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Mi necesidad por Lyn-Lyn

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Notas del fanfic:

¡Hola! 


Aquí os dejo de nuevo con otro one-shot de Haikyuu, esta vez de Tsukki y Yamaguchi ^^ 


¡Espero que os guste!

Admiración. Siempre he admirado a Tsukki: su altura, su inteligencia, su fuerza, su talento... admiraba todo de él. Siempre había estado con él. Nunca me había importado si era cruel con el resto o si se mofaba mucho de ellos. Tsukki siempre había sido así.


Pero últimamente... ¿Por qué últimamente solo miraba a Hinata? Ya sé que quería su talento y esa manera de rematar, no hacía falta que lo dijera para yo verlo. El problema residía en que a Tsukki le daba igual todo. Le daba igual lo que hacía porque era bueno en ello, entonces nunca se esforzaba lo suficiente. Eso era a lo que estaba acostumbrado, pero no... ya no. Ahora se estaba esforzando. Se estaba esforzando por Hinata.


Eso, de alguna manera, lograba enfurecerme. ¿Por qué tenía que esforzarse por Hinata? ¿Por qué solo por él? ¿No era yo su amigo? Sonreí. No, por supuesto que no. Tsukki no me consideraba su amigo. Me consideraba una molestia. Me lo había dicho muchas veces cuándo éramos pequeños. Ahora ya no tanto, pero sabía que lo pensaba.


-          Con esa manera de pensar no llegarás lejos, Hinata. Aunque tampoco es que puedas, teniendo en cuenta tu altura -estaba insultando a Hinata. Otra vez.


-          Tsukki... -traté de mediar, como siempre. Él me miró mal, como siempre, y se calló... como siempre.


Mirando el balón de volleyball... no lo comprendía. No comprendía por qué no mejoraba. No comprendía por qué no era capaz de hacer un saque correctamente. Todos avanzaban... pero yo no. Era penoso.


-          Se acabó la práctica por hoy -anunció Suga-san.


Solté el balón como si quemara y ayudé a recoger. Después, me duché y cambié de ropa. Me despedí del resto y me fui a casa con Tsukki. Como siempre.


-          Tsukki...


-          ¿Qué?


-          Da igual, no importa -sonreí amablemente y esperé a que alejara la vista de mi cara para poder dejar de sonreír.


Fui empeorando. A partir de ahí, fui empeorando hasta que llegó un momento en el que pensé en abandonar. Tsukki no me necesitaba. No como yo a él. En cierta manera, me gustaría que me necesitara. Me gustaría que me quisiera una mínima parte de lo que yo lo quería.


Estaba tan... decepcionado conmigo mismo que acabé cogiendo un terrible dolor de estómago por el estrés. No obstante, seguía yendo a clases y apareciendo en el entrenamiento. El dolor tendría que irse tarde o temprano... ¿no?


Pero no lo hizo. Hubo un día en el que estaba en clases, hablando con unos compañeros mientras que Tsukki escuchaba música cuando el dolor se hizo tan fuerte que me arrancó una lágrima. Me encogí sobre mí mismo intentando que desapareciera mientras todos se alarmaban.


Miré hacia Tsukki, pero él no me miraba. Estaba mirando por la ventana, como siempre. No podía aguantar mucho más.


-          ¡Yamaguchi!


Me desperté en la enfermería, tumbado en una de las camas, junto a la enfermera. El dolor había disminuido lo suficiente como para querer incorporarme.


-          Alto ahí. Tienes que descansar -la enfermera me puso una mano en la frente y me obligó a tumbarme.


-          ¿Llevo mucho dormido?


-          Querrás decir desmayado, ¿no? Solo unas pocas horas. He llamado a tu madre para que te recoja. No estás en condiciones de seguir aquí.


-          Pero... tengo prácticas de volleyball y... los exámenes. Los exámenes son pronto -estaba entrando en pánico.


