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Llévame a casa por Valz19r

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Capítulo 15. Secretos.



De un momento a otro se encontraba subiendo en la montaña rusa, las emociones positivas inundaban su alma haciéndolo olvidar por momentos la
tristeza de la cual estaba hecho y de pronto, sin previo aviso, se fue en picada hasta abajo. Para él, la vida era así: una montaña rusa que subía lento pero bajaba a toda prisa. Cuando advertía un resquicio de felicidad se encargaba de destruirlo. Se suponía que ya estaba acostumbrado a ello, pero aún le dolía cuando sucedía.


Ahora mismo corría a toda la velocidad que sus piernas le permitían, la respiración se le había acelerado y era como si estuviera debajo del agua, incapaz de respirar. El pecho le dolía, las piernas se entumecían, sentía que en cualquier momento caería al suelo y ya no iba a poder levantarse de nuevo. En cuanto recibió aquella llamada salió como una bala del lugar en donde se encontraba, no le importó las voces que lo llamaban, no le importó tener que empujar a las personas que se atravesaban en su camino. No le importaba nada, sólo llegar. Aún pensaba que todo lo que había escuchado no era más que una broma, que estaba soñando y en cualquier momento despertaría y se daría cuenta que sólo había caído presa del alcohol, le gustaba pensar eso aún su subconsciente le dijese que no era ninguna broma, que en realidad si estaba pasando. “—Va a dejarte.—“ le dijo una voz dentro de su cabeza y cayó al suelo, sus manos evitaron que su rostro golpeara el suelo pero sus brazos habían recibido todas las vibraciones del impacto. Se levantó y continúo corriendo ignorando las constantes punzadas que atacaban los músculos de sus brazos y piernas. No sabía por qué el camino se le hizo tan largo, pero cuando finalmente divisó el hospital sólo atinó a sonreír mientras respiraba por la boca; veía su respiración congelada en el aire.


Entró abrupto al hospital, llamando la atención de las pocas personas que se encontraban en la recepción, se acercó a la mujer que estaba detrás de un mostrador, aún se le hacía dificultoso regular su propia respiración.


—Hiroto Kira.— preguntó.


La mujer joven pero agotada tecleó en su ordenador y buscó en el sistema a la persona que aquel muchacho había nombrado, los segundos que trascurrieron fueron eternos para el chico que esperaba impaciente una respuesta.


—Cuidados intensivos, segundo piso.— respondió y, cuando apenas terminó de hablar el chico ya estaba corriendo en dirección a las escaleras.


Cuando llegó pudo ver a una mujer de largos cabellos negros hablando por teléfono y a un adolescente que, al advertir su presencia se acercó a él con una notoria expresión de preocupación en su rostro.


—¿Qué pasó?— preguntó mirándole con atención, los ojos de Midorikawa estaban cristalizados, había llorado.


—¿Por qué no estabas ahí con él?— preguntó, la voz se le quebraba con cada palabra. —¿Por qué tuve que llamarte para que vinieras? Se supone que debías cuidar de él.— señaló.


—Yo… yo no tenía idea.— respondió, aquellas acusaciones lo habían tomado por sorpresa y, en parte, lo habían lastimado, aquel chico tenía razón, se supone que él debía ser el primero en saber que algo andaba mal con Hiroto. —Mido, ¿qué pasó?— repitió.


Midorikawa suspiró y se tranquilizó, de nada valía culpar a ese chico porque no se iban a solucionar las cosas y sería estúpido atribuirle la culpa de algo que no había causado. Era cierto, no tenía ni la menor idea de que algo así sucedería, lo mejor era mantener la cabeza fría.


—Entró de urgencias a un quirófano, no sé qué ocurre pero puede ser grave.— dijo.


Sus ojos claros se llenaron de lágrimas, no podía estar pasando, todo se trataba de un mal sueño ¿verdad? Tenía que serlo, no había manera de
que la persona que más quería en el mundo estuviese al borde de la muerte. Buscó la pared y se apoyó en ella porque sus piernas estaban por fallarle. Repitió muchas veces la palabra “No” como un mantra para alejar todo lo malo mientras negaba con su cabeza una y otra vez. Las lágrimas descendieron por sus mejillas al igual que él se deslizó por la pared hasta el suelo, donde se abrazó a sí mismo para evitar romperse en mil pedazos, sintió como Midorikawa lo sostenía y abrazaba, recibió un casto beso en la frente a modo de consolarlo, pero no había nada en el mundo que lo pudiese hacer sentir mejor.


—Todo va a estar bien.— murmuró en su oído. —Ya lo verás.— Su corazón se estrujaba en cada palabra, él estaba tan preocupado que no se sentía capaz de darle consuelo al otro chico, pero debía hacerlo, era la primera vez que lo veía tan destrozado. No se imaginó que esto pudiese afectarlo tanto.


—No, no lo está.— negó mientras sollozaba. —¿Por qué no mi di cuentas antes?— preguntó lamentándose.


¿Desde cuándo era tan egoísta? Hiroto siempre estaba cuidándole, haciéndole saber que estaba allí para lo que necesitara y, cuando se encontraba en problemas, el pelirrojo hacía todo lo posible para solucionar las cosas. Así era él, entonces, ¿por qué no advirtió desde un principio que no se encontraba bien? Tal vez no había manera de saberlo, porque las veces que lo veía Hiroto le mostraba una sonrisa amable y tranquila como diciendo “Todo está bien”, sabía esconder sus sentimientos ese era el problema, pero aun así, no podía evitar sentirse culpable por descuidarlo.


—No hay manera de que lo supieras.— respondió acariciándole el cabello.


—Déjame solo, por favor.— pidió zafándose del abrazo. Ya no quería más abrazos, ya no quería que intentara consolarlo, sólo quería deslizarse lentamente en esa tristeza que estaba sintiendo.


Midorikawa no insistió en quedarse con él, podía comprender cómo se sentía el chico, sabía que lo mejor sería cumplir su petición. Le acarició el cabello una vez más y se levantó del suelo, era hora de volver a su habitación pero se negaba a abandonar el pasillo sin antes tener noticias de Hiroto, se acercó a la mujer de largos cabellos negros y sólo se paró a su lado, ambos miraban la puerta por donde había ingresado el pelirrojo, esperando impacientes a que alguien saliera. De momentos dirigía su mirada hacía el chico que se había hecho un ovillo en el suelo, como una hoja arrugada y llena de tachones, lo escuchaba sollozar levemente, apenas en murmullos pero era suficiente para romperle el corazón en miles de fragmentos. Quería abrazarlo, pero sabía que no era el momento indicado.


Las horas pasaron y aún sin respuestas los dos individuos se vieron forzados a abandonar el pasillo, Hitomiko bajó al cafetín, se encontraba tan fatigada que sólo un café lograría despertarla, le ofreció uno al chico que no se había movido del suelo y este sólo se negó. Midorikawa tuvo que volver a su habitación porque una enfermera lo había descubierto vagando por los pasillos. Se quedó solo en el pasillo, incapaz de detener las lágrimas que habían empañado su rostro, no recordaba la última vez que había llorado tanto. Recordaba perfectamente al chico, sus ojos jades que siempre lo miraban con cariño, su sonrisa cálida que usualmente le regalaba, siempre estaba ahí sin importar qué tan mal se portara. Siempre estaba ahí. ¿Y él? Sólo se alejó, ¿por qué? No le gustaba recordarlo. Echó su cabeza hacía atrás, apoyándose en la pared, parpadeó y nuevas lágrimas volvieron a correr por sus mejillas ruborizadas. ¿Cómo haría si todo salía mal? ¿Cómo seguiría caminando sin él a su lado? Esas y muchas preguntas más saltaban a su mente y sólo conseguían entristecerlo aún más.





