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Caffeine por Agatha Shadiness

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Notas del fanfic:

 

Es una historia escrita hace ya varios años, no la había posteado porque fue un regalo de cumpleaños para alguien especial y por alguna razón nunca tuve el valor. Jenn, si un día ves esto, espero que recuerdes esta pequeña historia. Sigue siendo para ti.

 

 

Notas del capitulo:

OOC (MUCHO OOC). AU


Humor estúpido…


Disclaimer: Seto, Joey y Yami, no me pertenecen.

C A F F E I N E

 

La cité.

 

Era medio día, el sol calaba sobre las ropas de cuero y los cinturones metálicos, pero qué diablos, le gustaba, eso era muy de su estilo. Labios rojizos centellaron una preciosa sonrisa ladina, larga y blanca como la tiza de una pizarra antigua. Athem, un muchacho que apenas rozaba los 18 años, con melena extravagante y dos rubíes preciosos en lugar de ojos, se metió los dedos entre su electrizante cabellera mientras caminaba despacio con rumbo hacia la empresa de su mejor amigo o mejor conocido, según el punto de vista de quien lo afirmase, el enorme edificio tenía una grafía extraña, dos coloridas letras formaban su logo, Kaiba era un excéntrico, tal vez por eso se llevaban tan bien, al menos él se divertía mucho a costillas del castaño. El guardia de seguridad,  un joven de casi veintisiete le sonrió al verlo llegar, se bajó un poco los anteojos negros y lo saludó amablemente como era su costumbre.

—Athem, ¿qué tal su día?

—Ah, no me quejo, mejor que ayer peor que mañana, lo de siempre. —Contestó el chico mientras abría con una mano la puerta de vidrio del edificio, le obsequió un pequeño guiño de ojos al otro hombre, luego con fingido enojo recalcó. — Y ya te he dicho que no me hables de usted, me siento el anciano mental para quien trabajas, por cierto, ¿se encuentra Kaibanator en la oficina?

Carlo le sonrió, víctima del buen humor que siempre lo atacaba cuando intercambiaba alguna conversación con aquel extravagante joven. Athem era casi como de la familia de los Kaiba, Carlo sabía muy bien que conocía a su jefe desde muy joven y habían convivido más de la mitad de su vida juntos,  de no ser porque él mismo sabía que eran sólo amigos habría jurado por la familiaridad con que éste joven trataba a Kaiba que debía haber una línea consanguínea entre ellos, sin embargo, no era así.

—Sí, no lo vi salir esta mañana y por las tardes tiene la costumbre de probar los nuevos inventos, así que debe estar arriba. — Dijo a Yami quien se había detenido momentáneamente frente a él.

— ¿Y ahora qué fue, una silla que habla y te dice los kilos que subiste al desayuno? —Cuestionó el joven mientras guiñaba un ojo arrancando una carcajada del mayor.

—No lo creo, pero ayer por la noche mientras daba mi ronda note un extraño artefacto, una especie de mano gigante de metal. —Contestó el guardia encogiéndose de hombros.

—Tal vez ya logró perfeccionar esas máquinas suyas, son tan raras como él. Iré a fastidiarlo un poco. —Completó despidiéndose luego con una mano, Carlo volvió a encogerse de hombros y a vigilar su lugar de trabajo.

El joven subió enseguida a un ascensor gris que parecía más un cilindro hidráulico, Athem solía molestar a Seto diciéndole que si había una fuga de agua en su empresa podría utilizar aquella cosa como barco de salvación, lo había visto en alguna de esas series animadas americanas, el personaje que había inventado aquello debía ser (en opinión de Athem) un p&%o genio; Kaiba por supuesto solía ignorar los comentarios soeces que Yami hacía. Athem pasó sin mayor problema todos los pisos de le enorme KC, empresa dedicada a la invención de nuevas tecnologías, vigilada por más de cien guardias, todos y cada uno de ellos conocían a la perfección al chico de cabellos puntiagudos como el único amigo que le había sobrevivido a Seto Kaiba desde la infancia, y el único también, lo suficientemente suicida o pedante (no podrían diferenciarlo bien) como para burlarse del dueño de la compañía. Lila, la secretaria principal de Kaiba estaba dormida cuando Athem llegó hasta el último piso y se metió casi de puntitas en la oficina del empresario, quien estaba en pie dando la espalda a la puerta. El joven castaño se encontraba con uno micrófono diadema conectado, delante de él tres graficas se proyectaban en una pantalla de plasma gigante, se intercalaban entre sí y después se volvían a separar a la orden que daba el de ojos azules. A un costado de su escritorio estaba una de sus nuevas invenciones, tal como Carlo había dicho, una gigantesca y también monstruosa mano metálica.

—Computadora, muéstrame los avances del IC/1000. — Ordenó con voz áspera, sus ojos estaban recubiertos por unos anteojos pequeños y redondos, el cristal era antireflejante lo que impedía que sus escleróticas se irritaran.

Nuevas graficas en colores turquesas iluminaron la pantalla, las líneas se movían en un ligero temblor, subiendo y bajando como si no supiesen qué dirección deberían tomar, Athem se atrevió a acercarse despacito para tratar de taparle los ojos al empresario, sus delgados y largos dedos se crispaban con emoción, una sonrisa ligera y pícara nació en sus labios.

—Si me haces perder la concentración por alguna tontería, haré que Carlo te saque de una patada de aquí. —Dijo de improvisto el empresario, Athem resopló al verse descubierto, Kaiba había arruinado su saludo sorpresa numero cuarenta y cinco; aún desconocía cómo lo lograba.

— En tus sueños, Carlo me quiere más que a ti. —Reclamó cruzándose de brazos, sintiéndose ofuscado, nunca había podido tomar por sorpresa a Kaiba.

— ¿Qué es lo que haces en mi empresa?, otra vez. —Dijo Seto dando media vuelta para encarar, o casi (Athem era mucho más bajo que él) a su habitual visitante, la varonil voz de Kaiba salió fastidiada sacando con eso una risilla del joven de ojos rubíes.

— Hola Seto, es bueno verte también. — Exclamó a modo de cordial saludo, Kaiba sólo le dedico uno de sus muy tradicionales gestos, torció los labios y arrugó el ceño, sí, muy amigable como siempre. Athem rió antes de encogerse de hombros y caminar hacia el nuevo invento de Kaiba.

—Ni se te ocurra tocarlo. —Amenazó el castaño quitándose el  micrófono y dejándolo a la orilla de su escritorio. —Contéstame ya, ¿a qué has venido?

—Sólo quería verte, ¿acaso tengo que tener una razón especial para visitar a mi queridísimo amigo Seto y darle mis saludos? —Informó escudriñando con la mirada aquel artefacto en forma de mano. Acercó ligerísimamente sus dedos a un pequeño teclado que había en la palma, la maquina hizo un extraño ruido.

— ¡Que no lo toques! —Gritó Kaiba antes de acercarse inmediatamente y apartar a Yami casi de un manotazo, luego picoteó algunas teclas de su invento y lo apagó en un santiamén, Athem había aprovechado para moverse atrás de su escritorio, sólo por si al aparatejo se lo ocurría explotar. —Aún está en la fase experimental, es muy sensible a cualquier… ¿pero qué hago yo dándote explicaciones? —Renegó mientras se sacudía las manos. Luego con el ceño aún fruncido se volvió hacia Athem y le dijo tajante. —Bien, ya me diste tus saludos, ahora largo.

