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Llévame a casa por Valz19r

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Capítulo 09. Rupturas.





La historia que celosamente he estado cuidando ha cambiado su curso. Hay demasiadas tristezas, cuando en su lugar debería existir armonía, se supone que todo debería estar marchando bien, pero los sentimientos negativos son tan fuertes que no puedo ignorarlo y crea rupturas en el tablero de juegos. Una pieza se encuentra en una encrucijada, incapaz de poder avanzar más allá de donde se encuentra, ¿es que no sabe que hay cosas que es mejor dejarlas solas? Él no puede comprender qué ha pasado. Se pregunta por qué los tiempos cambian y con ellos las personas. Su mundo era perfecto. Hasta que recibió aquel mensaje en la madrugada.




¿Cómo estuvo tu cita?” escribió. El reloj de su móvil decía que ya era más de media noche, pero él no había conseguido conciliar el sueño por la preocupación, su salvaje imaginación no paró de imaginar. Pero aún aguardaba la esperanza de que Hiroto no pudiese sentir más que una amistad por el chico nuevo.


“Fue genial. Fuimos a un concierto de una banda local, son muy buenos, deberían ser más reconocidos. Pero había muchas personas y la música estaba súper alto y bailamos como locos, y fue tan divertido. Luego, cuando ya se había oscurecido fuimos a la Sapporo TV Tower, ¿sabías que es muy bonita de noche?”



Midorikawa soltó una risa que apresuró a ahogar en el dorso de su mano, Hiroto siempre fue muy fácil de impresionar.


“Sí, lo sé, muchas, muchas luces”


“¡Parecía la vía láctea!”


Otra risa abandonó sus labios, sabía que debía sentirse preocupado por la emoción que manifestaba el pelirrojo, pero simplemente le encantaba cuando se expresaba de esa manera porque significaba que estaba muy feliz. Estaba bien si se había divertido con otra persona, le rompería el corazón si de pronto lo llamara triste porque las cosas no habían salido como el esperaba, había descubierto que no le gustaba verlo decepcionado, por ningún motivo.


“Entonces, ¿todo bien?”


Escribió sonriendo.


“Mejor que eso. Me ha pedido que sea su novio, él me gusta mucho ¿sabes? ¿Pero crees que sea muy precipitado?”


La respiración le falló, era como si una enorme mano estuviese oprimiendo su pecho, suspiro y sintió que se formaba un nudo en su estómago, sintió que los sentimientos se le acumulaban en los ojos y estaban ansiosos por escapar del dolor. Sus dedos bailaron en la pantalla, apenas sin tocarla, teclearon con fuerza.


“¡Claro que es precipitado, imbécil! He estado sosteniendo tu mano durante todos estos años y no puedes sólo soltarme y ya, no, no puedes, porque he caído bajo tu hechizo y ahora debes hacerte responsable por los sentimientos que has plantado en mí.”


Era lo que su corazón quería expresar, frunció el ceño sintiendo la determinación que necesitaba para escribir ese texto, sentía que su sangre era adrenalina y su corazón bombeaba con más fuerza, ¿cómo podía simplemente decirle algo así? ¿Y ahora? ¿Se enamoró de Gouenji? Un chico a quien sólo venía conociendo desde hace cinco días, por Dios, no puede ser. ¡Es que no puede ser! No hay ningún universo alterno en dónde algo así sea posible, a las personas hay que conocerlas bien, salir con ellas, ser amigos, ¿qué tal si Gouenji era un desgraciado que gusta jugar con los sentimientos de las personas? ¡Ja! Y si eso le ocurría a Hiroto él iba a reírse mucho, moriría de risa y volvería como un fantasma sólo para decirle a ese pelirrojo pretencioso e imprudente “Te lo dije, maldito. ¡Te lo dije! Ahora sufre” oh, pero luego lo vería triste y se acercaría a él para abrazarlo y decirle que todo estaba bien, porque Midorikawa no podía resistirse cuando su mejor amigo sufría, su prioridad era que Hiroto fuera feliz. Suspiró profundo y calmó sus emociones, borró todo el texto y volvió a escribir.

“Si es lo que te hace feliz, entonces lo demás no importa.”


Y lo envió. Observó el escribiendo, la ira se mezcló con tristeza y ahora sólo quería echarse a llorar. Pero no. Él no lloraría.


"Siempre sabes que decir, es por eso que te quiero.”


Era el mensaje en respuesta que lo hizo sonreír con cinismo. “—Si me quisieras no me estarías haciendo esto.—“ pensó, sus dedos volvieron a bailar en la pantalla.


“Yo también a ti, eres mi mejor amigo para toda la vida”. 


Tal vez, siempre iba a ser así.


____****____




Para sus amigos, el hecho de que ahora él y Hiroto comenzaran a salir no había resultado sorpresivo, todos lo vieron venir, hasta Endou y Atsuya habían apostado; claramente ganó Atsuya. Y aunque Endou mantenía la esperanza de que Gouenji fuera una persona misericordiosa, no lo miró de mala manera cuando recibió la noticia, simplemente lo aceptó con una sonrisa. Midorikawa también sonreía, aunque él sabía que sólo era una fachada para maquillar sus verdaderos sentimientos. Pero sinceramente ya comenzaba a tenerle sin cuidado, quería a Hiroto y eso era todo, ya lo había aceptado, sí, era un maldito egoísta y merecía un lugar en el infierno. Pero ya no le importaba. En el momento en que vio a Endou pasarle el dinero a Atsuya recordó algo importante, alzó la cabeza buscando con la mirada a alguien, lo encontró sentado en una mesa del campus, leyendo.

—Dame un momento.— le dijo a Hiroto. —Debo hacer algo.— informó recibiendo un asentimiento.


Se alejó del grupo y caminó hasta la mesa que ocupaba Shirou Fubuki, cuando llegó el chico de inmediato advirtió su presencia, le intrigaba el cómo hacía eso, él siempre intentaba ser lo más discreto para sorprenderlo pero Fubuki parecía estar alerta a todo en su alrededor. Los ojos grises se clavaron en Gouenji, el albino parecía más malhumorado que de costumbre.


—Felicidades, Fubuki.— dijo. —¿Estás feliz?— preguntó.


—_¿Por ti y Kira? No.— respondió.


El moreno tomó asiento al frente del albino, mantenía una expresión consternada en el rostro, esa era otra característica en Shirou que le intrigaba, ¿cómo hacía para enterarse de todo? ¿Es que acaso le había puesto un chip y lo espiaba a dónde sea que iba?


—No pero, ¿cómo lo sabes?— preguntó, él no le había dicho a más nadie que a su grupo de amigos y era improbable que toda la secundaría lo supiera, ni siquiera había iniciado la primera hora.


