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Amar es superarse. por christalchii268

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Notas del fanfic:

El principal personaje, y otros tantos prestados de mi parte, son propiedad del maestro Oscar Wilde (que en paz descanse).

Otros tantos pocos son propiedad de la mangaka, Nakamura Shungiku, creadora del manga Sekaiichi Hatsukoi.

Y el resto mios, de la serie "Chaton". 

Cabe mencionar que no es realmente necesario leer esta para entender la historia; tratare de aclarar lo mas posible, pero si desean aun asi leer, se los agredecere y seran bienvenidos :D

 

Historia asociada a esta: http://www.amor-yaoi.com/fanfic/viewstory.php?sid=108848

 

Notas del capitulo:

Hace muy poco por primera vez lei "El Retrato de Dorian Gray". Yo habia ya visto la pelicula y quede fascinada con el libro.

Inmediatamente, tambien, me identifique con el personaje de Basil Hallward, y sin dar adelantos de ningun tipo, no me gusto el rumbo que tomo este personaje en la novela, asi que me decidi por darle otra historia, otra fortuna xD

Espero les agrade y me digan que opinan de esta corta historia mia :P

 

PD: Historia totalmente dedicada al maestro Wilde, que espero no se "revuelque en su tumba" por tal osadia mia u__u

Los Chaton son una raza nacida en el mundo futurista “Celes”. Ellos en épocas pasadas fueron tratados como esclavos, necesitando amos, siendo meras mascotas; lo más bajo y cruel destinado a ellos.

Eso cambio y ahora están tratando de reunir pedazos, en muchos casos, hacer una nueva vida por completo.

Aquí una de muchas historias.

 

++++++++++++++++++++++

 

Mundo de Celes. Sector 11.

Años después de la liberación de la raza Chaton ante la ley del mismo y la unión universal de Planetas Amigos.

Casa de Kou y Shouta Yukina.

 

El viento calmado y aun así frio. El cielo violeta oscuro anunciaba la evidente nevada que toda la primera semana del invierno era normal.

El Chaton Kisa Yukina Shouta miro con fascinación a través de la ventana. Sus pensamientos dispersos recordaron aquel día tan especial, único, anhelado. Siempre lo disfrutaba como un delicioso postre, siendo alentado cada día que caía nieve idéntica cuando por fin obtuvo su libertad.

Todo y nada cambio. Su vida tomo un drástico camino cuando fue adquirido y luego amado por su esposo, el famoso pintor Yukina Kou.

La calidez, amor y respeto fueron un permanente desde aquel día, y en el fondo de su irracional y enamorado ser, sabía que sería normal aquello hasta el final de sus maravillosos días.

O al menos siendo tan feliz como lo era ahora, esperaba eso.

-Sera mejor abrigarnos bien, ¿no?- le susurro una dulce voz a su espalda antes de sentir los gentiles brazos rodearle. Shouta en silencio asintió.

-¿Tenemos que salir, Kou? No hay garantía de que tu amigo llegue hoy…

-Cierto, pero no me arriesgare. Hallward es ajeno a la mayoría de lo que es normal en Celes… No quiero que empiece su nueva etapa sin algo familiar en que apoyarse.

Shouta hizo una mueca, incomodo por la forma en que sonaba eso. Sacudiendo un poco su cabeza se separó del hombre y lo miro con curiosidad.

-¿Y de dónde dices que conoces a ese pintor, Kou?

-¿Mmm? ¿A Hallward? ¡En la escuela! Fue hace solo un par de años para mí, pero para él serán décadas, quizá. Ambos éramos jóvenes, inexpertos, amantes del arte… Lamento haberme distanciado de él, pero volvió a su lugar de origen y perdimos conexión… Y es triste volver a coincidir en estas circunstancias…

-¿Por qué lo dices?

-Shouta… el peor dolor que un artista puede experimentar, no es la crítica ni la ausencia de reconocimiento… es no poder expresar, pintar en nuestro caso… Y Hallward… él es un romántico puro… Creyó encontrar su musa definitiva en aquel joven ingrato, y es una pena que él haya tomado tanto de mi querido amigo antes de dejarlo como lo hizo…

-Vaya… No sé qué decir… -se lamentó el Chaton inquieto. Su compañero le sonrió tristemente antes de negar y cubrirlo con sus brazos nuevamente, casi ausente.