—Pero Setito, si aún no te he dado las buenas noticias. —Dijo mientras se sentaba en la silla de Seto, éste entrecerró los ojos pero Yami ya era inmune a sus amenazas psicológicas.

—No me llames así. —Renegó de nuevo y se cruzó de brazos, como esperando a que Athem se diera cuenta que estaba de más en la oficina, bien, era su amigo o eso decía él, así que Kaiba se permitía tenerle un poco más de paciencia que al resto de la humanidad.

— ¿Setichus?

— ¡Athem! —Exclamó a forma de regaño, el aludido osó soltar una carcajada antes de inclinarse hacia atrás en su silla.

—Está bien, dejaré de molestarte, la verdad es que sí tengo un propósito para estar aquí.

—No me digas. —Infirió sarcástico el empresario mientras arrastraba una de las sillas en que solía sentar a las visitas. Era el colmo, por cierto. De mala gana Kaiba levantó ligeramente la silla y la dejó caer frente a su escritorio, Athem sonrió sincero y luego jugueteó con uno de sus rubios mechones.

Eran gestos tan simples como aquellos los que le revelaban a Kaiba que Yami había ido por una razón especial, se conocían demasiado bien entre ellos mismos para ignorar esos pequeños hechos,  en ese momento Seto dejaba de ser el estricto empresario que no perdía ni un segundo para hacer millones, se olvidaba de su apretada agenda diaria y se convertía en aquel chico al que Athem conoció durante sus primeros años escolares, el geniecillo que en el fondo era más bueno que el pan, aunque no le gustase admitirlo o tuviese que obligarlo de vez en cuando a que lo recordara.

Según la visión de Athem, su amistad era como un pacto silencioso, él conocía todos los logros de Kaiba, lo brillante que era, el excelente futuro que le esperaba y lo mucho que miles le admiraban, pero también conocía su duro pasado, su mal genio, el estricto sistema de creencias que le fue implantado y en el cual basaba la mayor parte de su vida, sus razones para actuar como lo hacía y los miedos que muchas veces lo atormentaban, Seto por su parte sabía la enorme soledad que había existido en la vida de Athem, las noches frías que  pasó y las horas de abandono en las que aún tenía que sobrevivir, y aunque no se lo dijera nunca Kaiba admiraba en ciertos aspectos a Yami, su arrogancia a pesar de no poseer nada, su valentía a pesar de estar solo, Kaiba no sabía si él hubiese logrado algo en su vida de no ser por la presencia de Mokuba, su hermano menor. Así que ambos habían decidido que en lugar de lamentar su insípida existencia (según palabras de Kaiba) se apoyarían mutuamente y aunque no firmaron ningún contrato o algo parecido (Yami estaba seguro en algún tiempo que Kaiba le haría firmar algún papel donde constatara que era su amigo y le vendía su alma), en su interior estaban consientes de que podrían contar el uno con el otro en momentos difíciles, y así forjaron una amistad extraña, algo masoquista a decir verdad (y es que Athem estaba seguro que a Seto le daba por ese lado),  pero firme y valiosa, una donde de una u otra forma se lograban entender.

—Pronto será mi cumpleaños y siendo yo tu único amigo creo que es justo que me concedas un caprichillo personal. —Anunció mientras dejaba su cabello en paz y veía directamente los ojos azules y fieros de Seto, éste arqueó una ceja, expectante y dudoso de preguntar.

— ¿Y eso es?

—Adivina. —Soltó jugueteando con las silabas, Kaiba frunció de nuevo la boca, como amaba Yami ese gesto.

—Sabes muy bien que mi tiempo es dinero, así que deja de quitármelo o paga por él. —Dijo agrió, Yami ensanchó casi diabólico una sonrisa.

—No sabía que ahora te gustaba la labor de mancebo. ¿Quién es tu proxeneta?, te tiene muy mal alimentado así no vas a atraer ningún cliente, pequeño…

— ¡Athem, deja esas vulgaridades ahora mismo!, no estás hablando con uno de tus prosaicos compañeros de trabajo.

El de ojos de rubí soltó una carcajada que irritó aún más a Seto, éste se puso en pie cuan alto era, Athem lo observó divertido por sus reacciones.

—Amo cuando te sientes agraviado, Seto. Eres como una señorita virgen a la que se le ha hecho un cumplido subido de tono.

— ¡Yami!

Uy, se había enojado de verdad. Pocas, poquísimas veces Kaiba había utilizado el apellido de Athem para llamarlo, solamente y que el de cabellos electrizantes recordase en tres ocasiones había sucedido: La primera durante su pubertad, cuando había anotado a Kaiba en un concurso de señorita patria, y… había ganado (debería agradecerle, al menos), la segunda después de extraer el disco de duelos de la oficina de Seto y andarlo presumiendo por media ciudad (sin que Kaiba, por supuesto, hubiese dado su consentimiento) y la tercera después de la increíble e inolvidable (a él no se le olvidaría jamás) fiesta que había dado en el cumpleaños número dieciocho de Seto (la cual también debería haberle agradecido).

—Ya, ya, está bien, lo siento, me pase de la raya. —Dijo Athem a modo de disculpa, Kaiba soltó un forzado suspiro y se volvió a sentar en silencio, observando raudamente a su amigo. — ¿Y bien, no adivinarás? —Volvió a preguntar después de un par de segundos en silencio, Athem sabía bien que a veces tenía que darle algo de espacio a Kaiba, así era él y así lo quería. 

—No, Athem, no adivinaré, he tenido mucha presión los últimos días, el trabajo es asfixiante, Mokuba esta volviéndome loco con sus cambios de humor, Roland es un inútil que no consigue hacer nada bien y ni hablar de la situación financiera de Kc, siempre amenazada por lo buitres que quieren mis acciones, así que no, no tengo deseos de entrar en tu jueguito de adivinanzas, por favor deja de torturarme y dime la maldita cosa que viniste a decir de una buena, jodida vez.

Anunció Kaiba con un tono de fastidio y cansancio, mientras se sujetaba el puente de la nariz con dos de sus dedos, cerrando momentáneamente los ojos como si quisiese alejar un terrible dolor de cabeza con la acción de concentrarse en echarlo fuera.

—Uhh no sabía que estabas en tus días. —Athem pudo escuchar el bufido de desaprobación del otro, pero continuó hablando sin darle importancia. —Con razón estás más hipersensible que de costumbre.

—Athem. —Dijo, impaciente como era.

—Amarguras— Contestó el eludido mientras le tiraba una bolita de papel que había hecho con un post-ip de su escritorio—Oh vamos Seto, yo te hice una fiesta en tu honor.

—Si mal no recuerdo, yo tuve que pagarla. —Recriminó.

—Bueno, pero fui yo quien la organizó.

— ¿Bromeas?, tu amigo Yugi se encargó de decorar la mansión, preparar la comida y enviar las invitaciones.

