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Un siglo sin ti por JokerFunthom

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Notas del capitulo:

Hola!

les agradezco enormemente por darle otra oportunidad a esta historia, aun cuando la trama ha sido modificada. Espero que el nuevo capítulo les agrade.

déjenme sus comentarios! Saludos 

 
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Narración. Ciel.
 
 
Extraño mi estudio y las luces bañando mi cuerpo, posar frente a la cámara y caminar sobre las tarimas cristalinas de las pasarelas. Algunas veces a  mi equipo y mis viejos amigos. Sí, desearía que ellos fueran todo lo extraño, pero en realidad lo unico que anhelo es a él... regresar a su lado y caminar por las románticas calles de París. 
Pronto cumpliré veinte y la promesa de un futuro brillante, envejeciendo con un violín entre mis manos. Temía haberme olvidado de mis sueños de la infancia, cuando esperaba crecer y ser músico. Extrañamente mis padres me alentaron a que lo hiciera, y gracias a ello entré a mi actual universidad de música clásica. Paso más tiempo con mi familia del que puedo recordar, y aunque las cosas con mis padres han mejorado me he abstenido de contarles la cantidad de cosas que soporté cuando estaba en Earl Gray por una simple razón. Temo arrepentirme y regresar necesitando nuevamente la ayuda de Barker. 
A decir verdad, tampoco sé qué fue de él. Mía y yo hablamos de vez en cuando, y estoy seguro que Sebastián lo ignora. Y eso es bueno. Ella me ha dicho que Sebastián se rehusó a casarse con Emma, pero que han estado viviendo juntos con su pequeña  Lacie. 
Hace tiempo Mía quiso que conociera a la niña y me envió una fotografía suya. Estaba sentada en un columpio con su vestido violeta ondeando con el aire, tenía una exquisita y tierna sonrisa, y las encantadores facciones de Sebastián; sus ojos borgoña y el cabello negro ligeramente ondulado. Estoy celoso. Verla me provocó una sensación terrible, imaginándola tan linda, sentada en el regazo de Sebastián con Emma al lado de ambos. Como una familia normal y feliz. 
Siempre que lo pienso mis ojos se cristalizan y me es imposible contener mis ganas de llorar. Yo dejé a ese chico para que cuidara de ella, pero a veces me he preguntado qué habría sido de nosotros si me hubiera quedado. Quizá seguiría fuera del cuadro, o quizá Lacie estaría sentada en mis piernas y Sebastián detrás de mí con sus manos en mis hombros. Ese cuadro me gusta más que cualquier cosa; esa pudo haber sido nuestra familia. 
Pero ésta es mi vida ahora y debo practicar para el evento. Sieglinde vendrá a mi casa en unas horas y debo encontrarme presentable. Entré a mi cuarto ensimismado buscando la caja que guarda mi instrumento y mientras lo sacaba acaricié las finas cuerdas sobre la cubierta. Me gustaba ese violín de color negro desde que lo vi en el escaparate que lo exhibía en la tienda. Tocarlo me recordaba a cuando enredaba mis dedos en los cabellos lustrosos de Sebastián.
 
 
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Narración. Sebastián.
 
