Ha llegado la noche más feliz del mundo (occidental), esa fecha en la que las familias rebozan de amor y malos regalos, en que las empresas abusan de sus precios, y los edificios parecen sacados de un cuento futurista de mal gusto. Toda Nueva York sucumbe ante el espíritu de la temporada; todos, excepto una enorme torre de Manhattan, esa que es el símbolo de la paz y la tranquilidad.
Los héroes más poderosos del planeta no están exentos de la magia de la Navidad. La hermosa y mortal espía ha cedido a la petición de su compañero y mejor amigo, Hawkeye (cuya familia insistió en invitar a Natasha). Bruce es convencido por su hermosa compañera, no podría negarle absolutamente nada. Y Pietro, bueno, él no se perdería una fiesta en casa del arquero; después de todo, una oportunidad así no hay que desperdiciarla.
A Thor le hubiera encantado pasar la festividad midgardiana con sus amigos, pero sigue en búsqueda de su querido hermano (quien se encuentra vagando entre reinos, o por lo menos eso creen los chicos).
La misteriosa Wanda ha preferido quedarse con su nuevo mejor amigo, Visión, para aprender más del pensamiento abstracto generado por un androide (algo sumamente mágico para la mutante).
Al querido Capitán Rogers le encantaría festejar su fecha favorita del año (después del 4 de octubre) con sus compañeros. Pero, no se siente del todo cómodo con la idea de abandonar a su compañero favorito. Así es, el genio del equipo ha decidido pasar el 24 de diciembre sólo, encerrado en su laboratorio.
Todos, menos Stark, se encuentran en el lobby de la Torre. Los que se van se despiden de sus amigos, deseándoles una bella velada. Los hermanos Maximoff molestándose entre sí por sus, nada obvias, intenciones.
— ¿Seguro que no quiere venir, cap? – la hermosa pelirroja trata de convencerlo, pues sabe que el señor Scrooge no cambiará de opinión – Lo trataremos como se debe . . .
— Agradezco la invitación, pero necesito entrenar una nueva táctica de defensa – el cap sonríe con evidente falsedad, su corazón entristece por la amargura del moreno.
— No lo molestes, Nat. De seguro el cap está nostálgico por el clima, ya sabes, toda una vida en el hielo no se olvida – Clint trata de animarlo con la única forma que conoce.
— Claro, por eso odio los helados – Steve sonríe para no captar más la tención de sus compañeros.
— Sí, que encantador momento . . . ¿Podemos irnos de una buena vez? – Pietro ha subido todo el equipaje (regalos, alcohol, etc.) de sus compañeros al Quinjet. Ellos lo observan con molestia, en verdad se preocupan por el repentino cambio de humor de Steve. Maldicen a Tony por su actitud, pero n ose molestan en hacer gran cosa, sólo sería una pérdida de tiempo.
Se han ido, el Quinjet despega con rapidez y se pierden en el cielo estrellado. Wanda y Visión deciden platicar en la sala principal, ella está tan contenta por pasar tiempo de calidad con él, es el único que la entiende. El androide aún no comprende del todo las emociones humanas, pero agradece tener alguien que no lo trate como a una simple máquina.
El cap desiste de pasar tiempo con ellos, sabe que haría mal tercio. Sube al cuarto de entrenamiento, toma su fiel escudo, e inicia una simulación de ataque chitauri. Sólo su cuerpo está atento a los ataques de los hologramas, mero reflejo muscular. Porque su mente divaga, tratando de encontrar un motivo para el odio que alberga Stark en su frío y metálico corazón.
La hechicera habla con bastante soltura; el procesador de sonido de Visión capta todo con detalle, lo que siente al realizar un hechizo, la conexión con su gemelo, sus días de adolescencia, y los tristes recuerdos de ésta temporada.
