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Historias de cumpleaños por Arawn87

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Notas del fanfic:

"Historias de cumpleaños" es un fic que nace a partir de las sugerencias de tres lectores de mi trabajo anterior (memorias olvidadas). En ellas me nombraron algunas parejas para el Pez acorde a sus preferencias personales. Como aún tengo algo de tiempo libre, decidí dar en el gusto a todos.

La idea es publicar una hisotria por semana durante el mes de marzo. No sé si lo logre tal cual, pero al menos abordaré una de cada sugerencia.

La mayoría de los relatos están narrados desde la perspectiva de la pareja y todos se ubican post Hades/Loki.

Notas del capitulo:

La primera historia tiene por pareja a Airoia de Leo y está dedicada al usuario que se identificó como "Remember". Espero que tanto a él como a todos los que lean les guste.

PD: Además de la hisotria oficial, hay algunas referencias al Episodio G y SoG.

Historia 1: Conociendo al compañero.

“Debes atreverte a experimentar la vida, eres joven y una excelente persona, mereces relajarte y disfrutar un poco ahora que estamos en paz”. Esas eran las palabras que le había dicho su hermano y por ello se encontraba recorriendo las calles de Atenas en busca de algún lugar para pasar el rato. El frío de la noche hacía que mantuviera las manos dentro de los bolsillos de la chaqueta y apresurara cada vez más el paso. Había pedido el fin de semana para visitar la gran ciudad e intentar socializar un poco, beber algo, tal vez conocer gente nueva, en definitiva, actuar como lo hace normalmente una persona de veintiún años.

Aioria reflexionaba un poco con cada paso que daba, a pesar de que habían pasados varios meses desde que fueron revividos él había continuado con su rutina de santo dorado, realmente no sabía hacer otra cosa, pues entrenar siempre lo fue todo para él. En el pasado solo pensaba en limpiar su nombre, servir a Atenea y proteger el mundo, nunca tuvo oportunidad de experimentar algo de vida común y corriente, eso se le hacía demasiado extraño, pero Aioros pasó a visitarlo con semblante serio hace dos noches y se vio obligado cambiar su forma de actuar. Al verlo entrar en su templo le extrañó un poco su actitud, porque sabía que su hermano no acostumbraba salir a esas horas, para evitar las bajas temperaturas invernales que se vivían. Grande fue su sorpresa cuando comenzó a decirle con voz paternal que estaba preocupado por él y su manía de vivir encerrado en el Santuario, que debía salir más como los otros estaban haciendo, después de todo contaban con los permisos de su Diosa y el Patriarca. Al principio no le agradó mucho al idea, pero rara vez había podido negarle algo al hombre frente a él y terminó prometiéndole que se tomaría el fin de semana para visitar la ciudad, eso pareció dejar conforme al mayor quien relajó su semblante y le sonrió con amabilidad, para luego dejar el templo con la misma tranquilidad con que había entrado.

Un luminoso recinto llamó la atención del León, se escuchaba música, cantos y risas. Eran recién las diez de la noche pero se sentía un ambiente muy animado. Caminó hasta llegar a la puerta del lugar, acrecentándose notoriamente el bullicio, vio que había una cartel en la entrada, el cual decía: “Hoy Música en Vivo, banda tributo U2”. Después de pensarlo unos segundos se decidió a entrar, ya que estaba ahí debía comenzar a probar recintos hasta encontrar uno que le agradara.

Tal y como se percibía desde el exterior, el ambiente estaba muy animado. El lugar no era muy grande pero se veía acogedor, decorado sobriamente con imágenes de diversas bandas musicales que él no conocía. Al fondo del bar se encontraba un pequeño escenario donde tocaba una banda de cuatro jóvenes y la gente cantaba alegremente la canción que comenzó a sonar cuando él ingresó. El canto llegó a su máxima expresión de jolgorio al entonar el coro.

I and I in the sky

You make me feel like I can fly

So high, elevation!

Le agradó lo que se vivía, a pesar de que no conocía la música decidió quedarse para experimentar un poco de sana diversión y entusiasmado buscó un lugar donde sentarse para beber una cerveza. Recorrió con la vista y se detuvo en seco al ver que en una mesa cerca del escenario se encontraban dos de sus compañeros dorados, Death Mask de Cáncer y Afrodita de Piscis… “¿y éstos dos qué hacen aquí?” se preguntó entre sorprendido y extrañado, sobre todo al verlos en una actitud tan diferente a la que mostraban en el Santuario. Death Mask cantaba alegremente golpeando la mesa con sus manos al ritmo de la música, mientras Afrodita se movía más discretamente pero también entonando la canción con una sonrisa en su rostro, sosteniendo un cigarrillo a medio terminar entre sus dedos. Pudo ver que bebían cerveza, tal y como quería hacer él.

Aioria meditó unos minutos si acercarse o no a sus camaradas, después de todo ellos no eran muy cercanos. Si bien tras los últimos sucesos su relación con ambos había mejorado bastante, no podían considerarse amigos… Sin embargo, tenía que comenzar con algo ¿verdad? Tal vez debía tomar esto como una oportunidad para relacionarse con ellos, habían crecido juntos después de todo y si realmente querían comenzar de nuevo lo más sano era dejar los rencores y rencillas en el pasado. Caminó lentamente hacia los mayores, quienes mantenían la vista fija en el escenario, se sentía un poco nervioso pero no iba a retroceder. Al alcanzar la mesa fue Afrodita el primero en verlo, luego de dar una calada a su cigarrillo.

-          ¡Aioria! –exclamó sorprendido el sueco. Llamando la atención de su acompañante.

-          Vaya vaya leoncito, estás muy lejos de casa –fue el comentario sarcástico del Cangrejo, pero el griego no se molestó, después de todo así era el carácter de su compañero.

-          Vine a pasear por el fin de semana… -indicó en voz alta. La música hacía un poco difícil poder conversar.

-        Igual nosotros… ¿quieres sentarte? –invitó por fin el de Piscis, no parecía muy entusiasmado pero siempre había sido cortés. Él agradeció el gesto y tomó ubicación quedando junto a él y frente a Death Mask.

-          Es raro encontrarte en un lugar como este ¿viniste solo? –lo interrogó el italiano.

-          Si, tenía ganas de salir y Atenas me pareció un buen lugar para distraerme… -comentó al tiempo que hacía señas a una mesera.

Una jovencita delgada llegó a los pocos segundos y le tomó el pedido, comenzaría la noche con una cerveza artesanal, era lo único en alcohol que bebía. Hizo un gesto de sorpresa al notar que la chica se volteaba hacia Afrodita después de anotar su orden, preguntándole si deseaba algo más y agregando que podía conseguirle un descuento… no había que ser muy inteligente para darse cuenta del descarado coqueteo. Su compañero simplemente le sonrió con amabilidad señalando que no necesitaba nada y la mesera, viéndose algo decepcionada, se fue.

-          Acostúmbrate, es la cuarta vez que pasa en las dos horas que llevamos aquí. Nuestro pececito es todo un rompe corazones  –le dijo Death Mask sonriendo burlonamente, a lo que el sueco respondió rodando los ojos.

-          No me sorprende, es Afrodita después de todo ¿a quién no llamaría la atención? –comentó el León encogiéndose de hombros. Habría que ser ciego para no notar la belleza natural de su compañero de Piscis, eso era algo evidente aún para él.

