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¿A dónde van las personas cuando mueren? por Homicidal_Queen1

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Notas del fanfic:

Esta mal que publique esto sin haber actualizado los que ya tengo ggg.

Los personajes no me pertenecen ;u

Notas del capitulo:

Espero les guste c:

Otra discusión más, me gritas, te grito, otra vez te desesperas y me cierras la puerta en la cara. Antes la habría roto para seguir discutiendo, pero ahora me detuvieron tus sollozos. Te escuche, llorabas por mi culpa y para ti era tan cotidiano.

 

Ahora te hablo detrás de la puerta, sabiendo que estas al lado de ella, ambos sentados recargándonos en cada cara de esta.

 

-          Somos un desastre. – Comente, tú no estabas dispuesto a contestarme. – Izaya... – Insistí, sin embargo seguramente tú callarías toda la noche.

 

-          Vete. – Te animaste a decir. – Déjame solo por favor. – Tu voz se quiebra al hablar.

 

-          No. – Sentencie. – Esta también es mi casa, y no me iré hasta que me escuches. No tengo nada que ver con Vorona, solo es mi compañera de trabajo.

 

-          ¡¿Qué malditos compañeros de trabajo se besan?! ¡¿Ah?! ¡Ninguno Shizuo!

 

-          Fue un malentendido, Izaya, ella tropezó y por eso...

 

-          A mi ninguna humana me engaña, los conozco, ellos hacen este tipo de cosas, ¿Por qué no quieres entender? ¿Acaso te gustó?

 

-          Maldita sea, comienzo a cansarme de la situación.

 

-          Eso es porque no tienes una maldita excusa que darme.

 

-          No hablo de ahora, sino de siempre.

 

-          ... ¿Qué quieres decir?

 

 

-          ¡Siempre ocasionas discusiones! ¡Llegas conmigo con tus malditas inseguridades acusándome de cosas sin sentido que a veces ni siquiera son reales! Solo inventas tonterías para jugar conmigo una y otra vez. ¡Estoy cansado de ti y de tus malditos juegos de mierda!

 

-          ¡¿Juegos?! ¡Tú eres el maldito ofrecido! ¡Cualquier puta que se te acerca tú te les ofreces en bandeja de plata! Pero claro, no se podría esperar menos de una bestia...

 

Seguiste gritando cosa tras cosa, mi cabeza comenzaba a doler, tu molesta voz inundando mis oídos me enferma.

 

-          ¡Por un demonio! ¡Al diablo con todo esto! – Me levante del suelo, tu abriste la puerta. Vi tus ojos llorosos, y tu rostro enrojecido de la desesperación. Tan típico en ti usar este tipo de armas para manipularme.

 

-          ¡No huyas cobarde!

 

-          ¡¿Ah?! ¡Acabas de decir que te deje solo!

 

-          Si te vas... – Me miras retadoramente – No regresas jamás.

 

-          ¡Perfecto! – Tu expresión cambió a una sorprendida cuando me escuchaste pronunciar esa palabra.

 

-          Shizu-chan...

 

-          No más Izaya el manipulador, no más Izaya el desesperante, no más Izaya, la maldita pulga. – Recuerdo bien que en esos momentos no sabía todo el daño que te causaba.

 

Tus lágrimas corrieron por tus mejillas, tu semblante enfurecido y desilusionado no me importaba para nada en aquel día, me empujaste y te dirigiste a la salida.

 

-          Izaya, vuelve acá maldita sea. – Dije totalmente resignado. – Lo siento, escucha, solo necesitamos un tiempo para...

 

-          No me des tus falsas disculpas Shizuo. – Dijiste entre dientes dándome la espalda mientras tomabas tu abrigo del perchero. – Ya nos hemos dado suficientes “tiempos”, quien sabe lo que harás cuando te vas.

 

Tus insinuaciones de infidelidad me enfurecían, y lo sabias, eso hacía que mi ira creciera más y tuviera ganas de matarte otra vez. Pero me contuve.

 

-          Muévete. – Te empuje quitándote de la puerta, si alguien se iría era yo.

 

-          Shizu-chan... – Susurraste viéndome con tristeza.

 

-          ¡¿Qué quieres ahora?! – Desde ese momento admití que no debí de hablarte así, pero estaba tan enojado.

 

-          No es nada. Lárgate. Maldita bestia.

 

-          Pulga molesta. – Murmuré. Tus ojos me miraban indiferentes ahora, sabía que permanecías triste, pero no me importó, solamente me fui.

 

“Deja de ser tan manipulador, deja de extorsionarme con tus palabras y expresiones, deja de intentar hacerme caer en tu juego, maldita pulga.” Era lo que pensaba mientras caminaba por las calles sin rumbo alguno.

 

No sabía cuánto tiempo dure caminando, no sabía ni en donde me encontraba, solamente estaba analizando la situación por la cual discutíamos.

 

Estaba en las calles de Ikebukuro por trabajo. Mientras Tom, Vorona y yo íbamos camino a la casa de un cliente. En eso mi compañera tropieza y accidentalmente cae encima de mí. También, accidentalmente nuestros labios chocaron, la gente alrededor tomaron fotos de inmediato y esas fotos llegaron a Izaya.

