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Luz de luna. por yiya

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Notas del capitulo: Hola a tod@s! Muchas gracias por darle una oportunidad a este fic y por sus hermosos comentarios, me han hecho muy feliz!
Agradecimientos especiales a nagisachan, seka roma, Hideyoshi, Julieta, Gabs y todos los que dejaron reviews.
Esa sonrisa, esas palabras sumisas y aparentemente cariñosas, lo enfurecían. Tomó sus mejillas apretándolas y obligando al menor a abrir la boca, tras lo cual le propinó un demandante beso, introduciendo la lengua en su boca, explorándola por completo, mientras sus urgidas manos tironeaban bruscamente de la delgada tela que en esos momentos solo era un estorbo.
El castaño había logrado apenas corresponder al beso, rodeando con sus brazos el cuello del hombre sobre el; una vez se sintió desnudo, enredó una de sus piernas sobre las de su amo, atrayédolo así más a su cuerpo.
El azabache, quien no se conformaba con sólo un beso, comenzó a bajar mordiendo su cuello, dejando fuertes marcas, hasta llegar a sus pezones, los cuales lamió y mordió hasta dejarlos rojos e hinchados, el castaño bajo él se dejaba hacer, acariciando los cabellos de quien lo devoraria por completo, como todos los días desde hacia casi un año.
Repentinamente el azabache apartó sus manos y las sujetó contra el colchón, por sobre su cabeza.
-No tengo mucho tiempo, te tomaré rápido esta noche.
El castaño abrió los ojos sorprendido, sin embargo al instante volteó desviando la mirada.
-Como el amo desee.
Nuevamente esa sonrisa; no le agradaba para nada.
Tomó sus rodillas separando sus piernas, sacó su erecto miembro y lo penetró de una sola estocada.
El castaño cerró los ojos con fuerza y se mordió los labios, intentando reprimir un grito de dolor.
Mas el azabache hizo caso omiso, comenzó a embestir con rudeza, sujetando ambas piernas por sobre el hombro, atrayéndolo más hacia él, dejando escapar roncos jaleos e intentando llegar cada vez más adentro en el cuerpo de la hermosa flor que sólo a él pertenecía.
Las esmeraldas del menor se encontraban llorosas, mas esto no evitó que sumisos gemidos salieran de su boca, sólo para deleitar los oídos del hombre sobre él; quien bajó sus piernas, y las envolvió en su cintura, sujetando a la vez su nuca para unir sus labios.
Las embestidas se hicieron frenéticas, mientras sus lenguas luchaban en una erótica danza, que subía la temperatura de sus cuerpos a niveles peligrosos.
A punto de venirse, el azabache levantó al menor sentándolo sobre él, profundizando sus estocadas mientras mordia sus erectos pezones, logrando que el castaño se viniera y lo atrapara entre sus paredes de tal forma que su semilla lo inundó por completo. Al momento de acabar lo estrechó con fuerza contra sí, hundiendo los dientes en el cuello del menor, hasta sentir el tibio y carmesí líquido fluir, mientras el otro sumido en el placer solo hacía la cabeza hacia atrás, entrecerrando los ojos y dejando escapar un erótico gemido.
Al escucharlo Masamune lo soltó de repente, dejándolo caer bruscamente en el colchón y saliendo de él, para levantarse de la cama. El castaño sorprendido quiso decir algo, pero unos golpes en la puerta lo frenaron.
-Takano sama, es hora. -era su asistente detrás de la puerta.
Sin siquiera mirar al otro aún recostado en la cama, se dirigió al baño de la habitación y unos segundos después se escuchó el sonido del agua de la ducha correr.
El joven con la vista clavada en el techo de aquella conocida habitación, sólo suspiró y se levantó vistiéndose con parsimonia, se dirigió a la puerta. Sentía el interior de sus piernas humedecerse por la espesa sustancia que caía lentamente y que su larga yukata ocultaba.
Al abrir la puerta para retirarse finalmente la debilidad lo venció, obligándolo a sostenerse del marco para no caer al suelo. Sin embargo sintió como alguien lo tomó del brazo brazo para sostenerlo, era Hasegawa, quien con semblante serio lo recibió.
-Venga conmigo Oda dono, lo acompañaré a su habitación.
Al castaño le hubiera gustado negarse, pero el mareo que se hizo presente lo obligó a aceptar mudamente el ofrecimiento. Apoyándose en el asistente caminó el corto trayecto del pasillo hasta la habitación contigua, donde ambos ingresaron, y donde Hasegawa lo aproximó suavemente a la cama para que tomara asiento.
Luego se dirigió a una mesa donde había algunas frutas y una jarra con agua, de la cual sirvió un vaso y se lo entregó al castaño, quien bebió lentamente.
-Gracias, has sido de gran ayuda Hasegawa.
-No se preocupe Oda dono -pudo divisar un hilillo de sangre en el pálido cuello del menor - creo que él se ha excedido esta vez, ¿no es cierto?
-No digas eso, si él te escuchase estarías en problemas. Además, sabes que yo sólo estoy aquí para servirle. -Hasegawa sonrió tristemente.
-Lo sé... Con su permiso, ya debo retirarme. -sin más sólo salió de la habitación.
Una vez se encontró sólo, el castaño se dejó caer en su cama, y su mirada se tornó lejana, pues su mente se encontraba muy lejos de allí. Llevó una mano a su frente y rió. Rió con una sonora carcajada, rió con fuerza y sin detenerse por largo rato.
Una risa sarcástica, que por momentos casi rayaba la histeria. Una risa amarga y sin pizca de gracia, sin un asomo de felicidad.
Una risa que combinaba perfectamente con sus vacíos ojos que no reían.

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