-          Tú de eso no puedes preocuparte y lo sabes. He visto que estabas tomando pastillas calmantes. Debes saber que el dolor era por el estrés y aun así... -negó con la cabeza-. No recomiendo que aparezcan por el instituto hasta que estés recuperado y evita los focos de estrés. ¿Entendido? Hablaré con el equipo de volleyball para que sepan de tu ausencia -escribió algo en una carpeta y me miró antes de desaparecer.


-          Sí.


De todas formas, cuando llegó mi madre, se lo explicó y mi madre le aseguró que obtendría un merecido descanso de todo. Vaya que si lo obtuve.


Estaba tan preocupada que apenas me dejaba salir de casa y no me dejaba hacer de nada. Era absolutamente agobiante. Por suerte para mí, mía dos padres trabajaban por las mañanas, así que yo salía entonces a dar una vuelta.


Cogí esa costumbre y poco a poco, el dolor fue remitiendo. Conforme volvía a calmarme, el dolor remitía.


Por las mañanas, siempre pasaba por un parque en donde niños pequeños jugaban y yo siempre me paraba con ellos y jugaba un rato. Era divertido porque me seguían en todo lo que decía y sus madres estaban agradecidas por verme jugar con ellos.


Estaba haciendo un castillo una de las mañanas, cuando una sombra tapó el sol que nos daba a los niños y a mí.


-          ¡Qué alto! -dijo uno de esos niños.


-          Así que aquí te escondías -la voz de Tsukki me hizo ponerme en pie de golpe.


-          Tsukki... -en cuanto vi su rostro, noté un regusto amargo en la boca-. Chicos, nos vemos otro día.


-          ¡Adiós! -nos despidieron agitando sus pequeñas manos de una manera adorable.


Me limpié las manos de arena en la ropa y eché a andar nerviosamente. Salimos del parque y entonces me atreví a mirar a Tsukki. Estaba serio, pero eso era normal.


-          ¿Qué haces aquí fuera? -preguntó.


-          Mi madre no me deja salir de casa, así que cuando ella no está, salgo. ¿Qué haces tú aquí? ¿No tienes clase? -pregunté a su vez.


-          No. Hoy solo había entrenamiento y me han echado.


-          ¿Por qué? -pregunté alarmado.


-          Nadie me soporta -dijo fácilmente, lo que me hizo sonreír un poco. Tenía razón en eso de que nadie lo soportaba.


-          Te traje los deberes y apuntes. La profesora pensó que sería mejor que te los llevara un amigo -asentí. Era obvio que Tsukki no iba a traérmelos por voluntad propia. Era una molestia.


-          Gracias, Tsukki -por supuesto, no hacía falta decir mucho más. Nuestras conversaciones nunca iban más allá de lo básico.


Llegamos a mi casa y él me extendió una bolsa con los cuadernos y libros. Le volví a dar las gracias.


-          Nos vemos, Tsukki -me despedí abriendo la puerta.


-          Adiós, Yamaguchi -lo vi ponerse los cascos y marcharse.


No cabía la menor duda de que no me necesitaba. No cabía la menor duda de que solo era una molestia. Eso me volvió a provocar dolor de estómago.


Seguramente, mi situación con Tsukki y el volleyball era lo que me había metido en este embrollo. Tenía que aprender a apartarme de él. Fuera sentimientos. Fuera estrés. No necesitaba a Tsukki. Estaba bien solo.


Repitiendo eso, volví al instituto. Volví a las clases y cuando entré en la cancha de volleyball, todos vinieron a abrazarme y me hicieron una especie de fiesta. Hinata no paraba de saltar y Kageyama no paraba de gritar para que se estuviera quieto.


-          ¡Yamaguchi! ¡Yamaguchi! Pensaba que Tsukki nos iba a volver locos -gritaba Hinata.


-          Es cierto -dijo Suga-san-. Sin ti es horrible -sonrió hacia Tsukki.


-          ¿Me hace ser horrible decir la verdad? -dijo sonriendo fríamente.


Antes lo hubiera frenado de decir eso, pero no lo volvería a hacer. Estar con Tsukki era lo que había empezado a hacerme mal. Sulfurarme, compararme con él, necesitarlo... era lo que me había llevado a esa situación. No iba a estar así nunca más.


