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Secuestraste mi corazón por jenharuto

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Notas del fanfic:

Los personajes son propiedad de ChinoMiko.


Este fanfic ha sido escrito sin ningún fin lucrativo. Sólo por mera diversión y entretenimiento.


Me disculpo de antemano por los errores ortográficos y de narración.

Notas del capitulo:

 


¡Hola, cuánto tiempo!, ¿cómo han estado? Ojalá que bien ^^, bueno, ha pasado mucho desde la última vez que escribí un fanfic, no he tenido tiempo ni inspiración, además que anduve súper estresada…pero ya estoy bien. ¡Ah! Casi lo olvidaba… ¡FELIZ NAVIDAD! Espero que pasen una bonita Navidad junto con sus familias y… que no coman mucho ¡hahahaha! XD


Bueno c: ojalá y les guste, ¡lo hice con amorhs! 

 


 


 


La enorme pila de carpetas que reposaba sobre su escritorio se derrumbó, debido a, que otras carpetas fueron colocadas encima y no ser capaz de sostenerla. Nathaniel hizo una mueca, la cual no pasó desapercibida para la persona que se hallaba frente a sus narices, al otro lado del escritorio. La señora directora suspiró mientras acariciaba a su mascota, quien se encontraba entre sus brazos siendo cargada como un bebé y con expresión cansada, igual a la del rubio.


— ¿Podrías ordenar estos papeles también? — Preguntó la anciana, dejando la tarea de tocar a su perro, para señalar con su índice los documentos que en esos momentos tirados en el suelo estaban—. Tal vez te tome mucho tiempo, así que le diré al señor guardia que no cierre la puerta hasta que te vea salir, ¿ok?


El rubio no entendía porque le preguntaba, si de todas formas no tenía opción de quejarse ni negarse, ese era el camino que había elegido. Ser un lamebotas.


Posó una mano en su frente y asintió sin pesar. La mujer agradeció y le sonrió, diciéndole además que era un buen muchacho, para más tardar, dar media vuelta y marcharse por donde había entrado.


Ya que la vieja se había ido, Nathaniel se dejó desplomar en la silla giratoria detrás de él y, por efecto físico, ésta dio vueltas mientras que el rubio cubría sus ojos, sintiéndose abatido por todo el trabajo a realizar y pensando en una buena escusa para que el gruñón de su padre no le regañara por llegar tarde, aunque sabía que igual no le iba a creer. Ni siquiera le creía los buenos días.


— ¿Necesitas ayuda, Nathaniel?


La amable voz de Melody; la chica que vivía tras la espalda del ojos miel, a pesar que éste le había dejado muy en claro que sólo la veía como a una amiga, una preciada y valiosa amiga, llamó su atención y seguidamente la miró. Estaba sonriente y ya con unas carpetas en las manos.


—Sí, por favor —y el rubio sabía que necesitaba más que ayuda.


 


(...)


Cuando su reloj de muñequera sonó, avisándole la hora, frunció el entrecejo, pues, a pesar de que cuatro manos trabajaban mejor que dos, de la montaña de hojas y carpetas apenas había desaparecido la mitad y ya era muy tarde para que la chica castaña siguiera con el trabajo, estaba oscureciendo rápido.


—Melody, vete a casa. Es peligroso caminar por estos sectores en la noche—dijo el delegado con tono preocupado, puesto que esa chica en verdad le importaba mucho.


La nombrada castaña le observó unos cortos segundos y después asintió. Con las ruborizadas mejillas, se levantó de su asiento, en silencio, para recoger sus cosas y retirarse; pero, antes de cerrar la puerta tras de sí, se dirigió de nuevo al rubio.


—Buena suerte.


Y el chico no hizo nada más que sonreír.


 


(...)


La calma dominaba su alrededor. Se sentía como en un sueño, donde la brisa refrescante de los vientos del sur le despeinaba el cabello y acariciaba el rostro. El sol, con sus rayos de luz, iluminaba el hermoso paisaje frente a sus ojos. Se veía pacifico y lleno de paz. Un lugar donde no existían los documentos, exámenes, padres exigentes ni directoras molestas; sólo una increíble armonía de la que su persona podía disfrutar…


 


*beep, beep*


Su cabeza se despegó de golpe de la mesa en la que reposaba. La sentía pesada, adolorida y, tocándose el rostro, notó un bolígrafo hundido en su mejilla, ¿cuándo fue que se había quedado dormido?


Él se restregó los ojos con su antebrazo y estiró sus brazos, aflojándose los músculos mal trechos.


