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Pâtissier por Ojou_Sama_F

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Notas del fanfic:

Estaré publicando cada dos o tres días, pues ya está terminado, así que, espero disfruten la historia. De igual manera, les invito a que vean mi pagina: http://ojousama.weebly.com/

 

Y por favor, no intentes plagiar mi trabajo; aún así,  los llevo registrados para que esto no suceda.

Notas del capitulo:

Han pasado meses desde lo que sucedió con Andrés y Mauricio, pero, la vida de Marty sigue...

 

* * * * *

A pesar de todo lo que le había sucedido en tan poco tiempo, la vida de Marty había regresado a una relativa calma. Cuando el quinto semestre empezó, se armó de valor para decirles a sus padres que le gustaban los hombres y, aunque al principio ninguno de los dos supo cómo tomarlo, aceptaron la decisión de su hijo; solo le advirtieron que debía cuidarse y él les dio su palabra de que lo haría.
 
Al volver a la escuela, el pelinegro se enfocó en sus estudios, su trabajo y sus dos únicos amigos. Con respecto a Andrés y Mauricio, no volvió a verlos, pues no lo buscaron después de su encuentro con Oscar, cuando pensaron que eran pareja; por eso, su vida había vuelto a ser tranquila y, podía decirse, feliz.
 
Ya habían pasado las fiestas de octubre, estaban a mediados de noviembre, y el pelinegro tenía unos trabajos escolares que finalizar, antes de ir a su empleo de tiempo parcial, en la cafetería de Lizy. Ahora tenía más carga de trabajo, porque la rubia quería ampliar su negocio, haciéndolo una pastelería de repostería fina, por lo tanto, había conseguido rentar el local al lado de la cafetería, para las nuevas instalaciones; ya solo faltaban unos pequeños detalles y estaría lista. Aunado a eso, con los nuevos estudiantes que entraron a la universidad, la cafetería se llenaba de clientes; aunque las propinas para Marty habían aumentado considerablemente.
 
 
* * *
 
 
-¿Te quedarás en la biblioteca? – Ramón lo miró con desagrado – como te gusta aburrirte, hermano, no tenemos clases, es fin de semana y prefieres ir a encerrarte ahí, en vez de divertirte.
 
-De acuerdo, soy un aburrido, pero al menos no estoy a punto de ‘tronar’ dos materias y ya falta poco por terminar el semestre – dijo el pelinegro acomodando sus lentes.
 
-Me recuperaré en los extraordinarios – sonrió con suficiencia el castaño – por cierto, ¿cómo está tu jefa?
 
-Mi mamá está bien, aunque creo que está teniendo migrañas de nuevo y…
 
-No, no tu mamá, me refiero a tu jefa del café – se mordió el labio – está bien ‘buena’ – su tono era lascivo y vulgar – yo si me la tiraba, ahí mismo en su café, no me importa…
 
-Sí, no eres el único – Marty sonrió – Irving también anda ‘cacheteando las banquetas’ por ella, y todos los días me pregunta lo mismo que tú.
 
-Él no tendría oportunidad, Lizy es mucha mujer para él – aseguró su amigo, aprovechándose que Irving no los acompañaba, porque se había retirado después de que los tres habían desayunado en la cafetería.
 
-Claro, pero te recuerdo que ella tampoco está a tu alcance, mientras ella está en las ligas mayores, tú no has entrado ni a las infantiles – se burló el de lentes.
 
-¡No te pases Marty! – entrecerró los ojos – o qué, ¿me vas a decir que te gusta a ti también?
 
-No, ya sabes que no es mi tipo – confirmó el otro – pero a Lizy la quiero y respeto…
 
-Sí, lo sé y te creo – la voz de Ramón sonó divertida, él, así como Irving, ya sabían de los gustos de su amigo, pero había respeto entre los tres y lo apoyaban en su totalidad – bueno, nos vemos mañana – le palmeó el hombro – y trata de no quemarte las pestañas, ni matar muchas neuronas – se alejó.
 
-Lo que digas…
 
Después de eso, Marty se encaminó a su destino; se quedó en la biblioteca, terminando unas tareas mientras escuchaba música. Ese día, por cuestiones oficiales del área de la facultad de mecatrónica, las clases se habían suspendido después de la primera hora; unas juntas importantes mantendrían a los profesores ocupados, así que, él tenía libre hasta las dos, antes de que tuviera que ir al café; desde que entró al nuevo semestre, su horario de trabajo era de dos a nueve, porque tenía una clase menos en su matrícula.
 
