Ya faltaba poco, la azafata por el micrófono daba las indicaciones sobre la seguridad con mucha euforia, no parecía darse cuenta que todos la ignoraban ya sea por estar conversando o estaban más ocupados tratando de adivinar como era que se acomodaban los sillones para dormir. El sinceramente se concentraba en apretar la pelota que llevaba entre sus brazos y asegurarse de tener la bolsa para vomitar cerca. Y es que Hinata esperaba no tener nunca que viajar en avión, aunque claro sus padres pensaban lo contrario. Agradecía a Santa por escuchar sus plegarias y dejarlo ir a la final del campeonato nacional de voleibol, pero era una lástima que fuera demasiado lejos y que la única forma de llegar –porque sus padres no querrían tener un nada agradable viaje en auto de tres días- fuera aquel artefacto volador. Hacia esto por Kageyama, bueno para burlarse de este, y es que no hay nada mejor que sacarle en cara a tu mejor amigo el ir a uno de los partidos más impresionantes de voleibol del país y conocer a unos verdaderos jugadores profesionales, incluso tenia pensando decirle que uno de estos le había enseñado una técnica súper secreta, la cara de Kageyama al escucharlo valdría las molestias que sentía en ese trasporte del diablo.
Ahora sí, el avión empezó a despegar, los cuerpos de los pasajeros de mecían de un lado a otro siguiendo el movimiento de la nave, mientras Hinata se mantenía aferrado en sillón y en todo lo que estuviera al su alcance. No paso mucho tiempo antes de que se quedara dormido, ignorando sus constantes mareos. Había pasado aproximadamente media hora antes de que sintiera la molesta melodía de su celular vibrando en el bolsillo de su pantalón, algo disgustado respondió la llamada
¿Alo? –su voz sonaba ronca, y si le sumábamos su molestia por la repentina llamada se podría decir que esperaba que cortara inmediatamente-
Hinata, tengo algo importante que decir asi que escucha…- era Kageyama, parecía no notar el enojo por medio del teléfono
Kageyama estoy algo ocupado ahora, ¿no podrías llamarme luego? –De todas formas tenía pensado cortar pronto-
Disculpe, tiene que apagar el móvil en el avión- Por si no fuera poco ahora la azafata de trenzas lo regañaba-
Sera corto solo escucha un momento –Kageyama tampoco parecía entender sus indirectas, era realmente idiota-
Tengo que cortar Bakeyama, después te llamo –Ahora su cabeza empezaba a dolerle también, debió haberlo ignorado-
Señor, tiene que apagarlo –Casi olvidaba a la molesta azafata, parecía mucho más enojada que al principio
Solo espere un momento por favor, es que mi amigo…….-Pero su voz fue interrumpida por el sonido de una alarma y los gritos de las personas.
Miro por la ventana y vio como partes del motor se desprendían y el avión empezaba a caer en picada. El sonido de las alarmas, La voz de la Señora sentada a su costado exasperándose fue lo último que oyó en conjunto con el estrello de la nave. Qué final más trágico.
Había pasado una semana desde que el peli-negro llamo a Hinata y esta se cortó de repente sin poder terminar de hablar. Ahora se estaba preocupando, ni el, ni los profesores habían recibido noticia del peli-naranja, incluso cuando fue a su casa esta parecía vacía, probablemente solo se había enojado con él, estaba seguro de que así era.
Todas sus esperanzas se derrumbaron cuando recibió una llamada del profesor Takeda –desde cuanto tenía su número- la pregunta que estaba a punto de formular se desvaneció cuando este con la voz algo triste le dijo: “Kageyama, ¿Estabas preocupado por Hinata verdad? Porque no lo vas a ver, está en el hospital cerca del centro” no dijo más.
En una hora ya se encontraba subiendo la escalera del edificio en dirección a la supuesta habitación del “pequeñín”. Se le destrozo en corazón cuando lo vio. No estaba muerto ¿eso era algo bueno verdad? Solo se encontraría quieto, para siempre. No podría jugar más, no podría salir, no podría hablar. Y es que Hinata estaba parapléjico, pero a Kageyama no le importaba, el estaría siempre a su lado, después de todo, lo amaba.