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La otra cara del mundo por Arawn87

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Notas del fanfic:

Saludos a todos, vuelvo con otro mediometraje. Una hisotria que contará con cinco o seis capítulo y cuyos protagonistas son Afrodita de Piscis y Milo de Escorpio.

Advertencias:

Intenté hacer algo diferente y el romance no será el eje principal de la hisotira, pero obviamente no se dejará fuera. 

Esta historia es ficción, si bien se utilizan de referencia algunos lugares y hechos reales, sigue siendo ficción.

Sin más preámbulos, los dejo con el fic.

 

Saint Seiya no me pertenece, es propiedad de Masami Kurumada y Toei animación.

Notas del capitulo:

El primer capítulo del fic, como siempre tiene caracter introductorio pero desde el siguiente eso cambia.

Como advertí en las notas inciciales, intenté hacer algo diferente a lo que acostumbraba hasta ahora, como para ir jugando con mi mente, y este fue el resultado. Espero sea de su agrado.

Cap. 1: La misión.


 


Una tarde de primavera, que transcurría como cualquier otra en el recién reconstruido Santuario de Atenea, se transformó en una llena de revelaciones para el guardián de Escorpio.


Bajaba las escaleras desde el Templo del Principal rumbo a los Peces Gemelos, con un humor que estaba lejos de ser bueno. Lo habían convocado hace unos minutos para presentarse frente al Patriarca y se dirigió de inmediato como indica el reglamento, pero al llegar Shion le informa que deben esperar a Afrodita, a quién también convocaron y no había respondido. El resultado fue que después de quince minutos la máxima autoridad lo enviara a buscarlo. Milo no podía creer que tras seis meses de haber regresado a la vida, Piscis aún tuviera ese tipo de comportamiento. Junto con Death Mask, eran los únicos que osaban hacer esperar al Patriarca.


Si era sincero, no le guardaba rencor ni antipatía. En ese tiempo había aprendido a conocer al último guardián (algo que nunca se tomó la molestia de hacer cuando eran más jóvenes), y se dio cuenta de que no era del todo malo, es más, en ocasiones llegaba incluso a ser simpático. Se lo había topado un par de veces en las tabernas de Rodorio, en compañía de Death Mask y Shura, y se había sentado con ellos a compartir unos tragos. Increíblemente, siempre pasaba un buen rato cuando coincidían. Tampoco olvidaba sus sacrificios por defender la tierra, ni el hecho de que les salvó la vida en Asgard. Teniendo todo eso en cuenta, decidió darle una oportunidad, después de todo ya eran adultos y bien que les vendría aprender a convivir en épocas de paz, incluso ser amigos si fuese posible. Pero actitudes como la de ignorar un llamado directo del Patriarca… no comprendía los motivos. En fin, ya le preguntaría cuando lo encontrara.


Un silencio sepulcral reinaba en el último templo cuando ingresó en él, sus pasos resonaban fuerte en el frío mármol, apenas se atrevió a alzar la voz para llamarlo.


- Afrodita  –dijo su nombre esperando respuesta, pero esta no llegó y decidió utilizar su débil cosmos. Tampoco resultó.


Frente a la nula respuesta del mayor (y sabiendo que no podía regresar sin él al salón del Patriarca), decidió adentrarse sin permiso. Recorrió el lugar hasta que vio la puerta del jardín, la cual de casualidad estaba sin las enredaderas de rosas y espinas con que Afrodita solía cubrirla para alejar a los intrusos, “debe estar ahí” pensó, y acto seguido se dirigió hacia allá.


El griego sabía que debía ser en extremo cuidadoso, tanto por el veneno que flotaba en el aire del jardín, como por el hecho de que el guardián detestaba que entraran sin permiso. Supo de una ocasión que incluso a Death Mask lo sacó a punta de rosas por atreverse a profanar su santuario. Pero no podía retroceder, después de todo era su culpa por no obedecer órdenes.


Cuando ingresó notó que no había veneno en el ambiente, pudiendo volver a respirar tranquilo. Pensó en volver a llamarlo, pero se detuvo al escuchar ruidos tras unos bellos rosales negros. Imaginando que ahí estaría su compañero, se dirigió rápidamente en esa dirección, sin embargo encontró mucho más de lo que hubiese esperado.