 

Tu inseguridad es tal, que te hiciste un millón de ideas equivocadas. Pero, siempre has admitido que soy la única “criatura” la cual no logras deducir. Dices conocer a los humanos, dices saber las intenciones de Vorona, pero no lo entiendo. ¿No es suficiente todo el amor que te he demostrado?

 

Aunque... Últimamente todo lo que hacemos es pelear.

 

Aun así, hoy vivo por ti, a pesar de que antes no soportaba tu olor, oy es la fragancia más dulce para mí; antes no podía ni verte en pintura, ahora no puedo apartar la vista de tus finos rasgos, tus brillantes ojos y tu resplandeciente sonrisa. Si antes no te quería cerca, hoy me desespero cuando no estoy a tu lado.

 

Entonces ¿Qué hago aquí?

 

Debería ir, decirte que lo siento, que todo lo que le dije no era lo que yo pensaba en realidad. Que te amo. Que quiero cumplir todas mis promesas contigo. Quiero pedirte mil disculpas, quiero que me escuches como tú lo sabes hacer, quiero que te burles de mí y que después, me beses de la manera tan única como sueles hacerlo.

 

-          Bien, Izaya, voy por t... – El sonido de un tren me interrumpió, me aturdió unos segundos. – Maldita sea, ¿Dónde está ese...?

 

#

 

No sé qué está pasando. Es como si despertara de un estado de coma que apenas si duro un par de segundos.

 

Miro alrededor, el volumen da un efecto de que comienza a subir lentamente, patrullas, ambulancias, gente entrometida y entre otros están a mí alrededor, pero nadie está mirándome. Dirijo mi vista a lo que sea que los tiene tan atentos. Es un cuerpo tapado de pies a cabeza en el suelo. Autoridades están llamado a sus familiares probablemente.

 

Lo que más me sorprendió fue verte dirigiéndote a toda velocidad a este lugar, los guardias detenían a las personas para que no se acerquen.

 

-          ¡¡Shizuo!! – Me llamaste.

 

-          ¿Izaya? ¿Qué ocurre? – Lo último que recuerdo fue ese tren aproximándose a mí.

 

-          ¡¡Shizu-chan!! – Tu voz se quebró, no entendía nada. Gritas mi nombre pero ni siquiera me volteas a ver.

 

-          Señor, no puede pasar. – El oficial te detiene tomándote del brazo con brusquedad. Por supuesto no iba permitir que te traten de esta manera tan altanera.

 

 

-          Hey, suéltalo imbécil. – Me acerque, pero antes de que llegase a ustedes, tú lo pateas y te zafas de su agarre. No eres una damisela a la que yo tenga que proteger de todas formas.

 

Tomaste el cadáver y quitaste la sabana que lo cubría, el tiempo se detuvo por un momento. ¿Ese soy yo?

 

Vi tu cara, pálida, sin vida, sin nada. Por un minuto todo desapareció, solo quedábamos tú y yo. Tus ojos se cristalizaron dando paso a esas lagrimas que tanto odio. Tomaste mi cuerpo ensangrentado y lo abrazaste. Gritaste mi nombre agónicamente, comenzaste a llorar, todo el fondo volvió, la gente alrededor no lo podía creer.

 

Nadie sabía de lo nuestro más que nuestros seres cercanos, seguíamos siendo enemigos a los ojos de los demás. Esa imagen tuya, abrazando mi cuerpo sin vida, con el alma desgarrada, me partía el corazón.

 

*

 

No asististe a mi funeral, ¡joder!, suena tan extraño. Aun no logro entender nada de esto, solo sé que estoy aquí a tu lado, mirando cómo te hundes en la depresión.

 

Estas acostado en la cama que solíamos compartir, tus ojos rojos e hinchados por el llanto que aun continua. Miras nuestras fotos, hueles mis camisas, acaricias mis lentes de sol. ¡Por un demonio, deja de hacerte daño!

 

-          Shizu-chan... ¿Sabes? Cuando dije “si te vas, no regresaras jamás” no pensé que te lo tomarías tan literal... – Mantenías una vacía sonrisa, contemplando una de nuestras pocas fotos que solías tomarme de sorpresa. Intente abrazarte, pero como siempre; no te puedo tocar.

 

Estoy condenado a estar contigo, para ver cómo te destruyes.

 

-          Lo siento... – No, yo lo siento. – Y pensar que lo último que te dije fue “maldita bestia”.

 

No llores por favor.

 

-          Todo fue mi maldita culpa... Yo te orillaba a esa actitud violenta que tanto odiabas.

 

Basta Izaya.

 

-          Yo solo quería mantener tu atención, lo lamento todo. Ahora ya no puedo seguirte.

 

Te levantaste de la cama y abriste uno de los cajones.

 

-          Pero si castigarme.

 

¿Ah? Izaya... ¿Qué demonios haces?

 

-          Idiota, ¡Suelta esa cuchilla de inmediato! – Te grite, pero ya no puedes escucharme.

 

Comienzas a encajarla en tu piel, la sangre brota y cae al suelo.