La pila de papeles había desaparecido al completo y su alma ya podía estar tranquila. Casualmente -no es que quería ver la hora ni nada por el estilo-, miró su reloj y sintió como el corazón se le detenía, los párpados se le extendían y la mandíbula se le caía...


— ¿¡10 p.m?!


Oh, no. Era tarde, MUY tarde.


Rápidamente, recogió sus cosas y salió de la sala de delegados. Todo estaba oscuro y silencioso. Se golpeó varias veces la frente para despejarte, pues aún se hallaba adormilado.


Corrió por el pasillo y llegó a la salida, la cual seguía abierta, tal y como había dicho la señora directora. Salió del edificio y no vio al guardia por ningún lado; pero, no le tomó la mínima importancia y continuó corriendo. La prioridad era llegar lo más antes posible a casa o papá le mataría.


Mientras iba a toda prisa, no oteó a transeúntes rondando, las calles estaban desiertas.


Lentamente, Nathaniel fue desacelerando; pues no era muy atlético, por lo que necesitó unos cuantos minutos para relajar a su acelerado corazón. Se detuvo y posó una mano en un poste de energía eléctrica, comenzando a respirar pausadamente. No sabía que iba a hacer, era terrible lo que estaba pasándole. No podía ocurrirle algo peor.


Hey.


Un golpe en su nuca lo mandó al suelo...y todo se volvió negro, completamente negro.


 


(...)


Unos ruidos extraños lograron despertarle de su obligado sueño. Abrió a la par los ojos y sólo vio oscuridad. Negro. Todo seguía negro. ¿Acaso no había despertado en verdad?


Se removió un poco y, con ello, notó que yacía recostado sobre un frío y rugoso piso, muy incómodo.


Algo le picaba en la frente e intentó rascarse; pero, al mover sus manos, se dio cuenta que éstas estaban presas, ¿un cabo ataba a sus manos?, y, ¿qué era ese olor semejante al metal?


Estaba pasado algo raro. Se retorció con más efusividad y se percató que sus piernas también estaba siendo apresadas por algo que parecían ser cadenas, ¿¡cadenas?!, ¿¡qué diablos pasaba?!


— ¡Hey!, ¿dónde estoy? —Preguntó al aire con el pánico gravado en la voz. No tardó demasiado para que el eco de sus palabras resonara, lo que le dio una idea de que se hallaba entre cuatro paredes, es decir, una habitación. No hubo una respuesta en concreto a su inquietud, por lo que, aún en las condiciones en las que se encontraba, intentó pararse, mas al equilibrarse en un pié, de inmediato cayó al suelo. Chistó con dolor, la caída había sido fuerte. Se mantuvo quieto en esa posición un par de minutos y, de nuevo, entre quejidos, pues, al haberse caído se había lastimado la barbilla y la sangre escurría de ésta, se fue incorporando con más cuidado hasta lograr sentarse. Lo tenían amarrado y encerrado, y no sabía por qué.


De pronto, unos gruñidos se alcanzaron a escuchar, eran roncos, sin embargo no se asemejaban al de un animal. Entonces, con suma precaución, Nathaniel se atrevió a preguntar.


—... alguien, ¿está ahí?


Esperó una respuesta, mientras que en el trascurso del tiempo, también oyó como alguien casqueaba la lengua con molestia.


— ¿Hola? —Insistió otra vez.


— ¡Tú...!, ¡déjame ir!


El rubio respingó sorprendido y, por inercia, retrocedió, golpeándose la cabeza con la pared tras suyo.


Ouups...


— ¡Maldito imbécil, suéltame! —La voz se escuchó más desesperada que amenazante.


Nathaniel se quedó quieto. Conocía esa voz; la voz del idiota que siempre discutía con él por la nimiedad más ridícula…


— ¿¡Castiel?!


No podía estar equivocado, se trataba del pelirrojo bastardo.


—... ¿delegado? —El nombrado muchacho preguntó, mosqueado.


— ¡Sí!, ¡soy yo! —Respondió el rubio con energía, moviendo los hombros. Nunca jamás se hubiera imaginado que le alegraría tanto escuchar esa molesta voz.


—...


— ¿Castiel? — Nathaniel preguntó nuevamente, ya que incluso el sonido jadeante que brotaba de la garganta del pelirrojo había cesado y se preocupó al pensar que de un momento a otro algo le hubiera pasado al chico.


—... ¿qué? — Inquirió el oji gris con tono rasposo como si le costara pronunciar sílaba alguna.


El rubio suspiró aliviado y extrañamente, para sorpresa de él, sonrió.


— ¿Te ha pasado algo? — Volvió a interrogar Nathaniel, intentando disipar con un charla la angustiosa sensación que se elevaba tal cual un logómetro en su ser —. Te has quedado callado de repente.


