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Placentera Travesura por jenharuto

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Notas del fanfic:

>Los personajes son propiedad de ChinoMiko.

>Este fanfic ha sido escrito sin ningún fin lucrativo, sólo es mera diversión y entretenimiento.

>Pido disculpas por los errores ortográficos y narrativos, además de mi lenguaje soez al narrar.

>Las palabras en cursivas son: pensamientos, sonidos y/o palabras en otro idioma.

Notas del capitulo:

 


¡ Hola ! Queridos lectores, he me aquí con un nuevo one shot. Sé que debo actualizar mi otro fanfic, pero quería escribir esto, antes que se quedara olvidado en algún recóndito lugar dentro de mi cerebro, además que hace tiempo que no he escrito Lemon y ya lo quería 7w7 y sé que ustedes lo quieren leer también, a mí no me engañan (???). Bueno, sin nada más que decir, disfruten del relato.

 

 

 

Placentera Travesura

 

Le era difícil explicar cómo esa idea se había colado en su retorcida mente, simplemente esos pensamientos no tenían razón de ser ni de existir. Cada vez que indagaba en aquello, se daba cuenta que estaba teniendo un comportamiento muy impropio de él, algo muy diferente a su fachada de tipo rudo y respetable, algo que no debería ser parte de su naturaleza.

Le molestaba en demasía sorprenderse a sí mismo imaginando todo lo que podía sentir si su idea se llevaba a cabo, sin dudas era algo completamente descabellado y una locura, pero, a la vez, podría ser la experiencia más fascinante de su vida hasta ahora, en verdad, ¿qué era una vida sin emociones fuertes?

Se sentía un estúpido por ser tan contradictorio e indeciso.

Pero lo más importante era, ¿él aceptaría? Sabía que no. Su novio era demasiado maduro y responsable, estaba seguro que aunque le insistiese o rogase —cosa que nunca haría— la respuesta siempre sería no.

No era como si ambos fueran a lanzarse de un avión y como si meterían la cabeza en la boca de un león, nada parecido. Sólo quería tener sexo con Nathaniel dentro del despacho de la directora, sólo eso.

Puff, ¿era realmente una locura?

Tch, está decidido—Castiel zanjó para sí, mientras que con la espalda apoyada en los casilleros, miraba la entrada de aquella habitación que podría ser su tumba; pero, al mismo tiempo, la cuna de una divertida velada.

 

(…)

 

Examen.

La profesora Delanay les estaba tomando un examen. Él no tenía ni idea de que hacer, juraría que jamás había escuchado algo acerca de los aromáticos, alcoholes y, ¿qué mierda era un benceno? Bueno, por lo menos no era el único que no sabía ni donde estaba sentado; Lysandro, sentado a un lado, miraba pensativo su hoja y, por lo que le alcanzaba a ver, no había ni escrito su nombre, pobre idiota. Armin, tras él, murmuraba maldiciones hacia el universo. Más allá, Kim estaba a punto de romper algo, pues se veía claramente enfadada. Sucrette no parecía tener ningún problema, al igual que Melody —la bruja que quería quitarle a su novio— e incluso Iris, quien feliz escribía.

Maldijo, debió hacer caso cuando Nath le explicaba el tema en la biblioteca y no estarlo manoseando por donde quería, aunque no se arrepentía de ello.

—Señorita Ámber, usted y sus amigas salgan ahora mismo. Tienen cero—la voz de esa mujer surcó en cada una de las orejas de los estudiantes, aterrando a más de uno y provocándole un pre-infarto a otro.

La rubia quedó perpleja al escuchar su nombre, sin embargo trató de no demostrarlo.

— ¿Por qué? No hemos hecho nada—replicó ella e, inmediatamente, la asiática y la morena le apoyaron con un sí en coro.

La profesora Delanay suspiró con enojo reprimido.

¿Acaso Ámber estaba copiando? Bueno, eso no era una sorpresa.

—Será mejor que obedezca, no quiero tomar la penosa necesidad de buscar en su escote el acordeón que tiene allí en frente de toda la clase. Esto también va para sus amigas—la señora puso sus manos en su cadera, esperando que su "amenaza" surtiera efecto.

Las tres chicas, viéndose descubiertas y acorraladas, no tuvieron otra opción que retirarse del examen, pero sin olvidar salir como las divas que se creían.

Se oyó la puerta cerrarse y Delanay quiso dar una última advertencia.

— Al próximo que lo sorprenda plagiando lo mandaré a la oficina de la directora, así que tengan cuidado con sus acciones, jóvenes.

La gran mayoría tragó saliva, sin dudas esa mujer era espeluznante y de seguro cumpliría con su amenaza, ir al despacho de la directora era como decir ir al colegio un sábado, una completa pérdida de tiempo en el que sólo se quedarían encerrados allí hasta que la señora directora se dignase a aparecer y tomar cartas en el asunto. Un sermón y una carta para el representante era el ritual.