—Es una secundaria pequeña cuando se trata de chismes y Hiroto Kira es un chico popular.— respondió. —Además, Midorikawa huele a tristeza y desesperanza ¿no te sientes mal? Eres un monstruo.— respondió con una sonrisa cínica.


—¿Cómo sabes sobre los sentimientos de Midorikawa?— preguntó.


Shirou suspiro cansado y se cruzó de brazos, su expresión era la de una persona cansada de explicar lo mismo varias veces.


—No soy ciego, he convivido con esos chicos desde el octavo grado, sinceramente ellos están predestinados pero tú, en tu egoísmo te interpusiste en una bonita historia de amor.— dijo y aunque sus palabras eran de reproche esa sonrisa sarcástica que adornaba su rostro no permitía que se tomaran en serio.


—Supongo que estás feliz por probar tu teoría: el amor es sólo una reacción impulsada por el egoísmo.— dijo con una sonrisa ladina.


—¿Por qué estaría feliz al demostrar algo así?— inquirió frunciendo el ceño.


Shuuya suspiró y rebuscó en su bolsillo, y de ella extrajo 100 yenes que le tendió al pequeño chico frente a él. Shirou curveó los labios en una sonrisa, estiró el brazo para alcanzar el dinero y encerrarlo entre sus delgados dedos. Aquella sonrisa prepotente hizo enojar a Gouenji, se levantó y clavó su mirada sarcástica sobre el menor.


—Eres insoportable.— escupió y luego se marchó.


El peli plata siguió al chico con la mirada hasta que este se integró a su grupo de amigos, entre ellos estaba ese pelirrojo, ¿quién lo diría? Ni siquiera Shirou Fubuki lo había anticipado.


“No pensó en nadie más que en sí mismo.
No le importó si lastimaba a otro, sabía que lo estaba haciendo.
Simplemente lo aceptó, así fue que actuó,
Tan egoísta y no le importó.
Se decía una y otra vez que así era la vida y no había nada más que hacer.




___***____




Desde el momento que había visto su rostro entristecido y sus ojos decaídos ya no se pudo quitar esa imagen de la cabeza, él no era de esos chicos que sentía empatía por otros o que se preocupara por los males de los demás, él prefería estar tranquilo y ocuparse de sus propios problemas, caminaba por los pasillos como si estuviera cuestionándose su propia existencia, ese día no tenía ganas de asistir a ninguna de las clases, probablemente se escondería en la azotea mientras se fumaba un cigarrillo (debía buscar otro vicio), fuera de eso, los acontecimientos que lo habían envuelto en los últimos minutos lo tenían agobiado y necesitaba distraerse con algo.


—Shirou.— escuchó su nombre a sus espaldas, era una voz suave, casi como un siseo. Se dio la vuelta, encontró a Afuro Terumi apoyado en la pared, su acostumbrada elegancia no lo abandonaba en ningún momento, siempre parecía esta sereno con su sonrisa tranquila. Una sonrisa iluminó su rostro y se acercó hacía él, como si fuese atraído por una fuerza desconocida. —¿Qué planes acontecen para hoy?— preguntó con una sonrisa


—Aburridas clases a las cuales no pienso asistir.— respondió recibiendo como respuesta una pequeña risa.


El rubio pasó su brazo por el hombro del más bajo, en un abrazo superficial, acercando el chico más a él,


—Podemos irnos de aquí.— dijo en el oído del otro., sintió como Shirou se estremeció en sus brazos, acción que lo hizo sonreír. —Huiremos como fugitivos.— añadió.


—¿A dónde iremos?— preguntó con sospecha en su voz, él siempre era así de desconfiado.


Afuro no respondió a la pregunta, simplemente caminó guiando al chico, los pasillos estaban solitarios y sólo eran ellos dos caminando hacía la salida, atravesaron los salones donde verían sus clases pero no entraron a ningún aula. Shirou se preguntó qué podría estar haciendo Gouenji en ese momento, ¿estaría esperándole para hablar con él como solían hacerlo? Siquiera pensar en eso lo hacía sentirse avergonzado, se supone que esas cosas no deberían importarle, le gustaba estar abrazado a Terumi y ese era su presente, lo único en lo que debería pensar. Continuaron hasta que llegaron a la puerta que daba al campus trasero, el enorme jardín también estaba solo, lo que les permitía escaparse con más facilidad. Más allá de las mesas se encontraba un muro alto que rodeaba el instituto; su vía de escape, se detuvieron al pie del muro.


—Bien,— inició el rubio. —yo te subiré y luego tú me ayudarás a subir.— explicó.


—Okay.— asintió el albino.


Se sostuvo con fuerza del muro y colocó su pie en las manos entrelazadas del rubio, quien le dio impulso hacia arriba para que pudiese subir y sentarse en la cornisa, ya en lo alto, tomó ambas manos que eran extendidas para ayudar al chico a subir, jalo con fuerza.


—Pesas.— soltó de pronto, casi quedando sin aliento.


—Vamos, puedes hacerlo.— alentó el rubio impulsándose con sus pies.


Luchó un buen rato hasta que por fin logró sentar al chico a su lado, soltó un suspiro de alivio y se pasó el antebrazo por la frente en una exagerada señal de cansancio.


—¿Ves? Si pudiste.— dijo el rubio, sonriendo.


Shirou le obsequió una sonrisa amigable y le propinó un leve empujón de confianza, se miraron a los ojos y en ese momento Afuro robó un beso de los labios de su compañero, fue algo rápido que el albino correspondió, pero pronto se separaron dispusieron a bajarse del otro lado, saltaron hacía la calle, mirando hacia cada lado para asegurarse de que nadie los hubiese visto, por suerte para ellos las calles no eran transitadas por muchos peatones a esas horas de la mañana. Al sentirse a salvo el rubio tomó la mano de Shirou y corrió lejos de allí con él siguiéndole los pasos. Porque los mejores momentos nacen de la nada, sin una planificación previa. Shirou le dirigió una mirada a su compañero, su cabello rubio volaba con el viento y sus facciones se veían más bonitas cuando los débiles rayos de sol golpeaban su rostro. Sonrió.

He estado pensando... sobre tú y yo.
Y las preguntas que quedan sin respuestas, ¿qué es lo que siento por ti?
Me avergonzaría que supieras, que siempre estás en mi cabeza.




Caminaron por las calles de Hokkaido tomados de la mano, la calidez que esta le transmitía era gratificante, y le gustaba estar así con él. Solos ellos dos. El mundo nunca antes se había visto más claro y era como, si de repente, fuera primavera otra vez. Él no solía ser muy expresivo, pero en esos momentos no podía dejar de sonreír, en su pecho sentía la calidez del momento y respirar era como llenarse de esperanzas. Nunca antes se había sentido así, todo era como magia.