Afrodita se encontraba tendido de espaldas en la suave hierba, nada extraño, si no fuese porque encima de él estaba su líder Saga de Géminis, repartiendo besos por todo el níveo cuerpo del pisciano. El sueco vestía una toga griega que el gemelo se encargaba de sacar poco a poco. El tercer guardián usaba ropa de entrenamiento, algo común en esos días. Cuando Milo pudo reaccionar lo primer que hizo fue ocultarse y esconder todo indicio de su presencia, aún estaba procesando la escena. Sus ojos se abrieron al máximo cuando los gemidos de ambos llegaron a sus oídos, los guturales de Saga mezclados con los suaves de Afrodita. Vio al mayor acomodarse entre las piernas del sueco, al tiempo que se quitaba la camiseta… “De acuerdo, ya fue suficiente” se dijo nervioso, obligándose a huir del lugar. Era obvio lo que iba a ocurrir a continuación.


Al salir del jardín, el joven heleno sentía sus mejillas arder. Se detuvo en medio del templo aún en estado de shock, tratando de acompasar su agitada respiración… “¿desde cuándo esos dos…?”, “¿no que Saga estaba con Aioros… o nunca fue oficial?”, esas y otras preguntas le rondaban la cabeza. No sabía que hacer, debía volver con Afrodita para presentarse ante Shion, pero ni loco entraría a interrumpir aquello. Finalmente hizo lo único que podía, se sentó a esperar, rogando porque no tardaran demasiado.


Mientras aguardaba por su compañero, Milo se esforzó por borrar la erótica imagen de Afrodita que permanecía en su cabeza. Para lograrlo comenzó a recordar algunos hechos ocurridos desde que volvieron, deteniéndose en lo que más le pesaba. Aún no lograba recuperar su armadura.


Como un revanchismo infantil de los dioses, para que aceptaran liberarlos de la prisión de piedra los miembros de la elite regresarían con su cosmos bloqueado. Justificaron la acción diciendo que los Santos de Oro tenían la obligación de demostrar ser merecedores del perdón, para ello deberían entrenar y obtener el séptimo sentido, solo así recuperarían sus armaduras. En ese tiempo, los únicos que habían logrado ese cometido eran Dohko, Saga, Aioros y recientemente Shaka, los ocho restantes seguían sin resultados. El Patriarca los llamaba a no desesperarse, aplacando su angustia con voz afectuosa, explicando que cada quien recuperaría su presea cuando fuera el momento. Decía también que veía falta de motivación en ellos y que cumplir misiones les ayudaría, por eso los enviaban constantemente a realizar diversas tareas dentro y fuera de Grecia, generalmente en parejas. Hasta entonces, Milo había recuperado parte de su antigua fuerza, ya podía enfrentar a un Santos de Plata (aunque con cierta desventaja por no tener la protección de su armadura), pero aún estaba lejos de recuperar a Escorpio y eso lo frustraba.


Estuvo un buen rato sentado sin moverse, pensando en una forma rápida de despertar otra vez su séptimo sentido, “debo entrenar más duro” se dijo. En ese instante, escuchó pasos rápidos y seguros dirigiéndose a la salida del templo, era Saga. Tras él, y caminando a paso lento, se vio a Afrodita. Esperó a que el mayor se alejara escaleras abajo antes de acercarse al pisciano.


- Afrodita –lo llamó en voz baja para no asustarlo. El otro volteó sorprendido.


- Milo… ¿qué haces aquí? –preguntó con toda calma mientras se acomodaba el cabello. El heleno no sabía si preguntaba en serio, ¿acaso no había sentido el llamado del Patriarca?


- Vine a buscarte, fuimos convocados por Shion y nos espera desde hace al menos media hora…


- Vaya, no me di cuenta… ¿Y tu porqué no has ido? –seguía hablando tranquilamente, sin mostrar mayor interés.


- Si fui, pero me mandaron a buscarte y tuve que esperar a que… -Milo se detuvo en ese instante, era demasiado vergonzoso confesar que entró sin su permiso al jardín y lo vio con el gemelo mayor en una situación bastante comprometedora- Pero no respondías a mi cosmos, así que decidí esperar a que salieras -Finalizó intentando sonar convincente. Afrodita entrecerró los ojos y pareció estudiarlo, pero no hizo comentario.


- Si es así, mejor vamos. Shion ha de estar impaciente –señaló, y ambos se encaminaron hacia el Templo Principal.


Afrodita estaba incómodo, era obvio que Milo lo había visto con Saga. El bicho no sabía mentir, todo, desde sus gestos hasta su tono de voz lo delataban, desde niño había sido así. No obstante, también es cierto que no era chismoso, al menos le quedaba esa tranquilidad, y la poca confianza existente entre ellos le hacía presumir que nunca se atrevería a comentar el tema.


