco. No había mucha luz, había velas y las grandes ventanas mostraban una ciudad nocturna, aquello era demasiado romántico. Akashi se acercó a Atsushi y en silencio aguardó expectante a que el mayor dijera o hiciera algo.


Atsushi tomó el control con el cual se encendía el reproductor de música. “La vida en rosa” fue la canción que brotó de las bocinas. Akashi casi llora de la emoción.


—Seijuuro —le llamó de pronto por su nombre—… Eres la persona que más amo, lo sabes, y solo puedo decirte gracias y que… espero pasar otros veinte años contigo.


Atsushi sacó de una pequeña cajita un anillo que tenía grabado “mi amada cerecita”. Akashi admiró el gravado y sonrió, las lágrimas ya se escapaban de sus ojos.


—Perdóname Atsushi, soy un hombre de cuarenta años y estoy llorando de manera tan desvergonzada —dijo con una sonrisa irónica cubriendo al tiempo su rostro, estaba avergonzado de su bajo control, estaba tan feliz que pensó moriría.


—Tengas cuarenta o cien años está bien, sigues siendo mi Aka-chin —contestó Murasakibara, tomando una de las manos de Akashi para colocarle el anillo. El pelirrojo sonrió lleno de alegría.


—Atsushi, yo también te amo, y espero vivir otros veinte años a tu lado.


—Se siente bien ser cursi de vez en cuando.


Akashi se sintió enternecido, soltó una ligera risa.


—Claro, de vez en cuando está bien.


—Somos cuarentones muy serios, ¿verdad?


—Los más serios de todo el serio mundo.


La dulce melodía romántica parisina inundó la habitación. Atsushi tomó la mano de Akashi, abrió el gran ventanal que daba al balcón. Ahí el espacio era poco y aun así suficiente para que los dos pudieran dar unos pasos. Se abrazaron y muy, muy pegaditos, bailaron al compás de la canción “la vida en rosa”, gozando de la compañía, el calor, el amor y la dulzura del otro. Eran como una sola persona, eran como un solo ser, dos existencias que habían nacido para permanecer juntas. Quizá sus vidas serían miserables si no se hubieran dado la oportunidad, quizá tendrían una familia con hijos pero serían infelices, serían tan miserables… no había duda, ellos habían nacido para estar juntos.


—De verdad te amo…—dijo Akashi.


—¿Mucho? —preguntó Atsushi.


—Sí, mucho, muchísimo.


Rara vez se decían “te amo”, o expresaban su amor con palabras, de hecho eran muy normales, vivían juntos y con acciones o miradas se decían todo lo que sus labios sabían que sobraba decir. No necesitaban palabras, o regalos, solo sus acciones cotidianas. Hacer el desayuno favorito del otro, tender la cama mientras el otro estaba tomando una ducha, limpiar la mesa para que el otro descansara, o bien ver una película y reírse del mismo chiste. Ese tipo de cosas eran sus expresiones máximas de cariño. El amor no era un sacrificio mártir, pero si era esfuerzo, era dejar de ser egoísta, era darlo todo por otra persona, ser honesto, anteponer la felicidad de uno mismo por la de otro. Ellos hacían pequeñas cosas para darse a entender, para demostrar su aprecio, sin siquiera pensar que sus acciones harían feliz al otro, era algo natural, gestos de buena voluntad, de cariño, de amor real.


Ese día era especial, ese día admitía palabras, acciones, besos, abrazos, regalos.


Ese día era su aniversario número veinte.


¿Cuánto más vivirían? ¿En verdad lograrían estar juntos otros veinte años? No lo sabían, pero ya iban a mitad del camino y estaban dispuestos a seguir adelante, pues esa aventura que consideraban vida no estaba cerca de acabar, aun les deparaba muchas cosas.


Lo importante era que mientras estuvieran juntos, la vida seguiría siendo color de rosa.


 

Notas finales:

<3 Soy una cursi qla cuando quiero <3

Espero les haya gustado >u<)/ nos leemos, babys 


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