-No hay mucho que decir cuando de corazones rotos hablamos… y menos cuando involucrado esta el arte… Sólo me queda tratar de hacer que él vuelva a la vida… que encuentre razones para volver a tomar el pincel… Una musa que no lo traicione y le haga volver a alcanzar su máximo nivel…

-Pides mucho, Kou… -susurro avergonzado Shouta, sintiendo para su persona cada una de las palabras.

Él siempre sonaba tan dichoso y satisfecho al hablar así. Y en más de una ocasión no tuvo impedimento en confesar que todo era por él, por Shouta y la relación de años que llevaban.

-Oh, lo siento. ¿Es así? Es sólo que mi musa me hace tan feliz, que quiero que Hallward sea un caso parecido…

-Hablando de románticos empedernidos… Kou, ¿si sabes que no siempre existe un final feliz? Ve solo el caso de tu amigo…

-¡Pero en nuestro caso lo fue! En mi corazón siento que Hallward Basil ha encontrado su verdadero destino, lejos de influencias como Henry Wotton, y sobre todo del dolor que le causaba Dorian Gray…

-Sólo que hay que ayudarlo con eso, sí… -susurro sarcástico Shouta, pero su brillante príncipe solo rio divertido.

-¡Quizá puedas presentarle un par de Chatones! Uno hermoso… pero que no crea que sin belleza lo pierde todo…

-Exigente e ilógico… ¿Por qué me case contigo?- susurro con una pequeña y dulce sonrisa Shouta, alejándose antes de que el pintor notara el amor que le despertó por sus bienintencionadas acciones para su amigo.

Y si a su amor le hacía feliz ayudar al dichoso hombre con su musa… Shouta trataría de ayudar también.

 

 

 

Amar es superarse.

 

Si había algo que agradecer a la burda, indiferente y complicada tecnología de Celes, era el guiño coqueto y sutil con sus iguales menos avanzados.  

La nave que lo llevaba a su destino se mecía suavemente, casi en un arrullo noble de madre en una tranquila noche. El silencio, paisaje hermoso de nieve cayendo sin prisa, la escasez de personas ensimismadas como él mismo…

Todo lo alentó. A la deriva, como hacía alusión el trasporte, de traspasar con lento y fácil camino a través de la inmensidad del universo oscuro, misterioso, único.

Cerró los ojos y recordó como inicio todo. Su propia voz y la de esa mujer estridente, vanidosa y estrafalaria.

Sus miradas se cruzaron y el destino, dios, ellos mismos hicieron de sus caminos y decisiones, lo que término siendo una trágica y patética historia más. Otra que entre personas desconocidas, susurraban en la oscuridad del secreto, esperando nunca se sospechara hablaban desde el despiadado lado de la experiencia. 

Un pintor excelente, con talento innato, con aquella lección…

Pero debía estar agradecido de cierta manera. Su vida, como la de Sibyl Vane, termino de una manera románticamente dramática, deliciosa, cruel.

Todos sus crímenes y deseos tuvieron sus consecuencias y ahora estaba en paz consigo mismo.

Ojala sus rebeldes y repetitivos pensamientos, con voces, cuerpos e instintos parecidos a víboras enroscándose, estrangulándolo y evitando pensara con racionalidad, pensaran lo mismo.

De nuevo su inconsciente acudió al tentador pasado, a días felices y con la ventaja de la inconciencia que deparaba sus sentimientos.

Recordó con claridad esa mañana de Junio, soleada, apacible. La conversación y vulnerabilidad que, de cierta manera, ayudaron a que Harry actuara.

¡Benditas las palabras, que tienen vida propia y aun así las personas son capaces de ignorar!

 

>>Dorian Gray es mi más querido amigo- dijo en aquel entonces. –Es una persona sencilla y bondadosa. Tu tía estaba en lo cierto al describirlo. No lo eches a perder. No trates de influir en él. Tu influencia es mala. El mundo es muy grande y encierra a mucha gente maravillosa. No me arrebates la única persona que da a mi arte todo el encanto que posee: mi vida de artista depende de él. Tenlo en cuenta, Harry, confió en ti…<<

 

Más no debió. Lo había ya conocido por los sabios años, y él mismo riendo, con su cinismo y simpleza se lo dijo antes: “No confíes en mí”.

La confianza es efímera en personas indignas; uno de los pocos placeres y mayor vanaglorie de los estúpidos.

Curioso y torpe de su parte pensar en exigir algo que estaba en peligro de extinción entre la sociedad.

Así pues, la vida se encargó de plantearle la mayor lección de vida, acompañada de unas pocas más que fueron marcadas al rojo vivo en su interior, como al ganado se le señala. Y tal como a la bestia sin conciencia de su vida más que la que dicta su naturaleza, el final que le espero fue igual de brusco.