La brisa ligera trae hasta mi cama el suave olor a lilas desde el balcón. Las cortinas ondean y la puerta se entreabre dejándome escuchar los diminutos pasos de Lacie que se extinguen cuando logra subir y escabullirse entre las cobijas.
"Buenos días nena" le digo abrazándola dulcemente mientras me remuevo para acomodarla a la altura de la almohada.  "Buenos días papi" contesta con una sonrisa y sus manitas me acarician la cara. "Ya despierta." Asiento, pero mis párpados parecen estar sellados porque se niegan a abrirse. Así pasamos diez minutos antes de empezar la mañana. Me levanto y el suelo está tan frío que instantáneamente hace que cualquier rastro de sueño se esfume tan pronto lo tocan mis pies. Me hace estremecer esa sensación. 
Bajo a la cocina con Lacie en brazos y la siento en la silla más próxima a la mía. Como es de costumbre, Emma está sentada desayunando un delicioso plato de fruta y ni se molesta en darnos los buenos días. Hace meses que no dormimos juntos. En la casa hay tres habitaciones y cada uno tiene la suya. Por supuesto, Lacie duerme en la habitación frente a la mía.
Me preocupa la relación tan agridulce que  Emma mantiene con nuestra hija; Lacie ni siquiera la llama mamá. Hemos vivido juntos desde que supimos que la tendríamos, pero en realidad acepté porque era mi responsabilidad el hacerme cargo, no porque amara a Emma. Ya no.
No sé cómo se enteró Ciel de todo esto pero, ya no me queda duda que por ello decidió separarse de mí. Tan tonto. ¿Alguna vez habrá pensado en como me sentía? Me devanaba los sesos intentando buscar una solución a todo esto, pero no me dio tiempo de proponérsela. A él le habría pedido que viviera conmigo, y a Emma que dejara que todos los gastos corrieran por mi cuenta si me dejara frecuentar a mi hija o en el mejor de los casos, que me dejara tenerla. Ella no sabe lo que es una familia. Nunca fue su intención tenerla. Únicamente lo hizo para retenerme.
Como sea, no le funcionó. Sé que se ha estado viendo con alguien. Y siendo sinceros me tiene sin cuidado. 
"Viajaré a Seattle en un par de días" le dije mientras sacaba queso, huevo y calabazas para hacer el desayuno. "Gané el concurso de la agencia y mis fotografías serán expuestas. Me llevaré a la niña"
"Oh, ¿de verdad?" Responde con interés apartando la vista de sus uñas decoradas "iré también"
"No tienes que hacerlo" le contesto sinceramente. 
"Tengo que" se jacta mirándome con un odio arrebatador "¿No estarás buscando excusas para huir de mi? Encima de todo llevarás a mi hija contigo." me dice levantando la voz gradualmente. "No es como si en realidad te importara" le recrimino "Además, si eso pasara podrías acusarme por secuestro o algo parecido. Pero a final de cuentas soy su padre." Le digo mientras sirvo el omelette de Lacie en plato rosado con forma de la cabecita de un gato. "Aunque te diré que preferiría estar en prisión a seguir viviendo contigo."
Lacie le da un par de piquetes con el tenedor a la comida y luego resuelve usar las manos para hacer trocitos más pequeños. Emma me ignora y vuelve su vista hacia la niña. 
"No seas tonta, debes usar los cubiertos."  Le dice dándole un manotazo para que suelte la comida y le entrega bruscamente el tenedor. "Nadie quiere a las niñas sin buenos modales".
Es fascinante la manera en que logra sacarme de quisio. Apoyé mis manos sobre la mesa con más fuerza de la que esperaba y el titineo de los cacharros sobresaltó a Lacie. "No se te ocurra volver a tratarla así. No frente a mí." Le advierto y ella esboza una sonrisa sínica. "Haré con mi hija lo que me venga en gana." Dice con unas notas amargas levantándose de la mesa y tomando su bolsa de mano. "Adios cariño. Mami te ama." Y se va.
Lacie no dice nada ni me mira. Se limita a tomar el tenedor e intenta partir el omelette con el. "¿Me permite, señorita?" Jugueteo y ella sonrie. "No prestes atención." Intento decir con una sonrisa mientras le doy un bocado jugando al avión, pero ella sabe que no es suficiente. "Está bien papi" Susurra aceptando de buena gana. Tan dulce. Terminamos el desayuno y subimos para peinarla y preparar sus cosas para llevarla con Mía. 
"Iré a comprar algunas cosas que nos faltan para irnos de viaje. Llegaré un poco tarde" le digo y ella asiente con una sonrisa. "¿Mi tía Mía irá con nosotros?" Me pregunta mirándose los zapatos. "No querida, iremos tú, tu mami y yo." Intento sonar lo más convincente que puedo, pero la desepción en sus ojos es evidente. "Ah... no, no quiero." Grita con los ojitos vidriosos. "¡No quiero que vaya!" Me dice y noy capaz de responderle.
 