Castiel se removió incómodo y carraspeó.


—Nada importante—susurró, pero al encontrarse en un espacio cerrado el delegado alcanzó a oírlo.


En realidad al pelirrojo sí que le pasa algo. El había estado gritando en vano desde que unos hombres de negro lo golpearon y amarraron contra su voluntad y resistencia, por lo que su garganta se había resecado en gran medida y al volver a gritar cuando escuchó como alguien estaba hablándole a la supuesta nada, se la lastimó. Aquello sí que ardía.


Y por supuesto que no le diría al delegaducho que se había dañado, torpemente, él mismo.


Mnh— Nathaniel no estuvo muy convencido con esa respuesta, pero prefirió dejarlo estar. Tragó saliva y cambió la posición en la que se hallaban sus piernas —. ¿Sabes lo que ha pasado? —La verdad es que no creía que el teñido estuviera enterado acerca de lo que estaba pasando, mas nada perdía preguntando.


El pelirrojo hizo una curva forzada con sus labios y murmuró un insulto quedo hacia el rubio. El muy maldito lo quería hacer hablar.


—Pues...no lo sé—respondió Castiel como quien no quiere la cosa.


El rubio notó la poca seguridad y contrariedad en las palabras del chico que siempre deseaba replicarle e iniciar una discusión. Sintió que le había ocultado algo relevante.


Y sí, realmente Castiel si que sabía lo que estaba pasando, pues él fue quien presenció el acontecimiento.


 


.


.


.


 


Era más de la hora normal para salir a dar un paseo, pero las ganas por un buen cigarrillo se habían apoderado de él. La causa; una discusión con su madre, debido a, las notas del parcial que con cariño y atención la señora directora le había facilitado a la susodicha pelirroja. Estaba harto de la vida de estudiante. Levantarse cada maldita mañana temprano era un martirio y lo era más asistir a ese instituto que desde un principio supo que no le iba a gustar para nada. No era lo suyo. El estudiar no lo era. Estaba seguro que su destino se hallaba en un gran escenario con músicos profesionales decorándolo y una multitud de gente gritando su nombre; llamándolo para ser deleitados con la acústica que vibraría de su poderosa guitarra eléctrica. Pero no, a pesar que sus padres eran bastantes indulgentes y flexibles con él con respecto a sus decisiones, no estaban de acuerdo con ese camino de convertirse en un guitarrista. Castiel estaba seguro que era porque querían y soñaban con verlo en un carísimo traje y llevando un maletín con rumbo a una prestigiosa empresa, pero lo que no sabía es que sus padres realmente no querían que su único hijo terminara como la mayoría de los profesionales de la música rock metal; un inmundo greñudo adicto a las drogas.


Tsk, yo puedo hacer lo que se me dé la gana con mi vida—una ideología que para muchos era la llamada felicidad 'Hakuna Matata', pero lastimosamente en el mundo nada se lograba ni ganaba con hacer 'lo que a uno se le daba en gana'.


El cigarrillo se había consumido entre calada y calaba, por lo que se lo retiró de los labios y lo lanzó al piso de adoquín, para meter las manos en sus bolsillos y caminar con rumbo a su departamento.


El viendo estaba helándolo, y con ello optó por acelerar el paso de su andar, a lo que por causa del caprichoso destino, alcanzó a ver a lo lejos a un persona andando a paso quedo, como que quería y no quería correr, hasta que por fin lo vio caminar con normalidad y gracias a esto logro ver de quien se trataba…, ¿qué hacía el delegado fuera a tan altas horas de la noche siendo él un completo correcto chico que no salía de su casa para más de ir a la escuela?


Por un momento le pareció extraño, pero luego dedujo una posibilidad que encajaba a la perfección con esa situación. Aunque se habían dejado de hablar, Castiel conocía gran parte de la personalidad del delegado. Sabía que era un chico nerdioso y, sobre todo, un frustrado que nunca haría nada que provocara algún conflicto hacia él. Se dio cuenta que el rubio vestía la ropa idiota de siempre; camiseta formal y corbata, por lo que supuso que el muchacho rubio recién salía del instituto, cosa que era muy probable...tomando en cuenta lo lamebotas que era ese sujeto. Y que haría cualquier cosa con tal de sobresalir y ser el más querido por los maestro.


Castiel rodó los ojos y pensó en pasar de soslayo junto al delegado, pues de todas formas no le debía nada. Así lo hizo, siguió su camino a un paso lento y altanero; sin embargo, no paso mucho para que su cuerpo se paralizara y abriera los párpados con horror.