 

Ver convertido a ese ser que tanto admiro, enalteció y amo. Su apariencia delicada como una flor en su mayor momento, tan sublime, perfecta, inocente; su interior oculto y sólo débilmente avistado por ajenos que sobrevivieron a la impresión. 

Las voces y reacciones corrieron sin contratiempos como lo habitual. Ciego de fanatismo y cariño se negó a ser informado de la verdad clara para aquellos que no necesitaban pruebas.

Una y otra vez, su ser estremeciéndose cada vez más. Creyó cometer el mayor pecado de su vida al siquiera dudar de él, sin embargo la despiadada y fría ausencia de su presencia para engañarlo en cada ocasión, lograron que Basil se detuviera al borde del acantilado oscuro de la incertidumbre.

Le rogo con viva voz desmintiera aquello que ajenos y conocidos pronunciaban con la mayor convicción. Su musa, el mayor motivo de su arte no podía ser contaminado así…

Sus ojos tan crueles no tuvieron reparo y lo torturaron esa última vez. No hubo algún pequeño residuo de días felices, placenteros, de ambos charlando de nada en el estudio, sin límites para los deseos, sueños y emociones.

Hubiese dado todo aquel talento con el que se le acusaba en el arte, por entonces ser sordo, ciego, menos inteligente de lo que fue maldecido; quizá así se habría logrado escapar de ver convertido en aquello, lo que fuera, al ser que más admiro y venero.

Si en sus manos habría estado, Dorian Gray se mantendría en una perfecta jaula de transparente y bello cristal, aislado de males, tentaciones y realidades. Alejado de él mismo.

Él nunca fue correspondido como Basil se entregó, y lo supo más temprano que tarde, con toda la satisfacción de nunca ser engañado con esa idea. La acepto, disfruto y cuido, amando por dos, satisfecho con las migajas con las que se le alimentaba.

¿Por qué, sin embargo, de todos los castigos, fue esa la ruta que tomo el desenlace, tan brutal y definitiva?

Fue, por otro lado, necesaria. Lo sabía con todo el dolor que su destrozado corazón aún podía concebir. El final sólo se habría pospuesto, y quizá, dios no lo quiera, empeorara hasta asesinarlo.

Por eso quiso ilusionarse con la idea, que una pequeña parte del bien triunfo, dándole la ventaja aquella madrugada cuando discutió, reclamo e imploro en su casa, con sólo los resentidos y agonizantes sentimientos haciéndoles compañía.

¡Tanto habría dado sin pensar, verdaderamente, por ahorrarse ese par de horas! Pero siendo tan atroz como los rumores decían, Dorian no tuvo misericordia con él. No lo engaño más, no trato de pintar deliciosos e irreales panoramas donde ellos aún podían conversar y reír sin que lo impuro estuviese en ciernes.

Le reclamo, él a Basil; le pidió y él ignoro. Al final, recogió la cosecha que empezó al halagar su belleza y aumentar su vanidad, entregando su alma sin límite ni premeditación.

El principio del fin fue a causa suya solamente, egoístamente deseando continuar en la ignorancia, sin embargo las consecuencia de los actos de ambos al final los alcanzaron.

Dorian continuo alterándose, exigiendo lo acompañara arriba, mostrarle su verdadera alma, la respuesta a las preguntas, el suplicio de Basil. Las cosas fueron a peor, recordó con dureza; incluso se sintió en libertad de llorar si no hubiese venido su cobardía, queriendo irse, alejarse de su utopía rompiéndose en mil pedazos frente a sus ojos. Forcejearon, gritaron, y antes de que los criados, vecinos o el policía patrullando las vacías calles los interrumpieran, Basil vio con claridad aquello de lo que exclamaba el joven.

Una exclamación de horror escapo de los labios temblorosos y levemente abiertos del pintor. Fue la poca luz de la chimenea, los reclamos todavía flotando por la estancia, su instinto primitivo de supervivencia que gritaba porque abriera los ojos… cual sea el motivo, no fue del todo imaginaciones producto de la discusión.

Todas aquellas acusaciones, testimonios, relatos de involucrados y ajenos; los sentimientos que despertaban en todo aquel implicado y aludido al tema, tanto como aquellos que solo escucharon rumores y lo trataron, al igual que sólo fueron advertidos; todo tomo imagen y corrompió el bello rostro eternamente joven.

Fue tan claro que de haberlo tocado, habría sentido la frialdad y dureza de una piel en descomposición por la muerte, los años, las experiencias inmundas e inmorales que siempre dejan huellas imborrables.