¡Momento! ¿Despacho de la directora? ¿Acaso aquello era la oportunidad que el destino le estaba brindando para realizar su idea? Castiel ya no prestaba atención a la hoja que yacía en su pupitre, su mente se había perdido en algún sitio desconocido mientras que su mirada estaba posada sobre la nuca del delegado. De pronto, tuvo una epifanía y embozó una sonrisa perversa en su rostro, parecida a la de un niño a punto de hacer una travesura.

Una placentera travesura.

—Nathaniel—susurró el nombre de su chico, quien se hallaba a cinco bancas de distancia. Algunos le escucharon y le miraron de reojo, excepto ese a quien llamaba.

Shhhh—Delanay chistó, cruzándose de brazos y observando con atención al pelirrojo.

Pero como si la mirada de esa mujer fuera un incentivo, Castiel volvió a intentarlo.

—Oye, Nath—dijo con voz más alta, al fin llamando la atención de su compañero rubio, quien volteó un poco el rostro, mas al descubrir que sólo se trataba del pelirrojo, volvió a girar la cabeza y concentrarse en su examen.

¿Tienes los huevos para ignorarme, eh? Pues no te la vas a acabar. Sonrió y, despedazando un poco de su goma de borrar, se lo lanzó al rubio.

Aquello cabreó a Nathaniel, sin embargo no le prestó la atención requerida, podía soportarlo, sólo era simple goma de borrar, no le daría el gusto de escandalizarlo.

Mas, los proyectiles comenzaron a caer con más intensidad y la paciencia poco a poco fue desapareciendo de su cuerpo.

—Gatito...—murmuró Castiel con tono divertido y sensual, obviamente para el delegado.

La ironía era que ese apodo que le había puesto 'esa' mujer, a la cual ya había superado totalmente, ahora lo usaba para molestar al delegado, ¿razón? Pues a veces Nath se comportaba como un gato, tan elegante y soberbio. Y tampoco llamarlo así le traía malos recuerdos, ni ningún sentimiento de pesar, todo lo contrario, hasta le divertía.

Una gruesa basura que incluso le rebotó con fuerza en la cabeza, fue el detonante de su ira.

— ¡Ya basta Castiel! —El rubio se giró, mostrándose enfurecido y hastiado.

El aludido sonrió ampliamente, había caído en su trampa.

—Señores Castiel y Nathaniel, háganme el favor de salir inmediatamente. No toleraré ese tipo de comportamiento—dijo Delanay, abriendo la puerta y haciendo un ademán indicando una retirada— Vayan al despacho de la señora directora, me haré cargo de informarle.

El rubio se vio muy perturbado, no deseaba que echaran a perder su intacto comportamiento. Intentó replicar, pero fue cortado por la mujer. Mientras que Castiel lucía indiferente por fuera y sonriendo por dentro.

Cuando ambos estuvieron fuera, el rubio le planteó pelea al pelirrojo.

—Eres un imbécil—le espetó con el ceño fruncido— Sea lo que sea que quieres, lo has conseguido. Nos has metido en problemas.

—No entiendo porque te enojas tanto—se quejó Castiel, rodando los ojos— Somos emancipados, no tenemos quien nos eche la bronca. Relájate—le quitó importancia haciendo un gesto con su mano.

— ¿Acaso no eres consciente de que mi expediente puede quedar manchado? Además hemos perdido la prueba—suspiró pesadamente, calmando las ganas que tenía de estamparle la cabeza con una silla.

Tch, mejor vamos de una vez—Castiel trataba de no sonar tan interesado en el asunto— o la vieja Delanay saldrá y nos gritará por seguir todavía aquí.

Nathaniel no le discutió eso.

Caminaron hacia esa habitación y entraron, pues la puerta estaba abierta, normalmente lo estaba, lo que se mantenía bajo llave eran los cajones y casilleros.

Nathaniel se sentó inmediatamente en una del par de sillas que había, cruzándose de piernas y de brazos, quedándose en silencio.

Y Castiel se hallaba apoyado en la puerta, observándolo de manera extraña, pero con una sonrisa de lado y lado.

Un suave click se oyó en el silencio de la habitación, habían puesto seguro a la puerta.

— ¿Qué crees que estás haciendo? — Nathaniel le preguntó cuándo empezó a atascar la cerradura con una escoba que había encontrado en el baño privado.

Castiel no le respondió, simplemente se le acercó y, como depredador cazando a su presa, se le lanzó, chocando sus bocas en un beso rudo que les sacó un quejido a ambos. La lengua de Castiel invadió la cavidad del rubio, explorando cada rincón y jugueteando con la contraria, sin embargo, no estaba siendo correspondido, cosa que lo obligó a separarse y a mirar con enojo al chico frente a él.