Un par de pisos abajo, una de las mentes más brillantes del planeta se encuentra analizando los últimos datos arrojados por la gema de la mente. Trata de distraerse, de ahogar los molestos recuerdos que lo agobian cada año en ésta fecha. Trae un humor de los mil demonios.
El soldado no es de hierro, como él. Decide terminar con su intento de entrenamiento, no se encuentra enfocado en sus maniobras. Camina con desgano hacia su habitación, cierra la puerta tras de sí y coloca su escudo sobre su cama. Se retira su sudada ropa de entrenamiento y su ropa interior, piensa que tomar un baño caliente le ayudará a soltar un poco de su pesar.
Entra a su tina y deja correr el agua, siente como el agua moja cada centímetro de su cuerpo. Suspira al notar la nítida capa de vapor que envuelve la habitación. Hunde su rostro en el agua, no puede sacar de su cabeza la mirada fría del pelinegro. Nunca lo había visto así, el sólo lo conoció con una sonrisa en su rostro y sus cejas alzadas, entre coqueteando e inferiorizando a todos a su alrededor. Como extrañaba ese gesto, lo hacía sentí estúpidamente especial.
Sale del agua y envuelve su cadera con una toalla, el agua aún escurre por su fornido y definido torso. Se viste con cualquier prenda que encuentra, le da igual. Camina por la torre, sin rumbo fijo.
Recuerda su juventud, aquellas tardes de peleas de nieve con Bucky y sus otros amigos. Los villancicos que se escuchaban por todo el barrio. ¿Por qué su mejor amigo no podía disfrutar del momento? Él tampoco había tenido la mejor infancia, pero eso nunca le ha impedido celebrar la unión y el calor de la Navidad.
Sin darse cuenta, llega a la puerta del laboratorio. Desea entrar y hablar con él, hacerlo entrar en razón, pero no. Lo mejor sería dejarlo por la paz. Decide pasar un rato con sus compañeros.
— ¿Interrumpo? – no desea romper con el encanto del momento.
— Claro que no, capitán. Nos alegra que nos acompañe . . . – Wanda le sonríe con calidez.
— Gracias.
La inercia de la conversación, no logra atraparlo. Escucha sus voces, observa sus labios moverse, pero no logra comprender la plática. En su mente, sólo rondan sus queridos recuerdos junto a su madre y a Bucky, y la negativa de su mejor amigo por disfrutar la noche con él, y sus compañeros.
Los nuevos integrantes notan el ánimo de Rogers, es un libro abierto a ojos del androide y para los poderes de la mutante. Visión sugiere algo al oído de su bella acompañante, le pide que utilice sus poderes para subir un poco el ánimo de su líder.
La misteriosa Maximoff, sonríe de su peculiar manera. Arquea sus largos dedos y dispara repetidas veces en toda la habitación. De los brillantes destellos escarlata, aparecen luces de colores, adornos, algunos regalos, bebidas y, del techo, comienza a caer una leve nevada, algo hermoso y gentil a ojos del androide.
— ¡Capitán! – Steve ni siquiera nota todo el espectáculo mágico - ¡Voltee!
Voltea hacia la voz de su compañera, es recibido con una bola de nieve sobre su rostro. Finge molestia, pero comienza a reír de manera infantil, logrando alegrar a la pareja en potencia.
Steve se esconde detrás de su sillón favorito, y comienza la batalla contra la joven vengadora. Wanda arroja proyectiles por montones, utilizando sus hechizos. El pobre cap queda cubierto de pies a cabeza con la fría nieve, hasta parece un muñeco.
Deciden crear su batalla en una verdadera fiesta. La ingeniosa mutante, convierte el moderno sistema de sonido del anfitrión, en un clásico y bello tocadiscos (muy ad hoc con el cap). Comienza a sonar una melodía, las big bands alegran el corazón del nostálgico rubio.
Los tres beben (bueno, los que pueden) y bailan sobre la gruesa capa de nieve. Steve se siente muy agradecido por sus amigos. Pero, en todo buen cuento, nunca falta el villano que arruina la diversión . . .