Aquella hermosura que exalto y fue impulso para su inspiración, el motivo, el porqué de su arte… claramente degradada a una apariencia que no se acercó ni un poco a aquello que voces ignorantes exclamaban con verdadero fervor.

Tan real como quitarle la máscara de belleza extraordinaria, de inocencia y juventud. Tan irrefutable que de hecho aquella apariencia que mostro por todos esos años en su presencia, parecía la verdadera mentira para todos.

Algo en el interior de Basil se quebró, llego a su fin, y él sólo se liberó del mortal agarre de su amado y corrió, sin aliento, sin destino, sin detenerse, alentado por toda la fuerza de su sufrimiento.

De alguna manera alcanzo el tren hacia Paris, teniendo todo el camino para pensar, debatir, odiarse y decidir.

Al llegar a su destino cambio su ruta y desafiando las tradicionales y prejuiciosas ideas de un mundo obstinado en llegar a sus propias conclusiones sin la influencia de civilizaciones más avanzadas, se hizo de un aparato para llamar al último buen amigo que le quedaba: Yukina Kou, en Celes.

Quizá porque acababa de ser dañado por un ser hermoso, prodigioso y acaudalado, él recordó a otro gran amigo con el que compartió momentos dichosos.

Huir de la realidad, la mejor y única sabia decisión de los menos afortunados.

Pensar que algún día, él, quien se maravilló con sus logros que sin ayuda ni engaño alguno adquirió, terminaría huyendo desesperado por algo que él mismo creo.

Lo había sabido desde el momento en que acepto la realidad de aquella fascinación por aquel joven etéreo; todos vamos a sufrir por lo que los dioses nos han dado y terriblemente. Aquel dolor agonizante, ya casi sordo dado el corazón que estaba demasiado destrozado para sentir, lo merecía, era su precio por los magníficos instantes que robo y de los cuales no era digno.

-Siguiente parada: Sector 11, Japón. Mundo Líder, Celes. Tiempo aproximado: siete minutos. Anticipen su descenso y que tengan una excelente estadía.

La realidad una vez haciendo presencia independiente de sus deseos.

Hallward Basil suspiro como quien desea deshacerse de toda tristeza o alegría y apretó el botón al frente suyo, en la curiosa pequeña pantalla táctil.

Volvió a mirar por la ventana, esta vez luchando con cualquier osado pensamiento que lo atara todavía más al lugar, al mundo del que deseaba no volver a pisar sus tierras en lo que quedaba de vida, suya, de Dorian; donde no quedara un recuerdo de lo que sucedió una vez con tanta pasión y honestidad de su parte, con lastima de ese joven amigo suyo.

Sólo había un motivo por el cual vino tan impulsivamente y no debía olvidarlo: Paz, redimirse, aceptar este curioso desenlace sin volver al pasado con amargura. Lo haría por él mismo y su agonizante arte.

 

 

La sociedad de Celes, avanzada, sabía y tolerante seguía siendo tan indiferente e inmersa en sus propias vidas dichosas como aquella primera vez que la visito, sólo siendo un joven estudiante de Oxford aceptando un intercambio que hizo mella en su vida y experiencia.

Todo fluía con aquella facilidad típica de los que creen tener todos los conocimientos. El ritmo general daba la sensación de prisa, elegancia y modernidad. No había grandes conflictos, vidas complicadas, mentes estrechas.

Trabajando para cuidar de mínimos errores en sociedad, pues en lo privado la mayoría era incluso aburrido, salvo que pocos eran los que lo consideraban así, satisfechos, sabiendo claramente, o sospechando tras las palabras de extranjeros, como las cosas no eran tan fáciles lejos de los protectores y bondadosos brazos de aquel privilegiado mundo.

La nieve, un leve guiño a lo familiar, fue lo primero en darle una cordial bienvenida a lo que se convertiría en una larga etapa en su vida.

La gente de toda clase seguía sus caminos, sonrientes, confusos, enamorados a primera vista de lo que sus inexpertos ojos absorbían con veneración. Basil quería con fervor ser parte de ellos, no un “Protegido” más que acudía por seguridad lejos de todo lo conocido, totalmente resentido por su situación.

-¡¡Hallward!! Cerca de diez años sin vernos, y continuas viendo lo poético y filosófico de tu alrededor, ¿correcto?

-A Celes le falta un poco de premeditación, de filosofía y poesía, querido viejo amigo… -sonrió Basil aceptando con cariño el efusivo y honesto abrazo del brillante hombre. –Me alegro de ver que, en cierta manera, no soy el único en esencia igual.