— ¿Y mi crédito qué?, yo llevé a las bailarinas. —Anunció orgulloso y sonriente, Kaiba se pasó la mano por la cara, incrédulo de lo que oía.

—Las cuales aturdieron a MI hermanito con sus bajos escotes e instintos.

—Pero vamos, no me digas que no disfrutaste su show.

— ¡Una de ellas vomito sobre la ensalada! —Discutió subiendo el tono de su voz, Athem sonrió más cínico aún.

— Bueno, sí, se le pasaron un poco las copas, pero tenía unos lindos pechos.

—Te mataré si me sigues recordando ese horrendo día y por cierto, aún tienes prohibido festejarme cualquier cumpleaños futuro.

—Uy, todo te lo tomas personal. —Dijo Athem divertido por la discusión que habían tenido muchas veces antes, se colocó uno de sus largos mechones rubios detrás de la oreja, Seto se apretó el puente de la nariz con enfado.

— ¡Era mi cumpleaños, grandísimo idiota!

—Que rencoroso, mira ya olvidémoslo y como te decía, quiero que mi regalo de cumpleaños sea la revancha, el año pasado me venciste, pero he entrenado y esta vez te ganaré un juego de azar.

—Olvídalo Mutho, nunca serás mejor que yo. —Recriminó despectivo, la sonrisa en el rostro de Athem se desvaneció, Kaiba pudo disfrutar un pequeñísimo triunfo.

El de ojos rubí lo meditó un poco y luego, apuntando con un dedo a Seto anunció.  —Eso lo dices sólo porque sabes que vas a perder.

—Elige el juego. —La sonrisa de Kaiba era tenebrosa, a Athem se le hizo la piel chinita, pero no se amedrentó.

—Póker. — Dijo el chico sacando una baraja de dentro de su saco. —Si gano tendrás que hacer lo que yo te pida.

—Como si tuvieses una oportunidad. —Anunció el castaño con tono burlón, luego empezó a doblarse las mangas de su camisa, no quería ensuciarlas.

—Soy el mejor. —Infirió arrastrando su silla frente al empresario, quien chasqueo sus dientes en descontento.

—Para perder por supuesto.

—Para ganar mejor dicho.

Athem lanzó las cartas y pronto comenzaron a jugar, Seto estaba tan convencido que vencería que ni siquiera sudo un poco por el juego, excepto cuando…

—Pares. — Dijo el empresario bajando dos reinas y dos nueves.

—Ups…—Insinuó  Athem dejando ir un puchero.

—Te lo dije. —Reclamó sonriendo con altanería

—Póker de ases. — Completo el de ojos rubíes bajando su mano, una sonrisa amplia se ensanchó en su rostro, a Kaiba se le fue el color de la piel. No podía creerlo, observó su mano y la mano de Athem, observó las cartas, ¡malditos cartones, los odiaba!

— ¡No puede ser!

Kaiba se levantó de la silla y azotó las manos sobre el escritorio, Athem se rió bajito para que el otro no se ofuscara aún más. Luego de un par de respiraciones, el castaño se acomodó la corbata y el cabello, para volverse a sentar.

—Bien, — Dijo aceptando lo inevitable, porque un hombre también tenía que aceptar cuando había perdido. — ¿qué es lo que quieres?

— ¿No lo dirás?— Refiriéndose a aceptar su perdida en el duelo.

—Eres un imbécil suertudo. —Refiriéndose a cuanto lo detesta en esos momentos.

— ¡Uy! Que gentil. Entonces pasemos a lo que nos concierne. —Dijo el de cabellos electrizados con una sonrisita en los labios que ya casi estaba por arrancarle a jalones el CEO. —Bueno, lo que quiero que hagas para mi cumpleaños es muy simple Seto, tu…—Anunció apuntando con el dedo índice a Kaiba, quien ya se removían inquieto en su lugar, Athem tomo aire; pequeñas cosquillitas acariciándole la panza, iba a ser tan divertido. —...Tú, —repitió para molestar al CEO.

—Suéltalo ya, no tengo todo el día. —Vociferó impaciente, pero ciertamente el miedo le apretujaba la boca del estómago y es que Athem le daba cada sorpresita.

— ¡Tú serás mi amante! —Dijo antes de ver como la cara de Kaiba se tornaba en millones de colores. Unos ojos azules lo miraron desconcertados y sorprendidos, luego, unos pocos segundos después Kaiba reaccionó justamente como Athem lo había previsto.

— ¿Qué?, no, espera ¿qué? ¡NO!, —Gritó encolerizado, rojo hasta las orejas. — ¿se te han muerto las únicas dos neuronas que te oxigenaban el cerebro, Athem?, ¡no voy a acostarme contigo!, ¡ni loco, ni ebrio, ni drogado, ni necesitado que estuviese!

Athem soltó una estridente carcajada que le hizo sujetarse el estómago.

—Yo no dije que tuviéramos sexo, aunque no estaría nada mal. Sólo tienes que fingir que me amas, ya sabes, ser mi amante.

—Pues aunque fuera el caso, ni siquiera eso aceptaría de tu parte. —Anunció Kaiba cruzando los brazos, señal inequívoca de que iba a zanjar el tema.

—Cobarde, así que después de todo vas a incumplir el trato.

—No puedes obligarme a hacer algo como eso Athem, además está de por medio nuestra amistad.

—Seto Mckfly eres una gallina. —Canturreó el de cabellos rubios mientras le veía burlón.

—A mí nadie me llama gallina.* —Dijo Kaiba entrecerrando los ojos, Athem sonrió y puso sus manos en las rodillas de Kaiba, acercando su rostro al de Seto.

—Prueba que no lo eres, ten una cita conmigo. Salgamos, como si fuésemos a-man-tes.

Kaiba estaba que echaba espuma por la boca, había caído nuevamente en una broma del pelo raro, pero para cuando se había dado cuenta era demasiado tarde, su respiración se calmó poco a poco y luego el rojo en su faz.

—Eres un imbécil. —Infirió despectivo, soltando la tensión que tenía en los hombros, cansado y afligido por ser el blanco de las bromas constantes de “su amigo”.

— ¿Y bien? —Dijo mientras sonreía casi coquetamente. Kaiba sólo se limitó a mostrarle su reluciente dedo corazón mientras torcía un gesto. — ¡Ay, también te amo!

—Cállate. —Pidió Kaiba, cansino mientras alejaba con una de sus palmas a su amigo, pero Athem no tenía esa intención.

—Me gustaría tener una cita contigo en un pequeño café de la ciudad, pero tendrás que hacer todo lo que te pida. —Continuó mientras se sentaba en la orilla del escritorio de Kaiba, éste se masajeaba duramente las sienes.

— Que horror. —Dijo, echándose en la silla con una mano en la frente, guardó silencio unos segundos,  tenía que tomar valor para lo que iba a decir. —Bien, tú ganas. —Athem estaba a punto de gritar de la emoción, pero Kaiba fue más rápido. — ¡Deja la dirección, fecha y hora con Lila y lárgate!

— ¡Genial!, siempre he querido saber lo que se siente tener una cita con Seto Kaiba. Después de todo eres el soltero más famoso de la ciudad.