—¿Shuuya? Sé que son las tres de la mañana, pero tienes que saber, uno de tus amigos ingresó de urgencias al hospital, el chico de la otra noche, Hiroto Kira.— informó, de inmediato escuchó a su hijo sobresaltado en la otra línea. —No. No vendrás ahora, espera a que amanezca, por lo menos.— negó y sin esperar respuestas colgó.


El doctor caminaba por el pasillo, dispuesto a confirmar el estado de su actual paciente, ese día había sido en especial aburrido, los casos que llenaban no eran interesantes, cuando era adolescente y pensó en ser médico se imaginó que todo sería como en Dr House, ya saben, con enigmas, lindas ayudantes pero ¿qué obtuvo? Noches sin dormir y mucho estrés, era como ser padre primerizo todos los días. Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando advirtió la presencia del muchacho sentado en el suelo, frente a la habitación de su paciente, el chico estaba hecho un desastre con su cabello desordenado y su ropa desacomodada, parecía que acaba de sobrevivir a una tragedia y el llanto incesante que lo abrumaba parecía no tener fin. De inmediato reconoció aquellas facciones finas y ese cabello lacio, era el chico de la otra noche: su admirador secreto. Apuró el pasó y cuando ya se encontraba a su lado tomó asiento cerca de él.


—Sabes, eres un chico muy bonito, pero ahora mismo estás espantando a todos aquí.— le comentó con una sonrisa ladina.


El muchacho dirigió su mirada al adulto y le sonrió, la conversación que había mantenido con Gouenji volvió a su mente. —Lo siento.— dijo, luego bajó la mirada y cuando volvió a enfocarla sólo había tristeza impregnada en ella. —¿Qué es lo que tiene?— preguntó.


El adulto suspiró cansado y desvió su mirada de los ojos del chico, no podía mantenerla por más tiempo. —Sus pulmones están obstruidos por
líquido, lo estamos drenando, tal vez pueda respirar mejor pero, estuvo grave.— respondió.


—¿Tal vez?— inquirió incrédulo, lo que estaba entendiendo es que no era probable que Hiroto se recuperara.


—Hacemos lo que podemos.— respondió de inmediato, advirtiendo el enojo del chico, para él ya era normal tener que lidiar con ese tipo de reacciones. Vio como los ojos del chico se hacían chiquitos y se llenaban de lágrimas.


—Eso no me garantiza nada.—negó. —Yo hice lo que pude en matemáticas y reprobé.— señaló y Katsuya no discernía entre echarse a reír o consolar al muchacho. —¿Puedo verlo?— preguntó más calmado. Necesitaba verlo para saber que todo iba a estar bien. Necesitaba su sonrisa para tranquilizar el huracán de emociones que lo agobiaba.


—Ahora mismo, no. Primero tengo que chequear que esté bien y luego, si despierta, veremos.— respondió, de pronto recordó algo, un punto no importante, pero sí que lo tenía consternado. —¿Puedo preguntarte algo?— Recibió un asentimiento.—¿Él toma antidepresivos? No sé si se trata de eso pero, tiene cortadas las muñecas, no son recientes pero..— Guardó silencio al advertir la mirada consternada del albino, lo miraba con los ojos abiertos y confundido, era claro que él no sabía nada. Le sonrió, apenas como un pequeño gesto, porque lo suyo no era ser agradable. —No te preocupes, todo saldrá bien.— aseguró, llevó su mano hasta la cabeza del chico y le desordeno el cabello.


Se ruborizó ante el contacto, ningún adulto lo había tratado así antes y le resultaba extraño, lo vio levantarse del suelo y dirigirse a la habitación donde se encontraba el pelirrojo hasta que desapareció por la puerta. Nuevas preguntas se formulaban en su cabeza con respecto a los nuevos acontecimientos que acaban de revelarle, Hiroto… ¿por qué nunca expresaba lo que sentía? ¿Por qué debía esconderlo todo detrás de una sonrisa? Sentía que había hecho algo realmente malo para que él dejase de confiarle sus secretos. Si tan sólo le hubiese expresado lo mal que se sentía, estaba seguro que él se hubiese esforzado por ser mejor. Sus pensamientos fueron interrumpidos cuando advirtió a Shuuya Gouenji acercándose hacía él, lucía agitado, como si hubiese corrido desde su casa hasta allí; tal vez porque eso había hecho. Escondió su rostro en sus brazos con el afán de no ser reconocido, pero ya era tarde, Gouenji lo había visto.


—¿Fubuki?— llamó extrañado y Shirou sólo alzó la mirada. Shuuya se sorprendió aún más cuando vio sus mejillas mojadas y sus ojos rojos, se sentó a su lado, aún incrédulo y rebuscó en su bolsillo un pañuelo que procedió a utilizar para limpiar el rostro del albino. —¿Ya sabes lo que sucedió?— preguntó pasando la tela por las mejillas del chico, tan suave que eran caricias. Fubuki asintió. —Vamos, no llores, todo va a estar bien.— aseguró.


Todos decían lo mismo, pero nadie sabía cómo se sentía en realidad. Shuuya lo estrechó entre sus brazos y él no hizo nada para alejarlo, no tenía las fuerzas para pelear. Sólo apoyó su cabeza en el hombro del chico y cerró los ojos, disfrutando del contacto. Por su parte, Shuuya jamás se imaginó abrazando a Shirou, pero no era tan malo como había pensado, aunque igualmente no duró mucho, se apartaron cuando escucharon la puerta abrirse, Shuuya vio a su padre salir y se levantó de golpe con Fubuki detrás, ambos mirando curiosos al adulto que sólo atinó a permanecer inmóvil en su lugar, con la mirada clavada en su hijo.


—Te dije que no vinieras.— expresó con el ceño fruncido.


—Sabías que no iba a obedecerte.— respondió con determinación. Sí, exactamente por eso lo había llamado.


Suspiró cansado y dirigió su mirada hacía Fubuki, aquellos ojos claros tan llenos de tristeza logró conmoverlo, años de práctica para domar sus sentimientos y este chico había logrado destruir la coraza que había formado en sólo segundos. —¿Eres Shirou?— preguntó recibiendo un asentimiento. —Él está despierto y pregunta por ti, sé que no debería hacer esto pero puedes pasar a verlo, sólo un momento.— señaló como si fuese de suma importancia resaltar lo último. Esa noche estaba complaciente más que nada por lo que había presenciado, le parecía muy curioso que una persona se preocupara tanto por otra y, sinceramente, son sentimientos que ni yo mismo puedo comprender.


—Gracias.— correspondió con una tímida sonrisa y las mejillas ruborizadas.