—Deberíamos quitarnos las chaquetas.— propuso el rubio, señalando la insignia del instituto, misma que estaba graba en el lado izquierdo de la prenda azul rey.


Shirou asintió, despojándose de la prenda y atándola a su cintura, debajo de esta portaba una camiseta de botones blancas, se arremangó las mangas hasta los codos para sentirse más cómodo, en ese momento que estaba acomodando las mangas de su camiseta, Afuro lo tomó del brazo y lo observó con detenimiento, Shirou se sonrojo con violencia al advertir que el rubio miraba con interés el tatuaje que adornaba la piel de su brazo. “I Believe in you”, era lo que tenía escrito.


—Siempre me gustó ese tatuaje.— comentó con una sonrisa, abrazó al chico y depositó un pequeño beso en su frente. Shirou cerró los ojos mientras disfrutaba del contacto, correspondió al abrazo y se concentró en las emociones que ese muchacho provocaba en él.

“Y sé qué está mal que hablemos sobre amor.
Porque lo nuestro es sólo un romance pasajero que no debería tomar en serio.
Pero se me hace imposible no pensar que me amas cuando me abrazas y besas de la manera en que lo haces” 



—¿Qué vamos a hacer?— preguntó curioso, se llevó una cuchara de helado a la boca y el sabor a vainilla y chocolate se expandió en su boca; era el mejor helado que había probado.


—Paciencia bebé, paciencia.— respondió limpiando la mejilla de su compañero. —Cuando lo veas sabrás.— añadió, sus dedos acariciaron la pálida mejilla, viajaron hasta su oreja derecha donde paseo por los aretes que se incrustaban en la piel arrancando una sonrisa de los labios de Fubuki.


Cuando terminaron sus helados se dispusieron a seguir con sus planes, ellos continuaron caminando entre tiendas del centro y vendedores ambulantes que les ofrecían sus productos, se detuvieron en frente de una joyería sólo por el simple capricho de observar, Afuro tomó la mano de Shirou y jalo suavemente de él para continuar con su camino. El trayecto fue una constante charla de trivialidades, Shirou luchaba por seguir la conversación procurando no quedarse callado por mucho tiempo, lo suyo no era mantener conversaciones, él prefería observar su alrededor e imaginar; le gustaba imaginar. Antes no habría concebido aquello, el estar de la mano con otra persona, pero allí estaba, en algo que él podía calificar como una cita porque andaban juntos y reían de tonterías, ¿no es así que son las citas? Afuro subió las escaleras que daban al puente y él simplemente lo siguió, las calles se veían desde esa altura parcialmente alta, los autos corrían debajo de sus pies y las personas que transitaban por esos lados se veían más pequeñas de lo que en realidad eran, algunos locales permanecían con sus puertas cerradas; ya era un poco tarde para que hubieran tiendas cerradas.


—¿Quieres hacer algo divertido?— preguntó el rubio.


—Bueno, no me escape del instituto para no hacer nada.— respondió sarcástico.


El rubio aceleró el pasó, bajaron las escaleras del otro lado de la calle y se detuvieron en la salida de túnel, justo al lado de una pared blanca manchada con los años, Afuro se despojó del bolso que cargaba a sus espaldas y buscó en él, Shirou lo miraba intrigado, preguntándose qué estaría haciendo. El rubio sacó dos latas de aerosol y le tendió una de color azul a su compañero, este la aceptó consternado y dubitativo, su expresión era una pregunta “¿Qué tienes en mente?” Sonrió.


—Todos escriben sus iniciales en un árbol, pero yo respeto el medio ambiente.— dijo el de ojos rojos con una sonrisa. Entonces, no había más nada que explicar.


Pintaron sus nombres en la pared fría, entrelazando los kanjis como finas líneas de hilo, Shirou escuchó una risita proveniente del chico rubio que estaba a su lado así que también rió feliz. Cuando acabaron de gravar sus nombres el albino adornó con un pequeño corazón, un gesto que consciente no consintió.


—¡Hey! ¡Ustedes!— Aquella voz imponente alertó sus sentidos, cuando volvieron la vista se encontraron con un adulto que portaba el uniforme de guardia, tenía el ceño fruncido y los puños fuertemente apretados, parecía no encontrar divertido que dos jóvenes dañaran la propiedad.


Afuro tomó el brazo de su compañero y miraron al hombre como gatos atentos a cualquier movimiento. El hombre comenzó a acercarse de modo amenazante, sus pasos eran firmes y marcados.


—Corre, corre.— dijo Afuro tirando del brazo de Shirou, este, aun decidiendo qué hacer decidió ignorar sus pensamientos. Soltó la lata de aerosol y se echó a correr siguiendo al rubio, el hombre los persiguió hasta que llegaron a la esquina y luego los dejó ir, ellos seguían corriendo sin detenerse, sentía las piernas acalambradas, sus pulmones se contraían dolorosamente en su pecho, su corazón retumbaba en sus oídos pero nunca se sintió tan vivo como en esos momentos. Las risas escaparon de sus labios y llenaron las carreteras de Hokkaido. Eran dos fugitivos huyendo de la ley.


Cuando se dio cuenta, habían llegado al lugar donde se conocieron: la estación de trenes. Cada fin de semana un grupo de adolescente organizaba una fiesta en el ferrocarril B-12, porque era el más grande y el que siempre estaba fuera de servicio, fue en una de esas fiestas clandestinas donde se conocieron; al menos así lo recuerda Shirou Fubuki. Como era usual, el ferrocarril B-12 estaba estacionado en una vía desolada, por donde no transitaban más que un gato de pelaje oscuro, dejaron de correr y ahora sólo caminaban mientras intentaban regular su agitada respiración, estaban exhaustos.


—Fue una locura.— expresó el albino, incapaz de contener sus emociones.


—Prometí que te divertirías.— dijo tomando la mano del chico y entrelazándola con la suya. Recibió una sonrisa avergonzada, estaba siendo demasiado cariñoso. Se estaba dejando llevar por las apariencias.


Subieron a su ferrocarril, escalando las escaleras de seguridad que estaban adheridas a un lado y se sentaron en lo alto, observando el mundo que estaba expuesto ante ellos. Todo estaba sumido en la soledad, pero aun así, carente de personas, todo era tan hermoso a los ojos de ambos; la brisa gélida, el suelo y los arboles vestido con nieve escarchada. Antes no se abría detenido a contemplar el mundo que lo rodeaba, ¿qué había cambiado ahora?


—Ayer fui al bar,— habló el rubio meciendo sus piernas que caían. —cantas bonito.— alagó.