— ¿Qué haces, idiota? —Reprochó el pelirrojo

—Esa es mi línea, ¿no tienes idea del lugar en el que estamos? —Colocó sus manos en el pecho del teñido, haciendo una brecha entre sus cuerpos.

—Por supuesto que lo sé—Castiel comentó con obviedad— Todo este rollo me ha estresado, quiero liberar tensiones—mintió— Vamos a hacerlo aquí mientras esperamos.

El ojimiel le miró como si le hubiera crecido un tercer ojo.

—Pero, ¿tú estás tonto? ¿O tanto tinte al fin te ha fundido las pocas neuronas que te quedaban? —No estaba para bromas— Este es el único lugar en el que no deberíamos tener sexo— su voz fue dura e impasible.

—Oh, vamos Nath—agarró las manos del rubio y con sus ojos del bruñido plateado brillando, lamió esos labios suavemente— No me digas que esta situación no te excita.

—Claro que no, idiota —gruñó ofendido, pero sus mejillas se habían coloreado de rosa— La directora puede llegar en cualquier momento.

—Y eso es lo que lo hace tan fascinante— su sonrisa burlona se ensanchaba cada vez más— Sólo déjate llevar...

Los ojos de Nathaniel se movieron de un lado a otro demostrando la duda de su dueño, esa situación sin dudas era una mala idea, no podría salir nada bueno de eso, sin embargo una parte de él pensaba diferente; la parte que tenía encerrada por el bien de su persona y de las que lo rodeaban. Su parte reprimida quería hacerse presente.

Castiel, al ver la duda en los ojos del delegado, aprovechó para inclinarse hacia él y lamer el níveo cuello de éste, mientras sus manos, que agarraban las de su novio, guiaron a éstas a su entrepierna, haciéndolas masajear el área.

Gracias a ello, el rubio pareció volver en sí, mas no se separó ni opuso resistencia física.

—U...Usa tu cerebro un poco...idiota— la voz temblorosa de Nathaniel era música para los oídos del pelirrojo— T-Te estás comportando como un viejo degenerado... —sus manos, viéndose liberadas, comenzaron a subir por el cuerpo de ese a quien tenía en frente, delineando la delgada pero varonil anatomía.

Shhhh— Castiel dejó escapar el aire sobre su manzana, causándole un placentero escalofrío— En este momento no quiero 'usar' mi cerebro —dijo juguetón, mordiendo su piel y succionando la marca dejada.

Nathaniel no era de piedra para que su cuerpo no reaccionase a las caricias que se le estaban dando, ni para no dejarse llevar y participar también en aquel juego sucio. Ah, a la mierda, se había contagiado con el retorcido comportamiento de Castiel.

Buscó los labios del pelirrojo y, cuando estuvieron a su alcance, los besó con vehemencia, siendo contraatacado por los del oji gris casi al instante. Subió sus manos y las llevó al cabello rojo, enredando sus dedos en las hebras teñidas; acercándolo más a él.

Todo rasgo de sentido común se había esfumado, su cuerpo deseaba aquel contacto y lo deseaba ahora. No supo en qué momento su espalda estaba sobre el escritorio de la directora ni como ambos cabían en el mueble. Oh, ¿lo harían ahí?

Tch, tu camisa con botones era más fácil de quitar— se quejaba Castiel, alzándole torpemente la prenda ajustada, quedándose a medio torso.

—Porque prácticamente me las arrancabas—Nathaniel bufó, mas no se oía molesto— Déjame ayudarte, idiota —rió al ver el puchero en el rostro del otro y, sin más tardar, se quitó la camisa, dejando expuesta la piel suave ante los ojos del pelirrojo.

Castiel se tiró sobre su novio y lo besó apasionadamente, subiendo sus manos desde el hueso de la cadera hasta llegar los pectorales, los cuales todo el mundo podía apreciar gracias a esa maldita camisa azul que los marcaba perfectamente, pero que sólo él tenía el derecho de tocar junto a los pezones rosas que se hallaban erectos.

Mordió un botón provocando que al rubio se le escapara un gemido sordo.

Estaban tan concentrados en sus acciones, que no notaron la sombra de alguien viéndose a través del vidrio extraño de la puerta.

—Señora directora, ¿se encuentra bien?

Ambos se detuvieron, se trataba del profesor Farrés.

El color se había ido del rostro de Nathaniel y sus extremidades dejaron de moverse, estaba en shock. Castiel chasqueó la lengua por la falta de actividad, pues la situación lo estaba excitando en verdad, poseer el cuerpo de su novio en esa habitación era su enfermizo capricho.