Caminó con pasos marcados hacía la habitación, Gouenji lo seguía a una distancia prudente y, cuando el albino entró a la habitación él permaneció en la puerta. Hiroto estaba acostado en la cama, él y Shirou se miraban mutuamente y no decían nada, Fubuki mantenía el ceño fruncido y las lágrimas se habían vuelto a acumular en sus ojos.


—Hola.— habló el pelirrojo, rompiendo la atmosfera tensa con su preciosa sonrisa cálida


—Eres un mentiroso.— acusó enojado.


—Shirou, no es así.— negó, su sonrisa había sido sustituida por una expresión de comprensión y paciencia.


—Sí lo hiciste. Dijiste que estabas bien, ¡no estás bien!—exclamó apretando los puños. —¡Era una mentira!— volvió a gritar.


A pesar de lo alterado que se encontraba Fubuki, Hiroto hacía todo lo que estaba a su alcance para mantenerse calmado. —No había manera de que lo supiera, pensé que sólo era un resfriado.— se excusó.


—¿Y lo otro?— preguntó. —¿Cómo explicas las cortadas?— En ese momento el pelirrojo se quedó callado, incapaz de dar respuesta, una sonrisa surcó sus labios. Un gesto avergonzado y dijo:


—No se puede estar feliz todo el tiempo, ¿verdad?—


—¿Por qué no me dijiste?— preguntó, la voz se le había quebrado.


—No quería ser la razón de tu llanto.— respondió aún más avergonzado.


—¡Pero es lo que eres ahora!— expresó iracundo, se limpió con rudeza las lágrimas, pero pronto su rostro volvió a estar mojado. —¡Eres un egoísta idiota!— expresó llorando. Ya no podía contenerse más, sabía que en cualquier momento caería. —Te amo.— confesó.


Sonrió enternecido —Yo también te amo.— Extendió sus brazos, llamándole. —Ven aquí.— pidió.


Shirou asintió y se subió a la cama refugiándose en los brazos del chico —Perdóname por exigirte la atención que tú necesitabas.


—No es tu culpa.— negó acariciándole el cabello. —Te amo.— murmuró.


Se mantuvo observando, incapaz de intervenir en la escena tan íntima que se había creado y sentía que estaba sobrando, ambos chicos se abrazaban mientras el pelirrojo acariciaba el cabello de Fubuki y depositaba besos en su frente. Shirou parecía tranquilizarse con las muestras de cariño, de pronto todo se sentía como si ellos fueran los protagonistas de una película romántica y trágica, ¿desde cuándo se tenían tanta confianza? Estaba tan confundido en ese momento, salió de la habitación sin dejar de mirarlos, no podía, después de haberlos visto pelear tantas veces. ¡Ellos eran enemigos! ¿Qué le estaba pasando al universo?


—¿Ya despertó?— Escuchó a su lado, era Midorikawa quien le hablaba. Asintió quedamente, aún sin salir de su asombro. —Shirou está con él, ¿verdad?— preguntó volviendo a recibir un asentimiento. —¿Quieres ir por unas galletas?— preguntó adivinando lo que ocurría dentro de la habitación. Realmente, deseaba sacar a Gouenji de esa confusión e incomodidad que estaba sintiendo.


___***___




Se encontraban sentados en una mesa del cafetín, desde que compraron el paquete de galletas y la leche achocolatada sólo se mantuvieron en silencio mientras comían, Midorikawa hacía un esfuerzo tremendo por volver a amar los postres aunque le estaba costando más de lo que hubiese imaginado. Se sintió nostálgico, antes compraba esas galletas todos los días, eran sus favoritas, ahora ni siquiera podía sentir el olor dulce sin repudiarlo. Dejó de comer cuando llegó a la segunda y se contuvo, había sido un gran paso para él. Gouenji aún se cuestionaba el tipo de relación que mantenían Shirou y Hiroto, ellos se habían dicho “Te amo” y no le dices eso a cualquier persona, él ni siquiera se lo había dicho a su novio, ¿qué ocultaban esos dos?


—¿Cómo Shirou se enteró de que Hiroto estaba aquí?— preguntó.


—Yo lo llamé.— fue la sencilla respuesta de Midorikawa. —Hiroto es muy importante para Shirou y Shirou es muy importante para Hiroto. Son así como una linda pareja sin ser pareja, ¿entiendes? Son lo menos pensado.— dijo jugando con unas migas que se encontraban en la mesa.


¿Son lo menos pensado?


—No tenía ni idea.— dijo pensativo, entonces Midorikawa enfocó su mirada en él.


—Exacto, tú no conoces a Hiroto. No tienes ni idea y supongo que él tampoco te lo dijo, ¿por qué no lo haría? Tal vez no confía en ti lo suficiente. No debería ser un secreto. No tiene sentido.— comentó un tanto agresivo, aunque parecía hablar más para sí mismo. —No sabes nada.


Se sintió atacado por la manera en que el moreno le había hablado, pero no lo demostró, se mantenía sereno, ¿era su imaginación o Midorikawa se había vuelto más neurótico? Sabía que Midorikawa aún estaba resentido, no aceptaba que estuviese saliendo con su mejor amigo y amor platónico, de pronto se sintió avergonzado; era el chico nuevo que se estaba inmiscuyendo en todo. Primero le había hecho daño a Midorikawa y luego, parecía que también a Fubuki… ¿con qué finalidad? Ambos chicos tenían más derecho a quedarse con Hiroto, pues lo querían tanto, incluso más de lo que él pudiese llegar a quererlo, ahora se preguntaba seriamente si estaba haciendo las cosas bien.


—Pero quiero saberlo.— insistió.


—No lo sabrás de mí, ve y pregúntale a Hiroto.— respondió desviando la mirada y frunciendo el ceño.


Comprendió entonces que no obtendría nada por medio de Midorikawa, pero él aún deseaba saber. Se levantó de la mesa y se alejó de vuelta al segundo piso, cuando llegó a la habitación se encontró a Fubuki acostado al lado de Hiroto, aún no había dejado de abrazarlo, era como si pensara que al soltarlo este se iría muy lejos y no podría seguirlo, escondía su rostro en el espacio entre su cuello y el hombro, ambos parecían estar dormidos. Se veían bonitos. Se acercó lentamente, sin hacer ruido y movió con suavidad al peli plata, este volteó a verlo y luego se incorporó sentándose en la cama y tallando sus ojos. Se veía tan cansado y fatigado.


—Deberías ir a descansar.— sugirió ante la atenta mirada de Fubuki. —Él va a estar bien, vuelve a casa.


Shirou permaneció en silencio durante algunos segundos, se había quedado admirando al chico que dormía tranquilo a su lado, así como estaba parecía que nada hubiese pasado. Sonrió, siempre le había gustado verlo dormir, aunque no eran muchas las oportunidades que tenía para apreciarlo.

—No puedo ir a ningún lado, él es mi hogar.— respondió acariciando la pálida mejilla.


Jamás pensó que unas palabras lo conmoverían de tal manera, sintió cálido el pecho e inevitablemente una sonrisa adorno sus labios, qué bonito había sonado esa sencilla oración.


—De acuerdo.— dijo con una sonrisa.