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La mañana antes de tomar el vuelo a Seattle Emma ya había tomado una decisión bastante acertada. "Vayan entonces. Necesito descansar de ustedes dos." Me gritó con desgano desde su cama removiéndose peresosamente. "Como quieras." Contesté y abandoné la habitación, luego llevé las maletas hacia el taxi que nos llevaría al aeropuerto. 
Lacie estaba muy entusiasmada. Era la primera vez que viajaría en avión. 
 
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Narración. Ciel.
 
Port Royal era un hotel más hermoso de lo que imaginaba. El enorme salón de cristales dejaba ver la hermosa puesta de sol que bañaba la ciudad y el viento frío se colaba desde los ventanales abiertos. "¿No es bonito?" Preguntó Sieglinde colgándose de mi brazo derecho y su vestido blanco se sacudió a sus movimientos. "Lo es, lo es." Le dije con una sonrisa, aunque ausente en realidad. Tomé un folleto del programa y entre los expositores encontré un nombre que a primera vista captó mi atención y al releerlo agitó mi corazón. "Sebastián Michaelis..." musité para mí mismo y Sieglinde advirtió que mis manos temblaron. "Vamos, creo que el profesor Phillips ya nos busca. No te pongas  nervioso." Me indicó con el dedo un hombre de cabellos albinos y traje blanco en medio de la multitud, mirándonos con expresión severa. No reaccioné al instante, pero recuerdo que ella me condujo de la mano sin darme cuenta. 
Había un lustroso escenario de cristal y doceles de madera. Subí primero y ayudé a Sieglinde a instalarse detrás de un micrófono y un atril que sostenía la partitura. "Dangerous. Para ustedes. Esperamos que les guste esta pieza." dije suavemente al micrófono y nuestras manos se deslizaron por las cuerdas de los violines sincronizadamente. No me sentí seguro de mi actuación sobre el escenario porque, a pesar de que jamás había experimentado ningún tipo de ataque de nervios en ninguna pasarela y ninguna presentación, sentía sobre mí una mirada escarlata que me intimidaba. Vacilé un par de veces olvidando las notas siguientes, pero nadie se percató de ello. Intentaba encontrar entre la multitud a la persona que amaba, y me desilusioné al no encontrarlo. Quizá no estaba aquí, quizá ese Sebastián Michaelis era otra persona. 
Cuando concluimos la pieza nos inclinamos ligeramente para agradecer al público, y antes de dar inicio a otra pieza mis pies me habían hecho descender del escenario. "Disculpe un momento." Le dije al profesor Phillips justo antes de que me diera una reprimenda y me mandara al escenario de vuelta. "No me siento muy bien."
Se alejó de mi con expresión preocupada y me precipité hacia la terraza buscando algo de aire fresco. "Cálmate" me dije, y antes de que pudiera llevarme una mano hacia la frente una cálida aprisionó mi muñeca. "Ciel" escuché decir y me giré para contemplarla. Elizabeth sonrió con los ojos vidriosos y me abrazó con fuerza. "¡Me da tanto gusto verte!" Chilló y yo le besé la mejilla. "A mi también Lizzy." Le dije con una sonrisa "¿Qué haces aquí?" Le pregunté y ella miró sus zapatos. "Bueno... he estado saliendo con alguien." Me confesó y sus mejillas se tiñeron de un rosado travieso. "Charles Grey, es un excelente fotógrafo y reportero. Te lo presentaré cuando entremos." Me dijo señalando en dirección hacia el escenario. "Pero antes, hay alguien más a quien quiero presentarte" dio media vuelta y hasta entonces advertí que una niña pequeña estaba detrás de ella, mirándonos con expresión enternecedora. "Ella es Lacie, la hija de Sebastián." Soltó de pronto y extendió una mano hacia la niña para que se acercara. Ella obedeció gustosa y se acercó a mí unos pasos extendiendo sus manitas hacia mí para que la cargara. Sentí un hondo hueco en el estómago. Era tan linda y pequeña como la había imaginado. Su cuerpecito sobrepasaba unos centímetros de mis rodillas y su encantador aspecto no dejaba dudas de que era de Sebastián. "Ellos... ¿están aquí? Sebastián y Em..." Pregunté con voz temblorosa. Ella asintió. "Sólo ha venido él. Me he ofrecido a ayudarle con la niña. Hay tanto que debes saber Ciel." Me dijo con semblante melancólico. "Él te extraña demasiado."
Tomé algo dudoso a la niña entre mis brazos y me plantó un tierno beso en la mejilla. "Saluda a Ciel, cariño" pidió Elizabeth mirándonos con una sonrisa. "Hola Ciel." Musitó y su voz era dulce y risueña. "Hola Lacie." Saludé tomando su mano y besándola en la palma. Ella sonrió y miró a Elizabeth esperando alguna indicación suya. Lizzy asintió y ella volvió a sonreirme. Mis ojos se cristalizaron y luché por contener las lágrimas. Nunca había pensado que este momento sucedería. 
"Ven." Pidió Lizzy empujándome por los codos mientras que yo sostenía aún a la niña. "Elizab... Lizzy.." gemí por lo bajo imaginando lo que planeaba.
 