Miró al albino, pero este parecía absorto en su propio mundo, distante de lo que ocurría a su alrededor. Una sonrisa tranquila expresaba la paz en la que se encontraba su alma y, entonces supo, no iba a obtener una respuesta. Si lo miraba de esa manera, de perfil y con la mirada perdida le recordaba mucho a él. Se acercó sólo para depositar un casto beso en su mejilla, tomó su barbilla y le hizo mirarlo a los ojos, volvió a besarlo como si el tiempo se congelara, sus lenguas se encontraron en una danza caliente y húmeda donde ambos músculos se frotaban con avidez. Sentían que el aire se les escapaba, entonces, cuando ya no podían transmitirse más sentimientos se separaron. El rubí chocó el gris, tan profundo y magnético que ya no podían dejar de mirarse. Acarició su pálida mejilla, necesitaba dejar de hacer esas cosas.


—Podría quedarse así toda una vida.— soltó de pronto Fubuki sin dejar de mirar esos ojos que lo habían hipnotizado.


—Pero tenemos que volver.— respondió sonriendo.


Shirou se escondió en el hueco que se formaba entre el cuello y el hombro de Terumi y aspiró su fragancia, él no quería volver a su vida cotidiana, ya estaba cansado de todo eso. Sin amigos, sin amores, todo tan frío como él mismo, le encantaba estar como estaba en esos momentos; no deseaba nada más. Restregó suavemente su nariz contra el cuello, Afuro siempre olía a manzana.


—¿Por qué?— se quejó.


—Porque tengo práctica a última hora.— respondió.


—Eso no importa, quedémonos aquí toda una vida.— pidió apegando más su cuerpo contra el de su compañero, Afuro pasó su brazo por los hombros y le abrazo con cariño.


—Eso es mucho tiempo, bebé.— respondió negando con la cabeza y cerrando los ojos tranquilo, en paz. La brisa fría golpeaba su rostro y el contraste de temperaturas le hacía sentir bien.


—A veces una vida, es sólo una hora.— respondió en un suspiro.


Él sonrió mientras estrechaba al chico que se acurrucaba en su pecho, se mantuvieron observando el horizonte y más allá.


____***____




Cuando despertó esa mañana sintió que su alma había abandonado su cuerpo y emprendido un viaje místico hacía otra galaxia, sentía el cuerpo sólo como una cascara que recubría su ser; un templo sin monje. Él lo comprendía y no se cuestionó nada al respecto, pero jamás se imaginó que sus emociones negativas atacarían con todo su cargamento pesado. Él jamás imaginó que se entristecería tanto por causa del amor.


—¿Qué sucede Mido?— preguntó extrañado por su comportamiento.


El joven se sobresaltó al ver a su amigo tan cerca, sonrió nervioso y negó con la cabeza, disipando todos sus pensamientos turbios y angustiantes.


—No es nada, sólo estaba pensando en... ya sabes, las pruebas.— dijo aunque había sonado muy convincente no logró engañar a su amigo de toda la vida y, sinceramente, a mí tampoco.


—Vamos, sabes que puedes confiar en mí.— insistió con una sonrisa amable.


—Lo sé.— asintió.—Pero en serio estoy bien.—aseguró. Miré dentro de sus pensamientos, aunque sólo alcancé a ver sombras sabía que estaba mintiendo y no podía descubrir por qué. ¿Qué tal difícil podía ser confesar sus sentimientos?


El pelirrojo suspiró derrotado. —De acuerdo.— dijo resignándose a insistir, sabía que si Midorikawa quería decir algo, sólo lo haría, siempre había sido así: abierto con sus sentimientos. O al menos eso pensaba.


—Debo hacer algo.— anunció con la mirada perdida.


Se levantó de la silla y excuso su repentina retirada, se dio la vuelta y caminó alejándose de las personas que se sentaban en grupo.

¿Hacia dónde irá?


Lo sigo con pasos discretos, aunque por más ruidoso que sea, él jamás podría oírme, está sumergido en su mar de emociones. Él camina como si nada en la vida tuviese sentido, se ve algo decaído. Nunca he sido bueno para descifrar las emociones de los humanos, tampoco me he interesado en hacerlo, son demasiado complejos. En la hora del almuerzo, los pasillos permanecen con muy pocas personas, todos se encuentran en el comedor, campus o en el club de música, pero Midorikawa no parece ir a encontrarse con otro grupo de personas, dobla la esquina y se encierra en los baños del primer piso.


Se dirige de inmediato a los lavados, se apoya en un lavamanos de cerámica, parece que sus fuerzas lo han abandonado, abre el grifo y se echa agua en la cara como si estuviera sufriendo una insolación.


“—¿Qué pasa Midorikawa? ¿Es que no puedes sobrellevar algo tan sencillo como un amor no correspondido?—“ le pregunto, sé que no sospecha que soy yo quien le hablo, aunque por un momento parece sorprendido.


—No puedo hacerlo, de verdad no puedo.—“ responde, aun en sus pensamientos él suena como si fuese a romperse.


—Necesitas olvidarlo, lo sabes, ¿verdad?—“ insisto. “—No puedes permanecer atorado en un sufrimiento eterno. A Hiroto parece no importarle.—“ señalo.


"—Déjame en paz, por favor.“ suplica.


Quiero seguir hablando con él, susurrándole palabras que lo orillen a comprender que no debe permanecer en un solo lugar, pero oigo pasos y corro el riesgo de ser descubierto. Él parece haberlo advertido también, pues sus ojos se enfocan en la puerta, oye una voz que tararea una canción y pasos que agujerean el suelo. Se limpia el rostro, y se acomoda la ropa como si su estado físico pudiese delatar su decadencia emocional. Un muchacho rubio entra al baño, se ve distraído pues cuando nota la presencia del moreno se sobresalta en el lugar. Sonríe y sus ojos celestes brillan. Midorikawa siempre ha querido ser como ese chico: bonito.


—¡Hey!— expresa. —A ti te conozco, siempre estás con Atsuya y Afuro, si, si.— dijo con un ánimo propio de Alois Trancy. Ese chico siempre parece estar feliz. —¿Por qué no estás con ellos?— preguntó ladeando la cabeza.


—Ellos están en una junta del equipo.— respondió. Sabía muy bien que eran contadas las veces que Atsuya y Afuro compartían un almuerzo con ellos porque siempre debían reunirse con su equipo para idear nueva técnicas.


—Oh.— dijo asintiendo varias veces con la cabeza. —Bueno, yo tampoco encuentro a Shirou, debía haberse fugado de clases, qué suerte. Ven conmigo.— pidió haciendo un ademán con la mano.


Lo pensó. Realmente no quería hablar con nadie en esos momentos, mucho menos con una persona que era visiblemente más alegre que él en esos momentos. El rubio le sonreía con alegría, invitándole a seguirle, sería muy descortés rechazar su invitación. Asintió tímidamente y caminó a su lado.