— ¿De qué hablas?, somos amigos desde la infancia, me conoces más que nadie.

—Qué bonito te vez cuando te pones romántico, espero que te portes así en la cita. —Dijo el otro poniéndose de pie y caminando hacia la puerta, una grapadora negra paso a un lado suyo y se estrelló en la pared. — ¡Uy no!; los sartenazos son hasta el hogar, conejito.

— ¡Maldito desadaptado, largo de mi empresa! —Grito Kaiba ya exasperado, Athem volvió a sonreírle.

—Al menos has aceptado cuanto me deseas. —Le dijo, antes de salir corriendo de ahí, porque una pc se dirigía sin mayor remordimiento a su cabeza.

Athem tuvo la cortesía de despertar a Lila y dejarle los datos, para luego coquetearle un rato, besuqueársela otro tanto y salir huyendo de ahí, Carlo era un guardia muy celoso cuando de su novia se trataba.

 

 

 

Illusion de caféine.

Rezaba el nombre del lugar. Kaiba se preguntó por quinta ocasión: “¿Cómo diablos le había ganado ese tonto?”

—Maldición. —Dijo antes de tomar el pomo de la puerta de cristal y entrar.

Athem lo esperaba en una mesa junto a uno de los enormes ventanales. El lugar no era excesivamente lujoso, apenas alcanzaba, a los ojos del CEO, el estándar de lo aceptable. Tenía una terraza y un piso superior, en el primer plano tres columnas al fondo, dividiendo dos zonas para no fumadores y una para los fumadores, los adornos eran simples, sus paredes de colores vivos y las mesas cuadradas y acogedoras.

— ¡Seto!—Le llamó Athem, como si Kaiba no fuese a verlo con sus pelos de punta, morados, rubios y extravagantes.

Hizo un gesto con la boca y luego caminó hasta colocarse enfrente de él, sus brazos cruzados en el pecho.

—También te extrañe, mi amor. —Dijo Athem lanzando sus brazos alrededor del cuello de Kaiba, éste de inmediato se tenso.

— ¿Qué haces? —Preguntó apenado, toda la gente del local estaba viéndoles.

—Recuerda que tenemos un trato. —Contestó el más bajo, como entre dientes, para que nadie más pudiera oírlo, luego besó cariñosamente la mejilla de Kaiba.

—Sé que no tienes nada que perder, Athem, pero te recuerdo que soy un empresario reconocido, ¿podrías soltarme? —Pidió Seto lo más amable que pudo, su amigo ensanchó una sonrisa picara.

—No hables de perder Seto, que se te da bien.

Athem lo soltó al tiempo que reía, Kaiba habría dado lo que fuera por tener una grapadora a la mano.

—Pero descuida, —Continuó Athem de buena gana. —no le diré a nadie sobre nuestra apuesta si cumples tu parte del trato. Ahora vamos a la mesa e intenta comportarte como el caballero que deberías ser.

— ¿Y tú serás mi damisela? —Dijo en tono burlón, mientras Athem se daba media vuelta y lo tomaba de la mano, para después guiarlo hacia una mesa en la parte más al fondo del local.

—Oh si, príncipe mío. —Mencionó el aludido con voz un tanto chillona. Como adoraba molestar a Kaiba. Lo escuchó soltar un resoplido de disgusto, los comensales murmuraban el nombre de Seto, muchos de ellos trataban de disimular el asombro, pero sencillamente les era imposible.

Athem siempre había gozado ser el centro de atención, y no le importaba si las personas lo veían con morbo o mera admiración, quería dejar huella, porque tenía la loca idea de que un día desaparecería así como así. Se sentaron en silencio, los ojos de Kaiba parecían querer perforarlo, Athem sonrió, cínico y divertido.

—Oh vamos Seto, ¿no me digas que no te diviertes?

—Para nada.

—Bueno, tal vez yo pueda hacerlo divertido. —A Seto nunca le había gustado la forma en que Athem, en ocasiones, cuando planeaba algo en extremo perverso, solía sonreír, era una sonrisa diferente a cuando había diversión en su rostro, más alargada, más afilada, mucho más llena de malicia.

Athem estiró una mano, la paseó largamente por el costado del rostro de Seto, como si lo acariciase con toda la ternura que había en él, le enviaba miradas sosegadas, que fingían inocencia y amor. Un amor extrañamente dulce.

Oh vamos, a otro perro con ese hueso. Athem sólo quería que todos los pares de ojos en ese lugar se posaran en él y Kaiba lo sabía, pero por ahora estaba impedido de hacer nada, se suponía que aquello era parte del trato.

—Ahora dime algo lindo. —Le murmuró Athem mientras tomaba con su dedo índice y pulgar el mentón de Kaiba, éste pensaba que en cualquier momento comenzaría a sudar.

— ¿Qué haces? —Preguntó nervioso.

—Tenemos una cita, ¿lo recuerdas?, y me amas, yo te amo… ¡dime algo lindo antes de que todos sospechen!

—A mi no me importa en lo más mínimo lo que todos aquí sospechen, por mí que piensen lo que quieran.

—Di que tengo lindos ojos.

—No.

— ¿Entonces puedo decirles que perdiste en un juego de cartas contra mí?

Ouch.

Golpe bajo, el orgullo de Kaiba se retorció, la sonrisa de Athem no se iba… odiaba cuando tenía razón.

—Tienes lindos ojos. —Susurró, pero Athem no estaba complacido.

—Más fuerte. —Dijo sonriendo aún, levantándose de su silla y acercándose peligrosamente al rostro de un tieso Kaiba.

—No lo haré.

— ¿Entonces prefieres que te bese? —Amenazó mientras se le acercaba un poco más. Los ojos de Kaiba se abrieron redondos como un par de jitomates, Athem estaba divirtiéndose tanto.

— ¡Tienes lindos ojos! —Casi gritó, sonrojándose por completo, el restaurant entero los observaba. Maldito Athem. Maldito.

—Gracias cariño, los tuyos son una preciosidad también. —Correspondió su amigo, sonriendo cínico.

La tensión en los hombros de Kaiba no desapareció hasta que Athem, contento con el resultado pues todos en el restaurant hablaban de ellos dos, se volvió a sentar y colocó sus manos bajo su barbilla, observando pacientemente a Kaiba. ¡Y como amaba ser el centro de atención, todos eran tan fáciles de manipular!, ilusos.

—Eres un demente. —Le dijo el observado.

—Desde este momento queda prohibido que me insultes, cariño, recuerda nuestro trato.

—A mí nadie me prohíbe nada. —Renegó el castaño, unos ojos picaros lo observaron un tanto desafiantes. — ¡Esta bien!, con tal de que no hagas más cosas extrañas, hoy te estás comportando muy raro, Athem.

— ¿En qué sentido? —Preguntó haciéndose el desentendido.

—Sabes de qué hablo, ¿por qué trataste de besarme?

—Vamos Seto, es parte de la diversión. —Anunció tomando la carta entre sus manos, luego comenzó a leerla.

— ¿No ibas a hacerlo realmente, cierto? —Insistió de nuevo, Athem tapó su rostro con la carta, Kaiba podría jurar que sonreía tras de ella. —Contéstame.