-Yo soy el feliz de que concuerdes con eso. ¡La esencia de los hombres nunca debería desaparecer o ellos mismos lo harán!

-A eso me refería con filosofía en un nato habitante de este mundo- rio Basil ante de ver al acompañante del hombre compañero en profesión. –Me disculpo por mi arrebato y clara muestra de falta de educación… -murmuro dando una reverencia como era lo común en el mundo Celes al coincidir con alguien, un recordatorio al ver al joven misterioso dar su propia muestra de reconocimiento.

-¡Lo mismo digo, Hallward! Sólo podemos excusarnos en la querida amistad mutua, y mi compañero lo entenderá. Déjame saborear el placer de presentarte a mi esposo y alma gemela, Kisa Yukina Shouta…

-¡¿Esposo, Yukina?!- exclamo Basil tomado totalmente por sorpresa.

-Por favor, no me mires con esa cara. Culpa total fue tuya por aislarte completamente. Pensé en todo momento la desgracia de que no acudieras a la ceremonia ni nada asociado, Hallward.

-“Basil”, querido amigo. Estaremos juntos por un tiempo en el mismo planeta, y sólo queda deshacernos de esa frialdad ante tal eventualidad. Lo mismo diré a tu joven esposo…

-¿Puedo devolverle el gusto con que me llame Shouta?- sonrió el jovencito y extendió una mano hacia Basil, que gustoso y con una cálida sonrisa estrecho. Aquel gesto de previa investigación para su comodidad fue la mayor bienvenida que pudo recibir con agrado.

-Shouta… “kun”, ¿me equivoco?

-Para nada, Basil, amigo. Y temo incluso si lo hicieras, sólo permitiría eso o me pondré celoso… -rio el pintor acercando con un muy bien habituado gesto, a su sonrojado y callado compañero.

-Con la visible familiaridad y felicidad, dudo tales impuros sentimientos sean acogidos en su hogar. Enhorabuena, Yukina, Shouta-kun. Que la única y preciosa experiencia del matrimonio sea dichosa, larga y placentera…

-Gracias, amigo. No esperaba menos de ti, como el hecho de que incumplas tu propia petición al seguir llamándome por mi apellido. ¡Pero no importa! Obstruimos el camino y el clima empeora. Vayamos a casa, tomemos algo caliente y llamemos a los buenos y no tan lejanos momentos juntos.

-Oh, la seducción al vivir en el pasado no me atrae en estos desafortunados momentos, amigo, pero por ti y la ignorancia natural en tu joven esposo, cederé. Vayamos, vayamos. Pongo en sus manos mi seguridad en un lugar extraño.

-¡Que miedo lo que dices, Basil!- rio Yukina y guio en primer y aceptado lugar a su esposo; Basil aprovecho el momento para verlo con la afortunada posición de quien ve sin que el otro sepa.

Era menor en estatura y edad, por supuesto. Su rostro pintado de juventud lo contradecía la mirada chocolate; era clara la sabiduría por el pasado aún fresco en la memoria de la raza del joven Chaton, que a pesar del frio y la tentación a alejarlo con un gorro, el chico no cedió y mostraba con orgullo aquellas curiosas singularidades de un par de puntiagudas orejitas oscuras, semejantes a un felino.

Que maravillosas y estremecedoras historias se esconderían en aquella mirada analizadora y tímida. Que barbaries y sufrimientos experimentaría por solo un par de signos que lo diferenciaban de los demás, como Basil de Yukina por el cabello, edad o procedencia; salvo que aquello no fue tan criminalizado como una raza entera sin voz al principio.

Él lo supo, naturalmente. Aislado y alejado de la tecnología avanzada procedente incluso de otro país de su propio mundo, pero Basil se mantuvo informado por aquellas jugosas noticias que su sociedad de clase mediana-alta simplemente no podían guardar y disfrutaban de cotillear en reuniones importantes, dándose grandezas y otorgando opiniones sin fundamentos ni conocimiento fidedigno.

La noticia de la liberación y reconocimiento de los derechos de la raza antes esclavizada de los Chaton, fue polémica y abrió muchos debates, rápidamente siendo olvidada la principal fuente del alboroto, para ser común en los ingleses, centrarse en sus meras creencias y la “atrevida” consideración de efectuar algo similar en sus propios territorios.

Los pensamientos de Basil vagaron alrededor de su amigo pintor y no volvieron hasta que sus propias necesidades lo ameritaron.