—Ya verás que no te aburrirás conmigo, está horrible, parece que alguien te rechazó.— expresó sin cuidado, sus palabras fueron como dagas en el corazón de Midorikawa. —Shirou es muy desconsidera, ni siquiera me avisó que se iría.— se quejó.


—¿Eres amigo de Shirou Fubuki?— preguntó extrañado, con la única persona que lo había visto intercambiar palabras era con Gouenji y siempre era despectivo con él.


—Sí, aunque él insista en que no somos nada.— asintió. —Ya sé leer entre líneas, vivo con Ciel.— bromeó.


Volvieron al comedor donde ocuparon una mesa vacía, charlaron un poco, aunque era Alois quien mantenía la conversación y Midorikawa era más de escucharle, se olvidó por un momento de lo mal que se sentía y prestó su atención al chico que tenía al frente. Se quedaron juntos hasta que sonó el timbre, entonces el moreno acompañó al rubio a su salón y de allí siguió en dirección al suyo. Llegó a su siguiente clase un poco tarde, pero el profesor aún no había empezado a hablar. Entró procurando ser discreto con su presencia y se acercó a su puesto.


—¿A dónde fuiste?—


De inmediato que Hiroto divisó la llegaba de su amigo al salón saltó de su puesto para llegar hasta él y bombardearlo con preguntas.


—Al baño y luego me encontré con Alois Trancy, ¿lo conoces? Es un chico que habla demasiado.— respondió con una sonrisa tranquila.


Aquella respuesta fue suficiente para que el chico de ojos claros se quedara tranquilo y volviera a su lugar, Midorikawa se sentó a su lado y ahí permaneció, se había prometido no dirigirle la palabra a Hiroto, lo haría sufrir por lo mal que se estaba portando con él pero no lo consiguió, ya estaba acostumbrado a charlar con él, no podía desprenderse así como así. Estaba muy enamorado, quizás, más de lo necesario. Tuvo que haber sido más rápido.


Cuando las clases terminaron se levantaron y juntos se dirigieron a la salida del salón, Hiroto le estaba relatando que la situación con su padre y su hermano no había mejorado, que ellos aún seguían peleando y parecían una pareja de casados cuyo matrimonio ya no funcionaba, él era quien tenía que pagar los platos rotos y soportar sus gritos en plena madrugada. Midorikawa lo escuchaba atento, como siempre solía hacerlo soltaba esporádicos comentarios al respecto, con el afán de hacer reír a su amigo y que se sintiera mejor. Sí, la vida de Hiroto era un tanto complicada, en su casa no le prestaban la debida atención que necesitaba y él actuaba como si eso no le importara, cuando la verdad era que no se sentí del todo cómodo. A veces se sentía mal porque no podía ayudarlo lo suficiente, pero esas situaciones se le escapaban de las manos.


Cuando estaban por salir se encontraron con el grupo de chicos que conformaban el club, Shuuya de inmediato se apropió de la atención del pelirrojo, siendo muy evidente en que sabía sobre los sentimientos de Midorikawa para con el chico. En ese momento no pudo evitar sentirse ofendido, no sentía ganas de convivir con esos chicos que parecían no interesarse en su estado de ánimo, porque se sentí sumamente triste y sabía que sus “amigos” estaban consciente de ello, ¡Vamos! Todos ahí sabían que él moría por Hiroto Kira.


—Debo llegar temprano a casa.— soltó de pronto, llamando la atención de todos. —Le prometí a mamá que la ayudaría con algo.— se excusó, nadie más pudo percibir su mentira.


Todos asintieron y se despidieron sin retenerlo más tiempo, le desearon suerte, él sólo expresó una ligera sonrisa y se alejó de allí manteniendo la cabeza en alto. Pasó al lado de varios estudiantes, procurando ser discreto con sus sentimientos, nadie debía ni siquiera sospechar que tenía el corazón roto. No, él podía con todo, o al menos, eso le gustaba pensar. Salió al campus, había varios grupos conformados, entre ellos los jugadores de fútbol y las porristas, divisó a Atsuya junto a Terumi, como siempre, ellos eran inseparables. Se preguntó momentáneamente si alguno de ellos dos pasaba por lo mismo que él en ese momento, su respuesta siempre era no. Nadie podía sentir su dolor. También divisó al rubio de hermosos ojos claros, reía feliz y charlaba con Ciel, quien parecía intentar soportar la actitud tan animada del chico, el de cabello oscuro lo sostuvo de los hombros para mantenerlo tranquilo, le dijo algo que Midorikawa no alcanzó a oír y luego el rubio asintió. Ciel se alejó caminando, con una no muy notable sonrisa en sus labios.


Continuo su camino, ignorando todo lo que se encontraba fuera de su cabeza, tenía demasiadas cosas en qué pensar y ahora mismo no se encontraba torturándose por Hiroto y lo egoísta que había sido, no, sino por algo más personas: la nota de matemáticas que había recibido.


23% sumando a otros no alcanzaba el índice académico estipulado, decía claramente que, entre todas las materias impartidas su promedio debía alcanzar un total de 100 puntos, 50 si quería aprobar con un bajo promedio. Él ni siquiera llegaba al bajo promedio. Lejos de lo que pensaran sus compañeros de clases, amigos y familia, Midorikawa si tenía preocupación por su futuro, aunque todos podían seguir alegando que era un holgazán. Ellos no sabían nada. Por supuesto que sentía frustración cuando le entregaban una prueba con bajo rendimiento, tal vez debía esforzarse más pero, ¿cuánto es ese más? ¿Hasta que su mente se rompiera? Quizás, él no lo sabía, tampoco sentía ánimos de saberlo. Él necesitaba a alguien que comprendiera de razones sin intercambiar explicaciones. Hiroto no era una opción, él era el chico “perfecto” ante los ojos del moreno, no podría entender sus necesidades emociones.


Llegó a su casa hecho un manojo de pensamientos incoherentes, que divagaban entre los males amorosos y los problemas escolares, tantos problemas lo agobiaban de sobre manera así que decidió olvidarse de ellos por esa tarde. Entró y recorrió la sala al haberse despojado de sus zapatos en la entrada. Subió a su habitación y se mudó de ropa por unos jeans y una camiseta celeste, él siempre era así: se mantenía tranquilo en su casa, le gustaba estar solo. Bajó a la cocina por algo de comer, sentía hambre y el estar aburrido sólo empeoraba su ansiedad, divisó a su madre en el sofá de la sala, se extrañó, eran muy raras las veces en que su madre se encontraba en casa.


—Hola.—saludó con una sonrisa.


La mujer alzó la mirada, —Te estaba esperando, ven aquí.— pidió haciendo un gesto con la mano.