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Narración. Sebastián.
 
"Dangerous. Para ustedes. Esperamos que les guste esta pieza." Escuché decir a través del micrófono e inequívocamente pude decir que se trataba de la voz de Ciel. Mi cuerpo tembló y mis ojos lo buscaron en el escenario. Desde la mesa donde nos encontrabamos no podíamos ver clamente, pero sus inconfundibles cabellos azulinos resaltaron sobre la multitud. Mi corazón dio un vuelco. "¿Estás bien Sebastián?" Preguntó Grey indicándole a Elizabeth que tomara a Lacie en brazos. "Disculpen, debo salir un momento." Dije tan natural como pude, pero ella también sabía que Ciel estaba en el salón. ¿Cómo era posible? Tenía cuatro años, ¡cuatro años sin verle! Y su simple presencia bastó para hacerme experimentar sentimientos arrebatadoramente apasionados.
A grandes zancadas me conduje hacia el baño y me miré unos segundos al espejo. Estaba pálido. A lo lejos escuché la melodía agridulce de unos finos dedos que acariciaban las cuerdas del violín. "Ciel... Ciel... ¿qué debería hacer?" Me dije a mí mismo. El tiempo transcurrió lentamente mientras yo me debatía entre mis deberes como padre y mis sentimientos. Y me temo que el mi lucha interna, mis sentimientos llevaban las de ganar. Sí, sí. Hablaría con él sobre lo ocurrido hacía cuatro años, luego lo dejaría tranquilo. 
Mojé mis cabellos y mi frente un poco para aminorar los nervios, luego volví a la mesa encontrándome sólo con Grey. "¿Dónde está Elizabeth?" Pregunté y él me indicó que había salido al balcón a platicar con un viejo amigo. "Gracias" le dije y avancé en la dirección que me había indicado, pero Lizzy entró empujando a Ciel en el momento justo cuando yo me disponía a salir. Lo miré detenidamente sin saber qué hacer y él me miró de la misma manera.  Lacie estaba en sus brazos sonriéndome. Mis ojos no podían creer lo que veían. Yo deseaba que esa fuera nuestra familia. "Ciel..." gemí. Mi cuerpo reaccionó mecánicamente... Sin poder reprimir mis deseos lo besé frente a Elizabeth y... Frente a Lacie.
 
 


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