Aun así, el pelinegro no iba a quedarse hasta las dos en la escuela, solo estaría en la biblioteca hasta medio día y después iría con Lizy; quien seguramente estaría muy ocupada y atareada por la remodelación del otro lugar.
 
A las once con treinta, una alarma del celular interrumpió su concentración; era hora de salir de ahí. Se quitó las gafas, masajeó el puente de su nariz y guardó sus útiles en la mochila; fue a la recepción con el libro que estaba ocupando en mano, iba a llevarlo a su casa, pues seguramente en el café no podría avanzar, tomando en cuenta que era viernes.
 
En el exterior se sentía el aire frío, especialmente porque estaba nublado; faltaba poco para que acabara noviembre y, al llegar diciembre, los vientos helados llegarían, junto con los exámenes de fin de semestre.
 
-Marty…
 
La voz suave de alguien que no había visto por casi tres meses, lo sorprendió antes de que se colocara los audífonos.
 
-Buenas tardes, profesor Iturbide – el pelinegro saludó sin emoción – ¿necesita algo?
 
-Hablar – dijo a media voz y la mirada de Mauricio tenía un tinte de súplica – por favor…
 
Marty verificó la hora en su celular, eran las once con cuarenta – no tengo mucho tiempo – dijo con seriedad y el semblante del castaño se entristeció – pero, supongo que podría darle unos minutos – con eso, los ojos verdes del otro brillaron.
 
-¿Quieres ir a comer algo?
 
-No – negó – solo quiero que hablemos – especificó, para que el profesor no se hiciera falsas esperanzas – además, tengo trabajo en el café y supongo que usted tiene clases.
 
-No tengo que dar más clases hoy – aseguró – te acompaño a tu trabajo y tomamos algo.
 
-Solo puedo darle el tiempo de aquí, hasta llegar, no puedo tomar nada con usted ahí mismo, lo siento – se disculpó, no quería volver a empezar, había sufrido mucho, pero finalmente, estaba seguro que había superado completamente ese problema.
 
-Está bien, no importa – Mauricio se miraba ansioso.
 
¿Por qué le daba una oportunidad? Tal vez, porque en el fondo, Marty no quería ser igual a él. Mauricio no le había dado la oportunidad de hablar, ni de explicarse; pero el menor tampoco le había dado ocasión de nada después, porque en ese momento, estaba demasiado dolido, pero, quizá, era momento de cerrar ese ciclo.
 
Caminaron por el campus y salieron por la entrada más cercana; apenas se alejaron, el mayor inició la charla.
 
-Cambiaste tu corte de cabello, nuevamente – Mauricio lo miró con dulzura.
 
Marty pasó la mano por su cabello, haciendo los mechones largos hacia atrás – si – dijo sin animo – las clientas del café comentaron que, les gustaba con los broches que usaba antes – explicó – así que, quise darles gusto…
 
-Y volviste a tu tono natural…
 
-Era complicado tener que retocar el color cada cierto tiempo… – el menor se mordió el labio – ¿para eso me buscó? ¿Para indagar porqué cambié mi corte de cabello? – el pelinegro le hablaba de usted, como a cualquier otro profesor.
 
-No – negó – la verdad, quiero saber, ¿por qué no habías querido hablar conmigo?
 
-Creo que no tiene caso repetirlo, lo que sucedió me lastimó mucho, así que, necesitaba tiempo, pero aun así, ni usted, ni Andrés, me dejaron en paz, hasta que Oscar les dijo que salíamos.
 
-¿Sigues con él? – Mauricio bajó el rostro y metió las manos en los bolsillos de su pantalón.
 
-No – Marty negó, aunque tuvo el impulso de decirle que jamás salieron, pero prefirió no hacerlo.
 
A pesar de que Oscar y él seguían siendo amigos, el otro ya había salido de la universidad e incluso, estaba comprometido con su novia.
 
-Marty… – Mauricio guardó silencio un momento y finalmente, pareció armarse de valor – aquel día, estaba muy enojado – su voz era extremadamente seria – hice estupideces, lo admito, cuando vi que Andrés te besó y te reclamó como suyo, me llené de ira y, sé que no me justifica, pero tú no dejaste que lo pusiera en su lugar…
 
-Estábamos en mi trabajo – el pelinegro suspiró – no quería que se metiera en problemas, tampoco que Lizy y la reputación del café, salieran perjudicados y menos, poner en riesgo mi empleo… Pero bueno, a estas alturas, eso ya no importa, la noticia se regó y todos los clientes frecuentes se enteraron, aunque agradezco que no hubiesen hecho el “chisme” tan grande.
 