Shirou volvió a acostarse al lado de Hiroto y así, casi de inmediato, cayó dormido. Shuuya lo cubrió con la delgada sabana y se sentó en la silla de metal que reposaba a un lado de la cama, el sueño lo estaba seduciendo así que cruzó los brazos sobre el colchón y recargó su cabeza en ellos sumiéndose también al sueño. Tal vez las cosas serían diferentes cuando amaneciera, indudablemente los acontecimientos que acaban de ocurrir ameritaban un cambio por parte de la actitud de todos los presentes, aún había muchas dudas que aclarar pero estaba seguro que cuando despertara podría hablar calmadamente con los dos individuos. Al menos eso esperaba. Por los momentos, sólo intentaría descansar.


Cuando despertó, la luz incandescente lo cegó por completo, sentía los parpados pesados y le ardían los ojos. Su mano acarició algo suave y lacio, lo reconoció como cabello y comenzó a mover sus dedos pensando que se trataba de Hiroto, pero eso no podía ser pues él se encontraba a su lado, sus rostros estaban peligrosamente cerca y había olvidado los motivos por el cual se encontraba allí, lentamente los recuerdos comenzaron a manifestarse como visiones y todo era más claro que hace algunos segundos, pero en esos momentos faltaba una persona que aparecía insistente en sus memorias. Miró hacía abajo y encontró a Gouenji durmiendo en el filo de la cama, entonces también advirtió que era su cabello el que acariciaba y no dejó de hacerlo hasta que el chico dio indicios de despertar, apartó la mano con rapidez, se sentiría avergonzado si lo descubría tocándolo con tanta confianza, ni siquiera él mismo sabía por qué lo había hecho. Lo vio levantarse y estirarse para aliviar la tensión muscular, sus ojos oscuros se enfocaron sobre él, aún estaba adormitado.


—Buen día, Fubuki.— saludó con una sonrisa. Shirou se ruborizó, si veía a Gouenji de esa manera se le hacía muy atractivo.


“—¡No! ¡Fuera malos pensamientos!—“ pensó alarmado.


—Hola.— correspondió, tal vez demasiado frío, pero su intención inicial era pasar de él. Se estiró alzando sus brazos, le dolía todo el cuerpo y sentía que o había dormido absolutamente nada.


—He dormido muy mal.— se quejó el peli crema imitando las acciones de su compañero. —¿Cómo estás tú?— preguntó, aún con esa amable sonrisa que avergonzaba al albino.


—Adolorido.— Ahogó un bostezó en la palma de su mano. —Cansado.— añadió.


Hiroto comenzó a moverse, despertó por las voces de los dos chicos, siempre había tenido el sueño ligero. Se estiró un poco y se incorporó sentándose, pronto se percató que era el centro de atención y le sonrió a ambos con calidez, así como siempre solía ser. Él por su parte se sentía mejor, respiraba con tranquilidad y ya no le dolía el pecho, había mejorado y estaba feliz por ello. Aunque no podía decir lo mismo de sus dos compañeros quienes parecían que sufrían de una terrible resaca luego de una fiesta, aunque esa era una mala comparación. Fubuki era quien se veía peor pues tenía los ojos hinchados de tanto llorar y el cabello enmarañado. Le acarició la mejilla con su pulgar y soltó una risa. Las mejillas de Fubuki adquirieron un tono carmín, estaba avergonzado, lo sabía, conocía todos sus gestos. Sabía que le avergonzaba cuando alguien se mostraba cariñoso con él porque era muy tímido. Sabía que arrugaba la nariz cuando hacía alguna travesura y lo descubrían. Sabía que inflaba las mejillas cuando estaba enojado y cuando reía le brillaban los ojos. Sí, sabía todo sobre él.


—Te ves horrible.— dijo.


—Estuve velando por ti toda la noche, ¿cómo quieres que me vea?— respondió frunciendo el ceño y mirándole desafiante.


—Y ese cabello Fubuki.— dijo desordenando aún más los rebeldes cabellos plateados.
Ante la risa del pelirrojo no pudo evitar sentirse abochornado, apartó la mano del chico e intentó vanamente acomodarse el peinado, pero era un desastre. Hiroto rió al verlo de esa manera, se veía adorable enojado y todo espelucado. Shirou infló las mejillas y se bajó de la cama hecho una bolita de furia. Estaba molesto y avergonzado, no le gustaba que lo trataran de esa manera.


—Espera Shirou, no hablaba en serio.— dijo viendo como el albino le daba la espalda y se cruzaba de brazos. —Tú siempre te ves bien.— dijo intentando enmendar el daño, pero Fubuki estaba concentrado en su rabieta. Soltó una risa y dirigió su mirada hasta Gouenji, se sorprendió al verlo allí y sonrió. —Shuuya, hola.— saludó alegre.


Era increíble, todo había vuelto a la normalidad en cuestión de segundos, como si las horas de agonía nunca hubiesen pasado nunca. Como si Hiroto jamás hubiese estado enfermo, ni Fubuki hubiese llorado toda la noche. Todo volvía a ser como antes y esa normalidad lo asustaba, llegando a pensar que aún se encontraba dormido, pero él sabía que no era así. Hiroto lo miraba con una sonrisa tranquila, él sí sabía llevar con calma las cosas, ¿cómo hacía? Shuuya casi pierde los nervios pensando en que tal vez el chico no se iba a recuperar, no tenía mucha fe pero, estaba asustado. Y ahora, Hiroto estaba allí, sonriéndole.


—¿Cómo estás?— preguntó aún desconcertado.


—Jodidamente bien, gracias.— respondió sonriendo. —¿Y tú?— ladeó la cabeza.


—No te mentiré, me siento del asco.— expresó y era cierto, el cuerpo le dolía, se sentía pegajoso y sucio, lo único que deseaba en ese momento era tomar una ducha y acostarse en su cómoda cama. —Pero alegra que estés bien.— añadió con una sonrisa, se echó hacía adelante y atrapó los labios de su pareja con los suyos, iniciando un suave beso.


—Sigo aquí.— manifestó Fubuki, rojo de la vergüenza.


De inmediato se apartaron con sonrisas estúpidas en sus rostros,


—Lo siento.— se disculpó Kira ahogando una risa en el dorso de su mano. Sí, todo había vuelto a ser como antes. —Deberían ir a desayunar algo.— sugirió.


—¿Aseguro que puedes quedarte solo?— preguntó Gouenji tomándolo de la mano.


—Estaré bien.— asintió. —Vayan, me preocuparé si no comen algo.— expresó.


Entonces Gouenji asintió sabiendo muy bien que sólo era absurdo preocuparse por él ahora, estaba bien, eso era lo importante, se acercó a Fubuki quien los vigilaba discretamente por el rabillo del ojo, podía percibir cierta molestia en el chico, como celos o algo parecido a eso. Cierto, aún tenía cosas que aclarar, averiguar el tipo de relación que ellos dos mantenían, las escenas de Fubuki llorando aún las tenía fresca en su memoria y ahora, parecía que tras haberlas analizado con detenimiento pudo advertir que no estaba fingiendo, nadie podía fingir tan bien, lo tomó del brazo y llamó su atención para que lo siguiera, pensó por un momento que el albino reaccionaría arrisco ante el contacto, pero sólo se mantuvo tranquilo. Salieron de la habitación tras la atenta mirada de Hiroto y, Gouenji pudo percibir a Shirou obsequiándole una sonrisa al pelirrojo, era tan bonito cuando sonreía, aún más bonito que siempre. Se comenzaba a preguntar por qué solía estar todo el tiempo de mal humor, como si todo le molestara y fuera incapaz de ser feliz. Sus pensamientos lo habían arrastrado a tal punto que no se percató cuando ya iban a mitad de pasillo, Shirou lo guía sosteniéndole aún del brazo y fue el tacto frío de Fubuki lo que lo hizo volver a la realidad, ahora que lo pensaba, siempre tenía las manos frías. Tomó la pequeña y delgada mano entre las suyas y la envolvió, el albino lo miró curioso y consternado, dubitativo por las acciones de su compañero.