—Puedo hacer lo que yo quiera, es mi día.

— ¿Qué pretendes con todo esto Athem? —Volvió a cuestionar, Kaiba en realidad no encontraba lógica en las acciones de su amigo.

—Por ahora sólo tener una cita contigo. —Contestó bajando el menú y observando directamente los ojos de Seto. Había una ceja levantada ligeramente, muestra inequívoca de que su amigo estaba tratando de desenmarañar sus propios pensamientos.

—Bien, ya la tienes, pero la pregunta es por qué.

—Eso noto. —Dijo Athem recargándose en su silla y observando el menú, ignorando nuevamente las preguntas de Seto. — ¿Y bien?

— ¿Bien qué? —Contestó el castaño elevando aun más una ceja.

— ¿Qué se supone que hace el gran Seto Kaiba en una cita?, ¿te manosea, te besa, te llena de regalos con su billetera?

A Kaiba se le frunció el ceño casi en automático, así que, para Athem aquello no era más que un juego… maldito Athem. Maldito de nuevo.

—“¡Te insulta, te da de patadas, te muerde, destripa, despelleja vivo…te…!”. Pensó Kaiba cerrando sus ojos y negando con la cabeza. Él nunca, recalcadamente jamás, había tenido una cita, ¿cómo se suponía que supiera?

—No lo sé. —Dijo observando a Athem directamente. —El gran Seto Kaiba nunca ha tenido una cita.

— ¿Estás bromeando?

—Tú eres quien debe estarlo. —Dijo carraspeando un poco incómodo, entonces Athem lo observó con cuidado. Era cierto, él era el gran Seto Kaiba…cómo había creído que el empresario tendría conocimiento de qué hacer en esa clase de citas, si bien, las de trabajo eran su fuerte.

—Entonces tendremos un gran problema, porque no lograrás complacerme.

—No sé si lo hayas notado, pero no estoy para complacencias de nadie, Athem.

—Pero era el trato. —Contraatacó en el punto débil y Kaiba tuvo que volver a morderse la lengua. — Mientras averiguas qué hacer, genio, pidamos algo.

—No tengo apetito. —Renegó y Athem torció un gesto.

— ¡Ash!, eres un amarguras. Yo si pediré, un café, un pastel, un emm…

—Pedazo de cerebro. —Sugirió Kaiba, mientras observaba a la nada por la ventana. No notó cuando Athem levantó el brazo y llamó a uno de los meseros.

—Quiero una pieza de pay de queso y limón.  —Le dijo al joven que se había acercado. — ¿Y tú, Seto?

—Café negro, sin azúcar.

—Como tu consciencia. —Recriminó divertido, el joven mesero tuvo que aguantar una sonrisa.

—Es para soportarte. —Dijo Kaiba sin volver su vista, el mesero se retiró mientras Athem soltaba un silbido.

—Es lindo, tiene un buen trasero, sería un buen sumiso, seguro que si le pido su número consigo al menos…

— ¿Puedes parar de soltar tanta sandez? —Renegó Kaiba, con la ceja encajada mientras volteaba a ver al de ojos rojos.

— ¡Aburrido!, no merezco que me trates mal en vísperas de mi cumpleaños, además recuerda que en estos momentos soy tu amado, ¿por qué mejor no me sigues diciendo cosas bonitas?

—Como desearía no estar aquí en este momento. —Dijo el castaño, y eso era lo más romántico que se le ocurría.

—Ay, te odio. —Soltó Athem, con un gesto de reproche en el rostro. —Además no puedes hacer eso, tienes que cumplir la apuesta.

—Esto es una tontería Athem.

—Pero es una tontería divertida. Mira, aquí viene el mesero con nuestro pedido. —Dijo el de pelos levantados, Kaiba no pudo evitar voltear por reflejo, un chico rubio se acercaba con cuidado, sonrisa en los labios, ojos color miel, toques dorados en el brillo de su cabello, olor a canela y nuez toscana.

— ¿Ese es nuestro mesero?—Preguntó el castaño, totalmente sumergido en la imagen.

—Te dije que era bonito. —Le dijo mientras Kaiba trata de aparentar una fingida indiferencia.

—No digas tonterías, sólo es un mesero. —Renegó de nuevo el castaño.

—Aquí tienen. — Anunció el joven mientras colocaba en la mesa el platillo de Athem, sus dorabas orbes se toparon de frente con las lagunas intensas, el silencio los envolvió, Kaiba tuvo una ligera punsadita en la sien.

“Hay un recuerdo escondido, una sombra de un jardín donde pasó algún día de su infancia, un pequeño de ojos grandes y expresivos, manos blancas, sonrisa fácil. Y también un sentimiento, resguardado en el olvido, sembrado hacía ya mucho tiempo…

Tenía cerca de seis o siete años, caminaba por entre árboles grandes y enredaderas, rosales de espinas increíblemente brillantes, sus pies son pequeños y sus ojos se asombran con cada nuevo color que descubre, hay una hermosa mariposa de brillos extáticos que flota frente a él, decide con el ímpetu propio de un infante, seguir a esa criatura, sus manos pequeñas y delgadas tratan de atraparla entre sus palmas, pero la mariposa es ágil y planea con maestría, y él carece de la estatura suficiente para alcanzarla. Los rayos del sol caen cálidos por entre la copa del árbol y el sonido del cantar de los pájaros llena su cabeza como si fuese una caricia invisible.

Luego la mariposa vuela tan alto que le es imposible alcanzarla y el pequeño Seto se queda observando cómo se eleva, cada vez más y más por entre los árboles. Cuando vuelve su vista de nuevo al frente se da cuenta que ya no sabe dónde está y su padre ha desaparecido y la carriola de su hermano menor no hace aquel rechinar de llantas, voltea hacia un lado y hacia otro y a su izquierda se encuentra un niño con el cabello revuelto, largo y salvaje,  los ojos brillantes, perfectos, gigantes. Una sonrisa y luego una voz, una voz del presente…”

 

— ¡Seto, reacciona! —Le dice Athem, preocupado por el extraño transe en que parecía estar su amigo.

— ¿Cómo te llamas? —Le preguntó casi en automático, sin poder retenerse.

—Joey Wheeler. —Contestó con sus ojos clavados en el fino rostro del empresario, Athem podría jurar que el aura de aquellos dos se había fusionado, creando la mezcla más perfecta entre miel y vinagre que se podía oler ante sus presencias.

— ¿Te conozco de algún lado? —Preguntó de nueva cuenta Kaiba, estaba seguro de haberlo visto… ¿y si, ese chico era aquél niño?, ¡pero qué locura!.  Joey sólo pudo negarle con la cabeza. — ¿Estás seguro?, ¿no has ido a KC alguna vez a pedir empleo?

— ¿A la qué? —Cuestionó el joven, confundido, admirado. Nunca en su vida había visto unos ojos azules tan profundos, tan urgentes de respuestas, era casi hipnótico.

—Joey, ¡hay más mesas que atender! —Le gritó desde la barra el capitán, el rubio se sonrojó antes de tomar su charola y seguir trabajando, Kaiba no le pudo quitar la vista de encima en un buen rato. Mientras Athem se divertía observando a su amigo y después al rubio, al rubio y después a su amigo.