-Lo sé, lo entendí después – aseguró con ansiedad – ese día, cuando te dejé en el estacionamiento, tuve el impulso de volver… Me dolía verte llorar…
 
-Si hubiera vuelto, las cosas hubiesen sido muy diferentes, profesor – el pelinegro miró al cielo, un ligero relámpago surcó las nubes a lo lejos – pero, el ‘hubiera’ no existe.
 
-¡Me arrepiento de eso! – dijo con rapidez – Pero, ese día – prosiguió – preferí ir a beber, a tratar de olvidar lo que había visto, lo que había sentido – parecía extremadamente frustrado – creí que estabas jugando conmigo y yo, quería pagarte igual… Por eso…
 
Marty lo miró de reojo, acomodó sus lentes y sonrió – por eso buscó consuelo en los brazos de otras personas – terminó por él – eso lo entiendo, aunque no lo crea, lo entiendo bien – pasó la mano por su cabello de manera nerviosa – desde que me dijo esas cosas en su casa, lo entendí, la verdad fue mi culpa – aceptó sin dudar, porque durante meses lo había analizado y se dio cuenta que así había sido – yo debí explicarle desde el principio, lo que sucedía con Andrés, pero, ni siquiera la consideraba una relación como tal, simplemente tomaba lo que podía y en ese caso, solo era disfrutar del sexo, pero nada más… Él me había dicho que si lo intentábamos y, después no quería, se alejaría, pero, supongo que fue muy duro para su orgullo que lo dejara por alguien más.
 
-Si – asintió – me lo dijo un día, después de que nos peleamos.
 
-Ya veo…
 
Marty sonrió débilmente, recordando que, al principio, después de que él los corrió de la cafetería y antes de que Lizy les impidiera entrar, un día llegaron, ambos, con claras señas de golpes, no solo en el rostro, pero al menos parecían estar más calmados, e incluso, no discutían entre sí.
 
-Aun así, profesor – lo miró de soslayo – las palabras que me dijo me dolieron mucho – una ligera punzada en su pecho le dijo que, en el fondo, aun le dolía – sé que nadie está exento de cometer errores, pero, no merecía que me tratara de esa manera, me humilló, me insultó, me trató peor que una prostituta barata y, a pesar de mi error, no creo que yo mereciera eso, ¿o sí?
 
-No – negó – pero, estaba ofuscado…
 
-De acuerdo, eso no lo discuto, el enojo nos ciega, pero, no se preocupe, eso ya pasó.
 
-Marty – la mano de Mauricio sujetó por la muñeca la del menor, deteniendo sus pasos – necesito que me perdones.
 
El pelinegro miró la mano que lo sujetaba, después buscó la mirada del mayor, a través de los cristales de sus gafas y sonrió dulcemente – ya lo perdoné, desde hace mucho tiempo.
 
-Entonces, dame otra oportunidad, te prometo que…
 
-No – negó y se alejó del agarre – aunque quisiera, no podría, lo perdoné, es cierto, pero, cuando rompe un objeto, aunque lo vuelva a pegar, es imposible que quede igual, eso pasó con nuestra relación, eso pasó entre nosotros, no será igual y… No quiero volver a intentarlo contigo – sentenció volviendo a hablarle de manera informal – en verdad, en su momento, me gustabas y, me enamoré de ti – respiró profundamente – tu manera de tratarme, tu dulzura, todo tú, eras tan diferente a lo único que había conocido, eras tan diferente a Andrés, que en una semana hiciste que me olvidara de él… Pero, precisamente eso fue lo que más me dolió, que estaba enamorado y me di cuenta, que en el fondo, eran iguales… Él me trató mal la primera vez que estuvimos juntos y lo disculpé, pero su carácter es así, es egoísta, lastima y daña, pero no le importa, porque solo piensa en él – dijo con total seguridad – y en el fondo, tú también eres así…
 
-¡No es así!, yo sigo enamorado de ti, en estos meses no he dejado de pensar en ti… Te necesito Marty…
 
-Lo siento, Mauricio – sonrió condescendiente pero se mantuvo firme – no quiero intentarlo de nuevo contigo, por favor, no me busques más.
 
-No – el ojiverde negó – no me quiero dar por vencido…
 
Marty no dijo más y se alejó; mientras caminaba, sintió el impulso de mirar atrás, porque en el fondo de su corazón, aún quedaba un poco de ese sentimiento que había tenido por ese hombre y, aunque no estaba seguro de qué era en realidad lo que sentía. Pero se mantuvo firme en su decisión y no volvió; ya había sufrido suficiente a su lado y quería encontrar a alguien que, en verdad lo amara tanto como él estaba dispuesto a hacerlo, con todo el corazón.
 