Sin importarle un carajo, se dispuso a desabrochar el pantalón de su chico.

Pero las manos de éste lo detuvieron.

—Es una mala idea—habló el oji miel con tono bajo, empujando a Castiel, tratando de alejarlo— N-No sigas con esto —le reprendió, sin embargo su voz se quebró cuando el pelirrojo le agarró las manos y las llevó sobre su cabeza.

—No querrás que nos quedemos así—utilizando su pelvis aplastó la del rubio, logrando que ambos miembros se rozaran sobre la ropa, notando la dureza de los dos.

Nathaniel cerró los ojos, el calor de su cuerpo lo estaba matando, necesitaba liberarse; pero debía oponer resistencia, ese comportamiento era indecente, el señor Farrés podría escucharlos y la directora llegaría en cualquier momento.

—Profesor Farrés—al rubio casi se le sale el corazón, era la voz de la directora— ¿Necesita algo?

— ¿Eh? Creí que estaba dentro—respondió el hombre, mostrándose confundido— La puerta parece estar cerrada.

—Joder Castiel, bas-

No pudo terminar de replicar, había sido callado por Castiel en un beso.

—Baja la voz o nos escucharan... —susurró el pelirrojo sobre sus labios— Terminemos esto —sin más, bajó los pantalones del rubio y los suyos, exponiendo ambas pollas duras que incluso goteaban. Las juntó y masajeó entre sí, la sensación era exclusiva, la adrenalina subía de vez en vez que la puerta era sacudida con violencia.

— ¡Quien sea que este ahí, abra ahora mismo! —La vieja se oía muy molesta, pero ellos no se detendrían sin acabar.

N-Ngh…eres de lo peor Castiel—al rubio ya le valió madres que las autoridades se hallaran fuera, golpeando con intensidad la puerta. Detenerse ahora sería un dolor en las bolas, literal.

Castiel sólo le dedicó una traviesa sonrisa e inició otro beso húmedo, con el fin de acallar los gemidos deliciosos del delegado. Al poco rato Nathaniel se vino en su mano, manchando ambos abdómenes y su pene con aquel líquido caliente.

—Debo venirme en el lugar que es—dijo de pronto el pelirrojo, mordiendo los labios de Nath y abriéndole las piernas, metiendo su miembro rudamente pero sin lastimarlo. La relación de ambos era incluso más candente, tomando en cuenta que vivían solos, no tenían porque contenerse en querer hacerlo cuando deseaban. No había necesidad de preparar al rubio estando tan acostumbrado ya.

Ahora fue el rubio quien mordió los labios del pelirrojo, hasta hacerlos sangrar por la fuerza con la que estaba aguantando el evitar gritar de placer.

— ¡Abran la maldita puerta!—Gritó la directora, su voz se escuchaba cargada de coraje, e incluso el chucho de Kiki estaba ladrando.

Pero tanto el cerebro de Nathaniel como el de Castiel no funcionaban correctamente en aquel momento, estaban cegados y sordos a cualquier cosa que no fueran ellos.

El pelirrojo embistió con fuerza; una, dos, tres veces seguidas para retirarse un poco y volver a arremeter contra el rubio, sintiéndose apretado deliciosamente por las entrañas de éste y descargando su esencia dentro, en un gruñido de dicha.

—Si no abren en tres, tumbaremos la puerta.

Ambos respiraban agitados, la actividad les había robado buenas energías. Castiel acarició la cara sonrojada de Nathaniel y le sonrió con cariño antes de besar sus labios.

—Uno—la primera amenaza.

Los dos se levantaron. Nathaniel se empezó a vestir con torpeza, su cuerpo dolía y las manos le temblaban de nerviosismo. Castiel limpiaba con su chaqueta la evidente mancha de semen que de alguna manera había caído a la alfombra, joder, que eso no salía.

—Dos—el rubio iba a empezar a hiperventilar.

Algunos artículos sobre el escritorio se habían movido de su lugar, el delegado los acomodaba lo mejor que podía. El pelirrojo, una vez todo se vio en mero orden, maldijo en voz alta y fue hacia la entrada, desbloqueándola de mala gana.

—Y...tres...

La puerta se abrió, Castiel podía jurar que la expresión en el rostro de la vieja era similar a la de un demonio.

En ese momento tanto el delegado como el delincuente, no sabían lo que les depararía el futuro.

 

 

 

 

 

 

Notas finales:

¡ Ya está ! Hasta aquí llegó mi alucinación, ¿ qué habrá de pasar después ?

Castiel: No sé Tabla no sé. Todo quieres que te lo solucione.

Okey :c

Pd: Perdón por lo corto que estuvo el Lemon, aún no soy lo suficientemente buena para escribir uno decente u.u

Gracias por leer ! 


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