-          ¿Ves? Hasta el León piensa que eres lindo –señaló entre risas el de Cáncer viendo hacia el peli celeste. Aioria enrojeció un poco al darse cuenta de lo que había dicho, eso le pasaba por hablar sin pensar.

-         Mejor cállate que quiero seguir escuchando –le dijo Afrodita viéndose algo molesto, volteando nuevamente hacia el escenario. La mesera llegó con su cerveza justo en ese momento.

-          Lo siento ¿dije algo que te incomodó? –no sabía por qué, pero Aioria sintió que debía disculparse.

-          Para nada, es este idiota el que no sabe cuando callarse… -respondió dirigiéndose al de Cáncer.

-         Uy qué sensible… -murmuró el aludido antes de beber de su jarra. Parecía que ya llevaba varias consumidas.

-        ¿Y vienen  muy seguido por estos lugares? –preguntó finalmente el menor, el ambiente se había puesto un poco tenso y eso no le agradaba.

-         Cada vez que podemos, es una costumbre que mantenemos desde hace años… -le contó Death Mask mirándolo de reojo.

-          ¿Desde hace años?... ¿quieres decir?...

-        Si, desde que jugábamos al asesino sin sueldo… -soltó sin más el italiano, este parecía divertido con su evidente incomodidad- claro que en ese entonces era más difícil, ya que éramos menores, y después tuvimos cada vez menos oportunidades de salir… así que ahora estamos recuperando el tiempo perdido.

-          Salud por eso –agregó Afrodita con tranquilidad, alzando su vaso y bebiendo un poco de su contenido. Al parecer se le había pasado el enojo.

-          Vaya… y lo que es yo, primera vez un visito bar fuera de Rodorio, y aún ahí solo he ido un par de veces –dijo un tanto apenado, también bebiendo de su vaso.

-          Tuvimos vidas diferentes, nada más… pero eres joven y estás a tiempo de experimentar lo que quieras León –le dijo el peli celeste. Aioria lo miró y vio que le sonreía con amabilidad. Sintió un intenso calor en sus mejillas ante esa actitud del sueco, pues nunca, jamás, Afrodita de Piscis le había dedicado una de sus brillantes sonrisas.

-          Gracias –fue lo único que atinó a responder antes de devolverle el gesto. De pronto pensó que había hecho bien en acercarse a sus compañeros, estaba conociendo una faceta de ellos totalmente nueva y agradable.

Continuaron bebiendo y escuchando a la banda, comentando de vez en cuando sobre su calidad musical. Él entendía poco de esos temas pero aportaba en lo que podía, fue un rato muy ameno y divertido, increíblemente gracias a dos de sus camaradas con los que menos compartía. Se dijo internamente que desde ese día aquello iba a cambiar.

Después de varias horas y muchas cervezas consumidas, llegó el momento de retirarse. Death Mask le preguntó donde se quedaría y él respondió que aún no buscaba hotel. Entonces lo invitó a quedarse con ellos en el departamento que habían arrendado por el fin de semana. Ellos acostumbraban a hacer eso en lugar de pagar hoteles, ya que era más económico y podían disponer libremente de sus horarios e invitar personas si querían, algo restringido en otro tipo de alojamiento.

-          Pero te advierto que solo tiene dos habitaciones… puedes dormir en el sofá-cama del living, parece bastante cómodo –le señaló su compañero de Cáncer.

-          No sé, no quisiera ser una molestia… -dijo dudoso.

-       Si fuese una molestia no te habría invitado, créeme… -aclaró en tono de diversión, para luego encender un cigarrillo- además, está solo a un par de cuadras de aquí, es mejor que salir a buscar hotel a las tres de la mañana ¿no crees?

-     De acuerdo, si tanto insistes te lo agradezco –aceptó finalmente. Tenía razón en eso de salir a buscar habitaciones a esa hora, y encima con el frío que hacía. Se giró para agradecer también a su otro compañero pero vio que no estaba- ¿Dónde fue Afrodita?

El bar estaba prácticamente vacío a esas alturas, solo el personal se encontraba ordenando y limpiando el lugar. Miró para todos lados pero no había señales del sueco. Entonces fijó su atención en Death Mask quien veía su celular y dando un suspiro lo volvía a guardar en su bolsillo, ahora se rascaba la nuca luciendo un tanto incómodo.

-          Vámonos Aioria, el Pez se nos unirá después… -le dijo con voz seria.

-          ¿Se va a ir solo?

-          Uhmm no solo precisamente… -le susurró exhalando el humo de su cigarrillo.

Aioria miró a su compañero sin entender, hasta que divisó la inconfundible cabellera celeste al otro extremo del bar, y no iba solo, una chica que no reconoció estaba junto a él diciéndole algo al oído y pronto ambos dieron media vuelta y se dirigieron a la salida.

-          Cuando te dije que era un rompe corazones lo decía en serio… esa creo que es la primera chica que se le insinuó hoy –contó como si nada.

-          ¿Él hace esto a menudo? –preguntó sorprendido. Era obvio que el sueco no iba precisamente a conversar con esa chica.

-        No tanto, solo cuando está de humor… ni él mismo sabe realmente porqué lo hace y mejor ni le preguntes o terminarás con una rosa sangrienta clavada en el trasero –le advirtió riendo un poco- Bueno, vámonos antes de que nos terminen echando.

-          De acuerdo –asintió el León sin dejar de ver el lugar por donde había salido su otro compañero. Se le hacía un tanto inverosímil que alguien tan distinguido como Afrodita tuviera ese tipo de comportamiento.

-         También te rogaría discreción, Afrodita odia que se metan en su vida privada y este tipo de actos no es muy bien visto en un ambiente tan puritano como en el que vivimos… -lepidió el italiano, volviendo a ponerse serio.

-          No te preocupes, no tengo intención de divulgar asuntos personales de mis camaradas… -dijo sincero.

-          Gracias –respondió el otro relajando un poco su semblante.

Ambos salieron del bar y se encaminaron en silencio hacia el departamento. Al llegar, Aioria observó el interior con disimulo, era un lugar sencillo, ideal para pasar el fin de semana. Miró el sofá en que dormiría y vio que no era muy grande, sin embargo no se atrevió a replicar, después de todo lo habían salvado de morir congelado en busca de hoteles con habitaciones disponibles.

-      Ya que el pez no volverá hasta entrada la mañana, mejor ve a dormir a su habitación –le dijo Death Mask encendiendo lo que parecía ser la calefacción.

-         ¿Cómo sabes eso? –preguntó curioso.

-         Siempre es así cuando se va con alguien –respondió el otro con tranquilidad.

-        Pero podría molestarse… -señaló algo temeroso, si algo sabía sobre el sueco era que nunca había que hacerlo enojar.

-        Mientras te levantes antes de que vuelva todo estará bien, no te preocupes –lo animó el Cangrejo. Aioria lo pensó unos segundos y al final cedió a la tentación de dormir en una verdadera cama.

Cuando ingresó en la habitación de Afrodita lo atacó un inconfundible perfume a rosas. Vio que había un bolso de mano sobre la cama, seguramente con los efectos personales que su compañero había llevado. Lo tomó con cuidado depositándolo a los pies de la cama, sintiendo el cansancio apoderarse de él. Justo antes de prepararse para dormir recordó que no había llevado nada para cambiarse ni asearse… “que idiota soy” pensó palmeándose la frente, su ansiedad por experimentar la vida común hicieron que saliera del Santuario solo con lo que traía puesto, fuera de sus documentos y algo de dinero no llevó anda más. Suspirando resignado comenzó a desvestirse y se dijo que iría a comprar al menos un cepillo de dientes por la mañana. Justo en ese momento apareció Death Mask para arrojarle un pijama a la cama.