Caminaron en silencio y se mantuvieron así hasta llegar frente a Shion, quien los esperaba sentado en el trono con el ceño ligeramente fruncido.


- Me alegra que al fin llegaran dorados… -habló con su voz calma, aunque mortalmente serio, no le gustaba esperar.


- Fue mi culpa, me entretuve haciendo otras cosas… pero vamos a lo importante ¿Qué desea de nosotros Su Santidad? Estamos a su servicio –se apresuró en decir Afrodita. Milo lo miraba de reojo, sorprendido por su atrevimiento, él jamás se atrevería a hablarle así al Patriarca. Shion solo suspiró y se masajeó un poco la sien.


- Al grano como deseas Piscis, hay una misión para ustedes –habló endureciendo un poco su semblante. Los dos santos prestaron absoluta atención- Nos ha llegado información de algunos acontecimientos sospechosos, sucedidos en un lugar donde hasta hace algunos años se encontraba uno de nuestros centros de entrenamiento…


- ¿Qué clase de información Su Santidad? –se atrevió a preguntar el Escorpión frente al repentino silencio del lemuriano.


- Ha habido un gran estallido de violencia, aparición de guerrillas por doquier, ataques continuos a poblados en zonas rurales. En el fondo, un completo caos.


- Entiendo pero ¿Qué tiene que ver con la Orden? ¿Cree que hay Santos involucrados?


- Existe la posibilidad. Si bien la situación desde hace mucho se tornó inestable en ese país, esto se ha vuelto incontrolable en los últimos años, el ejército ya no da abasto y los enfrentamientos con guerrillas en zonas civiles se han incrementado, provocándose demasiados daños colaterales. Es sospechoso que los responsables de los últimos ataques aparezcan desde la misma dirección en que se encuentra el antiguo centro, por eso Organismos no Gubernamentales se comunicaron con uno de nuestros informantes… No habían podido hacerlo antes debido los problemas internos que teníamos en el Santuario –finalizó sin querer ahondar en ese último tema.


- Entonces, lo que usted desea es que investiguemos si hay alguien de la Orden involucrado en esos ataques –comentó Afrodita.


 -Exactamente, y cuando lo descubran, lo primero que deben hacer es comunicármelo, entonces les diré como proceder según sea el caso ¿queda claro?


- Si señor –respondieron al unísono.


- Bien, partirán en dos días. Un avión privado los llevará hasta una zona segura… les recuerdo que es un área de conflicto, así que vayan preparados y no tomen riesgos innecesarios –ambos asintieron ante la advertencia. Luego Milo volvió a hablar.


- Santidad ¿a dónde nos dirigimos exactamente?


- Ahora iba a decirles –comentó ante la interrupción- Su destino es la costa este de África Central.


Ante esa información, Afrodita palideció. Shion lo miró fijamente, percibiendo algo.


- ¿La costa africana? No sabía que había un centro del Santuario ahí –comentó Milo, asombrado.


- Pocos lo sabían, se utilizaba para entrenamientos especiales. Pero desde hace unos seis años dejó de existir –explicó Shion aún mirando al Sueco, quien se encontraba cada vez más incómodo.


- ¿Y eso porqué? –siguió preguntando, sin notar lo tenso que se había puesto el ambiente.


- No lo sé Milo, yo no estaba aquí en ese entonces –respondió Shion con tranquilidad, viendo ahora hacia el heleno- Lo importante es descubrir si algún vestigio de lo que hubo allí está causando o colaborando con la situación actual de ese país. Se los encargo.


- Lo haremos –respondió con convicción el de Escorpio. Nunca había estado en el continente africano, presentía que iba a ser una experiencia por demás interesante.


- Y una cosa más. No importa lo que oigan o vean, por nada del mundo intervengan en lo que ahí ocurre, pueden exponer al Santuario si lo hacen. Se los digo claramente para que entiendan la gravedad del asunto. Se comportarán como personas comunes hasta que descubran si hay agentes de la Orden involucrados en los desórdenes de ese país y esperarán mis indicaciones antes actuar  -ordenó con voz severa.


- Entendido… -dijo Afrodita.


- No lo defraudaremos Santidad –agregó Milo.


- Lo sé, confío en ustedes. Pueden retirarse –dijo finalmente, despidiendo a los jóvenes.


