Me llenaba de satisfacción saber que ese perfecto muñeco me pertenecía sobre cualquiera. Me sentía un rey dominante, el cual ejercía su dominio sobre aquel ninfo que se cruzó en su vida de una manera inesperada.
Estaba total mente extasiado, consumido por su piel, por su dulzura, por su ser. Embebido, acariciaba la blanca y fina tez de mi acompañante. Besaba sus labios rojos cual sangre, aspiraba el olor del deseo que emanaba… Su deseo hacia mi persona.
Sus piernas abrazaban fuerte mi cadera, mientras que yo manoseaba a fondo su tierno trasero.
-Duele, duele hyung- gimoteo en mi odio. Levante su mirada, tomándolo del mentón. Observe esas perlas oscuras, perdiéndome en ellas, admirándolas como si fueran preciosas obsidianas
-Te amo mi Pequeño… Aférrate fuerte- Dije rozando sus labios.
Obedeciéndome, cruzo sus blancos brazos por mi cuello, depositando su cabeza en el espacio de mi cuello y hombro, apretando más sus piernas contra mí rustico cuerpo, preparándose para lo que seguía.
Dirigí mi miembro, el cual estaba rojo por la excitación, al lugar más íntimo de mí preciado blondo. Lentamente, me enterré en él, sintiendo como su ser me recibía muy cálidamente. Escuchaba sus apenas audibles alaridos de dolor, los cuales me daban algo de culpa, porque yo de verdad estaba disfrutando esa lenta intromisión mientras mi pequeño lloraba por la molesta e insoportable sensación.
Llegue a su fondo, tan caliente, tan apretado y estrecho. Tomándolo del trasero con mi mano diestra, me senté sobre el blando colchón y apoye mi espalda sobre el respaldo de la cama. Aun con mi pequeño sobre mí, y procurando que estuviera bien para continuar, comencé a embestir lentamente, llenando a mi acompañante de mi presencia, el cual también comenzó a moverse poco a poco.
En unos minutos tuve a mi precioso niño saltando sobre mi miembro. Besaba mis perforados pezones, jugueteaba con los piercings y tiraba de ellos, arrancándome gruñidos de placer. Tome su miembro y masajee el glande lentamente, como sabía que a él le fascinaba.
Cubiertos por una capa de sudor, realizábamos un delicioso vaivén: muy lento pero profundo. No teníamos apuro, tampoco deseo por que aquel hermoso momento acabara. Quería seguir oyendo aquellos celestiales gemidos, tan dulces y llenos de sentimiento.
Tocando su próstata una y otra vez, el enloquecía. Había dejado de besar mi pecho rendido por el placer, ahora acariciaba mi abdomen mientras permanecía con los ojos cerrados, los cuales de vez en cuando arrugaba en cuando yo llegaba a ese punto especial.
- Hy-hyung, quiero… Mas- Me pidió con la respiración entrecortada y muy agitada. Accediendo a su pedido, lo recosté en las suaves sabanas. Comencé a empujar fuerte y rápido, llegando a su fondo. Los gemidos se convirtieron en gritos de placer, en los cuales entre ellos resonaba mi nombre.
Sentía el orgasmo llegar. Tome su cabeza con una mano, ocultándola en mi cuello, mientras me abrazaba a él, sin intención de soltarlo. Poniéndome de rodillas, embestí más fuerte, más rápido y aún más profundo. Y así, gimiendo nuestros nombres a unísono y en el oído del otro, nos corrimos. Llene de caliente semen a mi niño, mientras que el marco mi abdomen, dejándome una hermosa sensación.
Note como susurro un apenas audible “Te amo” lo cual me dejo sonriendo como colegiala enamorada.
Cerró sus ojos y cayó en mis brazos agotado. Nos tape con las mantas manchadas de nuestra esencia. Y abrazándolo contra mi cuerpo, caí en el sueño de la noche, la cual fue nuestro único testigo.