-          Está limpio, siempre traigo dos por si acaso… supuse que lo necesitarías –le dijo.

-          De hecho si, gracias –señaló con alivio.

-          De nada, buenas noches –respondió para volver a salir de la habitación.

Aioria no pudo evitar sorprenderse con los acontecimientos de esa noche, parecía que realmente estaba conociendo de nuevo a sus dos compañeros, esa faceta tan amigable, sociable, y bueno… no sabía cómo definir a Afrodita yéndose con una desconocida, pero igual era sorprendente.

Gracias a la calefacción la temperatura en la habitación era agradable y sumado a la cantidad de frazadas que tenía la cama optó por acostarse solo con el pantalón, dejando sus pies y torso desnudo. De todos modos nunca le había gustado usar mucha ropa para dormir, lo hacía sentir incómodo. Se metió bajo las cobijas y volvió a sentir ese suave aroma, haciendo que inevitablemente se durmiera con la imagen del Santo de Piscis en la cabeza… ello llevo a que su inconsciente desenterrara un recuerdo casi tan antiguo como el inicio de su vida, el día en que conoció a Afrodita, cuando tenía solo cuatro años de edad y su compañero seis.

Las imágenes de aquella primavera llenaron la mente del León, tan vívidas como si estuviese ocurriendo en ese momento. Ese día paseaba por los prados del Santuario, le gustaba ver la gran cantidad de flores que aparecía en esa época. Aioros lo dejaba recorrer esa zona porque no era peligrosa, y porque hace un par de semanas había comenzado con su entrenamiento para convertirse en Santo, por lo tanto tenía permiso para salir solo a algunos lugares. No obstante, ese día su curiosidad infantil lo llevó a dirigirse a una pequeña arbolada más allá de los límites permitidos por su hermano, se perdió un buen rato entre los grandes álamos que dejaban pasar selectivamente algunos rayos de sol, escuchaba cantos de pájaros y el viento meciendo las hojas, el suelo era adornado por suave hierba y algunas pequeñas flores silvestres. Sin darse cuenta llegó al final de la arbolada y apareció en un pequeño prado, pero este era diferente a los otros del Santuario, estaba cubierto por la mayor cantidad y variedad de bellas flores que jamás había visto. Sin pensarlo se dirigió corriendo hacia él, riendo fascinado y tratando de alcanzar a las mariposas que revoloteaban en el aire. Estaba en eso cuando divisó una pequeña figura a lo lejos, había otra persona además de él, la cual se encontraba de rodillas en el suelo y parecía concentrada con algo en la tierra. Se agachó instintivamente, por miedo a que lo descubrieran y lo acusaran con su hermano, pero entonces la figura se levantó y quedó maravillado con ella, era la criatura más linda que había visto, una hermosa niña de piel blanca que parecía tener su misma edad (o quizás era un poco mayor), con cabello celeste hasta la cintura y delicados rasgos faciales, irradiaba un aura extraña y poderosa, parecía la viva imagen de la Diosa Afrodita…

Con algo de temor se acercó un poco a la figura divina y vio que vestía una fina toga blanca que le llegaba a las rodillas, con algunos rasgos de suciedad por el polvo del lugar. Inesperadamente, la niña desvió su atención hacia donde se encontraba él y sintió que su mirada lo traspasaba. El pequeño Aioria caminó como hipnotizado directamente hacia ella, sin apartar sus ojos de la pequeña Afrodita… aunque se veía demasiado pura, tal vez era alguna otra divinidad que había caído por error en los predios griegos y se encontraba perdida. Mientras tanto, ella solo lo miraba fijamente, con absoluta seriedad en su bello rostro y el aspirante a Leo rogaba que no se enojara con él. Cuando estuvo a solo un par de pasos de distancia se detuvo y le habló por primera vez… pensaba saludarla y presentarse con humildad como futuro guerrero ateniense, arrodillarse ante ella si era necesario, podía ser hija de algún Dios después de todo. Pero cuando abrió la boca lo primero que salió fue:

-          ¿Eres un ángel? –las palabras se pronunciaron solas y la niña cambió su semblante a uno de ligera sorpresa.

-          ¿Qué? –la escuchó decir.

-        Es solo que… he escuchado hablar de ellos, dicen que son las criaturas más hermosas de todo el universo… Pero estando en Grecia debes ser hija de Afrodita ¿verdad? Sería lo lógico, a menos que te hubieses perdido… ¿estás perdida? –el niño sabía que estaba balbuceando cosas sin sentido, pero se sentía demasiado nervioso hablándole a una figura celestial. Sin embargo, sus nervios se calmaron al oír la cristalina risa de la criatura.

-          No niño, solo soy un aspirante a Santo igual que tú… -la niña hablaba un griego extraño, con marcado acento, pero no pudo reconocer de donde… un momento ¿había dicho aspirante a Santo? ¿entonces no era una niña?

-         ¡¿Eres hombre?!–otra vez su lengua hablando antes que su cerebro, la sorpresa por aquella revelación pudo más que su escaso razonamiento de cuatro años.

-          Sí, me llamo Afrodita… -le comunicó con voz firme.

-          ¡¡ ¿Cómo la Diosa?!! –exclamó sin ocultar su asombro.

-          Si ¿algún problema? –preguntó cruzándose de brazos, con el ceño ligeramente fruncido.

-         ¡No! No para nada… solo me sorprendió –se apresuró en decir el pequeño Leo y acto seguido acortó aún más la distancia entre ambos- yo también soy aspirante a Santo, me llamo…

-         ¡¡Aioria!! –la voz de su hermano interrumpió la presentación. El niño palideció por completo al escucharlo y volteó lentamente para ver que se acercaba a paso rápido, viéndose claramente molesto- Creí haberte dicho que no vinieras a este sector del Santuario, aún no conoces bien el lugar y podrías perderte.

-        Lo siento hermano –se disculpó apenado.

-        Que no se vuelva a repetir –le advirtió suavizando su voz. En seguida desvió su atención al otro niño presente- Afrodita ¿qué haces aquí? ¿no deberías estar entrenando?

-       Saga tuvo que salir y me dio el día libre –le escuchó decir con absoluta tranquilidad. Aioros los vio a ambos e inesperadamente sonrió.

-      Es verdad, ustedes no se conocían –comentó el de Sagitario y habló dirigiéndose a su hermano- Aioria, él es Afrodita, llegó hace un mes desde Suecia para entrenar por la armadura de Piscis…

-       ¡¿Qué? ¿también será un Santo de Oro?! –exclamó nuevamente sorprendido y escuchó un gruñido proveniente de su espalda.

-        Si Aioria, él será nuestro camarada dentro de la elite –respondió el mayor conciliadoramente.

-       Mucho gusto –el pequeño volvió a ver a su nuevo compañero para extenderle la mano a modo de saludo, y este, a pesar de su ceño fruncido, la aceptó.

-        Igualmente… -dijo en voz baja.