El doceavo y octavo guardián abandonaron las estancias en silencio. Mientras bajaban por las escaleras, Milo se sintió con ánimo de entablar conversación.


- Vaya, debo admitir que África era el último lugar donde imaginé que nos enviarían, nunca pensé que conocería ese lugar… ¿tu has estado ahí Afrodita? –preguntó entusiasta mirando a su compañero, quien parecía sumergido en sus pensamientos- ¡¡Afrodita!! –lo llamó en voz alta. Este al fin pareció escucharlo.


- ¿Qué pasa? –preguntó con voz suave.


- Eso debo preguntarte yo a ti ¿ocurre algo? –indagó poniéndose serio. El sueco era bueno ocultando sus emociones, pero él había aprendido a reconocer cuando algo lo incomodaba. Gracias a sus años de amistad con Camus sabía identificar ciertos gestos sutiles que indicaban malestar en una persona, por más fría que esta fuera.


- Nada de importancia… también me sorprendió que nos enviaran a ese continente –respondió sin emoción. Milo no le creyó, pero prefirió no presionar.


- Me imagino. Solo espero que nos sirva para recuperar nuestras armaduras, este tiempo sin poder vestir a Escorpio ha sido tremendo –reconoció mirando al frente.


- Pronto las recuperaremos, estoy seguro de ello –dijo con inusual optimismo. El menor le miró agradecido.


Se separaron en Piscis. Afrodita ingresó a sus estancias privadas y Milo siguió hasta su propio templo. Al llegar se lanzó de espalda sobre la cama, dedicándose a contemplar el techo. Era primera vez que saldría a una misión con Afrodita. Se sentía extraño al pensar que pasaría varios días a solas con él. No le molestaba, solo era raro.


Comenzó a recordar los momentos compartidos con el sueco desde que volvieron y esbozó una sonrisa al darse cuenta que la mayoría eran agradables, “ojalá hubiese sido así de niños” pensó con algo de pena. Por alguna razón sintió que había perdido un tiempo valioso al no acercarse antes al último guardián.


Sin quererlo, se fue quedando dormido, y mientras su mente pasaba de la vigilia al sueño la imagen de Afrodita y Saga en el jardín se le vino a la mente, haciéndolo levantarse de un salto. Tenía grabada la expresión del pisciano en ese momento, por algún motivo le prestó especial atención a todos sus gestos. Se sacudió el cabello con una mano mientras corría hacia la ducha. Diez minutos bajo el agua helada solucionarían su problema.


En el templo de Piscis, Afrodita daba vueltas y vueltas en la cama, incapaz de conciliar el sueño. Pensaba en la razón por la que Shion lo había enviado precisamente a él a ese lugar, ¿acaso sabía algo?, no, era imposible, él ya estaba muerto en ese entonces. La única posibilidad era que… “lo mataré” pensó cubriéndose la cabeza con las sábanas mientras lanzaba un grito de frustración.


A la mañana siguiente, el Santo de Piscis se levantó inusualmente temprano, mucho antes del amanecer. Hacía algo de frío pero no le importó, bajó las escaleras directamente al tercer templo. Necesitaba aclarar ciertas dudas y lo iba a hacer en ese instante.


Cuando llegó a su destino, el guardián ya salía rumbo al Coliseo. Siempre era el primero en llegar y aprovechaba de entrenar un poco antes de que apareciera el resto. El gemelo miró con sorpresa al sueco cuando lo vio acercarse, más aún con esa cara de pocos amigos.


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Milo corría hacia el coliseo, ese día se sentía más entusiasmado que nunca. El saber que tendría una nueva misión lo había hecho madrugar y aprovechó de ir a entrenar antes del alba. Se reía solo al imaginar la cara de Camus cuando pasara a buscarlo y viera que ya se había ido, pues normalmente había una lucha entre ambos para sacar al griego de la cama.


Se detuvo en seco cuando escuchó lo que parecía ser una discusión a la salida de Géminis y nuevamente se ocultó tras un pilar para oír mejor.


- Primero cálmate y baja el tono, o no te diré nada…


- ¿Quieres que me calme? Entonces responde lo que te pregunté… ¿Qué le dijiste a Shion?


- NADA, el Patriarca solo comentó lo que ocurría en ese país y me pidió que surgiera a alguno de ustedes para enviar allá, yo te sugerí a ti pero no le di motivos –explicaba un paciente Saga. Por el contrario, Afrodita parecía que explotaría en cualquier minuto, para alguien tan reservado como él era extraño mostrarse así de expresivo.