Aquella actitud logró desconcertarlo, la seriedad con la cual se dirigía a él le abrumaba porque su madre nunca solía ser de esa manera, ella siempre reía, siempre. Con pasos titubeantes se acercó y tomó asiento en el sofá, al lado de ella. Un silencio sepulcral se instaló entre ambos, Midorikawa esperaba impaciente a que su madre le comunicara lo que tanto le agobiaba.


—Tenemos que hablar.— dijo, logrando que el peli verde contuviera la respiración de la incertidumbre. —El director me citó para hablar conmigo, fui esta mañana, ¿sabes lo que me dijo?— preguntó recibiendo un negación. —Me dijo que vas muy mal en tus asignaturas y si no mejoras tus notas deberás repetir el curso.— explicó manteniendo la calma.


La respiración se le trancó de golpe.


—Hemos hablado tantas veces, pero no sé qué es lo que necesitas.— dijo.


—Lo he intentado, te juró que lo he hecho, pero sencillamente no puedo.— respondió nervioso. No necesitaba discutir con su madre, no ahora.


—¿Qué es lo que quieres?— preguntó alzando la voz, los nervios se le habían crispado.


—Sólo quiero que me comprendas y me ayudes, pero nunca estás aquí conmigo.— respondió con los ojos chiquitos, ya se divisaban las lágrimas.


—¡Estoy trabajando para nosotros, lo sabes!— gritó enojada.


—¡Sólo quiero que estés aquí conmigo!— expresó levantándose del sofá como un resorte. Sabia a lo que se refería, él no quería importunarla con sus problemas, pero a veces era tan difícil seguir estando solo.


—Sabes que no puedo hacerlo, ¿por qué no puedes comprenderlo?— inquirió gesticulando con las manos. —No puedes ser tan egoísta.—


—Deberías seguir tu propio consejo.— dijo y se dio la vuelta para marcharse.


— Ryuuji Midorikawa.— llamó, más fue ignorada.


Pese a los llamados de su madre y los múltiples “Vuelve aquí” Midorikawa caminó con paso marcado hacia la entrada, se calzó los zapatos y se colocó la chaqueta para salir azotando la puerta, tal vez había sido un poco extremista, aun cuando ellos discutían siempre que se veían nunca se había fugado de su casa por esos motivos, pero ese día estaba especialmente sensible y no quería tener que lidiar con los sermones de algo que no podía remediar. Pasó al lado de las casa vecinas, mirándoles de reojo y preguntándose qué ocurría dentro, recordó entonces que Gouenji vivía en su mismo vecindario, sentía tantas ganas de hacerle un visita y pagar la rabia con él, porque inicialmente estaba enojado por lo que le había hecho. Pero no, siguió su camino hasta que salió del vecindario y se perdió cruzando la calle.


Hubiese sido más sencillo tener de principio un lugar a dónde ir a resguardarse, pero todas sus acciones habían sido tan precipitadas que no había tenido tiempo de llamar a un amigo, a fin de cuentas que, de solo caminar sin un rumbo aparente terminó llegando a la playa, el cielo estaba teñido de naranja y amarillo y el tenue sol se ocultaba en el horizonte; pronto oscurecería y él no tendría más remedio que regresar a su casa. En ese lugar no habían muchas personas, pero como todas estaban acumulados en un solo grupo parecían más de lo que realmente eran, él no conocía a nadie de allí porque nunca acostumbró a ir a esas fiestas clandestinas y socializar con extraños, cuando participaba en una siempre era con su grupo de amigos y con ellos se quedaba hasta que se devolvían. Pero ahora no tenía ningún lugar a dónde ir.


—¡Midorikawa!— escuchó a sus espaldas, esa voz la conocía de alguna parte. Cuando se dio vuelta, encontró a Alois a unos pasos de él, estaba con Fubuki y cuando el rubio advirtió que lo había notado se echó a correr con Shirou Fubuki detrás de él. Por un momento pensó que el chico se le lanzaría encima, pero se detuvo cuando ya estaba cerca. —¿Qué haces por aquí?— preguntó agitado.


—Nada.— respondió con una sonrisa.


—Genial, ven con nosotros.— pidió, captando la atención de Shirou Fubuki, aunque esas palabras fueron dirigidas al moreno.


Shirou sonrió burlón, como solía hacerlo. —No sabía que hacías caridad, Alois.— dijo mirando al peli verde de manera despectiva. —¿Ahora ayudas a los chicos rechazados?— inquirió.


¿Cómo unas palabras podían doler tanto? Aquella simple oración le había dolido más que todo lo que le ha dolido en la vida. ¿Es que era tan notorio su estado? ¿Se veía como un patético animalito, pequeñito y tembloroso? Porque él juraba que hacía un buen trabajo escondiendo sus emociones, con Alois había funcionado, con el resto de sus amigos, buenos, a ellos no les importaba en realidad, pero con el sociópata de Fubuki las cosas son más complicadas. Parecía que esos ojos grises veían a través de su cuerpo hasta su alma.


—Vamos, déjalo venir.— insistió el menor.


Fubuki resopló mientras miraba hacía otro extremo, pareció meditarlo unos segundos y luego, volvió la vista hasta los dos chicos.


—Está bien, está bien.— asintió finalmente, de mala gana y bufando por lo bajo.


Iba a protestar porque no quería estar con esos dos chicos, en especial con el albino, sabían más de lo que necesitaban saber y era tan evidente que uno de ellos no deseaba su presencia importunando en sus planes. No sabía por qué Alois insistía tanto en mantenerlo a su lado, tal vez le había agradado, cosa que no fue intencional, pero tal vez había pasado. O quizás, era lastima, tal vez era tan notorio su estado de ánimo que el rubio estaba haciendo, como dijo Fubuki, un acto de caridad para consolarlo, fuera como fuera él ya se encontraba camino a un lugar que desconocía, siendo jalado por el extrovertido chico que le aseguraba una tarde divertida y donde irían había brownies y bebidas. Bueno, a él le gustaban los brownies. No opuso más resistencia y se dejó guiar.


Se unió a una fiesta clandestina, donde todos se conocían entre sí y él era el único extraño. Shirou y Alois lo llevaron hasta la fogata donde se encontraban varias personas sentadas formando un circulo, ellos se incorporaron al grupo, los observó repartirse alcohol en pequeños vasos y se pasaban de mano en mano unos brownies de chocolate “y algo más” como había expresado un muchacho de cabellos negros a lo que todos respondieron con risas, pero Midorikawa no había comprendido. Un muchacho, que parecía ser el mayor del grupo, tocaba la guitarra mientras entonaba una canción, no sabía cuál era la letra o si de verdad estaba cantando porque de un momento a otro todo comenzó a distorsionarse y podía ver sonido (sí, ver sonidos). Todo lo que ocurrió después era confuso, bailó mucho y bebió mucho también, pero no se quejó de los efectos que todas aquellas toxinas habían causado en su sistema nervioso porque, al menos así, se había logrado olvidar de todo. Se divertía o, al menos eso era lo que su sonrisa rota aparentaba que hacía.