Volvimos entrenamiento y yo comencé a amar otra vez el volleyball. A encontrarlo divertido. No quería obsesionarme y no quería estar estresado. Iba a estar bien.


Lentamente, comencé a mejorar en el volleyball y comencé a distanciarme de Tsukki. Muy lentamente, dejé de hablar con él, dejé de frenar las cosas hirientes que decía y comencé a hablar más con gente de mi clase. A veces, algunos de ellos intentaban invitar a Tsukki a venir a jugar a videojuegos o al karaoke después de clase, los días en los que no entrenábamos. Tsukki lo encontraba una pérdida de tiempo y lo rechazaba. Se ponía los cascos y se aislaba.


Esta situación continuó un tiempo y Tsukki se volvió incluso más afilado que antes. Sabía que se aburría y sabía que no había nada que llamara su atención como para intentar entretenerse. Hastiado. Esa era la palabra para definirlo.


-          ¡Han abierto una nueva cafetería! ¡Vamos después de clase!


-          Lo siento, pero tengo entrenamiento -me excusé ante mis nuevos amigos.


-          ¡Ven Yamaguchi! ¡No sería lo mismo sin ti! -dijo otro.


-          De todas formas, no haces mucho en el equipo -ese comentario me molestó. Antes, lo mismo no hubiera dicho nada, pero ahora no iba a callarme.


-          ¿Qué pasa si no hago mucho en el equipo? ¿Tienes algún problema con eso? ¡Yo no juego porque quiera ser titular! ¡Juego porque me gusta!


Me levanté, enfadado, recogí mis cosas y me fui mientras el resto gritaba para que parara y pedía al chico que se disculpara.


Sabía muy bien lo que todos pensaban y hasta yo mismo lo creí. Pero ya no. Juego al volleyball porque me gusta y no porque vaya a ser bueno en ello. Me costó volver a pensar así, pero ahora lo hacía. Me gustaba y no iba a dejar de hacerlo solo porque no jugaba en partidos oficiales. Quizá no tenía el talento de Hinata o las habilidades de Kageyama. Ni siquiera era alto como Tsukki, pero jugaba porque me gustaba. Eso no podría quitármelo nadie.


-          Pensaba que te callarías o te echarías a llorar -la voz de Tsukki me sorprendió y me hizo perder el equilibrio-. Torpe -por supuesto, Tsukki no iba a dejar pasar mi casi caída sin decir nada.


-          Pensaste mal, Tsukishima -su cara hizo una mueca que nunca antes había visto.


Aceleré el ritmo, pero, por supuesto, el mantuvo el paso con facilidad gracias esa largas piernas suyas.


Fuimos al entrenamiento y nos pusimos el uno lejos del otro y fue tan notable, que Suga-san vino a hablar conmigo en el momento en el que todos habíamos tomado un descanso. Como era tan discreto, fuimos a hablar a otra parte.


-          ¿Qué ha pasado entre Tsukishima y tú?


-          No ha pasado nada, no sé a lo que te refieres -su mirada seguía clavada en mí. ¿Cómo podía ser una persona tan bondadosa y dulce?


-          A mí no me engañas, Yamaguchi. Puede ser que tú hayas mejorado, pero Tsukishima no ha parado de empeorar -fruncí el ceño ante eso.


-          ¿Cómo? Yo lo veo igual que siempre -Suga-san negó con la cabeza.


-          No. Yamaguchi. Tsukishima está peor. Ha vuelto a ser como era antes. No se esfuerza y le aburre estar aquí. Deberías saber que casi no fue a los entrenamientos cuando... en tu ausencia -rectificó lo que iba a decir. Sabía por qué. Suga-san siempre había tenido mucho tacto.


-          Tsukishima siempre ha sido así.


-          Pero comenzó a esforzarse y lo sabes.


-          Por Hinata -Suga-san se rió ante aquello.