- ¿¿Y por qué me tenías que sugerir a mi?? Hay otras siete opciones Saga ¿por qué yo? –preguntó a modo de reclamo. El mayor frunció el ceño.


- ¿No te imaginas porqué? –dijo mirando fijamente al sueco. Milo sentía que estaban hablando de algo muy importante y necesitaba saber qué era, sobre todo si se relacionaba con la misión. Por mucho que a esas alturas ya se sintiera un espía de ese par.


- ¡¡Por algo te estoy preguntando!!… -exclamó el otro, alzando los brazos.


- Creo que te hará bien, es bueno cerrar capítulos y tu llevas ese abierto por muchos años… -la voz del gemelo se había suavizado, pero Afrodita respondió con una risa burlona.


- ¿Ahora te preocupas por mi bienestar? No seas hipócrita, eres tu quien se siente culpable, pese a que no hay pruebas de que esté relacionado con lo que hice... y si tanto te importa porqué no te ofreciste de voluntario…


- Lo intenté, pero Shion no lo permitió, así como tampoco quiso que fuese el mismo plateado a investigar. Dijo expresamente que debía ser uno de ustedes ocho. Entiende Afrodita, debes hacerlo, aunque no lo consideres necesario –la voz cariñosa de Saga confundía al Escorpión, más aún cuando la acompañó con una caricia en la mejilla del pez.


- De acuerdo, suponiendo que te creo… ¿Por qué Milo es mi compañero? ¿Porqué no Death Mask o Shura? Sabes que con ellos podría trabajar mejor.


- Eso tendrás que preguntárselo al Patriarca. Yo solo te sugería ti, luego me dijo que él escogería a tu acompañante… debe haber un buen motivo para haber pensado en Milo –el pisciano bufó ante eso último.


- Para fastidiarme seguramente…


- Afrodita…


- Tú no viste como me miraba Saga –se defendió el escandinavo- por mucho que el plateado haya guardado silencio, el Patriarca sospecha que fui yo. Después de todo ese centro ya no existe y es obvio que no se destruyó solo, cuando diste mi nombre debe haber deducido el resto, seguro querrá que me disculpe o algo así...


- Afrodita, Shion confía en ti para solucionar esto, igual que yo. Créeme, te hará bien… y si escogió a Milo para acompañarte es porque lo considera el más apropiado. Por una vez en tu vida, confía en tus camaradas –pidió el gemelo tomando el rostro del pisciano.


- Con una condición –dijo el sueco, sorprendiendo al tercer guardián- Hablarás con Aioros y solucionarás lo que sea que hayas hecho…


- Esto no es un juego niño…


- Lo sé, por eso te lo estoy pidiendo… tu mismo dices que hay que enfrentar los problemas ¿o no?-señaló endureciendo sus facciones. El mayor suspiró.


- De acuerdo, es lo justo –aceptó dejando caer sus brazos - Eres un manipulador ¿Sabías?


- Pero igual me quieres –respondió el otro, con una atrevida sonrisa. En seguida ambos se encaminaron a Tauro, dejando a Milo nuevamente en estado de shock.


Por lo que había entendido, Afrodita ya había viajado al país donde irían de misión. Pero no solo eso, sino que además estaría directamente involucrado en la destrucción del centro de entrenamiento. Todo era muy confuso.


Milo siguió pensativo hasta llegar al Coliseo, donde se encontró nuevamente con ellos, esta vez entrenando. Los observó un rato y llegó a una conclusión. Una cosa era dejar pasar la surrealista escena en el jardín, pero otra muy distinta era ignorar lo que había oído hace unos minutos. Él estaba involucrado en eso último, merecía conocer toda la información. Decidió que esperaría a que estuvieran en el avión para interrogar a su compañero escandinavo, ya que ahí sería imposible que huyera.


El entrenamiento transcurrió sin pena ni gloria, turnándose para entrenar con diversas parejas. Saga y Aioros habían decidido aumentar las horas de entrenamiento, para ver si con ello conseguían un mejor avance en las técnicas y despertar de sus compañeros entre misión y misión. Actualmente, Mü y Aldebarán se encontraban cumpliendo labores diplomáticas en la lejana Oceanía, por tanto había solo seis sin armadura presentes en el Santuario.


Ya era media mañana cuando terminó la práctica y los Santos se fueron retirando. Milo estaba con Camus y Aioria, charlando de la misión a la que partiría al día siguiente. Le informaron con sorpresa que ellos también saldrían por encargo del Patriarca. El León con Death Mask y su mejor amigo con Shura. Al parecer Shion los quería a todos fuera del Santuario.