—Bien chico, es hora de marcharnos.— le dijo Alois, tomándolo del brazo para detenerlo.


—Pero si aún es muy temprano.— protestó haciendo un puchero.


—Necesitas recuperar la consciencia.— intervino Fubuki tomándolo del otro brazo y sacándolo del tumulto de personas que bailaban eufóricas. Midorikawa se dejó guiar de nuevo, hasta que se alejaron de la multitud y llegaron hasta un lindo convertible de color rojo, se subió a él, junto con los dos chicos y se recostó en el asiento trasero, una terribles ganas de llorar lo invadieron, tan terriblemente fuertes que no se pudo contener y terminó sollozando aferrándose a los brazos de Shirou Fubuki, quien lo había estado ayudando a entrar en el auto.


Él no sabía cómo se veía en esos momentos, realmente no estaba muy consciente de lo que estaba haciendo, pero si sentía muy fuerte todo ese dolor que se alojaba en su pecho y le impedía respirar, abrazó con desesperación al chico que tenía al frente, sin importarle si se trataba de Alois o de Shirou Fubuki, él sólo quería desahogarse. Eso era todo.

“Sé mi amigo
Abrázame, envuélveme
Extiéndeme
Soy pequeño
Y frágil
Hazme entrar en calor
Y respírame.
Hazme saber, que todo va a estar bien
y que no es tan malo como parece ser”




Cuando el llanto mermó y los sentimientos se secaron parcialmente, se reincorporó en el asiento, Alois no había dejado de mirarlo en todo el rato, como si intentase descubrir por qué de pronto se había derrumbado tan violentamente. Shirou estaba en el puesto delantero, mirando por el espejo retrovisor, aunque parecía indiferente a todo lo que ocurría atrás. Midorikawa recogió sus piernas y las pegó a su pecho mientras se abrazaba a sí mismo.


—Bien, es hora de volver.— anunció Alois.


Fubuki encendió el auto y de inmediato se dispusieron a andar, el moreno se dio cuenta pronto, cuando el chofer había tomado un camino que conducía al dentro de la ciudad, que no se dirigían a sus casas porque todos los vecindarios se encontraban en dirección contraria, pero no quiso preguntar al respecto. Por igual, a Alois también le intrigaba las acciones del albino, así que no se hizo esperar sus preguntas.


—¿A dónde vamos?—


Shirou alzó la mirada hasta el parabrisas, clavando sus ojos en los de Alois.


—Debemos comprar algo, será rápido.— respondió tajante.


Midorikawa se inclinó hacia delante, sentía el estómago revuelto como si estuviera en una montaña rusa que no dejaba de subir y subir. —Necesito ir a casa.— dijo casi sin aire, no se estaba sintiendo muy bien y todo lo que había metido en su cuerpo comenzaba a pasarle factura. Ahora, los ojos grises se clavaron en él. Sintió pavor cuando advirtió esa mirada gélida y hostil.


—Tú vienes con nosotros, eres imprescindible en lo que haremos.— respondió de inmediato.


La curiosidad alertó a ambos chicos en la parte trasera del auto, por inercia se inclinaron hacía delante, con los ojos abiertos de par en par.


—¿Qué vamos a hacer?— preguntaron al unísono.


Shirou se detuvo frente a un supermercado, les indicó que esperaran en el auto mientras él hacía unas “compras” y que regresaba enseguida, los dos chicos no se opusieron ante esa mirada fulminante, sólo asintieron, se quedaron inmersos en un silencio aplastante.


—¿Es verdad?— preguntó Alois, deshaciéndose del ambiente pesado.


—¿El qué?— preguntó.


El rubio titubeó antes de poder terminar de formular la pregunta. —¿Te rompieron el corazón?— añadió.


—Sí.— respondió sin dudar, ya no había nada que ocultar.


—Está bien.— dijo el rubio. —A todos nos pasa, alguna vez.— añadió.


Midorikawa sonrió, le resolvió los dorados cabellos e inicio una conversación más animada, haciendo tiempo mientras Fubuki regresaba. Estuvieron charlando durante algunos minutos hasta que el albino se dignó a aparecer con una bolsa en su mano derecha y una sonrisa ladina en sus labios. Abrió la puerta del auto y entró en el dirigiéndose a los chicos que aguardaban.


—¿Sabes dónde vive Gouenji?— preguntó mirando al moreno.


—Él vive en mí mismo vecindario, a unas casas de la mía.— respondió consternado por la pregunta.


—Bien, para allá vamos.— respondió sonriendo ampliamente.


Aquellas palabras acompañado de esos gestos hicieron palidecer al de cabello verde, ¿por qué diablos Fubuki quería ir con Gouenji? ¿Le haría una visita amistosa? No, eso era improbable.


—El Citadino pagará muy caro sus transgresiones.— respondió revisando dentro de la bolsa, de ella sacó una docena de huevos que procedió a colocar en las piernas de Midorikawa.


Midorikawa observaba con cierto escepticismo lo que sucedía, las palabras de Fubuki hacían eco e sus oídos y más atrás lo seguían Alois con sus comentarios indiscretos, el albino hizo rugir el motor y procedió a dirigirse de regreso a la zona de los vecindarios, él aún tenía dudas de sobre si llevar aquello acabo, no deseaba meterse en problemas sólo porque no le fue bien con Hiroto y si bien detestaba a Gouenji no veía justo hacerle una broma. En realidad si merecía que le hicieran una broma pesada, pero él tenía miedo.


—¿Y si está en su casa?— preguntó alzando la mirada.


—¿Y eso que importa? No es sobre él, es sobre ti y la terrible injusticia que acaban de cometer.— respondió Fubuki, sus manos se aferraban con fuerza al volante.


Llegaron a al vecindario Destino, Midorikawa le mostró su carnet al portero para que le permitiera ingresar y así fue, pasaron entre casa hasta que el moreno le señaló una de dos plantas, paredes blancas y grandes ventanales. Esa era la de Gouenji Shuuya. Las luces estaban apagadas, lo que era entendible al ser más de media noche. La suerte para ellos era que no había personas alrededor. Shirou le indicó a Alois que permaneciera en el auto y que lo estacionara unas casas más alejadas ya que así no verían la placa y no podrían informar a la policía. El rubio asintió deseándoles suerte y espero a que se bajaran para alejarse.