-        Bueno chicos, ya está helando aquí, volvamos a las cabañas…

De ese modo había sido su primer encuentro. Aiora abrió lentamente los ojos con aquellas imágenes aún en su cabeza y suspiró con cansancio, el aroma a rosas aún estaba presente en el ambiente. Se acomodó para quedar sobre su lado derecho, mirando a la pared, pensando en lo que acababa de recordar. Era cierto que Afrodita y él se llevaron relativamente bien durante su época de aprendices, pero todo cambió cuando ocurrió el gran desastre, entonces se convirtieron en extraños. Solo recordaba un encuentro con él durante su lucha contra los titanes, seis años después de la muerte de su hermano. En esa ocasión se toparon en la entrada al mundo oscuro, sobre un campo de rosas creado por su compañero... “vete de aquí Aioria, me molestas” le había dicho con su suave y elegante acento… “El que aún tengas la edad de un niño no significa que debas actuar como tal” le había reprendido antes de eso, solo porque según él había arruinado los planes del Patriarca de instalar trampas secretas para proteger el Santuario. Pero a pesar de sus palabras, Afrodita lo protegió de aquel gigante del martillo, salvándole la vida, y a su vez le traspasó un poco de su cosmos para que pudiera continuar con su tarea de rescatar a su pequeña amiga… ahora que lo pensaba, era muy similar a lo que había hecho recientemente en Asgard. Sin duda, Afrodita de Piscis era una persona demasiado misteriosa y muy difícil de entender.

Un repentino ruido llamó la atención del León, sacándolo de sus cavilaciones. Quiso voltear para ver que ocurría cuando sintió un repentino peso caer sobre él, seguido de un grito ahogado de sorpresa, entonces el peso desapareció y él se pudo incorporar en la cama. Acto seguido, la luz se encendió y pudo ver a Afrodita de pie junto a la puerta, con la mano aún sobre el interruptor, mirándolo con cara de absoluta confusión.

-        ¿Qué estás haciendo aquí? –le preguntó con voz amenazante, sin cambiar su semblante de desconcierto. Aioria se sintió algo nervioso y comenzó a balbucear una rápida explicación.

-         Eeeh bueno, Death Mask me invitó a quedarme con ustedes… lo que pasa es que olvidé buscar un hotel y entonces…

-         No me interesa –lo cortó en seco- quiero saber porqué estás en mi cama.

-         Es que… se supone que no llegarías hasta entrada la mañana y…

-        Pensaste que podrías venir e invadir mi espacio… -lo volvió a interrumpir de manera bastante descortés. Aioria comenzó a sentirse ligeramente irritado ¿qué había pasado con el Afrodita amable de hace algunas horas?

-       Lamento haberlo hecho, me iré en seguida… -se quitó las cobijas con brusquedad para ponerse de pie, el pisciano pareció relajarse un poco, dando un par de profundas respiraciones.

-       No, está bien… -dijo finalmente pasándose una mano por el sedoso cabello- perdona mi reacción, solo me sorprendiste y… estoy cansado.

-        No te preocupes, es comprensible. Iré a dormir al sofá como era la idea original –indicó el menor sintiendo su enojo disiparse.

-        Espera, deja pasarte ropa de cama… -Afrodita se dirigió al armario y sacó algunas frazadas para él. Aioria se acercó a recibirlas y sus manos se tocaron cuando se las entregó, esto lo hizo estremecerse un poco.

-         Gracias… -murmuró el griego antes de salir de la habitación.

Ya instalado en su nueva cama, vio la hora en el reloj de la pared, eran las seis de la mañana. Aioria se encontraba de espaldas y miraba fijamente hacia la nada del techo… “eso fue extraño” pensó sin entender sus propias emociones. Decidió volver a dormir, había sido demasiado para un solo día, necesitaba descansar. Esta vez le costó conciliar el sueño, faltaba algo, no sabía qué… oh si, el sofá no olía a rosas.

Al día siguiente los tres se levantaron de buen humor, durmieron hasta casi el mediodía, lujos que solo se podían dar en ocasiones como esa. Los anfitriones invitaron a Aioria a desayunar y éste aceptó gustoso, compartieron un rato agradable con café, jugo de fruta y tostadas. No se tocó el tema de la escapada de Afrodita ni tampoco el incidente cuando este llegó a su habitación antes de lo previsto. En el fondo, los tres deseaban desayunar en paz.

Cuando acabaron de comer Aioria fue a comprar algunos artículos de aseo, ya que aún pasarían otra noche en la ciudad. Sus compañeros lo invitaron a quedarse con ellos y él dijo que sí sin pensarlo. Durante el resto del fin de semana los mayores le mostraron algunos lugares que ellos frecuentaban tanto juntos como por separado, y no solo eran bares, también cines, teatros, restaurantes, parques, tenían un gusto muy variado y parecían conocer cada rincón de la ciudad. Finalmente, el domingo por la tarde tomaron el bus que los llevaría de regreso a Rodorio. Aioria terminó viajando junto a Death Mask, ya que Afrodita dijo que prefería irse solo escuchando música y se sentó en la fila delante de ellos, mirando por la ventana con aire melancólico, algo que se oponía a lo animado que se había visto durante esos días… definitivamente, era una persona muy misteriosa.

Desde aquel momento comenzó a relacionarse de manera frecuente con el cuarto y doceavo guardián. Aún no eran tan amigos, pero iban en camino a serlo. Por ejemplo, en dos ocasiones acompañó a Afrodita a comprar provisiones al pueblo y a Death Mask a entrenar y supervisar aprendices. También había aprendido mucho de música, ambos le habían recomendado algunos grupos y prestado algunos CD’S. Además, descubrió que cuando salían a beber a Rodorio era común que Shura se les uniera, le explicaron que el español detestaba el bullicio de las grandes ciudades y por eso no iba con ellos a Atenas, pero le gustaba salir a otros lados. Aioria se sentía feliz de estar compartiendo con sus demás compañeros y agradecía a su hermano por haberlo obligado a salir de su burbuja.

Dentro de su nuevo mundo había una sola cosa que lo desconcertaba, y eso se llamaba Afrodita de Piscis, o mejor dicho lo que aquel hombre le hacía sentir. Había pasado poco más de un mes desde que se encontraran en Atenas y si bien su relación era igual de buena con él y con Death Mask, solo el sueco le producía esa sensación de cosquilleo en el estómago, era extraño, nunca antes había experimentado algo como eso y no sabía a qué atribuirlo. Más de alguna vez se sorprendió mirándolo mientras entrenaba, fijando su atención en sus rosados labios cuando hablaban, o en el gracioso lunar bajo su ojo, y en más de una ocasión se había puesto nervioso cuando el mayor le sonreía. Pero lo más perturbador es que conforme pasaban los días aumentaba la necesidad de ver a su compañero, aunque fuera de lejos, y eso le causaba una mayor confusión.

Transcurrió otro par de frías semanas y el ambiente en el Santuario estaba muy animado, como ocurría un día por cada mes del año, en aquella ocasión el motivo era el cumpleaños de Camus. Aioria se preparó acorde a la ocasión y se encaminó al onceavo templo, pasó a recoger a Shaka y se fueron hablando animadamente hasta llegar a su destino. Cuando ingresaron a la zona privada aún no estaban todos, habían llegado Milo, Shura, Mü y Aldebarán, al rato aparecieron Saga y Aioros, y tras ellos Death Mask. El León comenzó a sentirse nervioso al notar que Afrodita no asomaba, al principio intentó ocultar su interés pero después de un rato envió al demonio la discreción y fue directamente a preguntarle al italiano, quien le respondió despreocupadamente “descuida, ya aparecerá” y como por arte de magia, el sueco hizo su aparición en ese momento. Aioria se sintió hechizado al verlo, estaba aún más hermoso de lo normal, no podía apartar la mirada de él. Lo vio acercarse y saludar al cumpleañero y a quienes estaban con él, luego pareció recorrer el salón buscando a alguien, sus ojos se encontraron en ese instante, entonces sonrió y se acercó a ellos, aunque el griego sospechaba que su alegría se debía más a Death Mask que a él, pero no quiso desanimarse, lo único importante es que iba a compartir y pasar tiempo con aquel bello compañero.