- De todos modos, la tuya parece bastante compleja –comentó Aioria, mientras se encaminaban a los templos- Nosotros vamos más que nada en misiones exploratorias… o eso fue lo que nos dijo.


- No digas eso Aioria, dudo mucho que el Patriarca los envíe a hacer algo que no serán capaces de cumplir –intervino Camus, con su habitual elocuencia.


- Camus tiene razón, si no fuéramos capaces enviaría a otros. Además, me tiene entusiasmado el hecho de ir a ese lugar tan lejano, hasta ahora he conocido muy poco del mundo fuera de Europa –agregó Milo, sin perder el ánimo. Aún estaba inquieto por la conversación escuchada esa mañana, pero eso no le quitaba el optimismo, solo tenía que hablar con su compañero y todo se aclararía, confiaba en que podrían cumplir la misión sin mayores inconvenientes.


Continuaron charlando hasta que vieron a tres personas descendiendo por Aries, conocían bien a una y no tanto a las otras dos. Eran Shun de Andrómeda en compañía de su primer maestro, Daidalos de Cefeo, y su compañera June de Camaleón, los tres charlaban sin percatarse de lo que ocurría a su alrededor. Los dorados pensaron que debían estar de visita para informar los avances en la reconstrucción de Isla Andrómeda.


Los Santos de Plata muertos en las guerras habían revivido junto con la elite. Por primera vez el ejército de Atenea estaba completo y trabajando en el mismo bando, por eso era tan importante que los doce dorados recuperaran pronto sus armaduras.


Camus les indicó que debían acercarse a saludar y fueron hacia ellos. Pero antes de alcanzarlos aparecieron otras dos personas, caminando apresuradamente en la misma dirección y topándose casi de frente con Shun y compañía.


- Esto no pinta bien –comentó Aioria con gesto preocupado. Los otros no dijeron nada pero en su interior estuvieron de acuerdo.


Milo estaba especialmente inquieto, dispuesto a intervenir si era necesario. Los dos aparecidos eran Afrodita y Death Mask, el primero no se había encontrado con Daidalos desde que… lo mató.


Shun se vio nervioso, la chica June miraba a Afrodita con rabia mal contenida y Cefeo intentaba ocultar su incomodidad. En tanto, Death Mask les dedicó una de sus clásicas sonrisas burlonas al decirles “buenos días” y Afrodita saludó con una simple inclinación de cabeza. Al guardián de Escorpio le llamó la tención que el rostro del pisciano se mantuviera inmutable, como si estuviera mirando el aire en vez de al hombre que asesinó injustamente. Afortunadamente, el encuentro terminó tan rápido como ocurrió y tras ese forzado saludo el cuarto y doceavo guardián continuaron su camino. Los otros tres se mantuvieron quietos un momento, el cual aprovecharon Milo y compañía para acercarse.


- Saludos, Daidalos de Cefeo, es un honor tenerte en el Santuario –saludó Camus, el mejor en diplomacia.


- Saludos, Santos de Oro, gracias por el recibimiento–respondió el guardián de Cefeo, relajando un poco sus facciones.


- Hola Camus, Milo, Aioria ¿cómo han estado? –preguntó sonriendo el joven Andrómeda.


Pronto se enfrascaron en una conversación informal que ayudó a relajar la tensión en el ambiente. Pero el poseedor de Antares no participaba demasiado de la charla, estaba más concentrado en mirar hacia donde Afrodita había desaparecido, aún pensando en su actitud con el maestro de Shun.


Tras varios minutos de conversación, los mayores se despidieron de los invitados y continuaron camino hacia sus respectivos templos. Se desearon éxito en sus misiones antes de separarse y Milo se apresuró en comenzar con los preparativos del viaje. La imagen de su compañero sueco no lo abandonó ni un segundo en todo ese rato.


En el último templo, Afrodita servía té y pasteles a sus visitas. Los tres rodeados por las bellas y letales creaciones del jardín. Shura se les había unido un poco después de que llegaran y notó de inmediato que algo había ocurrido, así que no les quedó más que contar su encuentro con Cefeo.


- Había escuchado que vendría estos días, pero no pensé que te afectara verlo –comentó el español, luego de que terminaran el relato.


- No me afecta y ese es el problema, al parecer todos asumen que debo sentirme culpable o algo así… como si ellos nunca hubiesen matado a nadie –refunfuñó el escandinavo, encendiendo su primer cigarrillo del día.