-          ¿Hinata? ¿Por qué tendría que esforzarse por Hinata? Yamaguchi, no lo entiendes -me revolvió el pelo haciendo que me sonrojara-. Anda, vamos. Ya lo entenderás a su debido tiempo.


¿Qué querría decir con aquello? Suga-san siempre parecía estar un paso por delante de todos nosotros en cada ocasión. Era un misterio saber cómo lo hacía.


El entrenamiento acabó y me fui a casa. Solo. No me había ido con Tsukki desde hacía un tiempo y no iba a empezar ahora solo porque Suga-san plantara dudas en mi cabeza.


Al día siguiente, cuando fui al instituto, me sorprendió la rápida disculpa del chico que ayer me insultó.


-          ¡Lo siento, Yamaguchi! De verdad que lo siento.


-          Sí, tampoco pasa nada. No iba a estar enfadado por siempre -el chico pareció aliviado.


-          Ayer, al irte, Tsukishima vino a hablar con nosotros. Nos dijo que habíamos sido muy crueles contigo, porque te estabas esforzando al máximo. También nos dijo ciertas cosas feas... -torció la cara con disgusto-. No sé cómo pudiste ser amigo de alguien que es tan... malo -estaba sorprendido pero también enfadado.


-          Bueno, ya te he perdonado. No pasa nada.


En aquel momento, entró Tsukki a clase, escuchando música. Estaba tranquilo porque Tsukki siempre estaba tranquilo.


Nos miramos y nos ignoramos mutuamente mientras íbamos a nuestros respectivos sitios. Me preguntaba ahora qué pasaba con Tsukki. Él nunca se hubiera metido así por otra persona. Él nunca lo hubiera hecho por mí antes... ¿y ahora sí? Luego estaba lo que había dicho Sugawara-san.


Él seguía ignorando a los demás e insultando sútilmente a quien lo molestaba. A simple vista, parecía estar como siempre. Tendría que hablar con él porque como yo no fuera, él no vendría a mí.


-          Después de entrenar, ¿puedes quedarte a hablar? Hay algo que quiero preguntarte.


-          Vale.


Estaba nervioso. Estuve nervioso desde que le dije eso hasta que finalmente se acabó el entrenamiento. Hablé con Suga-san para que los dejara hablar después de recoger y le pidió las llaves al profesor para que cerráramos nosotros la cancha.


-          Buena suerte, Yamaguchi -me extendió las llaves, me guiñó un ojo y se fue con el resto.


Suga-san era como un ángel caído del cielo.


-          ¿No tenías algo que decir? -incluso con el tono de esa pregunta, podía ver que era una molestia para él pararse a hablar conmigo.


-          Yo... ¿Tú no tienes nada que quieras decirme? -pregunté. Contaba con que su personalidad directa contestara.


-          No -eso era una mentira como una catedral de grande.


-          No me mientas. Te conozco desde hace mucho.


-          No tengo nada que decir, Yamaguchi.


-          Eso es mentira. ¿Por qué esa intervención con esos chicos? Tú no haces nada por los demás. ¿Por qué? -presioné pero no obtuve respuesta-. Tsukishima. Contesta -ordené.


-          Creo que es mejor que me vaya -dijo con su voz aburrida.


-          ¿Estás huyendo? ¿Por qué huyes? ¡Tsukishima! -lo perseguí y le cerré el paso antes de que se fuera.


-          No es bueno para ti estar conmigo. Tú también te has dado cuenta. No soy bueno para nadie, así que haz lo que has estado haciendo este tiempo y déjame en paz -podría sonar cruel, pero no lo era. ¿Tsukki estaba siendo considerado conmigo o eran imaginaciones mías?


-          ¿Por qué crees eso?


-          El estrés... Fue cosa mía, ¿verdad? -no iba a contestar afirmativamente a eso.


-          ¿Por qué crees eso?


-          Cuando te llevé a la enfermería -me sorprendí al escuchar que él me había llevado-, solo de retorcías de dolor diciendo mi nombre. Era evidente que era por mi culpa. Cuando comenzaste a ser como el resto, confirmé mis sospechas.