La celebración aconteció entre risas y conversaciones agradables, Aioria compartió un rato con la mayoría de sus camaradas, aunque su atención se centraba en el doceavo guardián, quien solo hablaba con Death Mask y Shura. Ya entrada la noche lo vio dirigirse hacia uno de los balcones, supuso que a fumar. Camus había habilitado el más apartado para que sus compañeros viciosos “echaran humo” con tranquilidad… guiado por un impulso, el castaño dejó su conversación con Milo y Camus para seguir al escandinavo.

-          Fría noche ¿verdad? –le comentó casualmente al ingresar al balcón. Afrodita lo miró de reojo viéndose algo sorprendido.

-          ¿Tú fumas? –preguntó sin tomar en cuenta su comentario sobre el clima.

-          No… pero tenía ganas de tomar aire –mintió rápidamente, el otro arqueó una ceja sin creerle mucho y Aioria se apresuró en cambiar el tema- ¿Lo has pasado bien?

-          Bastante, pero me iré al terminar el cigarrillo –señaló exhalando el humo.

-          ¿Por qué?

-          Cansancio…

-          Oh… -Aioria no quería que se fuera ahora que por fin estaba a solas con él- ¿y te puedo acompañar?

-          ¿Disculpa? –preguntó sorprendido el mayor. El griego se pateó mentalmente… ¿es que nunca aprendería a pensar antes de hablar?

-        No… quiero decir… es que hace tiempo no hablamos y bueno… quería hablar –dijo a tropezones mientras se rascaba la nuca avergonzado. Su compañero le sonrió misteriosamente.

-          ¿Quieres ir conmigo a mi templo? –le preguntó el sueco con voz suave, sin dejar de sonreír.

-          Si… solo si no te molesta –Aioria pensaba que debía tener sus mejillas tan rojas como Antares, por fortuna estaba oscuro. Afrodita se le acercó un poco más y apagando su cigarrillo susurró un “vamos”.

El castaño no se fijó si alguien le habló mientras salían de Acuario, él iba concentrado en su acompañante. Por primera vez entraría como invitado a las estancias de Piscis, aún no podía creerlo. No sabía qué iba a hacer o decir cuando llegaran, pero estaba ansioso. Pronto se vieron en la sala de estar del último templo.

-          ¿Quieres algo de beber? –le preguntó su anfitrión al ingresar.

-          Solo agua por favor…

-          Buen chico –escuchó que le decía el mayor, encaminándose a la cocina.

Aprovechó ese momento a solas para inspeccionar alrededor. Había un reloj mural que marcaba las dos de la mañana, algunos cuadros de paisajes y una gran biblioteca que fácilmente podía competir con la de Camus. Las rosas, por supuesto, eran parte integral de la decoración. En el centro había una pequeña mesa de madera tallada, rodeada por un sofá y dos sillones pequeños.

-          Espero que no te moleste si bebo algo de vino –escuchó decir al peli celeste cuando llegó. Traía una bandeja con una jarra de agua, una botella de vino, un vaso y una copa.

-          Para nada, es tu casa –respondió sintiendo sus nervios disiparse un poco. Afrodita sirvió  el agua y el vino, luego encendió su equipo de música a volumen moderado y reconoció de inmediato la canción “Do I wanna know” de un grupo llamado Artic Monkeys que le gustaba a Death Mask.

-         Entonces ¿de qué querías hablar? –preguntó tranquilamente Afrodita tomando asiento junto a él.

-         ¿Cómo?

-         Dijiste que querías hablar conmigo… -respondió el sueco esbozando una sonrisa, antes de beber de su copa.

-         Oh, claro… ¿cómo has estado? –dijo lo primero que se le ocurrió.

-       Bien, gracias –tras las palabras del peli celeste se produjo un largo silencio, interrumpido por el ruidoso suspiro de Airoia.

-        La verdad… solo quería estar contigo –reconoció finalmente.

-        ¿Por qué? –indagó el otro con tranquilidad.

-        No lo sé, simplemente siento la necesidad de estar a tu lado… pensarás que soy raro –dijo con algo de nerviosismo mientras veía de reojo al mayor, aun no se atrevía a reconocer en voz alta su creciente atracción.

-      No pienso que seas raro… pero sabes Aioria, nunca me han gustado los rodeos -susurró dejando su copa en la mesita y acercándose un poco más a él.

-       ¿Cómo di…? –el griego no alcanzó a terminar su pregunta. Afrodita eliminó la poca distancia que los separaba y juntó sus labios en un ardiente beso.

Aioria abrió los ojos de par en par, sin poder creer lo que estaba ocurriendo… ¿su compañero lo estaba besando? Era demasiado surrealista, pero tan agradable a la vez. Los labios de Afrodita eran suaves y dulces, exquisitos. Se encontró a si mismo cerrando los ojos y correspondiendo el beso, mientras sentía que el mayor lo empujaba poco a poco hasta dejarlo casi tendido sobre su espalda en el sofá. Entonces el beso comenzó a subir de tono, volviéndose cada vez más apasionado, y en su caso, desesperado, quería más, quería saborearlo, devorarlo por completo, era primera vez que experimentaba esa sensación de excitación total. Tras un par de minutos terminaron por separarse y el León volvió a abrir los ojos, encontrándose con los penetrantes aguamarinas del pisciano.

Las manos expertas de Afrodita comenzaron a desprenderlo poco a poco de su ropa, hasta dejarlo a torso desnudo y él hizo lo mismo con el mayor, de ese modo quedó expuesta su bronceada piel en contraste con la nívea del escandinavo, por alguna razón eso lo encendió aún más. A esas alturas su cerebro no razonaba, solo se dejaba llevar. La mano del peli celeste se apoyó en su pecho y descendió lentamente hasta su cinturón, el cual desató con lentitud y procedió a introducir sus finos dedos bajo el pantalón hasta llegar a su latente erección. Sintió un inmenso placer cuando comenzó a masajearla y sus gemidos ahogados pronto comenzaron a llenar la habitación, pero entonces se detuvo a observar el rostro de Afrodita y notó que no parecía ni la mitad de excitado de lo que se encontraba él, su cara de concentración le hacía parecer que estuviese haciendo cualquier cosa menos masturbándolo. Aioria tomó la muñeca del mayor, deteniendo su movimiento. El sueco lo miró extrañado por uno segundos, hasta que finalmente preguntó.

-          ¿Qué pasa? –el tono de voz se oyó ligeramente molesto.

-          De pronto ya no deseo hacer esto… -murmuró intentando disminuir su excitación.

-      ¿De qué hablas? ¿Piensas dejarnos a mitad de camino? –el mayor ahora fruncía el ceño. Aioria lo empujó suavemente hasta quedar nuevamente sentados frente a frente y lo miró con seriedad.

-         ¿Por qué estás haciendo esto? Es obvio que no lo disfrutabas como yo… –su pregunta pareció descolocar al otro.