A pocos metros, frente a él, dos hombres llamativamente vestidos de negro, atacaron al muchacho rubio, golpeándolo en la nuca y lanzándolo al piso con ello. El pelirrojo no se lo creía y tampoco se movía, era como si cemento se hubiera adherido a su piel e impedía cualquier movimiento que su cerebro le ordenase.


¿Era real lo que estaba viendo? Oh, no, ¡por supuesto que lo era!


Hey, mira, tenemos compañía.


Como si fuera un interruptor, aquellas palabras sacaron al pelirrojo de su ensimismamiento.


—Nos ha visto—pronunció uno de ellos, con un tono que contenía cierta amenaza.


— ¿Qué deberíamos hacer con él? —Preguntó retóricamente el otro hombre, enseñando los dientes, dejando con eso muy en claro sus intenciones.


Castiel los miró perplejo, mas, esa expresión cambió rápidamente  a una de ira.


— ¡¿Quién diablos son ustedes y qué le hicieron al delegado?! —El chico apretaba los puños al mismo tiempo que se ponía en posición de ataque. No, aunque no le agradara, no podía permitir que lastimaran al rubio…no podía hacerlo por una razón que desconocía.


Sin pensarlo, atacó al que estaba más cerca, clavándole un puñetazo en el rostro y haciéndolo tambalear, cosa que lo distrajo y no pudo ver cuando el otro sujeto, notoriamente, más corpulento se abalanzó sobre él.


Un golpe en su parte abdominal lo dejó sin aire, obligándolo a retorcerse y agarrarse el área.


Tch, mira niño...no tenemos tiempo para perderlo aquí, así que, vendrás con nosotros.


La mano de ese hombre se le acercó al rostro, pero no tuvo tiempo de reaccionar cuando un tercero cubrió su boca con un trapo sucio desde atrás, acallando los alaridos insultantes que estuvieron a punto de salir de su boca.


—Recojan al rubio y suban todos al auto—Castiel escuchó en su oreja la voz ronca y profunda de un hombre  y después, sintió como éste mismo lo forzaba a caminar, empujándolo, hacia una gran camioneta. Vio al tipo más grande encerrando al chico rubio en la maletera.


— ¡Mnh!, ¡ngh, uwah! —Luchó y pataleó, pero fueron esfuerzos inútiles.


¡Delegado!, ¡maldito, déjalo!


Luego de tanto removerse...su vista fue cubierta y no supo a donde se dirigiría.


 


.


.


.


 


—Oye, Castiel—la voz del rubio lo trajo de nuevo a centrarse en el presente.


—... ¿qué quieres? —Le costaba bastante hablar, las abolladuras en su tórax dolían demasiado.


—...—Nathaniel se quedó callado y pensativo, pues realmente no tenía nada que decir.


De pronto, el crujido de la madera se escuchó en un ruidoso rechinar. Pasos oyéndose avisaron a los dos jóvenes que alguien se acercaba, bajando por las escaleras.


—Al fin despierto, muchacho—dijo un hombre de gran altura, vestido de ropa negra y con un gorro del mismo color, dirigiéndose al rubio, aunque, obviamente, éste no podía verle.


— ¡Desátanos, maldito viejo! —Gritó Castiel cuando reconoció esa voz, pues en su interior se había formado un enorme odio hacia dicho tipo.


El hombre tosió—. Cuida tus palabras, niño—demandó con un tono calmado—. Recuerda que a ti no te necesito, podría matarte en cualquier momento—esa vez su voz se llenó de amenaza.


Castiel –de mala gana-, hizo caso y rechinó los dientes, absteniéndose de empeorar su situación, más de lo que ya estaba.


Mientras que el rubio permanecía estático, con la mirada perdida y fuera de sí, ¿cómo que a Castiel no lo necesitaban?, ¿qué estaba pasando realmente?


—Bien—el hombre sonrió satisfecho y caminó lento hasta llegar donde reposaba el rubio, se acuclilló—. ¿Cuánto crees que tu querido padre me dará por ti?


A Nathaniel se le paró el pulso. Oh, Dios, ¿acaso era lo que estaba pensando?


—Sé quién es y que trabaja en unas de las más magnates empresas que controla el país. Tu familia se seca las manos con dinero, no creo que le importe mucho soltar unos cuantos billetes para recuperarte, ¿no?


Sí, era lo que estaba pensando; un secuestro. En serio que no le podía suceder algo peor. Pero momento..., ¿qué pintaba Castiel ahí?


—Llamaré a tu casa, seguramente han de estar preocupados porque no llegas—dijo con burla, para enderezarse y retirarse; sin embargo, Nathaniel lo detuvo con un llamado a gritos.