 
* * *
 
 
-Buenas tardes – saludó el pelinegro al entrar a la cafetería.
 
Lizy estaba en el mostrador, hablando por teléfono y había un par de clientes en las mesas; su jefa le hizo una seña para que los atendiera, así que, el jovencito se acercó, a pesar de que no traía aún el uniforme. Atendió a los clientes, apuntó los pedidos; él mismo los preparó y entregó, después, fue a colocarse el uniforme para seguir con su trabajo.
 
Al salir, había más clientes esperando.
 
-Marty – Lizy se miraba contrariada – estaré a un lado, en el otro local – sonrió, pero no era una sonrisa sincera – tengo que revisar la decoración y que instalen correctamente las cosas de la cocina, vuelvo en un ratito, encárgate.
 
-Sí, está bien…
 
La campanilla del local se escuchó y el pelinegro tuvo que seguir atendiendo a los clientes, mientras ella salía.
 
Marty se acercó a la mesa de un par de clientes frecuentes, a quienes conocía tanto por la cafetería, como por la universidad, y más, porque habían estado en la biblioteca de la escuela haciendo el servicio social, a la cual él acudía con regularidad debido a sus tareas; pero uno de ellos había tenido un accidente al finalizar el semestre anterior y, aunque ya estaba bien, parecía seguir en recuperación, especialmente de su pierna.
 
-Frappe con mucha crema – anunció dejando la copa en la mesa frente al joven pelinegro con lentes.
 
-Gracias, Marty…
 
-Y, café helado con moka – dejé el vaso alto frente al rubio.
 
-Gracias – sonrió.
 
-¿Necesitan algo más?
 
-No, gracias – dijeron a la vez.
 
Marty sonrió y se retiró, dejándolos solos en su mesa; eran una linda pareja y, ver el cariño que se profesaban le hacía pensar que él también podía alcanzar algo así. Pero estaba en su trabajo, así que no podía perder el tiempo en sus fantasías.
 
La campanilla sonó mientras estaba atendiendo a Jessy, otra clienta, también de la universidad; levantó el rostro automáticamente para dar la bienvenida. Oscar llegaba junto con su prometida, quienes se habían vuelto clientes frecuentes desde que él había salido de la universidad.
 
-Buenas tardes – saludó el pelinegro al acercarse a los recién llegados.
 
-Buenas, ¿tienes mucho trabajo hoy? – indagó Oscar con algo de obviedad, al ver que el lugar estaba lleno.
 
-Sí, algo – admitió el menor con una sonrisa.
 
-Parece que Lizy debería contratar a un nuevo mesero – Dalia, la novia de Oscar ya lo conocía y estaba enterada de la situación también – al menos para que te ayude o, mínimo, que te suba el sueldo – bromeó.
 
-De hecho, ya está buscando – respondió con diversión el universitario – pero hasta ahora, no ha venido nadie por el empleo.
 
-No han de tardar en venir, no te preocupes, bueno, trae lo de siempre – pidió Oscar.
 
-Té helado de jazmín, café frío, con poco hielo y dos rebanadas de pay, hoy tenemos manzana y queso con frambuesa – enunció el de lentes con la libretita en mano.
 
-Yo de queso – Dalia miró a Oscar con dulzura.
 
-Está bien, que sean dos de queso – pidió él.
 
-En un momento…
 
Marty preparó los pedidos y siguió con su trabajo, saludando a los clientes frecuentes, tratando con sumo respeto y cordialidad a todos, tanto hombres como mujeres y, recibiendo en sus propinas, no solo dinero, sino algunas tarjetas con números y proposiciones inapropiadas.
 
El día siguió bastante atareado, apenas se iban unos clientes, cuando llegaban otros; Lizy volvió después de las cinco a encargarse de la cocina, así mismo, ayudó con las mesas el resto de la tarde, hasta casi las nueve, que los últimos clientes se retiraron.
 
Marty salió del baño con su ropa normal y Lizy estaba limpiando la cocina.
 
-¿Estás bien?
 
-¡Marty! – su voz denotó que estaba ensimismada en sus pensamientos, por eso se sorprendió cuando el pelinegro le habló.
 
-¿Qué pasa? Has estado un poco distraída este día, te notas preocupada – el menor se cruzó de brazos en espera de una respuesta.
 
-No es nada importante.
 
-¿Es del local? – Marty señaló hacia un lado con el pulgar.
 
-No – la rubia sonrió – eso está estupendamente – su ánimo pareció volver – de hecho, si todo sale bien, en unos días podré inaugurar la pastelería.
 
-¿Entonces?
 