 

-          Izaya, por favor detente.

 

Intento tomar tu mano, pero tú no me puedes sentir.

 

-          Ngh... – Te quejas del dolor, pero no te detienes, al contrario es como si te enojara y aplicaras aún más fuerza.

 

Demonios, ¿Qué hare? Esto está completamente fuera de mis manos, no puedo hacer que se detenga porque yo... Ya no existo.

 

El sonido del timbre del apartamento llego como cantos de los mismos ángeles, guardaste la cuchilla inmediatamente y amarraste un par de trapos en tu herida para que dejara de sangrar, después te pusiste tu saco para esconderla y fuiste a atender a la insistente persona fuera del departamento.

 

Quien quiera que sea, nos ha salvado la vida.

 

Abriste la puerta, son Celty y Shinra. Intentaste cerrarles groseramente en la cara en cuanto los viste pero la dullahan te detuvo y entraron deliberadamente.

 

-          ¿Qué quieren? – Los miraste indiferente, haciéndoles creer que te molesta su presencia, pero no es así, en realidad te alegra tener a alguien que se haya preocupado por ti.

 

-          No fuiste al funeral. – Dijo Shinra mirándote con lastima, eso sí que te molesta, pero no le dirías nada.

 

-          ¿En serio? – Dijiste sarcástico mientras te servías café y te sentabas en el sofá.

 

“Sabemos que estas triste y no podemos dejarte de esta manera, por favor, ven con nosotros.”

 

Decía Celty por medio de su teléfono.

 

-          ¿Ir a dónde? – Te reíste, eres un gran actor.

 

-          A vivir con nosotros, este lugar solamente te traerá recuerdos Izaya. – Negaste una y otra vez.

 

-          No, esta es mi casa y me quedare aquí. Punto.

 

“Izaya, quedarte aquí te hará mucho daño. No queremos que caigas en una fuerte depresión.”

 

-          Cállense. – Ordenaste. – Yo decido si me quedo o si me voy. Es un no definitivo.

 

-          Entenderás que seguiremos insistiendo. – Si, por favor convénzanlo.

 

-          No importa cuanto lo hagan, no se saldrán con la suya.

 

“Adiós Izaya, no dudes en llamarnos si tienes algún problema.”

 

-          Solo váyanse.

 

Obedecieron, te quedaste solo con una expresión amarga en el rostro. Como si te ofendiera lo que acababan de hacer.

 

*

 

Han pasado seis meses.

 

Sigo a tu lado.

 

Aun lloras, aun estas triste, aun miras mis fotos y te desplomas completamente. Todo duele como si fuese la primera vez.

 

Ya no eres el mismo, ya no te tomas a juego la vida de las personas. Sigues siendo “el peligroso informante” pero ahora tomas tu trabajo con más seriedad, hace mucho que no sonríes en realidad.

 

No soy capaz de ayudarte, nunca lo fui después de todo. Ni cuando estaba con vida, yo solamente te hacía sentir que no valías nada. Yo sólo estuve aquí para brindarte miseria, y de la misma manera después de la muerte, de la misma manera te aferras al recuerdo de la única persona que te hizo sentir como si fueras un humano.

 

Esta tarde caminabas por la calle de madrugada. No era raro, ni tampoco era bueno. Esta vez estabas más perdido en tus pensamientos de lo normal. Hoy tomabas una ruta diferente a la usual. Subiste a la cima de un alto edificio. Te sentaste allí hasta que el sol y las personas salieran.

 

Muchos te vieron y te reconocieron, pronto se convirtió en una multitud, tú los mirabas de reojo.

 

Sonreíste...

 

Te levantaste, y miraste hacia abajo. Estas muy cerca de la orilla. Inhalaste, exhalaste y volviste a sonreír.

 

-          Muy pronto, Shizu-chan.

 

-          Ni lo pienses.

 

 

Como si escucharas mis palabras, miraste hacia atrás. Revisabas que no hubiera nadie que fuera a frustrar tus planes. Una vez estuviste completamente seguro te relajaste. La policía llego, intentaban hacerte entrar en razón con un altavoz, solo los miraste divertido como solías hacerlo en tiempos atrás.

 

Alzaste tus brazos, el aire levantaba tu suéter y parte de tu camisa, te veías relajado, te abrace por la cintura, pero no puedes sentirme. Solo atravesarme.

 

Atravesarme...

 

Cuando me di cuenta, ya no estabas en mis brazos, te tiraste del edificio. Te suicidaste Izaya. ¿Qué si dolió? “Dolor” es poco decir.

 

De un momento a otro ya no estabas. De un momento a otro me sentí libre, como si ya no tuviera porque estar aquí. Ni tampoco tuviera que estar contigo.

 

Eso no significa que se haya sentido bien.

 

Cerré mis ojos, mire hacia arriba.  ¿A dónde van las personas cuando mueren? Al cielo dicen unos, al infierno dicen otros, a ningún lado dicen algunos.

 

Al lado de la persona que amas, digo yo.

 

-          Shizu-chan...

 

-          Izaya. 

Notas finales:

¡Diganme que les parecío!:D


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