Saber que en el futuro aquel tema ignorado por su parte seria de importancia, hacían merecedor a Basil de la falta de honor al acudir a sus nupcias, y saliendo de una amistad fracturada de la peor manera, hacían que una de sus prioridades fuera cuidar con mayor cariño a los pocos restantes amigos que le quedaban.

El corto camino disminuyo aún más con la amena conversación a su favor, sin tocar nada demasiado doloroso, ni extremadamente feliz, lo cual en una situación de sufrimiento, puede resultar en igual de condiciones que hablar de deshonras y muertes.

El Chaton permanecía en su mayoría callado, siendo tan inteligente y pensativo que agrado de inmediato a Basil, quien no lo apresuro a que sacara una conclusión acerca de él mismo, permitiendo que lo examinara a gusto hasta poder sentirse cómodo para hablar, participar y querer involucrarse.

Con su naturaleza sencilla que tanto echo de menos, Yukina logro hacerlo sentir cómodo, feliz se atrevería a decir; imposible no llegar a serlo alrededor de alguien tan a gusto con su actual vida.

Un artista reconocido, pintando lo que quería junto con la persona que amaba y le correspondía.

Ah… ciertamente algunas personas eran dichosas desde la cuna y permanecían así hasta su descanso tranquilo y eterno. Una agradable excepción si la persona era igual de amable como aquella decisión de su destino.

Y Yukina Kou era merecedor, sin duda alguna. El brillo desprendido con inocencia de su parte era entrañable, tanto como su sonrisa, sus ojos bondadosos y su actitud pocas veces egoísta. Un apasionado fiel del arte, de sus principios y alegrías, sin duda un admirable y cariñoso compañero de vida para el joven que decidió estar con él y amarlo.

Se veía en los gestos más distraídos, cerciorándose de que tenía puesta la seguridad ante un inesperado e improbable accidente automovilístico con la avanzada tecnología automotriz, cuidando porque no se notara demasiado aburrido, ni intrigado en su conversación.

Pero como amante de lo hermoso y simple, Basil disfruto mejor de las miradas, gestos compartidos, suspiros arrebatados y sonrisas apacibles, todo notoriamente causado por la presencia del contrario.

Un romance digno de vivir y admirar, donde dos almas puras y llenas de sentimientos comparten y aceptan el mutuo acuerdo de cuidado eterno. Sin pretensiones, ni hipocresías, sólo el cálido y apasionante sentimiento arrollador de amor, pasión, deseo. Una necesidad desesperada que les faltaba a sus compatriotas.

Era tan agradable ser testigo de aquel amor. En el fondo no había espacio para corruptos sentimientos de envidia y rencor, no con algo tan puro y majestuoso como aquellas dos almas amándose.

Tal vez un poco de deseo, amargura, resentimiento propio. Basil era humano, después de todo, con anhelos y necesidades. Quería ser amado, cuidado, tanto en lo físico como en lo emocional; no entregar una vez más su alma a quien encontraba disfrute en hacerlo sufrir, utilizándolo para un vil principal motivo por el cual algún día cercano sin aviso seria innecesario y hecho a un lado.

Sin embargo quería realmente pensar que aprendió su lección y no volvería a ocurrir aquello.

Aquella tarde en buena y amable compañía fue como un bálsamo para su cansada existencia, que exigía miles de cosas sin entregar casi nada. Con el matrimonio, más sin en cambio, todo era contrario. Las risas, charlas y recuerdos eran amenos y fáciles, tanto que en determinado momento él estaba sonriendo, tranquilo, olvidando que en algún momento estuvo triste.

Esos preciosos sentimientos debían ser los que todos alguna vez deberían de experimentar antes de morir.

Basil termino quedándose a cenar, en todo momento admirando la dinámica y casi perfecta unión de los compañeros que se desarrollaban sin complicaciones ante sus ensoñados ojos.

¿Había algo preparado para él? ¿O simplemente la vida había parado de darle dichosas sorpresas agradables?

Su corazón agonizante clamaba por una cura sin demasiado tiempo mientras que su cabeza lo callaba, junto con los anhelos que Basil intentaba entender.

Tantos años solo, independiente y orgulloso, inmerso en su arte, en la búsqueda de la perfección y esplendor de todo el don que en su interior se acumulaba preparado para salir sólo en ocasiones especiales, con motivos preciosos, acompañados de una musa.

Si tan sólo pudiera tener el control de aquella caprichosa etapa breve. Ahora que más la necesitaba.