-       Porque tú querías ¿o no? –respondió extrañado- he visto como me miras León, no me vengas con que fue mi imaginación…

-          Para nada, te observo todos los días desde aquella vez que nos encontramos en Atenas, pero no es eso lo que me interesa saber…

-          ¿Entonces qué?

-          Insisto, no parecías quererlo realmente…

-          Te preocupas por pequeñeces… -dijo bruscamente antes de encender un cigarrillo, la magia se había disipado por completo.

-          Me preocupo por ti, que es diferente… -replicó con voz grave- ¿acaso hacer estas cosas no significa nada para ti?

-          Significa que ambos pasaríamos un buen rato…

-          ¿Nada más?

-       ¿Tiene que haber algo más? –el mayor parecía entre enojado y divertido con sus preguntas- Aioria, simplemente pienso que debo aprovechar de divertirme mientras puedo…

-          Tienes mucho tiempo para eso… no es como que venga otra guerra …

-          No es por la guerra –dijo en voz baja, desviando la mirada y dando una calada a su cigarrillo- la juventud y la belleza son efímeras, por eso debo aprovecharlas…

Esas últimas palabras fueron toda una revelación para el quinto guardián, no imaginaba que su compañero tuviera ese tipo de inseguridades.

-          ¿Acaso crees que nadie te querrá cuando envejezcas? –preguntó un tanto intrigado.

-          Eso da lo mismo, el asunto es que lo hago porque quiero y puedo… ahora si tú no quieres pues bien, te lo pierdes –dijo bruscamente tomando su ropa y comenzando a vestirse. El menor lo imitó y volvieron a sumirse en un incómodo silencio.

-          Afrodita…

-         Debí saber que no estabas listo para un encuentro casual, aún eres un niño después de todo… -el mayor hablaba de manera un tanto despectiva, cosa que molestó al griego.

-         No soy un niño… tengo veintiún años, solo dos menos que tu, te recuerdo…

-         Hay una gran diferencia entre la edad biológica y la edad emocional León –rebatió esbozando una sonrisa burlona, al tiempo que encendía otro cigarrillo. Ante esas palabras Aioria terminó por enfadarse.

-          El que no ande de cama en cama no quiere decir que sea emocionalmente inmaduro Piscis… -señaló duramente.

-      Yo no ando de cama en cama, soy muy selectivo… aunque esta vez lamentablemente me equivoqué –dijo con tranquilidad, sin elevar la voz. Con cada palabra el menor se irritaba más.

-          Había olvidado lo insoportable que puedes llegar a ser, maldito arrogante –escupió con cierto desdén.

-          Tan irascible como siempre pequeño Aioria, algunas cosas no cambian…

-          ¡¡Deja de hablarme así!! –estalló finalmente acortando al distancia para quedar a sólo un par de centímetros de su compañero, este permaneció inmutable- Simplemente no puedo tener relaciones de manera tan vacía como tú, sin un significado.

-          ¿Entonces por qué me dejaste llegar tan lejos? –preguntó el sueco intrigado y Aioria se mordió el labio, dudaba si responder a eso… pero ya estaban en ese punto de soltarlo todo.

-          Porque estoy sintiendo algo por ti, algo fuerte… nunca me había pasado y no sabía cómo reaccionar –habló con total sinceridad- Afrodita, yo de verdad…

-         Fuera… -interrumpió el mayor, viéndolo con repentina e intensa ira.

-         ¿Cómo?

-         Dije que fuera, ya no quiero seguir hablando…

-         ¡¡Estoy en plena confesión Afrodita!! –reclamó indignado.

-         No me interesa, FUERA –volvió a exigir, esta vez elevando un poco la voz. Aioria sintió que no iba a conseguir nada más esa noche.

-         ¿Sabes qué? Al demonio contigo Piscis… -dijo dolido, tomando su chaqueta con rudeza y saliendo rápidamente sin mirar atrás.

El griego bajó las escaleras a toda velocidad, nunca se le habían hecho tan largas. Cuando llegó a su templo lo primero que hizo fue lanzar un golpe contra la pared, dejando un gran agujero, pero no le importó, necesitaba liberar algo de frustración.

Desde aquel fatídico día, la relación entre Aioria y Afrodita se congeló. Ya no hablaban, no entrenaban juntos, no compartían música, no compraban provisiones, nada. Sin embargo, el guardián de Leo no podía evitar buscar a su compañero disimuladamente con la mirada y había sorprendido al pisciano haciendo lo mismo en más de una ocasión, pero ninguno daba el primer paso para volver a acercarse. Llevaban casi un mes así, tratándose como extraños y extrañándose a la vez, hasta que el Cangrejo, quien se había dado cuenta de la situación, decidió intervenir.

Un día, a principios de marzo, Death Mask se dirigió al quinto templo después del entrenamiento, donde sabía que encontraría a su guardián, y entró sin pedir permiso. El León estaba tendido de espaldas sobre su cama, mirando el techo, haciendo nada. Aún no se había bañado ni cambiado de ropa.

-       Buenos días leoncito –saludó el italiano con característica burla en su voz, el otro se incorporó de un salto y lo miró sorprendido.

-      ¿Cuándo entraste? –pregunto aún consternado.

-      Recién… pero dejemos la charla inútil, iré directo al grano –indicó ingresando en la habitación y tomando asiento en una silla del rincón- ¿Qué pasó entre tú y el Pez?

-      No sé de qué hablas… -dijo fingiendo demencia.

-      No me hagas perder el tiempo niño…

-      ¡¡No soy un niño!! –gritó enojado, el mayor solo arqueó una ceja frente a su actitud.

-      Como sea, quiero saber qué pasó entre ustedes…

-      ¿Por qué no le preguntas a él? ¿es tu mejor amigo o no?

-      Si, y por lo mismo se que hay cosas que no puedo tratar con él sin que peligre mi integridad, por eso estoy aquí… -comentó con tranquilidad. Se miraron unos segundos en silencio y el menor finalmente suspiró resignado, contándole lo que había ocurrido tras el cumpleaños de Camus… sin detalles por supuesto.

-       Y eso es todo lo que pasó, no hemos hablado desde entonces –finalizó algo apenado. El otro se tomó la barbilla en gesto pensativo.

-      Ya veo, es básicamente lo que imaginaba –dijo finalmente, luego dirigió su atención al menor- ¿Quieres saber porqué Afrodita actuó así?

-       ¿Porque es un maldito bastardo? –preguntó con ironía. Aioria aún estaba molesto y dolido por la forma en que lo había echado de su templo.

-        Sí, pero además de eso –respondió el italiano sonriendo de medio lado- Aunque no lo creas, nuestro amigo sueco es muy inseguro y no cree que alguien pueda quererlo por algo más que su apariencia.

-        ¿Estás bromeando?

-        Nop… seguramente pensó que estabas mintiendo o que te estabas burlando de él –terminó de explicar con calma- Por eso, es mejor que te mantengas alejado.

-       ¡¿Disculpa?! –exclamó sorprendido, no esperaba que el italiano le dijera eso- Primero vienes a intentar arreglar las cosas y ahora me pides que me aleje, no te entiendo Death Mask.

-       Nunca dije que quería arreglar las cosas, solo saber lo que ocurría –dijo como si nada, haciéndose el inocente. Luego se levantó de la silla y caminó unos pasos hacia el León- Además, no creo que seas capaz de lidiar con alguien como él. Afrodita tiene una personalidad muy difícil de manejar y aguantar, y él lo sabe, por eso prefiere mantenerse apartado el resto.