— ¡Me siento ultrajado! —Anunció con voz y gesticulación teatral, mientras dejaba la cuchara sobre el platito de su pay.

— ¿Tu qué? —Con la distracción a Kaiba hasta se le había olvidado el otro y todas las molestias que le había causado.

—Se supone que vienes conmigo y has estado coqueteándole a otro desde hace un buen rato. Haré un escándalo.

—Uno, estoy aquí obligadamente. Dos, coquetear es vulgar. Y tres, haz lo que quieras, siempre lo haces, Athem.

—Me alegra que lo reconozcas, pero si te gusta tanto el chico rubio ¿por qué no vas con él?; yo ya que estoy aburrido de esta cita fracasada, y tal vez eso pueda resultar un poco más entretenido.

—No voy a hacer eso Athem.

—Me gustabas para poco hombre. —Le dijo señalándolo, mientras sonreía.

— No es eso, es sólo que…

—Cobarde

 Kaiba entrecerró los ojos, como aceptando el reto, se levanto con un movimiento seguro de la silla, el café que le habían servido ni siquiera lo había tocado. El chico rubio estaba detrás de la barra, haciendo el pedido de una mesa, cuando Joey lo vio ir hacia él con esa mirada segura y llena de determinación se le hicieron fideos las piernas.

— ¿Se le ofrece algo? —Preguntó el rubio, tomando en sus manos un plato de porcelana y limpiándolo con una servilleta.

—Emm… —Kaiba no tenía idea por qué, pero su cerebro se había tornado en una pequeña masa gelatinosa incapaz de enunciar algún buen pretexto. —Una servilleta.

Dijo casi pateándose mentalmente. El rubio extendió su mano y con el dedo índice apunto hacia la mesa del castaño.

—Están junto a la taza de azúcar. —Joey no pudo evitar que le naciera una sonrisita torpe en los labios.

— ¿De qué te ríes chucho?

— ¿Eh?— Enunció desconociendo los gestos impresos en los labios apretados y el ceño fruncido de Seto.

—Es obvio que, o  te causo mucha gracia o te estás riendo por alguna cuestión de mí.

—Tiene un sentido muy desarrollado de paranoia, amigo. —Dijo Joey tratando de calmar las aguas, una pelea en su trabajo era lo menos recomendable.

—Y encima me insultas, perro, tú y yo no somos iguales, así que mídete. —Kaiba iba a abofetearse a sí mismo, no quería terminar aquello en una confrontación, pero por instantes su orgullo nublaba a su juicio y los resultados no le favorecían.

—Yo no le he dicho ningún insulto. —Contraatacó Joey con la voz un poco más alzada, Kaiba terminó por sentirse agredido, aunque esa no fuera la clara intención de ninguno de los dos.

No sabían si era química o simplemente sus orgullos chocaban como las olas del mar, pero sabían que se estaban provocando, gruñéndose como dos animales a punto de atacar, y les gustaba, aquella emoción, les llenaba las venas de vida.

— ¿Que no? — Dijo Kaiba, con la lengua filosa como una navaja. —considerarte siquiera ínfimamente cercano a un amigo mío es el peor de los insultos, mas viniendo de un guzgo sin clase.

Los ojos de Joey ardieron, el era un perro callejero, cierto, pero no permitía que un desconocido cualquiera se lo echase en cara.

— ¡Mira!, no sé qué diablos te pasa o te crees engreído, pero a mí no me insultas así. —Gritó el rubio rojo de cólera y dio un salto por encima de la barra, tomando luego a Kaiba de la camisa.

— ¡Wheeler! —Le gritó su jefe desde la entrada a la cocina. — Suelta inmediatamente al señor Kaiba o puedes salir de aquí ahora mismo.

A regañadientes, Joey tuvo que hacer caso a su jefe, soltó la carísima ropa del castaño, quien sonrió con altanería, desde la mesa Athem se golpeaba la frente con una palma.

—Retírate Wheeler. —Dijo el dependiente para luego hacer una reverencia como disculpa al castaño, mientras Joey desaparecía furioso por la puerta de la cocina. —Señor Kaiba, por favor disculpe el atrevimiento de este joven, ¿hay algo que podamos hacer para compensarlo?

El hombre era de baja estatura, medio calvo y regordete, pero sabía que si a Kaiba le daba la gana y bajo pretexto de haber sido mal atendido en su negocio, podría comprar su restaurant, desmantelarlo y venderlo por piezas, aunque esas pocas ganancias fueran carentes de importancia para las arcas de Seto Kaiba.

—Ese mesero.

—Es alguien sin importancia señor, su nombre es Joey Wheeler, trabaja aquí hace apenas una semana, pero si usted lo desea puedo prescindir en este momento de su persona.

—No me gustan las adulaciones. —Dijo Kaiba observando con el ceño fruncido al hombre. —Además en un principio yo tuve la culpa. —Concedió retirándose de nuevo a su mesa, el dependiente lo observó dar la vuelta con los ojos abiertos de impresión.

Athem, sentado con las manos cruzadas bajo su barbilla y una mueca de fastidio observó a Kaiba tomar asiento frente a él, clavándole su mirada color rubí.

—Esta es la cita más aburrida que he tenido nunca jamás en toda mi vida. —Connotó con exageración.

—Es tu culpa por haberla sugerido.

—Ni siquiera me has dicho nada bonito.

—Cierra la bocota, trágate tu comida y larguémonos de aquí. —Dijo Kaiba bastante enfadado. Al diablo el trato.

—Creo que tú no conoces la palabra romance y por eso te mandaron al carajo. Además yo decido cuándo se termina el juego, recuerda el trato. — Anunció Athem, con una sonrisa de picardía en su rostro, sin predecir que a Kaiba ya no le interesaba, pues ya tenía una vena saltada en la frente, Athem supo que había llegado justo al punto donde quería.

— ¡Eres un imbécil, Athem! —Gritó Kaiba fuera de sí. — Ese chucho ni siquiera tiene oportunidad alguna conmigo, no me mandó a ningún lado y definitivamente, con quien menos quisiera hablar de romance es con ese tarado, ahora larguémonos ¡ya! —Exigió, levantándose de la silla y tirando algunos billetes sobre la mesa, Athem negó con la cabeza, aquello era tan divertido, ¿por qué tendría que acabarse?

—Ok, nos iremos antes de que el ogro gruñón vaya a derrumbar el local. —Contestó tomando su chaqueta de la silla. —Pero es la peor cita que una persona puede tener.

Dijo, siguiendo a Kaiba que ya estaba caminando a la puerta, tenía que pensar en algo y de forma rápida, si su amigo abandonada aquel lugar antes de que él así lo deseara se perdería toda la diversión. Athem sonrió, pensar rápido siempre había sido uno de sus mejores dotes.