Quizá por sus propios pensamientos y actitud distraída, Yukina no tardo en sacar precisamente ese tema a flote.

-Y dime, Basil… ¿Qué sucederá con tu carrera? En Celes tienes un gran número de seguidores, y no dudo que mi representante pueda conseguirte en un parpadeo más incluso influencia de la que poseías antes…

-Muy noble de su parte. Sería un honor cuando el momento llegue… pero antes temo, debo tener algo que entregar a cambio, y en este momento no lo poseo.

-Una vieja obra lo conseguirá. No necesitas presionarte mucho.

-Lo imagino, sin embargo debo insistir. Dado que mi vida ha cambiado de una radical manera, debo plasmarlo así pues en mi arte. Quiero que sea de todas las maneras posibles un espejo de mi interior, incluso dañado, incluso triste. Me dolería aun ahora ver una vieja obra alegre comparado con lo que ahora con esfuerzo plasmo…

-Mi querido Basil… Me duele tanto verte de este modo… Incluso lejos de Londres… él aún tiene potestad completa de ti.

-Temo lo tenga eternamente y nada pueda hacer…

-Esto no debería influir en la nueva vida que planeas.

-Sin embargo cualquier vida mía siempre irá de la mano con el arte. Mi vida es arte, y mi arte Dorian Gray. Lo será así siempre… aunque la palabra en sí, es vulgar y apresurada; lo sé, lo aprendí a boca de uno de los causantes de mi desgracia.

-Y yo me encuentro en la posición de detestar estar de acuerdo. Pero no soy nadie para juzgarte. Por compartir profesión entiendo perfectamente tu punto. Lo respetare…

-Tampoco hay motivo para lucir tan desolados. Porque el arte me ha dado todo lo que soy, luchare hasta la muerte por devolverle el mismo sentimiento. Luchare hasta el último satisfactorio momento, hasta entregarle todo. Quizá así pueda compensar las bondades que me ofreció.

-Lo seguirá haciendo, querido amigo. No desistas. ¡Y permítenos ayudar! Tu trabajo es un deleite disfrutar, y si bien dicen que los malos artistas siempre admiran los trabajos de sus semejantes, con gusto cargare tal estigma con tal de verte tomar una vez más el pincel con dicha, no obligación.

-También se dice que cualquiera puede empatizar con el sufrimiento de un amigo, pero se requiere de una naturaleza fina empatizar con sus éxitos. ¡¡Bendito el día en que me hablaste en la escuela!!

-Y bendito el día en que me regresaste el saludo- sonrió un tanto abochornado el joven hombre apuesto. –De esta manera… ¿me dejaras ser un poco caprichoso y ayudarte? Prometo que después de todo, será totalmente a tu favor.

-Ya una vez demostré que no puedo resistirme a negarle nada a una persona bella; tú no serás la excepción, amigo mío. Sólo doy gracias a Dios el que tu corazón ya esté ocupado y mi mente así lo entienda.

-¡Escuche eso!- se quejó infantilmente, feliz, el Chaton, dejando un servicio de té entre los dos, que después de compartir una mirada divertida, rieron.

 

 

Las palabras tienen vida, respiran, tienen mente propia, dispuestas algunas veces a deparar una cruel y lenta tortura a quienes ignorantes las pronunciaron sin la mayor preocupación.

Hallward Basil miro el cuadro que en otro momento había sido de vital importancia. El motivo para irse de Londres a Paris, un trabajo grande que con esfuerzos había tratado de aferrarse a lo que quedaba del talento alegre de Basil… Ahora, apoyado en el caballete, sin terminar, patético, no sabía en que estaba pensando.

Oh, por supuesto; sus pensamientos inconscientes llenos de la ilusión de que aún quedaba esperanza en volver el tiempo atrás, donde la inspiración brotaba sin límites con la sola mención de aquel seductor hombre.

-Ha terminado, Basil… -se repetía no menos de cien veces al día. –No tienes ni razón ni motivo para regresar. Todo acabo y ambos lo saben. Volver sólo haría de las cosas peores. Cruzaste la línea de la ceguera a la verdad absoluta y aunque te arranques los ojos, nada borrara la imagen de aquella noche.

Y como esa única verdad, la imagen de pesadilla regresaba para atormentarlo en todo momento, nítida como la primera vez. Sólo necesitaba un poco más de Basil para acabar con él por completo.

-Dorian, Dorian, ¡mi querido Dorian! Cuanto habría dado porque me asesinaras antes de dejarme ver esa clara muestra de tu corrompida alma; antes de que viera en que se trasformó mi inocente y dulce ideal que tanto ayude yo mismo a destruir. ¡Oh, Dorian!