-        Tú te entiendes bien con él…

-       Porque somos iguales… pero no voy a entrar en detalles sobre eso –sentenció encaminándose a la salida- como sea, solo aléjate.

-         NO

-        ¿Cómo? –Death Mask volteó bruscamente.

-       Que no me voy a alejar, Afrodita me gusta y no voy a dejarlo ir solo porque sea un inseguro, arrogante y orgulloso bastardo…

-        ¿Por qué no? Parecen motivos suficientes…

-       Tal vez, pero yo sé que eso es solo una parte de su personalidad, en este tiempo aprendí a conocer la otra, su lado amable, alegre, divertido, y llegué a la conclusión de que me gusta tanto lo bueno como lo malo, porque lo complementan y lo hacen ser quien es…

-        ¿Y quién es exactamente? –indagó el italiano cruzándose de brazos.

-        Para mí, la perfección… -respondió con total seguridad.

Esa confesión de Aioria hizo que el cuarto guardián se quedara sin palabras. Death Mask sabía que el griego se sentía atraído por su amigo, era evidente, pero no esperaba que el sentimiento fuera tan fuerte. Si el León de verdad estaba tan determinado a no rendirse con Afrodita bien podía darle un pequeño empujón.

-       Dentro de cuatro días será su cumpleaños, le gusta el vino italiano, el arte impresionista y post impresionista, aunque si la das algo de Salvador Dalí también se pondrá feliz, adora a ese sujeto… también ama las novelas de misterio y las históricas. Pasado mañana tenemos libre, así que te aconsejo un viaje a Atenas, será tu única posibilidad. Adiós –tras ese monólogo el guardián de Cáncer hizo su retirada del lugar, dejando a un confundido León sin ser capaz de moverse ni pestañar. 

Dos días después, Aiora se encontraba recorriendo las calles de Atenas en búsqueda de un regalo para su compañero. Ya que Death Mask le había dado las recomendaciones, pensó que sería estúpido perder el único día que tendría para buscar con calma algo para el sueco, su cumpleaños era una buena oportunidad de acercarse en son de paz… aunque en teoría era el mayor quien debería acercarse y disculparse, pero sabía que eso no iba a ocurrir, él tendría que dar el primer paso. Incluso si las cosas no funcionaban, al menos tendría el consuelo de que lo intentó hasta el final… no obstante, esperaba no tener que conformarse con eso.

Tras caminar varias horas llegó a una interesante calle del centro. Una tienda en particular llamó su atención e ingresó de inmediato, la recorrió con calma hasta toparse con aquel objeto… si el Cangrejo no le había mentido eso debería estar bien, correría el riesgo.

Al llegar el día del cumpleaños, el guardián de Piscis no daba señales de vida. Faltó al entrenamiento como solían hacer los cumpleañeros y supuso que estaba en su templo… “probablemente está encerrado en su jardín, nunca le ha gustado celebrar sus cumpleaños” le dijo Death Mask y él gruñó con frustración. Había pasado todo un día buscando el regalo y se lo entregaría ese día si o si. Con ese pensamiento, esperó a media tarde para emprender camino hacia el doceavo templo.

Cuando estuvo frente a la gran puerta del jardín de Piscis respiró hondo para darse ánimos. Quiso acercarse para tocar, pero en ese momento aparecieron de arriba y abajo cuatro enormes grupos de enredaderas cubiertas de rosas rojas, tapando por completo la entrada. Death Mask le había advertido sobre los trucos de Afrodita para alejar a los intrusos, ya que atesoraba la privacidad de su jardín más que su propia vida. Dando un suspiro, intentó llamarlo elevando su cosmos, con la esperanza de que lo dejara entrar, pero no hubo respuesta. Volvió a tratar tres o cuatro veces más con el mismo resultado y Aioria comenzó  sentir un ligero tic en el ojo.

-       ¡¡Afrodita!! ¡¡Déjame entrar o te juro que echaré tu templo abajo!! –gritó en un último intento, con su paciencia más que agotada, pero nuevamente fue en vano- ¡¡Lo digo en serio!!

Al verse ignorado por sexta o séptima vez, Aioria comenzó a cumplir su amenaza. Dejó el paquete con el regalo a sus pies y comenzó a elevar su cosmos, concentrándose en la entrada del jardín, dispuesto a volarla en mil pedazos, pero justo cuando fue a atacar las rosas de las enredaderas se lanzaron como dagas contra él, obligándolo a saltar hacia atrás para esquivarlas… “este sujeto está loco” pensó atónito. Justo cuando se incorporaba para volver a concentrarse escuchó el sonido metálico de la puerta abriéndose, a la vez que las enredaderas se recogían hasta desaparecer. Lentamente, divisó la esbelta figura del guardián caminando hacia él.

-          Y así dices que ya no eres un niño, mira el escándalo que has armado… -le reclamó deteniéndose a dos metros de distancia.

-         Disculpa, pero todo esto es porque te negaste a dejarme entrar… -lo acusó comenzando a enojarse nuevamente.

-        ¿Y por eso armas este berrinche? –replicó cruzándose de brazos. Aioria pensó en responderle como se merecía, pero se contuvo, no estaba ahí para pelear, tomó un par de respiraciones para serenarse.

-        Olvídalo, lo importante es que al fin saliste…

-      ¿A qué viniste? –preguntó bastante rudo. El León lo miró y fue a recoger el paquete que había dejado en el suelo para entregárselo al sueco.

-       Feliz cumpleaños… -le dijo con seriedad, mirándolo fijamente mientras le extendía el regalo. Afrodita lo miró sorprendido, al parecer no se esperaba eso.

-       Oh… bueno, gracias –lo recibió relajando su semblante.

-       Eso era todo… nos vemos –dio media vuelta para irse. La idea era hablar con el pisciano, pero con esa actitud sería imposible y tampoco podía obligarlo.

-       Espera… -lo detuvo el mayor, Airoia volteó y vio que su compañero suspiraba algo apenado- justo preparé algo de té y pensaba llevarlo al jardín… pero creo que hice demasiado…si gustas me puedes acompañar, solo si quieres, no es obligación…

-       Me encantaría… –respondió esbozando una sonrisa. Era primera vez que escuchaba a Afrodita titubear así, su lado inseguro lo hacía ver tierno.

Ambos santos se encaminaron al interior del templo, Aioria ayudó a su guardián con las cosas para llevar al jardín. Cuando ingresaron el griego entendió porqué Afrodita llevaba ropa tan liviana a pesar del frío en el exterior, pues dentro del jardín estaba templado, bastante primaveral… “¿acaso este lugar tiene su propio microclima?” se preguntó intrigado.

Una vez instalados, se sentaron en la pequeña mesita a beber un té con pastelitos, Afrodita dijo que los había comprado el día anterior en el pueblo y que eran sus favoritos, Aioria tomó nota mental de eso. Tras un rato de agradable silencio, en el que se dedicó a observar el entorno, el menor finalmente habló.

-       ¿No piensas abrir tu regalo? –preguntó con algo de ansiedad, quería saber si había acertado o no (y si debía ir a matar al italiano o agradecerle).

-      Claro, lo abro en seguida –dijo con una brillante sonrisa en su rostro. Algo que aún sorprendía al griego era lo fácil que el pisciano cambiaba de humor, había pasado de enojado a estar avergonzado y luego relajado en menos de veinte minutos. Contrario a lo que se pensaría, ese rasgo era algo que encantaba al León.