— ¡Espera! —El muchacho se arrestó—. Si me necesitas a mí, ¿qué hace él aquí? —Preguntó, refiriéndose al pelirrojo. Todo estaba muy raro.


— ¿Él? —Miró al chico y su sonrisa se volvió burlona—. Él sólo tuvo la mala suerte de vernos en el momento del crimen y querer hacerse el héroe, jamás secuestraria a un chico como él. Se ve claramente que su rostro apesta a pobreza.


—¡¡Oye!! — Gritó el pelirrojo, ofendido y rojo de rabia.


Hahahaha, bueno, espero que pasen una linda noche—dicho esto, el hombre se marchó.


Un silencio sepulcral se hizo presente, uno muy incómodo, al menos para el pelirrojo quien aún mantenía los dientes apretados por la ira contenida; sin embargo, Nathaniel había caído en un hueco en el que no oía nada, mas el latido de su corazón. ¿Castiel había intentado rescatarlo? ¿A él, su némesis?


—...—el rubio se mordió el labio inferior al punto de hacerlo sangrar. Una serie de sentimientos encontrados rebosaron de su mente y mancharon todo a su paso. Dolor. Furia. Confusión. Tristeza.


¿Por qué?, ¿por qué quisiste defenderme?, ¿por qué hacerlo si me odias?, ¿por qué?


¿Por qué salvarme?


Dentro de él se batía un conflicto; no podía creer que Castiel hubiese intentado protegerlo, de todas las personas, el que se arriesgó fue el pelirrojo..., ¿otro lo habría hecho? Su conciencia sabía que no.


El dolor físico ya no lo sentía, ahora tomaba poder el dolor psicológico; el dolor del recuerdo. Recordó cuando Castiel y él eran amigos, especialmente cuando eran niños. Él siempre fue un niño energético y medio desalmado, le gustaba hacer llorar a los más débiles para sentirse fuerte. Muchas veces se vio involucrado en una pelea, queriendo tomar el control del pequeño parque de la ciudad al que acudía. Peleaba con niños más grandes que él y por obviedad más fuertes, mas eso no le perturbaba ni un poco y arremataba contra aquellos, ¿por qué lo hacía si sabía que no podía ganar? Se preguntaran, pues la respuesta la traía consigo un niño de cabellos negros y ojos grises como el cielo que estaba a punto de llover. Ese niño lo salvaba. Lo defendía aun sabiendo que quien empezaba las peleas era él. Era su amigo, su héroe…


 


"Siempre te protegeré"  una inocente promesa, que se rompería con el tiempo.


 


"Es porque somos amigos" una amistad sincera, que agonizaría lentamente.


 


"Nunca te dejaré solo" una calidez cobijadora, que se desvanecería trayendo consigo un profundo frío.  


 


 



"Tú... y Debrah, no lo puedo creer"


Una confusión, que lo destruiría todo.



 


El rubio sentía su corazón doler y una opresión horrible aplastándole los pulmones, impidiéndole respirar bien. Necesitaba una explicación, su corazón la necesitaba.


—Castiel… ¿por qué intentaste rescatarme? —El simple hecho de pronunciar esas palabras era un gran esfuerzo, no por el nudo en su garganta, sino por la carga que llevaban esas palabras.


— ¿Qué? —El otro se vio incrédulo—. ¡No preguntes estupideces en una situación como ésta! —Sonó enfurecido, con lo que logró lastimarse más.


Nathaniel apretó los dientes, no se rendiría tan fácilmente.


—Castiel… ¿¡por qué has intentado rescatarme si me odias!? —El pedazo de tela que cubría sus ojos se empezaba a humedecer.


— ¡Arg, no lo sé! —Gruñó roncamente el pelirrojo. Tosió varias veces y carraspeó—, ¡cuando vi que esos tipos te tenían agarrado mi cuerpo actuó por su cuenta! —Jadeó, le dolía mucho la garganta y necesitaba beber agua.


— ¿...ah? —La furia golpeó su ser, esa no era una respuesta—. ¡No me mientas, Castiel! —Su voz sonó rota—. Trataste de protegerme… ¡Así que dímelo! ¡Quiero sab-


— ¡Arg, simplemente quise hacerlo, ¿ya?!


Nathaniel abrió mucho los ojos y las lágrimas cesaron.


 


 


 


 


 


 


Ah…idiota, ¿acaso no te das cuenta de lo estúpidamente feliz que me hace escuchar eso?


 


 


 


 

Notas finales:

 

¿Y?, ¿qué les pareció? Ojalá y les haya gustado y me dejen review’s… ¡me encantaría saber sus opiniones! :3


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