En la entrada el dueño esperaba la llegada de Kaiba, de pronto todo pareció ir en cámara lenta… Kaiba caminaba, sus pasos retumbaban en aquel lugar, la vena levantada en su frente, bombeando con frenesí, el rubio saliendo también por la puerta de servicio, parecía que después de todo lo habían despedido, iba sin su uniforme, las luces artificiales llenaban de color su piel, Athem tuvo una idea, era brillante, tal vez Seto iba a enfadarse, muchísimo de hecho, pero qué le importaba… en realidad le daba igual.

Show time.

 

 

 

La memorié.

 

Si Kaiba tuviese que pagar un dólar por cada locura que su amigo Athem hacía, seguramente ya se habría ido a la quiebra. No podía creer que estaba corriendo, siendo sujetado por la blanca y delgada mano del rubio, si, el mismo con el que había discutido en el restaurant, a través de las céntricas calles de la ciudad.

— ¡Espera! —Pidió con el aliento cortado, pero el rubio no le hizo caso, lo jaló con inusitada fuerza y lo hizo meterse en un callejón.

—Creo que las hemos perdido. —Le dijo, asomando luego y con mucho cuidado su cabeza por la orilla de una barda. Él no parecía para nada ahogado, al contrario, recuperó fácilmente lo tranquilo de su respiración, mientras que Kaiba, rojo hasta el cuello, tenía problemas para regular el ritmo de sus inhalaciones. — ¡Hey, que si sigues respirando así te vas a acabar todo el aire de la ciudad.

Mencionó el rubio, con una preciosa sonrisa de lado a lado en sus labios, sin embargo, no era una burla. Kaiba se había recargado en la polvorienta pared y también había doblado un poco su espalda para poder colocar sus manos en sus rodillas.

— Es tu culpa, —Recriminó cuando al fin pudo recuperar un poco el aliento, aunque aún le costaba respirar. —pudimos haber tomado mi auto en lugar de salir huyendo.

—Era demasiado tardado y esa turba ya nos pisaban los talones. Por cierto, muchas gracias.

Joey, quien siempre había sido un chico de sangre ligera, caminar descuidado y aspecto simple se permitía sonreír siempre, en todo momento y en cada ocasión que lo ameritase, incluso cuando era perseguido por una panda de mujeres envalentonadas por el espíritu materno.

Hacía apenas media hora, cuando se disponía a dejar su ahora ex trabajo se había topado justo a la salida con esos dos tipos raros (según la inmediata clasificación del rubio), y uno de ellos comenzó a vociferar cosas extrañísimas y sin sentido… Lo primer que puede recordar es una bofetada, fuerte y sonora y luego un completo y total desastre.

Joey se acercó caminando hasta la entrada, para su mala suerte el chico de cabellos largos y extraños apresuró su paso, y antes de que el rubio pudiese alcanzar la puerta el chico (realmente chico), se atravesó frente a él y comenzó a gritarle.

— ¡No creas que no sé lo que haces, ofrecido! —Le insultó Athem, justo antes de levantar una mano y golpear el rostro de Joey.

Kaiba, quien había visto como Athem lo rebasaba con rapidez para llegar a la puerta se quedó de piedra ante la extrañísima escena, Joey volvió su vista sorprendida sobre su amigo, Athem definitivamente había perdido la cabeza.

—Has estado coqueteando con Seto desde que llegamos, si pretendes quitármelo no seas tan sin vergüenza. —Vociferó enseguida su amigo, luego unas lágrimas gruesas comenzaron a rodar por sus mejillas. —Al menos ten compasión, —continuó. —se suponía que hoy era mi celebración de aniversario, ¿cómo puedes ser tan vil y arruinarme este día?, ¡se suponía que hoy me pediría matrimonio!

— ¿Qué? —Gritó Kaiba, completamente rojo de bochorno. — ¡Te has vuelto loco!

—Pero, tú me prometiste que cuando cumpliera la mayoría de edad nos casaríamos, por eso fue que te entregue mi virginidad. Aún cuando no quería, lo hice porque dijiste que me amabas. —Contestó el de ojos rubí, antes de soltar un llanto largo y teatral, a Seto casi se le iba la mandíbula al suelo, un par de mujeres que estaban comiendo cerca de ellos se levantaron de su lugar y rodearon a Athem.

—Pobrecito de ti, los hombres son unos patanes, incluso entre ellos. —Dijo una de las mujeres, quien era alta y rubia, y secaba con un pañuelo fino y de seda las lágrimas falsas de Athem.

— ¿Y a ustedes quién las…? —Kaiba no pudo terminar la frase ya que la otra mujer, un poco más robusta aunque también rubia le propino una bofetada que volteo su rostro a un costado.

— ¡Cállate cínico!, debería darte vergüenza maltratar así a un chico tan lindo como él.

Varias otras comensales, de diferentes edades y estaturas comenzaron a levantarse de sus asientos, conmovidas por el amargo llanto de Athem lo rodearon tratando de calmarlo, aunque esto sólo hacía que el chico soltase un llanto más fuerte y desgarrador.

— ¡Y tú siempre me has dicho que te gusta que te la chupe!, ¡sabes bien que la tienes grande y no me cabe, pero aún así siempre trataba!

Kaiba abrió los ojos tan grandes que parecían un par de lunas, Joey se puso rojo hasta las orejas y las mujeres sólo sintieron más empatía por el pobre e inocente chiquito abusado. El dueño del local apenas podía respirar con el bochorno que le había dado.

—Esto sí que es una chalada. —Dijo Joey por primera vez en el rato,  en realidad la bofetada ni le había dolido, sólo que lo había dejado mudo de impresión. —Y oye, ya cálmate viejo, ni siquiera me interesa tu novio.

— ¡Él no es mi novio! —Gritó Kaiba fuera de sus cabales. — ¡Sólo es un demente que se hace pasar por mi amigo!, Athem ya diles que todo es parte de una de tus retorcidas bromas.

—Oye tú, no es educado que niegues a tu pareja, pobre chico, los traumas que debes generarle. —Le retó una de las mujeres, Kaiba quiso defenderse, pero en esos momentos Athem soltó un alarido que lo hizo taparse los oídos.

— ¡Si no me amas para qué me hiciste filmar una película porno!

— ¡Degenerado! —gritaron las mujeres. —Hay que castigarlo a él y a este roba novios.

— ¿Qué cosa de qué?... ¡yo  no soy ningún roba nada!

— ¡Cállate descarado! —Le dijo una de las mujeres y sujetó a Joey por el cabello, jalándoselo.

— ¡Oiga, eso duele!

— ¡Suéltelo inmediatamente! —Gritó Kaiba y se apresuró a ayudar al rubio, haciendo que le mujer lo soltase.

Un montón de bolsos, carteras de manos y estuches comenzaron a llover sobre ellos, Kaiba cubría al rubio lo mejor que podía pero incluso a él ya le habían golpeado con un paraguas en la cabeza.

—Hay que salir de aquí, estas mujeres están locas. —Dijo Seto mientras escuchaba como la turba furiosa les gritaba insultos variados.

— ¡Corre! —Anunció Joey antes de tomarlo por la muñeca y salir huyendo despavoridos con esa turba tras de ellos, Athem en el interior del lugar sonreía casi malévolo.

 

— Eso fue lo más raro que me ha sucedido en toda mi vida. Tu novio está un poquito tocadiscos, ¿no? —Infirió Joey viendo como Seto se quitaba el polvo del pantalón y la camisa.