La rutina no tan marcada, pero claramente repetitiva mínimo una vez en su ciclo, se repetía todos los días, con él levantándose, desayunando, viendo el clima áspero y nostálgico, quizá leyendo el periódico hasta entrada la tarde; cuando iba al estudio, miraba aquella inconclusa obra, se lamentaba y salía. Tal vez regresaba, quizá no volvía en horas hasta el día siguiente, pero en cualquier caso siempre terminaba asaltado por reproches y no quedaba tiempo para tomar el pincel y tratar de continuar.

La situación alargada por un par de meses preocupaba a sus amigos y sirvientes. Nadie tan osado para hacer algo tan drástico, se conformaban si acaso, con dar ánimos, animarlo a salir del pequeño y abandonado estudio, de no presionarse ni atormentarse.

Sólo daba cierta ventaja a su amigo pintor y el pequeño Chaton. Con sus personalidades era una barbaridad ignorarlos, y con su determinación, una lucha perdida oponerse a sus planes.

Fue a eventos, fiestas, incluso conoció a otros personajes diversos relacionados con la pareja; amigos, familiares, aliados. La confianza y sencillez de seres con riquezas y vidas simples le resultaban lo suficientemente fascinantes para olvidarse de sus propios problemas y frustraciones.

Sin otra aparente razón que simplemente distraerlo, sus amigos nunca fueron demasiados agresivos, exceptuando aquella tarde en que fue casi arrastrado a una fiesta privada de grandes dimensiones.

-Tú mismo lo dijiste en cierta ocasión, Basil; “nosotros, los pobres artistas, tenemos que aparecer en sociedad de cuando en cuando para recordar al público que no somos salvajes”- sonrió Yukina triunfante.

-Odioso y terrible el día que hice de ese pensamiento un principio. ¿Debo temer un encuentro más que cambie mi vida para siempre?

-¡Lo espero, sobre todo si es para bien! Aunque viendo el panorama, incluso uno malo estaría bien con el único alivio de sacarte de la tierra de los muertos vivos, Basil.

-He ir a una fiesta de clase alta seguro es la respuesta… -jugó con ironía, viendo de reojo a todos los asistentes en mejores prendas, joyas y modales.

-Tenemos que recordarte este lado igual de la profesión me temo. Pero no decaigas tan evidente, amigo. Vamos, te presentare, y si en toda la velada no encuentras alguien delicioso con quien conversar, libre es la salida y mi chofer contratado para llevarte a donde más desees.

-Triste que no haya lugar mejor incluso en circunstancias parecidas. Pasare por esto y tendré fe. Ya veré de dónde sacarla y desempolvarla un poco.

-¡Que luzca al menos hoy, viejo amigo! Anda, sonríe, relaja… y déjame presentarte a un viejo conocido de igual forma: Usami Akihiko…

El siguiente par de horas sus pies dolieron, su mente se llenó de varias pláticas agradables, sin embargo el vacío no fue llenado por mucho tiempo ni absolutamente nadie permaneció a su lado para salvarlo un poco más.

Sus ojos vagaban, buscando a sus amigos para despedirse, o un milagro para quedarse. Sus ojos se posaron de una persona a otra, sin mucho ánimo, sin mucho tiempo. Cada ser al siguiente era una caída de interés y animo que fue rozando el piso hasta fijarse en el ángel escondido en una orilla.

El eufemismo de la existencia misma era aquella miserable palabra.

Su largo cabello oscuro y con tonalidades azules, recogido cerca de su final, evitando con alegría para Basil, que nada de la belleza de su rostro quedara oculto. Las facciones más sutiles, etéreas y ambiguas, sin poder definir que sexo, que naturaleza realmente era.

Delgado, alto, elegante e incómodo en postura, mirando de un lado a otro con intensos ojos lavanda que destacaban hermosamente con inteligencia, tristeza, experiencia y amabilidad.

¡Y con la mayor razón del mundo, al ser acompañado eternamente por un par de orejas puntiagudas en la cima de su cabeza y una inquieta colita oscura oscilando en su espalda!  

El destino aún le tenía preparadas algunas sorpresas e ironías, según parecía.

 

Continuara…

 

 

Notas finales:

Si tienen alguna duda, feliz podre contestar, al igual que cualquier comentario que deseen ponerme ^^

Nos leemos esta misma semana con la continuacion y final (más largo, no teman xD).

Cuidense~

 

Christal Celeste de Garcia <3


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