Capítulo único. Sins.
Hay ciertas costumbres que Jaebum no puede dejar y que a Youngjae le encantan, como el que le tome de la mano mientras caminan por el parque a pesar del sonrojo del menor y las miradas fugaces que éste le manda a su novio cuando cree que los demás los están mirando.
Es claro que Youngjae sigue siendo un niño a la vista del mayor y por eso lo cuida aunque al principio no era de esa manera.
Y, Youngjae, eso lo puede recordar bien. Porque cuando apenas conocía a Jaebum, el pelinegro le miraba retadoramente que sólo podía considerar aquello como hostilidad. Y a eso se tuvo que acostumbrar por un tiempo.
Después, para cuando él había pasado a segundo de secundaria, Jaebum se había graduado y no sabía si agradecer o negarse aceptar ese hecho, pues a pesar del mal trato que obtenía de Jaebum, le gustaban sus ojos que le perseguían deliberadamente.
Sin importarle aún más, se vino a encontrar con el pelinegro en la universidad y especialmente en el curso de canto. Pero, por lo que podía observar, el mayor seguía teniendo la costumbre de faltar a las primeras clases tal y cual lo hacía en años anteriores.
Apenas era temprano cuando decidió hacer lo mismo que él, no le haría daño perderse un poco en el campus; además, de entre todos los estudiantes, ¿quién sería capa de notarlo?
Eso pensó hasta que Jaebum lo encontró detrás de los últimos salones en el fondo.
Y, sin saber si eso era bueno o malo, lo siguió.
Pasó el tiempo dentro de una burbuja convencido de que esa sería la primera y última vez en la que faltaría a clases; y lo cumplió. Sin embargo, eso no quitaba lo bien que se la había pasado con Jaebum.
Sólo que el problema empezó a radicar en que le gustaba demasiado estar con el mayor, más de lo que podía aceptar.
No tardó en darse cuenta que el pelinegro sólo entraba a el taller de canto y después desaparecía de entre toda la escuela. Pero, como no queriendo, una tarde de otoño terminó siendo aceptado por él.
Así es como había conocido a Mark y a Jackson, mejores amigos de su nuevo “amigo”, y a su vez terminó conociendo a su parejas respectivamente: Jinyoung y BamBam. Este último venía de Tailandia o algo por el estilo había entendido esa día que le invitaron a salir.
Después de aquello, siguió observando al pelinegro salir de la escuela para encontrarse con sus amigos fuera de la institución. Admiraba la capacidad del mayor para hacer ese tipo de cosas en las que él nunca participaría sobre todo por el miedo a reprobar.
Había pasado un año cuando involuntariamente se enamoró del pelinegro, de su sonrisa y actitud despreocupada y de aquellos cabellos que con el tiempo se tiñeron de gris y otros tantos colores que, admitía, hacían ver a Jaebum más varonil y guapo de lo que recordaba Youngjae.
Al principio no estuvo de acuerdo con esos sentimientos, muchos menos con su corazón que latía a una velocidad increíble cada que sus ojos observaban el buen cuerpo que el mayor posee. Sólo que al final se dio cuenta de algo: que al luchar contra eso, más se enamoraba.
Por eso, a la mañana siguiente quiso hacer lo imposible, sólo para acercarse un poco más al mayor. Tomando su mochila salió de su casa y esperó por que el peligris llegara y le preguntara lo mismo de siempre como una costumbre que solía rechazar, pero que seguía estando presente.
—¿Vienes? —su mano se extendió frente a él y tragó saliva pesadamente aferrándose a su mochila como no sabiendo si tomar la propuesta o no.
Aunque… ahora que lo pensaba, no estaba mal empezar a pecar por Jaebum.
—Sí.
O terminar de pecar.