— ¿Cuántas veces tengo que decirlo para que me entiendan?, él no es mi novio, es un maldito trastornado y si, está completamente loco. Lo voy a matar cuando lo vea de nuevo, sé que no se presentará en la empresa al menos en una semana, pero volverá algún día y lo estaré esperando, juro que lo estaré esperando. —Dijo Kaiba siseando en voz baja las ultimas oraciones, a Joey le dio miedo la mirada tétrica que enmarcaba el rostro del empresario.

— ¿Y todo eso que dijo sobre ustedes?... es decir…—Joey se sintió momentáneamente aturdido por el recuerdo de aquel bochornoso momento, Kaiba se sonrojo furiosamente y el rubio no pudo evitar reír.

— ¡No te burles de mi!, suficiente he tenido ya con las bromas de Athem.

—Pero es que todo fue tan bizarro.

—Es cierto. —Acepto Kaiba, aún tratando de calmar su sonrojo. —Fue sólo una venganza por parte de Athem, verás en realidad él es mi amigo de toda la vida, el único que tengo, de hecho.

—Con esos amigos…

—Lo sé. —Interrumpió Kaiba antes de asomarse también por la orilla de la pared. —No hay nadie, creo que podemos irnos.

—Sí, bueno, cuídate ricachón.

—No, espera.

— ¿A qué?, que venga algún otro loco conocido tuyo a armar otra escenita como la del restaurant, no gracias, yo me pinto de aquí. —Dijo Joey haciendo ademan de marcharse, pero la mano de Kaiba lo detuvo.

—Por favor, espera un momento, no he tenido oportunidad de preguntarte algo.

—Ahora que recuerdo, ¡tú estás igual de loco que tu amigo ese!, mejor aléjate amigo, tengo un gas pimienta y no dudaré en usarlo.

— ¿Y ahora qué rayos te pasa a ti? —Preguntó extrañando, Joey se metió una mano en el bolsillo del pantalón.

—No creas que no recuerdo como me trataste en el restaurant, por tu culpa perdí mi empleo. Aunque en realidad era un trabajo mierda y estaba a punto de renunciar.

—Entonces te hice un favor. —Anunció sonriendo, pero a cambio obtuvo una mueca de fastidio. ¿Y por qué ese chico se veía tan inocente y simpático con ella?

—No. A nadie le gusta que lo llamen perro. —Contestó para después sacar su lengua y mostrársela a Kaiba.

—No fue mi intención ofenderte.

—Cuando le dices perro a alguien no parece que no quieras ofenderlo. —Debatió Joey, no es que realmente estuviera enfadado aún por su rarísima discusión, el hecho de que ese sujeto lo salvase de esas salvajes mujeres había compensado todo, pero a Joey no le apetecía repetirlo.

—O vamos, ¿vas a ponerte hipersensible como aquellas locas mujeres?

—Acá el hipersensible e hiperloco eres tú, hiperparanoico también.

—Bien, exageré, tal vez un poco, pero tú me provocaste, ¿cómo hozas reírte de mí, acaso no sabes quién soy yo?

—Mira amigo, tus problemas de identidad no me interesan. Y yo no te hice nada, así que con permisito dijo Joeycito. —Dijo el rubio, luego inclinó un poco la cabeza, como imitando una despedida muy formal, los ojos azules que le miraron eran dos claras gotas de sorpresa, como si Joey estuviera haciendo algo sin precedentes.

—De verdad espera, sólo quiero hacerte una pregunta. —Pidió Seto un poco más humilde, luego cuando vio que el rubio abandonó sus deseos de irse ultimó— ¿dime, no te parezco conocido de algún lado, no has visto mi rostro antes, hace muchos años?

—Pues… la verdad no.

— ¿Seguro?

— Sip.

— ¿Completamente? —Volvió a preguntar Kaiba con mayor énfasis, no podía creer que sólo él recordara al rubio, ¿no se suponía que en esos casos el otro también lo recordaba al verlo?. Es decir, olvidarse de él, del Seto Kaiba, era increíble, imperdonable.

—Me estás asustando.

—Es que yo estoy seguro que nos conocimos cuando éramos niños, yo paseaba con mi padre y hermano, en un parque, tenías el cabello largo y lo usabas suelto, y en aquel entonces tú y yo éramos casi de la misma estatura, yo tenía como seis años.

—Pues no, lo siento, pero no me suena nada, si no hay nada más que recordar entonces me voy. —Dijo el rubio, dando de nuevo media vuelta y Kaiba se quedó ahí, estático y mudo, indefenso, se sintió de nuevo un niño de seis años perdido en aquel lugar, sin lograr encontrar a su padre.

Una charla viene a su memoria.

“-¿Por qué lloras?”

Le había dicho aquel chico rubio y luego lo había consolado, Kaiba lo recuerda, pero Joey no, aunque haya sido él quien le prometió al otro no olvidarlo.

“-Tranquilo, encontraras a tu hermano y papi, yo sé cómo.”

Luego subieron a las ramas de un árbol y buscaron entre los sombreros de la gente adulta, un suspiro nació de los labios de Kaiba.

—Son ellos.

El niño rubio le sonrió y luego ambos bajaron del árbol.

— ¿Eh?

“-Bueno, mi mamá me estará buscando, nos vemos.”

Esa era la razón, para Joey aquello no había sido trascendental, si lo había conocido, pero no lo recordaba porque para él ayudar a un chico perdido debía ser algo que acostumbraba a hacer diario y ya hasta le era normal o simplemente no le parecía nada especial.

— ¿Tienes que irte ahora? —Le preguntó, justo como cuando eran niños, Joey se detuvo, como si no fuese la primera vez que escuchaba aquella pregunta, su corazón late nuevamente con rapidez, igual que cuando lo vio por primera vez sentado en la silla del restaurant, elegante, sobrio, y fastidiado.

—Yo, no, no precisamente.

— ¿Aún no me recuerdas?

—Creo que comienzo a hacerlo. —Dijo Joey sonriéndole, Kaiba esta vez y sólo esta vez se permitió sonreír, era tan sincero que Joey no pudo evitar estirar su mano y pedirle que lo acompañara. Seto iba a asegurarse de que Joey no lo olvidase esta vez, Seto iba a asegurarse de ser especial.

 

 

 

 

Breve epílogo.

 

Tenía las manos en los bolsillos y sonreía cínico. Cuando entró a la sala de juntas donde su mejor amigo lo había citado no se imaginaba que ésta se encontraría completamente oscura.

— ¿Seto? —Llamó, pero en ese lugar sólo el silencio le acompañaba. Una silla se giró de improviso, pero lentamente, frente a él, a Athem se le puso la piel chinita, un par de ojos azules parecían refulgir entre el juego de sombras.

—Qué bueno que hayas venido Athem, eso me da mucho gusto, mucho gusto. —le recalcó, había algo de perversidad en su voz.

Decir que la estampa que daba Kaiba podía provocarle terror al mismísimo Chucky era poco a Athem casi se le va el alma… y eso que Seto aún no llevaba a cabo su “pequeña venganza”.

 


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