—Estás congelado.— expresó queriendo que aquellas palabras explicaran sus acciones.


—Así he sido siempre.— respondió ladeando la cabeza, como era usual, no estaba seguro de ese “siempre”. —No sé por qué, una vez Alois me dijo que era porque me he encerrado un castillo hecho de hielo, sé que es absurdo, pero desde que me dijo eso no he podido olvidarlo.— explicó observando las manos entrelazadas. Separó sus labios, para agregar algo más a su monologo pero, de pronto, escuchó que gritaban su nombre.


—¡Shirou!— Era Midorikawa, veía corriendo hacia ellos, con rapidez apartó la mano rompiendo el contacto que mantenían y se ruborizó levemente, había sido como si estuviesen haciendo algo malo. El peli verde se detuvo frente a ellos y sonrió. —¿Puedo hablar contigo?— preguntó.


—Sí, claro.— asintió, dirigió su mirada hacía Gouenji y le sonrió de medio lado. —Te alcanzaré luego.— dijo recibiendo un asentimiento y permanecieron en silencio mientras Shuuya se alejaba lentamente. No le apartó la mirada hasta que dobló la esquina y desapareció, entonces su atención se enfocó en Midorikawa. —¿Qué es lo que quieres?— preguntó


—Disculparme.— respondió bajando la mirada, se notaba nervioso. Había acumulado grandes dosis de valor para poder acercarse de nuevo a Fubuki, luego de haber pasado días recluido en una habitación de hospital recibiendo sólo la visita de su madre, pensó exhaustivamente y descubrió que no quería perder la amistad de Fubuki. No de nuevo. Le había costado años recuperar un poco de lo que ya tenían, algo que alguna vez llegaron a tener, sabía que un chico recién llegado no podía ocupar el lugar del peli plata. No podía negar que estaba avergonzado, de seguro Fubuki pensaría que era un descarado, luego de haberle ocasionado tantos problemas venir y hablarle con tanta soltura.


—¿Por qué?— preguntó cruzándose de brazos.


—Por ser un idiota egoísta, no debí hacerte algo tan bajo, eras mi amigo.— respondió alzando levemente la mirada, aquello era lo más difícil que había tenido que hacer en toda su vida. Fue ahí cuando descubrió que la amistad era mucho más que sólo tener a una persona a tu lado, mantenerla ahí era el verdadero desafío. —Terminé con Hiromu y de verdad siento lo que te hizo, y que yo no te haya creído, pero...— Clavó sus ojos en el albino, destellando determinación. —jamás me importó más de lo que tú me importas.— aclaró. —Entonces, ¿me disculpas?— preguntó.


Los segundos que Fubuki utilizó para meditar fueron una tortura para Midorikawa, el pequeño albino se debatía encontrando una respuesta, aunque él sabía muy bien lo que quería, asintió tímidamente, como avergonzándose de sí mismo y recibió un fuerte abrazo por parte del moreno, sintió que flotaba durante unos segundos; lo había levantado del suelo y se sonrojo con violencia, en esos momentos destacó más que nunca su limitación de estatura, se sintió más aliviado cuando Midorikawa lo dejó sobre el suelo de nuevo y se apartó para sonreírle. Lo había extrañado.


—Pero aún no somos del todo amigos.— negó el de cabellos platinados causando desconcierto en su compañero. —No hasta que te recuperes y
salgas de aquí. No puedes amar a otros si no te amas a ti.— señaló.


Midorikawa sonrió, sabía que si era con Fubuki no obtendría las cosas fáciles, pero tampoco le importaba si debía hacer n esfuerzo extra por recuperarlo, él lo haría.


—Prometo que mejoraré y cuando salga de aquí te llevaré a comer, una cita de amigos.— propuso.


—De acuerdo, es una promesa.— asintió, Midorikawa alzó su meñique y él lo estrechó con el suyo, sellando la promesa con un gesto y una sonrisa.
—Debo irme, quiero desayunar.— expresó sonriendo,


—De acuerdo.— asintió. Dejó ir al muchacho y este se alejó caminando por el pasillo, hasta perderse en la misma esquina que Gouenji había cruzado. Sí, había muchas cosas que solucionar.


___***___




—¿Estás escuchándome?— preguntó cansado.


Él volvió a la realidad cuando escuchó aquella frase, de nuevo se había perdido en la claridad de sus ojos grises. De nuevo se había perdido en él. Siempre que charlaban era igual, simplemente no podía evitar mirarlo con fascinación, se repetía mil veces que sólo era una persona pero su mente aún no lo tenía muy claro, no importa lo que Atsuya hiciera siempre lo vería como la persona más maravillosa del mundo. Ese pensamiento lo asustaba, ¿desde cuándo comenzó a sobrevalorar tanto a una persona? Aquello no podía ser sano. El amor es muy extraño.


—No, lo siento.— se disculpó apenado y el de ojos grises suspiró con pesadez, sabía que era impaciente y esas actitudes despistadas sólo lo hacían molestar, pero es que estaba tan enamorado de él. Necesitaba soltar esos sentimientos.


—Estaba proponiéndote ir al cine luego de clases.— respondió poniendo los ojos en blanco.


—Tenemos un ensayo de literatura que hacer, no podemos andar holgazaneando.— respondió torciendo los labios. Él no era un chico aplicado pero, tras su última experiencia de casi ir a clases de verano prefería prevenir.


Atsuya alzó la mirada, pensativo y luego de hacer un repaso mental corroboró que su rubio amigo tenía razón. —Lo había olvidado.— sinceró, esbozó una ligera sonrisa y se acercó al rubio. —Podemos ir primero al cine y luego a la biblioteca.— propuso mirándole con sus enormes ojos grises. Atsuya estaba muy consciente de las reacciones que causaba en Afuro y se aprovechaba de ello para obtener lo que quería. —¿Sí?— insistió.


Pese a que era muy irresistible para él no iba a sucumbir a su chantaje emocional, él era un chico fuerte y estaba dispuesto a mantenerse firme en sus decisiones, no pensaba reprobar literatura.


—La biblioteca cierra a las cinco, no nos tomara mucho tiempo además, pensaba que te gustaba la biblioteca.— señaló sonriendo con picardía.


Atsuya infló las mejillas; lo que solía hacer cuando se molestaba. —¿Quién te dijo esa mentira?— preguntó desviando la mirada avergonzado.


—¿Ya olvidaste cómo nos conocimos?— preguntó cruzándose de brazos y sonriendo divertido.


—¿Es que tú lo recuerdas?— inquirió levantándose de la mesa, ya era hora de volver a clases.