-          ¿Por qué no me dijiste nada?


-          ¿Por qué tendría que haberlo hecho? Tú tampoco lo hiciste –me acusó y era un golpe bajo.


-          Porque pensé que iba a ser una molestia para ti.


-          ¿Una molestia? ¿Por qué una molestia? -era la primera vez que lo veía desconcertado.


-          Porque soy yo quien te sigue alrededor y tú solo... bueno, dejas que juegue a tu lado. Pero no me consideras un amigo. Nunca me cuentas nada de lo que pasa contigo -eso era otra acusación, pero no había manera de que sonara mejor.


-          ¿Por qué pensaría eso? -se acercó a mí frunciendo el ceño-. Si lo pensara, te lo habría dicho -se rascó la cabeza-. ¿No somos amigos desde pequeños? -era la primera vez que lo decía en voz alta y eso me hizo inmensamente feliz.


-          ¿Por qué fallas en los entrenamientos? -pregunté pues hoy estaba hablador.


-          No es asunto tuyo.


-          Si me consideraras tu amigo, me lo dirías. -presioné.


-          Como te lo diga, vas a estar asqueado -dijo con voz queda, desviando la vista de mí.


-          Prueba.


-          Me gustas, Yamaguchi -oh, vaya.


-          ¿Tú a mí también? -pregunté confundido.


-          No es en ese sentido.


Recortó la distancia entre nosotros, me cogió de la cara con suavidad y me besó. En los labios. Tsukki me estaba besando. ¿Qué? ¿Qué? Un momento... ¿Qué?


Sentía que mi corazón iba a estallar de felicidad y, cuando se separó de mí, solo pude ponerme rojo y llevar una mano a mi boca, todavía sorprendido.


Tsukki frunció el ceño y murmuró algo para sí antes de esquivarme y echar a andar hacia la salida. No pudo llegar, porque lo cogí del brazo.


-          Yamaguchi... -murmuró con tono de reprimenda.


-          ¿Por qué? ¿Por qué te gusto? -pregunté en voz queda.


-          Eres todo lo que yo no puedo ser. Me complementas. Eres el único que me entiende. Eres adorable -lo afirmó todo secamente y en el mismo tono, pero yo sabía que si lo decía, era cierto.


Ahora fui yo quien lo abracé con fuerza, apoyando la cabeza en su pecho. Cuando lo noté perder el equilibrio, lo cogí por el cuello del uniforme y lo atraje a mí para besarlo.


Cuando lo solté, Tsukki estaba rojo. Era la primera vez que lo veía sonrojarse de esa manera.


-          Yo... osea... Yamaguchi, tú... -me eché a reír cuando lo vi tan azorado. Incluso se tapó la cara con una de sus manos.


-          A mí también me gustas, Tsukki -sus ojos se abrieron de golpe.


-          ¿Cómo puede ser posible? Si mi personalidad... -negó con la cabeza-. El que te desmayaras fue mi culpa. No quería que te siguiera pasando nada malo por mí -su voz sonaba incrédula.


-          A mí siempre me has gustado, Tsukki. Verte avanzar y alejarte de mí fue lo que me hizo ponerme enfermo. No aguantaba que fueras capaz de dejarme atrás.


-          ¿Cómo podría hacer yo eso? Eres tú la única razón por la que hago las cosas. El único que puede frenarme de decir cosas crueles -parecía que no nos entendíamos. Cada uno interpretó las cosas a su manera-. Entonces... ¿puedo dejar de ignorarte? -preguntó.


-          Claro que sí.


Que yo no lo necesitaba o que yo no lo quería. Mentiras. Una detrás de otras porque la verdad es que cuanto más me alejé de él por mi propio egoísmo, más vigilaba sus movimientos desde lejos. Que no me importaba era una mentira que había decidido creer en su momento pero no era cierto. Tsukki nunca me había dejado de importar.


-          ¿Vas a estar bien conmigo?