— ¡¿Qué demonios sucede arriba?! – Stark lanza sus herramientas contra el muro y se levanta con ira.
Toma el ascensor y se dirige hasta el área de descanso, detesta que lo distraigan de sus experimentos. Lo que encuentra, termina de sacarlo de sus casillas. Los tres vengadores, aún bailando y jugando con la nieve, es demasiado para su tolerancia.
— ¡Se puede saber qué demonios pasa aquí! – el tocadiscos para en seco, mientras los tres se miran con preocupación.
— Tony, es Nochebuena . . . – Steve se acerca a él con el mayor tacto posible, su amigo está a nada del colapso nervioso.
— ¡¿Nochebuena?! – sonríe irónico – Con qué toda ésta mierda es por Nochebuena, ¿verdad?
— . . . – el cap teme lo peor, Visión calla y Wanda frunce los dientes, no tiene la mejor relación con el inventor.
— ¡Soporto todas sus estupideces el resto del año, pero hoy no! ¡No quiero ver ni una sola mierda navideña en mi torre! – su rostro está rojo del coraje, sus venas saltan en sus sienes.
— Anthony, tus signos vitales parecen . . . – su ex I.A. trata de calamr los ánimos.
— ¡Me importa una mierda lo que tus malditos sensores digan! Estoy bien, ¿sí? Sólo . . . – bufa tratando de articular sus palabras - sólo quiero silencio y tranquilidad. Así que, has desaparecer tus truquitos y déjenme en paz . . .
— Eres un idiota, Stark – Wanda sale de la habitación y lo empuja.
— Saben qué, no lo soporto. ¡Lárguense los dos de mi vista! – dirige su ira hacia la mutante y Visión – Y tú, compórtate y déjame trabajar – apunta su dedo al cap.
— . . . – algo en el corazón de Steve se había roto, sus ojos atravesaban a Stark, con desprecio y decepción.
— ¿Qué pasa, estás sordo?
— . . . – niega con su cabeza y procede a salir de la habitación – Te quedas sólo.
— ¡¿A dónde crees que vas?! – lo sujeta del brazo.
— Te dejo en paz . . . – se detiene sin ver el rostro de Tony.
— No seas tan melodramático, me enferma que seas así.
— Espero que no te ahogues en tu propia amargura . . . – se zafa de agarre y llama a Wanda y a Visión.
— ¡Tú no te vas de aquí! – vuelve a sujetarlo, detesta que las personas sientan pena por él.
— Tony, suéltame . . . – no quiere emporar las coas.
— Claro, es de suponerse que te comportes así. ¡Qué se puede esperar de un anciano nostálgico e inmaduro . . .! – Tony calma su respiración y se da cuenta de lo que acaba de decir – Steve, yo . . .
— ¡Aléjate! – lo empuja con fuerza, mientras los demás vengadores ven la escena – Wanda, llévanos con Clint. No vale la pena . . .
La mutante no pone ninguna objeción, asiente con amabilidad y, con su magia, los hace desaparecer ante un aturdido Stark. El no puede creerlo, todos eran un montón de inmaduros. Maldice a voz alta, y golpea el muro con toda su fuerza.
Refunfuña de vuelta a su laboratorio. Intenta seguir con sus análisis, pero está demasiado enojado como para concentrarse. Sube hasta el lugar que detonó su ira, alza la ceja con molestia al recordar a sus compañeros.
Camina hacia la barra y se sirve un trago de whiskey. Poco a poco se acumulan las botellas vacías, los vasos rotos en el suelo, y las malditas lágrimas que se escapan de sus enrojecidos ojos.
Se levanta con torpeza y se recuesta en ese sillón, el que su amigo tanto adora. Se bebe el resto de su quinta botella de un solo sorbo, se acurruca en el asiento y se deja llevar por el cansancio emocional que siente.