—Estoy indignado.— expresó fingiendo ofensa, igualmente se levantó de la mesa y siguió a su amigo que caminaba por delante de él, con un paso algo apresurado.


—Creo que fue Endou quien nos presentó, ¿cierto?— inquirió el albino intentando recordar.


—Bueno, Endou nos presentó formalmente pero realmente nos conocimos en la biblioteca.— respondió. —¿Lo recuerdas? Ladrón de libros.—


Atsuya lo miró con asombro en sus ojos y luego rió. —¿Siempre lo supiste? Creí que había sido lo suficientemente discreto.— dijo. —Claro, si siempre estabas observándome cómo no ibas a darte cuenta.— inquirió mirándole divertido, Afuro se había sonrojado.


En esos años Afuro tenía que cumplir castigo por un vandalismo que había hecho: grafitear las paredes del salón de historia, que era la materia que más lo jodía y el profesor tampoco era condescendiente con él, cansado de aprobar con las calificaciones más bajas decidió tomar venganza, escribió en letras enormes y rojas: “Maldito bastardo”, cuando todos ocuparon el aula y vieron su obra de arte el lugar permaneció en un silencio expectante, luego los alumnos susurraban y el profesor entro en cólera. Su sanción consistía en ser voluntario en la biblioteca, aunque él no era un ávido lector no se quejaba por la suerte que le había tocado, pudo haber terminado en la cafetería.

En esos días que no hacía nada, porque a la biblioteca no iban muchas personas, él se entretenía leyendo un libro de Shakespeare , omitiendo el irritante hecho de que el texto estaba escrito en guión teatral la historia de Hamlet le había parecido interesante, despegó la mirada del libro y lo vio. Llamaba la atención con su piel pálida y su alborotado cabello rosa, a eso se le sumaban sus finas y delicadas facciones, el chico que leía “El amor en tiempos de cólera” era un deleite para la mirada. No despegó sus ojos de él, y cuando creyó que no podía ser más perfecto el chico levantó la mirada y expuso en todo su esplendor sus magníficos orbes grises. Afuro suspiró y en ese momento supor que estaba perdido.

Lo volvió a ver al día siguiente, y al siguiente y así durante dos semanas, en ese transcurso en el que el chico había aparecido también se habían extraviado varios libros, aunque Terumi no quería juzgar mal tenía la ligera sospecha de que se trataba de ese niño, un buen día decidió espiarlo y enrome fue su sorpresa al verlo esconder con bastante practica la copia de Othello en su bolso, se levantó y se marchó como si nada. El ladrón de libros era el pequeño niño que lo había cautivado.



—Igualmente iremos al cine, ¿no?— preguntó Atsuya una vez más.


—Si Atsuya, si iremos.— respondió cansado, ¿cómo podía negarse a algo que él le pidiera?

___***___




Lo observaba, estaba sentado a un lado de su novio y con un bolígrafo dibujaba en su muñeca, se veía concentrado en lo que sea que hacía, Hiroto también observaba atento la obra de arte que le hacían en la piel, pero aun viendo sus expresiones no podía adivinar de qué se trataba.


—¡Listo!— avisó un emocionado y realizado Fubuki Shirou.


—¿Un perrito?— inquirió el pelirrojo observando su muñeca, consideraba que el albino se había tardado demasiado para la sencillez del dibujo.


—Tú siempre me dices que quieres tener una mascota, pues ahí está, debes cuidar de ese perrito; si te cortas lo asesinas.— explicó.


—Gracias Shirou.— respondió con una sonrisa sincera. Se acercó al muchacho y le obsequió un breve abrazo que fue correspondido.


Shuuya por su parte, yacía sentado en la silla metálica leyendo una revista de medicina a la cual no le prestaba la más mínima atención por carecer de datos que fueran de su agrado, pero no podía hacer nada cuando lo excluían de la agradable atmosfera que aquellos dos habían creado. Se sentía como si fuesen amigos de toda la vida o novios, y a pesar de que comenzaba a sentirse un poco incómodo por los celos que aquello ocasionaba, escuchaba las risas de Hiroto y pensaba que no podía reclamarle nada si era feliz con Fubuki. Permaneció tranquilo y confió en que nada extraño ocurriría. Pero había algo que aún lo perturbaba desde ayer, era momento de manifestarla, separó sus labis para hablar y entonces la puerta de la habitación se abrió dejando pasar al doctor encargado de Hiroto: su padre.


—¿Siguen aquí?— preguntó intercambiando la mirada entre Shirou y Shuuya. Visto que no obtuvo más que miradas expectantes prosiguió con su monologo. —Bien Kira, has mostrado una gran mejoría desde anoche.— expresó observando una planilla que cargaba en sus manos.


—¿Eso quiere decir que ya puede irse?— preguntó Fubuki tomando a su compañero de la mano y entrelazando sus dedos, gesto que no pasó desapercibido por Gouenji, okay, eso ya era demasiado para sus celos.


—No, aún debe quedarse esta noche para asegurarnos de que todo está bien.— negó.


—Pero si ya estoy bien.— insistió el pelirrojo más una tos seca lo traicionó.


—No, no lo estás.— negó. —Aún presentas algunos síntomas.— rebuscó en el bolsillo de su bata hasta que dio con una caja de píldoras que procedió a abrir para extraer dos de ellas. —Ten, estás ardiendo.— dijo tendiéndole las píldoras al chico.


Hiroto y Fubuki intercambiaron miradas que duraron algunos segundos. —Uy, qué atrevido.— comentó Fubuki y Hiroto rió.


—Me refiero a la fiebre, por Dios.— explicó, esos chicos sí que eran peculiares.


—¿Tengo que quedarme aquí otra noche?— preguntó Hiroto, su mirada suplicante pedía por un No.


—Sólo será hasta que te recuperes por completo.— respondió comprensivo, intentando convencer al albino de que en realidad no era tan malo.


—¿Puedo quedarme con él?—Ahora era Fubuki quien se mostraba suplicante y preocupado, el adulto se obligó a apartar la mirada del chico pues estaba consciente del poder persuasivo que tenía en sus ojos.


—Me temo que eso no será posible.— negó. —Es más cómodo para todos que él esté tranquilo y ustedes descansen. Señaló, estaba al tanto de que su hijo había faltado ese día a clases y no lo aprobaba. Llevó sus ojos hasta el reloj que traía en su muñeca y se alarmó, ya iba tarde. —Debo irme, no intenten sacarlo a la fuerza del hospital. Sí, te estoy mirando a ti Shirou.— señaló, sonrió un poco para complementar la broma y luego se dio la vuelta para marcharse.


—Tu padre es genial.—manifestó Fubuki.


—Eso es porque no vives con él.— respondió el peli crema.


—No quiero quedarme aquí solo.— manifestó Hiroto ajeno a los comentarios de los otros dos chicos.


—Puedo quedarme aquí si gustas.— propuso Gouenji. —Me esconderé en el baño hasta que apaguen las luces.


Hiroto sonrió ante el gesto del chico. —No quiero causarte problemas con tu padre, estaré bien.— aseguró tranquilo.


—¿Seguro?— insistió, para él no era ningún problema. Recibió un asentimiento. Ese era el momento, debía salir de dudas. —Hiroto, ¿puedo hacerte una pregunta?— preguntó mirando con intensidad al pelirrojo.