- ¿Y desde cuando te importa lo que piensen los demás? Mejor olvídate de esas estupideces y concéntrate en la misión que partes mañana, que de los tres es la más difícil –señaló Death Mask, dándole ánimos en su particular estilo.


- El Cangrejo tiene razón, solo concéntrate en tu misión –Shura estuvo de acuerdo con el italiano, algo poco usual y que fue agradecido por el Pez.


- Si, eso haré –accedió en voz baja.


Sus amigos ignoraban lo nervioso que estaba por su viaje, no le gustaba visitar los lugares donde hizo sus “trabajos” en aquellos años. Además, tenía un extraño presentimiento, algo que le indicaba que las cosas no serían tan fáciles como pintaban, especialmente para él, y por desgracia su intuición casi nunca fallaba.


La asignación de la misión, más el encuentro con Daidalos lo dejaron muy tenso, parecía que su pasado se había puesto de acuerdo para estrellarse contra él al mismo tiempo.


Ya entrada la tarde, Afrodita despidió a sus amigos y se dispuso a ordenar el equipaje: ropa, dinero y teléfono celular. Debía hacerse el ánimo quisiera o no… tal vez Saga tenía razón y era lo que necesitaba, la oportunidad de cerrar ese capítulo. Esperaba que así fuera y que su acompañante no se convirtiera en una carga más que una ayuda, Milo era demasiado apasionado e impulsivo y eso podía chocar con su propio carácter. Prefirió no pensar más e irse dormir temprano, necesitaría estar fresco antes del amanecer.


Cuando comenzó a salir el sol, los guardianes de Piscis y Escorpio se encontraron a los pies del avión en la salida del Santuario, saludándose cortésmente, y partieron sin demora hacia el llamado “continente negro”.


- ¿Puedo sentarme aquí? –preguntó Milo, al ver que Afrodita se instalaba junto a una ventana.


- Claro, ponte cómodo –aceptó señalando el asiento contiguo.


En seguida el avión despegó y se sumieron en un pesado silencio. Afrodita se dedicaba a mirar por la ventana con aire melancólico y Milo lo observaba de reojo, pensando en la mejor manera de hacer aquella pregunta que picaba por salir.


- Afrodita… -dijo su nombre en voz baja. El aludido volteó a verlo con mirada curiosa- necesito hacerte una pregunta… solo espero que no te enfades y de paso recuerdes que nos encontramos en un avión a 15.000 pies de altura.


- Milo, ve al grano –pidió el mayor, intentando ser paciente.


- Ayer en la mañana bajé muy temprano al Coliseo y al cruzar por Géminis te escuché hablando con Saga. No fue mi intención espiarlos pero alcancé a oír parte de su conversación, la cual me dio a entender que esta no será tu primera vez en el país a donde vamos y que además estuviste relacionado con la destrucción del centro de entrenamiento… -Milo arrojó el monólogo casi sin pausas, dejando pasmado al pisciano.


- ¿Nos espiaste?


- Fue sin querer… ¡¡en serio fue sin querer!! Pero soy tu compañero en esta misión y necesito saber si es verdad que ya has estado en ese lugar y sobre todo si formaste parte de la destrucción de…


- No formé “parte de”, fui yo quien lo destruyó directamente, junto a todos sus ocupantes… -Afrodita lo interrumpió para lanzar esa confesión. Milo no esperaba que su compañero respondiera tan rápido y se quedó sin saber qué decir.


El Santo de Piscis miraba con seriedad al griego, ya no había rastros de sorpresa ni de alguna otra emoción en su rostro de porcelana. Al ver que el menor no hablaría pronto decidió tomar la palabra.


- ¿Eso era todo lo que querías saber? Si es así agradecería que dejaras de mirarme con esa cara de burro lobotomizado, es incómodo –pidió con tranquilidad. Milo sacudió un poco la cabeza, pareciendo reaccionar.


- Lo siento, es que no esperé una respuesta tan rápida y sincera… -indicó aún sintiéndose algo perdido- Pero entonces tu… ¿mataste a todos? ¿Por qué?


- Emmm ¿te suena el nombre de Arles? –Preguntó con sarcasmo- simplemente seguí órdenes, igual que para todas las misiones.


- Ya veo, supongo que se negaron a oír el llamado del Santuario y te mandó a liquidarlos –comentó finalmente, pensando en que era bastante obvio.