-Es… – ella pareció dudar – es Andrés – suspiró – se volvió loco…
 
-Creí que ya estaba loco – dijo el pelinegro en broma.
 
Lizy sonrió pero fue una mueca efímera – dice que… dice que se va a casar – anunció con total seriedad.
 
-¡¿De verdad?! – Marty estaba completamente sorprendido – ¿con quién?
 
-No tengo idea – negó – ni siquiera la conozco, creo que la conoció en su último viaje, ¡no lo sé! – movió las manos cerca de su cabeza con frustración – ¡ni siquiera la quiere!, ¡ni siquiera le gustan las mujeres del todo! No sé qué le pasa, solo sé que, según él, ya no quiere volver y, posiblemente venda su casa…
 
-Es una casa muy grande…
 
-Y muy linda – la rubia suspiró – me gustaría quedármela, pero no tengo tiempo de cuidar esa propiedad, además, ¿qué haría yo en una casa tan grande?
 
-Casarte y tener hijos – respondió el de lentes con rapidez.
 
-¡¿Estás loco?! – el grito retumbó en la cocina.
 
Marty hizo un ademán para que bajara la voz – no es necesario que grites – dijo con burla – pero, ¿qué tiene de malo que Andrés quiera casarse?
 
-¿Qué tiene de malo? – ella se cruzó de brazos y negó – que ni siquiera conoce a la ‘susodicha’ y quiere casarse, ¡eso es lo malo!
 
-Quizá está enamorado.
 
-¿Enamorado? Si él está enamorado, entonces yo soy un panda rojo – soltó con sarcasmo la ojiazul.
 
El menor rió – tal vez quiera sentar cabeza, el matrimonio puede servirle…
 
-No, Marty, si el matrimonio no es para mí, mucho menos para Andrés – dijo con total seguridad – a ver que dice papá por esto – suspiró – seguro le dará un infarto, al enterarse que su niño consentido se casa con una desconocida, tal vez lo desherede…
 
El menor levantó una ceja – no sabía que todavía vivía tu padre – comentó con curiosidad.
 
-Sí, bueno – sonrió la rubia – mi padre vive, pero se divorció de mi mamá hace mucho tiempo, así que solo nos manda dinero, a ella y a mí, ya sabes, una pensión, por eso mi madre vive en su propia casa, en las afueras de la ciudad y yo, en mi departamento, la visito cada que me acuerdo – sus palabras no tenían una pisca de remordimiento.
 
-Y, ¿tu hermano visita a tu madre?
 
-No tiene por qué – se alzó de hombros – no compartimos la misma madre – dijo con diversión.
 
La confesión dejó sin habla a Marty, pero ahí estaba la respuesta del por qué eran tan diferentes Lizy y Andrés y, el por qué, lo único parecido que tenían físicamente, eran sus ojos.
 
-Entonces… Tu padre…
 
-Sí, mi padre era igual que Andrés, andando de ‘pica flor’ – explicó – se divorció de la madre de Andrés cuando mi hermano era un bebé, para casarse con la mía, pero igual, cuando yo tenía dos años, se buscó una chica más joven que mi madre y en eso se resume su vida, sin contar las constantes aventuras de una noche, pero, ya está grande, así que dejó de hacerlo hace mucho y ahora está retirado, viviendo de sus pensiones.
 
El pelinegro guardó silencio, poco a poco comprendía; quizá, esa era la razón del carácter de Andrés, aunque no se justificaba del todo; lo más raro era que, si su padre era así, solo eran dos hermanos. Pero, no tuvo mucho tiempo de pensar más sobre esa situación; ya era hora de cerrar.
 
-Marty – la voz de Lizy lo sacó de sus pensamientos – mañana, ¿a qué hora vendrás?
 
-Pensaba venir desde las dos – dijo con pesadez – tengo tarea y no creo acabarla esta noche.
 
-Marty, ven temprano mañana – la rubia se movió y lo tomó de las manos – puedes hacer tu tarea en una mesa, y oficialmente entrar a trabajar a las dos pero, por favor – suplicó – ven para que me ayudes con algo importante.
 
-¿Qué cosa? – el menor levantó una ceja sin comprender.
 
-Mañana lo sabrás, entonces, ¿qué me dices? Te ocupo desde las diez, al menos.
 
-Está bien – Marty asintió, no podía negarle nada a esa chica tan dulce.
 
-Bien… – había vuelto a ser la Lizy de siempre, ya con eso el menor se sentía más tranquilo – vamos, te llevo a tu casa – anunció con una amplia sonrisa.
 
 


* * *

Notas finales:

Bien, este es el prólogo, espero les guste. saludos y nos leemos luego.


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