Hiroto y Fubuki se miraron mutuamente, aquello había sonado como una indirectita para que el peli plata se marchara, Shirou lo había captado perfectamente así que frunció los labios y luego habló.


—Veré si tienen tus galletas favoritas en el cafetín.— dijo levantándose de la cama, recibió un gracias y continuo su camino hasta que salió de la habitación.


—¿No es un amor?— preguntó el pelirrojo con una sonrisa.


—Sí, contigo, porque a mí me trata como si me odiara.— expresó. —Al resto del mundo lo trata como si todos le hubiésemos hecho algo malo, excepto a ti, ¿por qué?— preguntó, tal vez eran los celos o la incertidumbre.


—¿Estás celoso?— preguntó alzando una ceja.


—Sí, pero también siento curiosidad.— respondió de inmediato y levemente avergonzado.


—¿Sobre qué? Yo sé que él me quiere, eso es obvio, yo también lo quiero.— dijo con una sonrisa,


—Entonces, si lo sabías desde un principio, ¿por qué nunca le diste una oportunidad? Sé que puede ser insoportable, pero cuando se lo propone puede ser buena persona y es jodidamente lindo.— expresó gesticulando con las manos.


—¿Una oportunidad? Y sí, es endemoniadamente lindo.— dijo frunciendo el ceño.


Repasando su monologo se percató de que ahora parecía que le gustaba Fubuki, definitivamente debía pensar antes de hablar. —No pienses mal, es lindo pero, sólo eso.— aclaró. —Pero el caso no es ese, el punto es que eres una persona malvada por dejar a esa pobre alma que está tan enamorado de ti.— dijo negando con la cabeza y cruzándose de brazos.


El pelirrojo guardó unos segundos de silencio y luego se echó a reír, parecía que se divertía con la situación y Shuuya comenzaba a sentirse molesto por su actitud poco empática, comenzaba a pensar que tal vez su novio era un malvado manipulador que gustaba de enamorar a las personas para luego no hacerse cargo de los sentimientos, era extraño, sinceramente no parecía de esos, aunque bueno, no se conocen a las personas completamente. Lo que Gouenji ignoraba era que las risas de Hiroto eran por un motivo totalmente distinto.


—Estás confundido, Fubuki no está enamorado de mí, no podría.— negó sonriendo.


—¿Por qué no?— preguntó arqueando una ceja.


—Es mi hermano.— respondió.


Sintió como si lo hubiesen abofeteado, de todas las respuestas posibles jamás imaginó que se trataba de esa, es más, ni siquiera había pasado por su mente que esos dos chicos tan diferentes compartían lazos sanguíneos, de hecho, era algo más complejo que eso, pero no importa ahora. Estaba sorprendido, esperaba algo como “Es que no me gusta de esa manera” lo que también seria absurdo porque Fubuki era terriblemente lindo, esa era su virtud, no en vano toda la secundaria estaba detrás de él, pero ya estaba divagando. ¿Hermanos? Tenía que estar bromeando, ¿verdad? Aún había cavos que no encajaban en todo esto, ¿por qué no se había enterado de ello antes?


—¿Hermanos?— inquirió incrédulo, necesitaba más tiempo para asimilarlo.


—Sí, es una larga historia.— respondió con una sonrisa.


—Pero él me dijo que te conoció en octavo grado, en el instituto.—expresó extrañado, las dudas habían aumentado.


Hiroto permaneció taciturno, viéndose incapaz de aclarar esa duda, ¿qué decir? Lo único que le quedaba era la verdad pero se había prometido desde aquel día no volver a hablar de eso, pero era Gouenji quien preguntaba, a él le tenía un cariño y confianza, de seguro comprendería la situación, no parecía de esos que juzgaban. Era complicado, todo en cuestión, hasta a él mismo le costaba asimilar lo que ocurría.


—Sobre eso, verás...— Pero fue interrumpido por la puerta que se abría dejando entrar a Fubuki con un paquete de galletas en la mano. No podía continuar hablando, sería inapropiado.


—Las encontré.— anunció con una pequeña sonrisa, percibió la atmosfera misteriosa, como si ellos dos se intercambiaran secretos, sintió que había llegado en mal momento. Dejó las galletas en el regazo de Hiroto y le obsequió una sonrisa. —Iré a caminar por ahí.— dijo dispuesto a marcharse de nuevo y no interrumpir a sus dos compañeros.


—No, no.— pidió Hiroto aferrándose a su brazo, —Quédate, ¿sí?— suplicó.

—De acuerdo.— asintió, volvió a subirse a la cama y se sentó al lado del pelirrojo. Le acarició el cabello y sonrió, apenas un gesto. —¿Por qué no descansas? Nosotros nos quedaremos aquí contigo.— dijo, entonces Hiroto asintió y cerró los ojos.


Se mantuvieron en silencio durante algunos minutos, Shirou se dedicó a observar al chico que dormía a su lado y de momentos le acariciaba el cabello, hacia tanto que no pasaba tiempo con él, realmente le gustaba verlo dormir.


—No se supone que debía legar es esto, ¿sabes?— rompió el silencio llamando la atención de Gouenji. —Debí estar más atento, pero sólo me
interese por mí. Él debería odiarme.— confesó con una sonrisa nostálgica.


—Eso es lo bueno de los hermanos, no importa si te equivocas, ellos aún te seguirán amando.— respondió sonriendo, se levantó de la silla sólo para ocupar la que estaba cerca de la cama, Fubuki lo miraba de una manera diferente, era un chico distinto al de siempre, este Shirou Fubuki le agradaba más.


—Supongo que ya te lo dijo.— El moreno asintió. —¿Tienes hermanos?— preguntó.


—Una hermana, tiene doce años.— respondió. —¿Por qué mentiste, con respecto a Hiroto? Me dijiste que lo habías conocido en el instituto, en octavo grado.— dijo mirándole con incertidumbre.


—No me pidas que te explique algo que no comprendo, realmente no te estaba mintiendo.— respondió, suspiró y alzó la cabeza para mirar el techo, las cosas eran muy confusas hasta para él.


—¿Por qué te alejaste de Hiroto?— preguntó ladeando la cabeza, Fubuki lo miró con el ceño levemente fruncido entonces supo que lo estaba molestando demasiado.


—¿Por qué haces tantas preguntas?— preguntó el albino. Se echó hacía atrás y cerró los ojos, pero no durmió, sólo intento recordar.