- Exactamente…


- ¿Quiénes entrenaban ahí? Shion dijo que solo era para casos especiales…


- Había un Santo de Plata, cuyo nombre no recuerdo, con cuatro aprendices destinados a servir en la guardia personal del Patriarca. Debido a sus funciones conocían varias entradas secretas al Salón del Trono e incluso a la habitación Patriarcal, por eso Arles vio necesario eliminarlos cuando presintió que se rebelarían… más que su poder, temía que pudiesen revelar la información que manejaban -explicó pausadamente.


- Y ese Santo de Plata ¿no revivió con nosotros?


- Claro que si, igual que los aspirantes. De hecho están en el Santuario… pero aún sigo sin saber cómo se llama, tampoco me tiene mucho cariño –comentó esbozando una sonrisa mordaz, recordando nuevamente el encuentro con Cefeo. Milo se sorprendía cada vez más de la frialdad con que el otro hablaba de los Santos que asesinó.


- Pero si los antiguos ocupantes están en el Santuario, entonces ¿quién podría estar ahora en ese centro? ¿Y por qué no los habrá enviado a ellos a investigar?–reflexionó el heleno, tratando de volver al tema central. Afrodita suspiró con cansancio y se pasó una mano por el cabello antes de responder.


- Si no los envió a ellos fue posiblemente porque lo consideró innecesario, aunque es especulación. Respecto a los hipotéticos ocupantes actuales, podría ser cualquiera, y no necesariamente uno de nosotros… la Orden de Atenea estuvo desarticulada durante mucho tiempo, puede haber llegado gente a utilizar esas ruinas mientras peleábamos entre nosotros y después con los dioses…


- Tienes razón, es mejor no especular y esperar a ver qué averiguamos –concedió finalmente. Luego se dirigió amablemente hacia el sueco- Agradezco que me dijeras la verdad y lamento haber escuchado tu conversación con Saga, de verdad fue sin intención…


- Está bien, mientras no se te haga costumbre eso de espiarnos… -comentó volviendo a ver por la ventana, en un tono cargado de doble sentido. Milo sintió sus mejillas arder y también miró hacia otro lado. Ninguno habló durante varias horas.


Pasado el medio día, los santos divisaron su destino. Se advertían las áridas tierras centro africanas, augurando el intenso calor al que se enfrentarían cuando bajaran del avión. Milo decidió cambiarse a una camiseta sin mangas para tratar de enfrentar las altas temperaturas.


El silencioso ambiente se rompió cuando el co-piloto les avisó que aterrizarían en quince minutos. El griego lo vio como una oportunidad para retomar el diálogo y olvidar la vergüenza que sintió con el último comentario de Afrodita. De hecho, prefería ni pensar en que el sueco se haya dado cuenta de su espionaje en el jardín de Piscis.


- Espero que esta misión nos sirva para acercarnos al séptimo sentido. No soporto saber que Escorpio está juntando polvo en el Templo de Atenea porque no he sido capaz de recuperar mi fuerza… -comentó Milo intentando sonar causal, pero se apreciaba la amargura en su voz.


- Vamos, ¿no te dije que lo conseguiríamos? Estoy seguro de que más temprano que tarde las tendremos de vuelta… -respondió Afrodita, viéndolo de reojo.


- Desearía poder tomarlo tan a la ligera como tu…


- No lo estoy tomando a la ligera Milo…


- Pues yo te veo demasiado tranquilo –le contradijo el Escorpión- ¿No te pesa el aún ser incapaz de recuperar a Piscis?


- Me pesa el hecho de que actualmente seamos más débiles que un Santo de Plata con armadura… por eso te digo que no me tomo el asunto a la ligera –señaló con cierta dureza en su voz. Milo soltó una pequeña risa al escucharlo. Si decían que él era orgulloso, sin duda Afrodita le ganaba por mucho.


El descenso fue rápido y sin complicaciones. Pronto aterrizaron en una pequeña pista y tras despedirse de los pilotos se apresuraron en abandonar el avión…“es otro mundo” fue lo primero que pensó Milo al poner los pies en esas desérticas tierras. Era el inicio de su aventura.

Notas finales:

Así termina el primer capítulo, Milo y Afrodita aterrizando en África. Siempre tuve curiosidad por este continente, así que quise incluirlo en un fic.

Si desean dejen sus comentarios, impresiones, sugerencias, etc. Todo lo constructivo se agradece.

Gracias por leer. Nos vemos la próxima semana ;)


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