-          Claro que voy a estar bien contigo Tsukki. Lamento haberte apartado de mí así.


-          No te preocupes, lo entendía -pero estaba seguro de que no le había sentado bien.


Levanté una mano y la apoyé en su cara, contento de que me permitiera tocarlo de una manera tan familiar.


-          Has estado triste sin mí, ¿verdad? -asintió. Eso me hizo sentirme realmente importante.


-          ¿Y tú? ¿Me echabas de menos?


-          Siempre, Tsukki. Yo siempre te he necesitado.


-          Espero que eso nunca cambie -Tsukki no era tan directo nunca expresando lo que sentía y por eso me hizo muy feliz.


Me volvió a besar de nuevo y me quitó las llaves para cerrar el gimnasio. Cuando estaba a punto de cerrar la puerta me hizo un gesto con una sonrisa y yo corrí hacia él. Era tan feliz.


Poco después, íbamos a casa tomados de las manos. Tsukki tenía la misma cara de molestia de siempre y en otra época yo mismo lo hubiera pensado, de no ser por la mano que tomaba la mía. Apretaba con mucha fuerza, como si tuviera miedo de soltarme. Eso me hacía sentir eufórico. Me hacía quererlo aún más.


En la despedida fue tan dulce que casi me entraron ganas de llorar. ¿Cómo podía ser tan feliz? Me sentía casi culpable por ser tan feliz.


Al día siguiente, cuando llegué al instituto, fui a hablar con la gente de la que me había hecho amiga porque... bueno, no iba a ignorarlos ahora que tenía a Tsukki. Una lástima que él no pensara lo mismo.


-          Yamaguchi no está interesado en esas cabezas huecas vuestras -dijo apoyando un brazo sobre mis hombros, nada más entrar en clase-. Le haríais un favor si lo dejárais en paz.


-          ¡Tsukki! -protesté.


Me sorprendió ver la mirada furibunda que les echó a los chicos antes de irse a su escritorio y sentarse.


-          Lo siento, es que hemos vuelto a ser amigos -expliqué.


-          ¿Cómo puedes ser su amigo? Tiene una personalidad horrible.


-          La personalidad de Tsukki no es horrible. Solo es directo. Pero es amable y comprensivo. No lo insultéis de esa manera.


-          Me alejé de ellos y le quité los cascos a Tsukki para hablar con él.


-          No tenías por qué hacer eso -le regañé.


-          Estaba celoso. ¿Por qué no haces algo al respecto? Si no quieres que hable así, ¿por qué no te quedas solo conmigo? -dijo apoyando una mano en mi pelo, con tanta suavidad que me hizo estremecerme.


-          Me puse como un tomate y comencé a balbucear cosas sin sentido.


-          Tsukki... -protesté.


-          Me quieres así. Ya no hay vuelta atrás.


Tenía razón. Lo quería así y tampoco me disgustaba que se pusiera celoso. Me sentía querido y halagado.


Le quité la mano del pelo con lentitud y me aseguré de que nadie nos veía antes de darle un suave beso en la mano.


-          Sí, me gustas así.


-          Qué valiente -lo decía con tono de mofa pero yo no iba a caer.


Me incorporé para alejarme e ir a mi sitio, pero él me cogió del brazo y me acercó a él.


-          Pero yo lo soy más -me dio un beso en la mejilla y luego me soltó.


Confundido y avergonzado, volví a mi sitio y miré de reojo a Tsukki, quien no me quitaba el ojo de encima. Me sopló un beso.


Era tan... ¿por qué le gustaba tanto meterse conmigo? Solo hacía que me enamorara más de él.


-          Te quiero -susurré solo hacia él.


Cuando me leyó los labios, se sonrojó un poco y desvió la vista.


Podría estar con él así para siempre.


 

Notas finales:

Si os gustó, tengo otros dos one-shots de Haikyuu *le lanzan piedras* No digo que os lo tengáis que leer, solo están ahí para quien les interese leerlo :)

No olvidéis las reviews. Siempre me hacen muy feliz y me animan ^^


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