___***___




Estaba enojado consigo mismo y no podía creer que pasaba por algo tan absurdo, porque él no era así, siempre fue un chico que decía lo que pensaba y no temía al qué dirán de otras personas, era esa actitud la que lo había puesto en la popularidad del instituto, era así: extrovertido y sincero. Solía burlarse de las personas que no sabían manifestar sus emociones y se quedaban calladas sin exponer sus ideas, él no sabía cómo se sentía eso y por lo tanto no lo comprendía, prefería reírse ¡Oh! Y qué decir cuando alguien le manifestaba que le era imposible declarar sus sentimientos a la persona que llevaba años gustándole, entonces él se reía aún más porque tampoco podía comprenderlo “Es sólo una persona, si no siente lo mismo puedes fijarte en otra y ya” decía, ¡Ah! Pero es que la vida da muchas vueltas y un buen día le presentaron a quien sería su “Es que me da vergüenza decirle que me gusta” un niño menor que él por un año, ¿quién iba a decir que quedaría tan enganchado de Atsuya Fubuki? Nadie, ni él mismo lo advirtió. También se había prometido a sí mismo no hacer ninguna de esas estupideces que hacen las personas cuando se enamoran, pero terminó complaciendo a una persona en todo lo que podía, porque a Atsuya era imposible decirle no. ¿Y cuándo comenzó a salir con Shirou? Eso era lo más bajo que había caído y cada vez que recordaba que había usado a ese chico sólo para olvidar a su amor no correspondido se sentía mal, muy mal y con motivos. Ahora estaba solo, sin Shirou y probablemente sin Atsuya porque el peli rosa no mostraba indicios de sentir lo mismo por él, bien sabía que era una persona algo fría y no emocional, pero es que cuando se está enamorado de alguien no se puede esconder, por más que se desee, él sabía sobre eso. Alzó su mirada para verlo, se encontraba al frente de él leyendo un libro “Muerte en Venecia” porque era el más corto y ese ensayo debían entregarlo al día siguiente, Afuro se había ofrecido a escribir pero de momentos no podía concentrarse, le gustaba mucho observar al chico calmado porque usualmente lo veía hiperactivo y saltando de un lado a otro, siempre jugándose con las personas, era agradable ver esa faceta de él porque sentía que podía compartir sin la presión de los demás, aunque usualmente no sabía sobre qué hablar. Suspiró y se concentró en escribir, aun ocupando sus pensamientos para lamentarse por ser tan cobarde.


Las horas pasaron y ya estaba por terminar de redactar el trabajo, sólo le faltaban algunas líneas, su compañero ahora se entretenía leyendo “Donde termina el arco iris” y sonrió divertido, se conocía esa historia, dos amigos que estaban enamorados el uno del otro pero ninguno se atrevía a confesar lo que sentían hasta que pasaron muchos años y pudieron estar juntos al final, le había molestado mucho ese libro, era desesperante aunque ahora así era su vida, aunque si pudiese garantizar que Atsuya también lo quería se arriesgaría sin pensarlo si quiera. Pero las cosas eran de otra manera, no quería terminar con una vida donde ellos eran amigos para siempre y sus sentimientos se los llevaría en un secreto a la tumba. No quería eso, pero tampoco contaba con la valentía para cambiar el rumbo de las cosas. A veces le gustaba pensar que Atsuya estaba esperando por él y era por eso que aún no tenía pareja, que también sentía miedo de expresar lo que sentía, pero para él sólo era eso; pensamientos.


—Afuro.— llamó el peli rosa sin despegar sus ojos del texto.


—Dime.— respondió distraído.


El menor permaneció callado durante algunos segundos, donde el rubio alzo la mirada para observarlo, Atsuya se estaba tomando su tiempo para manifestar su inquietud y al rubio sólo conseguía ponerlo ansioso. Entonces ocurrió algo que lo dejó desconcertado, el albino le tomó la mano entre la suya y lo miró directo a los ojos, no podía descifrar lo que estaba sintiendo o pensando y aquello sólo lograba confundirlo aún más, ¿qué significaba esas repentinas acciones? Era la primera vez que Atsuya tenía la iniciativa de tomarle la mano, el contraste entre su contacto frío y el cálido lo hicieron estremecer. Atsuya siempre tenía las manos frías y por eso Terumi siempre quería abrazarlo, sostenerlo fuerte.


—He tenido una duda desde hace algunos días.— dijo bajando la mirada, pero luego volvió a enfocarla en el chico que tenía al frente. —Si te gusto, ¿por qué nunca me lo has dicho?— preguntó.


Lo sorpresa lo invadió, ¿había escuchado bien? Tenía que ser, las mejillas se le habían ruborizados y sólo quería esconderse, siempre pensó que era bueno ocultando sus emociones, pero en algo había fallado porque Atsuya ya sabía lo que sentía por él.


—¿Cómo lo sabes?— preguntó avergonzado.


—Te vi escribiendo mi nombre en la última página de tu libreta.— respondió.


—¿A sí? Pero tú no me gustas.— negó. —Yo, estoy enamorado de ti, ¿qué te parece eso?— dijo, juntando todo el valor que tenía.


Atsuya sonrió. —No hay mucho que decir, la verdad, nada en absoluto.— respondió. Se inclinó hacia delante y besó a Terumi, sólo eso, se apartó lentamente bajo la sorprendida mirada de su compañero. —También te amo, torpe.— expresó.


Y nunca pensó que sería tan fácil, sólo eso, un Te amo y nada más. De haber sabido que no le costaría nada lo hubiese hecho desde hace tiempo atrás, ahora lo sabía, él sentía lo mismo, le dio un abrazo y volvió a besarlo porque había sido lo mejor que había hecho en su vida.


—¿Vamos al cine?— preguntó el rubio con una sonrisa.


—Vamos.— asintió entrelazando sus dedos.


La vida no podía ser más perfecta.


___***___




Llegó tarde a su casa, estaba oscuro y las luces apagadas, luego de salir del hospital decidió dar una vuelta con Gouenji por el centro, el moreno le había insistido tanto que tuvo que decir que sí, no podía negar que le agradaba y no había estado molestando con sus preguntas así que pasaron un rato agradable, charlaron y rieron, hacía tiempo que no se sentía agradable estando con alguien. En su casa no había nadie, lo que era entendible puesto que su padre estaba de viaje y su hermana de seguro estaba haciendo algo con respecto a su trabajo, tampoco le interesaba. Subió a su habitación y observó el reloj que estaba sobre la mesa; marcaba las 9:00 p.m. se echó sobre la cama y sacó su móvil del bolsillo, marcó un número y esperó a que él respondiera.


—Shirou, ¿qué sucede?— preguntó preocupado.


—No hay nadie en casa.— respondió.


—Aquí también es solo y oscuro, me gustaría estar allá.—


—Me gustaría que estés aquí.— respondió con una sonrisa. —Estaré hablándote hasta que te duermas, ¿bien?— propuso.


—Mejor cántame una canción.— pidió. —Siempre me ha gustado tu voz.—


—De acuerdo.— asintió, entonces empezó entonando una suave canción. Estuvo así durante algunos minutos hasta que sólo escuchaba la calmada respiración de Hiroto, se había quedado dormido justo cuando había terminado de cantar su segunda canción. Permaneció un rato en silencio, sólo escuchando la leve respiración del chico en la otra línea, no quería quedarse solo y, al menos así, podía pensar que estaba al lado suyo, entre tanto silencio escuchó pasos y se mantuvo atento.


Midorikawa había entrado a la habitación donde se alojaba Hiroto, procurando ser discreto se acercó a la cama y lo encontró profundamente dormido, sonrió y se inclinó para obsequiarle un casto beso, deseaba no dárselos mientras estaba inconsciente, pero era el único alivio que conseguía.


—Te amaré por siempre, ese es el problema.— murmuró.


El móvil que reposaba al lado del chico llamó su atención, lo tomó y observó la llamada y el nombre de a persona a la cual iba dirigida, se acercó el auricular al oído pero no escuchó nada.

—Te quiero Fubuki.— dijo y no esperó una respuesta, sólo me marchó.


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