-    Espero que te guste… -comentó mientras el otro desenvolvía el paquete. Vio con satisfacción como se le iluminaba el rostro y ensanchaba su sonrisa- ¿entonces acerté?

-      Claro que sí, ¡¡mil gracias!! –exclamó el otro sin ocultar su felicidad y comenzó a ojearlo de inmediato. Después de dejar los pies en la calle, había encontrado un grueso libro dedicado a la vida y obra de Salvador Dalí. Era una edición limitada que resultó bastante costosa, pero ver esa expresión en el mayor hizo que valiera la pena, parecía un niño con juguete nuevo- ¿Cómo supiste que me gustaba este artista?

-       Me lo dijo un pajarito amante de la pasta –respondió sonriendo de medio lado.

-       Pues… gracias, no debió ser fácil ni barato –volvió a sonreírle, pero pronto su expresión se fue enseriando y dejó el libro sobre la mesa, bajando la mirada. Aioria no entendió que había ocurrido.

-       ¿Pasa algo? –preguntó intrigado.

-     Aioria yo… -comenzó a hablar nerviosamente, mientras acomodaba un mechón de cabello tras su oreja- Lamento mucho la forma en que te traté la última vez que nos vimos...

-       Oh, eso…

-       Sí, eso… lo siento –se disculpó viéndose apenado, pero aún sin mirarlo directamente. Era obvio que decir esas palabras no era algo fácil para él.

-    Está bien, te perdono, fue una noche extraña de todos modos… -dijo intentando tranquilizarlo- Yo tampoco debí ignorarte todo este tiempo, pero tenía mi orgullo herido…

-      Lo entiendo, no te preocupes…

Aioria observó atentamente como Afrodita se ponía de pie y caminaba lentamente hacia uno de sus rosales, acariciando sus pétalos cuando estuvo frente a él… “es ahora o nunca” pensó el León, debía hacer honor a su signo y mostrar su valentía, había lidiado con situaciones mil veces más difíciles a lo largo de su vida, no podía dejar que el miedo al rechazo lo dominara ahora. Caminó hacia donde estaba su compañero, situándose a sus espaldas, a menos de un metro de distancia y pudo notar como el otro se tensaba.

-      Afrodita… -lo llamó con voz grave, pero este no se volteó- lo que te dije la otra vez era cierto, y sigue siéndolo, tú me gustas mucho y quisiera intentar acercarme a ti si me lo permites…

-      Aioria… -murmuró el otro, viendo hacia el cielo- por favor no sigas con eso, solo estás confundido…

-      No intentes decirme lo que siento, se perfectamente lo que me pasa –replicó con firmeza. Vio que Afrodita intentaría alejarse de él y lo detuvo a tiempo sujetándolo por la muñeca y atrayéndolo hacia él hasta quedar a escasos centímetros de distancia. Finalmente pudo observar a su compañero de frente y vio el miedo y la duda reflejado en sus ojos.

-      ¿Qué pretendes? –preguntó el mayor, muy seriamente.

-     Quiero que me escuches y me creas… -respondió en el mismo tono, aumentando un poco la presión sobre el otro. No quería soltarlo, temía que se escapara si lo hacía.

-      No puedo creerte…

-      ¿Por qué?

-      ¡¡Porque no es posible!! –exclamó alzando la voz- no nos conocemos Aioria, no puedes venir a soltarme sentimientos románticos cuando apenas hemos comenzado a tratarnos.

El menor meditó aquellas palabras, las dudas de su compañero no eran tan descabellas, después de todo hasta hace dos meses eran prácticamente extraños… pero en ese momento recordó su primer encuentro y el sentimiento de fascinación frente a aquella persona que creyó de origen divino, luego lo que sintió cuando se encontraron frente al titán gigante, después cuando estuvieron frente al Muro de los Lamentos, y finalmente, Asgard… oh si, Aioria sabía que Afrodita se había escondido para evitar encontrarse con él, al principio pensó que era porque no quería tener nada que ver con ellos y con lo que ocurría en ese lugar, pero entonces el pisciano va y arriesga su vida para averiguar información vital sobre el Yggdrasil y a la vez rescatar a la mujer que su amigo quería. Es verdad, no se conocían, pero ese sentimiento de fascinación y admiración no era reciente, sin darse cuenta la atracción había existido desde un principio y se fue desarrollando con el tiempo hasta llegar al punto que se convirtió en algo más, algo que estaba experimentando en ese momento.

Lentamente, Aioria aflojó su agarre sobre la muñeca del otro y terminó tomándole la mano, Afrodita se vio ligeramente confundido pero no intentó apartarse.

-        Tienes razón en algo, apenas nos conocemos. Si lo hicieras no dudarías de mis palabras, porque sabrías que yo jamás jugaría con algo así –habló con una calma inusual en él, intentando transmitir seguridad a su compañero- pero nunca es tarde para comenzar a hacerlo.

-       ¿De verdad quieres acercarte a mí? –el mayor parecía un tanto incrédulo.

-       ¿Por qué te cuesta tanto creerlo?

-       Tal vez porque somos diametralmente opuestos, tú eres un reconocido y valiente héroe, en cambio yo… -el piscianose calló de improviso, luciendo incómodo. Al parecer había hablado de más.

-       ¿Tú qué? termina lo que estabas diciendo… -pidió sin alzar la voz.

-       Sabes a lo que me refiero…

-      Supongo que sí, pero me parece una estupidez –esbozó una sonrisa al ver como el otro lo miraba frunciendo el ceño- No estoy diciendo que seas estúpido, pero lo que dices no tienes sentido… además, los opuestos se atraen ¿o no?

-       Eso dicen –susurró relajando su semblante.

-    Entonces ¿nos darás la oportunidad de conocernos compañero? –preguntó volviendo a sonreír. El otro pareció meditarlo y terminó soltándose de su agarre, dirigiéndose a otro de los rosales, uno de rosas rojas, y tomó una de ellas con delicadeza aspirando su aroma.

-     Está bien –dijo suavemente sin dejar de mirar las flores. Luego convocó una y caminó para quedar nuevamente frente a Aioria- Solo porque me encantó tu regalo.

-     Qué afortunado soy –dijo riendo y Afrodita lo miró juguetonamente, para luego sorprenderlo al tomarle la mano y depositar la rosa en ella.

-     Tómalo como primera muestra de mi buena voluntad –le dijo mirándolo fijamente- es una rosa mía, no se marchitará mientras yo viva.

-      Espero que eso se replique en nuestra relación –respondió el León acercándose un poco más al otro y depositando un casto beso en sus labios, susurrándole antes de apartarse- Gracias Afrodita.

-     Gracias  ti, por no rendirte –respondió el otro volviendo a sonreír con amabilidad.

Volvieron a sentarse para beber el té, notaron que se había enfriado y el pisciano dijo que habría que preparar más. Entonces ambos tomaron las cosas e ingresaron nuevamente al templo, donde permanecieron abrigados hasta el amanecer.

Fin.

 

Notas finales:

Así termina la primera historia, al final no fue muy corta pero aún trabajo en mi capacidad de síntesis. Espero que la disfrutaran.

Fue interesante trabajr en esta pareja, agradezco la sujerencia.

Hasta la próxima.

 

- La canción del bar es "Elevation" de U2.


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