Con los pies sobre la tierra Midorikawa sentía que el suelo se estremecía, juraría que sus piernas le fallarían en cualquier momento y caería de rodillas, sostenía la huevera en sus temblorosas manos, nervioso por llevar acabo aquello, pero ya no había vuelta atrás, estaban al frente de la casa de la persona que en esos momentos merecía todo su odio y, cada vez que recordaba los acontecimientos de ese día, veía cada huevo como una pequeña granada que deseaba lanzar y que estallara. Dios, estaba mal, pero Gouenji había iniciado con la guerra.


—Es hora de devolver los ataques, Shuuya Gouenji no va a ganar la guerra.— escuchó a su lado. Shirou Fubuki miraba expectante la casa, sus manos se mantenían en su cintura y sonreía tranquilo.


—Quiero hacerlo pero, no puedo.— dijo tendiéndole la huevera rosa, su rostro era de vergüenza.


—Claro que puedes.— respondió poniendo los ojos en blanco. —Y así tendrás de qué reírte cuando hayas crecido, vamos, toma uno y lánzalo a esa maldita casa.— indicó apuntando con su dedo hacia la estructura.


Midorikawa le dirigió la mirada y, de pronto, Shirou Fubuki ya no era el chico frío que conocía en la secundaria, de pronto era más amigable con su encantadora sonrisa torcida, vio un posible amigo en él. Sonrió ya más confiado, abrió la huevera y de ella extraño un huevo, lo sostuvo en su mano, acariciándolo pensativo. Los ojos de Fubuki y su sonrisa ahora amplia le indicaban que siguiera sus instintos. Permaneció unos segundos intercalando sus ojos entre Fubuki y el arma que tenía en su mano, indeciso, pensativo. Shirou le sostuvo la mano y se acercó un poco más a él mientras se mordía el labio en busca de las palabras. Se miraron y los colores oscuros colisionaron con los claros.


—Cuando vayas a la cama, ¿de qué te arrepentirás más? ¿De haberle hecho una broma a Shuuya Gouenji o, de volver a casa sin haber hecho nada?— preguntó.


Midorikawa deshizo el agarre y dio dos pasos hacia delante, levantó su brazo y se impulsó para lanzar el huevo que fue a pegar en la puerta de la casa, sonrió, eso se había sentido bien. Se volvió hacía Fubuki, sonriéndole de oreja a oreja. —Ven aquí, ayúdame.— pidió.


Entonces eran ellos dos, bombardeando la casa del chico nuevo y riendo mientras las emociones recorrían cada fibra de sus cuerpos. Sus risas resonaban en toda la calle mientras veían como las ventanas y las paredes se llenaban de claras de huevos, mismo que ellos lanzaban con fuerza y determinación, Midorikawa no recordaba haberse divertido tanto en toda su vida. Había sido buena idea salir de su casa y unirse a esos dos chicos.


—¡Las ventanas, las ventanas!— exclamó Shirou sumido en sus exquisitas risas.


De pronto la puerta se abrió y ellos se quedaron de pierda al advertir la aparición de un hombre alto que mantenía el ceño fruncido.


—¡¿Qué pasa aquí?!— preguntó enojado, pero más desconcertado.


Shirou se echó unos pasos hacia atrás, de modo que la oscuridad pudiera esconder sus facciones. —Su hijo, él ha cometido una falta grave y ahora buscamos justicia y venganza. Somos unos rebeldes y no podemos ser controlados.— respondió, escuchando como Midorikawa ahogaba sus risas en el dorso de su mano.


—Llamaré a la policía.— advirtió, pero su amenaza se escuchó dudosa debía al titubeo de su voz y es que, no todos los días escuchas cosas como esas. —¿Saben qué? Continúen.— dijo y sin más volvió dentro, ya le diría a su hijo que limpiara la entrada. Sí, Shuuya iba a pasarla mal.


Midorikawa dirigió la mirada a Shirou, le sonrió y se acercó a él para rodear sus hombros con su brazo, en un superficial abrazo, el albino le dirigió una mirada desconcertado. —Gracias.— dijo recibiendo como respuesta una sonrisa torcida. Ahora se sentía avergonzado por las veces que había hablado en su contra, levantando falsos testimonios basándose solamente en las apariencias. Ahora sabía que no era tan malo, no se trataba del hecho de que lo hubiese ayudado a que Shuuya pasara un fin de semana negro, se trataba del hecho de que había permanecido allí para él. No lo olvidaría. No, no lo haría.


Volvieron al auto y eventualmente a sus casa, pareciendo en cuestión, amigos.


____***____





El timbre de la entrada resonó en toda la casa taladrando sus oídos y produciéndole un punzante dolor de cabeza, se levantó del sofá y fue en dirección a la puerta, recordaba lo que había ocurrido aquella noche y las ganas de reír lo invadían. Se preguntaba cómo se encontraba Gouenji en esos momentos. El timbre volvió a sonar y él caminó con más rapidez. Abrió la puerta encontrándose con un chico rubio, de largos cabellos y ojos rojos que denotaban sentimientos.


—¿Afuero? ¿Qué haces aquí?— preguntó Shirou desconcertado.


—Ahmm... quería hablar contigo.— respondió nervioso, la mayoría del tiempo él era muy seguro de sí mismo y decía las cosas que pensaba, pero ahora esos suponía un terrible esfuerzo.


—¿Sobre qué?— preguntó extrañado.


—Shirou, no podemos seguir así yo...— pausa dramática. —Quiero más, ¿comprendes?— inquirió.


El desconcierto lo abofeteó y se vio obligado a retroceder, ¿qué estaba diciendo? Y ¿por qué tan de repente había salido con esas cosas? Todo estaba bien desde el principio, ¿por qué quería que todo cambiara?


—Afuro esto siempre fue un juego.— se apresuró a decir negando con la cabeza.


—Pero Shirou...—


—Y se terminó.— sentenció, volvió dentro cerrando la puerta detrás de sí.


Así es, siempre había sido un juego del cual él no tenía intenciones de avanzar. Pero todo llega a su final y él, volvió a sumirse en la soledad a la cual estaba acostumbrado, porque lo suyo no era el crear lazos con otras personas, tal vez debería decirle eso mismo a Alois y quizás, a Midorikawa, pero por los momentos, estaba bien como estaba, no necesitaba de nadie y estaba bien solo. Al menos, eso se había convencido durante todo ese tiempo. Aunque él alegara todo aquello no pudo evitar sollozar y que las lágrimas se escaparan de sus ojos, se deslizó por la puerta fría hacía el cuelo donde se recogió como una hoja de papel arrugada y llena de tachones. Tal vez, las palabras que había dicho hace un rato, no eran las que en realidad quería decir, tal vez él quería otra cosa. Tal vez, él si quería "Más"

"Cuál es el afán de esconder tus emociones"

 

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